Violet Evergarden – Capítulo 3: El soldado y la Muñeca de Recuerdos Automáticos

Traducido por Maru

Editado por Nemoné


Desde la infancia, Aiden Field había proclamado a sus padres que se convertiría en jugador de béisbol. Era delgado y sus extremidades estaban envueltas en músculos flexibles. Y aunque no era guapo de ninguna manera, la cara del chico de cabello rubio oscuro podía considerarse decente, si lo mirabas de cerca. Él era ese tipo de persona.

Tenía talento en el deporte, lo suficiente para mostrar ambiciones, y, después de graduarse, ya había decidido unirse a un prestigioso equipo de béisbol. Sus padres estaban orgullosos de su hijo. Aunque era un chico de un pueblo pequeño, quizás podía convertirse en un jugador profesional. Para él, ese futuro ya era seguro.

Sin embargo, ese camino ya no estaba abierto.

Cuando Aiden creció, en lugar de convertirse en una estrella del béisbol, se encontró en el campo de batalla, dentro del denso bosque de un continente lejos de su querida patria. La nación enemiga contra la que luchó su país, mantuvo en secreto una instalación de perforación de campos petroleros. La misión del 34º Ejército Nacional, al que pertenecía Aiden, era cargar en dichas instalaciones y tomar el control completo de las mismas.

La escuadra estaba constituida por cien personas en total. Su estrategia era dividirse en cuatro grupos y atacar desde todos los lados. Se suponía que no era una tarea difícil, sin embargo, las personas de dichos grupos estaban actualmente dispersas y huían.

— ¡Corre, corre, corre! —gritó alguien de uno de los cuerpos supervivientes.

¿Alguien de su lado había revelado sus planes al enemigo, o era la otra nación simplemente iba un paso adelante? Se suponía que era un ataque sorpresa, pero en su lugar, habían sido atacados primero. La incursión simultánea de los cuatro lados se destruyó fácilmente, junto con la formación de los grupos, por una repentina lluvia de balas en medio de la oscuridad.

Para empezar, su escuadrón era un conjunto de hombres jóvenes de última resolución. Eran diferentes de los mercenarios entrenados. Un joven que solo sabía cómo operar adecuadamente el equipo agrícola, un chico que había comentado que quería convertirse en novelista, un hombre que se había separado de su esposa que estaba en su segundo embarazo…

La verdad era que ninguno de ellos deseaba luchar en ese lugar. No había forma de que quisieran tal cosa. En cualquier caso, allí estaban.

Después de confirmar con el rabillo del ojo que la gente del cuerpo dividido se había dirigido en dirección contraria, Aiden también se precipitó al bosque sin aliento. El terror por acabar, no importaba dónde, huyó para apoderarse de su cuerpo. En realidad, había escuchado gritos agonizantes desde el momento en que sus pies habían tocado tierra.

Borrando los graznidos de los pájaros e insectos, solo se oían gritos y disparos. A partir de eso, Aiden pudo aceptar el hecho de que todos sus compañeros estaban siendo aniquilados.

La sensación de que el cazador se convirtiera en la presa que podía ser asesinada en cuestión de segundos; era una gran discrepancia: el temor del primero que estaba pecando, el miedo del último que estaba perdiendo la vida. Ninguno de los dos era bueno, pero como seres humanos, ninguno deseaba morir.

Ellos favorecieron el exterminio de otros en lugar de ser eliminados. Sin embargo, en este momento, Aiden se encontraba entre los que estaban a punto de ser eliminados.

— ¡Espera! —dijo una voz desde atrás, mientras su dueño trotaba hacia él con un arma en las manos. Una pequeña silueta podía verse en la oscuridad. Era el miembro más joven del escuadrón, un chico aún en sus años tiernos.

— ¡Ale…! —Aiden agarró la mano del chico que había dejado de mover su piernas y siguió corriendo.

— ¡Estoy tan feliz! Por favor, ¡no me abandones! ¡No me abandones! ¡No me dejes solo! —suplicó Ale mientras lloraba.

Era un niño de diez años nacido en la misma provincia que Aiden, con quien éste último estaba familiarizado. Como era el más débil del escuadrón, no se contaba como poder de combate y trabajaba como un niño reponedor. Por decreto nacional, todos los hombres mayores de dieciséis años serían reclutados incondicionalmente en el ejército, y los de edad inapropiada, se considerarían recompensados si se ofrecían voluntarios.

El niño había hablado una vez en tono un poco grosero acerca de cómo se había enlistado para pagar los caros tratamientos médicos de su madre, cuyo cuerpo era demasiado frágil.

Aiden preferiría ver al niño sobrevivir, que a sí mismo. A pesar de que se suponía  que debía preocuparse por el niño ante todo, sus pies se habían movido solos.

Ah, pensar que me olvidaría de este niño pequeño y escaparía solo…

Sus ojos podían ver más allá de la oscuridad.

— ¡Como si pudiera abandonarte! ¡Me alegra de que estés vivo! ¡Vamos a escondernos en alguna parte!

Los dos aceleraron en el interior del bosque.

Mientras corrían, podían oír numerosos gritos procedentes de diferentes direcciones. Si ellos corrían en la dirección equivocada, la muerte podría estar esperándolos con su guadaña lista.

—No quiero esto… No quiero morir, no quiero morir…

Los suaves susurros de Ale a Dios y, los aterrorizados gritos, dolían mucho en los oídos de Aiden.

Yo tampoco quiero… morir. Hay muchas personas esperándome que quiero ver de nuevo, y, muchas cosas que quiero hacer.

—Está bien, Ale. Está bien, solo corre, corre.

Quería calmar al chico, pero no podía decir más que eso.

Si fuera uno de los oficiales superiores, ¿podría mantenerse tranquilo mientras se desarrollaba una situación así? La realidad, sin embargo, era que solo era un hombre joven. Cuando estaba en sus diez, no se le consideraba lo suficientemente adulto.

Ah, que alguien nos salve. No quiero morir en un lugar como este. No quiero morir. No importa qué, no quiero morir.

Los disparos volvieron a resonar, más cerca que antes. Pudo ver las hojas cayendo de los árboles en cierta dirección, y fue capaz de decir que un enemigo se estaba acercando por detrás. Quería detener su propia respiración para igualar los estridentes latidos de su corazón.

— ¡Corre! ¡Corre! ¡Corre!

Mientras reprendía a Ale mentalmente por no poder mantenerse al día, se regañó a sí mismo.

También acabaré muriendo. Terminaré muriendo también.

Sin embargo, no pensó en dejar ir esa pequeña mano. Él nunca podría hacerlo. Aiden lo apretó aún más fuerte.

— ¡Más rápido, Ale!

Mientras seguían moviéndose, ocurrió una explosión. Su visión se volvió completamente blanca por un segundo.

Su cuerpo voló, golpeando inmediatamente después el suelo. Rodó sobre el suelo unos tres metros y se detuvo una vez golpeó un árbol colapsado. El sabor de la sangre se esparció por su boca.

—Ah…

En segundos, su conciencia se volvió borrosa. Sin embargo, sus ojos estaban abiertos, y sus extremidades aún podían moverse. Era una hazaña increíble que él estuviera vivo.

Eso probablemente no había sido una bala de artillería. Golpeó su cuerpo, cubierto de tierra por el impacto, y confirmó su situación. El camino por el que había estado corriendo solo un momento antes se había convertido en un agujero gigantesco. La vegetación se había incinerado y todo estaba ennegrecido.

Aiden no tenía idea de con qué les había disparado, pero era consciente de que su posición había sido descubierta y de que los enemigos no tenían piedad para eliminarlos.

—A… Ale…

Aun así, Aiden miró a su lado al darse cuenta de la mano que no había soltado. Se puso rígido al darse cuenta de que el chico, que se suponía que debía estar allí, no estaba a la vista.

No está en ninguna parte… Ale… no está…

La mano, aún caliente, residía dentro de su palma. Pero el resto se había ido. Sin cabeza, sin piernas. No podía ver nada más que la mitad de un brazo, sus huesos sobresalían de la carne desgarrada.

De ninguna manera.

Su corazón era tan ruidoso que parecía que sus tímpanos estallarían. Se volvió hacia atrás en un lugar remoto, vio una pequeña cabeza entre los troncos caídos. No se movió.

— ¡Ale! —gritó, con espasmos mientras estaba a punto de llorar, antes de ver que la cabeza se estremecía ligeramente, su boca formó una sonrisa.

Gracias a Dios, está vivo.

—Espérame…

Al escuchar la voz del niño, se sintió aún más aliviado.

Está vivo. Está vivo.

La cabecita se movió más, girando para mirarlo. Estaba cubierto de sangre, pero aún vivo. Le habían volado el brazo, pero todavía estaba vivo.

Aiden estaba a punto de ir hacia él y escapar con el chico, aun si tenía que llevarlo en sus brazos, pero en el momento en que hizo un movimiento, se produjeron más disparos. Esos no eran los sonidos llamativos de las balas de antes, y se parecían más al sonido de los rifles.

Aiden se agachó desesperadamente para esquivar los disparos, mientras escuchaba el grito seco de alguien en la oscuridad.

Alguien… sí… claro.

Las únicas personas en los alrededores eran Ale y él. No se levantó hasta que desaparecieron los disparos. Su corazón latía a un ritmo desagradable.

Mis latidos… son demasiado ruidosos. Ah, callaos, callaos…

— ¿Por qué están disparando tanto? ¿Se divierten con esto?

Fue lo que la densa lluvia de balas le hizo querer preguntar.

Una vez que las balas dejaron de dispararse, levantó el cuello y se dio cuenta de que la cabecita había dejado de moverse.

— ¿Ale…?

Los ojos, que le habían mirado como si fuera el único en que el que podían confiar, ahora lo miraban como si estuvieran a punto de salirse. La boca del niño quedó abierta desde atrás cuando pronunció sus últimas palabras. Ale había perecido mientras miraba con los ojos abiertos a Aiden.

—Ah… ah… aah… ¡Aah! —gritos extraños escaparon de la garganta de Aiden. Se fue del lugar tan rápido como pudo. Todavía sintiendo la mirada de aquellas pupilas en su espalda, corrió enloquecido.

Su corazón martilleaba su pecho. Su mente estaba alborotada, como si gritara con la intensidad de cien personas. Tal vez se debía a los disparos. ¿O era por el “espérame” de Ale?

Cada parte de su cuerpo estaba asquerosamente caliente. Se sentía como ser horneado en la temperatura del propio cuerpo.

Ale está muerto. Ale está muerto.

Sabía que había varias personas en el campo de batalla que habían terminado de la misma forma. Muchos ya podrían estar muertos por pisar minas terrestres o ser derribados.

Ale está muerto. Ale está muerto. El pequeño Ale está muerto.

—Ah… ah… aah… aah… ah… —Los chillidos continuaban saliendo de su garganta a luz de sus sentimientos, que ni siquiera entendía bien. Aunque tenía la intención de gritar con todas sus fuerzas, su voz era demasiado débil, insignificante en el mar de muchos otros—. Ah… Aah… Ah… Ah… ¡AAAAAAAAAAAH! ­

Lágrimas brotaron de sus ojos. Parecía que su respiración podría detenerse por el catarro de su nariz. Aun así, sus piernas solo se movieron, y no dejó de correr.

No, no quiero morir…

Tales fueron los sentimientos más obvios: el instinto de supervivencia, el terror de la muerte.

No lo quiero, no lo quiero, no lo quiero… está bien, incluso si nunca puedo volver a jugar al béisbol. Está bien, así que… no quiero morir.  No quiero morir, no quiero morir. No vine a este lugar… por libre albedrío.

—Mamá… ¡Papá!

Una vez más… quiero ver a mamá y a papá una vez más. No quiero morir. Tengo a muchas personas que quiero volver a encontrar. 

Las caras de la gente de su ciudad natal aparecían continuamente en su mente una tras otra. Por último, lo que recordó fue la sonrisa de cierta chica. Era el rostro de su novia, a quien había dejado sin poder despedirse o conocer el sabor de sus labios.

—María…

Si hubiera sabido que las cosas serían así, la habría besado y abrazado aunque fuese a la fuerza.

—Ah, María…

Incluso en un momento así, pensó en ella con tanto cariño.

— ¡María!

Si seguía así, sentía que podía morir en cualquier momento, aun sin recibir ningún daño corporal.

— ¡María! ¡María! ¡María!

Y si eso sucediera, sería deplorable si ella continuara pensando en él aun después de su muerte.

No, ¡no quiero morir! ¡No quiero morir!

Sería demasiado lamentable, pensó.

¡No, no quiero morir! ¡No, no quiero morir! ¡No, no quiero morir! ¡No, no quiero morir! ¡No, no quiero morir! ¡No, no quiero morir! ¡No, no quiero morir! ¡No, no quiero morir! No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. 

No quiero morir en la tierra fría bajo el cielo solitario de un país que ni siquiera sé cómo pronunciar correctamente. Todavía no sé nada de la verdadera alegría y felicidad de la vida. Solo tengo dieciocho años. Solo he vivido dieciocho años. Tengo derecho a vivir más. ¿He nacido para morir como un perro en un lugar como este? No es así. He nacido para ser feliz. ¿No es verdad? ¿He nacido para sufrir? ¿No nací del amor de mis padres? Eso es; tengo derecho de ser feliz. Así es como se supone que tiene que ser. Además, no es como si quisiera matar a alguien de este país. El gobierno decidió por sí mismo que estábamos obligados a venir aquí. No quiero herir a nadie. No quiero lastimar a nadie. No quiero que nadie me mate. No quiero matar a nadie. ¿En este mundo dónde ha nacido alguien para matar a otros? ¿No es eso un sinsentido? ¿Por qué tenemos que luchar unos con otros simplemente porque vivimos un poco lejos los unos de los otros? ¿Qué quedaría después de que lo hiciéramos y muriésemos? ¿Quién decidió que las cosas tenían que terminar de esta manera? Soy un humano. Soy un ser humano. Soy un ser humano con padres cariñosos. Tengo un hogar al que volver. Tengo gente esperándome. Así que, ¿por qué un joven como yo tiene que participar en la guerra? ¿Quién comenzó algo como esto? Por lo menos, no fui yo. Nunca desee que algo como esto sucediera. No quiero esto. Quiero ir a casa. Quiero volver a mi ciudad natal. Quiero volver a mi ciudad natal. 

En este momento, quiero dejar este lugar y volver a ese hermoso pueblo rural. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. Ahora mismo. AHORA. MISMO.

—Ah… —Una voz atónita y diferente se filtró de sus labios. Su espalda estaba insoportablemente caliente y tuvo que agacharse después de recibir un impacto.

Como sus rodillas no podían soportar de inmediato su propio peso, cayó de bruces al suelo.

¿Qué… es esto? Se siente como si fuera lava saliendo de mi columna… Es demasiado… caliente.

Incapaz de contenerse, Aiden se acostó, vaciando lo que le quedaba en su estómago. Pensar que estaba vomitando aunque no había comido nada… Sin embargo, en realidad era sangre.

Eh, de ninguna manera… Vomité… sangre… yo… ¿por qué…?

Aiden movió el cuello para mirarse la espalda por primera vez. Podía ver una mancha negra extendiéndose incluso en la oscuridad. No había forma de que fuera sudor. Entonces, pudo confirmar que le habían disparado, cuando escuchó el sonido de botas acercándose a él y vio a varios soldados armados que venían por detrás.

Al ver que Aiden todavía podía moverse, los hombres se rieron. Si estuvieran jugando, probablemente era una apuesta sobre quién podría matarlo con un solo disparo. Lo más probable era que Ale y los otros hayan sido tratados de la misma manera.

—Este es el quinto.

Parecían jóvenes de la misma edad que Aiden. Sus cuerpos disfrutaban del simple hecho de acorralar a alguien, borrachos con la atmósfera de guerra. Si hubieran nacido en otro lugar y hubieran conocido a diferentes personas, tal vez no hubieran resultado así.

Aiden había matado al azar a muchos en la línea del frente, pero había llegado a comprender qué era realmente la guerra. Se trataba de asesinar personas, puras y simples. Y esos hombres se divertían con eso. Incluso con causas mayores que se usan como justificación, la esencia de la guerra no cambiaba. Realizar una cosa así solo cuando estaba a punto de ser asesinado era ridículo.

Cualesquiera que sean las razones por las que las naciones tenían que luchar entre sí, no tenían ningún valor en las zonas de combate. Tal era la verdad llana y cruel. Aiden era un asesino, los enemigos eran asesinos, y uno de ellos no tendría más remedio que morir.

Al final resultó que, el que pronto sería eliminado, era él mismo.

¿Por qué llegaron las cosas a esto?

Los hombres conversaron a pesar de Aiden, que aún yacía en el suelo.

—Son treinta puntos si golpeas la espalda.

—Te dije que apuntaras a la cabeza, ¿verdad? Cabrón. Perderemos la apuesta.

—Basta ya. Busquemos otro objetivo. Este no puede moverse más de todos modos.

—Apunta mejor la próxima vez.

Una vez terminada la charla, seguramente sería ejecutado. Podía ser de la forma más atroz, con sus ropas despojadas y su cuerpo arrastrado por el suelo.

No…

Las lágrimas se derramaron de sus ojos otra vez.

No, no, no…

Una vez que los hombres que reían no lo miraron más, se arrastró por la tierra para huir de alguna manera.

No quiero morir como Ale. No, no, no, no, no. Cualquier cosa menos ese tipo de muerte. Alguien… ayuda. Ayúdeme. Alguien… ayúdeme. Alguien… Dios… Dios… Dios… ¡Dios!

—Ey, no te vayas corriendo.

Junto con una voz fría, el sonido de los disparos hizo eco de nuevo.

Su pierna fue golpeada. Probablemente, debido a que habían disparado antes a su columna vertebral, no sintió ningún dolor, solo el calor. Aterrorizado por el hecho de que su sentido del dolor estaba adormecido y que su pie ya no se movía, Aiden lloró.

Los disparos continuaron repetidamente. Se sentía como un juego. Sus miembros restantes fueron derribados uno por uno como si estuvieran parejos. Su cuerpo se contrajo con cada disparo y los hombres que lo observaban se rieron. Vergüenza, humillación, desesperación y dolor asaltaron su cuerpo.

—Este tipo parece una rana.

—Esto es jodidamente asqueroso. Date prisa y mátalo.

—Yeah. Mátalo, mátalo.

—El siguiente es en la cabeza.

Se produjo el crujido de un cargador lleno de balas. Aiden estaba demasiado asustado de todo en ese momento, cerrando los ojos y preparándose para morir.

Fue en ese momento cuando algo tremendamente grande cayó del cielo como un trueno. Cual remolino, perforó la tierra. ¿Era una señal de que una gran existencia estaba llegando a poner fin a esos tontos conflictos? Por un segundo, debido al shock, eso era lo que todos los hombres habían pensado. Sin embargo, lo que había descendido no era una deidad, sino un hacha gigante. Su hoja plateada estaba empapada de una lluvia roja de sangre. Su mango tenía una punta puntiaguda cuya forma se parecía al capullo de una flor.

Las hachas eran representantes simbólicos de todo arma, más brutales que las pistolas, más eficientes que las espadas. Aun si eso era en mitad del campo de batalla, algo así como caer desde lo alto era algo críptico. Y las anormalidades no terminaron ahí. Un objeto volador se dirigió ruidosamente hacia ellos.

— ¡Es un Chotacabras gris [1]!

El semejante era un monoplano que se popularizó en la industria de las armas, y se había distribuido desde el próspero norte, al resto del continente.

Era un tipo de avión de combate de doble asiento, ligeramente más grande que los barcos compactos de un solo asiento. Su característica principal era su forma, que era similar a la del ave por la cual se le dio el nombre; con grandes alas y punta afilada del fuselaje. Su casco era delgado, por lo que el avión era utilizado en gran parte para la vigilancia, debido a su velocidad excepcional.

¿Qué lado? ¿De qué lado está?

Ni Aiden, ni los soldados que habían estado a punto de dispararle, podían moverse. ¿De cuál de ellos era aliado el Chotacabras?

Alguien pendía de una larga cuerda de hierro que colgaba del avión a baja altitud. La persona estiró el brazo, para agarrar el hacha de batalla arrojada hacia abajo, para destruir todo el lugar, girando alrededor del soporte varias veces antes de aterrizar en el suelo.

Aiden inhaló profundamente al observar movimientos acrobáticos, pero su respiración solo se perturbó un poco.

El ser misterioso levantó lentamente la cabeza. Solo su pálido rostro era visible en la oscuridad.

Ella era como una rosa blanca floreciendo en la noche. Aun con su visión ligeramente distorsionada por las lágrimas, Aiden pudo decir lo impresionante que era. Sus iris azules le recordaban a los lejanos mares del sur, sus labios tan rojos como la salida de la luna en el desierto. Sus rasgos faciales habrían hecho que su corazón se acelerara en un día normal, pero en tales circunstancias, no sentía más que miedo. Su cabello dorado brillaba intensamente, incluso en la oscuridad, haciendo que la cinta de color burdeos que lo decoraba, destacase.

No importaba cómo se mirara, ella era una mujer tan hermosa como una muñeca.

—Perdónenme por interrumpir su conversación. Me he tomado la libertad de entrometerme desde arriba.  —resonó su voz con fuerza—. ¿Está el señor Aiden Field por aquí?

Hablando con tanta elegancia y una apariencia digna, podría ser un ángel o la muerte, dejando a los hombre desconcertados. Eso era solo lo esperado: con una mujer de ese calibre apareciendo en el campo de batalla, no podía evitar pensar si estaba alucinando.

Aiden, que se había sentido un poco aliviado de que los otros hombres se hubieran centrado en ella, pronto se sintió atemorizado de nuevo.

¿Qué es… esto?

¿Por qué esa mujer lo estaba mirando? Mientras se preguntaba al respecto, Aiden estaba en un dilema y no podía pensar en otra cosa que hacer que no fuera responder a la entidad insondable.

—Y-Yo… soy yo… Soy Aiden.

Tal vez revelar su nombre había sido un error. Podría ponerlo en una situación aún peor. Aun así, las caras de la gente de su ciudad natal resurgieron en su mente.

—Ayuda…me… —suplicó con voz ronca.

Cuando los orbes sin emociones de la mujer se pararon en él, que todavía yacía en el suelo, ella inclinó con gentileza la cabeza.

—Es un placer conocerlo. Me apresuro a cualquier lugar que mis clientes deseen. Soy del servicio de Muñecas de Recuerdos Automáticos, Violet Evergarden.

Cuando los soldados entraron en razón y la apuntaron con sus armas, ella ya estaba sosteniendo su propia arma. El hacha era más grande que la altura humana promedio, pero ella la levantó con ambas manos como si no pesara nada, como si fuera una especie de bestia.

Los hombres se estremecieron de angustia.

— ¿Qué demonios es esta mujer? Vale, ¡solo matadla! ¡Matadla!

—¡Mu… Muere, muere, muere, muere!

Los disparos hicieron eco junto a los gritos, pero la mujer permaneció ilesa mientras preparaba su hacha, que no obtuvo un solo rasguño de bala.

—Aquí voy… Mayor. —Después de susurrar en voz baja, la mujer saltó sobre Aiden con el objetivo de atacar a los hombres. Aunque parecía pequeña y frágil, cada uno de sus pasos relucía con estridencia.

Como Aiden se encontraba en un estado tan frágil, le resultaba difícil girar el cuello y mirar hacia atrás, pero anhelaba ver la lucha, hasta el punto de que de alguna manera se la arregló para mirarla por el rabillo del ojo.

Parecía que la mujer bailaba rondo, pero en realidad, simplemente estaba girando el hacha hacia los oponentes mientras giraba ampliamente. Era una técnica extremadamente extraña. Ella se protegía de los ataques usando la hoja casi como reemplazo de un escudo, luego se agarró al mango enterrado en el suelo y lo levantó en posición vertical, girando sobre sus talones.

Los hombres, que pronto no pudieron defenderse de las ofensas cometidas por un cuerpo tan delicado, se rindieron y comenzaron a gritar. A pesar de que sus movimientos parecían ligeros, el resultado al que habían conducido era el opuesto.

Ella dominó una variación de ciertas artes marciales clásicas que Aiden nunca había presenciado. Las pistolas fueron destrozadas por la punta del mango del hacha como si fueran tan frágiles como los juguetes de los niños. Solo al ser golpeados con el asa en sus hombros, los hombres fueron puestos de rodillas.

—Ella… ¡Es un monstruo! —gritó uno de ellos, huyendo sin ser perseguido.

La mujer se concentró únicamente en atacar a los hombres que la enfrentaban de una forma similar a una máquina. Era obvio que estaba acostumbrada a batallas extremas; basta con que la palabra “acostumbrada” en sí fuera un eufemismo.

— ¡Esta… maldita mujer! ¡Muere! ¡Muere!

La mujer continuó intercambiando golpes con los hombres que disparaban a ciegas en la oscuridad, balanceando el hacha sin dudar y acercándose gradualmente a ellos mientras esquivaba las balas. En el instante en que uno de ellos alcanzó un arma de su bolsillo y cargó contra su estómago, ella giró sus esbeltas piernas y le dio una patada en la cara. Ninguno de sus fluidos movimientos se desperdició mientras seguía parando golpes consecutivos.

La diferencia de poder era abrumadora. Definitivamente, aun si hubiera habido más soldados contra ella, la situación no habría cambiado. Era como si la fuerza de la mujer residiera inquebrantable dentro del hacha que sostenía.

¿Por qué no usa la hoja?, pensó Aiden desconcertado.

Con un hacha tan atroz, podría acabar fácilmente con todos si usaba su fuerza principal, pero ella no lo hizo. Establecida para manejarla como un arma contundente, ella no intercambió ningún golpe fatal.

La batalla duró poco. Después de golpear a todos menos Aiden, la mujer volvió a su lado. En cuclillas, le miró a la cara.

—Me disculpo por la espera.

Fue entonces cuando Aiden se dio cuenta de que la llamada Violet Evergarden tenía un rostro con características parecidas a las de un niño. Su belleza bien desarrollada daba la impresión de ser una mujer adulta madura, pero su figura también era similar a la de una niña.

¿No es ella… de la misma edad que yo?

—Maestro…

Violet jadeó profundamente al ver mejor todo el cuerpo de Aiden.

—Gra… Gracias… por salvarme. Esto… ¿Cómo… me conoces?

Mientras Aiden hablaba con un hilo de sangre que le salía de la boca, Violet tomó un conjunto de vendas de su mochila y comenzó a envolverlas alrededor de sus heridas.

—Maestro, me llamaste. Contactó con el servicio de Muñecas de Recuerdos Automáticos después de ver nuestro anuncio, ¿no es así? La cuota sin duda ha sido pagada.

Al escuchar eso, Aiden buscó en su memoria, a pesar de que sus pensamientos se volvieron confusos debido a la pérdida de sangre.

Pensándolo bien, alguien de su cuerpo le había mostrado un viejo folleto mientras bebía en el bar de una ciudad al lado de su antiguo campo de batalla. El tablero de anuncios del bar estaba lleno de variados servicios de información, volantes de mensajes y memorandos, y el hombre había encontrado un folleto entre ellos.

— ¿Así que era cierto… que las Muñecas de Recuerdos Automáticos se apresurarán a cualquier lugar y en cualquier momento?

Sonrió ante el eslogan promocional. Fue en ese segundo que Aiden recordó que, efectivamente, había contactado con el servicio como castigo por perder en un juego de cartas, y le había costado una cantidad absurda de dinero.

— ¿Qué tipo de muñeca deseas? Tomamos cualquier petición.

Después de que un hombre joven se lo pidiera a través del teléfono, Aiden respondió sin pensar demasiado:

—Me gustaría una belleza exquisita que pudiera venir a la primera línea. Ah, una mujer, por favor.

—Las muñecas que deben viajar a áreas peligrosas son especialmente caras.

— ¿No hay manera de hacerlo más barato?

—Una oferta relativamente barata es si la alquilas por el tiempo mínimo de un día.

—Entonces voy con eso. Mi cuenta es…

Se había olvidado de cancelar el pedido después, y probablemente no había hablado tan explícitamente por teléfono desde que estuvo tan borracho en ese entonces.

Entre las personas que habían partido con él como idiotas, nadie había recordado lo que había hecho al día siguiente debido a la resaca.

Pensar que ella realmente vendría… Además, una mujer como ella, sola en medio de una zona de combate… Una exactamente de la forma que pedí, nada menos.

Cuando la figura de Aiden se reflejaba en los orbes de Violet, parecía nada menos que angelical.

— ¿C-cómo… sabías dónde estaba?

—Secreto de la empresa. No puedo responder eso.

Se negó tan bruscamente que él solo pudo guardar silencio.

Si una mera corporación de amanuenses hubiera logrado tal hazaña, ¿cómo podía ser “secreto de empresa”?

—Por ahora, Maestro, simplemente escapemos de aquí. ¿Le duele el cuerpo? Por favor, sopórtelo…

—No, no… simplemente se siente muy caliente. Es… probablemente bastante malo, ¿verdad?

Ante la pregunta de Aiden, Violet tragó todo lo que estaba a punto de decir.

Después de un momentáneo silencio, acomodó el hacha en una funda que se ajustó a sí misma y rodeó a Aiden con sus brazos.

—Tendré que tratarlo como equipaje por un rato. Por favor, agárrese.

Con un cuerpo lleno de fuerza, lo levantó. A pesar de su declaración anterior, estaba más cerca de llevarlo como una princesa.

La vergüenza parecía posible incluso en ese momento, y Aiden sintió ganas de reír entre sus lágrimas.

A partir de ese momento, las acciones de Violet fueron rápidas. Mientras corría a través de la jungla a pesar de llevar un hombre adulto, él se preocupó por lo que ella haría si se encontraban con más enemigos, pero parecía que ese no sería el caso. Ya que, al parecer, Violet estaba recibiendo instrucciones de alguien. Una voz se escapaba ocasionalmente por los grandes pendientes de perlas que llevaba, y ella se movía después de responder en tono bajo.

Poco después, los dos llegaron a una casa abandonada con la intención de usarla como escondite temporal.

¿Es este lugar realmente seguro? Sin embargo, no es como si pudiéramos escondernos para siempre. 

Pensó Aiden. Entendía algo de que, debido a la condición de su cuerpo, no duraría mucho. Violet lo había tratado con primeros auxilios, pero su sangrado no había cesado. Si eso fuera posible, ya se habría detenido.

—Por favor, permanezca oculto por aquí un tiempo.

El interior de la casa estaba cubierto por telas de araña y polvo. Dejando a Aiden en el suelo, Violet rebuscó en su bolso, sacando una manta.

—Hay… mucho dentro de eso, ¿eh?

Las comisuras de los labios de Violet se elevaron ligeramente ante la pregunta de Aiden. Enderezando la manta, colocó a Aiden en su centro y lo cubrió alrededor.

—Me siento… cargado…

—Se pondrá frío más tarde.

— ¿De verdad?

—Es lo más probable. Me han dicho eso.

Esas parecían las palabras de alguien que había visto morir a innumerables personas.

Aiden se sintió aún más intrigado por Violet. ¿Qué tipos de antecedentes tenía ella? ¿Cómo era tan fuerte? Muchas preguntas flotaban alrededor de su mente, pero lo que salió de su boca fue algo completamente diferente.

— ¿Podrías… escribir cartas en mi lugar?

La expresión de Violet se volvió rígida ante las palabras de Aiden.

—O tal vez… ¿Podría ese dispositivo de telecomunicación tuyo llegar a mi país?

—No, tristemente.

—Entonces… Por favor, escribe cartas para mí. Viniste aquí… porque te contraté, ¿verdad? Por favor, escríbelas. Después de todo, se siente… como que voy a morir pronto… así que quiero… escribir cartas.

Su garganta empezó a volverse seca y tosió después de hablar.

Mientras lo observaba escupir sangre, Violet se frotó los hombros y asintió.

—Entendido, Maestro. —Su cara no expresaba dudas.

Sacó de la bolsa lo que parecía papel de buena calidad, y un bolígrafo. Lo colocó en su regazo y le dijo a Aiden que recitara las cartas.

—Primero es… mamá y papá, supongo…

Él habló de cómo lo habían educado con tanto amor, cómo le habían enseñado béisbol, cómo seguramente estaban muy preocupados, ya que no se podían entregar muchas cartas del campo de batalla, y cómo sus últimas cartas se habían convertido en su voluntad. Luego transmitió su gratitud y disculpas.

Escribiendo rápidamente, Violet capturó sus sentimientos con precisión. Cada vez que se acumulaban las palabras, ella preguntaba si los términos utilizados eran lo suficientemente buenos, mejorando el contenido de la carta. Aiden no había podido escribir a sus padres con frecuencia, en parte debido a que no era bueno para organizar sus pensamientos, pero era diferente con ella.

Las palabras nacieron una tras otra, todo lo que había querido decir desbordado.

—Mamá… aunque te había dicho que… me convertiría en un jugador de béisbol… para conseguir dinero para que restaures la casa… Lo siento. Papá… papá, quería que vieras más de mis partidos. Estaba verdaderamente feliz… cuando me contabas que te gustaba verme golpear la bola. Yo… en realidad comencé a jugar al béisbol porque quería que me elogiases. Siento que si hubiera… algo más por lo que me elogiases… también habría sido una opción. No hay nada más afortunado… que haber nacido como el hijo de ambos. Me pregunto por qué. Siempre… he estado tan feliz… y, bueno… he pasado por muchas dificultades… pero nunca pensé que moriría así.

Aunque sus padres no le habían enseñado a matar…

—No pensé que esto ocurriría. Como, normalmente… normalmente… las personas se imaginan a sí mismas convirtiéndose en adultos, encontrando un amante, casándose, teniendo hijos… Yo… yo… pensé que sería capaz de cuidarlos. No pensé… que me dispararían sin saber realmente por qué… y moriría en un país lejos de ustedes. Lo siento. También estoy triste… pero ustedes dos… claramente… lo estarán más. Se suponía que… volvería a salvo… ya que soy su único hijo. Se suponía que debía volver. Pero… no podré. Lo siento. Lo siento. —Se molestó tanto por no poder ver a sus padres, que las lágrimas volvieron a detener sus palabras—. Si… acaban al final renaciendo… y se convierten en una pareja casada… iré a donde estén. Y luego… quiero que me hagan nacer de nuevo. Por favor. No quise que las cosas acaben así. Quería… ser más feliz… supuse que… tenía que mostrarles que era feliz. Esa es la verdad. Así que… por favor. Mamá, papá, rezad también. Haganme su hijo de nuevo… por favor.

Violet escribió cada palabra que él escupía.

—Podría hacerlo más preciso, pero a este ritmo, creo que será mejor si la carta contiene la forma de hablar del Maestro.

— ¿En… serio? ¿Estaría bien… incluso sin palabras más bonitas?

—Sí… Creo que de esta manera… es mejor.

—Cuando lo dices así, me siento como que… dentro… —Se rió compulsivamente, tosiendo más sangre.

Violet le limpió los labios con un pañuelo ya empapado en sangre.

— ¿Hay alguien más a quien desee escribir?

Cuando se lo preguntó con urgencia, Aiden se quedó callado por un momento. Su visión era borrosa, a pesar de que las lágrimas ya no salían. La voz de Violet también era algo distante. Si ella tenía prisa, él debía estar luciendo horrible. Estaba a punto de morir.

La sonrisa de una chica modesta con trenzas le vino a la mente.

—Para… María.

Mientras susurraba su nombre, su amor lo envolvió hasta el punto de querer morder algo.

—La señorita María… ¿es de su ciudad?

—Sí. Si entregas esto junto con mis padres, deberías poder descubrir quién es ella. Es una amiga de la infancia de mi vecindario. Hemos estado juntos desde que éramos pequeños… y ella era como una hermana pequeña… pero después de que se me confesara, me di cuenta de que probablemente… también me gustaba. Pero… vine aquí… sin haber hecho con ella nada de lo que suelen hacer las parejas. Es un poco incómodo salir con un amigo de la infancia… Jaja, deberíamos… al menos besarnos… Me hubiera encantado, honestamente. Nunca… lo he hecho antes.

—Transferiré esos sentimientos en la carta. Maestro, solo un poco más… Por favor, de lo mejor.

Como si pidiera un deseo, Violet estrechó la mano de Aiden.

Incapaz de sentir su calor, o incluso su toque, comenzó a llorar de nuevo.

—Sí. —Después de organizar sus pensamientos brumosos, Aiden comenzó a hablar—. María, ¿estás… haciéndolo bien?

La razón por la que estoy comenzando esta carta con un saludo informal… es porque no quiero que me sientas moribundo.

—Me pregunto… si estás… sola… ya que no estoy allí. Sería un problema… si resulta que estás llorando todos los días… pero yo… he estado viendo tu rostro lloroso… desde que éramos niños… y es lindo, por lo que no deberías… llorar frente a los hombres.

Recuerdos del tiempo que él pasó con ella se repetían uno tras otro.

—Me pregunto si recuerdas… cuando tú… te me confesaste. Me habías… dicho que no recordara… hasta ese momento, pero… ya sabes, yo… era realmente… realmente… realmente feliz en ese entonces.

La forma en que me sonreíste en mis brazos con tus mejillas teñidas de rosa.

—Estaba realmente… feliz.

Su figura cuando aún era una niña. La época en que había empezado a dejar crecer su cabello. La mujer que Aiden amaba profundamente desde los momentos que habían pasado juntos, estaba grabada en su interior.

—Ese fue probablemente… el pico… de mi vida… de verdad. Quiero decir, no puedo recordar nada más. Mucho más… que cuando gané un torneo de béisbol… o fui… alabado por papá… lo que me hizo… más feliz…

Mi María. Mi María. Mi María.

—… me dijeron que tú… estabas enamorada de mí.

Siendo la primera vez que alguien, además de sus padres, lo amaba sin dudarlo.

—A decir verdad… solía… verte como una hermana pequeña… pero eres… demasiado adorable, así que… pronto… me enamoré de ti… Te volverás aún más hermosa de ahora en adelante, ¿verdad? Ah, estoy celoso… de los chicos que podrán verlo. Si pudiera… me habría… gustado… hacerte… mi esposa… construir una pequeña casa… y vivir… en ese campo, contigo. Te… amo. Te amo… María. María… María…

Ah, mi encantadora novia. Si solo estuvieras aquí ahora mismo.

—María, no quiero morir…

La respiración de Violet sonaba fuerte en sus oídos.

—María, quiero… volver contigo…

Ah, mi cabeza… se está derritiendo poco a poco…

—Quiero… volver… a ti. —No podía mantener los ojos abiertos. Pero si se cerraban, sentía que las palabras también se detendrían—. María… espera… por mí… Incluso si… es solo mi alma… volveré… pero está bien… no soy tu “único”. Solo espera. Solo… no me olvides. No… olvides… al primer hombre… que te confesaste. Yo tampoco… olvidaré. Aun en las puertas… del cielo… no olvidaré. María… no… me olvides.

Violet, ¿está todo escrito?

—Ah… no es bueno… mis… ojos no se abrirán. Violet… confío… mis car… tas… a ti. Gra-Gracias… por salvarme… y por… venir. No estoy… solo. No… estoy… solo.

—Estoy aquí. Estoy… justo aquí. Estoy a su lado.

—Por favor… por favor… tócame.

—Estoy sosteniendo su mano ahora.

—Ah… algo… como eso… Es verdad. Se vuelve… frío. Es… cierto. Tengo… frío. Tengo… frío…

—Le daré palmaditas en la mano. Está bien. Solo estará frío un tiempo. Pronto, se encontrará en un lugar cálido.

—Estoy… solo…

—Está bien. Maestro, está bien. —La voz de Violet sonaba un poco dolorida.

Aiden perdió progresivamente la pista de dónde estaba. ¿Dónde estaba ese lugar? ¿Por qué su cabeza era tan poco clara en ese momento?

—Pa… pá…

Ey… Tengo miedo… Mamá, por alguna razón… no puedo ver nada… Da miedo…

—Ma… má…

Tengo miedo. Miedo, miedo, miedo.

—Está bien.

Cuando alguien se lo aseguró amablemente, Aiden se calmó.

En última instancia, las palabras que había querido decir, sin importar lo que saliera de su boca.

—Marí… a… bé… same.

Quise… besarte. Pero… siempre me sentí demasiado avergonzado… así que me pregunté si podrías ser tú quien lo hiciera.

Poco después de que pensara eso, pudo escuchar el sonido de dos labios tocándose.

Ah, obtuve mi primer beso de la chica que me gusta al final… María, gracias. Gracias. Quedemos… otra vez.

—Buenas noches, Maestro.

La voz de alguien resonó desde muy lejos.

No estaba seguro de quién era ese “alguien”, pero una última vez, Aiden lanzó un susurro tan ligero como una respiración.

—Gra… cias…

Violet abrazó las cartas del joven que había muerto frente a ella mientras lloraba, antes de guardarlas cuidadosamente en su bolso. Levantándose con firmeza, se dirigió al dispositivo de comunicación.

—A partir de ahora, volveré. Por favor informe dónde está el lugar de alojamiento de la unidad de transporte. Además, este es mi propio egoísmo, pero… pagaré los gastos de transporte, así que por favor… permítame llevar… un cadáver conmigo.

No había ni una sola lágrima en su rostro.

—Bueno, incluso si dices que es una deficiencia, no se puede evitar. Entiendo. Yo no… siempre hago este tipo de cosas, así que… Sí, por favor. Muchas gracias. —Hablaba desapasionadamente, como si estuviera en una oficina. Sin embargo, mientras llevaba el cuerpo de Aiden Field una vez más, lo sostenía mucho más suavemente que la primera vez, nada molesta, en absoluto, por las manchas de sangre que quedaban en su pieza blanca—. Maestro, lo llevaré a casa. —le dijo al chico que sonrió un poco con los ojos cerrados—. Definitivamente… lo llevaré a casa. —En sus rasgos inexpresivos, solo sus labios rojos temblaban ligeramente—. Por lo tanto… ya no estará solo.

Abrazando al joven, abandonó silenciosamente la cabaña. Desde más allá de la jungla, aún se oían disparos y gritos, pero Violet no se volvió.

♦ ♦ ♦

El negocio de amanuensis y las empresas postales tuvieron una estrecha relación. Las cartas de los copistas normalmente serían entregadas por los carteros, pero como ese particular había venido de un país lejano en guerra, la Muñeca de Recuerdos Automáticos lo entregó personalmente.

Una hermosa zona agrícola rodeada de campos de arroz dorado. Ella podría estar de acuerdo en que era una ciudad bucólica tan espléndida, como parecía cuando el joven había lamentado que quería volver a ella.

Incluso cuando Violet, una forastera, se asomó por la ventanilla del carruaje en el que se encontraba, todos los transeúntes la saludaban.

A esa tierna tierra, ella le trajo un triste mensaje.

Su destino era el lugar de nacimiento de Aiden Field. Violet informó todo a la pareja de ancianos que había respondido a la puerta, entregándoles la carta, entregándoles a “él”. Luego procedió a informarles sobre sus últimos momentos, sin olvidar ningún detalle. María, la chica cuya ilusión “él” había visto justo antes de morir, también estaba allí. La escucharon hablar mientras derramaba lágrimas, sin pronunciar una palabra. Parecía que la imagen del niño estaba impresa en sus corazones para que nunca fuera olvidada.

La chica, de cara roja, se rompió al aceptar la carta de Aiden.

— ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que morir? —preguntó a Violet.

Esta última permaneció en silencio, sin responder ninguna de las preguntas. A pesar de que normalmente no tenía expresión y simplemente decía lo que se suponía que tenía que decir con franqueza, no sabía qué decir al ser abrazada por una mujer que lloraba al momento de su partida.

—Gracias.

Fue algo inesperado de escuchar.

—Nosotros nunca… olvidaremos su amabilidad.

Como si no estuviera acostumbrada a ser abrazada, su cuerpo se tensó y torció torpemente.

—Gracias… por traer a nuestro hijo de vuelta.

A tal calidez, sus ojos expresaron desconcierto.

—Gracias.

Se quedó mirando a la mujer que expresó su gratitud mientras lloraba, a la madre de Aiden. Para Violet, fue de alguna manera insoportable, y ella respondió con voz débil.

—No, no…

Un océano de lágrimas se extendió suavemente dentro de sus orbes azules que lo miraban a “él”.

—No…

El mar se convirtió en una única gota ligera y viajó por su blanca mejilla.

—Lo siento… por no poder protegerlo. —Esas no eran las palabras de la Muñeca de Recuerdos Automáticos Violet Evergarden, sino de una niña pequeña —Lo siento… por dejarlo morir.

Nadie la culpó. Incluso María, que se lamentó en la línea de “¡¿Por qué?”, ​​No encontró a Violet culpable. Todos los presentes simplemente se abrazaron y compartieron su dolor.

—Lo siento… —Violet continuó disculpándose repetidamente en voz baja—. Lo siento por dejarlo morir.

—Gra… cias…

Nadie te culpó de nada, Violet Evergarden.


Notas:

[1] El chotacabras gris, o chotacabras europeo es un tipo de ave que habita en Europa, Asia y África. Suelen vivir en zonas templadas y son nocturnos. Tanto su nombre científico (Caprimulgus europaeus) como su nombre común en varias lenguas europeas procede de un antiguo mito que les atribuye injustificadamente la acción de mamar de las cabras.

En la historia no sale el pájaro como tal, pero ya que el avión está basado en él, decidí añadir un pequeño apartado biológico para los curiosos.

Maru
Y uno tras otro, cada capítulo me consume T_T. Cuando vi este capítulo en el anime, y ahora más incluso al traducirlo, me dejó una sensación de vacío y tristeza bastante grandes. Los sueños y aspiraciones se pueden escapar de tus manos tan rápido… Es mejor hacer las cosas para no irnos con arrepentimientos después.

Nemoné
Bueno, con este tipo de trama y cómo en cada capítulos no metemos con ciertas historias, es encantador. Espero reflexionen y aprendan con esta novela que nos brinda diferentes situaciones y finales (ah, no, estos siempre hacen llorar). Nos leemos.

Una respuesta en “Violet Evergarden – Capítulo 3: El soldado y la Muñeca de Recuerdos Automáticos”

  1. Hola en donde puedo ver los capítulos de VIOLET EVERGARDEN los busco y no lo encuentro porfa que esta historia me tiene con un nudo en el corazón ho he parado de llorar desde el capítulo anterior y el primero ya me había dejado sensible

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