Herscherik – Vol. 4 – Capítulo 3: La expedición, el nuevo recluta y la práctica de medianoche

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Habían pasado tres días desde que la expedición partió de la capital, y el ejército real avanzaba con paso firme hacia el fuerte fronterizo. De vez en cuando se encontraban con monstruos en el camino, pero cada vez el ejército de veinte mil personas los vencía con la misma facilidad con la que se quita la suciedad de la ropa. Los caballos y los carruajes seguían los caminos pavimentados durante el día y acampaban por la noche, mientras avanzaban según lo previsto.

Herscherik tenía experiencia previa con los carruajes desde su visita a lo que ahora era el territorio del Conde Grim. En aquella ocasión habían viajado lentamente por consideración a Herscherik, aunque aun así se había mareado bastante. Esta vez, sin embargo, como el objetivo de la expedición era reforzar el fuerte fronterizo lo antes posible, no habían escatimado en consideración a Herscherik y procedieron a un ritmo normal. Como resultado, Herscherik estaba ahora sufriendo una pesadilla aún peor que la última vez.

—¿Sigues vivo…? —Shiro, pintoresco incluso cuando no hacía nada más que quedarse quieto, le dijo a Herscherik, actualmente enterrado en una pila de almohadas.

Herscherik se limitó a agitar la mano como respuesta, con un rostro tan pálido que parecía que su alma iba a salir de su cuerpo en cualquier momento. No quedaba ni rastro del aura de dignidad que había desprendido durante la ceremonia de partida. Shiro frunció el ceño, incapaz de saber si su saludo significaba que estaba bien o no.

Herscherik y Shiro viajaban actualmente en un carruaje reservado para la familia real. Kuro hacía de cochero, mientras que Oran montaba su propio caballo junto a ellos.

—Ugh… Si al menos fuera posible teletransportarse ahí al instante… —Herscherik gimió débilmente. Había sido propenso al mareo incluso en su vida anterior, una disposición que inexplicablemente había permanecido con él incluso después de reencarnar en un nuevo cuerpo. Quejándose internamente de lo injusta que era la vida, pensó en que, si pudiera tener acceso a uno solo de los objetos de cierto robot gato azul del futuro de cierto dibujo animado, elegiría sin dudarlo la puerta que te permitía ir a cualquier parte al instante.

—Bueno, no es necesariamente imposible…

—¿Qué? ¿Es eso cierto, Shiro? —Herscherik se levantó de repente y se acercó a Shiro. Después de todo, este era un mundo de fantasía en el que existía la magia. Tal vez hubiera algún artefacto increíble que pudiera hacer precisamente eso, reflexionó Herscherik, mientras la sola idea hacía que su corazón se acelerara. Con una mirada decepcionada, Shiro respondió al expectante Herscherik.

—La vinculación espacial… Es una forma de magia antigua que se ha perdido en el tiempo.

—¿Vinculación espacial? —preguntó un confundido Herscherik, mientras Shiro seguía explicando, ahora totalmente en modo profesor.

—Sí, es justo lo que parece. Magia que une dos espacios, o mejor dicho, dos lugares. ¿Recuerdas que te expliqué que hay tres ramas de la magia?

Herscherik asintió.

—La magia elemental, la magia divina y la magia de manipulación, ¿verdad?

—Correcto. Sin embargo, así es como los humanos clasificamos la magia que podemos utilizar. Los distintos pueblos del mundo tienen diferentes nombres para ellas, y los tipos de magia que pueden utilizar también difieren. Hay magia que sólo los hombres bestia y los demi humanos pueden manejar, así como magia que no se puede clasificar fácilmente.

Herscherik corrigió su postura, como si estuviera escuchando una de las lecciones de Shiro. Estaba tan absorto en lo que Shiro tenía que decir que se olvidó por completo del mareo que le había estado atormentando hasta ahora.

—En la actualidad, nos referimos colectivamente a toda la magia de la era antigua -magia sacada directamente de los cuentos de hadas, cuyos principios y fórmulas aún no se han comprendido- como “magia antigua”.

—¿Eh, es así?

—Eso te salió por la otra oreja, ¿no? —reprendió Shiro a Herscherik, que contestó torpemente.

—Quiero decir que, para empezar, no puedo usar la magia, así que realmente no entiendo ningún tipo de magia…

—Bueno, supongo que eso es cierto… —Shiro entendía a lo que se refería. Para Herscherik, quien no poseía ningún tipo de Magia Interior, incluso el propio Shiro debía parecer un ser sacado de un cuento de hadas—. La magia elemental convierte la magia de una forma a otra. La magia de manipulación manipula la propia magia. Sin embargo, el proceso de unir dos lugares no convierte la magia ni la manipula. En cambio, interfiere con el espacio mismo usando la magia.

—Ya… veo… —contestó Herscherik, aun confundido. Sin embargo, Shiro estaba ahora en modo nerd, sin prestar atención al hecho de que ya había perdido a Herscherik, mientras continuaba hablando.

—Es un tipo de hechizo que afecta al espacio, algo que no tiene forma física y que no se puede ver. El hecho de que fueran capaces de manejar este tipo de magia dice mucho de lo poderosa que era la gente de la Era Antigua, y de lo avanzada que era su investigación mágica.

—Bueno, en realidad no entiendo lo que dices, pero sí entiendo que es lo suficientemente increíble como para emocionarte, —dijo Herscherik, perfectamente serio, haciendo que Shiro le diera un rápido golpe en la parte superior de la cabeza—. ¡La violencia es mala!

—No me importa.

Herscherik se frotó la cabeza en el lugar donde Shiro le había golpeado, abatido por haber dejado de lado su comentario con tanta ligereza, cuando de repente se dio cuenta de algo.

—Pero, espera, Shiro: hay objetos mágicos que pueden transmitir voces, ¿no? ¿Cómo funcionan entonces? 

Los objetos que Herscherik había mencionado eran objetos mágicos que tenían un propósito similar al de los celulares en su vida anterior, aunque su función real era más parecida a la de los walkie-talkies. Sólo podías comunicarte con otro objeto que hubieras emparejado de antemano, y necesitabas ser un hechicero relativamente competente para usarlo en primer lugar. 

Pero si puedes comunicarte con alguien usando un objeto como ese, significa que ambos estaban vinculados de alguna manera, pensó Herscherik. Entonces, ¿cómo transmitía exactamente las voces?

Shiro sonrió con conocimiento de causa ante la pregunta de Herscherik.

—Sí, esos objetos se fabrican imitando reliquias de los Antiguos. Efectivamente, interfieren en el espacio para transmitir las voces.

—¿Qué? Entonces, esa magia de interferencia que mencionaste, ¿no es imposible después de todo?

Shiro asintió en respuesta a la emoción de Herscherik, pero suspiró mientras continuaba con un tono decepcionado en su voz.

—Sin embargo, incluso la simple transmisión de voces requiere una gran cantidad de Magia. Además, las fórmulas para especificar las coordenadas y la dirección son bastante complicadas. Si quisieras transportar un cuerpo entero utilizando ese tipo de magia de enlace espacial, no puedo ni imaginar cuántas fórmulas mágicas tendrías que idear. Probablemente necesitarías algo del tamaño de un círculo mágico, como mínimo.

—Ya veo… Es una pena. —Si hasta un prodigio como Shiro lo consideraba demasiado difícil, realmente debía ser así. Herscherik abandonó la idea.

Sin embargo, Shiro le hizo entonces una pregunta a Herscherik.

—¿Te gustaría que existiera la magia de vinculación espacial, Hersche?

—Bueno… Me alegraría bastante si existiera, teniendo en cuenta lo mal que me pongo al viajar —respondió Herscherik con sinceridad. 

Como respuesta, Shiro asintió, cogió un papel y empezó a garabatear con su pluma.

—¿Shiro? —preguntó Herscherik, preguntándose qué estaba haciendo Shiro

—Hace tiempo que me interesa este tema —respondió Shiro—. Y si puedo sacar alguna utilidad práctica del intento, no hay nada malo en intentarlo —añadió con el ceño fruncido, como si tratara de ocultar su vergüenza. Herscherik sonrió, secretamente sorprendido y feliz por la rara muestra de afecto incómodo de Shiro.

—Gracias, Shiro.

—No es que… Acabo de decir que yo mismo estaba interesado en ello, ¿no?

A Herscherik le preocupaba que Shiro, ahora sonrojado ligeramente, pudiera marearse de tanto escribir, mientras volvía la mirada hacia la ventana y observaba la vista del exterior. Vio a Oran montado en su caballo junto a ellos y agitó la mano. Al ver a Herscherik, Oran le devolvió el saludo.

Herscherik dirigió entonces su mirada hacia el frente, donde vio un gran número de soldados montados en carruajes y caballeros montados en sus caballos. La vista detrás de él era muy parecida. Herscherik se encontraba en el centro de la procesión; el ejército estaba dividido en dos divisiones, con Herscherik justo en medio de ellas. La división delantera estaba dirigida por el general Teodor Seghin y la trasera por el general Heath Blaydes.

Herscherik, al ser miembro de la realeza y apoderado del rey, tenía el mando supremo del ejército sobre el papel. Sin embargo, en la práctica, el comandante supremo en la batalla era el vizconde Seghin. La razón por la que era Teodor y no Heath, quien también era general, era que Heath era un plebeyo y un antiguo mercenario.

Mientras luchaba contra su mareo, que volvía lentamente, Herscherik pensó en la reunión a la que había asistido antes de su partida. Los dos generales que había conocido ahí no podían ser más diferentes entre sí.

Había dos maneras de llegar a ser general. Una era a través de la habilidad y la experiencia, como se demostraba en la batalla, derrotando a los monstruos, o haciéndolo bien en los Juegos de Combate. La otra era, por decirlo sin rodeos, la creación de conexiones. Aunque se necesitaba cierta habilidad y experiencia militar, el rango de noble y las conexiones significaban mucho más. Con las conexiones adecuadas, se podía llegar a general con el apoyo de los altos cargos de la Defensa Nacional.

Teodor Seghin pertenecía a esta última categoría; tenía un aire que parecía gritar nobleza, y pertenecía a la última categoría. No era terrible ni ejemplar como general, pero tenía la tendencia a priorizarse a sí mismo sobre los demás. Le importaban poco las vidas de sus soldados si eso significaba que podía distinguirse ganando una batalla, y sacrificaba ciudades y pueblos en aras de la victoria. Sin embargo, esos sacrificios sí habían dado resultados. Por cierto, tenía el rango de vizconde y treinta y nueve años de edad.

Heath Blaydes, por su parte, era un antiguo mercenario que había ascendido en el escalafón casi exclusivamente por su propia habilidad y logros, antes de acabar como general, para bien o para mal. Siempre trató de minimizar las bajas durante la batalla y le importaba poco su propio prestigio. Siempre parecía desganado y desmotivado, pero sus soldados confiaban mucho en él, e incluso había muchos que pedían ser reasignados a su mando específicamente. Además, era excelente para predecir los movimientos del enemigo y tomar decisiones, o eso había oído Oran de Roland.

—Heath es una de las víctimas de mi Padre, es decir, antiguos subordinados, así que se conocen —había dicho Oran en un tono ligeramente molesto. Al parecer, Heath había sido el encargado de limpiar lo que hacía el padre de Oran. Mientras Roland se ocupaba de hacer estragos, Heath dirigía a los soldados y los comandaba durante las operaciones.

Por supuesto, Roland era más que capaz de dirigir a los soldados él mismo. Sin embargo, desde que adquirió a Heath como subordinado, Roland le había dejado más o menos a cargo de todo el ejército como regalo de bienvenida, aunque el propio Heath lo había considerado una petición escandalosa. Aunque toda la situación era una parodia en lo que respecta a Heath, para los que le rodeaban había sido un golpe de suerte, ya que poseía la habilidad necesaria para llevar a cabo las extravagantes peticiones del general. Y no sólo era bueno para tomar decisiones rápidas, sino que también era más que un rival para el propio Roland en el combate. El hacha que empuñaba acribillaba a los enemigos en igual número que el General Ardiente.

—Aunque no le haga mucha gracia, era el único sucesor digno de mi padre —añadió Oran. Él mismo había sido entrenado en la espada por Heath.

Herscherik se preguntó en voz baja si realmente tenía sentido que un general como Roland anduviera por su cuenta de esa manera, mientras pensaba en la primera vez que había conocido a Heath. El general tenía casi la misma edad que Herscherik en su vida anterior. Su primera impresión de él había sido menos la de un oficial y más la de un mercenario común.

—Bueno, me alegro de tenerte con nosotros, supongo —había saludado a Herscherik con indiferencia, atrayendo de inmediato un golpe de su ayudante, que tomó a Herscherik por sorpresa. Observando a Heath mientras su ayudante le alborotaba el pelo gris azulado, de corte uniforme, era difícil saber quién estaba realmente al mando.

De repente, el carruaje se detuvo. Herscherik sacó su reloj de bolsillo del bolsillo del pecho y descubrió que ya eran más de las cuatro de la tarde.

—Supongo que eso es todo para la marcha de hoy.

Se esperaba que la marcha durara un total de dos semanas. Suponiendo que no ocurriera nada inesperado, llegarían al fuerte justo a tiempo.

Si todo va según lo previsto, es decir… murmuró internamente Herscherik.

♦ ♦ ♦

Los soldados que no estaban patrullando en ese momento estaban disfrutando de su tiempo libre. Uno de ellos -un joven nervioso de pelo castaño que llevaba una bandeja con sopa de verduras, pan duro y una fruta roja- se acercó a Herscherik y se inclinó.

—¡He traído la comida de Su Alteza para la ta-terde! —dijo, con las mejillas enrojecidas por la vergüenza tras tantear la última palabra. Incluso después de enderezar la espalda de nuevo, fue incapaz de mirar al príncipe a los ojos, sino que miró al suelo mientras presentaba la bandeja.

El nombre de este soldado en particular era Roy Bildt, el hijo mayor de un pobre comerciante, un niño soldado que acababa de alistarse en el ejército esta primavera. A los jóvenes que aún no habían alcanzado la mayoría de edad se les permitía alistarse en el ejército como niños soldados, para que aprendieran las costumbres militares. Sus principales tareas consistían en entrenar y mantener las armas y armaduras, así como cuidar de los caballeros mayores. Una vez alcanzada la mayoría de edad, se convertirían en soldados ordinarios.

Roy había decidido alistarse en el ejército en lugar de hacerse cargo del negocio familiar por una simple razón: el dinero. Se dice que los niños son la riqueza de un hombre pobre, y Roy tenía cuatro hermanos menores. Sin embargo, su pobre padre comerciante luchaba por mejorar sus ingresos, mientras que sus gastos no hacían más que aumentar con el incremento de los impuestos y los costes de las mercancías. Sus padres trabajaban todo lo que podían, pero seguían teniendo dificultades para alimentar a una familia de siete miembros.

Y así, Roy se alistó. Como soldado, recibía un salario regular, y también estaba exento de pagar ciertos impuestos. Viviendo en el cuartel, él mismo tenía toda la comida que necesitaba, y sus necesidades diarias también estaban cubiertas. Así, podía permitirse mantener a su familia, que podía llevar una vida modesta con el sueldo de Roy y los ingresos de sus padres.

El trabajo como niño soldado era duro, pero también tenía algunas cosas buenas. A Roy le gustaba leer libros, pero como niño soldado no tenía permiso para entrar en la biblioteca real. Incluso los soldados regulares tenían que pedir permiso, y cómo enviaba todo su sueldo a casa, también había renunciado a la idea de comprar libros.

Sin embargo, por pura casualidad se hizo amigo de un bibliotecario que trabajaba en la biblioteca real. Cuando Roy mencionó que le gustaban los libros, pero que era demasiado pobre para comprarlos, el bibliotecario se ofreció a tomar prestados libros de la biblioteca bajo su propio nombre y prestárselos a Roy.

Mientras Roy se inclinaba repetidamente en señal de gratitud, el bibliotecario sonrió y dijo: —No te preocupes. He sido un ratón de biblioteca desde que era un niño, así que te entiendo. Ah, pero ya que están prestados en mi nombre, asegúrate de no ensuciarlos.

Roy se enteró más tarde de que aquel hombre era un plebeyo que había ingresado en la academia con una beca y se había graduado como el mejor de su clase. Ahora trabajaba como bibliotecario, y era famoso por ser muy estricto con el manejo de los libros.

Después de un largo día de entrenamiento y trabajo, un poco de lectura antes de ir a la cama era la única cosa que el agotado Roy esperaba con ansia.

Roy tenía un sueño: quería ser escritor. Aunque era pobre, seguía siendo hijo de un comerciante, y había aprendido a leer y escribir cuando era muy joven. Deseaba viajar algún día por el mundo y recopilar sus experiencias en un libro: ése era su gran sueño idealista.

Sin embargo, la realidad no había sido tan amable con Roy. El dinero era más importante que su visión, y la comida más importante que los libros. Así que Roy dejó que ese sueño siguiera siendo un sueño y se alistó en el ejército, lo que en última instancia se tradujo en su participación en la expedición en cuestión. Su trabajo durante la marcha no fue muy diferente del que realizaba en la capital: mantenimiento de las armas, cuidado de los caballos, preparación de las comidas y otras tareas serviles. Sin embargo, de repente se añadió a su lista de tareas una especialmente importante.

—¿Sopa de verduras? —El mayordomo del Séptimo Príncipe tomó la bandeja de Roy, murmurando con una voz algo malhumorada. Sus ojos, de un color rubí oscuro como el de la sangre, examinaron la sopa con desconfianza -aunque Roy no pudo darse cuenta de ello, con su mirada aún fija en el suelo. No obstante, ese momento pasó rápidamente, ya que Kuro no tardó en dar las gracias a Roy y darse la vuelta. —Gracias. Puedes retirarte.

Roy levantó la cabeza y miró en la dirección por la que caminaba el mayordomo, donde un niño pequeño estaba sentado junto a una hoguera. El pequeño alargó la mano para coger la bandeja del mayordomo.

Así que ese es el Príncipe Herscherik… Realmente es un niño. Creo que podría ser más delgado que mi hermano. Sólo había observado al príncipe de lejos, pero parecía incluso más pequeño que uno de los hermanos menores de Roy, a pesar de tener aparentemente la misma edad. Iba vestido con ropa de primera clase, pero parecía tan delicado que Roy se preguntó si no se rompería si lo tocaban.

A Roy le dolía el corazón al pensar que un príncipe de la misma edad que uno de sus hermanos tuviera que marchar a la batalla. Roy había elegido ser soldado, pero al pequeño príncipe nunca le habían dado la oportunidad de elegir nada de esto.

—¿Qué pasa?

Roy se sobresaltó al oír una voz repentina detrás de él. Cuando se dio la vuelta, ahí estaba un caballero con el pelo del color del sol que le miraba con curiosidad. Roy sabía quién era ese hombre, con su característico color de pelo y sus ojos azules algo achinados. En la marcha llevaba una armadura de color carmesí intenso, que le hacía destacar entre los demás soldados, pero ahora llevaba un sencillo traje de tela negra.

¿Este es el Vencedor de los Cien Fanáticos? Era el tercer hijo del llamado “General Ardiente” Roland Aldis, y recientemente se había hecho famoso por haber evitado un levantamiento de la Iglesia, matando a cien templarios enloquecidos sin sufrir ni un solo rasguño en el proceso. También era conocido entre el ejército y la policía por haber sido la persona más joven en obtener el primer puesto en una competición de lucha, y por haberse enfrentado a muchos soldados y caballeros con facilidad durante sus últimas sesiones de entrenamiento. Ni una sola persona de su edad en todo el reino podía hacerle frente, o eso había oído decir Roy a los soldados. 

Basándose en estas historias, Roy se había imaginado a alguien grande y voluminoso, pero para su sorpresa, el joven que tenía ante sí bien podía describirse como delgado. De pie junto al príncipe durante la ceremonia de partida, parecía un joven héroe salido de un cuento de hadas.

Roy se apresuró a inclinarse ante el caballero.

—¡Lo siento! Estaba entregando comida a Su Alteza…

—Oh, ya veo. Hersch-Uh, el Príncipe Herscherik insistió en tener la misma comida que los demás. Lamento las molestias. —Oran llamó accidentalmente a Herscherik por su apodo habitual, pero rápidamente se corrigió.

Todo había empezado cuando Herscherik se había negado a ser el único que comía de forma lujosa. 

—Estamos marchando todos juntos, así que no tiene sentido que yo sea el único que coma así.

En la marcha, las comidas solían ser modestas por necesidad. En un buen día podía servirse sopa; la mayoría de las comidas consistían en una rebanada de pan y algo de carne seca. Sin embargo, a los miembros de la realeza y a los nobles se les servía generalmente una comida diferente. Herscherik no lo soportaba, y aunque Kuro se quejaba de que Herscherik no recibía la nutrición que necesitaba, al final el mayordomo se rendía y dejaba que Herscherik comiera lo mismo que los soldados. Como efecto secundario involuntario, los altos mandos habían dicho que al menos se incluyera sopa en cada comida, ya que el príncipe la comería, lo que alegró a los soldados.

—¿Has hecho esto para que se vean obligados a mejorar la comida que sirven a los soldados? —había preguntado Oran antes de que partieran, a lo que Herscherik había sonreído como un niño travieso.

Oran miró hacia su maestro, que se percató de su mirada y saludó en respuesta. A su lado, su Hechicero leía un libro; su mayordomo era el único que se movía, preparando elegantemente bebidas, pelando frutas y atendiendo a su amo.

—Bueno, voy a volver. ¿Eres uno de los niños soldados? Hazme saber si necesitas algo.

—¡Sir Aldis! —gritó Roy, con la voz quebrada, mientras Oran intentaba marcharse. Sabía que el ofrecimiento de Oran era simplemente cortesía común. Sin embargo, al ver la expresión amable de Oran, Roy no pudo evitar querer confiar en él.

—¿Hm?

—Si quieres escuchar una de mis peticiones, ¡por favor, enséñame a luchar!

Oran parecía desconcertado ante la petición de Roy. 

—¿Cómo luchar? Ya estás aprendiendo a manejar las armas en el ejército, ¿no? Y puede que tenga los fundamentos, pero gran parte de mi estilo de lucha lo he improvisado yo mismo, así que no creo que te sirva de mucho.

Roy había escuchado una vez algo similar de un instructor tan duro que “duro” no se acercaba a describirlo. 

—Puede utilizar tanto el estilo de lucha metódico de un caballero como las tácticas burdas de un mercenario. No es sólo un trabajo duro: tiene un talento natural. La gente común no podría imitarlo —dijo el instructor. El propio Oran se basaba más en el instinto que en otra cosa a la hora de luchar, así que no podría enseñar a nadie aunque quisiera.

Sin embargo, Roy se negaba a echarse atrás. No podía desperdiciar esta oportunidad.

—Sé que soy débil… Pero no puedo morir aquí. —Roy había tenido la persistente sensación de que quizás no estaba hecho para ser un soldado. No sabía manejar bien las armas, y siempre era reprendido por el instructor durante el entrenamiento. Incluso entre los niños soldados que se alistaron al mismo tiempo que él, era con diferencia el menos impresionante.

—Entonces, ¿por qué te uniste al ejército? —preguntó Oran con una voz algo más tranquila que antes, haciendo que Roy se estremeciera por un momento—. Si te unes al ejército, inevitablemente estarás poniendo tu vida en riesgo.

—Fue por… —Roy reprimió el impulso de bajar la mirada, enderezó la espalda y miró a Oran directamente a los ojos—. Quería ayudar a mi familia. Por eso tengo que volver a casa con vida.

Los niños soldados corrían poco riesgo de ser enviados al frente, pero no estaba del todo descartado. Si lo enviaban ahí, tenía que asegurarse de que volvería con vida. Y aunque su familia recibiría alguna compensación en caso de que muriera, no sería nada en comparación con el salario y las exenciones fiscales de las que Roy había disfrutado hasta entonces. Su familia se moriría de hambre.

Con los ojos llenos de determinación, Roy sostuvo la mirada de Oran. En respuesta, Oran suavizó su expresión severa y suspiró.

—Está bien, de acuerdo. Pero recuerda que lo único que puedo enseñarte es lo fundamental, así que no te hagas demasiadas ilusiones.

—¡Muchas gracias! —Roy hizo una profunda reverencia de gratitud.

♦ ♦ ♦

Una vez terminado todo su trabajo, Roy se dirigió al lugar que Oran había designado, abandonando el campamento y adentrándose en el bosque cercano. Mientras caminaba, escuchó el aullido de un lobo en algún lugar lejano, paralizándolo momentáneamente de miedo, pero, aun así, siguió caminando con decisión. Después de todo, el hombre del momento, el caballero de servicio del Séptimo Príncipe, lo estaba esperando para darle instrucciones.

Salió del bosque hacia un claro. Ahí encontró una pequeña colina cubierta de hierba que le llegaba casi hasta las rodillas y que bailaba con el viento. Roy nunca había visto el mar, pero la vista le recordaba a las olas del mar que había visto en un libro de imágenes que se había visto obligado a vender hacía tiempo.

Al subir la colina, encontró a un niño pequeño sentado en una roca. Su cabello dorado y pálido se mecía con el viento nocturno, iluminado por la luz de la luna, y sus rasgos eran tan delicados que podría haberse confundido con una niña. Sus ojos esmeraldas miraban las estrellas que asomaban entre las nubes. Parecía un hada sacada de un cuento, pero al mismo tiempo su belleza era aún inmadura. Roy se quedó sin palabras al verlo.

Así que éste es el príncipe Herscherik… Era el joven príncipe que había acompañado a la expedición como apoderado del rey. Roy había escuchado que todos los miembros de la familia real eran hermosos, pero como subalterno que nunca había visto de cerca al príncipe heredero afiliado a la Defensa Nacional, había asumido que los rumores eran exagerados. Sin embargo, ante la verdad, Roy sintió de repente el impulso de golpear a su yo del pasado.

—¿Quién eres? —le preguntó un curioso Herscherik a Roy, quien seguía sin saber qué decir. 

Roy volvió rápidamente a sus cabales, pero al mismo tiempo empezó a sentir pánico. Nunca podría admitir que le había cautivado el aspecto del príncipe, y no tendría nada que decir en su defensa si le acusaban de faltar al respeto a la realeza con su mirada abierta.

Mientras Roy se esforzaba por saber qué hacer a continuación, fue salvado por una voz repentina.

—Su Alteza, este es Roy. Le hablé de él.

—¡Oh, es él! —Herscherik asintió a su caballero de servicio que acababa de aparecer desde lo alto de la colina, bajó de un salto de la roca y se acercó a Roy—. ¡Hola! Soy Herscherik Greysis. —Saludó a Roy con una sonrisa. 

Roy quedó cautivado una vez más por un momento antes de intentar apresuradamente arrodillarse ante el príncipe, pero en su nerviosismo tropezó y terminó cayendo hacia adelante. Rápidamente lanzó las manos para agarrarse, pero acabó pareciendo más bien que se estaba arrastrando. Roy pudo sentir que su cara se ponía roja por la vergüenza.

—¿Estás bien? 

Roy oyó una voz por encima de su cabeza, pero fue incapaz de levantar la vista. De repente, sintió que alguien le agarraba del brazo y lo arrastraba hasta ponerse en pie. Era, por supuesto, nada menos que Oran.

—No te has hecho daño, ¿verdad? —preguntó Oran, inspeccionando a Roy de pies a cabeza. Tras confirmar que no parecía haber nada malo en él, dejó escapar un suspiro de alivio y soltó su agarre—. Sí, parece que estás bien.

—¡Lo siento mucho! —Roy intentó disculparse frenéticamente, haciendo una reverencia tan profunda que quedó doblado en ángulo recto por la cintura, mirando al suelo—. ¡Príncipe Herscherik, me disculpo sinceramente por lo que acaba de suceder!

En respuesta, se oyó una voz que sonaba incómoda, pero Roy estaba demasiado nervioso para distinguirla.

—No pasa nada. Siento haberte asustado. Y también siento haber irrumpido en tu reunión con Oran. Por favor, levanta la cabeza.

Roy levantó lenta y tímidamente la cabeza como se le había indicado, y una vez que lo hizo, Herscherik continuó disculpándose.

—Roy, ¿te importaría si te acompaño en tu sesión de entrenamiento?

Roy no tenía ni la razón ni la voluntad de rechazarlo. Mirando a su alrededor, alcanzó a ver a una hermosa chica que se dedicaba a leer mientras conjuraba una luz en una mano. Al notar hacia dónde miraba Roy, Herscherik le explicó que esa persona era en realidad el Hechicero al servicio de Herscherik.

—Ha puesto una barrera alrededor de esta zona. Ninguna bestia o monstruo podrá acercarse, así que es seguro.

Herscherik y Roy se alinearon entonces y comenzaron su entrenamiento. Oran les dio consejos personalizados a cada uno de ellos. Los dos escuchaban atentamente, blandían sus espadas y luego recibían más instrucciones. Sin embargo…

—Su Alteza, su postura es horrible. —Oran evitó su habitual apodo para Herscherik alrededor de Roy, pero como su instructor tampoco mostró ninguna restricción al señalar los defectos de Herscherik. Roy se sintió sorprendido por la brusquedad de Oran, pero el propio Herscherik pareció no inmutarse y se limitó a asentir.

—Entendido, —respondió Herscherik. Ajustó su postura y volvió a blandir su espada, sólo para recibir de nuevo una advertencia de Oran, quien puso sus manos en el brazo y la cadera de Herscherik para corregirlo.

—No, no lo estás entendiendo. Verás, tu postura es mala porque estás encorvado, y por eso tus ataques son inestables.

—Hmm, hmm… ¿Mhm? —Herscherik gimió mientras volvía a blandir su espada, pero no fue mejor que antes. 

Oran se acordó de algo que el actual y antiguo instructor de espada de Herscherik -famoso por ser un realmente “duro” maestro- había dicho una vez.

—El príncipe Herscherik es ciertamente bastante decidido, y no puedo decir que no se esfuerce. Pero es que… —Incluso este legendario y duro instructor, del que se decía que era capaz de convertir hasta al más tímido soldado en un verdadero hombre, fue incapaz de terminar su frase, y dejó escapar una triste y débil risa. El propio Oran había empezado a sentir lástima por Herscherik cuando lo vio practicar por primera vez en persona.

No tiene ningún talento. Todo el trabajo duro del mundo no podría compensar esa carencia. El propio Herscherik parecía darse cuenta de ello, pero aun así continuaba obstinadamente su entrenamiento, insistiendo en que era mejor que no hacer nada. Sin embargo, últimamente -empezando en algún momento de la primavera- se había esforzado aún más que antes en su práctica de la espada, hasta el punto de ser imprudente. Oran tenía una idea de por qué.

Herscherik casi había perdido la vida en un breve momento de descuido durante el incidente en la iglesia. Si no fuera por ella, el príncipe no habría estado aquí hoy. Por eso, Herscherik había empezado a esforzarse aún más en su manejo de la espada, practicando cada momento libre que tenía. Oran había optado por limitarse a vigilar al príncipe mientras éste agitaba desesperadamente su espada.

Oran podía saber lo que pasaba por la mente de Herscherik mientras se dedicaba a su entrenamiento. Si al menos tuviera el poder de protegerse, no habría tenido que perder la vida. Oran vio a su yo del pasado en el sentimiento de impotencia del príncipe, un sentimiento que incluso ahora le molestaba en lo más profundo de su pecho.

El mayordomo no se había mostrado muy entusiasmado al respecto, pero Oran no veía ningún problema en que Herscherik tuviera una espada. Creía que una espada podía otorgarle no sólo fuerza física, sino también mental. Así, endureció su corazón mientras instruía a Herscherik.

—Sólo mira a Roy. Su postura ha mejorado significativamente en comparación con lo que era antes, y como resultado sus golpes son mucho más estables, —explicó Oran a Herscherik, quien se volvió para observar a Roy. Al sentir la mirada de Herscherik sobre él, Roy se puso nervioso.

—¡Eso no es cierto! —Sin embargo, las palabras de Roy no llegaron a Herscherik, quien miraba fijamente su propia espada de práctica mientras dejaba escapar un gemido frustrado.

Los dos continuaron su práctica, pasando de trabajar en su forma de blandir, y justo cuando los dos ya no podían sostener sus espadas, un hombre salió silenciosamente de la oscuridad del bosque. Este hombre no era otro que el mayordomo de Herscherik, Kuro, quien llevaba varias cantimploras.

—Bueno, con el perro negro aquí, supongo que ahora es un buen momento para un descanso.

Cuando Roy se sentó en un peñasco cercano, pudo sentir cómo le temblaban los brazos y las piernas por el esfuerzo de sostener la espada y mantener la postura.

—¿Te importa si me siento a tu lado? —le preguntó Herscherik a Roy, quien miraba sus manos temblorosas. Mirando al príncipe, que tenía unas gotas de sudor visibles en la frente, Roy dudó un momento. Sin embargo, las piernas le temblaban demasiado como para pensar en escaparse, así que se limitó a asentir con la cabeza y a hacer sitio al príncipe.

—Aquí tiene, príncipe Hersche. Y tú también, joven. —Kuro se había acercado sigilosamente a ellos sin siquiera hacer ruido, y sonrió agradablemente mientras les entregaba las cantimploras a los dos. Herscherik le dio las gracias a Kuro, y Roy hizo lo mismo mientras aceptaba la cantimplora con vacilación.

—Oye, perro negro, ¿podrías darme una de esas…? ¡Oye, no la tires!

—Cállate, —dijo el mayordomo, aun sonriendo, a lo que el caballero expresó su descontento.

Con la discusión de sus dos hombres a su servicio como ruido de fondo, Herscherik retiró la tapa de la cantimplora, se la llevó a la boca y se vertió su contenido en la garganta. Cerró los ojos mientras una agradable brisa acariciaba sus mejillas, cuando Roy comenzó a hablarle.

—Um… ¿Cómo es que Su Alteza está practicando la espada? —preguntó Roy, sin saber que los miembros de la familia real recibían una amplia educación desde muy jóvenes, con tutores privados que abarcaban materias tan variadas como la ciencia, el combate, la danza y la música. Herscherik era aún demasiado joven para asistir a la academia. Roy no podía entender por qué un niño de la edad de Herscherik practicaba la espada con tanto fervor.

Herscherik respondió abatido.

—Quiero al menos llegar al punto de poder protegerme… Pero, aunque he estado practicando toda mi vida, todavía no he mejorado mucho. ¿Y tú?

—Yo… quiero volver a casa con vida, por muy patético que parezca, —respondió Roy tras un momento de duda, rascándose la mejilla. Era una razón poco convincente para alguien del ejército. Si los soldados más antiguos hubieran escuchado sus palabras, seguramente lo habrían ridiculizado o se habrían enfadado.

Sin embargo, Herscherik no hizo tal cosa.

—No creo que eso sea patético en absoluto, —dijo con seriedad—. Es importante seguir vivo. Me parece genial que te esfuerces por hacerlo.

—¿Genial? ¿Yo? En absoluto… —contestó Roy, sonrojándose. Era la primera vez que alguien le hacía un cumplido así.

—Además, si mueres, se acabó todo —susurró Herscherik, bajando la mirada con expresión de dolor. Parecía que iba a ponerse a llorar en cualquier momento.

—¿Su Alteza? —Roy estaba desconcertado ante el repentino cambio de humor del príncipe, pero antes de que pudiera decir algo más, Oran se acercó a ellos.

—Bien entonces, vamos a dar una vuelta más desde arriba antes de dar por terminado el día.

Roy fue incapaz de pronunciar la pregunta que tenía atascada en la garganta.

Este fue el primer encuentro entre el Séptimo Príncipe y el escritor Roy Bildt, quien llegaría a escribir muchos libros con historias de Herscherik y sus logros.

♦ ♦ ♦

Roy Bildt escribiría más tarde sobre su primer encuentro.

Ahora creo que fue el dios del destino quien nos reunió al príncipe y a mí, para dejar constancia de sus hazañas para las generaciones posteriores. Esa es la razón por la que me encontré con él, y la razón por la que nací.

– Del prólogo de “La vida de Herscherik Greysis”, de Roy Bildt.

Una respuesta en “Herscherik – Vol. 4 – Capítulo 3: La expedición, el nuevo recluta y la práctica de medianoche”

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