Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 3: El príncipe más joven, el príncipe pródigo y los recuerdos

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Tras regresar a casa desde la ciudad del castillo, Herscherik se dirigió directamente a un salón privado de los aposentos reales. Su hermano, el Sexto Príncipe de Greysis, había llegado por fin tras su estancia en el extranjero. Había querido reunirse con los demás lo antes posible, pero acabó teniendo que atender un asunto particular durante más tiempo del previsto.

Supongo que en este mundo también hay trámites burocráticos…

Herscherik dejó escapar un suspiro exasperado al pensar en todas las vueltas que había dado antes de llegar finalmente. Sin embargo, la persona más exasperada no era Herscherik, sino los guardias de turno, quienes se habían encontrado con que el príncipe más joven aparecía de repente con un par de personajes sospechosos.

Herscherik proclamaría que aceptaba la responsabilidad de los dos, mientras que los guardias explicarían que no podían dejar entrar a dos extraños en el castillo. Si Herscherik hubiera visto esta situación como observador externo, habría quedado claro que los guardias tenían razón, pero aun así no podía dejar a la pareja en la ciudad del castillo sin más. Al mismo tiempo, si los hubiera llevado al castillo utilizando su propio pasadizo secreto, habría sido una situación complicada si los hubieran descubierto.

Así que Herscherik decidió intentar entrar en el castillo a través de la puerta y, como era de esperar, no fue tan fácil como esperaba. Al final, Oran se interpuso entre los guardias y Herscherik y les aseguró que él y el mayordomo del príncipe se harían responsables del dúo y los vigilarían de cerca, a lo que los guardias accedieron tímidamente. A continuación, Herscherik recibió instrucciones de solicitar formalmente el permiso para su estancia, y se devanó los sesos para encontrar una forma de evitarlo antes de decidir dejarlo estar por el momento.

No obstante, una cosa lo había molestado en toda la experiencia: ¿por qué los guardias de la puerta eran tan reacios a confiar en él, un miembro de la realeza, pero aceptaban tan fácilmente la propuesta de Oran? Sintió que debía pasar una hora más o menos interrogándolos al respecto.

—Todos están preocupados, Hersche. No sería tu primera ofensa —explicó Oran al descontento príncipe mientras caminaban hacia el castillo.

Herscherik se encogió de hombros.

Al mismo tiempo que los crímenes del ministro habían salido a la luz, también se descubrió todo lo que Herscherik había hecho en el pasado. Cuando se corrió la voz de que se pasaba las noches patrullando el castillo por su investigación, los soldados se quedaron boquiabiertos de que el príncipe, de aspecto tan manso y joven, se lanzara de cabeza al peligro y realizara actos que avergonzarían a un adulto. No sólo su familia y los hombres a su servicio, sino todos los que querían a Herscherik se habían preocupado, al igual que ciertas personas que aún tenían cosas que ocultar, aunque por una razón diferente.

La corta edad de Herscherik, su apariencia delicada y su físico, incluso en comparación con otros niños de su edad, parecían activar los instintos de protección de todos los que le rodeaban. No es que no confiaran en él, sino que estaban preocupados.

Al poseer recuerdos de su vida pasada, Herscherik a veces olvidaba su apariencia ante los demás. Incluso de adulta, la hermana pequeña de Ryoko la había descrito como ‘un jabalí compuesto’ después de pasar un tiempo en sus garras. —Una vez que empieza a correr —había dicho su hermana, —se obstina en seguir en la misma dirección sin frenar nunca, y el hecho de que preste atención a su entorno sólo le facilita esquivar los obstáculos. Eso significa que nadie puede detenerla. Además, es viciosa.

Cuando este sereno jabalí regresó a su habitación, su mayordomo salió a su encuentro, saludándolo con una sonrisa mientras palpitaba una vena en su sien. Pero justo cuando Herscherik se preparaba para una conferencia de una hora, fue informado de que sus hermanos habían preguntado por él. Herscherik aprovechó la oportunidad, explicó rápidamente la situación y dejó al dúo que había traído al cuidado de su mayordomo antes de cambiarse de ropa a toda prisa y salir hacia el salón.

El príncipe respiró profundamente y llamó a la puerta del salón.

—Lo siento por… —empezó a decir Herscherik, pero antes de que pudiera terminar de disculparse por su tardanza, sintió que alguien le ponía las manos bajo los brazos y lo levantaba en el aire, con las piernas colgando al dejar el suelo.

—¡Herscherik!

Herscherik vio una cara alegre que le miraba, sin prestar atención a que estaba totalmente paralizado por la sorpresa.

Lo había levantado un muchacho con el pelo atado hacia atrás, ligeramente rojizo, tal vez de color rosa claro, y con un aspecto tan bueno como el de sus hermanos, aunque el muchacho de pelo rosa tenía un rostro amable que lo hacía parecer más accesible. Se trataba de Tessily, el sexto príncipe de Greysis y el más joven de los hermanos de Herscherik, aunque todavía era siete años mayor que él. Su pelo rosa claro y sus ojos marrones igualmente claros le recordaban a Herscherik las flores de cerezo de su vida anterior, que florecían maravillosamente para luego dispersarse rápidamente, lo que le hacía sentirse un poco triste.

Sin embargo, no dejó que nada de eso se reflejara en su rostro, ya que sonrió a su hermano mayor, que acababa de regresar.

—Tessily, bienvenido a…

—¿Creciste más? ¿Has engordado? —preguntó Tessily con expresión preocupada, sin prestar atención a lo que decía Herscherik mientras lo levantaba en el aire—. Hmm, no parece que estés mucho más pesado que antes. ¿Estás comiendo bien?

Las palabras de Tessily, aunque no contenían ningún indicio de malicia, perforaron los tímpanos de Herscherik en un nivel mucho más profundo que el sonido. Aunque una parte de él ya había empezado a notarlo, no quería aceptarlo: el hecho de que, aunque se hiciera mayor, comiera las nutridas comidas que le preparaba su mayordomo cada día y se ejercitara con regularidad, seguía siendo débil y enjuto. La triste realidad era que Herscherik no tenía ni un ápice de músculo, ni una pizca de talento mágico, y además era, con mucho, la persona menos bella de su familia.

Creo que voy a llorar… Después de todo, soy una chica… ¡Espera, no lo eres! replicó Herscherik para sí mismo mientras una expresión visiblemente triste aparecía en su rostro.

—Tessily, bájalo de una vez —interrumpió Mark al abatido Herscherik y a su hermano realmente preocupado.

Mark tenía el pelo y los ojos del color de los rubíes más pulidos, y cada año que pasaba sólo parecía añadir encanto y dignidad a su ya hermoso rostro. Tras la batalla con el imperio y la muerte de Barbosse, había estado ocupado no sólo con los asuntos relacionados con sus deberes reales y la Defensa Nacional, donde estaba destinado, sino también ayudando a su padre a reestructurar el gobierno. Sin embargo, en su rostro no se apreciaba ningún indicio de agotamiento.

Al oír la voz de su hermano mayor, Herscherik echó un vistazo a la sala y se dio cuenta de que todos los hermanos presentes en el castillo se habían reunido. Herscherik se sintió culpable por haber sido el último en llegar.

—Oh, lo siento, Hersche.

Tessily dejó a Herscherik en el suelo, y tras tomarse un momento para reajustarse, Herscherik volvió a saludar a su hermano.

—Bienvenido, Tessily. Siento llegar tarde —se disculpó Herscherik mientras bajaba la cabeza.

—Gracias, Hersche. Es bueno estar de vuelta. Ahora, entonces…

Con una sonrisa radiante, Tessily golpeó con su puño la parte superior de la cabeza de Herscherik. El sonido del impacto resonó en la habitación, y cada uno de los hermanos miró con una expresión de preocupación o con una mirada imperturbable, como si aquello fuera justo lo que se merecía.

—¡Ay! ¿Tessily? —Herscherik se frotó la cabeza mientras miraba a la persona responsable de su dolor de cabeza.

Al hacerlo, se encontró con que Tessily le miraba con una expresión de enfado totalmente distinta a su sonrisa habitual.

—Ese es tu castigo por hacer algo tan loco. Me alegro de que al final todo haya salido bien…

A continuación, Tessily volvió a suavizar rápidamente su expresión mientras ponía su mano sobre la de Herscherik, quien seguía frotando la parte superior de su cabeza.

—Me alegro mucho de que estés bien —dijo Tessily, sonando inmensamente aliviado.

Herscherik no pudo decir nada a cambio.

De pequeño, Herscherik había estado más cerca de Tessily que de cualquier otra persona, aparte de su padre. Aun así, eso se reducía principalmente a que Tessily enviaba gente a entregarle dulces a Herscherik de vez en cuando, y para cuando Herscherik se enteró de la verdad del país y se preocupó por sus propias investigaciones, Tessily ya se había ido a estudiar al extranjero. Así, al igual que con sus otros hermanos, nunca habían estado tan unidos.

De vez en cuando, Tessily regresaba del extranjero y entregaba dulces y recuerdos extranjeros, para partir inmediatamente hacia su siguiente país. Mientras estaba fuera, se acumulaban montañas de cartas de amor de princesas extranjeras e hijas de nobles, y el modo en que corría de un país a otro haciendo lo que le apetecía le había valido el apodo de ‘Príncipe Pródigo’.

Por supuesto, cuando se trata de hacer lo que a uno le plazca, Herscherik podría haber dado a Tessily una buena carrera por su dinero.

—Gracias… —dijo Herscherik, ligeramente avergonzado por la cálida mano de Tessily apoyada en su cabeza. 

Aparentemente satisfecho, Tessily agarró la mano de Herscherik y la acercó a él.

—Y así termina mi conferencia. Mira, Herscherik, te he comprado recuerdos.

Sobre la mesa del salón había dulces y otras chucherías que no se podían encontrar en Greysis. Los hermanos de Herscherik estaban sentados junto a la mesa, inspeccionando los artículos inusuales con gran interés.

Tessily le entregó a Herscherik una pluma estilográfica, un libro y unos caramelos de chocolate. La pluma estilográfica estaba tallada en madera, por lo que era más ligera que la que Herscherik utilizaba habitualmente. El libro era el siguiente volumen de una serie de novelas que Tessily le había traído anteriormente. La serie estaba siempre agotada y era imposible conseguirla en el país, y Herscherik ya había renunciado a leerla. El chocolate venía en trozos del tamaño de un bocado, que estaban bellamente dispuestos en una caja de aspecto caro. Cada trozo tenía una forma diferente y, por las diferencias de color y brillo, Herscherik dedujo que también debían tener un sabor diferente. El principito rompió a sonreír ante todos estos regalos tan atentos. Cada uno de ellos demostraba una gran comprensión de sus gustos.

En la mesa también había flores inusuales, un juego de mesa similar al ajedrez, galletas, té y mucho más.

—¿Cómo te fue, Tessily? —preguntó el segundo hijo, William, cuando Tessily terminó de repartir los recuerdos.

William tenía el mismo pelo rubio platino que su padre, y sus ojos azul oscuro estaban fijos en Tessily. Sus músculos faciales se ejercitaban poco fuera de los actos diplomáticos y, junto con sus ojos azules, a menudo podía parecer frío, pero eso no suponía un gran problema con su familia.

—Oh, eres tan impaciente, Will. Ese es mi recuerdo más importante, ¡así que pensaba entregarlo al final! —replicó Tessily, encogiéndose teatralmente de hombros. Sacó un fajo de cartas de su bolsillo interior y se las entregó a William.

—Aquí tienes: respuestas positivas de varios países vecinos. Pronto deberían llegar más.

—Te lo agradezco —respondió William, cogiendo las cartas y ojeándolas una a una. Luego se las entregó a Mark, quien también las ojeó.

—¿Qué son esas? —preguntó Herscherik, curioso.

Herscherik se dio cuenta de que había estado demasiado preocupado por desenterrar el pasado como para prestar atención a los acontecimientos actuales, y no es que no se haya involucrado nunca en la diplomacia, ya que ese era el trabajo del departamento de Relaciones Exteriores. Tanto el Segundo Príncipe, que trabajaba en Relaciones Exteriores, como el Primer Príncipe, que pertenecía a Defensa Nacional, eran jóvenes pero muy capacitados, y lo mismo ocurría con los funcionarios que no habían sido condenados y que, por tanto, permanecían en sus respectivos departamentos. No había ninguna razón para que Herscherik se inmiscuyera. Por supuesto, Herscherik seguía conociendo lo esencial de lo que ocurría.

—Son cartas de amor de princesas —dijo Tessily, con un guiño coqueto, demostrando así que una persona atractiva puede quedar bien haciendo algo que normalmente sólo sería vergonzoso.

—¿Qué? —replicó Herscherik, sorprendido, pues su escasa tolerancia al romanticismo volvía a asomar la cabeza.

Al ver la sonrisa de su hermano, Herscherik se dio cuenta de que Tessily le había tomado el pelo. Hizo un mohín a su hermano.

—Lo siento, lo siento —se disculpó Tessily, dando una palmadita en la cabeza a su enfurruñado hermanito—. Sólo estoy bromeando. Son respuestas de varios países a las invitaciones a la fiesta de la cosecha. Todas ellas favorables, por supuesto.

Ah, por eso el presupuesto de la fiesta de la cosecha era mayor de lo habitual este año, se dio cuenta Herscherik, recordando el proyecto de presupuesto que había encontrado -o más bien, que había visto en secreto- durante una de sus ya habituales revisiones del castillo.

La fiesta de la cosecha era uno de los principales acontecimientos otoñales en Greysis. En esta ocasión, la gente daba las gracias a la naturaleza y a la diosa de la cosecha, además de rezar por una cosecha abundante el próximo año. Sin embargo, la fiesta en sí no era tan solemne como parecía, ya que los habitantes del país la celebraban comiendo, bebiendo y bailando. Los festejos en la capital eran incluso más bulliciosos que en otros lugares. Además, este año se celebrarían al mismo tiempo los Juegos de Combate, así como una fiesta nocturna en la que participarían personalidades y diplomáticos de los países vecinos.

Era habitual que las naciones, que mantenían relaciones amistosas con Greysis, fueran invitadas a la fiesta de la cosecha, pero este año habían cursado invitaciones adicionales a muchos otros países cercanos que tenían menos comunicación con Greysis. Dado que William se había encargado del asunto y que nada del presupuesto había parecido mal a simple vista, Herscherik no había escatimado en pensar en el evento.

—Aunque Atrad hubiera sido demasiado esperar, también hemos recibido una respuesta favorable de Felvolk, además de los asistentes habituales —informó alegremente Tessily mientras retiraba su mano de la cabeza de Herscherik.

La mayor de los trillizos, la Primera Princesa de Greysis, Cecily, se prendió la pinza que le habían regalado en su pelo verde oscuro.

—No habría esperado menos de nuestro sociable e inteligente hermano menor. ¿A cuántas hijas nobles sedujiste esta vez?

El segundo mayor de los trillizos, el Tercer Príncipe Arya, levantó la vista de los libros de magia que estaba leyendo para corregir a su hermana.

—Ya no es el más joven, sabes. Y deja de hacer que suene como un playboy…

Arya tenía un aspecto casi idéntico al de Cecily, salvo que su cabello verde era largo y liso y le llegaba hasta la espalda.

—Pero Tessily es muy popular entre las chicas, ya sabes. Las señoras nobles me preguntan por él todo el tiempo.

—Bueno, eso también me pasa a mí… —Arya respondió con el ceño fruncido.

Entonces el tercero de los trillizos, el Cuarto Príncipe Reinette, se unió a los otros dos.

—Sí, Eutel tiene una sonrisa falsa que oculta cómo es en realidad, pero Tessily es realmente accesible y fácil de hablar. —Reinette elogió a Tessily mientras mordisqueaba una galleta.

Reinette tenía el pelo corto y verde amarillento, y poseía la misma cara y los mismos ojos marrón claro como el topacio que los otros dos trillizos. Si los trillizos llevaran pelucas a juego, a la mayoría de la gente le resultaría difícil distinguirlos.

—¿Has dicho algo, hermano querido? —preguntó Eutel a Reinette con una amplia sonrisa mientras jugueteaba con la muñeca de cristal que le había regalado Tessily.

Su pelo lavanda, ligeramente ondulado, le llegaba hasta los hombros, y sus profundos ojos azules indicaban que compartía madre con William. A diferencia de su aparentemente frío hermano, Eutel se mostraba delicado y amable. Su sonrisa parecía rebosar de afecto, pero sólo hizo que un escalofrío recorriera la columna vertebral de Reinette.

—¿Seguro que no has oído mal, mi querido Eutel? —dijo Reinette con voz asustada, pero rápidamente cedió a la presión—. Lo siento…

A cualquier otra persona le habría parecido una conversación hostil, pero los hermanos estaban acostumbrados a las bromas de Reinette y a las amenazas sonrientes de Eutel. Los trillizos y Eutel tenían una edad cercana, se llevaban bien y podían hablar libremente entre ellos. Para ellos, este tipo de bromas era algo cotidiano.

—¿Cómo es que invitas a todos esos otros países a la fiesta de la cosecha? —preguntó Herscherik.

—Sabes en qué situación se encuentra Greysis ahora mismo, ¿verdad? —William respondió secamente.

Herscherik reflexionó un momento antes de llegar a una conclusión.

—Oh… Sí, ya veo.

Habían pasado tres meses desde que Barbosse, quien había estado controlando secretamente el reino desde las sombras, había fallecido. Ahora, el rey había recuperado el control del país y estaba llevando a cabo amplias reformas del gobierno, que antes era incluso nefasto. Aunque habían derrotado al cabecilla, al contrario que en la ficción, eso estaba aún lejos del final de sus problemas. El país seguía en un estado inestable. Para otras naciones, esto representaba una oportunidad perfecta.

—Es para disuadir a esos otros países.

—Sí, exactamente —asintió William a su astuto joven hermano—. Y gracias a los últimos acontecimientos, también tenemos el presupuesto para ello.

Al haber confiscado los fondos que la facción de Barbosse había malversado, la tesorería estaba actualmente más llena que de costumbre. Por supuesto, el dinero recaudado se destinaba en su mayor parte a financiar los proyectos de los que se había malversado originalmente, pero incluso después de eso aún les quedaban fondos suficientes para montar un espectáculo.

—Invitaremos a las figuras clave de varios países, haremos ver lo firmes que somos y les disuadiremos de hacer un movimiento contra nosotros. Así ganaremos el tiempo necesario para que Greysis se recupere —dijo Mark, dando un sorbo a su té mientras repasaba las cartas. Parecía disfrutar de la fragancia del té, que también era un regalo de Tessily.

Tras la muerte del ministro, todos los nobles y funcionarios corruptos habían recibido el castigo adecuado, y ahora empezaba a imponerse la idea de que la corrupción nunca quedaría impune. Como resultado, nadie quería intentar nada. Esto era un avance muy bueno, pero la familia real -incluido Herscherik- no creía que esto fuera a durar siempre. Después de todo, ‘Peligro pasado, Dios olvidado’, como dice el refrán, es muchas veces más fácil caer en la tentación que mantenerse a raya.

Por ello, era aún más importante que encontraran el tiempo para rehacer completamente el país desde los cimientos. Mientras lo hacían, era vital evitar que otros países intentaran aprovecharse de su estado de debilidad. Por ello, las demostraciones de fuerza militar corren el riesgo de tensar las relaciones existentes. En su lugar, utilizarían la fiesta de la cosecha y los Juegos de Combate para dar a los demás países la impresión de ser una nación estable de la que no podían aprovecharse.

Afortunadamente, la mayor amenaza -el Imperio Atrad- ya había acordado un pacto de no agresión de cinco años como resultado de la reciente batalla, y el noble que había servido como comandante supremo de las fuerzas imperiales parecía estar haciendo un buen trabajo en casa estableciendo relaciones diplomáticas entre los dos países. Era, como mínimo, poco probable que intenten algo antes de que finalizara el acuerdo.

Por cierto, Herscherik había visto una vez a su segundo hermano mayor con una sonrisa tan agradable que dudaba de sus propios ojos durante una reunión diplomática. Incluso se pellizcó las mejillas para asegurarse de que no estaba soñando en pleno día con los ojos abiertos.

—Por supuesto, no hay garantía de que todo salga como se espera, pero es mejor que no intentarlo —explicó Mark.

—¿Pero no podría ser peligroso? —preguntó Herscherik.

Si algún país enviara un espía o un asesino con sus emisarios, podría suponer una amenaza para la familia real. La mera idea aterrorizaba a Herscherik.

—Bueno, me temo que no puedo asegurar que no sea así. Pero dudo que tomarse la molestia de matarnos valga la pena la inversión.

El actual rey fue bendecido con hijos brillantes. Incluso si algo le sucedía a Mark, William ocuparía su lugar, y además tenía muchos hermanos competentes. A Mark no le preocupaba esa parte. El tipo de lucha por el trono del que se oye hablar en otros países no estallaría en Greysis. Irónicamente, la presencia del ministro pudo haber sido lo que unió a los hermanos reales.

—Aunque —continuó Mark—, si hay alguien en peligro aquí, eres tú, Hersche.

Una expresión de desconcierto apareció en el rostro de Herscherik mientras se señalaba a sí mismo.

—¿Yo?

—Escucha, la gente de ahí fuera te llama el Príncipe de la Luz o el Héroe de la Luz o lo que sea, y te has dado a conocer tanto en Greysis como en el extranjero. Si te ocurriera algo, los ciudadanos se pondrían nerviosos, lo que sin duda afectaría negativamente al país. Así que hagas lo que hagas, no salgas a pasear solo durante el festival de la cosecha.

Herscherik desvió un poco la mirada mientras asentía. Todos sus hermanos le lanzaron miradas de sospecha.

—Además, Hersche, voy a tomar prestado tu caballero para el partido de exhibición en los Juegos de Combate. Si es posible, me gustaría tomar prestado a tu Hechicero también —dijo William mientras terminaba de leer las cartas de Tessily.

—¿Para qué los necesitas?

—Ambos se han hecho un nombre después de la batalla con el imperio. Odio hacer desfilar a tus hombres así, pero tenemos que hacer lo que podamos —William parecía que fruncía el ceño de rabia mientras hablaba, pero en realidad se estaba disculpando. Debió percibir que a Herscherik no le gustaba que sus hombres fueran utilizados así.

Probablemente a Oran le parezca bien, pero apuesto a que a Shiro no le hará mucha gracia… pensó Herscherik mientras accedía con la condición de que ellos mismos dijeran que sí.

—Pero la verdadera cuestión es contra quién enfrentar a Octa —dijo Mark mientras se devanaba los sesos.

Oran tenía tanto la fama como la habilidad para estar a la altura, como había demostrado en la reciente batalla. Además, también era el vencedor de los Juegos de Combate del año pasado, donde había ganado sin apenas sudar. Era difícil saber cuánta gente había en la capital que no se sintiera intimidada por él, pero que también fuera lo suficientemente hábil como para que mereciera la pena exhibirse.

—Mark, ¿qué te parece el general Blaydes? Su destreza en el combate es evidente, y su impresionante actuación en la batalla contra el imperio lo ha hecho muy conocido. Por no hablar de que serviría de gran lección para esos incompetentes que están acostumbrados a un trato de favor sólo por su estatus social —sugirió Eutel, sonriendo mientras insultaba despreocupadamente a toda una categoría de personas.

El general Blaydes -Heath Blaydes- era un plebeyo y un mercenario convertido en general, lo cual era algo poco común en Greysis. También conocido como el ‘General Invicto’, había demostrado su excelente habilidad como comandante durante la reciente batalla. Incluso en un reino que valoraba tanto el rango social y en el que alguien como él apenas llegaba a ser caballero, y mucho menos general, no faltaban nobles que le envidiaran.

De hecho, habría sido una buena elección para mostrar a quienes, hasta ahora habían confiado en su linaje y su estatus, que las cosas iban a cambiar, aunque el propio Heath habría despreciado la sugerencia. Sin embargo, William rechazó la idea de Eutel.

—No, el general Blaydes está trabajando en estos momentos para garantizar la seguridad de las carreteras fuera de la capital, ya que ha habido más avistamientos de monstruos últimamente. Ya está bastante ocupado, y no podemos celebrar un encuentro sin tomarnos el tiempo de prepararnos primero.

Los monstruos tienden a ser más activos durante el otoño. Cualquier año normal, el Estado habría enviado una solicitud al gremio de mercenarios y habría enviado caballeros para que se ocuparan de los monstruos durante el verano. Este verano, sin embargo, la Defensa Nacional había estado demasiado ocupada con la reestructuración del gobierno como para ocuparse del problema. Como resultado, los monstruos habían empezado a aparecer incluso en las carreteras principales. Cómo sería malo que una figura clave de otro país fuera víctima de un ataque de monstruos, el general Blaydes había sido puesto a cargo de lidiar con ellos.

—Bien, ¿qué hay de los caballeros de la casa Aldis? Los hermanos de ahí son todos hábiles con la espada, ¿no? —sugirió Reinette a continuación. Esta propuesta también fue rechazada por William.

—Prefiero evitar a los parientes si puedo. Además, no queremos que la gente se haga a la idea de que estamos dando un trato preferencial a la casa Aldis.

—No puedo imaginar que eso moleste mucho a la familia Aldis… —dijo Cecily, a lo que Herscherik asintió.

El propio Herscherik se había reunido varias veces con la familia de Oran, y todos eran extraordinariamente musculosos, o mejor dicho, una familia muy agradable. Se preocupaban más por su posición como caballeros que protegían su país que por su condición de nobles, y se sentían muy orgullosos de su servicio.

—Supongo que el ‘General Ardiente’ también está fuera, aunque es muy conocido —Arya mencionó el apodo del general más famoso del país, ante lo cual Mark, William y Herscherik asintieron al unísono, no por su habilidad o fama, sino por la preocupación de que él, como el mayor cerebro muscular de toda la familia, arruinara por sí solo la competición. Había un riesgo no trivial de que se presentara sólo porque le parecía divertido, para luego ir a por todas sin importarle el público o las circunstancias políticas.

—¡Oh, Mark! —Tessily levantó la mano—. ¿Qué tal si mi caballero lucha contra el de Hersche, en ese caso?

—¿Tienes un caballero? —preguntó Herscherik, confundido. Sólo recordaba que su hermano tenía un mayordomo de servicio, un hombre que conocía desde la infancia.

—Mi caballero es originario de la Tierra del Sol —explicó Tessily—. Al parecer, era un ‘samurái’ -así es como llamaríamos a un caballero o a un guerrero-. Lo encontré vagando por el continente y lo convertí en mi caballero de servicio.

La Tierra del Sol era un país insular situado más allá del mar, en el extremo oriental de Greysis. Su gobernante era conocida como la Princesa Divina y la nación estaba gobernada por los doce linajes nobles que la servían. Herscherik sólo lo conocía por los textos, pero un país insular con cultura y costumbres propias le recordaba al Japón histórico.

El país era mayoritariamente aislacionista, a excepción de Greysis, con el que había establecido relaciones. La Quinta Reina de Soleil era hija de uno de los doce linajes que gobernaban la Tierra del Sol. En estos momentos estaba atendiendo a su hija, la Segunda Princesa, quien estaba recibiendo tratamiento fuera de la capital.

Mientras Herscherik repasaba lo que sabía, Tessily le lanzó una sonrisa.

—Es bastante bueno, sabes. Incluso podría ganar contra ese Caballero del Crepúsculo tuyo.

—No me importa especialmente quién gane, pero te diré que Oran es muy fuerte —respondió Herscherik con un ligero mohín. Se produjo un concurso de miradas silencioso entre los dos.

Mientras observaba a sus dos hermanos menores, Mark dejó escapar un pequeño suspiro y dio una palmada para señalar el fin de la reunión.

—Es hora de que empecemos a hacer las maletas. Will, anota las cifras clave de las cartas de Tessily, ajusta el horario según sea necesario y repasa los planes para recibir a los invitados.

—Entendido —respondió William, a lo que Mark se levantó de su asiento.

Cada uno de los hermanos se marchó a su habitación, y Herscherik también se levantó y empezó a caminar hacia su cuarto.

—Oh, Hersche…

—¿Sí?

Herscherik se dio la vuelta para encontrar al más joven de sus hermanos mayores, su sonrisa burlona sustituida por una expresión seria.

—Ten cuidado con las dos personas que has traído hoy.

—¿Tessily?

Herscherik observó el rostro de su hermano, incapaz de comprender el significado de lo que había dicho. ¿Cómo sabía de ellos? ¿Por qué Herscherik tenía que tener cuidado con ellos?

Sin embargo, Tessily se limitó a sonreír y guardar silencio. Estaba claro que no tenía intención de aclarar nada más, y Herscherik no poseía los medios para obligarle a responder.

♦ ♦ ♦

Sobre la cama de un amplio dormitorio, Kurenai daba vueltas en la cama. Al oír el crujido de las sábanas, Ao, quien estaba sentado de espaldas a la cama, le habló.

—Relájate ya.

—Hace tanto tiempo que no duermo en una cama. No puedo dormir.

La cama no era lo único de lo que había prescindido: lo mismo ocurría con la comida caliente y el baño. Hasta hacía unas horas, se habían pasado todos los días durmiendo a la intemperie, sin comida suficiente para llenar el estómago, y había hecho demasiado frío para bañarse. Con un cambio tan drástico en su estilo de vida, habría sido más sorprendente que hubiera podido dormir con facilidad.

Al menos, así fue como trató de justificarlo. Pero tras haber pasado una década junto a ella, Ao no se dejó engañar.

—¿Estás preocupada? —preguntó con su habitual tono cortante, tan escueto que uno podría ni siquiera entender qué o quién la preocuparía.

Sin embargo, Kurenai llevaba el mismo tiempo con él y entendía a qué se refería.

—Es un chico extraño, ¿no?

Kurenai pensó en cómo le habían mostrado el lugar donde se iban a alojar. Primero, Herscherik les había llevado a su propia habitación. Para sorpresa de Kurenai, ni siquiera intentó inspeccionar sus pertenencias. A continuación, les recibió un mayordomo enfurecido, prácticamente todo negro, salvo sus ojos rojos. Tras escuchar que había sido convocado por sus hermanos, Herscherik había lanzado una mirada a la pareja antes de soltar un suspiro sin siquiera intentar ocultarlo.

—¿En qué problema te has metido esta vez?

—No es así…

El mayordomo había hablado de una manera inconcebible para un sirviente, pero su amo se había limitado a encogerse de hombros. Herscherik había presentado al mayordomo como Kuro, y a la pareja como Kurenai y Ao. Kuro había vuelto los ojos hacia la pareja antes de fijar su mirada en Ao, con un pequeño ceño fruncido en su rostro.

—Un hombre bestia, eh…

Incluso cubierto con un abrigo, era imposible ocultar la joroba antinatural de su espalda. La expresión del mayordomo indicaba que ahora estaba totalmente convencido de que eso significaba problemas.

El mayordomo soltó entonces un suspiro muy, muy profundo.

—Kuro, ¿te importaría encontrarles dos habitaciones por ahora?

En las dependencias exteriores había habitaciones para los hombres de servicio de la realeza, y muchas de ellas estaban vacías. Herscherik pensó que podían dejar que el dúo viviera ahí por el momento.

—Muy bien.

Kuro debió pensar lo mismo. Estaba a punto de salir de la habitación cuando Ao lo detuvo.

—Una es suficiente. No necesito la mía.

—Ao, tenemos habitaciones de sobra. No tienes que preocuparte —respondió Herscherik, pero Ao negó con la cabeza.

—Está bien.

—Muy bien —se rindió Herscherik ante la insistencia de Ao—. Kuro, ya le has oído. Ah, y tráeles también algo de comida. Y podrías ocuparte de cualquier cosa que necesiten para que lo pasen bien-

—Sí, lo sé. Puedes dejarme todo eso a mí. Sólo date prisa en ir al salón ya.

Kuro lanzó una mirada de confianza a su preocupado maestro mientras salía de la habitación.

—Muy bien, sólo estaré fuera un rato. Si necesitan algo, díganselo a Kuro o a Oran, ¿vale?

—Su Alteza, ¿por qué hace tanto por nosotros? —preguntó Kurenai cuando Herscherik se vistió por fin adecuadamente y se dispuso a marcharse.

—¿Eh? —Herscherik se detuvo y se dio la vuelta.

—No te hemos dicho nada sobre nosotros, ¿qué beneficio obtienes? En todo caso, somos un peligro.

—Kurenai, eres una persona honesta, ¿no?

—¿Perdón? —Kurenai lanzó a Herscherik una mirada desconcertada, incapaz de entender qué había en ella de honesto.

—Quiero decir, dijiste que no podías hablar de ti incluso sin que yo te lo pidiera, y todavía no me has mentido. Y ahora te sientes culpable, ¿no? Una persona deshonesta no pensaría así —explicó Herscherik—. Tú y Ao siempre se han visto obligados a tomar decisiones calculadas en el pasado, ¿no es así?

Kurenai no se movió, pero jadeó en silencio como respuesta. El príncipe que tenía delante estaba observando a la gente mucho más de cerca de lo que ella hubiera pensado.

Herscherik no esperó a que Kurenai respondiera.

—No creo que sea malo tener cuidado. Es una herramienta necesaria para sobrevivir —dijo con una sonrisa—. No es que lo haga sólo por tu bien. Lo hago porque quiero. Así que adelante, aprovéchate de mí.

—Pero… —Kurenai dijo con ansiedad.

Donde ella había vivido, cualquier acto de amabilidad había sido un movimiento calculado. Por eso, la amabilidad de Herscherik la ponía nerviosa, y su incapacidad para saber lo que pensaba no hacía más que aumentar su ansiedad.

De repente, los hombres al servicio de Herscherik intervinieron para dar su consejo a Kurenai.

—Deja de discutir.

—No vas a creer lo terco que es Hersche. Una vez que se decide por algo, no hay forma de cambiarlo.

El hechicero y el caballero de Herscherik, a quienes éste había presentado como Shiro y Oran, hablaron con resignación antes de que Kurenai tuviera la oportunidad de replicar.

—Nuestro maestro es demasiado tonto y blando para que lo entienda alguien que sólo piensa en términos de ventajas y desventajas —dijo Oran.

—Eso es… un cumplido, ¿no? —Herscherik contestó con un tono abatido.

—Bueno, teniendo en cuenta que los tres siempre estamos de acuerdo con lo que quieres, debemos ser bastantes blandos de corazón.

Herscherik observó cómo sus hombres a su servicio se encogían de hombros y comenzaron a reírse, saludando con la mano mientras salía de la habitación.

Kurenai nunca había conocido a alguien como Herscherik. Por eso le costaba tomar una decisión cuando se trataba de él.

—¿Qué te parece?

—Él… no me pareció una mala persona —respondió Ao con sinceridad.

Para Ao, todos menos Kurenai eran sus enemigos. Eso es lo que siempre había pensado. Pero la gente que había conocido en este país le había mirado de una manera que no parecía ni hostil ni despectiva. Esto le había dejado bastante desconcertado.

—Ya veo…

—Es tarde. Vete a dormir —le dijo Ao a Kurenai mientras se hundía en el laberinto de sus propios pensamientos.

Kurenai pareció dudar al principio, pero finalmente aceptó.

—¿Podrías agarrar mi mano? —Kurenai habló con una voz inusualmente débil. Inicialmente sorprendida, Ao se levantó y se sentó en la cama, tomando la mano de Kurenai.

Su mano era áspera para ser de una mujer. Eso decía mucho de la clase de vida que había llevado esta antigua noble. Ao rodeó sus manos con las de ella.

—Si lo deseas —susurró Ao, mientras Kurenai sonreía.

—Gracias…

Kurenai pronunció su verdadero nombre con una voz tan tranquila que sólo los dos pudieron oírlo.

Al caer en el sueño, no oyó el fuego furioso que normalmente la atormentaba. En cambio, sintió que el príncipe la llamaba por su nuevo nombre con una voz suave.


Shisai
Estamos conociendo un poco más de Tessily, el príncipe más cercano a la edad de Hersche. Espero que Oran le gane al samurai.

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