Katarina – Volumen 9 – Capítulo 3: El escondite secreto y una reunión inesperada (1)

Traducido por Shisai

Editado por Sharon


Después de lavar al gato, regresé al restaurante y encontré a María ya preparándose para el trabajo. Cocinaba, horneaba y, a partir de ayer, también llevaba los libros contables y trataba de reducir los costos donde podía. Gracias a ella, el restaurante casi había convertido sus enormes pérdidas en ganancias. Sin embargo, estaba tan ocupada que, al igual que el día anterior, probablemente no estaría libre para salir.

Me había preocupado que trabajara demasiado, pero mientras se aferraba a los libros de contabilidad, insistió en que disfrutaba contribuyendo al restaurante y aumentando las ventas. Ahora me sentía feliz de que encontrase un nuevo pasatiempo.

Pero, ¿y si disfruta tanto de esto que nunca regresa al Ministerio?, pensé, un poco asustada.

Regina en realidad esperaba que sucediera algo así, pero había mucha gente esperando que María regrese. Dewey, el niño prodigio (e interés amoroso del juego), probablemente lloraría, y Cyrus, el superior que tenía miedo de la mayoría de las mujeres excepto María (y otro interés amoroso), también estaría triste.

Pero si María no está trabajando en el Ministerio, entonces los eventos del juego no tendrán lugar, ¿verdad? Lo que significa que no me encontraré con ningún final malo, ¿verdad? ¡Quizás esto no sea tan malo después de todo!

Por otro lado, realmente no quería vivir tan lejos de María. Quizás debería quedarme aquí y ser camarera. Eso probablemente me sienta mejor que ser una dama noble de todos modos.

Ayudé con los preparativos del restaurante mientras pensaba en el futuro, y pronto llegó el momento de abrir para el almuerzo.

Hasta hace unos días, las únicas personas que venían a almorzar al restaurante eran algunos hombres de mediana edad que tomaban un descanso del trabajo, pero ahora el lugar parecía un elegante café lleno de mujeres jóvenes. No se veía ni un solo hombre de mediana edad. De hecho, ni un solo hombre. Al principio solo había chicas, pero a medida que el restaurante se hizo más popular, algunas mujeres mayores comenzaron a unirse también. Todos los clientes disfrutaban de los dulces de María mientras charlaban alegremente.

Encontré a una de ellas cuyo rostro me resultaba familiar.

—¡Oh, bienvenida! Me alegro de verte hoy también —la saludé. Era la hija del dueño de la frutería.

—Quería comer más postres, así que le pedí a mi papá que me dejara ayudar en la tienda a cambio de un poco de dinero de bolsillo… —confesó, sonando un poco avergonzada.

—¡Je, je, gracias! Es bueno saber que te gustan tanto nuestros dulces. Y gracias por ayudar al gatito también. Tanto por ayudarme a encontrarle dueño como por dejarme usar el jardín.

—¡Para nada! De todos modos, nunca usamos el jardín. Y en cuanto al dueño, fue solo una coincidencia. Un pariente mayor mío perdió recientemente a su gato y estaba muy triste por eso, así que le hablé al respecto.

—¿Su gato falleció?

—Sí. Lo había estado cuidando durante años y falleció hace unas semanas. Era viejo y débil, pero lo amaba mucho… Debe haber sido un gran impacto. Se veía muy angustiado. Estoy seguro de que colmará de amor al gatito. ¡No tienes nada de qué preocuparte!

—Estoy muy contenta de escuchar eso. ¡Gracias!

Esta chica era muy agradable y podías sentir lo amable que era con solo mirarla a la cara. Si decía que su pariente sería un buen dueño, probablemente eso fuera cierto, y escucharlo fue un alivio.

—Él terminará con el trabajo alrededor de la hora en que el restaurante cierra después del almuerzo, así que dijo que pasaría para entonces —continuó.

También dijo que a ella también le hubiera gustado estar allí, pero que tenía que volver a trabajar para ganar ese dinero de bolsillo que había pedido. Le dije que no se preocupara por eso, tomé su pedido y le traje el postre que había estado esperando. Una vez más, se veía absolutamente encantada mientras comía. Cuando le di algunas muestras más pequeñas para que se las llevase a casa, me mostró una gran sonrisa.

En realidad, cerramos el restaurante un poco antes de la hora programada, porque se agotaron todos los dulces.

—¿Quién hubiera pensado que los venderíamos tan rápido? Tal vez mañana deberíamos hacer más —parloteó Regina emocionada, y María, quien los había estado haciendo en primer lugar, también se veía muy complacida.

Terminé de limpiar el lugar y esperé a que Arneau apareciera con el gatito. María estaba ocupada escribiendo las cifras de ventas, pero cuando le dije que haríamos que trajeran al gatito, me dijo que quería verlo. Tomé nota para llamarla cuando llegara Arneau.

Y llegó justo a la hora prometida. Simplemente le describí dónde estaba el restaurante, sin darle un mapa ni nada, así que me alegré de que hubiera logrado encontrarlo. Emitía señales contradictorias: su expresión era tan gélida como de costumbre, pero sostenía al gatito en sus brazos con todo el amor y el cuidado del mundo.

—¡Gracias por traerlo aquí!

—Claro —respondió, luciendo distante pero también un poco nervioso. Probablemente estaba preocupado por el tipo de persona que iba a ser el dueño.

—El nuevo propietario aún no está aquí, pero llegará pronto. ¿Puedes esperar un poco más? 

—Está bien —estuvo de acuerdo, demostrando una vez más que realmente se preocupaba por ese gato y quería asegurarse de que encontraría un buen hogar.

—Oh, cierto, uno de mis amigos que trabaja aquí también quería ver al gatito. ¿Puedo mostrárselo? —pregunté.

—No es que yo sea su dueño ni nada. No es necesario que me pidas permiso —respondió, entrecerrando los ojos ligeramente. Después de todo lo que había hecho por ese gatito, y con todo el amor que le estaba dando, pensé que estaba lo más cerca posible de un dueño… Simplemente era demasiado tímido con sus sentimientos.

—Está bien, iré a llamarla entonces. ¡María! ¡El gatito está aquí! —Grité hacia la cocina y María inmediatamente vino corriendo.

—Hola, mi nombre es María —se presentó a Arneau.

Él la miró fijamente, claramente desconcertado, probablemente por lo hermosa que era. Je, je, mi amiga es la más bonita, ¿no es así? ¡Pero no solo es linda! ¡También es amable! ¡Y una buena cocinera! Me sentí algo orgullosa de ser amiga de María.

—Soy Arneau. Aquí —dijo, moviendo los brazos para acercar al gatito a María.

—¡Oooh! ¡Es muy lindo! —exclamó, mirando al pequeño animal que, en lugar de sisear como lo hizo conmigo, simplemente la estaba mirando con calma—. Es un buen chico. ¿Puedo acariciarlo?

—Eso depende de él —respondió Arneau.

—¿Te importaría si te acaricio? —preguntó María, esta vez dirigiéndose al gatito mientras movía sus manos con lentitud hacia él.

El gato se movió un poco al principio y luego dejó que María le acariciara la cabeza.

—¡Qué buen chico! —Ella le sonrió.

Esta mañana estaba tan molesto cuando intenté lavarlo… Tal vez ahora se haya calmado, pensé, acercándome a él.

—¿Puedo acariciarte también? —pregunté, y él inmediatamente comenzó a silbar—. ¡¿P-Pero por qué?! ¡Pensé que ya estaba acostumbrado a la gente! —Estaba destrozada.

—Supongo que depende de la persona —dijo Arneau con brutal honestidad, entristeciéndome aún más.

Entonces en este mundo no solo los perros, sino los gatos también me odian…

—Estoy segura de que es sólo una coincidencia —intentó consolarme María.

Conmovida por su amabilidad, intenté acercarme de nuevo al gatito, pero obtuve el mismo resultado. Estoy muy triste.

Finalmente llegó el momento y el pariente del dueño de la frutería, un anciano, entró en el restaurante.

—¡Oh! ¡Él es muy lindo! —Al mirar al gatito entre los brazos de Arneau, el rostro del hombre se iluminó con una gran sonrisa—. Mi esposa y yo no tenemos hijos, —explicó el hombre, tal y como esa niña me había dicho antes—, pero amamos a nuestro gato como si fuera uno. Ahora que se ha ido, la casa está tan silenciosa… Estábamos muy tristes por eso. Y luego escuché que estabas buscando un dueño para este gatito. Oye, gatito —dijo el hombre, mirándolo—, ¿quieres venir a vivir conmigo? 

—¡Miau! —gritó el gatito, como si respondiera, y los ojos del hombre empezaron a llenarse de lágrimas.

Arneau se acercó y le entregó al animal, quien felizmente se hizo una bola en los brazos de su nuevo dueño, haciendo que el hombre sonriera feliz una vez más. El hombre nos agradeció una y otra vez antes de salir del restaurante, sosteniendo con amor a su nueva mascota.

—Parece que ese hombre lo cuidará bien —observó María.

—Sí. Estoy muy contenta de haberle encontrado un buen dueño —coincidí.

—Sí… —concordó Arneau. Mientras miraba al hombre que se iba, su rostro mostraba alivio, pero con un toque de tristeza—. Me iré entonces —declaró abruptamente.

—¿Qué? ¡Has venido hasta aquí para traer al gatito! ¡Permítanos invitarle al menos con una taza de té! —insistí. Incluso le pedí permiso a Regina para hacerlo de antemano.

—No, gracias —me rechazó, y empezó a alejarse.

—Pero quiero darte las gracias de alguna manera —grité, corriendo detrás de él, cuando escuché una voz detrás de mí.

—¿Qué está pasando? —preguntó Sora, quien volvía de su trabajo en el puerto.

—¡Bienvenido de nuevo, Sora! —lo saludé, luego noté que Arneau también se había dado la vuelta para mirarlo.

—¿Sora? —murmuró, aparentemente confundido.

—¿Eres… Arneau? —soltó Sora, mirándolo bien.

Silenciosos e inmóviles, los dos se miraron el uno al otro.

¿Qué está sucediendo?

—¿Se conocen? —interrumpí, y ambos me miraron como si acabaran de salir de un trance.

—Sí, de cuando éramos niños —respondió Sora—. Pero no esperaba volver a verlo, y aquí de todos los lugares. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, supongo. Me alegra ver que tú también sigues pateando.

—Ja, ja, ja, gracias. ¿Quién hubiera pensado que nos volveríamos a encontrar en otro país? ¿Vives aquí ahora? —le preguntó Sora.

—No, solo estoy aquí por trabajo. ¿Tú qué tal?

—Solo estoy en esta ciudad por unos días, por trabajo. Pero vivo en Sorcié.

—¿Tienes una casa?

—Sí. Mi lugar de trabajo me dio un lugar donde quedarme.

—¿Lugar de trabajo? ¿Así que incluso tienes un trabajo adecuado?

—Finalmente, ¿eh?

—Me alegro.

No sabía ningún detalle, pero sí se conocían desde la infancia, probablemente tenían mucho de qué hablar.

—Puedes entrar a hablar, si quieres —le ofrecí.

—No, gracias. Tengo que volver al trabajo —se negó Arneau y luego se fue.

—Oye, Arneau, tú… —Sora comenzó a decir algo en su dirección, pero ya se había ido, y siguió mirando en la dirección en la que Arneau se había ido por un tiempo.

—Sora… —le llamé.

—Volvamos adentro —dijo, y rápidamente atravesó la puerta.

María y yo nos miramos, sorprendidos al ver a Sora actuar de esta manera inusual.

Sin embargo, rápidamente volvió a la normalidad y comenzó a informar sobre lo que había aprendido en el puerto. Durante la noche, como ambos estábamos ocupados trabajando, no tuve la oportunidad de preguntarle más sobre Arneau.

Y luego terminó otro día en el ahora popular Restaurante del Puerto.

Finalmente logré acercarme a Sora mientras estábamos limpiando.

—¿Dónde se conocieron Arneau y tú?

—Vivíamos juntos en los suburbios. Me sorprendió verlo aquí.

Sora nació y creció en el extranjero, en un país pobre, y luego se mudó de un lugar a otro por un tiempo antes de terminar en Sorcié.

—De todos modos, ¿dónde conociste a Arneau? —me preguntó.

—Estaba allí cuando encontré al gatito.

—Oh, ¿al que estabas tratando de encontrar un hogar? —Ya le había dicho a Sora sobre eso.

—Sí. Cuando encontré al gatito, Arneau ya lo estaba cuidando. Es por eso que nos conocemos —le expliqué, y Sora primero pareció sorprendido, luego se echó a reír.

—¿Estaba cuidando a un gato? Supongo que siempre fue del tipo cariñoso, a pesar de su apariencia —sonrió al recordar su infancia.

—¿Eran cercanos? —le pregunté.

—Sí —confirmó—. En ese entonces teníamos las manos ocupadas tratando de vivir un día más… pero creo que nos llevábamos bien.

No estaba tan segura de lo que quería decir con eso.

—¿Sabes dónde está trabajando ahora, por cierto? —preguntó Sora.

—La mayoría de las veces solo hablamos sobre el gatito, así que nunca pensé en preguntarle sobre eso. Pero vino a darle de comer durante los descansos, por lo que su lugar de trabajo debe estar cerca de allí.

De repente me di cuenta de que no sabía casi nada sobre Arneau, aparte de su nombre y el hecho de que tenía un comportamiento frío y un corazón cálido.

—¿Quieres ayuda para mirar alrededor? —le propuse, pensando que Sora quería reencontrarse con su amigo de la infancia.

—No importa. Solo concéntrate en tu propio trabajo —se negó de inmediato—. Cuanto más te muevas, más probabilidades tendrás de meterte en problemas. No es necesario que hagas nada a menos que se te indique.

Pensé en los problemas que les había causado a todos mis amigos últimamente. No pude hacer nada más que asentir con la cabeza.

—Buenas noches. Ve a dormir un poco también —dijo, volviendo a su habitación tan pronto como terminamos de limpiar.

Sora en su mayoría sonaba como su yo habitual, pero algo estaba mal. Aunque no supe determinar qué.

Una respuesta en “Katarina – Volumen 9 – Capítulo 3: El escondite secreto y una reunión inesperada (1)”

  1. Supongo que Sora vio en Arnaeu a si mismo, y supo en ese momento que estaba llevando el tipo de vida que el tambien llevó,metido en problemas……

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