Emperatriz Abandonada – Capítulo 4: Un nuevo comienzo (1)

Traducido por Lugiia

Editado por Yusuke


Después de la audiencia con el emperador, me quedé en casa y pasé mis días de forma pacífica. Sin embargo, pasar todos estos días sin hacer nada me pareció extraño y, a la vez, muy valioso. ¿Será porque, en mi vida pasada, siempre estuve muy ocupada?

Dormía hasta tarde por la mañana, desayunaba con mi padre cuando terminaba de entrenar y pasaba las tardes leyendo libros o paseando por la mansión. Decidí agregarle a eso no ir al campo de entrenamiento tanto como me fuera posible, ya que, siempre que caminaba cerca de allí, los caballeros que estaban entrenando, me dirigían su mirada. Como parecía que estaba molestándolos, basé mi decisión en eso.

Después de la cena, me sentía muy feliz con la vida ordinaria que nunca había experimentado antes: yendo a dormir después de revisar los documentos con mi padre o leyendo tranquilamente libros junto a él.

Poco después de tres semanas de haber pasado días tranquilos, un visitante inesperado llegó a la mansión.

—¿Quién vino a verme, Lina?

—El segundo hijo del duque Verita, el joven Allendis de Verita, vino a verla, señorita.

—¿Ha venido el segundo hijo del duque Verita y no su padre?

—Así es, señorita.

—Entiendo, guíame hasta él —respondí, levantándome nerviosa de mi asiento.

Hace unas semanas, hice una sugerencia sobre un nuevo impuesto de lujo basado en lo que el joven Allendis propuso en mi vida pasada; sin embargo, esta vez di a entender que fue mi idea.

¿Me equivoqué al pensar que todavía no había ideado tal método? Si es así, ¿vino hasta aquí para discutir que esa idea originalmente era suya?

Bueno, lo sabré una vez hable con él.

Mientras pensaba una y otra vez sobre las posibles razones para su visita, me dirigí hacia el salón. Cuando entré en la habitación con Lina, un niño, sentado en un sofá color crema, se puso de pie. Lentamente, bajé mi cabeza hacia el desconocido y le di mis saludos.

—¿Cómo se encuentra, joven Verita? Me llamo Aristia La Monique.

—Encantado de conocerla, señorita Monique. Soy Allendis de Verita.

—Encantada de conocerle también. Por favor, tome asiento.

Después de un breve saludo, le pedí que se sentara. Siguiendo mi propia recomendación, me senté en un sofá frente al joven.

—Lina, por favor, tráenos un poco de té. Si es posible, té de romero.

—Sí, señorita.

Mientras Lina preparaba el té, observé con mucho cuidado a mi invitado.

Su cabello verde claro era fresco como las hojas de primavera y sus ojos color esmeralda se parecían a los de su padre, brillando con intelecto innato. Su piel era tan blanca, que confirmaba el rumor de que solo se la pasaba encerrado, leyendo libros. Era apuesto para ser un niño, pero no daba la impresión de ser débil en absoluto.

En el pasado, solo conocía de sus logros, pero nunca me detuve a hablar con él. Como ya era adulto en ese entonces, esta era la primera vez que lo veía como un niño. Recuerdo que era tres años mayor que yo, así que probablemente, en este momento, tenía trece años.

—El té está listo, señorita.

—Muchas gracias.

Después de servir el té con cuidado, Lina se retiró de la habitación y cerró la puerta en silencio. El aroma único y refrescante del romero se esparció poco a poco a nuestro alrededor.

—Escuché que tiene una gran pasión por la lectura, así que mandé a preparar un té de romero que ayuda a mantener la cabeza despejada. ¿Le gusta?

—Disfruto bastante este té. Gracias por su consideración, señorita.

Después de decir esas palabras, bebimos té en silencio. Me gustaba el té de romero porque su olor a hojas de pino me hacía cosquillas en la nariz y su fuerte sabor permanecía bastante tiempo en mi boca. En el pasado, casi siempre lo tomaba debido a mi hipotensión y mis dolores de cabeza crónicos.

Cuando el niño frente a mí colocó su taza en la mesa, me di cuenta que había perdido la noción del tiempo.

—Debe estar sorprendida por mi repentina visita, ¿no es así? No quise ser irrespetuoso al venir sin avisar, pero debía preguntarle algo por todos los medios, señorita.

—¿Solo vino a hacerme una pregunta?

—Así es. ¿Es cierto que usted propuso el recién introducido impuesto de lujo, señorita?

¿Mi predicción de antes fue correcta? ¿Cómo debería responder…?

—Así es…

—Ya veo… Oh, Dios mío, ¡eso es increíble! ¡He oído que solo tiene diez años, pero que ya es un verdadero genio! —gritó el joven, saltando y agarrando mi mano. Me sorprendió su repentino cambio de actitud—. Por favor, deja a un lado las formalidades conmigo y solo llámame Allendis. Nunca he permitido que nadie me llame por mi nombre, pero creo que estás cualificada para hacerlo.

—¿Perdón?

—¿Puedo llamarte Aristia? Estaba frustrado porque, hasta ahora, no podía hablar cómodamente con mis compañeros, pero estoy feliz de saber que puedo tener una conversación contigo.

—Bueno, eso…

—Vamos, tú puedes. Llámame Allendis.

Estaba perpleja. ¿Cómo sucedió todo esto? Simplemente me quedé sin palabras cuando dejó las formalidades y me llamó Aristia de forma sutil, con sus ojos color esmeralda brillando con fuerza. Asentí con la cabeza, sorprendiéndome cuando volvió a tomar una actitud más calmada.

Con una sonrisa de satisfacción, levantó la tetera y llenó su taza. La fragancia de las hojas de pino disminuyó la confusión en mis pensamientos. Después de que mi mente se despejó, se me ocurrió una pregunta, así que abrí mi boca algo vacilante.

—Por cierto, joven Verita…

—Llámame por mi nombre y no seas formal conmigo.

—Pero…

—No te preocupes. ¡Adelante, hazlo!

—Está bien… Entonces, Allendis.

—Sí, ¿cuál es la pregunta?

—¿C-Cómo supiste que yo propuse el impuesto de lujo? —pregunté tartamudeando, me costaba mucho ser informal.

En el pasado, ya que era respetada como la próxima emperatriz, nadie me había llamado por mi nombre. Aunque esperaba que alguien lo hiciera, tampoco recordaba haber llamado a alguien por su nombre porque no tenía ningún amigo cercano.

¿Fue por eso que me sentía muy incómoda llamándolo por su nombre y que él hiciera lo mismo?

—Es simple si lo piensas un poco —respondió con una sonrisa.

—¿Qué quieres decir?

—Un día, mi padre, quien regresó del palacio imperial, revisó el impuesto de lujo con una expresión seria. Como nunca he visto a mi padre idear tales cosas, eso solo podía significar que alguien más lo propuso, ¿verdad?

—Sí, así es.

—Además, ese día, de repente te mencionó como su futura hija política.

—¿Qué…?

¿El duque de repente dijo que era su futura hija política?

Incliné la cabeza con curiosidad, y él continuó:

—Hablemos sobre ese tema complicado luego. De todos modos, si mi padre te mencionó a ti, la futura emperatriz, como su hija política, solo puede significar dos cosas: o sucedió algo increíble contigo o estás involucrada en una traición. Estoy seguro de que no es la segunda. Si ese es el caso, hay una alta probabilidad de que hayas sido tú la de la propuesta, ¿no es así?

—Oh, entiendo —respondí, sorprendida por su deducción.

Sin embargo, su razonamiento no terminó allí. Levantando la taza de té con elegancia, añadió:

—Por cierto, no logro entender algo. No hay forma de que mi padre haga algo contigo que lo etiquete como traidor. Por eso, siento que algo sucede con tu posición como próxima emperatriz.

Después de ver que no respondía, Allendis suspiró.

—Bueno, tengo una vaga idea. Si tengo razón, va a ser bastante serio, así que no lo mencionaré más. Estoy aquí porque no pude soportar mi curiosidad. Ya que estaba tan impaciente preguntándome si fuiste tú quien ideó el impuesto de lujo, vine a conocerte, aun sabiendo que era irrespetuoso venir sin avisar.

Me sentí un poco frustrada con la curiosidad que emitía su mirada.

¿Qué debería decir? No puedo mencionar nada sobre mi pasado, y, si respondo de forma vaga, se dará cuenta de inmediato que no fui yo la que ideó esa propuesta.

Después de organizar los pensamientos en mi mente, abrí la boca lentamente.

—En realidad, no fui la primera en idear un impuesto de lujo.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—Bueno…, lo vi en un viejo libro. Decía que había un sistema así en tiempos antiguos.

—¿Un libro? ¿Qué libro? ¿Cuál es su título?

Chasqueé la lengua para mis adentros. ¿Por qué inventé tal excusa? El niño delante de mí era un familiar directo del duque Verita, quien ha producido numerosos primeros ministros en el Imperio, por lo que debe haber crecido leyendo un gran número de libros.

Pensé que había cometido un error, pero ahora no podía cancelar lo que ya había dicho. Así que, intentando parecer casual, dije:

—Era un libro sin título. Lo vi por casualidad en la biblioteca del palacio imperial, pero no pude encontrarlo cuando fui nuevamente.

—Hmm. ¿En serio?

—Sí.

Él parecía dudoso, pero se encogió de hombros y se sentó como si no importara. Suspiré aliviada, pero levanté la cabeza cuando algo me vino a la mente.

¿Esto es motivo para que ya no pueda llamarle por su nombre? Debe haber sido amistoso al inicio porque pensó que yo era la responsable de idear el impuesto de lujo.

Con eso, me di cuenta que este niño era muy astuto.

Hace un momento, me sentí muy avergonzada cuando me pidió que le llamara por su nombre y hablara cómodamente; sin embargo, ahora me siento un poco arrepentida de no poder hacerlo de nuevo.

—Bueno, ¿va a cancelar su petición de que le llame por su nombre, joven Verita?

—¿Qué? —preguntó, abriendo con sorpresa sus ojos color esmeralda. Me miró un momento, sonrió y dijo—: Aristia, como dijiste que no eres la primera en idear un impuesto de lujo, ¿pensaste que cancelaría mi petición de que me llamaras por mi nombre? De ninguna manera. No te permití decir mi nombre simplemente por eso. Me siento un poco triste de que pienses de esa manera.

—Entonces, ¿por qué?

Cuando le pregunté con curiosidad, él chasqueó ligeramente la lengua.

—Por supuesto, me sorprendió que se le ocurriera a una niña de diez años. También tenía curiosidad por saber qué hizo que mi padre te mencionara como su futura hija política. Sospeché un poco al inicio cuando no seguiste mi línea de pensamiento, pero me alegré cuando mencionaste que lo habías leído en un libro que no pudiste encontrar de nuevo en la biblioteca. No creo que las otras señoritas sean estúpidas, pero me alegro de poder tener una conversación profunda contigo. Aunque no lo hayas ideado, sino leído sobre ello, no todas podrían digerirlo y sugerirlo como tú. —Se detuvo un momento para tomar aire y luego añadió—: Y aún no te he dicho lo más importante…

Ante el repentino silencio, levanté la mirada. Cuando me encontré con sus ojos, el niño abrió la boca de nuevo con una sonrisa brillante.

—Me gustas.

—¿Eh?

—Por supuesto, aunque también me gusta tu apariencia, lo primero que llamó mi atención fue tu compostura. Podrías haberte avergonzado o enfadado cuando cambié de repente mi actitud, pero solo te estremeciste por un momento y mantuviste la calma en todo momento. Me gustan tus buenos modales y tu astucia. Además, a mi padre también le agradas. Así que, Aristia, sé que la situación es complicada, pero cuando termines de resolver tus problemas, ¿te casarías conmigo?

—Espera, ¿qué…? —pregunté avergonzada ante su repentina propuesta.

—¡De ninguna manera! —gritó alguien, interrumpiendo mis palabras y abriendo la puerta.

—Oh, padre.

—Cuánto tiempo sin verle, marqués Monique.

A diferencia de mí, que no sabía qué hacer, Allendis le saludó en un tono tranquilo, como si hubiera estado esperando que esto sucediera.

—Tia, ven aquí.

Mi padre se acercó rápidamente y me puso detrás de él.

—Oh, de verdad se preocupa por su hija, marqués. Ahora me siento mucho más atraído por ella. Aquellas personas que son amadas son buenas en dar amor de regreso.

—Ya le dije claramente que no…

—¿Qué es lo que no le agrada de mí, marqués?

Me sentí extraña porque nunca había experimentado cosas como estas, ya que siempre me trataron como la prometida del príncipe heredero desde que nací.

No, ¿esta no es una situación común para las mujeres nobles que se casan por intereses políticos? Incluso me parece similar a las novelas que las criadas suelen disfrutar.

—Hasta donde sé, nunca antes se ha encontrado con mi hija.

—Así es.

—Entonces, apenas está conociéndola por primera vez en este momento. ¿Cree que tiene sentido proponerle matrimonio tan repentinamente?

—Es posible. Puede que me haya enamorado de ella a primera vista.

—Oh, Dios… —exclamó mi padre como si estuviera abrumado—. He oído que cumplió trece este año.

—Sí, marqués. ¿Cree que no puedo amarla porque soy joven…?

—Vamos a terminar esta conversación aquí y ahora. Por favor, siéntese. Tia, tú también —interrumpió mi padre con un tono frío. Sentí que no se me permitía intervenir, así que me senté en silencio—. Aunque lo llamen un genio, no soy lo suficientemente tonto ni tampoco poseo el tiempo necesario para discutir con un niño de trece años. Déjeme ir al grano. ¿Qué quiere de mi hija?

—Ya le dije. Amo a su hija… Oh, está bien. Hablaré en serio, así que, por favor, retire su mirada asesina. —Allendis dejó de sonreír por su mirada fría y dijo en un tono serio—: No sé cuánto me escuchó hablar con ella, pero me gusta mucho su hija. Sin embargo, como usted dijo, todavía somos muy jóvenes para hablar de amor.

—¿Entonces?

—Pero es cierto que me he enamorado de Aristia. No creo que Aristia me odie, así que tal vez, en un futuro, Aristia también puede llegar a enamorarse de mí. Entonces, ¿qué piensa de eso?

Creo que se siente muy a gusto con decir mi nombre frente a mi padre, ya que lo repitió a lo largo de su oración…

—En primer lugar, dada la situación actual, parece muy posible que Aristia no sea la prometida del príncipe heredero. ¿Es eso correcto?

Mi padre no pudo objetar sus palabras y se mantuvo en silencio.

—Supongo que tengo razón. Digo esto basándome en mi suposición de que Aristia no se case con el príncipe heredero. ¿Qué pensarían otros nobles si su compromiso con la familia imperial fuera anulado? A mí parecer, ellos comenzarían rumores sobre que su hija tiene problemas, ¿no es así?

—Si eso llega a suceder, no me quedaré de brazos cruzados.

Las palabras de Allendis era algo que ya había pensado, pero dejé ese pensamiento a un lado porque no tenía forma de resolverlo.

—¿Cómo va a poder detener todos los rumores de los círculos sociales? Aunque lo haga, la reputación de su hija se habrá dañado lo suficiente como para que le sea imposible encontrar una pareja prometedora. Bueno, siempre existirán nobles de clase inferior o aquellos que deseen cultivar relaciones con la familia Monique. Aun con todo eso, ¿cómo va a manejar tal humillación?

»Si me considera como su posible compañero, sería muy útil para resolver esa difícil situación. Me siento incómodo diciendo esto, pero soy un buen partido, aunque todavía sea joven. ¿Qué opina?

—La opinión de mi hija es importante…

—Por supuesto. Si mi relación con su hija se desarrolla completamente para entonces, me gustaría proponerle matrimonio de forma correcta. Sin embargo, si su hija está enamorada de otro hombre, me rendiré con la condición de que él sea digno de ser su pareja.

Aunque yo era el tema principal, la conversación, de la cual me excluyeron por completo, estaba llegando a su fin.

—Está bien. No pienso en usted como mi futuro hijo político, pero si cumple una condición, le permitiré estar cerca de Tia como amigo, pero tenga cuidado. Mi hija sigue siendo la prometida del príncipe heredero.

—Por supuesto. ¿Cuál es la condición? —preguntó Allendis con una sonrisa brillante.

Sin embargo, sin responder a su pregunta, mi padre se levantó de su asiento y me miró.

—Tia, tengo que ir al palacio. En realidad, debería haberme ido ya, así que llego un poco tarde. Te veré más tarde por la noche.

—Oh, es cierto, se suponía que hoy ibas a ir a trabajar. Cuídate, padre.

—Por supuesto.

Mientras se alejaba sin echar un vistazo a Allendis, mi padre se giró un poco y dijo:

—Para estar con mi hija, deberías ser capaz de protegerla de cualquier situación peligrosa. Como el duque Verita nunca ha sido entrenado para usar la espada, ven a verme a partir de mañana. Te entrenaré personalmente.

—Uh, ¿a qué nivel debo llegar con su entrenamiento?

—Bueno, si quiere proteger a mi hija, debería ser capaz de vencer a un grupo de caballeros sin ninguna dificultad, ¿no es así? Le veré mañana.

El niño, quien miraba desconcertadamente a mi padre mientras hacía tales comentarios, colapsó en su sofá.

—No un caballero, ¿sino un grupo de caballeros…? ¡Estoy acabado!

Por alguna razón, me reí de su expresión desesperada. Cuando me vio reírme en silencio, cubriéndome la boca, Allendis dijo con un suspiro:

—No te rías. Mi familia lleva sin entrenar la espada por generaciones. Me temo que soy muy torpe para usar una.

—Oh, ¿en serio? No es de extrañar que nunca haya visto un caballero notable en la familia Verita.

—Sí. Somos muy inteligentes, pero es extraño que también seamos muy torpes con la espada. Sin embargo, no puedo rendirme. No tengo más remedio que seguir las indicaciones de tu padre para conseguir una esposa hermosa e inteligente como tú.

No pude encontrar nada de la seriedad que mostró mientras hablaba con mi padre. Había vuelto por completo a su tono del inicio.

—Oh, lo siento. Aristia.

—¿Sobre qué?

—Aunque estábamos hablando sobre ti, nunca llegué a pedir tu opinión.

—Ah…

Para ser honesta, no me sentí mal y tampoco tuve tiempo de hacerlo. Estaba distraída por su repentina propuesta de matrimonio cuando mi padre apareció de repente para detenerlo y también me enfoqué por completo en su conversación.

Sin embargo, me sentí bien cuando se disculpó, así que, con una pequeña sonrisa, respondí:

—Bueno, con gusto acepto su disculpa.

—Gracias, señorita —dijo él con un tono educado y juguetón mientras sonreía—. Permíteme comenzar mi relación contigo como amigos, tal como sugirió tu padre, pero Tia…

—¿Eh?

—Cuando seas adulta, espero que puedas recordar que fui el primero en reconocer tu verdadero valor y en proponerte matrimonio.

—Por supuesto. Gracias, Allendis…

De repente, me sentí afligida al oír eso. Había una persona en mi corazón de la que esperaba oír tales palabras.

Sin embargo, esa persona no me cuidó ni siquiera al final. E incluso, cuando volví de mi pasado, seguía siendo el mismo.

Pero ahora, Allendis, no esa persona, pedía quedarse conmigo.

—No tienes que darme las gracias. Después de todo, en este momento, te estoy forzando —dijo, inclinando la cabeza y chasqueando la lengua de repente—. Oh, Dios, no volví a pedir tu opinión al respecto. Lo siento.

—¿Sobre qué?

—Por ahora, poniendo a un lado nuestro futuro, ¿serías mi amiga, Aristia?

Cuando extendió la mano con una sonrisa brillante, me sentí algo conmovida.

En el pasado, nunca tuve a alguien a quien pudiera llamar amigo. No había mujeres nobles de mi edad, y fui designada como la prometida del príncipe heredero tan pronto como nací. Solo era objeto de admiración o envidia de otras señoritas, así que no podía hacer amistad con nadie.

Los solteros con un estatus similar también me evitaban porque tenían miedo de ser incomprendidos por los demás. Cuando fui empujada a un lado a la posición de concubina real por Jieun, me convertí en el objeto de su burla y simpatía.

Para ser mi amigo, esa persona debía poseer un estatus similar, así que nunca tuve uno. Por primera vez en mi vida, las palabras de Allendis se sintieron extrañas pero muy cálidas.

—Sí, por favor, cuida de mí de ahora en adelante, Allendis.

Sonreí brillantemente mientras tomaba su mano. Estaba emocionada por el hecho de que por fin tenía a alguien a quien podía llamar amigo, con quien podía relacionarme ya que nuestro estatus era similar.

Mientras miraba sus brillantes ojos color esmeralda, pensé que solo ahora podía aceptar la realidad que me había esforzado por ignorar hasta ahora: que estaba viviendo una vida un poco diferente de mi pasado.

4 respuestas a “Emperatriz Abandonada – Capítulo 4: Un nuevo comienzo (1)”

  1. 🤧🤭👍🏼😎👏🏻Allendis eres un muy buen partido sin duda solo demuestra que tu resolución para tu meta no cambia 🤧🤭👍🏼😎👏🏻

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