Sin madurar – Capítulo 9: Cambios (1)

Traducido por Den

Editado por Lucy


La mirada abrasadora siguió mis movimientos durante todo el desayuno.

Solo estaba poniendo la mesa y abriendo las cortinas para ventilar la habitación, como de costumbre, pero Leandro ni siquiera tocó los platos con las tortitas y los huevos que le había traído para comer. Simplemente estudió cada uno de mis movimientos.

Me va perforar la nuca.

—¿Joven maestro, hice algo mal? —pregunté con cautela.

Pero los labios firmemente cerrados de Leandro no parecían estar dispuestos a decir algo. Ya había empujado la bandeja hacia un lado y se había sentado recostado contra la cabecera de la cama. Mirándome.

Cuando el silencio se prolongó, presté más atención y me di cuenta que estaba decaído. Me rasque la mejilla y acorté nuestras distancias.

—No parece tener una fiebre más alta de lo habitual.

Le toqué la frente y las mejillas pálidas. Normalmente me diría que me alejara, pero aquél niño que siempre estaba de mal humor, permaneció en silencio con un rostro abatido.

¿Eh?

—No es gracioso… —murmuró algo que no pude entender.

—¿Qué? No pude oírlo.

—No hablaba contigo —Leandro sacudió la cabeza.

Ah, ¿qué?

Se siguió mordiendo los labios impacientemente. Lo tomé por la barbilla.

—Terminará por lastimarse. ¿Necesita un poco de miel? Venga, dele un mordisco.

—¿Qué estás diciendo?

Apartó mi mano y giró la cabeza. Tiré de la bandeja y la puse sobre su regazo. Las tortitas humeantes ya estaban frías. El plato con los huevos también.

Puse un tenedor en su mano.

—Joven maestro, estaré muy triste si no come pronto.

Miré la delgada muñeca del niño. Continuaba encargándome de preparar su comida, por lo que parecía estar recuperándose lentamente. A pesar de que su carne seguía siendo flácida, su piel y su cabello parecían un poco más suaves.

Comió y masticó con paciencia, como un niño bueno. Cuando sintió mi mirada, las comisuras de sus labios se curvaron, sonriendo.

—¿Qué estás mirando?

—Oh, comió tan bien hoy que tiene buen aspecto.

—Ya no voy a comer.

—¿Por qué actúa así de nuevo?

—No tengo apetito.

—Le daré de comer si sigue actuando así.

—Sí.

—¿Si?

—Sí.

¿Eh…?

Cuando le daba de comer, normalmente se enfadaba y apartaba mi mano de un golpe… Estaba perpleja.

Cogí un trozo de tortita con el tenedor que había soltado y se lo llevé a la boca. Era como un pajarito comiendo tranquilamente. Me eché a reír fuertemente.

Luego bajó ligeramente la mirada, extendió las manos y las sacudió en el aire, para luego ponerlas sobre sus rodillas.

—D-Dame de comer —dijo en voz alta y tartamudeando.

—¿Joven maestro?

—Dame de comer.

—¿Joven maestro, qué sucede con sus manos…?

—N-No puedo usarlas en este momento.

No, este niño… Casi le creo porque dijo esa mentira con demasiada confianza.

En dos días, esta persona ha cambiado demasiado rápido… ¿Habrá comido algo en mal estado?

Después de la comida, me pidió que hiciera esto y aquello, no pude evitar dirigirle una sonrisa fingida.

El tono imperativo, con el que solía pedir solo lo absolutamente necesario, había cambiado completamente.

Espera, ¿Leandro siempre se comportó como un niño?

Se negó a tomar los medicamentos y volvió a recostarse en la cama. Cuando dejé la bandeja afuera y regresé, me hizo señas.

—Ven aquí. Siéntate a mi lado.

¿Qué le pasa? Incliné la cabeza hacia un lado y me acerqué rápidamente.

Me hizo espacio en la cama y me senté. Leandro puso mi mano en su frente y se echó una siesta. Escuché su respiración tranquila y estable. El viento que entraba por la ventana abierta le acariciaba su cabello azul oscuro como el cielo nocturno.

¿Debería irme…?

Aparté mi mano de su frente. Entonces, Leandro, quien parecía dormido plácidamente, abrió los ojos de par en par.

—¿A dónde vas?

—Dulces sueños, joven maestro…

—Quédate a mi lado. El crujir de las hojas es ruidoso.

Luego tomó mi mano, volvió a ponersela en la frente y cerró los ojos. Tenía pestañas largas.

Ah, ¿qué comió en mal estado? Normalmente cuando terminaba de hacer las cosas, me echaba de la habitación con una voz fría.

El viento meció mi cabello castaño claro. Ayer perdí mi cinta para el cabello cuando regresaba al anexo ducal. Cuando se meció mi cabello, que solía trenzar a un lado, acarició las mejillas de Leandro.

Pensé que estaba durmiendo profundamente, pero entreabrió los ojos y sonrió tranquilamente.

Me sorprendió su sonrisa. Por primera vez no era una sonrisa burlona.

De repente me vino a la mente una frase de la novela.

El duque, que no mostraba una expresión temerosa frente a nadie, a excepción de Eleonora, la miró fijamente y sonrió.

Así que estoy viendo la sonrisa que solo existe para la heroína… Soy tan afortunada.

Es divertido darle de comer y bañarlo. Incluso me está abriendo su corazón poco a poco.

Después de un tiempo, miré el reloj en la pared. Estuve sentada en la misma posición durante tanto tiempo que tenía el cuerpo adolorido.

Cuando se despertó, Leandro bostezo y se estiró.

Es realmente imposible moverse sin despertar a alguien que tiene el sueño ligero.

—¿Qué hiciste durante tus vacaciones? —preguntó, manteniendo sus ojos cerrados. Pensé que estaba durmiendo bien.

—Pensar en ti, joven maestro.

—Tonterías.

—Hablo en serio. ¿Por qué no me crees?

Se echó a reír.

¿Eh?

Tiré de su pijama y volví a insistir en que era verdad.

—¿Por qué tiras de mi ropa?

Puso su mano sobre la mía y tiró de mí débilmente.

—Oh…

Un segundo después, estaba casi encima de él. Parpadeé inmóvil.

Debido a las sombras entre las cortinas, las pupilas de sus ojos parecían, curiosamente, claras como el cielo azul y despejado. Me reí avergonzada y traté de quitarme de encima.

En ese momento, tiró de la punta de mi delantal. Era extraño, sus ojos se movían de un lado a otro, inquietos.

—¿Q-Qué? ¿Por qué te ríes así? —dijo antes de que pudiera preguntar qué estaba pasando.

—¿Qué? ¿Yo?

—Hace un momento t-te reíste con el ceño fruncido y los ojos cerrados…

—Eh… ¿Yo?

Me rasqué la mejilla. Leandro detuvo mi mano. Podía haberla apartado fácilmente, porque no me agarró con fuerza, pero permanecí en silencio debido a que su estado de ánimo no era bueno.

Pudo ver todo eso a tan corta distancia…

Pensé que estaba ciego, pero supongo que no. Porque no debería estar mirándome fijamente a los ojos mientras habla…

Creo que debería dejar de hablar tan honestamente y de manera negativa.

—No hagas eso…

—¿Qué?

—Reírte así.

—¿No? ¿Por qué? ¿Por qué no puedo reírme así?

—¡Porque…! —gruñó inmediatamente. En un instante sus emociones se volvieron tan intensas que sus ojos enrojecieron.

Me deshice del agarre de Leandro y acomode un mechón de su cabello, que caía a un lado de su rostro, detrás de la oreja. Luego le di unas palmaditas en el hombro. Solo entonces se calmó y respiró lentamente.

—Pero, ¿por qué no? —volví a preguntar.

—No te lo diré…

—Eso solo me da más curiosidad.

—Me pregunto si realmente tienes curiosidad.

—Wow, el joven maestro tiene un personalidad realmente… buena. La mejor.

Me miró de reojo mientras sonreía con sinceridad y levantaba el pulgar.

Le dije que se calmara y volví a preguntar. Por un segundo creí ver que las comisuras de sus labios se elevaron, pero dejó de sonreír al instante.

—Entonces… ¿pensaste en mí durante tus vacaciones?

—No solamente pensé en el joven maestro todo el tiempo, también tengo mi propia vida.

—¿Por qué tienes que ser tan honesta?

—Je je…

—No es un cumplido.

—¿Entonces qué es?

—Nada —dijo, sacudiendo la cabeza.

Tomó un mechón de mi cabello, que caía sobre mi espalda, y lo acarició. Era una persona que cambiaba de estado de ánimo una y otra vez muchas veces al día.

He decidido dejar de tratar de entenderlo.

—Ni siquiera es gracioso… —murmuró para mí mismo otra vez.

No respondí.

Mi cabello claro, que sostenía en una mano, brilló a la luz del sol.

Como si observara algo grandioso, él, que solo contemplaba mi cabello, levantó la cabeza y me miró a los ojos.

—Pero…

—Uh… Joven maestro, sus ojos…

Los ojos azul marino eran de un azul claro sorprendente.

Sin darme tiempo para sorprenderme, Leandro besó la punta de mi cabello y entrecerró levemente sus hermosos ojos.

—Yo también pensé en ti…

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