El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 69

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


¿Vacaciones? Sorprendida ante un día de descanso forzado, Leslie miró a la Duquesa y a Sairaine y respondieron “sí, debes” al mismo tiempo. De nada sirvió suplicar a Bethrion y Ruenti, pues también parecían decididos.

Al final, ella se vio obligada a tomarse un descanso y salió a los jardines con su conejito negro de peluche. Se sentó en uno de los bancos de madera y se quedó con la mirada perdida en el cuidado jardín de invierno.

¿Qué hago ahora? 

Se sentía incómoda y perdida. Nunca había tenido tanto tiempo para no hacer nada. Todo era un primer día en el Ducado. Nunca tuvo que pasar desapercibida o tratar de apaciguar a los demás para que no la golpearan o castigaran. Nadie intentó regañarla o decirle que era una inútil. Era muy extraño, pero sentía una rara felicidad.

Al principio, se quedó en el pasillo como una escultura durante unos diez minutos, sin saber qué hacer. Luego fue a la biblioteca a leer un libro. Pero estaba cerrada y no podía entrar. Pasó sin ganas por los campos de entrenamiento, donde intentó ir a hacer ejercicio físico, pero también fue expulsada rápido por Hart. Por último, fue a buscar a Madel y le dijo que le gustaría ayudarla. Cuando se dio cuenta, todo el mundo se había ido corriendo y ella se había quedado sola en medio del pasillo.

Leslie no tenía adónde ir ni qué hacer. Se sentó en el barco del jardín, levantó las piernas y se desplomó profundo. El jardín era muy bonito. Pero después de una hora, no había nada nuevo que ver desde donde ella estaba.

¿Debería echarme una siesta? 

Pero es una pérdida de tiempo. Claro que sentarse y no hacer nada también era una pérdida de tiempo…

—Leslie.

Desde lejos le llegó una voz grave. Cuando se dio la vuelta, vio a Bethrion caminando hacia ella a pasos lentos. Iba vestido con el mismo uniforme de caballero y la misma capa que ella le había visto llevar la primera vez que se vieron. Bajó de un salto del banco y corrió hacia él, abrazándolo con fuerza por el centro. Él le dio la bienvenida a la niña, la levantó enseguida y la acomodó entre sus fuertes brazos. Le acarició el pelo plateado, que volaba por todas partes con la fría brisa invernal.

—¿Qué hacías aquí fuera con tanto frío?

—Estaba mirando el jardín.

—¿El jardín?

Los ojos verde oscuro del joven lo recorrieron. Estaba muy bien cuidado y decorado de una forma magnífica. Era pintoresco, pero no era algo para estar mirando durante horas y horas.

—No sabes qué hacer —dijo, y Leslie asintió.

Estaba un poco sonrosada por la vergüenza, pero lo admitió.

Él entrecerró los ojos pensativo ante su sincera respuesta.

—Hmm… ¿Te gustaría venir conmigo al palacio imperial, Leslie? Para ser exactos, ¿a ver a los Caballeros de Rinche?

—¿Los caballeros?

—Sí. No tardaré mucho. Tengo que ir a ocuparme de unos asuntos urgentes. Podemos recorrer el palacio y hablar con ellos. Luego, te compraré chocolate caliente en el camino de regreso a casa.

Chocolate caliente. Aquello fue más que suficiente para convencer a la niña, que asintió de inmediato. Recordó lo bueno que estaba con la galleta de muñeco de nieve la última vez que salió con él y Madel. Le dio un poco de vergüenza llorar cuando la galleta se desmenuzó y se hundió en la taza, pero era uno de los recuerdos más entrañables para ella.

—Genial. De todos modos, quería presentarte a algunas personas. Todos querían verte.

Bethrion cruzó rápido los jardines hasta donde esperaba el carruaje. Sus brazos eran fuertes bajo ella, y caminaba como si no pesara nada.

Era más estable en comparación a cuando Ruenti la cargaba.

Lo siento, hermano Ruenti. 

Se disculpó en silencio por pensar que Bethrion era mejor portador. Sintió el impulso de hacerlo porque su hermano era mago. Él podría ser capaz de leer mi mente y escuchar mis pensamientos. Pensando de forma ingenua e imaginativa, se metió rápido en su pecho y se cubrió la cabeza con el conejito de peluche. Ahora no podré leer mis pensamientos.

—¿Quién quería verme…?

Pero la curiosidad no tardó en sacarla de debajo del conejito, y lo miró, asomándose por entre las grandes orejas. Él rió con cariño al verla.

—Son el mismo hombre y la misma mujer que ayudaron a rescatarte del carruaje. Uno de ellos testificó en el juicio.

Solo entonces, ella recordó al caballero del juicio, recordando cómo se había presentado como caballero de Rinche.

Ella tiró rápido del cuello de la chaqueta de su hermano, levantando la vista con unos centelleantes ojos lilas.

—Umm, hermano. ¿Podríamos pasar por el centro y comprar algunas cosas dulces antes de irnos?

♦ ♦ ♦

—Ah, capitán Bethrion.

Él entró en la oficina de los Caballeros de Rinche, siendo saludado por los que ya estaban allí. Muchos estaban en su ropa casual y fuera del uniforme formal estirado y armadura. Estaban rellenando unos papeles.

—Podría echarle un vistazo a esto…

Uno de los caballeros se acercó a Bethrion, pero se detuvo de repente. Lo miró con desconfianza. Él sostenía muchas cajas con estampados familiares de famosas dulcerías y pastelerías de la ciudad. Entonces, justo detrás de él, entró…

—Buenos días.

Una persona pequeña y pálida. Salió de detrás de él, oculta por completo por su alta estatura. Pronto, todos los ojos se fijaron en ella, y sus mentes se apresuraron a recordar a la niña.

—¡Ah, ah!

—¡Madre mía!

Los caballeros se acercaron y se agolparon alrededor de Bethrion, abandonando el papeleo. Sus ojos brillaron al mirarla.

—¡Caramba, es tan pequeñita!

—Es tan linda.

Luego, como si engatusaran a un gatito de la calle, le tendieron la mano con voz arrulladora. Bethrion levantó un poco la pierna con el ceño fruncido e hizo un gesto de patalo hacia los caballeros, por lo que las manos se retiraron con rapidez.

—Puede que ya se hayan enterado por los recientes acontecimientos, pero esta es mi hermana pequeña, Leslie.

La presentó y le dedicó una pequeña inclinación de cabeza. Como si fuera una señal, se colocó delante de él e hizo una pequeña reverencia, tal y como Shuella le había enseñado en su primera lección de etiqueta.

Pero como llevaba el conejito de peluche en la mano, estaba un poco desviada.

No obstante, ella aún quería dar las gracias como era debido y expresar su gratitud.

—Soy Leslie Shuya Salvatore. Gracias a todos por salvarme del carruaje y testificar por mi bien. Les doy las gracias de todo corazón.

Los Caballeros de Rinche la salvaron dos veces del peligro literal del fuego y del Marqués. Al ver a la niña inclinarse, uno de los hombres que estaban al frente sonrió y respondió en tono despreocupado.

—Solo hice lo que estoy entrenado para hacer. Además, usted necesitaba ayuda, Lady Salvatore.

—Tiene razón. Por favor, no se preocupe, mi Señora.

Los caballeros se apiñaron aún más a su alrededor, y todos charlaron con hospitalidad. La mitad de ellos hablaban del marqués insultándolo y diciendo lo malvado que era. Los demás la alababan por lo linda que era. Sus mejillas enrojecieron por los halagos y el apoyo.

Avergonzada, se apresuró a ofrecer los postres que había traído.

—Um, por favor, tomen estos como muestra de mi gratitud.

—Me preguntaba qué le había hecho traerlos, pero todo ha sido gracias a usted, milady. Gracias a usted.

—Pensé que era otra persona cuando entró con los brazos llenos de dulces.

Bethrion no interrumpió las bromas. En su lugar, dejó que siguieron parloteando y se dirigió a Leslie.

—Escucha con atención porque voy a decirte algo muy importante. Pediré que te acompañen mientras me ocupo de un asunto urgente. Date una vuelta por el palacio y vuelve sana y salva. Cuando vuelvas, te presentaré a los demás, ¿entendido?

Acarició con suavidad la cabeza de la niña y le habló en tono de disculpa. Ella sonrió con alegría y asintió.

—Pelon.

—¡Sí, señor!

Uno de los caballeros se levantó de la silla con la boca llena de pastel.

Ella recordó que era el mismo que subió al estrado para declarar durante el juicio.

—¿Han terminado sus informes? Te confío a Leslie mientras me ocupo de unos asuntos. Llévala por los jardines de palacio o enséñale las bibliotecas.

—Sí, señor.

El caballero saludó minera masticaba con afán el pastel que tenía en la boca. Se quitó la capa de una silla y se acercó a la niña con rápidas y largas zancadas. Para cuando se detuvo frente a ella, el gran pastel se había acabado y tenía la boca libre. ¿Cómo podía comer tan rápido? ¿Sería magia? Sus grandes ojos lo miraron, divertidos, y él sonrió en respuesta. Extendió la mano y se la ofreció.

—¿Vamos, Lady Salvatore?

♦ ♦ ♦

Pelon mostró a Leslie el palacio. Sabía dónde estaba cada cosa, y era un guía muy bueno que no olvidaba explicar la finalidad de cada lugar y quién lo frecuentaba. La hizo pasar por un jardín lleno de flores a pesar de estar en pleno invierno, por un salón con muchas estatuas doradas y una alta vidriera que cambiaba de color según el ángulo, y por una fuente gigantesca. Todo era tan grandioso y fantástico para ella.

—Esta es la sala de los retratos. Aquí están colgados todos los retratos de los emperadores Recardius y sus familias.

Era un largo pasillo con un retrato colgado cada dos centímetros. Altos retratos de hombres y mujeres, emperadores y emperatrices, colgaban fieles a las palabras de Pelon. Debajo de ellos había retratos más pequeños de sus hijos.

Leslie avanzó poco a poco por la sala para observarlos todos. Cada uno de ellos la asombraba al recordar sus rostros en el libro de historia.

Algunos transeúntes reconocieron quién era e intentaron acercarse. Pero Pelon intervino rápido para detenerlos sin que ella se diera cuenta de lo que ocurría. Estaba demasiado distraída con tantos retratos. Además quería ver el del primer Emperador.

—Así que es el primero.

Leslie se detuvo ante el retrato más grande y alto de todos. Estaba enmarcado en azul y dorado, los colores representativos del Imperio. En el retrato, el hombre aparecía representado con fuerza con líneas nítidas y colores duros. Su aspecto era majestuoso.

—Sí, tienes razón. Y este retrato de aquí es el del primer Duque Salvatore.

Justo al lado del retrato del Emperador colgaba un retrato un poco más pequeño, que seguía siendo gigantesco comparado con los otros. El marco tenía una mezcla de verde oscuro y dorado, representando al Ducado de Salvatore.

Se parece un poco a mamá…

Tal vez era el pelo. Negro urraca como el de mi madre. La forma de su cara se parece mucho a la de Bethrion. Su cabeza se inclinó hacia un lado mientras estudiaba el retrato con expresión seria.

Justo entonces, alguien llamó la atención de Pelon.

—Sir Pelon, un momento, por favor…

Era otro caballero. Leslie lo vio llevarlo a un lugar cercano, que estaba a cierta distancia de ella. Pelon, por supuesto, se aseguró que siguiera en su línea de visión y se mantuvo cerca. Estaba a poca distancia. Tardaría menos de 10 segundos en volver si fuera necesario. Ella también se dio cuenta y volvió a estudiar el retrato, sin preocuparse lo más mínimo.

Sí, seguro que el pelo. Quizá también la forma de los ojos. 

Leslie evaluó reflexionando, lo que por desgracia fue interrumpido por una sombra que se cernía. Se dio la vuelta y se encontró con Eli y Ria. Al ver a las dos personas que más le disgustaban, frunció el ceño.

En secreto, estaba un poco divertida. ¿Cómo podía tener la piel tan gruesa? No han pasado ni dos semanas desde el juicio y ya se pasea por palacio con la cabeza bien alta.

—Whew.

Un suspiro escapó de sus labios casi de forma automática. Luego, sin querer molestarse con ellas, se volvió hacia Pelon.

—¿Huyes?

Se detuvo en seco al oír la voz burlona de Eli.

Se dio la vuelta para enfrentarse a ella y respondió en un tono frío y gélido.

—Me sorprende que sigas aquí. Conociéndote, pensé que esconderías la cara y no saldrías nunca de la finca.

Los labios de la señorita temblaron, pero pronto se torcieron en una sonrisa forzada. Parecía como si de alguna manera se sintiera confiada a pesar de todo lo que había ocurrido, lo que hizo que los párpados de Leslie se movieran con incomodidad.

—¿Por qué iba a hacerlo? ¿Has perdido la cabeza?

—Me parece que sí. No tengo nada más que decirte.

Habló con desdén y se dio la vuelta. Eli tiró con brusquedad de sus muñecas, impidéndole marchar.

—Pequeña…

—Estás siendo irrespetuosa, Lady Sperado.

Habló alto a propósito, llamando la atención de todo el salón, así como de los dos caballeros. Las cabezas se giraron, y los ojos se fijaron en ellas ahora.

—No juegues con esa mierda de Lady Duquesa…

—No son tonterías. Es mi derecho y mi título oficial. ¿No te lo dije antes? Soy la única Dama Duquesa de todo el Imperio.

Entonces, sacudió con brusquedad el brazo de Eli de su muñeca. Ella frunció el ceño, pero eso no la afectó. En cambio, su rostro permaneció desinteresado mientras continuaba con bastante displicencia.

—Si tienes algo que decir, envía cartas al Ducado y solicita una reunión. No seas grosero como un plebeyo sin educación. Parece que Lady Sperado nunca aprendió a saludar de forma correcta, aunque es la etiqueta más básica.

Una pequeña y fría sonrisa se dibujó en los labios de Leslie. Era una muy diferente de su habitual amable e inocente. Transmitía burla y ridículo. Pero Eli no pudo responder. Lo que ella decía era la verdad. Aprender siempre había sido su trabajo, y ella se limitaba a imitar en el mejor de los casos. En otras palabras, era un lienzo vacío y una idiota que no tenía ningún conocimiento básico o avanzado de la cancha.

Cada vez más gente se quedaba mirando. Pelon y el otro caballero también se acercaban ahora a ellos.

Eli apretó los dientes con fuerza pero mantuvo la cabeza alta. Luego susurró una amenaza en voz baja.

—Veamos cuánto tiempo puedes fingir y jugar. Veamos cuánto tiempo puedas permanecer a salvo bajo las alas de la Duquesa. Y no olvides…

Un brillante rayo de sol entró de repente por una ventana cercana sobre ella, que sonreía con cariño. Parecía una sacerdotisa sagrada, hermosa y de algún modo fuera de ese mundo. Pero las palabras que susurraba eran asquerosas y repugnantes.

—No importa el nombre que tengas, tu sangre sigue perteneciendo a la Casa de Sperado. La misma sangre que decías que era de asesinos y mentirosos corre por tus venas. Veamos cuánto tiempo puedes ocultar esa sangre nuestra.

Soltó una carcajada estridente y jadeante. Luego, preguntó en voz alta.

—Bueno, ¿cuánto tiempo cree que durará, Lady Salvatore?

¿Por qué sonaba como si estuviera diciendo “falsa” en lugar de “lady”? Leslie cerró ansiosa el puño bajo las largas mangas de su chaqueta.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido