El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 65

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—Así que crees que puedes ser como ella.

Hart miró a Leslie, con los ojos afilados como el filo de una espada. Pero ella no rompió el contacto visual, sino que lo enfrentó con confianza. Él se rió ante su valentía.

—No se esfuerce demasiado, señorita Leslie.

—No cree que puedo ser como mamá.

—Sí, no lo creo.

Contestó sin vacilar. Sus labios esbozaban una cálida sonrisa, pero sus palabras eran frías. La niña se encogió un poco ante el paradójico contraste.

—La reputación de Salvatore no es en vano. Son monstruos capaces de cosas que gente normal como tú y yo jamás podríamos hacer. Podrías salir herida al intentar ser como ellos.

Luego, levantó una mano y se golpeó el pecho con el pulgar.

—En especial aquí.

Antes de que ella pudiera responder, Hart se dirigió al centro del campo de entrenamiento.

—Todo el mundo habla de maestros espadachines, pero la verdad es que nunca ha habido verdaderos talentos en la Casa Salvatore. ¿Sabe por qué, señorita Leslie? —preguntó desde lejos con voz fuerte.

Su voz resonó en el terreno vacío, y ella negó con la cabeza.

—Es porque nacieron con poderes más allá de lo que se requiere para ser un maestro de la espada; monstruos. Por ejemplo.

Desenvainó la espada de su cinturón y cortó el aire. Su golpe fue ligero y suave, pero el sonido que produjo fue escalofriante.

—La actual jefa del Ducado, la duquesa Aleca Benkan Salvatore es una espada hechicera.

Una espada hechicera. 

Leslie parpadeó. Había leído sobre ellos en uno de los muchos libros, pero nunca había visto uno debido a su rareza. No había muchos en toda la historia del Imperio que tuvieran la capacidad de manejar al mismo tiempo la magia y la espada sin que una fuera el arma secundaria. Hart volvió a dar un golpe en el aire mientras continuaba.

—Usar magia y espada al mismo tiempo, como método principal de ataque no es común ni siquiera entre los Salvatore. Requiere que el cuerpo esté equipado para contener esencia mágica y al mismo tiempo sea tan fuerte para practicar el manejo de la espada. La Duquesa es especial por eso, porque lo tiene, mientras que el resto nace con cualquiera de los dos talentos. Sir Bethrion nació con la fuerza para ser un gran maestro de la espada, mientras que Sir Ruenti nació con un tremendo talento mágico para ser un poderoso mago. Hubo unos pocos que nacieron con ambas capacidades, pero a menudo una supera a la otra, haciendo que no se desarrolle lo suficiente.

La afilada espada cortó el frío aire invernal, haciendo ruidos amenazadores. Leslie quería cerrar los ojos, pero al mismo tiempo, estaba cautivada por completo por su habilidad con la espada y era incapaz de apartar la mirada.

—Pero la Duquesa nació con un equilibrio perfecto entre magia y destreza física, poniendo fin a la época de caos y guerra.

Entonces, Hart dejó de moverse y puso fin a su exhibición de habilidad con la espada. Incluso el último balanceo final fue tan limpio y articulado que la mano de Leslie se crispó un poco por el deseo de aplaudir.

—Y ése es a quien dices que quieres parecerte.

Le sonrió a la niña, cuyos ojos lilas seguían brillando. Entendía por qué tantos caballeros y empleados la adoraban.

Era adorable e inocente. Tal vez incluso ingenua, atrapada en esperanzas infantiles, muy inofensiva.

Se acercó a grandes y rápidas zancadas. Esta vez, miró a la muchacha, sin hacer ningún esfuerzo por estar a su altura.

—¿Entiende lo que quiero decir, señorita Leslie?

Ella sostuvo su mirada durante unos segundos antes de asentir con la cabeza. Sus ojos eran claros y seguros, como si hubiera encontrado una respuesta.

—Sí, lo entiendo. Sir Hart también admira a mamá, ¿verdad?

Él volvió a ladear la cabeza con curiosidad ante la inesperada respuesta de la niña, que se limitó a reír con alegría ante su reacción.

—¡A mí también me gusta!

Él también soltó una risita y se rascó la mejilla. Pero sus ojos eran severos.

—No me refería a eso, señorita Leslie.

—Pero es lo que parecía.

Se dirigió a él con torpeza, con los ojos brillando de forma inocente bajo el brillante sol invernal.

—Parecía que a preocupaba que yo pudiera sentirme herida por fijarme metas inalcanzables, como alguien que había sido herido por ello.

—Entiendes muy bien… Pero no solo eso.

Hart volvió a rascarse la mejilla, un poco sorprendido por su comprensión.

—Desde su juventud, la duquesa fue admirada y respetada por muchos, entre los que se encontraban sus enemigos. Pero al final todo se reducía a una cosa.

La cabeza de Leslie se inclinó hacia un lado con curiosidad. Los consejos del hombre no eran alentadores, sino más bien represivos. Así que solo podía haber una respuesta a su historia.

—¿Son… celos?

—Sí, correcto. Llegó un momento en que todos se dieron cuenta de lo imposible que era ser como ella. Entonces, la admiración se convirtió en envidia, la envidia en ira.

Entonces, se dio un golpecito en el pómulo, el lado que la Duquesa cubría con una semimáscara debido a una horrible quemadura.

—La cicatriz la dejó una de esas personas. Pero es solo superficial, la traición fue más profunda que nada en el mundo. Dejó una cicatriz insanable en su corazón. Así que te lo advierto, señorita Leslie, que no sea como la Duquesa. Que no la admire y trate de alcanzar lo imposible.

—Ya veo —respondió al cabo de un rato, asintiendo de forma comprensiva—. No se preocupe, Sir Hart. No me convertiré en uno de ellos.

Él la miró, sin saber cómo responder a su entusiasmo.

—Y gracias por preocuparte. No me esforzaré demasiado.

Ella recordaba bien cómo Hart había intentado convencer a la duquesa respecto a las veinte vueltas.

¿Veinte vueltas? Lamento decírselo otra vez, pero duquesa Salvatore, por favor, no dé órdenes basadas en sus normas.

Así que Leslie solo tuvo que dar cinco. Aunque era una lucha solo con eso, todavía era mejor que veinte. Si las hubiera hecho, no estaría de pie y hablando ahora.

—Has interpretado mis palabras de una manera muy positiva.

—Solo lo digo como me ha sonado a mí.

Entonces, Leslie pateó el suelo para ponerse en marcha de nuevo y reanudar el entrenamiento, calentando ya que se había enfriado por completo. Eso fue algo bueno que aprendió al crecer en el Marquesado. Sabía quién la quería y quién la odiaba más rápido que la mayoría de la gente. Su forma de sobrevivir era aprender los estados de ánimo de la gente para saber cómo responder.

Las palabras de Sir Hart eran frías y bastante duras, pero no era su emoción genuina. Estaba siendo malo a propósito para enmascarar su preocupación por ella y la duquesa. Incluso ahora, él la miraba con torpeza mientras respondía de forma positiva.

—Te hará bien recordar lo que te he dicho hoy… La persona en la que deseas convertirte en alguien que está fuera de tu alcance. Puede que sea demasiado pronto para decir eso…

La escrutó en silencio y añadió.

—Pero pareces ser un tipo persistente.

Leslie asintió con la cabeza a esas palabras. Luego lo miró con los ojos llenos de curiosidad.

—Una pregunta, Sir Hart. ¿Por qué me mostró su habilidad con la espada mientras conversábamos?

—Ah…

Sus ojos se desviaron mientras se rascaba la cabeza con timidez.

—Me daba vergüenza hablar de un asunto tan serio sentado. Pero, ¿no era algo genial? Lo aprendí de la familia Salvatore.

—Sí, fue genial.

Leslie rió con alegría y asintió, y Hart suspiró derrotado. Era difícil discutir con su inocente optimismo.

—¿Volvemos dentro? Debes de tener frío ahora que se te ha secado el sudor.

Él tenía razón. Mientras conversaban, su cuerpo se fue enfriando y ahora sentía frío. Pero antes de que pudiera volver corriendo al interior de la mansión, la detuvo.

—Señorita Leslie. Cuando la Duquesa esté ausente del Ducado, yo le daré clases en su lugar. Así que… por favor, cuide de mí, milady.

—Sí, por favor, cuide de mí también, Sir Hart.

Leslie sonrió con alegría y se separó, corriendo hacia la mansión. Pronto, los caballeros que esperaban con paciencia acurrucados en un rincón vinieron corriendo hacia él.

—¡Comandante!

—¡Qué, bribones!

—¿Por qué fuiste tan malo y le diste tanto miedo? —gritó desesperado, casi presa del pánico, un caballero de pelo castaño que tenía los brazos alrededor del cuello de Hart—. ¿Y si lloró y pensó que todos nosotros éramos tan malos y asustadizos como tú?

—¡Sí!

Añadió un caballero detrás de Hart con una coleta rubia.

—No la vemos tan a menudo ni tan de cerca como usted. Teníamos muchas ganas de conocerla. ¿Y si no vuelve nunca más?

Otros gritos de asentimiento se escucharon desde todas direcciones. Sonaban tristes y desesperados, como si hubieran perdido la oportunidad de conocer en persona a una criatura legendaria.

—¡Debería entenderlo bien!

Hart sacudió el cuerpo, intentando quitarse a los caballeros de encima, pero ninguno cedió. Al fin y al cabo, eran personas del Ducado bien entrenadas. Todo su duro trabajo dio frutos en ese momento.

Él cambió de táctica y empezó a quitárselos de encima lanzándolos uno a uno mientras hablaba.

—¡La admiración es peligrosa, no importa cómo haya empezado! Y todos vieron lo frágil que era. Está demasiado desnutrida y débil. Aunque coma bien y cuide su cuerpo, no podrá entrenarse bien con una espada.

Hart respiraba de forma entrecortada y tenía la voz un poco ronca mientras palpaba la suciedad de la ropa.

Los caballeros, que estaban tumbados o sentados en el suelo, lloraban compasivos.

En efecto, Leslie era demasiado frágil, tal como había dicho. Debido a sus años de maltrato, nunca sería capaz de acercarse al nivel de un caballero. Además, la Casa de Sperado era una familia alejada del trabajo físico o de la caballería.

—Pero…

Ahora los caballeros sollozaban. Una mujer, que no saltó sobre él, a diferencia de todos los demás que estaban en el suelo, pateó una pequeña piedra mientras sugería en voz baja.

—Digamos, ¿cómo se llamaba la taberna que frecuentaban los caballeros de Sperado?

Los ojos de todos se desviaron y se fijaron en la caballero. ¿Esto es lo que se siente cuando te mira un gusano? pensó el caballero distraído mientras jugaba con su coleta.

—¿No íbamos a comer fuera pronto, ya que Baroque acababa de tener su segundo hijo?

El caballero Baroque seguía una estricta dieta sin alcohol desde que su mujer, embarazada, le prohibió beber. Lo hizo porque ella no podía. Pero tras el nacimiento del niño, había prometido llevar a los caballeros a beber para celebrar el nacimiento y antes de irse de baja por paternidad para cuidar al niño.

—Entonces, ¡vamos allá!

El caballero de pelo castaño se levantó del frío suelo, gritando de emoción.

—Hagamos que se peleen con nosotros, luego golpeémoslos hasta hacerlos papilla, ¡hagámosles saltar los dientes!

—¡Dejen atrás los uniformes! Puede que no se peleen con nosotros cuando sepan que somos caballeros del Ducado.

—¡Vistan sus ropas más sucias y desgastadas! ¡Hagan que nos subestimen!

—¿Por qué no nos ponemos un poco de barro en el pelo?

Con eso, comenzó una seria discusión sobre “cómo hacer que los caballeros Sperado nos subestimen” y “cómo conseguir que se peleen con nosotros”.

Hart se quedó atrás, observándolos con un suspiro, tomando nota mental de no llevarlos de copas en mucho tiempo.

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