Herscherik – Vol. 4 – Epílogo: El príncipe reencarnado y el Héroe de la Luz

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


El sol brillaba en el cielo de verano. Habían pasado dos meses desde la batalla en el fuerte de la frontera, y más de un mes desde el fallecimiento de Barbosse.

—Bien, ya me voy —dijo Herscherik mientras se echaba al hombro la bolsa que contenía la cantimplora que Kuro había preparado, se ponía el sombrero para evitar la insolación y se dirigía a la puerta trasera. Más allá de la puerta se encontraban las vastas y exuberantes tierras a las que sólo podían acceder el rey y aquellos que tuvieran su permiso explícito.

—Bien. Ten cuidado ahí fuera. Descansa con frecuencia y asegúrate de beber mucha agua.

—Sí, sí, lo sé —asintió Herscherik a Oran, quien había venido a despedirle; luego saludó con la mano, les dio la espalda y atravesó la puerta.

El viento de las montañas cercanas compensaba el calor del verano, y Herscherik caminaba disfrutando del paisaje que le rodeaba. Haciendo algún que otro descanso a la sombra de un árbol para rehidratarse, observaba el cielo, los árboles, las flores, las plantas, los insectos e incluso los animales más grandes desde la distancia mientras paseaba.

Hoy era el primer día libre de Herscherik en un tiempo, y se había ido solo a hacer un picnic. Había querido llevar un caballo para una excursión más larga, pero montar y desmontar un caballo era difícil debido a su pequeño tamaño, así que su petición había sido rechazada. En su lugar, hizo el viaje a pie. Sus hombres a su servicio se reunirían con él más tarde, a mediodía, para llevarle el almuerzo.

Tras una hora de camino, llegó a una colina cubierta de hierba con una hermosa vista del castillo y la ciudad. La vista era la misma que cuando su padre le había llevado ahí hacía cuatro años.

—Por fin he llegado… —murmuró Herscherik, agotado, mientras se limpiaba el sudor de las mejillas, dejaba la mochila a la sombra de un árbol y comenzaba a pasear por la colina.

Ese día, cuando se enteró de la verdad de su país, no pudo hacer otra cosa que llorar.

—Por fin ha terminado, Klaus —Herscherik apretó el reloj de bolsillo contra su pecho mientras hablaba con el conde muerto hace tiempo.

♦ ♦ ♦

Tras la muerte del ministro, el país se sumió en la confusión, o quizás sería más exacto decir que Herscherik lo había sumido en la confusión. Con todas las pruebas que Herscherik había reunido, junto con el testimonio de Roy, quien había sido protegido por la familia Aldis, las fechorías de Barbosse salieron a la luz junto con los crímenes de los muchos nobles que lo habían apoyado. 

En el transcurso de un mes, con la ayuda de la terquedad de Herscherik, quien rozaba la obsesión, los nobles fueron condenados en rápida sucesión. Algunos intentaron huir del país, pero Herscherik los capturó a todos con la ayuda de Heath, quien había regresado de la expedición.

—Sabes, a este ritmo, moriré por exceso de trabajo. No estaría de más tomarse un tiempo libre. Piensa en mi vejez —suplicó el treintañero con ojos de cachorro, a lo que Herscherik respondió con una sonrisa angelical y ojos de cachorro similares.

—¡Estarás bien! Todavía eres joven, y me aseguraré de darte tiempo libre cuando esto termine. Así que vuelve al trabajo ya, ¿quieres?

Por cierto, aunque Herscherik había asumido que el mérito de la expulsión de las fuerzas del imperio recaería enteramente en Heath y el general Barthold, antes de darse cuenta fue él quien acabó llevándose todos los elogios. Cuando Herscherik había intentado explicar que el logro realmente les pertenecía a ellos, Heath había puesto una sonrisa radiante y había hablado con el tono más humilde que pudo reunir.

—No, no, Alteza, todo es gracias a las increíbles hazañas realizadas por usted y sus hombres de servicio. Si no fuera por su estrategia, nunca habríamos podido derrotar al imperio. Además, ser el centro de atención de esta manera es algo molesto.

La última palabra de Heath no se le había escapado a Herscherik. Una cosa era el general Barthold, quien estaba encargado del fuerte en la frontera, pero aquí Heath intentaba cargar sobre los hombros de Herscherik todo lo que no le importaba. Herscherik, quien se había encontrado inadvertidamente en el punto de mira, había respondido haciendo trabajar a Heath tan duramente que había rozado el acoso, aunque, por supuesto, le dio su prometido tiempo libre más tarde.

Todos los detenidos fueron juzgados con justicia por el departamento judicial. Como había muchas pruebas, fueron condenados uno tras otro como en una cinta transportadora. Sin embargo, no todos recibían la pena capital. Dependiendo de la magnitud del delito, los castigos incluían la revocación de títulos o cargos gubernamentales y la confiscación de bienes. Los que se habían superado durante los viajes de Herscherik por el país recibían penas más leves.

Entre los que habían pasado página, el conde Grim en particular -el mismo que había inculpado al conde Luzeria- hizo algo que Herscherik ni siquiera había imaginado. Tras la muerte de Barbosse, se envió una petición escrita a Grim, quien se había entregado voluntariamente.

—Les expliqué todo por adelantado, ya sabes… —Grim habló mientras se frotaba la cabeza calva y sonreía, con lágrimas en los ojos, al ser informado de su sentencia.

Como resultado de la petición, el castigo de Grim fue aligerado y, aunque se confiscaron algunos de sus bienes, se le permitió conservar su territorio. Sin embargo, Grim se opuso. A la luz de sus crímenes, había explicado que no era apto para gobernar. Pero sus súbditos deseaban que siguiera siendo su señor.

Así, se había llegado al siguiente acuerdo: el Estado se haría cargo de la propiedad del terreno, pero Grim lo gestionaría como su agente. Además, el acuerdo sólo sería válido mientras Grim permaneciera en el cargo. A efectos prácticos, se le había permitido seguir siendo un señor.

—¿De verdad me merezco algo así? —le preguntó un desconcertado Grim a Herscherik al conocer el fallo.

—Conde Grim, no creo que perderlo todo sea la única manera de enmendarlo. —Herscherik estaba seguro de que Klaus habría sentido lo mismo—. Durante estos dos últimos años, has trabajado tremendamente duro para compensar tus fechorías pasadas. La prueba de ello es que, incluso después de confesar tus pecados, tu pueblo sigue diciendo que te necesita.

Grim, quien se había puesto pálido y temblaba cuando sus crímenes salieron a la luz, ahora temblaba por un conjunto de emociones completamente diferentes.

—Ver lo que has hecho de ti mismo me hace feliz de todo corazón —explicó Herscherik.

—Gracias, Su Alteza… Gracias…

Mientras Grim se arrodillaba en el suelo, con los ojos llenos de lágrimas, Herscherik le dio unas suaves palmaditas en el hombro.

Y así, el conde Luzeria fue exonerado y su nombre limpiado. Un gran número de nobles y funcionarios fueron despedidos, y con la falta de personal, la situación en el castillo se volvió bastante agitada. No obstante, la gente que trabajaba ahí estaba más alegre que nunca. Podían sentir que el país estaba cambiando a mejor.

Del vecino Principado de Parche llegó una carta en la que se disculpaba formalmente por haber permitido al ejército de Atrad atravesar su territorio a pesar de estar en términos amistosos con Greysis. Los que conocían la verdad comprendieron que esto era sólo para aparentar; sin embargo, la diplomacia es complicada, y cuando una nación se disculpa formalmente con otra, la otra parte no puede decir exactamente: “No te preocupes”. A sugerencia de Parche, acordaron reducir los aranceles, que de otro modo se habrían pagado a Parche, durante un periodo de cinco años.

Herscherik también recibió una carta privada del Gran Duque Parche con una invitación para visitar el principado. El final de la carta decía: —Mi nieta debe estar sonriendo en el Jardín de Arriba —lo que hizo que Herscherik se diera cuenta finalmente de que, como padre de la Primera Reina, el gran duque era también el abuelo de la difunta princesa.

Tal vez el Gran Duque Parche había estado esperando que las cosas resultaran así. Herscherik decidió asegurarse de verlo si alguna vez pasara por Parche.

♦ ♦ ♦

Una noche después de uno de los días más ajetreados en el castillo, los hermanos reales estaban todos reunidos en la habitación privada de su padre.

Soleil siempre había tenido la costumbre de trabajar hasta altas horas de la noche, pero últimamente se esforzaba aún más que antes. Aunque parte de esto era probablemente un intento de expiar sus fracasos anteriores, ahora llevaba una expresión brillante mientras trabajaba, como si algo hubiera cambiado en su interior. Sin embargo, el resultado era que descansaba aún menos de lo habitual, por lo que Rook había pedido a su familia que se reuniera regularmente para dar a Soleil la oportunidad de relajarse.

Recuperados por completo del veneno, el rey Soleil, Mark y William estaban inundados de trabajo, y los trillizos también compaginaban sus estudios con sus deberes reales. Eutel, quien había sido el más afectado de todos ellos, también se había recuperado, aunque le había llevado algún tiempo.

Soleil se sentó en el sofá frente a la chimenea mientras hablaba con su hijo menor, el cual recibía una bofetada en la cabeza de cada uno de sus hermanos por turno.

—Hersche, ¿tienes alguna petición?

—¿Petición? —Herscherik respondió con la mano en la cabeza.

—Sí… Después de todo, tú eres el que me salvó a mí y a este país.

—Sólo hice lo que quería hacer… —Herscherik dijo con una sonrisa avergonzada, pero después de un momento su expresión se volvió seria—. Pero tengo dos peticiones.

Su primera petición fue que lo dejaran moverse libremente como antes. Su segunda petición fue que se le permitiera entrar en la tierra en la que sólo podía entrar el propio rey y los que tuvieran su permiso.

—¿Es realmente todo lo que quieres?

Para la ocasión, eran peticiones bastante mundanas.

—Muy bien —respondió Soleil sin dudar—. Sólo prométeme que tendrás cuidado.

Soleil habló como padre de Herscherik, no como rey. Todos los hermanos de Herscherik asintieron de acuerdo con su padre, y al ver esto, Herscherik también asintió para tranquilizarlos.

—¿Hay algo más?

Herscherik apretó el puño con fuerza antes de responder a la pregunta de su padre.

♦ ♦ ♦

Una repentina ráfaga hizo volar su sombrero. Su cabello dorado claro se balanceó junto con la hierba en el viento.

—Jeanne…

Sin dejar de sujetar el reloj de bolsillo contra su pecho con la mano izquierda, se tocó el pendiente de color cobre con la derecha, mientras pronunciaba el nombre de la persona que amaba. Al darse cuenta de que una sola lágrima corría por su mejilla, no pudo contenerse y comenzó a llorar incontroladamente, con la cara llena de lágrimas. Un viento, mucho más suave que antes, le acarició las mejillas, como si tratara de reconfortarle.

—Sólo por hoy… Sólo por hoy… —Herscherik susurró, agachándose como si se desplomara en el suelo.

Por fin había cumplido la promesa que hizo aquel día: había vengado a Klaus y a Jeanne. Sin embargo, el dolor que lo agobiaba aún permanecía.

Había ganado mucho. Sin Barbosse, su familia estaba a salvo. Si esto fuera un juego, un cómic o una novela, éste habría sido el final feliz.

Pero al mismo tiempo, también había perdido mucho. Lo que había perdido nunca volvería, y las personas nunca podrían ser reemplazadas. Este profundo sentimiento de pérdida no permitía que las lágrimas de Herscherik dejaran de fluir.

Desde que las campanas habían tocado aquel día, había jurado no llorar. Pero, aunque sólo fuera por hoy, quería poder llorar por los que había perdido.

♦ ♦ ♦

El sonido de los caballos al galope se oía a lo lejos. Herscherik se sentó en la hierba y se limpió la cara mientras dirigía su mirada en dirección al sonido.

—¡Hersche!

Herscherik buscó el origen de la voz para encontrar a Oran en cabeza, con Kuro detrás y finalmente Shiro siguiéndole, todos montados en caballos.

—Oh, ¿ya es mediodía?

Se levantó, se quitó la hierba de la ropa y empezó a caminar en dirección a sus hombres.

—Hice tu favorito, Hersche.

—¡Ooh!

Herscherik levantó ambas manos en señal de alegría al ver la cesta de madera en la mano de Kuro, y al mismo tiempo su estómago dejó escapar un fuerte gruñido. Mientras sus hombres se reían de él, todos se pusieron a comer. Kuro había traído sándwiches. No sólo había bocadillos de jamón y huevo, sino que también había traído unos con carne bañada en una salsa que recordaba al teriyaki, así como bocadillos con fruta y crema. También había bollos y ensalada. Mientras se zambullía en su almuerzo, Herscherik disfrutó de un momento de pura felicidad.

Tras el té después del almuerzo y un breve descanso, Herscherik se levantó y miró la capital. El cielo estaba despejado, el viento era agradable y se sentía tranquilo.

—Gracias por todo.

Las palabras salieron de su boca espontáneamente. Todos sus hombres sospecharon a su manera ante su repentina declaración.

—Pero… no hemos hecho más que empezar —dijo Herscherik al darse la vuelta.

Este no era el final de todos los problemas a los que se enfrentaría el país. Tal y como había dicho Barbosse, su poder era grande, y sin él para dirigir el país, no se podía predecir lo que podría ocurrir. Pero Herscherik no tenía intención de echarse atrás. Esto no era el final, sino el principio.

—Schwarz, Orange, Weiss. Los necesito a mi lado. Necesito que recorran el mismo camino que yo. Necesito su ayuda.

Al oír sus nombres, sus hombres se levantaron y se dirigieron a su amo.

—Mi vida ya te pertenece —respondió Kuro con una sonrisa irónica mientras se arrodillaba ante Herscherik.

—Mi deber es detenerte si alguna vez te desvías de tu camino. No puedo dejarte, ¿verdad? —dijo Oran mientras seguía el ejemplo del mayordomo.

—¿De qué hablas? No pienso ir a ninguna parte —contestó Shiro con malhumor mientras se arrodillaba junto a los otros dos.

Herscherik sonrió al verlo.

—Gracias a todos.

—Tus deseos son nuestras órdenes.

Los tres hombres hicieron una profunda reverencia a su joven maestro.

♦ ♦ ♦

Herscherik Greysis.

El séptimo príncipe del 23º rey de Greysis, nacido de la reina favorita del rey. Conocido como el Príncipe de la Luz, parecía haber aparecido repentinamente en el atribulado Reino en Aflicción. Se dice que su brillante cabello dorado brillaba sobre todos, iluminándose a sí mismo y al mundo.

No poseía ni la fuerza para abatir a sus enemigos, ni inmensas cantidades de magia. A primera vista, podría parecer inferior a los muchos héroes de otras leyendas. Sin embargo, sus historias heroicas han cautivado los corazones de muchos, conmovido a muchos más hasta las lágrimas, y han sido amadas por casi todos.

Aunque no tuviera fuerza, tenía convicciones claras, creía en sus hombres y seguía adelante incansablemente, con sus distinguidos servidores a cuestas.

La gente lo llama el ‘Héroe de la Luz’ y transmiten sus historias con reverencia y temor.

Eso, sin embargo, es una historia para más adelante. Esto es sólo el prólogo de su historia.

El príncipe reencarnado y el Héroe de la Luz – Fin.

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