El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 70

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—¿Soy igual que tú…?

—¿No lo eres?

Los labios de Eli se torcieron en una sonrisa burlona. Se inclinó despacio y susurró al oído de Leslie.

—Niégalo todo lo que quieras, pero lo cierto es que tienes la misma sangre que yo y no la preciosa sangre del Ducado. Dime si me equivoco, Leslie.

Eli soltó una risita. A Leslie se le pusieron de inmediato los brazos de gallina cuando la risa grave de Eli le recordó a la del marqués a pesar de que eran de distinto género y tenían tonos diferentes.

—Veremos cuánto tiempo puedes fingir ser tan alta y poderosa como la supuesta Dama Duquesa del Imperio. Ah, ¡quizás lo consigas porque tienes la misma sangre espesa, egoísta y orgullosa de los Sperado!

Eli rió con una repentina epifanía de alegría. Sus ojos esmeralda brillaban a la luz, y su rostro resplandecía con un deleite dulzón y enfermizo, cubierto por una hermosa sonrisa.

—Volveremos a vernos, mi querida hermanita. Estaré animando tu numerito desde los bastidores.

Eli le besó la mano y se la sopló a Leslie, que ahora estaba pálida y rígida de asombro. Los ojos de Ria se quedaron mirando a Leslie durante un rato, luego corrió rápido tras Eli.

Leslie por fin se quedó sola, pero no podía moverse. Las palabras de Eli eran demasiado chocantes y la verdad demasiado dolorosa. Lo único que pudo hacer fue parpadear despacio para procesar lo que había sucedido.

Lo que Eli decía era la verdad y Leslie lo había sabido desde el principio. Pero que alguien, en especial ella, lo dijera en voz alta había sido el choque más incómodo y doloroso.

—Lady Leslie.

Pelon llamó con suavidad a Leslie.

—Volvamos con el capitán Bethrion.

♦ ♦ ♦

—¿Qué acabas de decir…?

La Duquesa acababa de regresar al Ducado y fue recibida por su hijo de rostro duro. Por supuesto, las noticias que rápido le dio fueron igual de preocupantes.

—Lo siento, madre.

Por supuesto, ella tenía que estar allí cuando yo estaba ausente por una reunión importante. Bethrion frunció el ceño.

—No pensé que se recuperaría tan rápido y volvería al Palacio Imperial.

Solo habían pasado dos semanas desde el Juicio. Muchos nobles que perdieron el Juicio de Nobles no se atrevían a mostrar sus rostros en ningún lugar fuera de su hacienda por la vergüenza así como por las consecuencias de la derrota. El Marqués no era muy diferente. Estaban en el centro de todos los cotilleos del Imperio, y el Ducado les había facturado una gran suma en concepto de reparaciones. Además, recibirían un castigo del Emperador por abuso y negligencia infantil.

La mayoría de los nobles sensatos serían muy cautos en ese momento y se esconderían tras la seguridad de los muros de la Casa. Pero los marqueses no se escondieron ni se arruinaron. En lugar de eso, se paseaban con la cabeza bien alta, y Eli estaba allí en palacio. Como resultado, Leslie se enfrentó a ella por la fuerza.

—Por lo que he oído, ella se burló y provocó a Leslie.

—Oh, vaya.

La Duquesa frunció el ceño mientras le entregaba su abrigo de piel a Jenna. Leslie acababa de escapar de las garras del marqués y estaba a punto de disfrutar de su libertad. Pero antes de que pudiera hacer nada, ya estaban de vuelta.

—¿Cómo está Leslie?

Jenna suspiró, molesta en respuesta a la pregunta de la Duquesa.

—Parecía estar bien a su regreso. Fue directo a su habitación y ha estado leyendo desde entonces…

Eso es un alivio. La Duquesa asintió. Pero, ¿cómo y por qué se han puesto en marcha tan pronto? Sus ojos se entrecerraron ante la pregunta.

—¿Fue demasiado pequeña la compensación?

Creo que les exigí tres años de los ingresos del marqués por los impuestos de sus tierras. La duquesa se golpeó la mejilla con pereza.

En teoría, eran tres años. En realidad, el marqués tardaría mucho más de tres años en recuperarse.

Incluso sin la facturación, el Marqués ya estaba demasiado endeudado debido a sus estilos de vida. El marqués siempre se jactaba de que, como noble, debía llevar un estilo de vida propio de la nobleza. Por eso, sin importar de sus ingresos, vivía y se rodeaba de lujos. Lo mismo ocurría con la marquesa y su hija, Eli.

Como se esperaba, los fondos se agotaron rápido y tuvieron que pedir prestado a los bancos, a otros nobles, a sus parientes e incluso a sus empleados. Estaban sin vergüenza y solo con orgullo. Por supuesto, todas estas personas e instituciones no dudaron en prestarles debido al nombre de la familia.

Por eso, que la Duquesa facturara al Marqués una suma tan elevada era un grave problema. Ya nadie podía prestarles oro, y los que lo hacían enviaban cartas de aviso para el cobro.

Por supuesto, la Duquesa quería que todo eso sucediera. Quería que el marqués estuviera distraído y ocupado para que no pudiera tramar nada más.

—Pero se ha recuperado mucho más rápido de lo que calculaba.

Sus ojos verde oscuro se entrecerraron al pensar en una posible fuente de rápida recuperación.

—Jenna.

—No ha habido ningún movimiento por parte de nuestros informantes. Sin embargo, había una carta del marqués pidiendo una prórroga. Detallaban que podrían pagar una vez que su barco mercante llegará al puerto mediante la venta de las mercancías.

¿Barco mercante? Tanto la duquesa como Bethrion volvieron a entrecerrar los ojos.

La principal fuente de ingresos del marqués eran los impuestos, el grano y la leña. El comercio y el mercantilismo no eran sus especialidades. Tal vez era una inversión, pero el Marqués era famoso por sus empresas fallidas. Así que debía ser una gran pérdida. ¿Cómo iba a pagar sin las ganancias de los bienes comerciales? Incluso si lo conseguía, ¿sería suficiente para pagar todas las deudas que tenía?

Jenna también ladeó la cabeza con curiosidad mientras continuaba.

—Había contado la misma razón a los bancos y a los nobles. Pero la fecha de llegada del barco no está muy lejos en el futuro. De hecho, dijo que llegaría pronto, al comienzo de la primavera.

—Comienzo de la primavera…

La duquesa se quedó pensativa mirando por la ventana. El invierno casi había terminado. La última nevada había llegado, pero pronto pasaría y la primavera no tardaría en llegar.

—¿Qué está planeando?

—No tengo ni idea…

Jenna se interrumpió, incapaz de responder a la pregunta. Fuera lo que fuese lo que planeaba, todo parecía demasiado aleatorio y poco propio del marqués. Así que la criada también se esforzó por encontrarle sentido a todo aquello.

Faltaba poco para el comienzo de la primavera, cuando vencía el plazo original para las reparaciones. Estaba tan cerca que una prórroga sería un acuerdo difícil de alcanzar. Aun así, el marqués escribió la carta para solicitarla.

—Aparte de eso, el marqués estaba empeñando sus lujos y manteniendo ocupados a los empleados.

—Hmm. Jenna, Beth.

La duquesa habló tras un breve momento de silencio. Justo entonces, una vocecilla llegó desde detrás de ella.

—Madre…

Las tres se giraron para ver a una niña pequeña envuelta en un enorme chal. Se aferraba con fuerza a su conejito de peluche y sus ojos lilas estaban caídos mientras se acercaba a ellas.

—Bienvenida a casa.

Leslie bostezó y arrastró el chal para colocarse ante la Duquesa. Cuando por fin llegó hasta ella, levantó la vista con los ojos entrecerrados.

—Oh, vaya. ¿Por qué te has levantado cuando ya estabas dormida?

La duquesa la levantó y la abrazó con un suave movimiento, acunando y acariciando la pequeña espalda de la niña. Se acurrucó en su pecho y volvió a bostezar.

—Oí el carruaje y supe que habías vuelto…

Murmuró y bajó la cabeza.

—Quería darte la bienvenida… tan pronto como…

Vaya. La duquesa rió con suavidad. Extendió la mano y Jenna no tardó en devolverle el abrigo de piel, lo utilizó para abrigar a la niña. Bethrion y Jenna también sonrieron mientras la veían cuidarla.

—Volvamos a llevarte a la cama.

Leslie dijo algo, pero fue ininteligible. Parecía que estaba contestando, pero el sueño la había vencido. Pronto, suaves ronquidos salieron de ella bajo el gigantesco y cálido abrigo de piel.

Jenna abrió los brazos hacia la mujer, indicándole que estaría encantada de meterla en su cama. Pero su madre negó con la cabeza y subió las escaleras hasta su habitación.

—Madre… quería pedirte un favor.

Susurró en voz baja, y la Duquesa se detuvo en mitad de la escalera. Sin poder creerlo, Bethrion y Jenna también se detuvieron en seco, con los ojos grandes por la sorpresa. Era la primera vez que Leslie pedía algo.

—Quiero hacer un picnic.

—¿Un picnic…?

—Sí. ¿O podemos dar una vuelta por el Ducado…? Lo leí en los libros. Decía que cuando pasa algo malo, hay que hacer algo divertido y cubrirlo con… buenos recuerdos.

Ah, por eso leíste cuando regresaste. La duquesa sonrió con adoración y ajustó su agarre sobre la niña. Leslie, a su vez, rodeó su cuello con los brazos y continuó.

—Así que necesito un buen recuerdo. Quiero ir… de picnic. Siempre quise ir y probar… las fiambreras…

Un picnic y una fiambrera. Esa era la forma que tenía de crear un nuevo y buen recuerdo.

No entendía por qué, pero Eli intentaba provocarla y hacerla reaccionar. Ella lo veía sin duda. Durante unos segundos, pensó en reaccionar para darle lo que quería, pero no había necesidad de ello.

A Marqués le hicieron pagar una gran suma de oro al Ducado, y Jenna dijo que serían castigados por el Emperador. Así que no les haré caso y haré lo que quiera. Me divertiré y disfrutaré de mi tiempo. Sustituiré los malos recuerdos por otros nuevos. 

Pero fue un shock. 

Ella sabía que seguía siendo de su sangre. Pero que distinto que Eli lo dijera de la forma en que lo dijo. Leslie todavía estaba conmocionada por toda la experiencia.

—Duerme ahora, mi amor. Podemos hablar de ello mañana.

Sacudió la cabeza, queriendo terminar lo que había empezado. Pero tenía mucho sueño. Sus manos se relajaron y el conejito de peluche cayó sobre los escalones.

—No te preocupes, siempre podemos ir de picnic. Ahora duérmete, Leslie.

La suave voz de Bethrion viajó por el aire mientras se agachaba para recoger el juguete. Cuando se enderezó, se encontró con los sonrientes ojos lilas de su hermana.

—Hermano… estoy bien.

Quería decírselo antes en el carruaje, pero se sentía demasiado desolada. Era como si tuviera los labios pegados.

Sabía que Bethrion la miraba con preocupación, pero no podía decirle que estaba bien en ese momento. Pero ahora podía.

Los ojos verde oscuro de Bethrion se abrieron de par en par ante la respuesta aleatoria de Leslie.

—No, no. Debería haber estado a tu lado.

Bethrion sonrió con amabilidad mientras le devolvía el conejito negro.

—Prometo enseñártelo yo mismo la próxima vez que lleguemos al palacio.

Leslie sonrió con dulzura, contenta con la promesa. Aparte de encontrarse a Eli, el palacio había sido un lugar maravilloso y hermoso. Quería ver más, y aún tenía que encontrarse también a todos los Caballeros de Rinche.

Pronto llegaron a la habitación de Leslie. La duquesa abrió la puerta y entró en la habitación, que estaba muy vacía. Fiel a las palabras de Sairaine, el escritorio había desaparecido. Ahora solo había una gran cama con dosel, un sofá con mesita y una tumbona junto a las altas ventanas.

Sobre la mesita había un pequeño frasco de tinta, una pluma, algunos trozos de pergamino y un libro encuadernado en azul, titulado “Maneras de ser feliz”.

La duquesa rió de nuevo al oír el título del libro y depositó con cuidado a Leslie en su cama, arropándola con suavidad bajo el grueso edredón.

—Ahora, duerme. Mañana iremos a los templos. Hablaremos más durante el desayuno, ¿de acuerdo?

Leslie parpadeó despacio y llamó a la duquesa con voz queda. Sus pequeños labios se movieron, pero el sonido fue inaudible.

La duquesa se agachó y se arrodilló junto a la cama para oír mejor a Leslie. Cuando estuvo lo bastante cerca, Leslie levantó un poco el cuerpo y rápido plantó un beso en la mejilla de la Duquesa.

Luego, con la misma rapidez, se tapó la cabeza con el edredón, avergonzada.

—Buenas noches, madre…

Una vocecita temblorosa salió de debajo del edredón. La duquesa pudo imaginarse la carita roja de Leslie y los dedos de sus pies curvándose con timidez y sonrió mucho.

—Duerme bien, mi amor.

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