Dama a Reina – Capítulo 28: Soy una perra loca

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


La caída del acantilado frente a ella, los asesinos justo detrás, es una situación grave. Patrizia estaba sosteniendo el cuerpo ahora inconsciente de Lucio. ¿Era la muerte la única opción disponible para ellos?

Ella dudó y volvió a mirar a los hombres detrás de ella. Era obvio que no tenían intenciones de llevarla con vida. Uno de los hombres le apuntó con su espada y gruñó.

—Que desperdicio. Eres tú quien debería haber sido alcanzada por la flecha.

—¿Quién te envió? —exigió Patrizia. Los hombres se rieron de su pregunta, como si dijeran ¿Crees que te los diremos? Patrizia esbozó una sonrisa amarga, sabiendo que no le responderían en primer lugar.

—Fue Rosemond, ¿no?

—Estás a punto de morir pronto, ¿es eso realmente importante?

—Eso es cierto, ¿entonces por qué no me dirás?

Los hombres intercambiaron miradas entre ellos y estallaron en una carcajada descuidada. Uno de ellos abrió la boca para hablar.

—Rosemond Mary la Phelps. La concubina y la baronesa del emperador. Ella nos pagó mucho dinero para hacer este trabajo. —El hombre soltó otra carcajada y Patrizia descubrió que su expresión tensa se aflojaba.

Sí, así fue. Entonces fue Rosemond quien conspiró para matarla. Patrizia casi se rió, pero se dio cuenta de que este no era el momento para mostrarse enojada, por lo que sonrió. Sin embargo, ante su reacción, los hombres se mostraron desconcertados, pensando que la mujer probablemente se había vuelto loca por la inutilidad de su situación.

Patrizia nunca imaginó que obtendría esta evidencia. Volvió a mirar el rostro ensangrentado e inconsciente de Lucio, y un momento después le dio un suave beso en la frente. Lamentaba que él no escuchara la confesión de los asesinos.

Uno de los hombres cortó su espada en el aire y se acercó.

—Ahora que has escuchado el secreto, es hora de enviarte a las profundidades del inframundo.

Patrizia sonrió como alguien que no estaba a punto de morir, y se bajó a sí misma y al cuerpo de Lucio del caballo.

—¿Puedes perdonar al caballo? Me preocupo por ella.

—Oh, qué caritativo de tu parte. ¿Es eso realmente importante para alguien que está a punto de morir? —Se burló uno de los hombres.

Patrizia seguía sonriendo a pesar de su burla.

—Es importante. ¿Cumplirás tu promesa? Júralo ante Dios.

—Ja, ja, ¿qué tiene de importante eso? Tal vez te estás volviendo loca porque estás a punto de morir.

—Tal vez sea eso.

—Muy bien, si ese es tu deseo. No tocaré el caballo.

—Bien. —Patrizia sonrió satisfecha y apretó el cuerpo de Lucio. Él todavía estaba inconsciente, siendo el único que podría sacarlos de esta situación. Acercó a Lucio y lo abrazó como un niño.

De repente, su expresión cambió de inmediato, y le lanzó a los asesinos una mirada terriblemente fría, como si todas las expresiones previas que ella hubiera hecho fueran simplemente una artimaña.

—Gracias por la información. Por eso, me di cuenta de una cosa.

—¿Qué quieres decir?

Patrizia puso un dedo cerca de su sien y lo hizo girar, un gesto de locura, y continuó hablando a pesar de su situación desesperada.

—No les advertí que soy una perra loca.

Ante eso, Patrizia inmediatamente se arrojó a sí misma y a Lucio por el precipicio. Los asesinos dieron un grito de sorpresa y rápidamente corrieron hacia el borde, pero ya era demasiado tarde. Patrizia llevaba la sonrisa más bella cuando los asesinos la miraron.

Golpean las aguas de abajo, causando un chapoteo dramático en la superficie una vez tranquila.

Los hombres miraron hacia el río y luego el uno al otro al darse cuenta de su fracaso, y luego asintieron entre sí y comenzaron a irse.

♦ ♦ ♦

A su manera, Patrizia se consideraba bastante inteligente. Leyó muchos libros, se sumergió en una contemplación silenciosa y disfrutó de conversaciones con intelectuales. Sin embargo, en el momento en que se arrojó del acantilado, se dio cuenta de que todo el conocimiento que había acumulado hasta ahora era solo una ilusión frágil, nada más que un castillo de arena con ornamentos ostentosos. La ganadora final en esta batalla no será una mujer noble ingenua como ella, sino una villana astuta como Rosemond.

Patrizia se arrastró hasta la orilla pedregosa, tosiendo repetidamente para expulsar el agua del río de su cuerpo. Ella debe haber tragado mucha agua, y su estómago estaba lleno y su nariz ardía. Se limpió la mayor cantidad de agua de la cara como pudo mientras las respiraciones entrecortadas le quemaban la garganta.

—¡Haah, haah!

Después de un tiempo, su respiración se calmó. Fue un golpe de suerte que ella lograra sobrevivir. Estaba contenta de saber nadar, de lo contrario se habría convertido en un fantasma del agua. Patrizia se quitó la ropa mojada y la arrojó al agua. Seguiría por la corriente donde alguien lo encontraría. Rosemond luego confirmaría su muerte y ya no la perseguiría.

Patrizia, ahora apenas en ropa interior, se arrodilló junto al inconsciente Lucio e inspeccionó la herida de flecha en su pecho. La sangre continuaba fluyendo de la herida, y era de un color extraño como si hubiera sido envenenada.

—¡Mierda! —murmuró por lo bajo.

Si seguía así, moriría. Sin embargo, incluso si él vivía, era probable que ella todavía fuera acusada de intentar asesinar al emperador. Quizás eso era lo que Rosemond más quería. Quizás Patrizia podría morir aquí con Lucio, pero no quería hacer eso.

Arrastró a Lucio fuera del agua y lo dejó en la orilla de piedra calentada por el sol. Si continuaba usando su ropa mojada, probablemente moriría por el descenso de su temperatura corporal, y ella también lo despojó rápidamente de su ropa. No se le ocurrió que él era una persona del sexo opuesto, que él era el emperador y su esposo. Ella no tenía ningún interés racional en él, su único enfoque era la supervivencia.

Después de quitarle la ropa a Lucio, ella nuevamente escudriñó su herida. El veneno probablemente se había extendido durante la persecución, y ella tuvo que extraer la mayor cantidad posible para evitar mayores daños. Sin dudarlo, enterró la cara en su pecho y chupó el veneno de la carne. Ella tuvo cuidado de no tragar el veneno antes de escupirlo en el suelo[1].

Después de unos diez minutos de esto, Patrizia comenzó a sentirse mareada. Incluso si no tragaba, parte del veneno fue absorbido por su cuerpo. Su cabeza se sacudió hacia adelante y abrió los ojos para recuperar la conciencia. Ella necesitaba concentrarse. Si ella se derrumbara aquí, todo terminaría tanto para ella como para Lucio. No había nadie más para protegerlos excepto ella.

Lo más importante ahora era el tiempo. Patrizia tenía que devolver a Lucio al palacio dentro de las próximas veinticuatro a cuarenta ocho. Idealmente, tenían que regresar al palacio esta noche. Si pasara demasiado tiempo, los nobles se preocuparían por el trono vacio y posiblemente colocarían un nuevo emperador. Estaba segura de ello, tanto para Lucio como para ella misma.

Sin embargo, con la desaparición del emperador y la reina al mismo tiempo, los nobles seguramente enviarían un grupo de búsqueda por ellos, y Patrizia tuvo que asegurarse de que todavía estuvieran vivos cuando los encontraran. Para hacer eso, primero tenía que salvar a Lucio. Ella lo levantó y casi se tambaleó por su peso, pero luego algo detuvo su caída. Sus ojos se abrieron por la sorpresa.

—Tú… ¿cómo…? —Patrizia farfulló mientras miraba la llegada sorpresa. Nunca había estado tan feliz de ver a Sally. ¡Qué yegua tan lista! Patrizia acarició la melena de Sally en agradecimiento.

—¡No estás muerta, gracias a Dios! ¿Cómo has llegado hasta aquí?

Como para responder a su pregunta, Sally olisqueó a Patrizia como si la estuviera reconociendo. En tan poco tiempo, el caballo encontró el aroma de Patrizia y se acercó a ella. Patrizia estaba asombrada. El animal había pasado de morder su mano, a rastrearla y rescatarla. Patrizia abrazó al caballo y la bañó con elogios.

—Gracias Sally. Estoy muy contenta de que estés aquí. Presionó un agradecido beso en la frente de Sally, luego rápidamente empujó a Lucio en la espalda del caballo. Patrizia decidió no montar a Sally, preocupada de que la yegua estuviera demasiado cansada para soportar sus dos pesos. Tenía que pensar en la resistencia del caballo.

Después de caminar por un tiempo, se encontraron con una cueva remota. Patrizia los guió dentro, luego colocó a Lucio en una roca plana y examinó su condición con más detalle. Afortunadamente no tenía fiebre, pero su cuerpo estaba frío al tacto. Ella trató de encontrar algo que lo mantuviera caliente, y pronto encontró algo de paja en la esquina de la cueva. Lo colocó en sus brazos, lo extendió sobre el suelo frío como ropa de cama improvisada, luego colocó a Lucio encima. Después de administrar algunos primeros auxilios básicos, tendría tiempo para buscar hierbas medicinales y otras cosas.

Después de atender a Lucio, Patrizia sacó a Sally de la cueva para cuidarla después, sabiendo que el caballo debía estar exhausto en este punto. Antes de que Patrizia saliera de la cueva, echó un último vistazo a la forma dormida de Lucio.

Esta era su realidad ahora.


Notas:

[1] Chupar una herida con veneno y succionarla es un mito común, pero es algo que no se debe hacer debido a que se infectara la herida o mucho menos poner un torniquete ya que podría dañar los tejidos, en este caso lo mejor sería, lavar muy bien la herida con agua y jabón, taparla con un apósito limpio e hidratar mucho al envenenado en lo que se consigue ayuda o se consigue un antídoto.

Kiara
Buena Patrizia, muy buena has sido muy ingeniosa, esperamos que puedas mantenerte a salvo, pero si el emperador muere, ¿no quedaría ella como reina regente?

5 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 28: Soy una perra loca”

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