La Princesa derriba banderas – Capítulo 144: Monólogo de un espía (1)

Traducido por Ichigo

Editado por Ayanami


—¡Basta!

Una voz áspera y enfadada llegó a mis oídos. Abrí un ojo hacia un hombre que tenía los brazos cruzados.

Sentado en la rama de un gran árbol, pude observar lo que sucedía a través de la ventana de un edificio situado más abajo. Más de diez personas estaban reunidas en una sala de cuatro a cinco metros cuadrados, por lo que la presión era palpable.

Puede que en Flame haga calor todo el año, pero cuando llega el invierno, a veces hace bastante frío. Esto es especialmente cierto en este pueblo situado en lo alto de las montañas. Sin embargo, a pesar del frío, la habitación estaba llena de calor.

—¡Deja de ser terco y sigue a tu corazón por una vez! Sé honesto tú mismo.

En el centro de la sala, un joven estaba regañando a un hombre mayor.

Este último no perdió los nervios con el primero. El mayor mantuvo la calma. Incluso cuando el más joven inclinó su rostro hacia delante para enfrentarse a él.

—No estoy haciendo nada de eso.

Se oyó un suspiro. El joven, molesto por la actitud displicente del otro hombre, levantó las cejas en señal de disgusto.

—¡Este padre cabeza de cerdo…!

—¿De verdad deberías hablarme así?

—¡Si lo que quieres es respeto, entonces actúa como si lo merecieras!

El joven Kua Lucca estaba discutiendo con su propio padre, el jefe de la tribu Kua.

Levanté una rodilla y apoyé la barbilla en ella.

Se me escapó un pequeño suspiro mientras observaba la aparentemente interminable pelea entre la pareja de padre e hijo.

—¿Cuándo podré volver…?

Ya habían pasado tres días desde que yo, un espía del Reino de Nebel, había regresado a esta aldea situada en lo más profundo de las montañas de Flamme.

Mi función era servir de enlace entre los Kua y el reino, por lo que me correspondía escoltar a los que se ofrecieran a trabajar para la princesa de vuelta a la capital real.

Sin embargo, no importa que ni siquiera hayamos empezado a hacer las maletas para el viaje que nos espera, apenas pude contener otro suspiro cuando me di cuenta de que no habíamos ido a ninguna parte con las conversaciones.

Sin duda, no era fácil que se decidieran en el acto.

Estábamos dividiendo a todo el clan por la mitad… Si ocurre lo peor, podría afectar a la supervivencia del propio clan. Para un forastero que no está involucrado, no importan sólo tres días, podría estar pasando un mes aquí sin hacer nada por lo que veo. 

Sin embargo, fui testigo de todo el incidente con la princesa marimacho del reino con mis propios ojos. Los Kua han reconocido que prefieren no estar atados ni depender de sus viejas tradiciones por más tiempo.

Cuando reconocieron a la princesa, también habían reconocido este cambio.

Eres libre de irte y eres libre de quedarte. Debería haber sido una elección confiada a los propios aldeanos.

Esto era un interrogatorio. O para decirlo con otras palabras, una declaración de su determinación.

“¿Quién seguirá viviendo en la aldea como antes?” y “¿Quién se irá y servirá a la princesa en el reino?” Esas eran las únicas opciones que se ofrecían. Había adivinado que habría alguna disputa interna entre los que no pudieron llegar a un acuerdo como familia.

Pero quién lo iba a pensar. 

Las opiniones estaban divididas en todas las familias, y de la noche a la mañana se trazó una línea entre los dos bandos.

—¡Y todos ustedes, los viejos, también! ¿Qué es eso de “estoy dispuesto a enterrar ms huesos en este pueblo”? ¿En serio están diciendo esto? —gritó Wolf.

El actual clan Kua estaba limpiamente cortado en dos bandos: el lado con los ancianos que pretendían quedarse, y otro con los más jóvenes que querían irse.

—Naturalmente. Ya no soy tan joven como antes, así que pedirme que abandone mi casa ahora sería un problema.

—Tienes razón. Es imposible que un anciano como yo se vaya al extranjero a estas alturas de su vida. Prefiero tomármelo con calma y pasar el resto de mis días viviendo aquí tranquilamente.

Después de beber su té, otro anciano coincidió con las palabras de su padre.

—También me siento mal últimamente, así que apenas puedo caminar.

—Entonces, ¿quién demonios andaba reuniendo todos los materiales necesarios para la medicina durante aquella pandemia de hace un tiempo?

El hombre de unos cuarenta años sentado en diagonal detrás de Wolf murmuró esas palabras con ironía, pero el anciano permaneció indiferente, alegando:

—Ah, mis oídos están tan mal estos días…

Es un hueso duro de roer, ciertamente.

—Deberías saber, lo mejor de todo…

El jefe lo explicó.

—Esto es lo que queremos…

Una profunda arruga se grabó entre las cejas de Wolf hacia el tono infantil que adoptó su padre.

—Si esta es realmente su intención, quién soy yo para decir lo contrario.

—Y yo te digo que lo es.

—¡Mentiroso! Sé que todos quieren irse. Solo que no quieren convertirse en una carga para Marie o algo estúpido como eso, ¿verdad?

Al oír el grito de Wolf, todos los ancianos abrieron los ojos antes de empezar a reírse a carcajadas.

—¿Parezco alguien tan admirable?

—Yo… No lo creo, pero aun así…

Parece que entonces a Wolf le costó respaldar sus palabras. Estaba aturdido por la aparentemente interminable conversación y dejé escapar un gran bostezo.

Mis especulaciones no estaban tan lejos de las del propio Wolf.

Tal vez, los ancianos pensaban realmente en ser una carga para la princesa.

No había pruebas, pero incluso si un total desconocido se fijará en el trabajo de los Kua en Wind durante el brote, cualquiera sabría que toda esa gente era farmacéutica de corazón, que adoraban sinceramente y confiaban absolutamente en la princesa.

No solo tenían fe en ella, sino que además les había ofrecido un trabajo ideal y un lugar para vivir. No debería haber ninguna razón para rechazar un trato así.

Aunque discutieran por vivir en el extranjero, se trataba de una familia de farmacéuticos que había viajado por todo el mundo. Al menos, así debía ser.

Por supuesto, no era imposible pensar que hubiera una pequeña posibilidad de que el jefe fuera reacio a dejar el pueblo, donde él y su gente habían vivido durante generaciones, por otra tierra…

Pero cada vez que recordaba las palabras del jefe, diciendo que con gusto viajaría hasta el fin del mundo para salvar vidas, no me parecía que fuera un sentimiento aleatorio a medias.

Si es así, ¿por qué insiste tanto en quedarse atrás?

Lo único que se me ocurrió fue que quería “evitar agobiar a la princesa”

Puede que sea una princesa, pero aun así, será toda una tarea para ella emplear a cien personas a la vez, por no hablar de más. Por no mencionar que los Kua son ciudadanos extranjeros. “Difícil” no sería una exageración solo para proporcionar las necesidades como la comida, la ropa y la vivienda para el clan.

Lo mismo ocurría con sus trabajos. Sorprendentemente, la atención médica implica mucho trabajo manual. Para los jóvenes debería ser bastante fácil, pero no se puede decir lo mismo de los mayores. Tal vez, pensaban que le estaban haciendo un favor a la princesa, sobre todo cuando sus cuerpos solo iban a seguir deteriorándose año tras año.

Si no puedes hacerlo, entonces deséales lo mejor desde la distancia. Algo así.

—¡Ah, basta!

El sonido de la puerta abriéndose seguido de una voz irritada interrumpió mi tren de pensamiento.

Cuando miré, vi a Wolf saliendo furioso de la habitación mientras se despeinaba. Al parecer, la discusión se detuvo abruptamente.

Cuando me encontró en el árbol, me llamó por mi nombre, “Crowe”, y me lanzó una botella de agua de bambú. Sentado en las raíces, Wolf desenroscó una de las suyas.

Después de dar un alegre trago, se limpió burdamente la boca con el dorso de la mano.

—Es bastante horrible por mi parte hacerte esperar tanto tiempo… ¿Eh?

Wolf, con los ojos cerrados tras un largo suspiro, dijo con una voz más tranquila de lo habitual.

—Totalmente.

Ante mi brusquedad, Wolf respondió con una sonrisa. Estaba claramente dirigida a sí mismo.

—Lo siento. Para ser sincero, me gustaría poder enviarte a casa antes si es posible.

En el mundo en que dijo “enviarte a casa”, sorprendentemente, me vino a la cabeza Nebel. Y Nebel ni siquiera era mi lugar de nacimiento.

De hecho, hacía pocos años que había sido contratado por Randolf von Wervard, el rey de Nebel.

Mi lugar de nacimiento no era nada grandioso.

Era cualquier cosa menos hermoso.

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