Emperatriz Abandonada – Capítulo 2: Aristia P. La Monique (5)

Traducido por Lugiia

Editado por Gia 


♦ ♦ ♦

Fui abandonada por el hombre que creía que era mi compañero, ignorada por los maestros que me criaron como la primera dama del Imperio, condenada por las personas que amaba, como si fuera una mujer malvada y, finalmente, abandonada incluso por Dios.

Aunque el emperador nunca me trató con cariño, le serví y le amé de todo corazón. A pesar de que fui tratada como su concubina, y no como su emperatriz, traté de vivir de acuerdo a las enseñanzas de mis maestros. Incluso cuando fui condenada por traición, nunca llegué a odiar a aquellas personas.

En ese momento, pensé que la razón por la que Dios me dio todas esas pruebas fue para entrenarme. Solo Dios sabía todas las dificultades y penurias a las que me enfrenté, a pesar del deseo de rendirme a causa de mi soledad. Pensé que, como Dios amaba y cuidaba todas las cosas por igual, me recompensaría de una mejor manera…

Sin embargo, el dios que conocí dijo que no era su Hija Bendita, sino su sustituta, además de que tenía que aceptarlo porque ese era mi destino.

En aquel entonces, para convertirme en la mujer adecuada para el emperador, tuve que entrenar hasta tarde cada noche, y, mientras todo el mundo dormía, sollozaba en silencio para evitar quejarme de mis dificultades ante los demás.

Aunque quería rendirme, soporté la tristeza y el dolor. Sin embargo… En el momento en que Dios dijo que, desde un principio, yo no era su compañera designada, todo el tiempo y la energía que gasté hasta ahora, se volvieron inútiles.

Mis desesperados esfuerzos, a lo largo de todos esos años, no sirvieron para nada.

Estaba molesta porque me sentía totalmente rechazada. Después de darme cuenta de que el dios en el que creía, y en el que me apoyaba hasta ahora, era una ilusión, perdí mis esperanzas. Me estremecí con una sensación de traición.

Ahora que todo había terminado, un insoportable vacío me envolvió.

¿Para qué he estado viviendo? ¿Cuál es el valor de mi existencia? ¿Quién soy? Yo…

En algún lugar de mi mente, resonaron varias ondas de desesperación. De repente, apareció un mar negro, en el cual no penetraba la luz, y donde las olas negras me arrastraron hasta lo profundo.

♦ ♦ ♦

—Ah…

Escuché la voz de alguien rompiendo el silencio.

—¡Ah!

¿Quién demonios es? Es muy ruidoso.

—¡Tia!

Déjame en paz.

—¡Tia!

No me llames. No me busques. De todos modos, no soy nada. ¿Por qué me molestas? Solo déjame en paz. No me pidas nada nunca más.

Me sentía irritada ante aquellos repetidos llamados. No soy más que una sustituta de Jieun.

Después de haber abusado tanto de mí hasta ahora, ¿qué más quieres arrebatarme?

Me gusta el lugar donde me encuentro ahora mismo. No me iré de aquí. No necesito un mundo donde nadie me ame ni me valore. Solo déjame en paz.

—¡Tia! ¡Entra en razón!

Aunque quería que el dueño de la voz se detuviera, al parecer no tenía intenciones de querer hacerlo. Como estaba tan irritada, fruncí el ceño. ¿Qué necesitas esta vez de mí, para que seas tan persistente? Ya no tengo nada para darte. Has negado mis esfuerzos, mi orgullo, mis lágrimas, mi amor, e incluso, mi existencia. ¿Qué más quieres? ¿Por qué me haces esto?

—Por favor.

¿Por qué suenas tan desesperado?

—¡Por favor, recapacita! Por favor.

De repente, en algún lugar dentro de mi espacio oscuro, cayó una gota de agua.

Después, comenzaron a caer aún más, aquí y allá. Al principio solo eran una o dos, pero, después de un momento, se convirtió en un torrente que comenzó a caer por todas partes.

—Por favor, despierta.

Aquel torrente de agua, cayendo en todos lados, removió la oscuridad a mi alrededor. Donde desaparecía la oscuridad, rayos de luz se derramaban. Y entonces, una luz blanca me envolvió.

♦ ♦ ♦

¿Dónde estoy ahora?

Al mirar a mi alrededor, con ojos borrosos, pude ver columnas con un patrón geométrico, mezclado con blanco y verde. ¡Estoy en el templo! Entonces, ¿por qué me siento tan sofocada? ¿Por qué siento mi espalda húmeda? Mientras bajaba la mirada lentamente, pude ver unos hombros anchos y una espalda fuerte.

—¿Papá?

Mi voz sonaba seca y ronca. Aunque mis palabras fueron casi un susurro, mi padre reaccionó de inmediato y, girando su cabeza hacia mí, dijo:

—¿Estás despierta ahora? Ya has entrado en razón, ¿verdad? ¿Eh? ¿Qué sucede, Tia? ¡Respóndeme!

Al ver las lágrimas cayendo en sus mejillas, solo pude mirarlo sorprendida. Me quedé sin palabras al descubrir que mi padre, quien siempre fue frío conmigo, me llamaba tan desesperadamente y derramaba lágrimas que nunca antes había visto.

—¿Ha entrado en razón? ¿Se encuentra bien? ¡Diga algo, señorita!

Mi padre seguía llamándome sin pensar en secarse las lágrimas, y Lina me preguntaba con voz llorosa si estaba bien. Los dos caballeros de mi familia también estaban ansiosos por comprobar mi estado. Y el ayudante personal de mi padre me miraba nervioso, sosteniendo su uniforme oficial.

Al verlos, finalmente me di cuenta de que no estaba sola en este mundo. Aunque negué la existencia de Dios, en quien creí y confié hasta el último momento en que me abandonó, renunciando a la esperanza, caí en cuenta de que yo no era ningún ser trivial, quien no podía obtener interés o amor de alguien.

Tenía un padre, que me amaba tanto, que rompió su lealtad de toda la vida hacia la familia imperial, solo para sacarme del palacio. Lina, una amiga que siempre había estado conmigo desde la infancia, y los miembros de la familia, quienes se preocupaban por mí.

Cuando pensé que incluso Dios me abandonó, y que había comenzado a perder las esperanzas, pude notar que había mucha gente a mi alrededor, los cuales podrían ayudarme si les extendía la mano. Debido a que buscaba solamente la salvación del Creador, no lo había notado. Solo después de abandonar aquella parte de mí, la cual creía que nadie más que él podía reconocer mis esfuerzos, me di cuenta.

De ahora en adelante, voy a vivir confiando en que me ayudarán cuando lo necesite. Nunca viviré para Dios. No buscaré más a esa deidad que se ha alejado de mí cuando más lo necesitaba, y quien me abandonó, incluso después de haberme arrojado a esta realidad. Voy a llevar una vida diferente, haciendo contacto visual con la gente, riendo con ellos y compartiendo mutuamente las dificultades de la vida.

Incliné mi cabeza ante aquellos que me miraban ansiosos.

Gracias, padre.

Gracias, Lina.

Gracias a todos.

Sentí que mi vacío corazón se llenaba de nuevas esperanzas. Abracé el cuello de mi padre y sonreí brillantemente, llena de gratitud por tener a mis seres queridos conmigo.

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