Matrimonio depredador – Capítulo 6: Una noche larga e inquieta

Traducido por Yonile

Editado por Meli


Mientras sus lenguas se entrelazaban, sus manos se deslizaron por su cuerpo y deambularon. A diferencia del beso áspero, sus caricias fueron muy suaves… casi reconfortantes. Quizás, porque sabía que no importaba cuán afilada fuera la mujer en sus brazos, ella seguía siendo inocente.

Rompió el beso, su lengua barrió el lóbulo de su oreja mientras una de sus manos comenzaba su travieso descender. Desde de su cuello hasta los lados de su torso y al final ahuecó sus pechos agitados… Por reflejo, Leah se puso rígida ante el toque extraño y preparó su cuerpo para lo que estaba por venir, el hombre agarró con fuerza la tela que separaba su palma de su desnudez y sin vacilación, se lo arrancó.

En una fracción de segundo, los picos de Leah quedaron expuestos. Al encontrarse con la brisa fría, los cogollos rosados ​​se erguían sobre sus alegres montículos. Los ojos del hombre brillaron sobre ellos y pronto, para su desconcierto, emitió una suave risa antes de murmurar: 

—Lindo.

Sus pequeños pechos ni siquiera llegaban a ocupar la mitad de sus manos, sin embargo, jugaba con entusiasmo como si fuera recompensado con un juguete divertido. Su piel se tensó bajo su toque perverso… Los capullos rosados ​​estaban encerrados entre sus dedos, los frotó en círculos, los pellizcó como si nunca llegara a estar satisfecho.

De repente, su boca se movió a un lado de su cuello, su pulso se aceleró y saltó; él probó y mordisqueó con avidez. Ella jadeó, sus labios se separaron mientras luchaba por recuperar su respiración normal. No obstante, el corazón que se aceleraba contra su pecho parecía haber intensificado su noción. No pudo evitar agarrarlo por los gruesos y anchos hombros mientras él la tocaba a su antojo.

No pasó mucho tiempo hasta que su sensible cuerpo comenzó a reaccionar a los diversos estímulos que él le estaba proporcionando. Sus hombros temblaron cuando extraños sentimientos surgieron de sus generosas caricias. De alguna manera era similar, pero diferente, a la sensación de que le hicieran cosquillas.

Pese a ello, se sintió bastante molesta por la sensación de hormigueo que provenía de solo uno de sus montículos. El hombre había tocado con ahínco su pecho izquierdo y había dejado el otro desatendido. Un sonido indistinto escapó de las profundidades de su garganta mientras murmuraba: 

—Uh… Por qué… Sólo ese lado…

—Ninguna queja. Llegaré a él en un momento —murmuró en un leve ronroneo. 

Incluso en este momento acalorado, no dejó de burlarse de ella, ¡ella no se quejó!

Pero la respuesta inteligente que estaba a punto de lanzar murió en su garganta porque pronto comenzó a chupar su carne con fuerza y ​​se detuvo solo hasta que se tiñó de rojo. Era su marca, esta noche, ella no sería de nadie más que de él…

El último lugar al que llegaron sus labios fue su seno derecho. Su cuerpo se inclinó hacia atrás mientras su cálida boca succionaba su montículo con fuerza. Él sostuvo su mano con firmeza en la parte baja de su espalda para que ella no pudiera escapar.

Acarició sus pezones con su suave lengua y mordió provocando un ligero dolor. Los escandalosos sonidos de lamer y chupar llenaron la antes silenciosa cámara.

La parte inferior de su cuerpo comenzó a palpitar. Para ocultarlo, Leah había juntado las piernas, o al menos lo había intentado. Antes de que pudiera cerrar sus extremidades, la mano del hombre se clavó entre sus muslos.

—Esto debe estar bien abierto —declaró con severidad.

Un breve gemido escapó de sus labios y Leah se mordió la lengua. No podía creer el sonido que acababa de emitir. Sus brillantes ojos dorados la miraron, observando cómo se excitaba. Abrumada por la agudización de los sentidos, ella le puso las uñas en los hombros y cerró los ojos.

Sintió como su mano agarraba su parte inferior que aún estaba cubierta por una fina tela. Abrió los ojos de par en par y se resistió, pero él no tenía la menor intención de dejarla ir. En cambio, dedos gruesos la acariciaron desde el exterior, provocando una racha de placer que se apoderó de ella… El mundo se ralentizó a un paso cuando se encontró experimentando un deseo extraño y tentador.

—Empecemos con algo ligero por ahora. —Leah lo miró con curiosidad y él agregó—: ¿has intentado masturbarte?

Ante la pregunta, se quedó sin aliento y se sintió mareada por un momento. 

¡Es un bárbaro que no se adhiere a ninguna cultura…!

Se las arregló para tragar las amargas palabras que casi salieron de sus labios. Incapaz de pensar en algo que decir, solo pudo negar con la cabeza.

—Es una pena. Sería bueno pinchar esto con tus deditos… 

¡Qué sinvergüenza! 

Leah quería obligarlo a cerrar la boca que dice nada más que obscenidades. Sin embargo, era incapaz de hacerlo mientras su mente seguía vagando hacia los dedos que habían acariciado sin descanso la parte superior de su delgada ropa interior. 

—Podemos hacerlo la próxima vez… pero por ahora. —Sonrió y chasqueó los labios en sus oídos—. Te haré sentir bien.

La voz del hombre se hundió más bajo de lo que ella podría haber imaginado que era posible. Apretó sus brazos alrededor de ella. Al contacto, su piel se sintió firme y caliente… El dedo que estaba acariciando su piel cubierta comenzó a frotar con fuerza haciendo que una deliciosa fricción cobrara vida.

Inclinó su cabeza hacia ella, sus labios capturaron los de ella y su lengua en repetidas ocasiones, bailando un ritmo sensual.

Desde el momento en que empezaron, no apartó los ojos de ella. La vio someterse a su toque. Y ahora, con sus sentidos ahogados en placer, su ropa interior había comenzado a mojarse. El paño húmedo se aferró a sus pliegues húmedos, trazando su raja.

Sus muslos tensos convulsionaron. El calor firme en su región inferior seguía revoloteando y hormigueando. Apartó la prenda, y se reveló a sí mismo los regordetes labios inferiores. Entonces, un objeto extraño y duro tocó su entrada y la penetró…

Su dedo medio se hundió más profundo en su húmeda hendidura; tan profundo hasta que su palma estuvo casi plana contra su calor. Lo sintió todo; su dedo entrando lento en sus paredes y estirándola de manera formidable.

—Ah…! —Leah se sobresaltó y echó las caderas hacia atrás.

Fue un movimiento en falso, a él no le gustó su resistencia, capturó sus caderas de nuevo y apuñaló su grueso dedo más profundo en su lugar.

—E-Espera… —tartamudeó.

Él seguía avanzando a trompicones por el estrecho interior. Se escucharon los sonidos húmedos de sus dedos deslizándose contra su vagina, haciendo que sus mejillas ardieran.

Pronto, sus dedos, que habían estado deslizándose dentro y alrededor de sus rojos labios inferiores, comenzaron a curvarse, ganando un grito ahogado de Leah. Ella dejó escapar un gemido. 

—Eh, eh, ah, espera, detente, eh…

Pero como lo hizo desde el principio, no la escuchó en absoluto. Con obstinación, empujó en sus entrañas más rápido y más fuerte.

Leah, se giró, y se encontró con sus orbes dorados. Un pliegue profundo se formó entre sus cejas rectas y gruesas cuando notó una lágrima gruesa que rodaba por su mejilla.

—¿Por qué ya estás llorando? Todavía no hemos comenzado —susurró, barriendo las comisuras de sus ojos con su mano libre.

Una ola de pasión barrió sus ojos dorados hundidos que prometían una noche larga e inquieta.

Dedos gruesos entraron,haciendo un atroz viaje rápido de ida y vuelta dentro de sus paredes.

Su calor, tembloroso, se tragó los dedos del hombre en respuesta. Al llegar a más lugares, más húmeda se había vuelto.

La sensación que había estado sintiendo su vientre comenzó a llenarla como un incendio forestal. 

Aturdida por el creciente placer, lo empujó a toda prisa, pero el hombre estaba tan duro como una piedra y no se movió, una pulgada. 

A horcajadas sobre él, Leah se retorció y negó con la cabeza. Lo abrazó y le rasguño la espalda. Pero la oleada de sensaciones no descendió, y él no vaciló en su búsqueda.

Parecía que la llevaron al borde del acantilado. Cuando sus dedos la frotaron con ritmo, entrando y saliendo de su región palpitante, los fuegos artificiales se dispararon ante sus propios ojos.

—¡…!

Leah abrió los ojos y la boca. Se arqueó, doblando la espalda.

Como si fuera posible, sus pliegues se empaparon aún más. Sus jadeos de placer resonaron, seguidos de una sensación casi insoportable que atormentó su cuerpo.

—¡Oh, eh, ah …! —gimió fuerte. 

Cuando volvió a sus sentidos, se dio cuenta de que estaba colgando del hombre. Sus rodillas, que apenas sentía, perdieron su fuerza. Se desplomó sobre él, era un desastre total mientras su cuerpo temblaba.

—¡Ahhh!

Fue el colmo de su primera experiencia en toda su vida. La novedosa sensación de perder el control de su cuerpo por un momento la dejó entumecida.

Al verla sollozar, abrumada por la persistente mezcla de vergüenza y placer, las comisuras de los finos labios del hombre se alzaron con suavidad.

—¿No te sentiste bien? —Él arrastró las palabras, mientras sus dedos traviesos provocaban su clítoris, que se endurecía con su toque.

Su sensible protuberancia se hinchó por su  atención. Se dio cuenta de que era la fuente de todos las palpitaciones.

—Detente, detente… —suplicó.

El hombre hizo lo contrario. La dejó en la cama y la hizo alcanzar el clímax una vez más. 

Agarró las sábanas con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.

Cuando la pequeña lengua se reveló a través de sus labios abiertos, el hombre capturó su boca y la chupó hasta la sumisión.

En medio de su aturdimiento entre el clímax y los besos ásperos, no se percató que su delgada ropa interior era desprendida de a poco. Tan pronto notó que había sido despojada, dejándola expuesta y vulnerable al hombre, recogió sus piernas por reflejo, pero fueron abiertas una vez más por la manos insensibles.

Fue una actitud poco sofisticada, nunca antes había estado tan expuesta frente a nadie. Y para aumentar su vergüenza el hombre miraba con descaro su vagina.

—¿Qué está pasando aquí? 

Su voz burlona la hizo enrojecer. 

A diferencia de los demás, ella casi no tenía pelo abajo. Los largos dedos dedos del hombre  masajeaban sus pétalos rosados, Leah apenas respondió con un gemido.

—Ha estado de esta forma desde…

—¿Desde que naciste? 

Ella asintió en respuesta.

El hombre le agarró la muñeca y levantó su brazo con brusquedad, revelando su suave axila.

—Hasta ahora nunca pensé que me gustaría… —murmuró en tono preocupado después de gemir.

¿Por qué es así…? 

¡Parecía querer lamerla por todos lados! Su respiración se volvió turbulenta.

Empezó a quitarse los pantalones.

Oh Dios mío… La mandíbula de Leah cayó mientras miraba entre las piernas del hombre. 

Había adivinado que sería grande porque el físico del hombre era significativo. Pero eso no era normal. Sin exagerar, era más grueso que el antebrazo de Leah. 

Sintió su pene rígido cuando tocó su ombligo, tenía un extremo húmedo y los tendones abultados sobresalían.

Kurkans heredó la sangre de la bestia, y su miembro no era menos que el de una bestia.

El hombre se rió como si supiera lo que estaba pensando. Suspiró lánguidamente y frotó su longitud sobre el muslo de ella.

—¿Estás sorprendida? 

El área frotada se sentía caliente como si se hubiera quemado. 

—Es por ti. Tienes que asumir la responsabilidad y apaciguarlo.

Leah agarró la manta.

—No. ¡¿Cómo voy a acomodar eso…?! —expresó con su voz temerosa.

—Deberías intentarlo.

Una cabeza redonda se metió por el hueco estrecho. La presión era considerable, aunque solo era la punta.

Su interior estaba bastante húmedo pero todavía estaba apretado y estrecho. El hombre respiró con dolor, sus labios en una línea apretada.

—Es tan estrecho…

Pero a diferencia de su voz áspera, los ojos del hombre estaban serenos como la calma del mar. Sin que Leah lo supiera, su miembro grueso se detuvo en la mitad y entró sin prisa.

Confió en él.

Se detuvo cuando vio el rostro lleno de lágrimas de Leah, ella apenas respiraba.

—¿L-Lo pusiste todo en …? —preguntó ansiosa al sentir que algo entraba.

—Me estás subestimando, ¿no? —respondió con una sonrisa traviesa—. Aún queda un largo camino por recorrer.

Y con eso, empujó su longitud hasta la raíz.

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