El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 68

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


El sonido de una pluma corriendo por el papel continuó hasta bien entrada la noche. Aunque la noche era avanzada, las lámparas de la habitación de Leslie ardían con fuerza.

—Así que el Emperador V de Recardius escribió quince diarios…

Después de seguir escribiendo, leyendo y pensando en las partes que no podía memorizar, Leslie dejó la pluma. Aunque aprender historia está bien, había demasiado que aprender y memorizar, lo que ocupaba la mayor parte de su tiempo.

—Whew.

¿Por qué tengo que memorizar los quince títulos de los diarios del Emperador V?

Si yo fuera él, odiaría ver a otra persona leyéndolos y memorizándolos.

Leslie frunció el ceño y se apretó las sienes palpitantes, sintiendo una migraña orgullosa a un lado de la cabeza.

No, no debería pensar así.

Leslie sacudió la cabeza y trató de concentrarse. Todo aquello era importante, porque cualquier cosa podía figurar en el examen de las candidatas a Arabella.

No les decepcionaré.

Leslie se recordó a sí misma que ésa era la razón por la que la duquesa la mantenía en la familia, permitiéndole estar al abrigo y protegida de las garras del marqués. Además, si Leslie lo hacía bien y se convertía en Arabella, existía la posibilidad de que pudiera modificar los términos del contrato.

Los contratos deben redactarse y acordarse con mucho cuidado porque, una vez establecidos y firmados, no pueden modificarse. Es jurídicamente vinculante y, por tanto, irrevocable. Hay que pensar bien lo que se desea obtener y orientar el contrato en beneficio propio.

Así estaba escrito en uno de los libros que Leslie leyó antes de proponer el contrato a la duquesa. Decía que ambas debíamos estar de acuerdo con los términos para formar un contrato. Entonces, también debería significar que con un acuerdo, uno puede modificar los términos, ¿no?

Así que voy a cumplir los términos con éxito y ganar la ventaja para el futuro. Entonces, propondré un nuevo término.

Y esta vez, le pediré a la Duquesa que me acepte como un verdadero miembro de la familia. Pediré ser su verdadera hija en lugar de una duquesa contratada por la Casa Salvatore. Leslie se dijo esto a sí misma con determinación y comenzó a concentrarse de nuevo en el libro de texto de historia. Necesitaba memorizar los quince diarios del Emperador V para que fuera posible.

—El primer diario se titula “Donathur”… Registra la existencia de la corte y las tácticas de guerra basadas en la experiencia personal del Emperador. Es muy aclamado como…

Sangre roja brillante goteaba sobre la página que Leslie estaba transcribiendo. Muchos puntos de rojo cayeron y tiñeron el papel de rojo, borrando las palabras escritas en negro.

—Ah…

Me alegro de que no haya caído sobre el libro, pensó Leslie mientras sacaba un paño y limpiaba los papeles y el escritorio. Luego, sacó uno nuevo y se lo puso en la nariz con naturalidad. Leslie estaba acostumbrada a sangrar por la nariz. Cuando se veía obligada a pasar muchas noches en vela para transcribir o memorizar los textos, sangraba con bastante frecuencia y por eso no le afectaba.

Puede que tenga la nariz débil porque sangro a menudo.

Fue el único pensamiento que se le ocurrió, y empezó a centrarse de nuevo en su tarea y continuó leyendo y transcribiendo el libro. Céntrate, Leslie. Concéntrate. No podré dormir si no memorizo los quince libros.

Puedo hacerlo.

—El segundo diario se llamaba “Guan Lu”…

Su vocecita resonó en la habitación durante muchas horas después de eso, pasada la hora en que las estrellas desaparecían en el crepúsculo.

♦ ♦ ♦

—¿Leslie…?

Fue una gran mañana para Sairaine.

Durante los últimos días, Sairaine perdió ante su mujer y sus dos hijos en conseguir tener a Leslie sentada a su lado. Así que bajó a las cocinas y se quejó durante muchas horas al jefe de cocina Batha. Al principio, Batha se mostró atento y comentó con simpatía. Pero cuando se prolongó durante horas y horas, Batha miró nervioso al horno.

Los lloriqueos de Sairaine no cesaron hasta que Batha por fin dijo “basta” y le entregó a Sairaine un plato del pudin de frutas en gelatina favorito de Leslie.

Así que esta mañana, cuando Leslie entró en el comedor, Sairaine consiguió que Leslie se sentara a su lado atrayéndola con el pudín.

Qué linda.

Las mejillas de Leslie estaban grandes y llenas de pudín. Jenna regañó en algún lugar detrás de ellos acerca de darle a Leslie el postre antes de la comida, pero Sairaine la ignoró.

¿Le molestaría que le hurgara en las mejillas? Sairaine consideró con felicidad. Pero no estaba solo. Todos los ojos estaban fijos en Leslie. Bethrion, Ruenti, e incluso Jenna estaban pensando lo mismo.

—Es delicioso.

Leslie sonrió con adorabilidad a todo ellos. Sus grandes ojos lilas se curvaban y centelleaban. Sus mejillas estaban sonrosadas y llenas. El gran cuerpo de Sairaine vibró excitado en su asiento.

—Ke, he, he.

Voy a tener que renovar toda la cuarta planta para Leslie. Tal vez derribe algunas paredes y las convierta en una gran habitación. Un parque infantil interior estaría bien para el invierno. Luego, puedo construir otro en los jardines para el verano. De todas formas, es demasiado grande e inútil, así que será perfecto para un parque infantil. ¿Qué compro para el invernadero y las habitaciones?

¿Qué les gusta a las niñas?

Flores, muchos dulces, peluches, diamantes… Bueno, a todo el mundo le gustan los diamantes, ¿no? ¿Qué más? Los ojos de Sairaine viajaron hasta su mujer, que comía sopa con los ojos entrecerrados, aún no del todo despierta.

¡Una espada! Sí, eso serviría. A Aleca le gusta que le regale armas nuevas, y a Leslie también.

Sairaine asintió, satisfecho, y decidió pasar por el herrero la próxima vez que fuera al centro.

Cuando volvió a mirar a su mujer, la vio tambalearse por la somnolencia. Se levantó rápido de la silla y la sentó en posición vertical.

Puede que necesite algunas hierbas para recuperarse. Ha estado muy ocupada y no ha dormido bien. Sairaine suspiró, preocupado por la salud de su esposa. Pero pronto, sus pensamientos se distrajeron y volvieron a flotar sobre qué regalarle a Leslie.

Aún es pequeña y joven. Así que una más pequeña y ligera bastará. ¡Pero tiene que estar afilada! Tal vez una daga o un cuchillo ocultable. Sairaine miró con atención a Leslie, midiendo su cabeza, imaginando qué arma podría ser mejor para ella. Confiaba en que no le costaría mucho encontrar la mejor arma para ella, ya que tenía experiencia, era mercenario desde hacía mucho tiempo.

Ah, y necesito que el herrero le eche un vistazo a mi hacha. Mis propios cuidados tienen un límite, y una mano profesional siempre es mejor. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que la usé, así que será mejor que le eche un vistazo.

Además, si hay alguna posibilidad de que el marqués Sperado aparezca en las zonas de conflicto, necesito mi hacha bien afilada, para poder cortarle la cabeza. Si está desafilada, no será demasiado bonito.

Sí, un día aparecerá por allí. Un día.

Y yo estaré esperando. Oh, sí, lo estaré. Soy muy bueno esperando el momento perfecto.

—¿Eh? ¡Eh, Leslie!

Sairaine fue sacado de una imaginación feliz cuando Ruenti gritó en voz alta. Su cabeza dio un latigazo hacia Leslie, siguiendo la mirada de sorpresa de Ruenti. Allí, vio a Leslie con la mirada perdida en sus manos ensangrentadas. La sangre goteaba constante de su pequeña nariz y sobre su vestido color crema, tiñéndolo con un gran charco de rojo.

—¡Kyaa! ¡Señorita Leslie!

Madel y las demás criadas, que esperaban detrás de Leslie, trajeron rápido un paño limpio y limpiaron la cara de Leslie. La duquesa también se había despertado del todo y se acercó a ella con expresión preocupada. Ni que decir tiene que los tres hombres también la rodearon. Sairaine fue el más rápido en actuar. Salió corriendo dle comedor como un rayo y desapareció en el vestíbulo sin decir una palabra más.

—Ah…

Leslie era la única que parecía demasiado pasiva.

Esperaba que hoy le sangrara otra vez la nariz. Por su experiencia, una vez que empezaba a sangrar la noche anterior, sangraba durante los dos días siguientes y varias veces a lo largo del día.

Su única preocupación era el vestido. Era un vestido bonito que le gustaba mucho.

“Incluso después de un lavado a fondo, la sangre manchará la tela de color claro…”

Leslie pensó distraída. Cuando se desangró en casa del marqués, no había nadie para atenderla. Al principio, habló con las criadas para que lavaran la ropa, pero pronto se dio cuenta de que era inútil. Las criadas echaban un poco de agua en la ropa manchada y se la devolvían. Así que tuvo que lavar la ropa ella sola.

También aprendió que la sangre es difícil de eliminar. Funcionaba mejor cuando se lavaba con agua fría que con agua caliente, pero cualquier tejida de color claro siempre quedaba con una mancha fea y grande.

Y de todos los vestidos, resulta que llevaba uno de color crema claro, que ahora estaba estropeado por la sangre.

Ojalá hubiera llevado uno negro, pensó Leslie con amargura. Sabía que iba a pasar, pero el vestido color crema era tan bonito que no pudo resistirse. Esto, por supuesto, fue una mala elección al final.

Molesta por la mancha de sangre y los recuerdos, Leslie tomó un vaso de agua y se echó un poco en el vestido. Luego se frotó con fuerza, tratando de sacar la sangre. La duquesa detuvo rápido a Leslie tomándole las manitas cubiertas de sangre.

—Leslie, no tienes que preocuparte por eso. ¡Jenna!

—Pero si no saco la sangre pronto, dejará una mancha permanente.

La Duquesa negó con la cabeza.

—Tu vestido no es una prioridad ahora mismo. Lo es tu salud.

La duquesa acarició con amabilidad las manos de Leslie en un intento de consolarla. Cuando estuvo segura de que Leslie no volvería a intentar arreglar el vestido, la soltó y se subió la túnica verde mar. Leslie retrocedió de inmediato, preocupada por la posibilidad de que la sangre manchara la túnica de la Duquesa, pero ésta la detuvo. No le importaban ni el vestido ni la túnica y lo demostró limpiando la sangre de la cara de Leslie.

—Jenna, llama a Jylo a la sala.

En cuanto las instrucciones salieron de los labios de la duquesa, la puerta del comedor se abrió con violencia. Sairaine salió de los pasillos con un hombre en los hombros. El hombre era Jylo, el médico privado de la Casa Salvatore y el más anciano de todo el lugar, que ahora gemía con dolor.

Jylo estaba disfrutando de una mañana perezosa. Aún llevaba puesto el pijama y la bata de dormir. En la cara aún tenía caliente y estirado el trozo de queso del desayuno.

Sairaine salió corriendo de la habitación en busca del médico de la Casa y se lo llevó a Leslie.

—¡Leslie! ¡Tengo a Jylo!

Luego, rápido y con bastante violencia, colocó el anciano con un sonoro ruido. La cara de Jylo se contorsionó de inmediato de dolor, con las rodillas enviando cortos eléctricos por el repentino y contundente aterrizaje. Se dobló sobre sí mismo, su mente se apresuró a considerar con seriedad la retirada durante unos segundos hasta que se recuperó.

—Entonces… ¿le sangra la nariz a la señorita Leslie?

Leslie asintió con torpeza, sosteniendo aún una bolsa de tela apretada contra la nariz. Jylo se acercó a ella y empezó a examinarla. Poco después, terminó y asintió con una sonrisa mientras diagnosticaba.

—Es agotamiento.

—¿Extenuación…?

Los Salvatore se quedaron helados ante el diagnóstico, al igual que Leslie. Ella nunca había oído algo así porque nadie se lo había dicho.

—Sí, agotamiento. ¿A qué hora se acuesta, señorita Leslie?

Leslie se quedó pensativa y calculó la hora aproximada.

—Me he acostado antes del crepúsculo.

Jadeos y gemidos de sorpresa llegaron de todas partes de la habitación. ¡Crepúsculo! ¡Eso es bien pasada la noche y justo antes del amanecer!

Al darse cuenta de la extraña atmósfera que reinaba en la sala, Leslie añadió con cautela.

—Estoy bien si me acuesto a esa hora. Si no lo hago y me quedo despierta un poco más tarde, me siento un poco cansada… Pero aún puedo moverme y seguir con el día sin muchos problemas…

Ah, ¿he dicho algo malo? Leslie miró alrededor de la habitación, buscando reacciones.

—Madel.

Las explicaciones de Leslie tuvieron el efecto contrario. Ruenti llamó con tranquilidad a Madel y añadió con una extraña sonrisa.

—Retira todas las velas, lámparas y faroles de la habitación de Leslie.

—Sí, señor Ruenti.

—Cierre las puertas de las bibliotecas y los estudios a la hora de acostarse.

—¡Llévese también el pergamino y la tinta! No, llévate todo el escritorio.

Añadieron Bethrion y Sairaine. Sairaine, en especial, parecía dispuesto a destruir el escritorio de la habitación de Leslie, con ambos puños hechos una bola.

Leslie parpadeó despacio, conmocionada ante la perspectiva de perder todo lo que necesitaba para estudiar para el examen. Se lanzó al dobladillo de la camisa de Bethrion y preguntó suplicante.

—¿Cómo voy a estudiar?

Su voz era desesperada y su mano temblaba un poco.

—No lo hagas.

—No es necesario.

—No lo necesitas.

Los tres hombres respondieron al mismo tiempo. Incluso la duquesa asentía con la cabeza.

—Leslie, eso no es lo importante para ti.

La Duquesa se volvió hacia Jenna y le sonrió con amabilidad. Jenna asintió en señal de reconocimiento y rápido condujo a un puñado de doncellas fuera del comedor. Debían de estar saliendo para seguir las órdenes de los Salvatore.

—¡No!

Leslie se lanzó, esta vez, hacia la Duquesa. Se abrazó con fuerza a los brazos de la Duquesa y sacudió la cabeza con desesperación.

—Por favor, no te lleves el escritorio, el pergamino y la tinta…

Leslie miró a la Duquesa con sus grandes ojos llenos de lágrimas.

—Necesito escribir cartas…

Leslie se divertía mucho intercambiando cartas con su tío Taryn y Konrad. Ella les escribía todos los días, y ellos también le contestaban todos los días. Para algunos, era una tarea tediosa, pero ellos nunca se quejaban y siempre se aseguraban de corresponder a cada carta de Leslie.

Konrad siempre respondía con muchas historias, que entretenían a Leslie y la hacían muy feliz.

—¿Cartas? —preguntó la duquesa, y Leslie asintió con entusiasmo antes de añadir en voz baja.

—He mantenido correspondencia con el tío Taryn y con sir Konrad.

—¡No!

Sairaine gritó horrible al oír la respuesta de Leslie.

Parecía un oso al que le hubieran robado un tarro de miel, haciendo que Jenna y los demás se estremecieran.

—¡No! ¡Tío Taryn, sí, pero no Konrad! ¡Destruye su escritorio! ¡N-No a mi hija!

Bethrion dio con cuidado un paso atrás indignado, y Ruent se alejó rápido con su tazón de comida a una distancia segura.

—¿De qué estás hablando?

Por fortuna, la Duquesa tomó la riendas y calmó a Sairaine dándole una palmada en la frente. De inmediato retrocedió abatido como un cachorro triste y quejumbroso.

—Pero, cariño…

Sairaine miró desesperado a su esposa con lágrimas en los ojos. La duquesa hizo un gesto despectivo con la mano y continuó.

—Llévate todo menos el escritorio y las cosas que necesita para las cartas Leslie, hoy estás de vacaciones. Te prohíbo estudiar, entrenar o trabajar.

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