Una doncella competente – Capítulo 1: Un milagro increíble (2)

Traducido por Den

Editado por Meli


Al día siguiente, Marie fue a trabajar al jardín de rosas del palacio imperial y no al Palacio de los Lirios.

—¡Encantada de conocerlos! ¡Soy Marie, una doncella del Palacio de los Lirios! —saludó con entusiasmo.

Los jardineros, que habían estado trabajando en el jardín con fervor desde temprano en la mañana, se volvieron hacia ella.

—¿Eres una joven doncella?

—¡Sí, estaré a su cuidado!

—Un gusto. Cuidaremos muy bien de ti. Así que trabajemos duro de ahora en adelante —dijo con una sonrisa cálida el hombre de mediana edad que podría ser su padre.

—Sí, estaré a su cuidado.

—Hay muchas herramientas peligrosas, por lo que ten cuidado de no lastimarte.

Por fortuna, los jardineros la recibieron con amabilidad.

Eran diferentes entre sí: las doncellas se encargaban de las tareas domésticas mientras que ellos pertenecían a la Dirección General del palacio imperial que estaba a cargo de la ceremonia. Además, parecían estar felices de tener a una chica joven entre ellos, ya que todos eran hombres.

—No tienes que hacer nada difícil. Solo te pedimos que lo hagas bien.

Como comentó Hans, el responsable a cargo del trabajo de jardinería, no había tareas difíciles.

La mayor parte del trabajo la realizaban los jardineros y ella solo tenía que cuidar su rendimiento.

Traer la comida, hacer un pequeño recado, limpiar el desorden en el trabajo, entre otras cosas. Eran tareas tan sencillas que le resultaba más fácil trabajar allí que en Palacio de los Lirios.

No hay nada especial que hacer. 

Debido a que no dejaba de pensar en el sueño que había tenido antes, sentía que no había hecho nada especial.

Bueno, es fácil trabajar aquí. 

Era duro estar afuera en un caluroso día de verano, pero todos parecían estar bien. Y lo mejor de todo era…

—Marie, no te quedes bajo el sol cuando hace calor. Ve a sentarte ahí, debajo del árbol.

—Sí, me arde la cara. Ah, pero no hay nada que hacer ahora, así que tómese un descanso también.

Aunque no hacía nada en especial, todos los jardineros eran buenos con ella. Sobre todo Hans, el encargado general; era muy amable con ella. Incluso decía que se parecía a la hija que había dejado en su pueblo natal.

—Tal vez porque Marie se encargó de prepararlo es más delicioso —rio Hans mientras comía el sándwich.

—Hay un poco más, así que coma bastante.

—Sí, gracias. Marie, tú también deberías sentarte y descansar. Has estado yendo de aquí para allá todo el día.

—Oh, estoy bien…

—Siéntate, siéntate. Nadie está viendo.

—G-Gracias.

Marie se sentó a su lado, vacilando.

—¿Has comido?

—No todavía…

—Oh, cielos —Hans chasqueó la lengua—. Incluso si estás ocupada, debes cuidarte y comer bien. ¿Qué vas a hacer si adelgazas más?

Sus cálidas palabras le llegaron al corazón.

Después de la muerte de su madre, nadie se había preocupado por ella. Entró al castillo real como la hija bastarda del rey, pero solo la maltrataban y le lanzaban piedras. Sin mencionar que, después de la caída del reino, se convirtió en una doncella.

Al escuchar las palabras cálidas de Hans, no pudo evitar pensar en su madre, por lo que decidió cambiar de tema.

—Debe ser muy duro para usted el trabajo de jardinería.

Pero ella solo era una recadera, no una jardinera. Retocar y podar ramas, plantar flores y trasladar macizos de flores [1] era mucho trabajo.

—¿Eh? Por supuesto que es muy duro. Pero es divertido —explicó Hans—. Nuestros jardineros son personas que hacen felices a quienes visitan este jardín.

—Aquellos que hacen felices… —murmuró en voz baja Marie. Por alguna razón, esas eran palabras maravillosas.

Me gustaría poder ser una persona que pueda hacer felices a los demás. 

Aunque era pequeña e insignificante, un día quería ser esa clase de persona.

Pero, en ese momento, Hans suspiró por lo bajo.

—En cualquier caso, estoy preocupado.

—¿Hmm?

—Estoy haciendo todo lo que puedo, pero espero que a Su Alteza el príncipe heredero le guste.

—Ah…

Sus palabras ensombrecieron el semblante de Marie. Recordó la clase de persona que era el príncipe heredero que ordenó la renovación de este jardín.

¡Rael, el Príncipe Cruel! Su nombre no suscitaba más que miedo. Nació como el hijo bastardo del emperador, pero se convirtió en el príncipe heredero con su propio poder. Sin embargo, hubo innumerables derramamientos de sangre en el proceso.

Lo llamaban el Rey de Sangre de Hierro, porque la máscara de hierro que siempre usaba estaba sedienta de sangre.

El Reino Cloyan también fue destruido por las manos del príncipe heredero, pensó y recordó el día en que cayó el castillo real.

Usando una máscara de hierro empapada en sangre y empuñando una espada, parecía el diablo personificado.

Ha pasado mucho tiempo, así que estoy segura de que no descubrirá mi identidad. 

Aún así, solo imaginarlo le hizo sentir miedo. Era un príncipe tan cruel que no sabía qué castigo enfrentarían si no le gustaba el jardín.

En especial Hans, el responsable general, que podía ser despedido de su trabajo. Aunque el príncipe todavía no les ha quitado la vida a unos sirvientes como ellos, era un tirano que blandía su espada como le placía.

—No sé mucho sobre jardinería, pero creo que está muy bien decorado. Estoy segura que Su Alteza el príncipe heredero estará satisfecho —dijo Marie con premura.

Hans sonrió.

—Bueno, estamos utilizando el estilo Vista [2] para concebir un arreglo geométrico plano parecido al de un jardín de Francia, el lugar de procedencia de Su Majestad la tercera emperatriz. Así que es probable no te desagrade.

Estilo Vista. Los caminos se extienden de forma lineal alrededor del palacio, que actúa como eje principal, simbolizando la autoridad, y el interior del jardín es una forma de patrón geométrico.

—Creo que vamos bien con el jardín, pero hay un problema.

—¿Cuál?

—El problema es la estatua de Su Majestad la tercera emperatriz.

—Ah…

Marie se cubrió la boca. Se dio cuenta del significado de esas palabras.

—Haré que la estatua de Su Majestad la tercera emperatriz sea el punto central del jardín… Pero no sé si al príncipe le gustará la estatua.

Hans parecía preocupado.

—Porque la piedad filial de Su Alteza el príncipe heredero hacia Su Majestad la difunta tercera emperatriz, que fue deshonrada e incriminada con falsedad hace diez años, es muy famosa. Si a Su Alteza no le gusta, ¿cómo trataré con su ira? —explicó Hans, sacudió la cabeza y dio un profundo suspiro—. Te conté muchas cosas. Lo siento.

—Oh, no.

—No me siento así con nadie más excepto con mi hija en mi pueblo natal. Ella tiene la misma edad que tú. —Hans se levantó y gritó a los jardineros—: ¡Bien! ¡Si han terminado de comer, descansen un momento y después pónganse a trabajar!

—¡Sí!

Marie parecía preocupada mientras los veía comenzar a renovar el jardín; estaban muy ocupados con su trabajo.

Espero que salga bien. 

Sin duda para ella la estatua y el jardín parecían estar bien hechos, pero cada uno lo ve de forma diferente.

Si al cruel príncipe heredero no le gusta… 

Marie se estremeció al recordar la apariencia del príncipe que vio antes.

—¿Dónde está la princesa Morina? Asegúrense de encontrarla.

En ese momento, la estaba buscando con su espada bañada en sangre. Si no se hubiera disfrazado de doncella, habría perdido la vida.

Usando una fría máscara de hierro, parecía no tener piedad de nadie.

Si no le gusta la escultura, no podrán escapar de su ira. 

No estaba segura de qué les pasaría a los demás, pero al menos el escultor a cargo de la estatua sería castigado con severidad.

El jardinero Hans. 

Marie se mordió los labios.

Era el mismísimo Hans, el responsable general, quien esculpía la estatua de Su Majestad la tercera emperatriz. Porque era el mejor paisajista y escultor que trabajaba para la casa imperial.

Me gustaría ayudar un poco, pero ¿qué puedo hacer?

Estaba preocupada. Pero ¿cómo podía ella, una doncella, ayudarlo? Era imposible.

No obstante, en ese momento, un pensamiento le cruzó por la cabeza.

—Entonces espero con ansias tu próximo trabajo, creadora de jardines, Fiona. 

La historia del sueño que tuvo antes.

¿Quizás…? 

Se le ocurrió una idea.

♦ ♦ ♦

Esa noche, Marie se coló en un almacén cerca de las habitaciones. Fue para probar la idea que tenía. Pero en seguida dejó la herramienta con una expresión decepcionada en su rostro.

—Como imaginaba… No puedo.

Las herramientas que puso sobre la mesa eran para esculpir, como un cincel y un martillo. También había tijeras de podar.

Comprobó si podía usar la habilidad de Fiona, a quien vio en sus sueños, pero no funcionó.

¿Por qué cuando soñé con una doncella adquirí sus habilidades? ¿Ese fue un caso especial? 

Marie estaba preocupada.

En realidad, era natural que no tuviera ninguna  habilidad. ¿Tenía sentido que soñar te diera las habilidades del protagonista de tus sueños?

—Si tuviera la capacidad como la última vez, podría ayudar a Hans.

Quería ayudarlo si pudiera. Quería ser de alguna ayuda para él, quien la trataba con tanta amabilidad. Sin embargo, no importaba cuánto tocara el martillo y el cincel, no manifestaba ninguna habilidad.

Se fue a dormir en caso de que necesitara tener más sueños, pero no soñó nada.

Entre tanto, Hans, que supervisaba la renovación del jardín y esculpía, comenzó a ponerse nervioso poco a poco. Parecía que algo iba mal con la escultura.

—No debería ser así. Falta algo.

Al verlo así, Marie sintió pena por él.

Es bonita. 

La estatua era igual de hermosa que su majestad la tercera emperatriz, quien fue una gran belleza en su vida.

Pero era cierto que le faltaba algo.

Marie, que era una desconocedora de ese campo, también lo notaba, por lo que Hans, que era un experto, se sentía patético. Quizás debido a la abrumadora presión, no podía escupir la estatua como pensaba.

—Ah. —Hans suspiraba a menudo en secreto.

Así pasó el tiempo y, en medio de todo esto, sucedió algo que inquietó aún más a Hans.

El conde Gilbert, el director general del palacio cercano al príncipe heredero, vino a supervisar el trabajo.

—Entonces, ¿va todo bien?

—Sí, conde.

Hans se precipitó a agachar la cabeza ante la repentina visita del director general del palacio.

El conde Gilbert echó un vistazo al  jardín.

—Sí, el jardín está bien decorado al estilo francés. Se debe enfatizar los aspectos geométricos, decorándolos de la manera más elegante y refinada posible, por la gloria de Su Alteza el príncipe heredero.

—Sí, lo tendré en cuenta.

—Entonces ¿qué pasa con la estatua de Su Majestad la tercera emperatriz? —El conde Gilbert volvió la cabeza y su rostro se tensó—. ¿Qué es eso…?

—¿Eh?

—¿Llamas a eso una estatua de Su Majestad la tercera emperatriz cuando ni siquiera se puede sentir su gracia y elegancia?

Hans se puso pálido.

—¡Jaa! ¿Estás loco? ¡No es nadie más que Su Majestad la tercera emperatriz! ¡Es la madre de Su Alteza el príncipe heredero! ¡¿Esa indignante pieza de ese nivel lo es?! ¿Tienes muchas vidas? ¿Espabilarás cuando te corten el cuello?

La amenaza asustó a Hans y a los demás jardineros. Todos sabían que no era un farol. ¡Porque no hablaba de nadie más que el cruel príncipe heredero!

—¡Si quieres evitar la ira de Su Alteza, arregla esto de inmediato! No queda mucho tiempo hasta el día del festival, ¡así que tendrás que darte prisa!

—Entendido.

Después de que el director general del palacio se marchara, se hizo un silencio sepulcral en el lugar.

El mejor escultor que trabajaba para la casa imperial era nada más y nada menos que Hans. ¿A quién demonios se supone que iba a pedir ayuda? Tenía que haber alguna forma de invitar a un escultor extranjero de renombre, pero no había tiempo.

—Volvamos al trabajo… —dijo alguien con voz sombría. Todos regresaron a la zona de la que se encargaban.

Hans miró desesperado la estatua. Al verlo así, Marie apretó el puño. Quería ayudarlo de alguna manera.

♦ ♦ ♦

Ese día llovió por la madrugada.

Después de regresar a su habitación, Marie se acostó en la cama escuchando el sonido de la lluvia.

¡No puedo dormir! 

¿Era por la fuerte lluvia? O ¿era por lo que pasó antes? Estaba intranquila.

—Ah —suspiró y se levantó de la cama.

—¿Marie? ¿A dónde vas? —le preguntó Jane, su compañera doncella, somnolienta.

—Olvidé algo, así que saldré por un momento.

—Mm. Está oscuro, ten cuidado.

Se puso un chubasquero [3] y salió de la habitación, se dirigió al jardín en renovación sin una razón en específico. Solo iba porque sentía apretado el pecho.

Pero cuando se acercó al jardín, escuchó un sonido inesperado.

A través del sonido de la lluvia, pudo oír un débil ruido metálico.

De ninguna manera… 

Marie abrió mucho los ojos.

Vio a Hans esculpiendo con un cincel y un martillo a pesar de que era de madrugada y estaba lloviendo. Ni siquiera llevaba puesto un chubasquero, por lo que estaba empapado.

Señor Hans… 

Se mordió los labios.

Hans, que volvió la cabeza al sentir una presencia, pareció sorprendido.

—Ah, ¿Marie? ¿Por qué estás en el jardín a estas horas?

—Se resfriará… Vaya adentro y descanse.

Hans suspiró ante sus palabras.

—Sí, debería regresar. Pero me quedaré un poco más retocando esto…

—No, sabe que será un problema si se resfría. Por favor, vaya adentro.

Hans se sorprendió debido a que fue una voz muy decidida, inusual a la de Marie. Al final, asintió.

—Sí, tienes razón. En un día lluvioso como este, golpear el martillo no significa nada más que resfriarse. —Miró la estatua—. Es sólo que… sigo poniéndome nervioso cuando pienso en mi hija en mi ciudad natal…

—Señor Hans…

—Es tan frustrante que incluso quiero que alguien complete esa estatua —declaró y negó con la cabeza como si lo lamentara—. Te he vuelto a decir cosas innecesarias. Lo siento. Voy a entrar y a descansar, así que deberías hacer lo mismo antes de que te resfríes.

Marie suspiró mientras lo veía alejarse con los hombros caídos.

Me gustaría poder ayudar aunque sea un poco.

Llevó su mano a la estatua y rezó a Dios.

Por favor, ayúdame. 

Pero en el momento en que tocó la estatua… ocurrió algo inesperado.

¡Su vista se oscureció como si bajaran el telón del teatro! Y al mismo tiempo escuchó un ruido.

—¿Qué estás esculpiendo hoy, Fiona? ¿El sol, la luna o el mundo? ¿Es eso o nada en particular? 

Se sorprendió. Conocía esa voz. ¡Era la voz del sueño que tuvo hace unos días!

—¿Por qué te ves tan apasionada cuando esculpes? Por eso te llaman la mejor escultora de jardines del continente. ¿No es así, Fiona?

Después de sentir un anhelo desesperado, Marie se sumergió en otro sueño: el sueño de «la creadora de jardines, Fiona».

♦ ♦ ♦

Por otro lado, en este momento, el conde Gilbert, el director general del palacio, se encontraba en el lugar donde vivía el cruel príncipe heredero Rael: el palacio imperial conocido como Palacio León.

—El festival se está organizando sin problemas, Su Alteza.

El príncipe asintió con la cabeza ante el comunicado del hombre.

—Hm, ¿no hay algún problema en particular?

Era una hermosa y dulce voz. Sin embargo, a diferencia de su belleza, la apariencia del hombre era enigmática. Llevaba una máscara de hierro que cubría la mitad de su rostro por encima de su barbilla blanca.

El conde Gilbert tragó saliva al ver la máscara de hierro. Siempre la veía, pero todavía no se acostumbraba a ella. Cuando se enfrentaba a esa máscara, sentía que se había convertido en una presa frente a una bestia.

Quizás la razón por la que se sentía así era por la mala reputación del hombre.

¡Él era el cruel príncipe heredero, Rael! Esa era la identidad del hombre.

—Este es el primer festival después de la guerra civil, por lo que no debería haber problemas.

—Sí, lo tendré en cuenta.

—Entonces, ¿hay algo más que informar al palacio?

—No, no hay ningún problema en especial.

El director general del palacio, que respondió aquello, de repente recordó algo.

—Ah, no es gran cosa, pero hubo un problema durante la renovación del jardín del Palacio de las Rosas de Su Majestad la tercera emperatriz, por lo que tuve que regañar al escultor.

—¿Qué significa eso?

—Se está esculpiendo una estatua por el aniversario de la muerte de la tercera emperatriz, pero al parecer el escultor no pudo expresar como se debe su grandeza y elegancia. Así que para que espabilara le dije que si no lo hacía bien, sería castigado —explicó Gilbert, pensando que su señor lo felicitaría por prestar atención a todos los detalles. Sin embargo, la reacción del príncipe fue inesperada.

—¿De qué estás hablando?

—¿Perdón?

—¿Cuándo te ordené esculpir una estatua de mi madre?

Gilbert tragó saliva ante la inesperada voz fría. Los ojos azules, tan fríos como el abismo, lo miraron a través de la máscara de hierro.

—Solo te dije que arrancaras las malas hierbas en el jardín, nunca te dije que hicieras una estatua. ¿Por qué lo hiciste?

—E-Eso… —tartamudeó el conde Gilbert—. Fue porque…

El príncipe heredero nunca había dado tal orden. Él lo hizo para ganarse el favor de su alteza.

—No has estado rehabilitando todo el jardín, ¿verdad? Después de todo, no se usa.

Gilbert no pudo responder.

El jardín se estaba rehabilitando por completo; pagando un enorme presupuesto.

P-Pensé que estaría feliz. 

—Hiciste algo innecesario —exclamó en voz baja el príncipe heredero.

Su voz fue seca e inexpresiva, por lo que sintió aún más miedo. El conde Gilbert agachó la cabeza hacia el suelo, recordando a los ministros que habían sido asesinados por la espada del príncipe durante la guerra civil.

—¡L-Lo siento!

—Además «si no la esculpes como se debe, serás castigado». ¿De qué demonios me estás hablando? —El conde permaneció paralizado—. No lo olvides. La espada de un soberano es para lastimar a los enemigos de la nación, no para perseguir al pueblo —advirtió el príncipe en voz baja.

—L-Lo recordaré.

El gerente del palacio inclinó la cabeza como si su frente estuviera tocando el suelo. Al verlo de esa forma, el príncipe chasqueó la lengua para sus adentros. Como él había usado su nombre para amenazar, estaba claro lo cansados que debían estar los jardineros de trabajar en el jardín.

Voy a tener que recompensar el gran esfuerzo de los trabajadores. 

Pensando eso, el príncipe heredero miró por la ventana hacia el jardín de rosas. Tal vez era por el ambiente, pero por alguna razón le pareció escuchar a la distancia el sonido de un martillo bajo la lluvia.

—En cualquier caso, vete.

El conde hizo una reverencia y se marchó.

Lo que hizo Gilbert era común en un traidor.

—En cualquier caso, es como un insecto —soltó el príncipe con voz despectiva mientras él salía.

Vio a lo lejos al director general del palacio. Debe haber hecho esto solo para obtener su favor. Él era el típico adulador que solo quería poder, sin pensar en sus responsabilidades y deberes.

Tendré que esperar al momento oportuno para deshacerme de él. 

Pensando así, el príncipe se dirigió hacia el caballero escolta, el vizconde Almond, que permanecía en silencio detrás de él, y le preguntó:

—¿Terminamos con el programa de hoy?

—Sí, Su Alteza.

—Ya veo.

El príncipe se quitó la máscara de hierro que cubría su cara, y la puso sobre el escritorio. Su rostro era muy hermoso sin ella.

El vizconde Almond, el caballero de escolta, miró a su maestro a la cara.

Era un bello rostro que no podrías imaginar que se escondía tras la gélida máscara de hierro. Este poseía unas curvas de líneas suaves igual de bellas que las de una mujer. No, incluso más bellas que una mujer. Era una apariencia celestial. Sin embargo, los ojos azules como joyas eran fríos como el hielo, reflejando bien el apodo de «El monarca de sangre de hierro». Daban una sensación tan álgida que parecía que te cortarían con solo mirarlos.

—Estoy exhausto hoy.

—¿No se siente bien?

—No, no es eso.

El príncipe negó con la cabeza. No había nada en particular, solo estaba cansado.

Cerró los ojos por un momento y se quedó quieto para aclarar sus pensamientos. Luego se levantó de su asiento, pensativo.

—¿A dónde va? —preguntó Almond.

—Iré a dar un pequeño paseo.

—¿Ahora? La lluvia es fuerte.

—Está bien. Prepara un chubasquero y un paraguas.

Almond negó con la cabeza mientras trataba de detenerlo.

Quitarse la máscara y dar un paseo en secreto era el único descanso para el príncipe heredero.

—Entonces lo acompañaré.

—No, iré solo. Es un lugar al que quiero ir solo.

—¿A dónde va?

—Regresaré después de ver a mi madre —El príncipe, que vestía un chubasquero, dio una respuesta seca.

♦ ♦ ♦

Ir a ver a su madre significaba que iría al Palacio de las Rosas, donde solía vivir la tercera emperatriz en vida.

Ha pasado mucho tiempo, pensó Rael, mientras se dirigía al Palacio de las Rosas.

La tumba de su madre, la tercera emperatriz, estaba en el jardín junto al Palacio de las Rosas. Era injusto que ella no pudiera yacer en el cementerio donde estaba consagrada la familia imperial. Porque murió en deshonra a causa de un falso cargo.

Después de su muerte hace diez años, el Palacio de las Rosas quedó desatendido sin que nadie lo visitara. Los únicos visitantes eran él y su hermana, la séptima princesa imperial. Sin embargo, después de que su hermana menor fuera envenenada, él era el único que iba ahí.

No tengo más remedio que venir en secreto. 

Porque no fue nadie más que su padre quien deshonró a su madre. Nadie creía que hubiera cometido un crimen, pero se vio obligada a enfrentarse a la muerte. Porque esa fue la voluntad del emperador.

Es gracioso. 

Rael esbozó una sonrisa gélida.

Sí, era gracioso. No solo era por su madre, sino que toda su vida era de risa.

Pero fue cuando se sumió en sus pensamientos y se acercó al Palacio de las Rosas que escuchó un sonido inesperado a través de las gotas de lluvia.

¿Qué es? 

Era el sonido del hierro y la piedra chocando con regularidad.

¿Están esculpiendo? ¿Con esta lluvia? 

Rael chasqueó la lengua. ¿Cuánto lo había amenazado el director general del palacio que seguía esculpiendo en esta noche lluviosa?

No necesita hacerlo. Le diré que vaya adentro y descanse. 

Con eso en mente, se adentró en el jardín.

El ruido constante sonó cada vez más fuerte y, cuando estuvo  cerca, pudo ver el rostro de la estatua. Entonces se detuvo de manera súbita.

Ah… 

Rael ahogó su gemido sin darse cuenta.

Esto… ¿Cómo puede ser posible? 

La pieza no estaba terminada. Esa persona todavía estaba esculpiendo el rostro de la estatua.

—Madre —murmuró y se mordió los labios. El nombre que había tratado de olvidar mientras caminaba por el sendero de sangre. Esa estatua de piedra era su madre.

Ella siempre estaba triste, pero cada una de sus palabras rebosaba de amor. Llevó una vida triste y solitaria, e incluso en el último momento, permaneció noble y murió. Ella era todo en su vida.

—Rael, Rael, no tengas miedo. Tienes a mamá. 

Parecía como si pudiera escuchar las voces del pasado distante. Sintió como si la sutil sonrisa de la estatua estuviera dirigida a él.

Qué tonto. 

Observó al escultor que se dedicaba en cuerpo y alma a tallar la estatua y cuyo nombre no conocía el cruel príncipe heredero.

¿Quién es? ¿Qué clase de escultor es? 

No podía ver su rostro en absoluto porque llevaba un chubasquero y le estaba dando la espalda. Solo podía decir que era pequeño y delgado.

Sacudió la cabeza, mientras meditaba si debería hablar o no.

Su apariencia al golpear la estatua era algo sublime. Se sentía solemne, como si estuviera adorando a Dios y no solo esculpiendo una piedra.

No debería interrumpir. 

Le dio la espalda y pensó que debía recompensar en grande a ese escultor que le hizo sentir que su madre estaba allí una vez más.

¡Mañana al amanecer lo convocaré al palacio y lo recompensaré! 

♦ ♦ ♦

El día estaba despejado.

La lluvia de anoche cesó al amanecer, los jardineros y Hans regresaron al jardín para continuar con la renovación. Pero se sorprendieron al ver la estatua.

—No, ¡¿qué es esto?!

El rostro de la estatua estaba terminado. ¡Ayer por la noche no estaba acabado!

—¿Qué demo…?

Hans estaba pálido. No lo podía creer. Además, la estatua no sólo estaba terminada, sino que el grado de perfección era elevado. No se trataba de  la belleza externa, sino que sentía como si la estatua tuviera alma. La sutil sonrisa parecía estar llena de vida.

¿Cómo se obtiene una escultura así? 

Aunque Hans era el mejor escultor que trabajaba para la casa imperial, no poseía la habilidad de la persona que completó la escultura.

¡Es una escultura magnífica! 

No podía creerlo aunque lo viera una y otra vez.

¡Quién diablos vino y terminó esta escultura anoche!

¿Quién…? 

Entonces, alguien a su lado estornudó.

—¡Achú!

Fue Marie. Estaba resollando con las mejillas rojas, al parecer anoche había pescado un resfriado.

—¿Marie? ¿Te has resfriado?

—Ah, sí —inhaló con fuerza.

—Parece que sí. Ten cuidado.

—Está bien. —Volvió a resollar—. Hm, señor Hans.

—¿Hmm?

—Esa escultura… ¿está bien hecha? No sé cómo apreciarla —Marie preguntó con la nariz mocosa.

Puede que no la haya esculpido él mismo, pero Hans estaba desconcertado porque preguntaba de manera extraña y cuidadosa.

—Es la mejor escultura que he visto.

—¿La mejor?

—Sí, esa estatua comprende todo lo que se pueda expresar. No se trata solo de la descripción de la apariencia, sino también del alma que posee. Esa persona tiene una habilidad para tallar que yo no puedo imitar.

—Entonces… Su alteza el príncipe heredero no lo castigará, ¿verdad?

—Por supuesto que no. Esta es la mejor escultura que podrás encontrar, por lo que no serás castigado.

En lugar de ser castigado, podría recibir una gran recompensa. Pero ¿quién demonios la esculpió? No puede ser que anoche haya bajado un ángel del cielo, pensó Hans.

De hecho, había rezado con vehemencia anoche.

“Cualquier milagro está bien, por favor ayúdame.” 

Pero eso no significaba que un ángel bajó del cielo.

Después de escuchar a Hans, Marie sonrió a plenitud con su rostro enrojecido por el resfriado.

—Je, je, me alegro mucho.

Fue entonces que… escuchó el sonido de unas pesadas botas militares acercándose. Giró la cabeza sorprendida y vio a un caballero de la guardia real, portando un patrón de águila.

—Soy el caballero escolta del príncipe heredero, el vizconde Almond.

Todos se pusieron nerviosos por la repentina aparición de un caballero de la guardia real. ¿Por qué vendría un caballero escolta al lugar de la renovación del jardín?

—¿Quién es el escultor aquí?

—Soy el responsable general de este lugar y estoy a cargo de la escultura. —Hans levantó la mano.

—Su Alteza el príncipe heredero lo está buscando. Sígame —ordenó en voz baja el caballero.

♦ ♦ ♦

Hans siguió al caballero escolta, aterrorizado.

¿P-Por qué yo? 

Sin saber que el príncipe había visto la estatua, imaginó todo tipo de cosas aterradoras.

Rael, quien derramó un sinfín de sangre y obtuvo el título de príncipe heredero con su propio poder, era una existencia que causaba terror en el pueblo llano.

Escuché que se baña con la sangre de una virgen todas las noches, come carne humana y disfruta torturando a la gente. 

Recordó los rumores sobre el príncipe heredero que se extendían entre el pueblo.

¿Quiere torturarme y comer mi carne?, tembló.

—¿Por qué no me sigue? —le preguntó el vizconde Almond con voz extrañada mientras lo miraba.

—Señor caballero, Su Alteza el príncipe heredero, ¿me matará?

—¿Qué?

—¡Oh, no! Por favor, sálveme. En mi pueblo natal, mi esposa y mi hija me están esperando…

Almond lo miró como si fuera absurdo lo que estaba diciendo.

—No sé de qué estás hablando. ¿Estás soñando despierto en este momento? Su Alteza está esperando, así que sígueme rápido.

Hans siguió a Almond, un poco asustado.

Después de entrar en el Palacio León, su terror alcanzó su punto máximo tan pronto como se enfrentó a la máscara de hierro del príncipe heredero.

¡L-La máscara de sangre! 

Estaba claro que la máscara no estaba limpia de sangre durante la guerra civil.

En ese momento Hans jadeó, pensando que su propia sangre podría deslizarse por esa máscara. Pero las palabras del príncipe fueron diferentes de las esperadas.

—Has enfrentado muchas dificultades, por lo que te he llamado para darte una recompensa.

—¡Por favor, perdóneme la vida…! ¿Perdón?

Después de suplicar de forma involuntaria, Hans se quedó boquiabierto. El príncipe miró a Almond con el ceño fruncido.

—¿Tu vida? Debe haber algún malentendido. Almond, ¿no te dije que lo trajeras con amabilidad?

—Fui amable…

—En cualquier caso, dijiste que tu nombre era Hans, ¿verdad?

El susodicho inclinó la cabeza con un movimiento rápido.

—¡S-Sí, Su Alteza! El nombre de este humilde servidor es Hans.

—Sí, como dije antes, te llamé para recompensarte.

Ante eso, Hans abrió bien los ojos de la sorpresa. Estaba contento de que no lo fuera a matar, pero de repente ¿una recompensa? ¿Por qué demonios…? Pero se dio cuenta de lo que estaba pasando por las siguientes palabras del príncipe.

—Vi la estatua que esculpiste anoche. Es excelente.

Quedó atónito.

—Nunca había visto una estatua tan extraordinaria en mi vida. ¿Hay algo que desees? Escucharé todo lo que quieras —prosiguió el príncipe heredero.

Hans permaneció en silencio ante esta situación inesperada.

—¿Qué sucede? No me importa si es demasiado. Pide lo que sea —indicó extrañado el príncipe cuando no respondió.

—No fui yo, Su Alteza…

—¿Qué?

—¡Su Alteza, yo no hice la escultura de Su Majestad la emperatriz! —manifestó Hans, inclinando demasiado la cabeza.

—¿No fuiste tú? Pero el director general del palacio informó que la esculpiste tú.

—Yo hice toda la escultura. Pero yo no le otorgué esa profunda alma. Este humilde servidor no tiene la habilidad para insuflar un alma a esa escultura.

Ante sus palabras, el príncipe miró a Hans de nuevo.

En realidad, tiene una complexión diferente. 

El escultor que vio ayer bajo la lluvia era muy pequeño. Parecido a una chica delgada. Por supuesto, el escultor no podría haber sido una mujer, pero este confundido Hans no encajaba con el tamaño corporal que recordaba.

—Ya veo. Entonces ¿quién es el escultor de esa estatua? Quiero recompensarlo por la obra tan extraordinaria que hizo.

—No lo sé…

—¿Qué?

—En verdad no lo sé. Anoche alguien lo esculpió en secreto, pero no sé quién. Es como si un ángel vino y se fue.

El príncipe frunció el ceño. ¿Qué diablos quiere decir eso?

—Almond.

—¿Si, Su Alteza?

—¿Los forasteros pueden entrar al palacio sin permiso? ¿Y tan tarde por la noche?

—Es imposible. Si ese es el caso, lo arrestaremos o mataremos de inmediato.

—Entonces alguien del palacio hizo la escultura. —El príncipe asintió y ordenó—: averigua quién la hizo. Quiero conocer a esa persona.

Recordó la sensación cuando vio la estatua anoche. Quería recompensar al escultor que le hizo sentir la presencia de su madre después de 10 años.

De todos modos, estoy seguro de que está en el palacio, por lo que no será difícil de encontrar.

Eso pensaba él.

♦ ♦ ♦

Sin embargo, a diferencia de lo que pensaba Rael, no era fácil encontrar a un escultor.

—¿Nadie?

—Sí, se ha confirmado que en el palacio no hay ningún escultor con la constitución física que describió Su Alteza —informó Almond con una mirada preocupada. Rael frunció el ceño.

—¿No? De ninguna manera. Estoy seguro de que lo vi esculpiendo con mis propios ojos.

—¿No se estará equivocando, Su Alteza? —preguntó interesado el joven junto a él que escuchaba su conversación.

El príncipe volvió la cabeza en su dirección.

—Orn.

¡Era el duque Orn! Era el cabeza actual del ducado Sovien, la familia con el rango más alto del imperio y del linaje más antiguo. Además, era el estratega que ayudó al príncipe heredero durante la guerra civil a alcanzar los mejores logros. Asimismo, era el actual primer ministro del imperio y el ayudante más cercano a Rael.

—No. En definitiva, lo vi bien.

—Pero es extraño. Según Su Alteza, se parece a una mujer, por su constitución física pequeña.

El duque Orn ladeó la cabeza. Era un hombre muy apuesto con un semblante alegre y al que le favorecía el cabello rubio rizado.

—Pero es imposible que una mujer pueda hacer una escultura de mármol.

—Es cierto. —El príncipe asintió. No solo en el imperio, sino en toda Europa, no había mujeres escultoras.

—Hmm. —El duque Orn se acarició la barbilla—. Entonces ¿qué tal si yo mismo busco a ese escultor?

El príncipe pareció sorprendido.

—¿Tú mismo?

—Bueno, Su Alteza siente curiosidad, por lo que este servidor no puede quedarse de brazos cruzados. Además… —Dibujó una sonrisa en sus hermosos labios como si fuera divertido—. También tengo curiosidad por saber quién hizo esto en secreto en el palacio imperial.

Y así Marie, la doncella, de manera inesperada atrajo la atención de las dos personas más poderosas del imperio.

♦ ♦ ♦

—¡Achú!

Marie estornudó ruidosamente mientras ayudaba a los jardineros.

—¿Quién está hablando de mí? —murmuró para sí misma mientras respiraba con fuerza por la nariz.

—Marie, tienes un fuerte resfriado. Puedes ir a descansar —expresó Hans preocupado.

—No importa —resolló.

A diferencia de antes, la atmósfera del jardín era buena. Se debía a que Su Alteza el príncipe heredero estaba satisfecho con la estatua. Ahora por fin terminarían la rehabilitación del lugar una vez completaran el proceso de acabado [4].

¡Gracias a Dios, de verdad!, pensó Marie. Todos los demás pensaban como ella.

Solo quedaba un problema: todavía no se ha resuelto la cuestión de quién terminó esa escultura.

—Marie, ¿estás segura que no viste a nadie ese día? —inquirió Hans, sabía que ella había venido al lugar de la construcción esa noche. La atormentada Marie negó con la cabeza.

—Sí, no vi a nadie. Regresé a la habitación enseguida.

—¿De verdad?

Marie no confesó que ella lo había hecho. Era lógico. ¿Cómo le explicaría lo que había podido hacer? Sería una suerte que no la considerara una loca.

Y se supone que no me debe ver el príncipe heredero.

Se sorprendió mucho cuando escuchó que el cruel príncipe heredero estaba buscando un escultor. Por supuesto, era poco probable que descubrieran que era la princesa del Reino Cloyan. Ya habían pasado algunos años desde entonces, y dado que siempre fue una princesa maltratada, pocas personas conocían su rostro incluso en el palacio.

Aunque su padre la llevó al palacio real, él se rehusó a mostrar su linaje indigno frente a los demás.

Gracias a eso, pudo sobrevivir disfrazándose de sirvienta.

Si hubiera muchas personas que reconocieran su rostro, por mucho que fingiera ser una sirvienta, la habrían atrapado de inmediato. Pero, por irónico que parezca, su desgracia se había convertido en una bendición porque gracias a que vivió esquivando la mirada de los demás y siendo maltratada en el palacio real, es que pudo sobrevivir.

Todavía debo tener cuidado.

En especial si no quería llamar la atención del cruel príncipe heredero, incluso si nadie más la conocía en ese lugar.

—¿Dios hizo descender a un ángel? —se cuestionó Hans, mirando al cielo. Marie se limitó a sonreír avegonzada.

En cualquier caso, fue un final feliz para todos, aunque la identidad del escultor no fuera revelada.

Y esa noche Marie durmió con tranquilidad. Pero ¿por qué volvió a tener un nuevo sueño…?

Soñó con un niño cuyo nombre era: Wolfgang Amadeus Mozart.


[1] Un macizo de flores es una combinación de plantas que decoran los jardines.

[2] El estilo Vista es una técnica de paisajismo que hace que el sitio parezca más grande de lo que es en realidad, dando la sensación de mirar el paisaje desde la distancia. Por lo general a los jardines de este estilo se los conoce como jardín formal francés. Es un estilo de jardín basado en la simetría y el principio de imponer el orden a la naturaleza. En Francia se conoce como jardín regular o jardín clásico y es expresión del clasicismo en el arte de los jardines, es decir, de la búsqueda de la perfección formal, de una majestad teatral y de un gusto por el espectáculo.

[3] Chubasquero es un impermeable cerrado que se pasa por la cabeza, llega hasta la cadera y lleva capucha; es de nailon y se ajusta al cuerpo a modo de cazadora o va tirado a modo de capa.

[4] Se denomina acabado a un proceso característico utilizado en el área de fabricación y manufactura que tiene como finalidad obtener una superficie con una determinada estructura y características especiales. Antes, el acabado consistía en un proceso de poca importancia, en cuanto a la estructura y calidad del producto. Se utilizaba con puros fines estéticos.

Una respuesta en “Una doncella competente – Capítulo 1: Un milagro increíble (2)”

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