Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 60: El mismo nombre (4)

Traducido por Herijo

Editado por Raon Miru


Puesto que el calor del verano era cada vez más suave en las tardes y ya que no había comido mucho en el almuerzo porque no tenía hambre, Ratoka se preguntaba si debería darle una oportunidad a salir a cazar.

No tenía experiencia cazando o recolectando para nada, pero sentía que si hacía su mejor esfuerzo debería ser capaz de obtener algo, y a pesar de que su pensamiento era algo básico, por primera vez, esa tarde saldría a explorar.

♦ ♦ ♦

—¿Qué hay de estas?

—Esas deberían ser comestibles si son cocinadas en el fuego… y esa planta roja tengo que limpiarla ya que solo las raíces son comestibles.

En el bosque perteneciente al área, el niño se encontraba cuidadosamente reuniendo plantas.

Puesto que los soldados salían a recolectar de manera constante, tenían el suficiente conocimiento sobre las que eran comestibles en el dominio de Kaldia, ya que poseía algunas que solamente crecían ahí.

Por cierto, Ratoka escogió recolectar para su primera expedición. Ya que la armada no le permitió ir por su cuenta, para su seguridad Paulo lo estaba acompañando, y entraron juntos al bosque. A pesar de que el soldado  intentó detenerlo, él no le hizo caso.

Eso es debido a que había algunas que solo el joven conocía.

La Hermana que conoció por un corto periodo de tiempo mientras se quedaba en la aldea Cyril le había hablado sobre otros temas además de la nobleza. Puesto que su madre no estaba trabajando, él estaba siempre hambriento, por lo que la joven le enseñó sobre varias plantas silvestres

Qué hojas y frutas eran comestibles, cuáles eran venenosas, que semillas podían comerse y cuáles no, había una gran variedad de plantas en Kaldia que eran consumibles.

El conocimiento de las plantas silvestres ha pasado de generación en generación entre las Hermanas, ya que viajaban a través de diferentes partes de Arxia, y debían saber cómo encontrar su propia comida debido a que muchos lugares eran demasiado pobres como para alimentarlas.

—Ratoka, ¿qué son estas?

—No sé, esas no las reconozco, pero sería mejor no tocarlas.

—Entendido… No suelo salir a recolectar plantas por mi cuenta.

Paulo había estado sosteniendo una variedad de cinco hojas, una especie que no había visto nunca. Bueno, él solo había aprendido ocho diferentes tipos de planta de la Hermana en entrenamiento, por lo que no era tan conocedor del tema.

A pesar de que el soldado aprendió cuales eran venenosas puesto que la armada había martillado ese conocimiento en su cabeza, no conocía el resto demasiado bien. Ratoka no le había dado instrucciones específicas o el método de recolectarlas, y sobre todo era el responsable de revisar que las plantas que recogía el muchacho no fueran venenosas, por lo que esto había estado consumiendo su tiempo.

—Así es como es… Entonces, vayamos de cacería mañana en lugar de estar recolectando plantas.

La recolección fue bastante deficiente, pero en lugar de decirlo en voz alta, ofreció una alternativa. Paulo solo asintió y sonrió irónicamente a sus palabras. Él entendía por qué el niño no lo dijo.

Después de que por fin consiguieron una cantidad decente, ambos regresaron a las barracas tan rápido como pudieron. Puesto que Ratoka no estaba impuesto a explorar, el calor lo hacía más cansado de lo normal, haciéndole casi imposible moverse.

Se sentaron en la esquina de la cafetería, y bebieron algo de agua para refrescar sus gargantas mientras lidiaban con las plantas que habían recolectado.

El muchacho recordaba a Elise mientras silenciosamente removía las raíces, tallos, flores y otras partes no comestibles de las plantas que recolectó o mientras realizaba tareas como vaciar las semillas de las frutas.

Pensándolo bien, no había visitado a la gentil chica recientemente debido al calor veraniego. Su entrenamiento había incrementado al punto en el que no tenía energía extra para gastar, por lo que regresaba directo a las barracas para descansar.

Ahora que pensaba en eso, dejó de visitarla de forma repentina. No le dijo de antemano que su entrenamiento se haría más pesado, y que la temperatura había aumentado, por lo que no la había visto para nada.

Puesto que no ha mostrado su cara en un rato, se preguntaba qué pensaría ella. Ya que era Elise probablemente estaba preocupada por él o tal vez pensaba que algo le pasó.

Al mismo tiempo, le preocupaba de lo que pensaría, por lo que la ansiedad se remolineaba en su interior.

¿Y si no le importaba para nada? 

Sus manos que estaban ocupadas lidiando con las plantas, se detuvieron de pronto.

Cuando la visitaba, la joven siempre sonreiría y reiría alegremente. Ella lo vería a los ojos, contaría historias tontas y pasarían su tiempo riendo juntos.

Él siempre había estado solo en la aldea, y hasta su llegada a las barracas, Elise y Eliza fueron las únicas que lo habían visto a los ojos. Y una vez que llegó, ya que los soldados siempre estaban insultándolo, evitaba verlos a la cara.

Decidió en ese momento ir a visitarla. Tomaría algunas de las semillas que acababa de pelar como regalo. Puesto que no la había ido a ver en un tiempo, necesitaba algo para disculparse de algún modo.

Estaba aterrado de que la chica hubiera llegado a odiarlo.

Tomó algunas de las semillas que tenían sabor dulce, las cuales eran las mejores de todo lo que había recolectado. Si llegasen a gustarle a ella, si lograran hacerla feliz, tal vez ella llegaría a quererle aún más. Con esos pensamientos en mente, Ratoka cortó cuidadosamente la siguiente fruta.

Mirar a alguien a los ojos, y tener una agradable conversación, era algo que nunca había experimentado, algo que siempre ha deseado pero que estaba fuera de su alcance. Estar solo sin nadie para hablar, no quería estar así nunca más. Incluso el ser insultado, aunque no por mucho, era mejor.

Esos eran sus deseos desde el fondo de su corazón. Ya no consideraba la vida en las barracas como algo malo, porque ningún soldado trataba de evitarlo o ignorarlo.

¿Por qué a pesar de que Elise siempre es amable con él, se encontraba tan ansioso de ir a verla?

Las manos del joven se volvieron a detener. Se preguntaba por qué estaba tan preocupado. Trató de relajarse para buscar una respuesta.

Si era posible le gustaría que alguien pensara en él. Debido a que su madre ya no se encontraba cuerda, ya ni siquiera lo reconocía. Quería alguien a cambio. Cualquiera estaba bien. Anhelaba ser la persona más importante para alguien, a pesar de que no quería admitirlo en voz alta. Solo deseaba que una persona se preocupara por él.

Aclaró su mente y vio mejor cuáles eran sus deseos, y por algún motivo desconocido la expresión gélida de Eliza vino a su mente, junto a extraños sentimientos que obstruían su garganta.

¿Qué es lo que ella quería de él?

Eliza robó su libertad y su nombre. Tenía que usar un nombre falso en su mansión, y básicamente lo había forzado a ser un miembro de su armada.

¿Qué le ocurriría?

¿Sufriría un destino peor que la muerte?

Para él, el peor destino posible sería que lo obligarán a cortar todos sus lazos, dejándolo solo.

Solo de pensarlo tuvo escalofríos, sintiendo incomodidad y miedo en todo su cuerpo.

Ratoka sacudió su cabeza para aclarar sus sentimientos, recogió las semillas y se sumergió en esa tarea repetitiva para mantenerse ocupado.

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