Pronto, utiliza el rostro del demonio – Arco 5 – Capítulo 7

Traducido por Shiro

Editado por Meli


Zhou Yun Sheng pensó que su casa había sido vandalizada. En la trama original, los bandidos odiaron la inmensa riqueza de la familia Zhu, por lo que no solo robaron las cosas, sino que también destruyeron la mayor parte de la propiedad con un incendio. Pero a medida que el carruaje se acercaba al lugar, descubrió que solo la puerta había sido un poco dañada, el interior estaba intacto. Incluso las flores y las plantas seguían como las había dejado.

Un soldado vestido con uniforme militar salió al ver a los espectadores.

—¿Es usted el joven maestro Zhu Zi Yu de la familia Zhu? —preguntó con rapidez una vez se acercó a ellos.

—Lo soy. —Zhu Zi Yu se acercó caminando con la ayuda de Lu-shi para saludar apropiadamente.

—Joven maestro Zhu, nuestro general Ding Yuan se apoderó de su patio, haciéndolo un puesto de mando temporal. Ahora que los bandidos se han retirado, se lo devolveremos. —Por su ropa militar, la posición de este soldado debería ser la de comandante de batallón, pero su actitud era humilde.

El general Ding Yuan era uno de los hombres de confianza de Qin Ce, siendo muy íntegro, por lo que no codiciaría la propiedad de la familia Zhu. El corazón tenso de Zhou Yun Sheng finalmente se relajó, entonces con rapidez lo saludó colocando la palma sobre el puño a modo de gracias y le ordenó a Cui-er que sacara una bolsa de plata y se la entregara.

El comandante le había ordenado personalmente que custodiara la mansión, ¿cómo podría un soldado atreverse a ser descuidado? Por lo que, tampoco aceptó la plata. Después de rehusarse con firmeza, reunió a su escuadrón de soldados y se retiró apresurado.

Zhou Yun Sheng se sentó en la sala de estar intacta y dejó escapar un suspiro de satisfacción. Estaba a punto de pedirle a Cui-er que hiciera algo de comer cuando un portero le informó que el sirviente principal había regresado.

—Buen momento, átenlo y envíenlo directamente a la oficina del gobierno. —Sonrió insidiosamente.

Zhu Lao Si no esperaba que el maestro de pronto lanzara un ataque en su contra. Se encontraba tan desprevenido que incluso llevaba consigo los libros que detallaban la malversación que había realizado de las propiedades de su amo en su equipaje personal, los cuales fueron incautados por los guardias.

Zhou Yun Sheng hizo de eso una gran fanfarria, circulando por varios pueblos cercanos mientras lo llevaba a la oficina del magistrado del condado. Entonces, en la sala principal, comparó los libros de contabilidad de Zhu Lao Si y los de la familia Zhu. Y así, los espectadores se dieron cuenta de que: Zhu Lao Si no solo cobraba cierto porcentaje de más en el alquiler sin permiso, también ordenaba a los agricultores arrendatarios que le dieran regalos cada año nuevo, de lo contrario, le quitaría los campos. Todos estos regalos estaban en su poder, la familia Zhu nunca estuvo involucrada. Además, cada vez que su hijo, Zhu Fushun, le apetecía una joven hermosa o ger, los secuestraba, declarando falsamente que se los presentaría al propietario para su disfrute, lo que había hecho que varias familias odiaran a Zhu Zi Yu hasta los huesos.

Respecto a ese punto, Zhu Zi Yu de verdad fue acusado erróneamente. Era un ger, solo podía ser presionado, ¿cómo podía presionar a otros?

El magistrado del condado de Qing Min era un subordinado de Qin Ce, y era extremadamente honesto. Aceptando el caso de inmediato, ordenó a los corredores que registraran la casa de Zhu Lao Si.

Shiro
«Corredor» era la posición más baja en el departamento de gobierno de una oficina administrativa o casa de un burócrata, lo que los convirtió en el puente entre la gente común y el gobierno.

Efectivamente, rescataron a las jóvenes y ger secuestrados. Los aldeanos que se apiñaban en la puerta como espectadores no pudieron evitar estallar en un alboroto, maldiciendo la crueldad de Zhu Lao Si mientras se sentían agraviados en lugar de Zhu Zi Yu.

Todas las cosas horribles habían sido perpetradas por Zhu Lao Si y su hijo, pero la infamia la llevaba Zhu Zi Yu. ¡Injusticia, qué injusticia!

Debido a los ataques de los bandidos, cuando Zhu Lao Si se refugió, llevó consigo los bienes malversados de la familia Zhu y las escondió, negándose a devolverlas. Por esa razón, el magistrado del condado ordenó que fuera severamente castigado con cuarenta latigazos. Solo entonces, cuando estaba casi en su último aliento, lloriqueó una confesión.

Más de una docena de carretillas llenas de posesiones y alimentos fueron arrastradas hasta las puertas de la oficina del magistrado del condado, lo que provocó que los aldeanos jadearan de la sorpresa. Antes habían visto codicia, pero no a tal extremo. Parecía haber vaciado el balance de la familia Zhu.

Zu Zhi Yu revisó el inventario de los libros de contabilidad uno a uno, y al final colocó la palma sobre el puño y dijo:

—Señor magistrado, nos encontramos en tiempos de crisis y la gente no tiene manera de sobrevivir. Esos bienes y alimentos originalmente fueron la sangre y el sudor de los aldeanos, los cuales fueron saqueados por Zhu Lao Si. Me avergüenza demasiado aceptarlos. Estos serán donados a los aldeanos para ayudar y que todos podamos salir juntos de esta crisis.

A los aldeanos les llevó mucho tiempo repartir las carretillas llenas de alimentos, de no ser por los corredores con espadas que las resguardaban, se habrían peleado por llegar a ellas. Tras escuchar la declaración de Zhou Yun Sheng, la gente se arrodilló en reverencia como agradecimiento, derramando lágrimas, afirmando frontalmente que el joven maestro Zhu era un Buda viviente.

Al magistrado del condado le había preocupado que no hubiese suficientes alimentos en el depósito como para ayudar a todos los aldeanos, por lo que se sintió eufórico al escuchar estas palabras. Acto seguido, inesperadamente, se acercó e hizo una reverencia, diciendo que informaría de este asunto a la Corte Imperial y conseguiría un reconocimiento para él.

Desde entonces, la mala reputación de la casa Zhu fue completamente erradicada. Ahora, Zhang Jia Rui y el gong leal no tendrían razones para suprimir a la familia Zhu en el futuro.

♦ ♦ ♦

Qin Ce fue empujado a las afueras de la multitud por los aldeanos, viendo cómo Zhu Zi Yu se subía al carruaje y se alejaba, asintiendo en dirección al magistrado del condado.

Después de participar en la algarabía, la familia Zhang convenientemente recogió una bolsa de comida en las puertas de la oficina del magistrado del condado y regresó feliz a casa.

—Así que el joven maestro Zhu todo este tiempo fue usado como chivo expiatorio por Zhu Lao Si. Sus padres murieron y quedó por cuenta propia, joven e ignorante, cegado y engañado por un grupo de sirvientes revoltosos. Tenía una reputación tan mala sin razón alguna, es tan desafortunado —se lamentó Zhang Shu Lin.

—¿Qué tiene de desafortunado? Nunca ha dejado de cobrar el alquiler; su vida es más cómoda que la de los demás —se burló Zhang Jia Rui.

—Para cultivar la tierra de alguien más obviamente hay que pagarles. ¿Tiene que darte gratis la tierra para que lo consideres una buena persona? ¿Dónde en el mundo encontrarías tal cosa? —Qin Ce, quien había permanecido en silencio, de pronto habló, su complexión sombría.

Zhang Shu Lin le dirigió una mirada llena de furia a Zhang Jia Rui, quien seguía indignado, tras lo que sonrió y asintió.

En ese momento, el jefe de la aldea fue a verlos.

—Shu Lin, ah… La gente del ejército se retirará pero el bandidaje no ha sido purgado por completo, me temo que algún día se reagruparán. Por eso, después de discutirlo, todos hemos decidido juntar algunas carretillas de comida y enviarlas a los militares para que vengan a patrullar la aldea cuando tengan tiempo libre como disuasión. Tu familia debería tener algún excedente, ¿cierto? Envía dos bolsas al Salón Ancestral en un rato. Hay otras familias que también deben ser notificadas, así que me iré primero.

—Envía solo un puñado —propuso Zhang Jia Rui reacio—. El pensamiento es lo que cuenta. Es obvio que pueden eliminar el bandidaje con un solo movimiento, pero esos soldados se retiraron a mitad de camino. Está claro que están dejando algo de bandidaje para extorsionar a los aldeanos, qué avaricia tan insaciable.

Esto no era extraño en el país de Chu Yun, la conocida «colaboración oficial-bandido» era exactamente eso. Pero esto no incluía a las tropas bajo el mando de Qin Ce. Las razones por las que los soldados se retiraron a medio camino fue: primero, para asesinar al hijo de la emperatriz viuda; segundo, para entrar en la capital y salvar al joven emperador. Entonces, una vez las cosas se estabilizaran en la Corte Imperial, las tropas regresarían para acabar con los bandidos. Las palabras de Zhang Jia Rui eran una calumnia injustificada.

Qin Ce lo miró con expresión sombría. La impresión que ahora tenía de él había tocado fondo.

Inesperadamente, Zhang Shu Lin asintió, estando de acuerdo, pero de igual forma reprendió un poco a su hermano antes de sacar medio tazón de alimentos y prepararse para llevarlo al Salón Ancestral.

De pronto, alguien afuera proclamó:

—No hay necesidad de enviar grano. El señor ya envió a alguien para que lo entregue al cuartel en nombre de toda la aldea.

—¡El señor es un buen hombre!

—¡Un Buda viviente!

—¡Debo orarle a la lápida de longevidad del señor!

—Yo también, ¡de no ser por la ayuda del señor ya estaríamos muertos!

La calle era ruidosa. Todos alababan y agradecían a Zhu Zi Yu. Originalmente, Zhang Shu Lin había pensado que todos los terratenientes serían como Zhou Bapi, y jamás esperó tener tan buena suerte como para cruzarse con un hombre caritativo. Colocando el alimento de vuelta en el saco, rio lleno de felicidad.

Shiro
Zhou Bapi es el villano (un terrateniente codicioso) de una historia corta llamada «El gallo canta a medianoche».

El rostro de Zhang Jia Rui estaba pálido, y aunque abrió la boca varias veces, no supo de qué burlarse. Al final, dijo con desdén:

—¡Buscador de fama!

—Su deseo de buscar fama es para tu beneficio. —Qin Ce miró a Zhang Shu Lin y le instruyó—: Prepara algunos productos para enviar como regalo. Los presentaremos al joven maestro Zhu para expresar nuestro agradecimiento.

—¡Sí!, hagamos eso. Hagamos eso. —Zhang Shu Lin preparó con rapidez una cesta con productos y estaba a punto de salir cuando Qin Ce la tomó.

—Todavía hay cosas por hacer en la casa. Conmigo es suficiente.

Zhang Shu Lin había insultado a Zhu Zi Yu numerosas veces tras haber transmigrado, por lo que era un poco vergonzoso ir a verlo en ese momento. Accediendo a la petición, Qin Ce obtuvo su deseo y de inmediato salió por la puerta.

Con el calor del verano y sin lluvia durante meses, la temperatura era inclemente e insoportable. Los bienes de la familia Zhu habían sido repartidos en su totalidad por Zhou Yun Sheng, por lo que no disponían de recursos excedentes para comprar un cuenco de hielo. Por esta razón, no tuvo opción salvo usar ropa fina de muselina color rojizo y quedarse descalzo. Y yaciendo medio muerto en el pabellón junto al estanque de lotos, se refrescaba con un abanico de bambú.

Cuando Qin Ce llegó, estaba a punto de almorzar. En la mesa baja a sus pies había un cuenco de fideos fríos brillantes de color amarillo dorado, espolvoreados con cebollas verdes y orejas de cerdo en aceite de chile. El fuerte aroma asaltaba directamente la nariz.

Qin Ce era un amante de la comida, pero lo primero que notó no fue la comida gourmet, sino los pies del joven colgados sobre el sofá. Los vasos sanguíneos color azul claro que serpenteaban extendiéndose bajo la piel de textura similar al jade tenían una belleza misteriosa y elegante. Casi podía ver las leves pulsaciones, e incluso percibir el leve aroma que emitían.

Quería arrodillarse junto a él, sostener ese par de pies como el jade y besarlos, lamerlos y succionar cada uno de los dedos, al mismo tiempo apreciando la expresión incomparablemente hermosa y apasionada que pondría, llena de lágrimas translúcidas brotando de esos ojos seductores, mientras disfrutaba de él sin piedad.

Un pensamiento cada vez más loco que el anterior cruzaban por su mente, haciéndolo sentir que estaba hechizado; ojos feroces e intensos como los de un lobo que ha pasado hambre durante mucho tiempo.

La mesa baja estaba a sus pies, y Zhou Yun Sheng pensó que Qin Ce miraba los fideos fríos.

Adicto a la comida, lo insultó en su interior.

—Puedes comer si quieres. No es necesario que mires como si hubieses estado pasando hambre durante siglos.

—¿En serio? —Levantó la mirada de manera abrupta, ojos llenos de incredulidad, hasta con algo de euforia. Las palmas le comenzaron a sudar, encontrando desagradable la sensación pegajosa.

—Naturalmente. ¿Por qué habría de ser mezquino por un plato de fideos fríos? —se burló Zhou Yun Sheng.

La luz en los ojos de Qin Ce se tornó opaca, y frunciendo los labios, se secó las palmas con el dobladillo de su camisa. Entonces tomó un cuenco de fideos fríos y comenzó a comer. Aunque comía particularmente lento, parecía masticar sin piedad alguna, como si tuviera una enemistad con el cuenco de fideos.

Después de desperdiciar una tarde en compañía del joven hombre, Qin Ce por fin se levantó para irse. Luego, una vez que cruzó el portón de la propiedad de la familia Zhu, su rostro se tornó sombrío. Sin importar cuán hermoso fuera Zhu Zi Yu, seguía siendo un hombre. Pero ¡qué pensamientos tan descabellados y sensuales tenía hacia dicho hombre!

Esto hizo que Qin Ce se sintiera muy confundido, pero lo que más lo desconcertaba era ser consciente de no tener la más leve inclinación a renunciar a Zhu Zi Yu. De hecho, estaba comenzando a considerar seriamente usar su poder para suprimir y tomarlo a la fuerza.

Zhu Zi Yu cumpliría veinte ese año. De haber pertenecido a otra familia ya estaría casado y con hijos. Qin Ce no podía permitirse demora alguna.

Pero ¿qué hay de Zhang Shu Lin? ¿Puedo de verdad traicionarlo?

Pensando en esto, se vio de pronto en medio de un dilema.

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