Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 5: Ryoko, Kurenai y Ao

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Los habitantes de la ciudad del castillo estaban ocupados preparando la fiesta de la cosecha que se celebraría dentro de unos días. 

Herscherik caminaba por la bulliciosa calle principal vestido con su habitual poncho verde y azul con bordados dorados. Mientras caminaba y saludaba de vez en cuando a la gente que le rodeaba, miraba al cielo.

—Hoy hace un tiempo estupendo… Espero que sea igual de soleado durante el festival.

En lo alto había un cielo otoñal claro y azul. Sería terrible que lloviera durante el festival, pensó Herscherik; eso arruinaría el día para los habitantes del pueblo.

—No creo que tengas que preocuparte por eso.

Fue Kurenai quien habló, mostrando a Herscherik una suave sonrisa. Su cabello carmesí, que recordaba a las hojas de otoño, estaba suelto hacia atrás. Habían pasado diez días desde que Herscherik la había invitado a quedarse en el castillo, y parecía mucho más sana que cuando se conocieron.

Herscherik devolvió la afirmación de Kurenai, quien sonaba segura, con una mirada confusa.

—Los festivales suelen planificarse teniendo en cuenta el tiempo de los años anteriores. Por supuesto, no podemos saberlo con seguridad —explicó Kurenai.

—Seguro que sabes mucho, Kurenai —dijo Herscherik, impresionado. Su humor era ligero mientras caminaba.

Ella siguió detrás del príncipe con una sonrisa, aunque todavía con una pizca de desconcierto en su rostro.

—Gracias por el cumplido. Pero… ¿Está usted seguro de esto, Su Alteza?

—¿Eh? —Herscherik miró a Kurenai detrás de él.

—Bueno, ¿realmente deberías salir solo así?

—No estoy solo. Estás aquí, ¿no? —Herscherik respondió con naturalidad.

Kurenai intentó explicar que no era eso lo que quería decir, pero al ver la expresión de Herscherik se dio cuenta de que lo había entendido, pero esquivó intencionadamente la pregunta.

Herscherik le sonrió mientras seguía hablando.

—No te preocupes, ¡estará bien! Además, la salida de hoy es también mi forma de agradecerte, Kurenai.

Una semana antes, les había informado a Kurenai y Ao de que sus perspectivas de escapar parecían brillantes, aunque omitió la parte relativa al acuerdo secreto sobre los hombres bestia en Greysis. Sin nada que hacer hasta el final del festival de la cosecha, Kurenai y Ao habían pasado todo su tiempo en el castillo. Habían acordado llevar a uno de los hombres al servicio de Herscherik siempre que necesitaran ir a otro lugar que no fuera su propia habitación en las dependencias exteriores y los aposentos de Herscherik. El propio Herscherik había vuelto a sus tareas habituales: sus estudios, su formación y, por supuesto, la lucha constante contra la montaña de papeleo que tenía sobre su mesa.

—Su Alteza, ¿qué está haciendo? —preguntó una confundida Kurenai cuando visitó el estudio de Herscherik para cambiar un libro que había tomado prestado por otro nuevo.

Su confusión era natural, ya que estaba viendo a un niño, que aún no estaba en edad escolar, lidiando con una carga de trabajo que podría avergonzar a la mayoría de los adultos. Con el libro que había venido a devolver en una mano, miró a Herscherik no con su habitual expresión plácida, sino con los ojos entornados y ligeramente abiertos por la sorpresa. Herscherik le dedicó una vaga sonrisa.

—Oh, Kurenai. Bueno, es… trabajo, supongo.

—Perdóneme, ha sido una pregunta impertinente. Siento haberle molestado.

Al ver al habitualmente enérgico Herscherik tan dubitativo, Kurenai dedujo que era algo de lo que no podía hablar; devolvió rápidamente el libro e intentó marcharse, pero Herscherik le hizo un gesto para que esperara.

—No, no es que no pueda decírtelo, es que es un poco embarazoso —explicó Herscherik, haciendo una ligera mueca de dolor.

Luego explicó lo esencial de lo que había sucedido, suspirando mientras hurgaba en un montón de documentos.

—Y es por eso que estoy revisando el viejo papeleo ahora.

Como otros países ya se habían enterado de lo que había ocurrido en Greysis, no había necesidad de ocultar nada.

Alcanzó a tomar un documento, pero con su atención fija en Kurenai, derribó accidentalmente una de las pilas, derramando todo en el suelo.

—Oh, ahora lo he hecho…

Herscherik agachó la cabeza y se levantó del sofá para recoger los documentos dispersos.

—Justo cuando me había tomado la molestia de ordenarlos cronológicamente… Ahora es todo un lío… —se quejó, al borde de las lágrimas.

Kurenai recogió un documento que estaba a sus pies. Estaba muy anotado con tinta de color. Instintivamente pasó los ojos por encima del documento antes de apartar la mirada, pero tras un momento de duda se lo devolvió a Herscherik.

—Siento leer esto, pero… ¿No te parece extraña esta parte?

—¿Eh?

El documento que Kurenai le había entregado procedía del montón de papeles que Herscherik ya había revisado y al que no había encontrado ningún problema. Herscherik siempre repasaba los documentos tres veces, una costumbre que arrastraba de su vida anterior. Si el tiempo se lo permitía, volvía a repasarlos más tarde, ya que un descanso solía facilitar la detección de errores que, de otro modo, podrían pasarse por alto.

Kurenai le había entregado un documento que contenía la solicitud de financiación de un determinado señor. La portada mostraba un resumen pormenorizado de todas esas peticiones.

—Parece que el contenido de estas dos solicitudes se solapa.

Herscherik miró las partes que Kurenai le indicaba. Eran solicitudes de fondos para construir un nuevo puente; sin embargo, sólo unos meses después el señor había solicitado fondos para el mismo lugar, y también había pedido bastante más.

Herscherik sólo había examinado cada solicitud de forma aislada y había llegado a la conclusión de que parecían legítimas, pero, tal y como había señalado Kurenai, resultaba ciertamente extraño que se hubieran aprobado varias solicitudes de financiación para el mismo proyecto en tan poco tiempo. Además, el formato de los documentos no estaba estandarizado, y los listados presupuestarios se extendían a lo largo de varias páginas, lo que hacía difícil advertir que se referían al mismo proyecto.

Tras dirigirse al departamento correspondiente para exponerle el problema, Herscherik fue informado de que el puente se había salido del presupuesto y que la segunda solicitud había sido una petición de fondos adicionales. La cantidad solicitada incluía el presupuesto original, por lo que el total había aumentado. Herscherik también lo comprobó con la tesorería, confirmando que no habían asignado los mismos fondos dos veces, y respiró aliviado.

Realmente necesitamos estandarizar el formato…

Como cada departamento utilizaba su propio formato, podría ser difícil entender un documento, aunque no tuviera nada de malo. Eso hacía que revisarlos llevará mucho más tiempo del necesario. Si lo estandarizaron todos, todo iría mucho más rápido y sería más fácil de gestionar en el futuro. Como Ryoko, había ordenado a sus subordinados que formatearan los documentos de manera que hasta un mono pudiera entenderlos. Por supuesto, eso era sólo una forma de hablar, ya que los monos no saben leer, pero si te propones que tu documentación sea tan fácil de entender, todo será mucho más eficiente.

Supongo que debería comentarle la idea a papá otro día. Lo que no haría por un ordenador…

—Gracias por la ayuda, Kurenai —dijo finalmente Herscherik, dejando de lado su malestar interno. Ella se había quedado con él durante toda la investigación.

Kurenai le devolvió una vaga sonrisa mientras negaba con la cabeza.

—No, no, lo siento por hablar fuera de lugar.

—¿De qué estás hablando? Me has ayudado mucho —Herscherik rechazó de plano la humildad de Kurenai—. Kuro siempre está ocupado investigando, y Oran y Shiro no son muy buenos con este tipo de trabajo…

Kuro era el único de sus hombres que tenía alguna habilidad para este tipo de cosas. Siempre encontraba a Herscherik exactamente el tipo de documentos que buscaba sin que su amo tuviera que darle siquiera instrucciones detalladas. Sin embargo, como también tenía sus obligaciones como mayordomo a su servicio, a menudo Herscherik tenía que buscar por su cuenta los resultados de la investigación de Kuro.

No es que Oran y Shiro fueran completamente incapaces de realizar trabajos de oficina, pero simplemente no eran tan hábiles como Herscherik y Kuro. Además, en ese momento estaban ocupados con otros preparativos para la próxima fiesta de la cosecha. Por lo tanto, Herscherik se encontró solo frente a los montones de papeles en su estudio.

Realmente podría usar más gente… Pero al mismo tiempo, no puedo robar ningún funcionario para esto… ¡Oh! Herscherik se dio cuenta de repente. Había alguien justo delante de él que sobresalía en la burocracia y actualmente no tenía nada que hacer.

—Kurenai… Siento mucho pedirte esto, pero ¿te importaría ayudarme con esto mientras estás aquí? Incluso te pagaré —suplicó Herscherik.

El trabajo de Herscherik tenía un límite, y algunos errores eran inevitables. Aunque su padre y sus hermanos mayores también revisaban los documentos y sus informes, él quería que su trabajo fuera lo más perfecto posible. Herscherik siempre había sido un perfeccionista, incluso en su vida anterior.

Kurenai también estaba huyendo, por lo que era poco probable que filtrara información. Mientras Herscherik sólo le diera documentos más antiguos o menos importantes, la seguridad no sería un problema. Por no hablar de que necesitaría dinero al salir del país.

Tras un momento de duda, Kurenai aceptó la oferta. Ao, quien no tenía otra cosa que hacer que sentarse en su habitación, se unió también a ellos. Durante un rato, el estudio de Herscherik se llenó con el crujido del papel, el rasguño de las plumas estilográficas y las charlas ocasionales.

Kurenai era tan talentosa como Herscherik había pensado, si no más. Era rápida, increíblemente eficiente y precisa. Las montañas de papeleo se redujeron más rápido de lo esperado, y por fin el final estaba a la vista.

Fue entonces cuando Herscherik decidió llevar a Kurenai a dar un paseo por la bulliciosa ciudad como muestra de agradecimiento por su ayuda, aunque también le sirvió para cambiar de aires.

—¿Sabías que noté que has hecho trabajos de oficina en el pasado? —preguntó Herscherik a Kurenai mientras observaba a la gente del pueblo preparándose para la fiesta.

Los hombros de Kurenai se crisparon en respuesta, pero como Herscherik iba delante de ella, no se dio cuenta.

—¿Tú… lo sabías? ¿Qué te hizo pensar eso? —preguntó Kurenai, con un tono ligeramente sospechoso.

—Cuando estreché tu mano por primera vez, noté tu callo de escritor.

Sorprendida, Kurenai se miró las manos, en concreto el dedo corazón de su mano dominante. Tal y como había dicho el príncipe, tenía una prominente y dura protuberancia debido a los muchos años de uso de la pluma.

—Habría que escribir mucho para tener un callo así. Además, sólo alguien que haya hecho mucho trabajo burocrático se daría cuenta de un error como ese —continuó Herscherik.

Era una habilidad que venía con la experiencia. La vida anterior de Herscherik le había enseñado a echar un vistazo a un documento y a intuir si había o no un error en él. Sin embargo, no era más que una corazonada, y a veces podía estar equivocada.

Kurenai guardó silencio al escuchar la respuesta de Herscherik. El príncipe continuó, sonando un poco arrepentido.

—Es una pena que Ao no haya podido unirse a nosotros…

Los pensamientos de Herscherik se dirigieron al alto hombre bestia que habían dejado atrás en el castillo. A pesar de lo mucho que le había ayudado Ao, no había forma de que acompañara a Herscherik al exterior.

Le compraré algo con mi paga, se prometió Herscherik.

La asignación en cuestión era algo que sus dos hermanos mayores habían dado a su trabajador hermano menor. No era mucho más de lo que podía esperar un niño plebeyo, pero como príncipe, la mayor parte de sus gastos se pagaban con el dinero de los impuestos, por lo que podía permitirse utilizar el dinero a su antojo.

Al principio había rechazado a sus hermanos, pero éstos se habían sentido culpables por dejar que Herscherik trabajara tan duro sin una recompensa, aunque lo más importante era que estaban fuera de sí por el deseo de mimar un poco a su adorable hermano menor. Después de muchas idas y venidas, finalmente lograron convencerlo de que aceptara. Sin embargo, como a Herscherik le llovían los pequeños regalos cada vez que salía a pasear por la ciudad, nunca tuvo la oportunidad de gastarlo. Ahora, por fin, había llegado el momento.

—Su Alteza, ¿de qué suele hablar con él?

Cuando Ao llegó por primera vez al castillo, siempre había estado en guardia, sin separarse de Kurenai ni un momento. Con el tiempo, sin embargo, se encontró desconcertado por la amabilidad del príncipe y sus hombres; después de ver al príncipe lidiando desesperadamente con su trabajo, la mayor parte de su recelo había desaparecido finalmente.

Kurenai había notado entonces que Ao y Herscherik se marchaban solos en varias ocasiones. Mientras estaban fuera, Kuro y Oran se quedaban con Kurenai como guardaespaldas -o quizás simplemente como guardianes-. Cada vez que Ao regresaba, ella le preguntaba qué habían hecho, pero el taciturno Ao nunca explicaba exactamente de qué habían hablado, limitándose a responder secamente: —Hemos hablado.

—Sobre todo, cosas sobre los hombres bestia, supongo. Me ha contado muchas cosas interesantes y valiosas sobre ellos —respondió Herscherik con expresión de satisfacción.

Herscherik sabía que Ao debía estar incómodo encerrado en un castillo sofocante y quería sacarlo al exterior. No podía llevarlo a la ciudad, así que había optado por llevarlo a los bosques que se extendían al norte del castillo. Como sólo el rey y los que tenían permiso del rey podían poner los pies ahí, Ao podría desplegar sus alas tanto como quisiera.

Sin embargo, ese era sólo el pretexto de Herscherik. En realidad, sólo quería ver a Ao mientras volaba.

Así, con segundas intenciones, había llevado a Ao a su colina favorita, con una hermosa vista de la ciudad y el castillo. Pero, aunque Ao se quitaba el abrigo que ocultaba sus alas, cuyas plumas eran del mismo color azul intenso que su pelo, lo único que hacía era moverlas. Nunca hizo ningún intento de abandonar el suelo.

—Ao, ¿no estás volando? Puedes volar todo lo que quieras aquí.

De hecho, quiero verte volar, había pensado Herscherik, mirando a Ao con ojos expectantes.

Ao sólo frunció el ceño por un momento, tras lo cual giró la cabeza como si quisiera escapar de la mirada de Herscherik.

—Me he hecho daño en las alas. Ya no puedo volar —murmuró Ao en voz baja y tranquila, exponiendo sólo los hechos y nada más. Hablaba de forma monótona y era difícil detectar alguna emoción en su voz.

Al oír esto, el rostro de Herscherik se torció en un ceño desesperado, y se inclinó para disculparse.

—¡Lo siento mucho!

Herscherik había pensado que, dado que Ao era un hombre pájaro con alas, volar debía formar parte de su naturaleza, y además debía ser asfixiante que le impidieran hacerlo. Por eso había traído a Ao aquí, donde podría volar a sus anchas, pero su plan le había salido mal. Herscherik sólo había acabado obligando a Ao a explicar que no podía volar, por mucho que lo deseara. Imaginando cómo se debía sentir Ao, lo único que había podido hacer Herscherik era disculparse.

Al ver al príncipe, Ao se puso nervioso, aunque apenas lo notó en su rostro. Un miembro de la familia real había bajado la cabeza sin ningún tipo de reparo; habría sido imposible no sorprenderse.

—No te disculpes —se obligó a decir Ao tras una breve pausa, ante la cual Herscherik levantó lentamente la vista. Ambos volvieron entonces sus miradas y observaron juntos el paisaje en silencio.

El primero en romper el silencio fue Herscherik.

—Ao, si no te importa, ¿podrías hablarme de los hombres bestia y de ti mismo, en la medida en que puedas?

—¿Por qué?

Herscherik miró directamente a los ojos de Ao mientras respondía.

—Quiero saberlo.

Hasta ahora había estado totalmente preocupado por su propio país. Sin embargo, con la desaparición del mal que infestaba el país, éste avanzaba en una dirección positiva, aunque todavía con pies de plomo. El padre y los hermanos de Herscherik eran todos excelentes estadistas, y él no lo pensaba sólo porque fueran parientes.

Herscherik había empezado entonces a reflexionar sobre lo que podía hacer ahora, y si había algo más que pudiera hacer por su país o su familia. Pero finalmente, había llegado a la conclusión de que el objetivo de acabar con el ministro era lo que le había impulsado todo este tiempo. Había logrado su objetivo, pero al mismo tiempo había perdido su propósito.

Tenía cosas que hacer: quería mejorar el país. Pero ese objetivo era demasiado abstracto para él. Pero entonces el príncipe se dio cuenta de que sólo conocía una parte muy pequeña del mundo. Si había algo que no sabía, siempre podía aprenderlo.

—¿Cómo es fuera de Greysis? ¿Qué tamaño tiene el mundo? ¿Qué tipo de gente vive ahí? Yo también quiero conocer la vida fuera de mi país —explicó Herscherik a Ao.

Por supuesto, Herscherik leía libros. Pero los libros no eran suficientes para entender realmente el mundo. Se había reencarnado, se le había dado una rara oportunidad de tener una segunda vida, y tenía que aprovecharla al máximo. Como persona curiosa por naturaleza, había muchas cosas que quería aprender. Al adquirir conocimientos, podría entender qué camino debía tomar, lo que a su vez le llevaría a proteger a su familia y al propio país.

—Por favor, Ao.

Cuando Herscherik volvió a bajar la cabeza, los ojos de Ao se abrieron ligeramente por la sorpresa, aunque el resto de su rostro permaneció tan impasible como siempre. Una brisa otoñal pasó mientras lo que parecía una eternidad pasaba en silencio.

Al final, Ao capituló.

—Yo… no soy muy bueno.

—¿No eres bueno? —Herscherik miró a Ao con expresión de desconcierto.

—Al hablar —aclaró Ao.

Ao empezó entonces a desabrocharse la camisa.

—¿Eh? ¿Qué? —Herscherik se quedó boquiabierto cuando Ao empezó a desnudarse sin previo aviso, abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua.

Sin saber cómo reaccionar, Herscherik agitó torpemente las manos mientras Ao terminaba de desabrocharse la camisa y la abría para mostrar la piel que había debajo. Debido a su diferencia de altura, lo primero que llamó la atención de Herscherik fue los abdominales de Ao, limpiamente cincelados en filas perfectas. Si su antigua identidad, Ryoko, hubiera estado presente, podría haber soltado un grito agudo al verlo. Así de impresionante era su físico perfectamente tonificado.

Herscherik levantó la mirada para encontrar lo que parecía un tatuaje del tamaño de un puño en el pecho de Ao.

Ao movió el dedo a lo largo del contorno de la marca mientras hablaba en voz aún más baja.

—Soy un esclavo… Un esclavo de batalla.

Herscherik se quedó sin palabras al procesar lo que había dicho Ao.

Un esclavo de batalla era precisamente eso: un esclavo enviado a la batalla. Al igual que los soldados, su trabajo consistía en luchar contra el enemigo. Pero ahí acaban las similitudes. Como esclavos, no recibían ninguna paga y siempre eran enviados a las situaciones más peligrosas. Si era necesario, los sacrificaban sin pensarlo dos veces. Un esclavo demasiado herido para luchar casi siempre era ejecutado en lugar de ser tratado. No tenían derechos y eran tratados como objetos.

A los esclavos se les grababa la marca de su dueño en forma de un hechizo imbuido de magia que podía matar al esclavo sin esfuerzo a voluntad de su dueño: la Marca de la Servidumbre. De este modo, se aseguraban que un esclavo nunca pudiera desobedecer a su dueño.

—Si alguna vez hablaba, me golpeaban… Aunque me golpeaban incluso si me quedaba callado.

Con el paso del tiempo, Ao había hecho todo lo posible por no hablar y evitar que sus emociones se manifestaran. Su falta de habilidad para conversar era un reflejo de la vida que había llevado hasta ahora.

En una inspección más cercana, tenía innumerables cicatrices -aunque en su mayoría se habían desvanecido- por todo el cuerpo. No sólo había cicatrices de cortes y puñaladas, sino también de palos y latigazos. Era obvio a simple vista el tipo de tratamiento que había sufrido hasta ahora.

Herscherik se dio cuenta de repente de que había cerrado la mano en un puño. Esto le recordaba la diferencia entre el mundo en el que había vivido y el actual. Ahora apreciaba lo bendito que era el viejo mundo y sentía una nueva repugnancia por la inhumanidad del nuevo. Sin embargo, esa forma de pensar sólo era fruto de haber vivido su primera vida en un país pacífico.

Sin embargo, cuando escucho a mi Padre hablar, soy capaz de dejar de lado mis propias emociones…

Al escuchar a su padre, había sido capaz de aceptar que la esclavitud era un hecho en este mundo, por mucho que la odiara. Pero no era tan bueno ocultando sus sentimientos como para mantener la calma cuando se enfrentaba a alguien que realmente había tenido que sufrir ese trato.

—Era la única que no me pegaba —añadió Ao en voz baja, ya que Herscherik era incapaz de encontrar palabras. Su tono dejaba claro a quién se refería—. No tengo muchas historias felices que compartir. ¿Aún quieres oírlas?

Herscherik asintió. No sólo buscaba historias felices.

—Gracias, Ao.

Ao asintió con la cabeza mientras se ponía la camisa.

Después, Herscherik hacía todo el tiempo que podía para hablar con Ao. La mayoría de sus sesiones consistían en que Herscherik hacía preguntas, mientras Ao respondía con pocas palabras.

—Tus historias son muy interesantes, Ao —dijo Herscherik mientras pensaba en lo que le había contado Ao.

Lo que más había sorprendido a Herscherik era el hecho de que, aunque Ao parecía tener unos veinte años, en realidad tenía más de sesenta. Los hombres bestia vivían mucho más tiempo que los humanos, y aunque maduraban a la misma velocidad que éstos hasta que se hacían adultos, su envejecimiento se ralentizaba después. Con cada día que pasaba, el ansia de conocimiento de Herscherik se iba satisfaciendo poco a poco a medida que aprendía sobre las diferencias entre los humanos y los hombres bestia, como por ejemplo cómo los hombres pájaro volaban utilizando inconscientemente la magia del viento.

—Es usted una persona curiosa, Su Alteza —dijo Kurenai mientras Herscherik relataba alegremente cómo había pasado su tiempo con Ao.

Kurenai había percibido un ligero cambio en Ao. Siempre había sido un hombre de pocas expresiones, pero al entrar en este país se había puesto tenso. Su rostro bien podría haber sido de piedra. Sin embargo, al pasar más tiempo con Herscherik, su expresión se había suavizado ligeramente, aunque sin que el propio Ao fuera consciente de ello.

Y el hecho de que este príncipe lo haga sin darse cuenta… Aunque quizás fue el mismo hecho de que lo hiciera sin querer lo que lo hizo posible en primer lugar.

Kurenai había pasado su tiempo en el castillo observando tanto a Herscherik como a la gente que le rodeaba. En particular, no había tardado más que unos días en ver que las tres personas que servían directamente al príncipe eran inmensamente capaces. Había oído rumores sobre las hazañas de su caballero y su hechicero durante la reciente batalla entre Greysis y Atrad, y se había convencido de que eran ciertas. Mientras tanto, su mayordomo no sólo realizaba todo su trabajo de forma impecable, sino que también destacaba en la recopilación de información. No era difícil concluir que debía de tener contactos en la clandestinidad.

Con su habilidad también vinieron fuertes personalidades y egos, pero el príncipe parecía tenerlos en la palma de su mano. Sin embargo, el propio príncipe parecía no tener ni idea de lo que era un logro. Simplemente la miraba confundido.

—¿Curioso? Bueno, a menudo me dicen que soy un poco extraño…

Kurenai sonrió ante la respuesta de Herscherik. Ese carácter inocente suyo era precisamente lo que hacía que la gente quisiera ayudarle y protegerle. Por mucho que sus hombres se quejaran, al final aceptaban todo de él.

Nunca había conocido a alguien tan curioso.

De repente, se oyó el relincho de los caballos. Kurenai levantó la mirada para encontrar un carruaje que pasaba por ahí, y rompió su paso al ver el escudo de armas blasonado en el. Herscherik dejó de caminar y miró a su espalda.

—¿Hay algo sobre el carruaje, Kurenai?

Kurenai se sacudió ligeramente ante la pregunta de Herscherik, pero éste no se dio cuenta, ya que su atención estaba centrada en el vehículo.

—¿Es de algún otro país, quizás? —reflexionó Herscherik, quien nunca había visto el escudo de armas—. Mis hermanos mencionaron que estamos invitando a gente de otros países. ¿Kurenai?

Herscherik llamó a la inconsciente Kurenai, pero ella estaba sonriendo como siempre cuando se volvió a mirar.

—Oh, lo siento, el calor me tenía un poco aturdida.

—¿Estás bien? ¿Debemos tomar un descanso? —Herscherik lanzó a Kurenai una mirada de preocupación, pero ella se limitó a mantener su sonrisa.

—Sí, estoy muy bien. Por cierto, Su Alteza, ¿a dónde vamos ahora?

—Um… Vamos a pasar por la frutería. Estoy un poco preocupado por los dos, ya ves.

A Herscherik le pareció extraño el repentino cambio de tema, pero al no poder entender por qué Kurenai se había apresurado a abandonar el tema, simplemente decidió responder a su pregunta.

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