Herscherik – Vol. 4 – Anécdota: La vida del Marqués de las Tinieblas

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Volf siempre había sido el mejor de su clase en la academia. Era el heredero de la distinguida casa de los marqueses Barbosse, y estaba dotado de cabello y ojos color avellana y rasgos faciales bien definidos. Además, destacaba en la conversación, sabía desenvolverse en la alta sociedad y ya le habían prometido un puesto en el castillo tras su graduación. Era, en muchos sentidos, el noble perfecto.

Un día, no mucho después de su graduación, mientras caminaba por un pasillo de la academia, oyó una voz que entraba por una ventana abierta.

—¡Iván, préstame un rato!

Volf se detuvo y dirigió su mirada hacia el exterior, y un hombre de pelo rojo ardiente apareció.

Ese es…

Era el hijo mayor de la casa Aldis, quien actualmente estudiaba para ser caballero. Era un año más joven que Volf. Volf se fijó en él, y no sólo porque ambos fueran herederos de casas marquesas: el hombre tenía tendencia a llamar la atención.

Por ejemplo, justo después de pasar a la escuela secundaria, había derrotado a algunos estudiantes mayores que habían venido a pelear con él durante la práctica de espada. Incluso había derrotado a un gran monstruo durante las actividades extraescolares. Durante las vacaciones de verano, había mentido sobre su edad y se había unido a un gremio de mercenarios, aceptando pedidos junto con los demás mercenarios, etc. Era un notorio niño problemático.

Aun así, tal vez porque provenía de una famosa casa de caballeros, pocos podían igualarlo con la espada; también era un hábil táctico y bastante sociable, lo que hizo que muchos futuros candidatos a caballeros lo admiraran. Su pelo y sus ojos rojos le daban un aspecto feroz cuando se unían a su robusto físico, y dado su prometedor futuro, también era popular entre las chicas. Muchos sugirieron que algún día sería un general o incluso el capitán de la guardia real.

El hombre hablaba con Iván, el hijo mayor de la casa Barthold. Aunque su casa sólo tenía el título de conde, había producido varios guardias reales.

—Roland, ¿qué pasa con nuestra asignación?

—¡Vamos, estará bien!

Roland rodeó con su brazo el hombro del desconfiado Iván y lo acercó a la fuerza. Luego arrastró a Iván en dirección a los campos de entrenamiento de la academia. Iván era el único oponente digno que le quedaba a Roland en la academia.

—¡Oye, Roland, déjame participar en eso!

—¡Yo también!

—Sr. Aldis, ¿le importaría enseñarme a mí también?

Varios alumnos del plan de estudios de los caballeros se fijaron en ellos y se reunieron a su alrededor. Roland respondió con una amplia sonrisa.

—¡Claro! Siempre y cuando me ayudes con la tarea después.

—¿No me digas que también esperas que te ayude? —respondió Iván con el ceño fruncido.

Roland no le hizo caso mientras desaparecía en un pasillo junto con los demás estudiantes.

—Despreocupados, ¿no? —murmuró un molesto Volf al verlos desaparecer del otro lado de la ventana.

♦ ♦ ♦

Había pasado un año desde la graduación de Volf en la academia. Después de pasar el día trabajando en el castillo, había vuelto a casa, donde fue llamado por su padre. En cuanto Volf entró en el estudio de su padre, un intenso olor a alcohol le picó la nariz. Hizo una mueca.

—¡Volf!

En el mismo momento en que oyó rugir a su padre, Volf sintió un fuerte dolor en la frente. Por su cara ahora mojada, un olor aún más fuerte a alcohol y la copa vacía que rodaba por la alfombra de abajo, se dio cuenta de que su padre debía de haberle tirado el vaso de licor.

Volf se limpió en silencio el licor de la cara con la manga, mientras su padre, aparentemente molesto por el comportamiento de su hijo, levantaba la voz.

—¡Me han dicho que el chico Aldis se convirtió en el caballero al servicio del príncipe heredero! ¡¿Cuánto tiempo piensas seguir siendo un subordinado?! ¡Demuestra que eres digno del apellido Barbosse!

Volf recordó lo que había oído sobre Roland en el castillo. Roland Aldis había logrado la espectacular hazaña de derrotar al comandante supremo enemigo en su primera batalla, lo que había llamado la atención del príncipe heredero; como resultado, había sido nombrado su caballero de servicio.

Un caballero al servicio servía directamente a un aristócrata. Como caballero al servicio de un príncipe heredero, su estatus era, si tal vez no a la par de un general, al menos igual o superior al de un guardia real. Como nuevo caballero que acababa de graduarse en la academia, su logro en la batalla, junto con el inesperado nombramiento para servir al competente príncipe heredero, significaba que su nombre estaba ahora en boca de todos en la capital. Con su ardiente pelo rojo, Roland se había hecho un nombre como el ‘Caballero Ardiente’.

Volf llegó a la conclusión de que su padre estaba disgustado después de oír ese rumor, e hizo lo posible por evitar que se le escapara un suspiro. Si su padre le hubiera oído suspirar así, la botella habría salido volando a continuación.

Su padre consideraba al jefe de la familia Aldis como su rival por una sencilla razón: la mujer noble de la que se había enamorado y con la que se había obsesionado había estado enamorada del jefe de los Aldis. Cuando él intentó proponerle matrimonio, ella lo rechazó y se casó con la casa Aldis. Eso había herido su orgullo, y desde entonces se había vuelto hostil hacia la familia Aldis y había desarrollado la costumbre de comparar a sus hijos.

Volf era un funcionario civil, mientras que Roland era un militar. Para Volf, la comparación no tenía sentido. Volf dirigió una mirada de desprecio hacia su insensato padre. Su padre, sin embargo, no se dio cuenta, ya que engulló su licor directamente de la botella.

—Nuestra casa es una de las más prestigiosas y honorables del reino. No podemos quedarnos atrás de una familia poco refinada que ni siquiera tiene su propio territorio… ¿Por qué todos ustedes tienen que hacerme quedar mal…? —murmuró el padre de Volf para sí mismo, antes de echar a Volf de su estudio, a pesar de haberlo convocado ahí en primer lugar.

La razón por la que tienes mala cara es porque eres un incompetente, pensó Volf tras cerrar la puerta de la habitación.

Su padre no poseía ninguna habilidad especial y sus talentos estaban por debajo de la media, pero era orgulloso y altivo. No tenía nada más que su título, y otros nobles se burlaban de él a sus espaldas, aunque él mismo no se daba cuenta.

Si hubiera reconocido su propia incompetencia y se hubiera quedado quieto, las cosas habrían salido mejor. En lugar de ello, se dedicaba a apostar y a probar nuevas empresas que fracasaban, malgastando grandes cantidades de dinero, y la tarea de compensar el dinero perdido recaía siempre en su hijo. La paga de Volf siempre se destinaba a compensar el despilfarro de su padre.

La gestión del territorio de la casa Barbosse, que se había impuesto a Volf cuando aún estaba en la academia, también iba mal. Volf era la única razón por la que habían conseguido llegar hasta aquí sin tener que pedir préstamos. Su padre no quería hacer su trabajo, pero se negaba a dejar su puesto como jefe de la casa, mientras hacía acusaciones descabelladas y seguía derrochando dinero en un intento de alardear de poder. ¿Cómo podría llamarse eso si no es incompetencia?

Volf podía sentir las oscuras emociones que bullían en su interior.

—Maestro Volf…

Volf volvió a sus cabales al oír que alguien le llamaba con vacilación. Se dio la vuelta y encontró al mayordomo de la familia ofreciéndole una toalla. Volf aceptó la toalla mientras dejaba escapar un profundo suspiro.

♦ ♦ ♦

—No he visto ese documento.

—¿Qué?

Volf no pudo evitar responder con asombro a las palabras de su superior. Le habían informado de que el documento que había presentado a tiempo para el plazo previsto no había llegado al departamento correspondiente.

—Pero estoy seguro de que lo presenté ayer…

—¿Perdón? ¿Intentas insinuar que lo he perdido?

El funcionario frunció el ceño mientras golpeaba con el puño su escritorio. Volf chasqueó la lengua internamente al ver la pataleta infantil de su superior mientras pronunciaba palabras de disculpa.

Volf nunca se había llevado bien con este superior. El hombre era igual que su padre, incapaz de reconocer su propia incompetencia al tiempo que se lanzaba al ruedo. Después de que Volf le señalara algunos de sus errores, el superior se había vuelto hostil con él.

—Me equivoqué al esperar algo de una casa marquesa tan fracasada.

La casa Barbosse era ya una casa de marqueses sólo de nombre. El superior de Volf era un conde, pero su casa era acomodada, y aprovechaba cualquier oportunidad para mostrarse condescendiente con Volf. Lo único que podía hacer era aguantar en silencio.

—Oh, tú ahí —El superior llamó a un colega de Volf que pasaba por ahí.

Este colega era un funcionario que, a pesar de ser dos años mayor que Volf, se había incorporado al departamento al mismo tiempo que éste como resultado de una reestructuración.

—La documentación que presentó antes era excelente —continuó el superior.

—¡Muchas gracias!

Volf se sintió asqueado por la farsa que se estaba desarrollando ante él. Su superior tenía la costumbre de tratar de hacer que Volf quedara mal al elogiar a otra persona. También le asombraba que su colega aceptara el cumplido con tanta facilidad.

Acostumbrado a este trato, Volf desvió la mirada en un intento de ignorarlo, cuando el documento que su colega había presentado apareció a la vista. Ensanchó los ojos al ver su contenido.

—Este documento…

—¿Hay algún problema, Barbosse junior? Que sepas que ha presentado este documento para compensar tu error —dijo el superior con sorna.

Volf apretó el puño con fuerza. Tenía que hacerlo, o habría acabado dándole un puñetazo en la cara. El documento en el que había trabajado tanto, para que le dijeran que su superior nunca lo había recibido, estaba ahora delante de él, firmado con el nombre de su colega. Cosas similares habían sucedido varias veces antes, pero ¿podría ser…?

Volf frunció el ceño mientras miraba a su superior. Su superior levantó las cejas al verlo.

—¿Y qué se supone que significa esa mirada? ¡¿No te tomas tu trabajo en serio?! Lo juro, estos nobles fracasados… —dijo el superior mientras golpeaba fuertemente su escritorio con el puño—. ¡Muy bien, haré que se encargue del resto del papeleo! ¡Puedes ir a trabajar en otra cosa! ¡Tienes hasta mañana!

El superior gritó mientras agitaba la mano como si espantara a un perro, y Volf bajó la mirada en silencio y le dio la espalda. Detrás de él, su superior hablaba con una voz lo suficientemente alta como para que Volf lo oyera.

—Por cierto, ¿podrías darle las gracias a tu padre de mi parte? El vino que me dio el otro día era excelente.

Volf se dio cuenta entonces de lo que estaba ocurriendo. El superior había recibido un soborno del padre de su colega, y le había dado crédito a éste por el trabajo de Volf para hacerlo quedar mejor. Había mencionado el vino, pero en realidad había sido probablemente dinero. Volf hizo memoria y recordó cómo, cuando se había incorporado al departamento, el superior había dicho cosas alusivas a que quería sobornos, pero Volf lo había ignorado ya que no estaba en condiciones de pagar algo así. No fue sólo el hecho de señalar sus errores, sino también el negarse a dar soborno lo que había hecho que Volf le cayese mal a su superior.

¿Y llaman a esto la columna vertebral del reino? Es de risa.

Greysis era el país más grande y poderoso del continente. No lo había notado como estudiante, pero después de empezar a trabajar en el castillo, se había dado cuenta de lo podrido que estaba hasta la médula. El actual rey era tímido y estaba a merced de los nobles. La nobleza estaba dividida en varias facciones, todas ellas compitiendo por el poder y ansiando la riqueza. Los subordinados trataban de ganarse el favor de sus superiores, ofreciendo sobornos para garantizar su propia seguridad. Los talentosos se veían obstaculizados por los incompetentes, mientras que los astutos explotaban a los débiles.

Hirviendo de rabia, Volf salió de la habitación. Su ira no sólo iba dirigida a su superior. A Volf le movía la ambición de mejorar el país, y creía que tenía el talento para hacerlo. Incluso cuando estaba siendo arruinado por su padre, se había enorgullecido de pertenecer a una de las casas de marqueses más prestigiosas del país.

Pero la realidad era diferente. Su padre había arrastrado el nombre de Barbosse por el fango, y el gobierno estaba más interesado en el dinero y el faccionalismo que en el talento. Volf estaba tan enfadado por la distancia entre la realidad y sus ideales que sentía que podía volverse loco.

Mientras avanzaba por un pasillo, Volf se dio cuenta de que alguien venía en sentido contrario. Cuando se dio cuenta de quién era la persona, se hizo rápidamente a un lado y bajó la cabeza.

La persona en cuestión era el príncipe heredero. Todos los miembros de la familia real de Greysis poseían una belleza extraordinaria, y el príncipe heredero no era una excepción. Mientras caminaba galantemente por el pasillo, un ayudante le persiguió.

—Su Alteza, ¿a dónde va?

—Volveré pronto. Sígueme, Ro —respondió secamente el príncipe mientras daba instrucciones a su caballero de servicio.

Volf mantuvo la cabeza baja mientras levantaba la vista para ver a Roland alejarse con el príncipe heredero, con una mirada exasperada.

¿Por qué?

¿Por qué recibieron un trato tan diferente, a pesar de que ambos pertenecían a casas marqueses? ¿Por qué Roland fue reconocido por el príncipe heredero y se le garantizó su estatus en la sociedad, mientras que Volf fue relegado por sus superiores y colegas?

¿Qué nos separa? ¿Por qué me tratan tan injustamente? ¿Qué he hecho yo?

A Volf le invadieron emociones oscuras. Estas emociones se habían acumulado a lo largo de muchos años, desgastando el alma de Volf. Era como si se hubiera abierto un agujero sin fondo en su corazón. Volf había intentado ignorar el creciente vacío. No debía acercarse a el. No debe mirar dentro de el. No debe caer en el.

Pero el agujero ya se lo ha tragado.

Oh, ya veo… Volf llegó a una conclusión. Si no tengo poder, puedo simplemente tomarlo.

Al igual que las personas que lo habían mantenido en el suelo. Tenía las habilidades para hacerlo.

Este fue el momento en que tomó un giro equivocado en la vida y cayó en la oscuridad.

♦ ♦ ♦

Mientras el cielo ardía en un rojo crepuscular, Volf se acercó a su superior, quien se preparaba para salir por el día. La sala estaba vacía, salvo por ellos dos.

—Jefe de sección, tengo algo que discutir…

—¿Qué pasa ahora? ¿No te das cuenta de que estoy ocupado? Te juro que…

—¿Estás seguro de que deberías hablarme así? —Volf interrumpió al superior antes de que pudiera quejarse de la situación de Volf como solía hacer, lanzando un documento delante de él—. Me encontré con esta solicitud de presupuesto que usted procesó, y ciertas cifras aquí no parecen cuadrar.

—¡¿Quién te ha dado permiso para revisar las solicitudes anteriores?!

—Estaba revisando el archivo para mi propia referencia cuando me di cuenta de esto. ¿No sabrá por casualidad qué pasó con el dinero desaparecido? —dijo Volf, mirando fijamente al otro hombre. Era más alto que él, lo que aumentaba la intimidación.

La altivez de su superior se retiró ante el repentino cambio de comportamiento de su subordinado; normalmente, Volf sólo frunce el ceño en silencio. El superior se puso más pálido y miró nervioso alrededor de la habitación. Volf lo tenía justo donde quería.

—No tengo ni idea de lo que…

—Oh, sí, he oído que has conseguido pagar tu deuda.

El superior se estremeció ante la afirmación de Volf.

Volf había investigado de cerca a su superior. El hombre estaba muy endeudado por mantener a las mujeres del barrio rojo, y había pedido dinero prestado a prestamistas deshonestos que le obligaban a aceptar intereses escandalosos y le amenazaban para que pagara la deuda. Era igual que el padre de Volf: un incompetente al que sólo le importaban las apariencias. No, quizás era mejor que su padre; al menos era lo suficientemente astuto como para poder explotar a los demás y garantizar su propio estatus.

Para Volf, sin embargo, no había mucha diferencia entre ambos. Ambos eran incompetentes e innecesarios. No obstante, su superior seguía teniendo sus usos.

—¿Qué quieres?

—No hace falta que seas tan acusador. Lo único que quiero es que me juzguen con justicia —dijo Volf mientras levantaba las comisuras de la boca en una sonrisa, aunque sus ojos seguían siendo igual de fríos—. Ah, sí, mi padre es bastante aficionado a la bebida. Creo que usted también lo es, jefe de sección.

A partir del día siguiente, el trato del superior hacia Volf cambió radicalmente. Le dio un trato preferente e incluso hizo todo lo posible por engatusarlo. Los compañeros de Volf se sorprendieron por el repentino cambio y le lanzaron miradas interrogativas, pero él las ignoró.

Eso fue sólo el comienzo. Volf se hizo con el control de la nobleza. Utilizó todos los trucos posibles: amenazó a los incompetentes, atrapó a los competentes, hizo que las facciones se pelearan entre sí y eliminó a los que se oponían a él. En poco tiempo, se abrió paso en el escalafón y llegó a un puesto en el que, a pesar de su juventud, supervisaba a un gran número de personas. Para entonces, ya tenía secuaces que hacían todo lo posible para tratar de ganarse su favor, sin que Volf tuviera que decir nada.

Volf siguió amasando poder. En algún momento su padre empezó a actuar como si todo lo que Volf había conseguido le perteneciera, pero Volf lo eliminó y se convirtió en el jefe de la casa Barbosse. Se casó con la hija de una familia noble que le era útil, pero, como cabía esperar de una mujer noble, era engreída y vanidosa. A ella también se le metió en la cabeza que el poder de Volf le pertenecía, y empezó a comportarse con arrogancia con los que la rodeaban. Volf se hartó rápidamente de ella, pero divorciarse habría quedado mal, y para empezar no tenía mucho interés en ella. En cuanto le dio un hijo, la ignoró y la dejó hacer lo que quisiera. De todos modos, podía conseguir fácilmente cualquier mujer que quisiera.

♦ ♦ ♦

El tiempo pasó y Volf se convirtió en el líder de la facción más poderosa del castillo. Se ponía en contacto con otros países y utilizaba cualquier información que pudiera obtener para manipular ese país a su favor. Naturalmente, a diferencia de esos otros nobles incompetentes, Volf nunca haría algo tan tonto como dejar que sus fechorías salieran a la luz. Incluso si uno de sus crímenes saliera a la luz, se limitaría a inculpar a uno de sus peones. Enterrar el asunto de nuevo también era trivial. Con otros cinco años más o menos, Volf estaba convencido de que podría hacer el país completamente suyo.

Entonces, de repente, el rey cayó enfermo y se decidió que el príncipe heredero subiera al trono en su lugar. En cuanto el nuevo rey fue coronado, se dispuso a reformar el gobierno. Eso significaba derribar todo lo que Volf había construido a lo largo de los años.

Los nobles y los funcionarios se rebelaron al ver que les quitaban sus beneficios; mientras tanto, el pueblo alababa los esfuerzos del rey, apodándolo el Rey Sabio.

Los nobles más temerarios intentaron asesinar al rey directamente, pero Roland, quien había sido ascendido de Caballero Ardiente a General Ardiente, les paraba los pies y les obligaba a enfrentarse a la ira de la ley. Como resultado, el rey pudo reforzar su control sobre la nobleza, para consternación de Volf.

—¿Por quién nos toma el rey?

—¡Hemos apoyado a este país durante generaciones! No nos merecemos este trato.

—Señor Barbosse, a este paso…

Los nobles de la facción de Volf hablaban por encima de los demás mientras se agolpaban en una sala. Hasta ahora Volf había permanecido a salvo, pero era sólo cuestión de tiempo. Parte de su facción ya había sido arrestada y estaba esperando sus sentencias. Si alguno de ellos mencionaba a Volf, no saldría indemne.

Si alguien se interpone en mi camino, simplemente puedo eliminarlo.

Incluso había eliminado a su propio padre. Derribar a un miembro de la realeza no era nada.

Sin embargo, tratar con la realeza resultaría algo difícil. Tendría que ser mucho más cuidadoso de lo que había sido hasta ahora. También tendría que planear qué hacer después.

Parece que este país será mío incluso antes de lo que esperaba.

En medio de la gente de su facción temblando de rabia y miedo, Volf sonrió en silencio para sí mismo.

♦ ♦ ♦

Volf caminaba por un pasillo. Acababa de recibir la noticia de que el rey había fallecido de una misteriosa enfermedad. Ahora tenía que empezar a preparar el funeral del rey, la coronación del nuevo rey y otros asuntos.

Además, el nuevo rey era el único superviviente de la familia real: un niño de apenas diez años. No sería capaz de gobernar el país. Por lo tanto, en lugar del joven rey, Volf había sido puesto a cargo del país como regente. Todo había salido según lo previsto.

De repente, un hombre apareció para bloquear el camino de Volf.

—Barbosse… ¿Cómo te atreves…?

—¿Está seguro de que un simple general debería hablarle así al regente del país, general Aldis? —Volf habló con una expresión severa mientras luchaba contra su impulso de sonreír—. Estoy a punto de estar muy ocupado. Quítate de en medio.

Cuando Volf intentó reanudar la marcha, Roland alargó la mano para impedirle el paso. Su otra mano estaba apoyada en la empuñadura de su espada.

—¿Qué piensas hacer exactamente con este país? —La voz de Roland estaba tensa y llena de rencor. Cualquier persona normal habría empezado a temblar de miedo. Volf, sin embargo, permaneció imperturbable.

—Por el bien del difunto rey, simplemente me dejaré la piel mientras me dedico al bien de su país.

—Dedícate, eh… Qué poca vergüenza —escupió Roland.

—¿Qué hay de usted, entonces? ¿Qué va a hacer, General Aldis? —le preguntó Volf a su vez.

Roland era uno de sus peones más valiosos. Su destreza con la espada y como estratega sería importante en el futuro. Volf prefería no tener que deshacerse de él todavía, si era posible. Roland se detuvo un momento antes de responder.

—Como desea mi señor, protegeré este país —dijo Roland, antes de darse la vuelta. Volf no dijo nada mientras Roland se alejaba.

—Un caballero que sigue sus órdenes incluso después de la muerte de su señor… Qué lamentable y cómico —murmuró Volf tras la desaparición de Roland.

♦ ♦ ♦

Volf se convirtió en regente, y una vez que el rey alcanzó la mayoría de edad se convirtió en su ministro, continuando el gobierno del país desde las sombras. No quedaba nadie que pudiera desafiarlo: ya había eliminado a todos o los había relegado a algún lugar alejado de la capital. El rey trató de resistirse al principio, pero usando a su hija como ejemplo y tomando a su esposa y al príncipe heredero como rehenes, Volf le obligó rápidamente a obedecer todas sus órdenes.

La esposa de Volf, a la que éste había ignorado hasta ahora, enloqueció de celos e intentó fingir su propio suicidio; sin embargo, acabó muriendo realmente, pero Volf hizo creer que había muerto por enfermedad. Para su segunda esposa tomó a una mujer joven y tranquila de una poderosa casa noble. Siempre estaba encogida de miedo, pero era preferible a los constantes gritos de su anterior esposa.

Volf había obtenido todo el poder que quería, e incluso el propio país. No obstante, por alguna razón, aún no estaba satisfecho.

De repente, oyó que alguien cantaba. Era la voz de una mujer, ¿una sirvienta, quizás? Normalmente, Volf habría ignorado la voz, pero por alguna razón se sintió atraído por ella. Comenzó a buscar su origen.

La sirvienta en cuestión estaba ocupada limpiando una ventana. Llevaba un sencillo traje de sirvienta, consistente en un vestido negro lo suficientemente largo como para ocultar los tobillos y un delantal blanco. Su largo cabello dorado estaba atado hacia atrás, balanceándose mientras se movía de un lado a otro, brillando a la luz del sol. En cualquier otro lugar no habría sido nada fuera de lo común. Pero en el solemne y opresivo castillo, era una visión extraña.

Volf se acercó a la sirvienta como si fuera atraído inconscientemente. La mujer no se percató de la presencia de Volf mientras seguía puliendo la ventana y tarareaba una melodía desafinada. Una vez que terminó de limpiar la ventana, se dio la vuelta y soltó un grito agudo al ver a Volf justo detrás de ella, dando un salto hacia atrás por la sorpresa. Le recordó a Volf un pequeño conejo.

—¡Lo siento! —La doncella se disculpó frenéticamente. Al hacerlo, Volf se dio cuenta de que reconocía su rostro.

—Eres…

—Vaya, supongo que me has descubierto —dijo la mujer mientras levantaba la vista y le dedicaba a Volf una sonrisa inocente como la de un niño travieso que no se arrepiente de sus últimas travesuras ni siquiera después de haber sido descubierto.

Era la mujer de la que el rey se había enamorado a primera vista: su reina favorita.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¡Estoy limpiando! —respondió la reina con seguridad, y Volf pudo sentir un dolor de cabeza al oír eso. No podía entender qué hacía la reina, quien se suponía que estuviera en los aposentos reales, en un lugar como éste limpiando.

—Estorbarás a los demás trabajadores. Por favor, vuelve a los aposentos reales.

Volf se esforzó por hablar con la mayor lógica y cuidado posible. La reina, sin embargo, se limitó a lanzarle una mirada de perplejidad.

—Pero sólo estoy limpiando. No estoy haciendo nada malo.

—Por favor, vuelve —respondió Volf con una expresión de fastidio, sacudiendo la cabeza una vez antes de darse la vuelta para marcharse, ya que tenía la sensación de que, por alguna razón, sería incapaz de mantener su habitual comportamiento sereno ante ella.

—Volf Barbosse —llamó la reina a la espalda de Volf utilizando su nombre completo.

Volf se dio la vuelta para descubrir que la inocente sonrisa de la reina había sido sustituida por una expresión que podía interpretarse como ira, tristeza o incluso un completo vacío de emociones.

—¿Por qué te desvalorizas así?

Volf se quedó atónito ante la pregunta de la reina. Era la primera vez que se le acusaba de desvalorizarse. De hecho, como ahora controlaba todo el país, nadie se atrevería a decirle algo así a la cara.

—¿Qué estás…? —Volf fue incapaz de dar una respuesta en el acto, así que la reina continuó hablando.

—Tienes tanto talento, ¿por qué sólo haces cosas que sirven para hacer infelices a los demás? ¿Qué quieres?

—¿Infeliz? ¿Qué quiero?

Al escuchar la respuesta de Volf, la reina le dedicó una expresión de lástima.

—Ni siquiera sabes lo que quieres de verdad, ¿cierto? Pobre hombre —dijo la reina con tristeza.

La reina recogió entonces el cubo que había colocado en el suelo.

—Voy a volver ahora. Si no lo hago, Meria se pondrá a llorar.

Cuando empezó a caminar, esta vez Volf le planteó una pregunta.

—¿Eres feliz?

—Sí, lo soy —respondió la reina sin dudar—. Tengo a Sol a mi lado. Es mi dulce y gentil rey, quien siempre reza por la felicidad de los demás.

La reina se volvió y le dedicó una sonrisa tan radiante como el sol.

♦ ♦ ♦

La reina favorita del rey, apodada el Sol de los Cuartos Reales, dio a luz a un príncipe antes de no recuperarse tras el parto y fallecer. Volf estaba en su despacho cuando recibió la noticia. Dio al funcionario la orden de organizar su funeral. Una vez que el funcionario se marchó, dejando a Volf solo en la habitación, la sonrisa de la difunta reina apareció vívidamente en la mente de Volf.

—Feliz, eh…

La difunta reina le había preguntado una vez sobre eso, y él le había preguntado lo mismo a su vez. Por alguna razón, la pregunta de ella seguía en el fondo de su mente.

Había obtenido riqueza, poder, fama e incluso el propio país. Sin embargo, su corazón seguía sin estar satisfecho. El agujero vacío en su interior seguía carcomiéndolo incluso ahora.

—¿Sigues siendo feliz ahora? —le preguntó a la reina, quien ya había partido hacia el Jardín de Arriba.

♦ ♦ ♦

Junto al Héroe de la Luz, Herscherik Greysis, los cuentos también hablan del Marqués de las Tinieblas, Volf Barbosse. Controló el Reino de Greysis desde las sombras durante muchos años. Su influencia se extendió por todo el reino e incluso a otros países del continente. Era un hombre egoísta e insensible, capaz de dañar a cualquiera que se interpusiera en su camino -la familia real, los plebeyos, los jóvenes y los ancianos- si podía sacar provecho de ello. Sin embargo, se dice que también poseía una impresionante destreza política.

En sus últimos años, Herscherik hablaba así de él: —Si no hubiera tomado un rumbo equivocado en la vida, no habría sido apodado un héroe, y el reino habría sido aún más próspero de lo que es ahora.

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