La Emperatriz se volvió a casar – Capítulo 48: ¿Es imposible?

Traducido por Usagi

Editado por Sakuya


El hijo del Vizconde Roteschu era Alan Roteschu…

Rashta mordió uno de sus labios, él era el hombre que una vez amó, el que la abandonó a ella y, además, el padre de su hijo.

—¡Esto no es lo que acordamos!

Rashta hervía en furia, el Vizconde había conservado a todas las figuras de su pasado en secreto y no tenía más opción que dudar de sus intenciones, el vizconde chasqueó la lengua.

—No, ¿qué prometí? ¿Cuándo prometí mantener al bebé encerrado?

—No te he pedido eso —replicó Rashta.

—Bueno, no necesito mostrarle el bebé a la sociedad.

—¿Qué hay de Alan y Rivetti? ¿Se quedarán en la mansión cuando lleguen ahí? ¿Qué pasa si hablan de Rashta en público?

—Ni siquiera saben que eres la concubina del Emperador.

—Por cuánto tiempo más.

—Si lo descubren, los mantendré callados.

A pesar de sus palabras, Rashta se sentía insegura.

—No te preocupes, Alan es el padre de tu hijo, ¿o no? Mantendrá su boca cerrada por el bien del niño.

Rashta seguía sin poder calmarse, no había forma en que pudiera creerle al hombre que una vez había roto su promesa.

—No puedo hacer mucho, Alan es mejor cuidando de Ahn de lo que esperé, por lo que no puedo dejarlo sin él.

—¿Ahn? —preguntó Rashta.

—El nombre de tu hijo es Ahn.

Los ojos de Rashta se llenaron de lágrimas que amenazaban con salir, mientras hablaban de su hijo, el Vizconde continuó sin perderse ningún detalle.

—¿Qué te parece conocer a tu hijo?

Rastha estaba sorprendida y dio una respuesta inimaginable.

—¡No!

Habló sin ninguna duda, pero su expresión decía otra cosa, en el incómodo silencio el vizconde hizo un leve sonido para después abandonar la habitación.

Rashta comenzó a recorrer el espacio de ida y vuelta, sus labios fruncidos en una mueca, ella llevó al bebé por 9 meses, lo amó con todo el corazón, tan pronto como se recuperó del intenso dolor de parto, su hijo fue asesinado, el shock la llevó a la locura, y vivió en un estado de pánico y estrés durante meses, hasta que decidió escapar de las tierras del Vizconde, determinada a morir.

Pero ahora, el vizconde aseguraba que el bebé estaba vivo, y su enemigo y amante, a quien había abandonado, estaba criando a ese niño, Roteschu dijo que el bebé estaba muerto y la había llevado a la locura y ahora clamaba lo contrario, desquiciandola nuevamente, estaba cansada de ser manipulada por algo que nunca había visto, como si su hijo la agarrara de los tobillos y la hundiera, sin embargo, no podía evitar preocuparse por el.

Rashta detuvo su andar y estalló en llanto.

♦ ♦ ♦

—¿Qué se siente tener un hijo?

El cuarto quedó en completo silencio, desvié la mirada de mi libro y miré a mi alrededor, mis damas de compañía se miraban entre ellas preocupadas.

— Ah… —Exclamé.

Debo haber causado un malentendido, rápidamente me reí y apunté hacia el libro en mis manos.

—Es acerca de la historia.

Las preparaciones para el banquete estaban casi listas, y gracias a ello tenía menos trabajo de lo usual, proporcionandome un tiempo para recreación, mis palabras habían causado que las damas de compañía se congelaran.

—¿Le gustaría tener un hijo, su majestad?

La condesa Eliza hablo con mucha cautela, entonces negué con la cabeza para reirme.

—No me referia a eso.

No me refería a eso, sin embargo, mis pensamientos no estaban tan distantes del tema, ahora que Rashta estaba embarazada, pensaba que también debería darle un hijo a Shoviesh pronto, en caso de que algo pasara y nuestros hijos tuvieran una diferencia muy notable de edad, la ley decretaba que el hijo de Rashta no tiene derechos a la sucesión, no obstante, la ley no siempre es respetada, pero tener un hijo ahora, sería un poco difícil entre Shoviesh y yo.

—Dios.

No importaba cuanto lo negara, la atmósfera que se había formado en el cuarto no se disipaba.

—Voy a darle un regalo al bebé de Rashta, ¿tenemos algo preparado?

Rápidamente cambié el tema de conversación para distraer a las damas, no era uno que me agradara, pero la atmósfera incómoda desapareció, las mujeres gruñeron, pero ninguna preguntó la razón de darle un regalo, era común que, al celebrar el nacimiento del primogénito, se presentara un regalo.

—Preparé algunas ropas, algo que pueda sacarme del compromiso, pero que no requiera mucho esfuerzo.

—No sé qué regalarle.

—He escogido alguna que otra baratija, sigo pensándolo quizás lo cambie.

Mientras escuchaba la conversación, la condesa Eliza se volteó hacia mí con precaución.

—¿Ha pensado en qué regalo presentar su majestad?

Las damas pararon su conversación y me miraron mientras asentía con la cabeza.

—Voy a regalarle una espada decorativa.

—¿Una espada? ¿Eso va a regalar?

Laura se escuchaba seriamente molesta, como si no le gustara la respuesta.

—¿Por qué le daría tan preciado objeto? Debería darle un gorro tejido, su majestad.

—Laura eso haría que todos se rieran.

—¿Por qué?

—Laura.

La condesa negó con la cabeza a Laura, quien estaba respirando pesadamente por la nariz, quería decirle que había un propósito detrás de todo ello, pero mantuve la boca cerrada, no quería que la información se filtrara al igual que con el incidente del vestido, no estaba claro si fue o no intencional, pero, era mejor tomar precauciones.

—Señorita Laura, te diré los detalles más tarde.

♦ ♦ ♦

Los arreglos del funeral del rey fueron hechos después de su muerte, prepararlos con antelación se consideraba un mal presagio, no importa cuán severa fuera la condición del rey, además, el rey que tomará el puesto, debe organizar la coronación al mismo tiempo, Heinley podía compartir las tareas si tuviera una reina, pero permanecía soltero y más ocupado en consecuencia.

Después de un día frenético, Heinley se dirigió a la cripta temporal dónde su hermano había sido trasladado, quería recordarlo en paz y a solas en aquel frío lugar, pero cuando llegó, alguien ya se encontraba en la habitación, su cuñada, la Reina christa.

[Sakuya: Otra que me cae mal u.u]

—¿Cuñada?

Heinley la llamó un poco incomodo, le resultaba difícil llamarla cuñada cuando usualmente se dirigía a ella como su majestad.

Christa volteó la cabeza en su dirección, entregando una sonrisa muy ligera mientras limpiaba sus lágrimas con las yemas de sus dedos, parecía que había llorado por un tiempo prolongado.

—¿Estás bien?

Henley se detuvo a cinco pasos de distancia de ella.

—¿Dónde están tus damas de compañía? ¿Por qué estás sola en este lugar tan frío?

—Quería estar sola en este lugar.

—Podrías resfriarte.

—No soy tan débil.

En lugar de discutir, Heinley sacó un pañuelo del bolsillo cerca de su pecho y se lo ofreció, Christa tenía lágrimas en los ojos nuevamente.

—Gracias —contestó Christa.

Acercó su mano hacia el pañuelo, pero justo cuando sus dedos estaban a punto de tocarlo, Heinley lo retiró con una disculpa.

Christa se rió un poco cuando vio que las iniciales grabadas en el pañuelo no eran las de Heinley.

—Debe pertenecer a alguien más.

—Ah, sí, es de alguien muy importante para mí.

—¿Importante?

—Tan importante como el sol.

Ella estudió el pañuelo, pero no pudo reconocer el nombre de la inicial bordada en el.

—Antes de morir, mi hermano me encargó tu protección.

Los ojos de Chirsta se agudizaron con el pañuelo aun sostenido frente a ella, sin embargo, pronto lo dejó soltando un sollozo.

—Él era un hombre amable.

—Si alguien hace o dice algo hacia ti, por favor déjame saberlo.

—Gracias por tus palabras.

—No son solo palabras.

Tras las sinceras palabras de Heinley, solamente contestó con un asentimiento de cabeza.

—Lo haré.

Heinley intercambió un momento más de conversación con Christa para luego retirarse a su oficina improvisada que había estado usando hasta la coronación, McKenna estaba enterrado entre papeles, levantándose con un rugido apenas divisó a Heinley.

—¡Nos estamos quedando sin tiempo!

—Es suficiente.

—Me hiciste ir y regresar al imperio.

Heinley ignoró a McKenna mientras este se quejaba, para mirar las cartas en el escritorio.

—Esas son las invitaciones a la coronación.

McKenna explicó rápidamente antes de que Heinley hiciera alguna pregunta.

—Incluso un niño sabe que serás coronado rey, pero la coronación debe seguir abierta a los líderes de otras naciones.

Heinley asintió mientras revisaba una a una las invitaciónes.

—¿Qué hay de las invitaciones que serán enviadas al imperio?

—No, esas están aquí.

McKenna tomó cuatro cartas desde el otro extremo y Heinley confirmó que todos los destinatarios, tres de ellos, estaban dirigidos a ciertos nobles, mientras que la última era para el emperador y la familia imperial y un miembro de la misma familia.

—No hay oportunidad, su alteza.

—No he dicho nada McKenna.

—Te estás preguntando si la emperatriz vendrá.

—McKenna, algunas veces es molesto cuando dices la verdad.

—¿Debería decirte mentiras que te den esperanzas?

Heinley le dedicó a McKenna una mirada llena de irritación, mientras que la de McKenna revelaba preocupación.

—Su alteza, estoy seguro que sabe, pero ella es la emperatriz, no solo eso, sino que lo es de una nación poderosa.

—¿Debería rendirme sólo porque no puede ser mi reina?

—¿Qué más puedes hacer, si no eso?

—Tienes una mente muy inteligente.

—¿Qué? —Exclamó McKenna.

—Cuentalas nuevamente.

McKenna suspiró moviendo sus manos rápidamente, pretendiendo volver a contar las invitaciones, sin embargo, no pudo ignorar a Heinley, que parecía borracho de amor.

Repentinamente la mirada de Heinley se tornó pensativa, lo que dejó a McKenna con un mal presentimiento, el Príncipe tenía una personalidad bastante racional, pero eso no significaba que hiciera las cosas lo más legales posibles, algunas veces su comportamiento era bastante peligroso y aventurero y, la mirada que tenía en ese momento, era una señal de peligro.

—Su majestad.

McKenna lo llamó antes de que Heinley pudiera hablar, proponiéndole algo que había estado pensando durante semanas.

—Como el próximo rey ¿por qué no se prepara para el matrimonio?

—No tengo una pareja, McKenna, ¿cómo podría ser eso?

—Puede encontrar una.

—La que quiero está muy lejos.

—Todavía puede encontrar a alguien más, puede haber alguien que esté cerca.

—No me digas que eres tú —Contestó Heinley.

McKenna se enfureció ante las palabras del Príncipe.

—No haga ese tipo de bromas.

Heinley le devolvió una mirada fría.

—Tú dijiste que no puedo casarme con la mujer que quiero, pero que debía hacerlo con alguien cercano.

Estaba de muy mal humor, McKenna comenzó a hablar muy despacio al principio y después fue subiendo el volumen.

—Primero que nada, mira a las chicas del reino, siempre estas viajando y nunca has tenido interacción con los ciudadanos.

Heinley lo miró como si fuera a matarlo.

—No me mires así, su alteza debe encontrar otro amor y, por supuesto, hay muchas mujeres hermosas aquí.

Heinley solo suspiró pesadamente.

—Pero la quiero a ella, no una mujer que se parezca a ella, no importa cuánto se asemeja, no hay comparación.

♦ ♦ ♦

Los días que anticipé llegaron lentamente, mientras los que temía estaban justo en la punta de mi nariz.

El día del banquete en honor al bebé de Rashta, el sol salió como usualmente y para la tarde los carruajes comenzaron a llegar y juntarse en el palacio como si fuera la celebración del primogénito del emperador, había muchísimos invitados, miré los carruajes a través de la ventana, el exterior indicaba la importancia y riqueza de los invitados.

Estas personas ¿pensarán lo mismo que Soviesh?

¿La idea de que debería aceptar al nene de Rashta porque nunca tendré uno propio?

Bueno, incluso si no piensan eso, el nacimiento del primogénito del emperador es un evento importante.

Incluso si el bebé de Rashta no busca la sucesión, mientras que no pierda el favor del emperador, no puede ser ignorado por los nobles, ya que tiene la particularidad de poder convertirse en un duque o gran duque.

Después de respirar profundamente, decidí volver a mi habitación a cambiar mis ropas y dirigirme al salón del banquete, no era una ocasión tan formal como el baile de año nuevo, así que todos estaban riendo y hablando.

Era fácil localizar a Soviesh y Rashta en el centro del salón, él estaba de pie junto a Rashta, quien estaba sentada en un suave sillón especialmente acomodado y detrás de el podían verse pilares de regalos de los invitados, era una cantidad exorbitante, considerando que el banquete había comenzado hace una hora, y muchos más nobles seguían acercándose con coloridas cajas de regalos, algunos de los invitados lucían renuentes a estar ahí, pero otros querían impresionarla.

Al acercarme la multitud, se hicieron a un lado.

—¡Su majestad!

Tan pronto como Rashta me vio, una angelical sonrisa apareció en su rostro.

—Es un placer verla su Majestad, ha pasado una hora, pensé que ya no vendría.

A diferencia de Rashta, Soviesh lucía nervioso, mientras los nobles lo miraban con curiosidad.

Entregué mi regalo en silencio, era difícil discernir de qué se trataba, el objeto estaba envuelto en papel de regalo sujeto con un listón, Rashta lo tomó con las dos manos, miró a Shoviesh quien jaló el listón, no había abierto los otros regalos, así que tal vez se preguntaba qué habría ahí, o solo quería mostrárselo a los demás.

—Oh, esto es —Dijo Rashta entrecerrando los ojos.

 

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