Herscherik – Vol. 4 – Capítulo 6: La frontera, la batalla y un plan astuto (2)

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


El cielo del este había empezado a volverse blanco a medida que la noche daba paso al día. De pie en una parte elevada de la fortaleza, Herscherik miró al cielo y luego al suelo. Al oeste, había cien mil soldados apostados. Aquí y allá se veían luces rojas que debían pertenecer a fogatas, y el enemigo parecía haber comenzado ya los preparativos para la batalla.

Herscherik desvió su mirada del gran ejército que había debajo hacia Kuro, que estaba a su lado. Al notar su mirada, Kuro asintió con la cabeza y comenzó a recitar un conjuro, haciendo aparecer una esfera de luz en sus manos. Lanzó la esfera de luz al aire, que siguió elevándose hacia el cielo antes de estallar.

—Su Alteza, ¿qué es…? —preguntó Barthold confundido, mientras Roy miraba la esfera que estallaba con una expresión de desconcierto.

Herscherik se limitó a sonreír significativamente como respuesta.

♦ ♦ ♦

Todos trataron de permanecer lo más silenciosos posible mientras se escondían en el oscuro bosque. Cuando el cielo finalmente comenzó a aclararse, el ayudante se acercó a Heath para darle un informe.

—General Blaydes, hemos recibido una señal de la fortaleza fronteriza. El ejército está listo para unirse a la batalla en cualquier momento.

—Por fin nos toca, ¿eh? —Heath se encogió de hombros desde lo alto de su caballo.

Después de haber sido emboscados por el ejército del imperio tres días antes, Heath había tomado su propia división -junto con los supervivientes de la otra división- y se había retirado temporalmente del lugar de la emboscada. Luego habían cambiado su rumbo y se habían escondido en este bosque desde la noche anterior.

Así que todo salió exactamente como el príncipe predijo. Esto va más allá de lo encomiable y se adentra en un territorio aterrador.

Todo había comenzado en la noche del día de su partida. Heath había estado fumando en su tienda cuando el mayordomo al servicio de Herscherik apareció de repente de la nada. Heath se había sorprendido, pero logró mantener la compostura. El curtido Heath había sido capaz de distinguir instintivamente que los hombres del príncipe no eran gente corriente cuando aparecieron en aquella habitación donde Heath había puesto sus ojos por primera vez en el príncipe.

El hijo del General Ardiente, Octavian, era un viejo conocido suyo, y había oído a la gente del departamento de Magia referirse al alborotador Weiss como un genio. Sin embargo, no tenía ninguna información sobre el mayordomo; a lo sumo, como antiguo mercenario, Heath había podido percibir el aura particular de alguien que había pasado algún tiempo en la clandestinidad.

Cuando Heath siguió la pista del mayordomo hacia el bosque, se encontró cara a cara con Herscherik, con su caballero y su Hechicero de pie a cada lado.

—Siento mucho haberle llamado aquí tan tarde, general Blaydes. Tengo algo que me gustaría discutir con usted —abrió la conversación Herscherik.

—Puede llamarme Heath, príncipe. Además, como soy un antiguo mercenario, no estoy muy acostumbrado a hablar con educación, así que espero que me perdone si accidentalmente digo algo grosero.

—Muy bien, será Heath. De todos modos, no me gusta que me hablen con humildad, así que siéntete libre de hablar como siempre.

Herscherik respiró profundamente antes de entrar en el tema principal.

—Durante esta expedición, existe la posibilidad de que suframos una emboscada del imperio dentro de nuestras fronteras.

—¿Hablas en serio? ¿Dentro de nuestras fronteras? —Heath olvidó cualquier atisbo de cortesía al hacerse eco de Herscherik. Sin parecer ofendido en lo más mínimo, Herscherik asintió como respuesta.

—Ese es el peor de los casos.

Herscherik explicó tres posibles escenarios: el primero era la posibilidad de una emboscada dentro de las fronteras de Greysis; el segundo, un error en su información sobre el ejército del imperio que les llevará a encontrarse con una fuerza mucho mayor de la que esperaban; el tercero, que hubiera alguien en la expedición y en la fortaleza fronteriza que estuviera en connivencia con el enemigo.

—Príncipe… ¿le importa si fumo un cigarrillo? 

Tras rascarse enérgicamente la cabeza al terminar de escuchar lo que Herscherik tenía que decir, Heath encendió un cigarrillo con magia al recibir el permiso del príncipe. Al exhalar el humo, el olor a tabaco llenó el aire. Sin embargo, eso sólo duró un momento, ya que el Hechicero que estaba junto al príncipe comenzó a hacer una mueca y rápidamente recitó un conjuro que conjuró un viento que se llevó el olor a tabaco.

—Para serte sincero, no estoy seguro de creerte realmente.

—Heath…

—No soy lo suficientemente confiado ni leal como para creer simplemente cualquier cosa que diga un príncipe sin ninguna prueba. 

Si su fastidioso ayudante hubiera estado con él, sin duda le habría pinchado por este comentario. Oran suspiró cuando Heath volvió a llevarse el cigarrillo a los labios.

Heath era de los que decían con firmeza y sin miedo lo que pensaban, independientemente de con quién hablara, incluso si se trataba de un superior o un noble. Por eso Roland le había tomado cariño, y también por eso era despreciado por la gente de Defensa Nacional.

Heath exhaló un poco de humo mientras seguía hablando.

—Aunque no es que no tenga alguna idea de dónde puede venir esa prueba.

Puede que Heath fuera un holgazán, pero no era tonto, y tenía una idea bastante clara de lo que el príncipe temía exactamente, y de lo que omitía. Aun así, no estaba en su naturaleza simplemente asentir con la cabeza y estar de acuerdo con algo así.

—Somos soldados. Nuestro trabajo consiste en arriesgar nuestras vidas para acabar con las del enemigo. Así que, si los peces gordos nos dicen que luchemos, lucharemos, y si nos dicen que muramos, moriremos. Pero si empiezan a tratar a cientos o miles de personas como peones, incluso alguien tan perezoso como yo va a empezar a enfadarse. No somos juguetes para que la realeza y los nobles jueguen con nosotros. ¿Lo entiendes, y estás preparado para las consecuencias de sugerir algo así? —Heath habló como si reprochara a Herscherik. Si le acusaran de faltar al respeto a la familia real, no tendría nada que decir en su favor.

Herscherik se limitó a tomar al pie de la letra lo que Heath tenía que decir, mientras él y sus hombres a su servicio permanecían en silencio. Heath volvió a colocarse el cigarrillo en la boca e inhaló profundamente antes de exhalar con resignación.

—Entonces, príncipe Herscherik, ¿qué tengo que hacer exactamente, y en preparación para qué?

—¿De verdad me crees? ¿Aunque no tenga ninguna prueba? —preguntó Herscherik, con los ojos muy abiertos. El príncipe, el cual hace un momento había parecido tan maduro, de repente parecía más un niño de su edad real. Heath no pudo evitar sonreír, derrotado, ante el repentino cambio de comportamiento.

—Nunca desafiar a los grandes… es la triste suerte de un obrero. Además, está claro que estás preparado. ¿Qué más puede hacer uno de tus súbditos, aparte de responder de la misma manera?

Heath ya le había tomado cariño a este muchacho. El general no tenía un hueso patriótico en su cuerpo, pero pensó que quizás trabajar para Herscherik no sería tan malo.

—Y parece que a los soldados también les gustas. No quiero que mis subordinados me miren con frialdad porque haya sido malo contigo o algo así.

Herscherik tenía una buena reputación dentro del ejército. En parte era resultado del incidente de la Iglesia, pero esta expedición la había mejorado notablemente. 

En primer lugar, cuando había solicitado comer la misma comida que los soldados regulares, la comida había mejorado para todos. La comida que se servía a los soldados durante una expedición solía ser sencilla; los nobles, en cambio, recibían comidas lujosas y caras. Pero si un miembro de la familia real, la persona de mayor rango en la expedición, pedía la misma comida que los soldados, debían tener más cuidado con lo que servían.

Para poder servir comida de mayor calidad, se habían visto obligados a aumentar el presupuesto de alimentos. Para ello, su única opción era tomar los fondos extra del presupuesto de alimentos para la nobleza, que cada vez era mayor. Aunque los nobles que acompañaban a la expedición podrían haber pagado simplemente de su propio bolsillo, no habría quedado bien que tuvieran comidas más lujosas que el príncipe.

Además, el príncipe era igualmente amable con todos y no miraba con desprecio a los soldados comunes como hacían otros nobles. A pesar de haber estado abrumado de trabajo mientras preparaba la expedición, había visitado no sólo al departamento de Defensa Nacional sino también los cuarteles para preguntar a los soldados si había algo que necesitaran. Para Herscherik, era simplemente de sentido común pedir la opinión de la gente que hacía el trabajo real, pero no había hecho más que mejorar su reputación entre los soldados.

Como resultado, ahora se oía el ocasional grito de “¡Protegeremos al príncipe a toda costa!” de los soldados de la expedición.

—Gracias, Heath —dijo Herscherik con una gran sonrisa. 

Un príncipe normal nunca se rebajaría a dar las gracias a un simple plebeyo, y antiguo mercenario además. Heath respondió al inusual principito con una sonrisa confusa.

♦ ♦ ♦

Y así se produjo la emboscada, pero como Heath ya había insinuado a sus soldados que se prepararan para tal evento, la segunda división logró evitar un desorden innecesario. El propio Heath ya había imaginado que el lugar en cuestión habría sido el mejor para una emboscada.

La preocupación del príncipe no sólo se extendía a los soldados. Había predicho de antemano qué ruta era más probable que tomara la unidad de emboscada y había evacuado los pueblos cercanos con la ayuda del gremio de mercenarios. A Heath le sorprendió que el gremio de mercenarios decidiera ayudarle: como antiguo miembro, sabía que el gremio solía mantener las distancias con el Estado. Eran un grupo de personas libres; no les pagaba el gobierno, pero a cambio no estaban atados a el. Lo único en lo que confiaban era en el honor y en los contratos. Heath no podía entender por qué el gremio de mercenarios aceptaba ayudar al príncipe.

—Bueno… Tenemos algo de historia —había respondido vagamente Herscherik cuando le preguntaron. Basándose en su respuesta, Heath había supuesto que el príncipe debía haber ayudado al gremio de mercenarios de alguna manera en el pasado, y que ahora los miembros del gremio -incluido el maestro- estaban en deuda con él.

No puedo creer que un odiador de nobles como él ayude a un príncipe, Heath pensó en el hombre que había conocido en sus días de mercenario, un hombre que ahora servía como maestro del gremio de mercenarios. A Heath le parecía fascinante que alguien así acabara ayudando a un miembro de la familia real, que eran los nobles de más alto rango.

Pero hombre, tenemos muchos enemigos aquí, pensó Heath mientras intentaba hacerse una idea de la situación actual.

El ejército del imperio contaba con algo menos de cien mil efectivos. Eso era diez veces más de lo que su información les había hecho creer. Heath, por su parte, sólo contaba con dieciséis mil soldados a sus órdenes. Este ataque sorpresa les había dejado en una implacable desventaja.

Ahora, ¿qué hacemos…? Lo único que podemos hacer es… Cuando Heath llegó a una conclusión y estaba a punto de dar sus órdenes, alguien se acercó a él.

—Señor Blaydes.

—¿Qué pasa, tercer nacido? —Heath se giró para encontrar al hijo de su antiguo superior, vestido con una armadura carmesí.

Al haber visitado a la familia Aldis por motivos de trabajo en varias ocasiones, Heath también conocía a la familia del antiguo general. Los hijos, en particular, siempre lo molestaban para que luchase con ellos. De todos, el que más potencial había visto era el tercer hijo.

—¿Quieres dejar de llamarme así?

Heath se rascó la cabeza al ver al tercer hijo -Oran- que parecía extrañamente tranquilo para alguien que se preparaba para su primer combate.

—Lo siento. Entonces, Octavian, ¿qué necesitas?

Oran borró la mirada irritada de su rostro.

—¿Estarías dispuesto a ponerme al mando de una tropa de élite de mil soldados de caballería?

—¿Planeas cargar directamente contra su comandante supremo…? —Heath cambió su expresión al escuchar la propuesta de Oran. Ahora tenía la cara de un general a cargo de diez mil soldados.

—Sí.

—No tengo soldados que esté dispuesto a sacrificar así.

—Soy consciente.

Heath desvió la sugerencia de Oran, pero éste se negó a ceder.

—Pero cuanto más dudemos, más en desventaja estaremos, aunque se trate de una emboscada. Quiero terminar la batalla lo antes posible.

—Aunque el comandante supremo esté acampando en campo abierto, aún está lejos. Incluso con una tropa de élite sería difícil, si no imposible, llegar hasta él. Lo más seguro sería tenderles una emboscada, esperar a que reduzcamos su número hasta cierto punto, y luego retirarnos al fuerte de la frontera y aguantar hasta que lleguen los refuerzos o esperar a que el enemigo se rinda.

Tenían los suministros que necesitaban. Podrían aguantar las tres semanas que tardarían en llegar los refuerzos, pensó Heath. El ejército del imperio, en cambio, tenía provisiones limitadas. Si los soldados de Heath aprovechaban su emboscada para quemar y destruir sus provisiones, a los del imperio les resultaría difícil mantener un ejército de cien mil soldados, y no tendrían más remedio que retirarse. Aunque no ganara, no perdería: ése era el núcleo de la estrategia del General Invicto.

Sin embargo, Oran negó con la cabeza.

—Eso llevaría demasiado tiempo. No tenemos ese tiempo.

—¿Por qué no?

Oran permaneció en silencio mientras miraba directamente a los ojos de Heath.

—Te juro que derrotaré al general enemigo.

—Muy bien, de acuerdo. Te daré la guardia real y algunos de mis mejores soldados. Hagas lo que hagas, no mueras. —Heath se rindió ante la ardiente mirada de Oran, a la que éste mostró una intrépida sonrisa.

—Por supuesto. También me gustaría tener unos caballos rápidos. ¿Estás listo, Weiss?

La persona a la que se había dirigido Oran, asintió. Sin embargo, esta belleza sin igual parecía estar de mal humor. Viendo sus ropas cubiertas de barro y su largo pelo blanco, era fácil ver por qué.

Heath observó al hombre mientras pensaba en el momento en que habían sido emboscados por primera vez. Había estado repartiendo órdenes, tratando de poner a los soldados en formación, cuando fue cegado por una luz brillante acompañada por el rugido de un trueno. Una vez que la luz se desvaneció, se encontró mirando una barrera azul pálido, rodeada de soldados atónitos de su propio ejército y de los cadáveres carbonizados de los soldados enemigos. Al principio, Heath no tenía ni idea de lo que acababa de ocurrir, pero más tarde se reunió con Oran, quien le explicó que el Hechicero había lanzado un hechizo a gran escala que había aniquilado a toda la unidad enemiga hasta el último hombre. También se habían levantado barreras para que el ejército del reino no sufriera ninguna pérdida por el hechizo. Como resultado, habían conseguido minimizar sus pérdidas y, al mismo tiempo, dar la impresión de que el ejército del reino podría haber sido aniquilado en la explosión, lo que les permitió planificar su contraemboscada.

Ese mayordomo, el tercer hijo de Aldis, y ahora este Hechicero… ¿Quién es ese príncipe? Los tres eran notables a su manera, con personalidades extremadamente únicas. Heath se sintió cada vez más fascinado por el príncipe que había logrado domesticarlos a todos. No está mal… Me encantaría tomar una copa con él alguna vez… espera, todavía es un niño.

Heath se rio para sí mismo mientras volvía a prestar atención al Hechicero.

—Todo lo que tengo que hacer es abrir un camino hacia el líder enemigo, ¿verdad? —La belleza sin igual que acababa de hacer alarde de su aterradora magia de clase Djinn dijo esto con tanta despreocupación como si estuviera hablando del tiempo.

♦ ♦ ♦

Los gritos de guerra rugieron a través del campo, y la caballería real corrió a través de las ondulantes colinas hacia el cuartel general del enemigo. Los habitantes de la fortaleza fronteriza, a excepción de Herscherik y Kuro, contemplaron la escena que se desarrollaba con asombro.

—¿Es esa la expedición?

—Sí, seguro que lo es. Ese es nuestro General Invicto, están en una posición perfecta —respondió Herscherik al visiblemente confundido Barthold.

—¡Pero he oído que el ejército fue derrotado!

—Eso fue una mentira.

—¿Qué? —Todos los presentes se quedaron boquiabiertos ante la respuesta casual de Herscherik.

—Sabía que había alguien que conspiraba con el enemigo. Tenía que asegurarme de que no se enteraran de esto. Si quieres engañar a tus enemigos, primero tienes que engañar a tus aliados.

—Y se lo creyeron enseguida. Me facilitó mucho el trabajo —comentó Kuro. Barthold se dio cuenta ahora de que era el soldado de antes.

—Pero la diferencia de fuerzas…

En efecto, la diferencia numérica era abrumadora. La situación era lo suficientemente mala como para que incluso un profano pudiera darse cuenta de la desventaja en la que se encontraban.

—Sí, pero verá, hay una forma sencilla de terminar la batalla rápidamente, ¿no es así, general Barthold?

Barthold se detuvo a pensar unos segundos, tras lo cual abrió mucho los ojos.

—Su Alteza, ¿no querrá decir…?

Herscherik respondió con una sonrisa.

—Ni el guerrero más fuerte puede moverse sin cabeza. Un ejército no es diferente.

A Herscherik le recordó un juego de acción al que había jugado en su vida anterior en el que derrotar al general significaba la victoria. Por supuesto, esto no era un juego, así que derrotar al general no sería tan fácil.

—Pero seguramente con un ejército de ese tamaño, derrotar al comandante supremo del enemigo sería casi imposible.

—Eso es cierto. Si fuera una batalla normal, sería bastante difícil —asintió Herscherik—. Pero esta no es una batalla normal.

El ejército del imperio no tenía ninguna duda de que iba a ganar. Su victoria estaba asegurada por la abrumadora diferencia numérica y su trato con Barbosse. Este campo de batalla no era más que el lugar de un intercambio entre el ministro y el imperio. El enemigo creía plenamente que había ganado la batalla antes de que ésta hubiera empezado. Esto invitaba al descuido. Además, Greysis poseía una ventaja que el enemigo desconocía.

Un enemigo descuidado, una fuerza que se creía aniquilada, una emboscada a la inversa, un general invicto, y luego los propios hombres al servicio de Herscherik. 

Herscherik se había preparado para lo peor al trazar su estrategia. Era un plan astuto que incluso aprovechaba la propia emboscada inicial. Ahora era el momento de que ese plan se demostrara.

Todo lo que queda es… Herscherik había hecho todo lo que podía. Ahora lo único que podía hacer era creer en sus hombres a su servicio.

—Todo saldrá bien. Mi caballero y mi Hechicero están ahí fuera, —dijo Herscherik con su habitual sonrisa.

♦ ♦ ♦

La emboscada tuvo éxito inicialmente. Sin embargo, el ejército enemigo era numeroso, y cuánto más tardaran, más tiempo tendría el enemigo para ajustar su formación y reforzar las defensas en torno a su comandante. Pero eso era exactamente lo que Oran estaba esperando. Detrás de la densa multitud de soldados se encontraba el comandante supremo del enemigo.

En el momento en que habían comprobado su ubicación, un viento atravesó el ejército enemigo en línea recta. Pasó por encima de un gran número de soldados enemigos, lanzándolos por los aires y dispersándolos como si fueran hojas, dejando un camino libre hacia el cuartel general donde se encontraba el comandante supremo.

No fue hasta después de la batalla que supieron que había sido un hechizo lanzado por un solo Hechicero, según relatarían los soldados más tarde.

Los hechiceros eran habituales en los campos de batalla. Cumplían varias funciones, desde lanzar magia ofensiva hasta ayudar en la comunicación. Un Hechicero poderoso podía ser capaz de derrotar a una pequeña tropa con un solo hechizo. Sin embargo, no había ningún hechicero lo suficientemente poderoso como para crear un camino hasta el cuartel general del enemigo con un solo golpe, excepto Weiss.

Un hombre cargó por el camino creado por este extravagante Hechicero. Se movía blandiendo una espada que, según se decía, se volvía más afilada cuanta más gente cortaba, y acribillaba a un soldado enemigo tras otro cuando se cruzaban en su camino sin frenar en ningún momento su caballo. Su pelo del color del sol y su armadura carmesí se tiñeron de un rojo aún más intenso.

Un millar de soldados de caballería le seguían, pero Oran no les dio importancia mientras avanzaba a través del ejército enemigo. En el camino le interrumpió un soldado de aspecto fuerte que se presentó por su nombre, pero también fue abatido por la espada de Oran. El general al que había matado era uno de los guerreros más importantes del imperio, pero Oran no le dio importancia y siguió corriendo con su caballo, dejando un rastro de cadáveres tras de sí.

Oran no tardó en llegar al cuartel general del enemigo, y mientras las tropas de élite mantenían a raya a los del imperio, apuntó con su espada bañada en sangre al comandante supremo, que se quedó helado de miedo.

—Elige. El cautiverio o la muerte, —pidió Oran con brusquedad.

Para Dick Eol Lynx, la respuesta era obvia.

♦ ♦ ♦

El ejército del reino gritó de alegría. Al mismo tiempo, una bola de luz que significaba su victoria fue lanzada hacia arriba, dispersándose en el aire como fuegos artificiales. El ejército enemigo lanzó igualmente una luz al aire, quizá para indicar al resto de sus fuerzas que dejaran de luchar. Había pasado menos de una hora desde que se inició la batalla.

—Bueno… Dije que se trataría de una batalla corta. Seguro que sí, —murmuró Herscherik para sí mismo.

Incluso con un ataque sorpresa, seguían estando en una desventaja abrumadora. Por ello, necesitaban ganar antes de que el enemigo tuviera la oportunidad de ponerse en formación. Cuando Herscherik preguntó a Oran y Shiro si serían capaces de lograrlo, ambos respondieron afirmativamente.

Pero Herscherik nunca imaginó que todo acabaría tan rápido. Había dejado la lucha real en manos de Oran, por lo que no sabía de antemano qué harían exactamente en el campo de batalla, pero había quedado claro lo que estaban haciendo incluso observando desde lejos.

Dejando una unidad atrás, el ejército del reino había emboscado al ejército del imperio. Heath debía ser el encargado de ello. Todo fue ejecutado de forma impecable, ya que Heath había aprovechado la confusión para infligir grandes pérdidas al ejército enemigo. Sin embargo, el enemigo no se limitó a quedarse quieto y aceptar el ataque. Los soldados se pusieron en formación y fortificaron sus defensas alrededor de su cuartel general, pero al final eso sólo sirvió para marcar el lugar.

Fue entonces cuando Shiro lanzó un hechizo que ignoró cualquier defensa física -y cualquier barrera mágica-, lanzando a los soldados por los aires y abriendo un camino. El hombre que condujo a la unidad de reserva por ese camino, llegando al cuartel general enemigo en un abrir y cerrar de ojos, sólo podía ser Oran, concluyó Herscherik.

Cielos, ¿qué tan fuertes son? 

Herscherik se rio desapasionadamente después de presenciar la ridícula hazaña que acababa de producirse ante él. Ya tenía mucha fe en sus hombres, y su plan había tenido éxito. Pero a pesar de eso, lo que había presenciado le parecía tan irreal que no podía hacer otra cosa que reírse.

—Ha sido una batalla corta, tal y como pediste, ¿verdad? —respondió su mayordomo con naturalidad. 

Herscherik decidió no mencionar que la respuesta tranquila de su mayordomo ante una situación tan extravagante demostraba que él mismo era bastante excéntrico. Por supuesto, al príncipe no se le ocurrió que, como amo de los tres, podría ser el más excéntrico de todos.

Dejando de reírse, Herscherik respiró hondo, miró el campo de batalla que se iba calmando poco a poco y soltó un suspiro de alivio.

—Realmente hemos ganado la batalla, —dijo el príncipe. 

Roy, el cual estaba a su lado, pensó que nunca olvidaría lo que había visto ese día. El sol naciente iluminaba el perfil bien definido de Herscherik como un halo divino. 

Roy entrecerró los ojos mientras miraba a Herscherik, quien brillaba como un símbolo de la era que se avecinaba.

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