Dama a Reina – Capítulo 45: ¿Quieres ser un suegro?

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


—Necesito ver al duque Ephreney lo antes posible.

—Rosemond, ¿por qué estás haciendo esto otra vez?

—Lo veré cuando decida hacerlo —espetó Rosemond—. ¿Por qué continúas hablando? A menos que el duque Ephreney quiera terminar su carrera política, nunca me rechazará, así que no me molestes y ve a enviarle un mensaje. Quiero conocerlo ahora, así que dile venir al palacio de Bain de inmediato.

Glara se inclinó apresuradamente.

—Sí, mi señora.

Nadie más sabía que la concubina del emperador, ahora recién despojada de su título, tenía el control de uno de los tres cancilleres de la tríada. Para una mujer de bajo nivel tener tal poder iba contra todo sentido común, pero Glara, que conocía las circunstancias, no dijo nada en contra. De hecho, si el duque Ephreney se salía de su lado, su carrera política estaría efectivamente muerta en el agua.

Tampoco se limitaba al duque Ephreney. Rosemond aún no había revelado completamente su mano. Glara se maravilló de la astucia de su ama y se hizo a un lado para escribir un mensaje al duque Ephreney.

El duque llegó al palacio Bain rápidamente. Glara una vez más fue testigo de la magnitud de la influencia de Rosemond y dejó dos tazas de té de romero sobre la mesa.

El duque Ephreney a menudo visitaba el palacio de Bain y se había cansado del té de romero, pero no podía negarse. Hizo todo lo posible para ocultar su nerviosismo.

—Lady Rosemond, ¿por qué me llamaste? —Desde su punto de vista, Rosemond debería ser miserable al perder su título de baronesa, pero no mostró signos de angustia y simplemente tomó un sorbo suave de té tranquila. El silencio entre ellos se alargó incómodamente, hasta que finalmente la máscara de calma del duque Ephreney se rompió.

—Hice todo lo que pediste. Te salvé de ser acusada de traición, y tu castigo solo llegó a perder el título de baronesa. ¿Quién más crees que podría hacer esto? —indicó, expresando su frustración hacia ella.

—Lo sé, duque. Y te estoy agradecida —dijo Rosemond con un aire imperioso. Era incluso más arrogante que la forma en que Patrizia hablaba.

El duque Ephreney apretó la mandíbula. Quería irse de inmediato, pero no sabía lo que Rosemond tenía en mente para él. Permaneció firmemente sentado en su lugar.

Finalmente apartó los labios de la taza de té y se acercó con calma al tema.

—Después de todo lo que he pasado, he tenido un momento de revelación, duque —dijo ella.

—¿Qué es?

—Lo más poderoso del mundo es un título.

No, el duque Ephreney no estuvo de acuerdo. Si las palabras de Rosemond fueran ciertas, entonces él no estaría sentado aquí arrastrándose como lo hacía ahora. Había algo por encima de un título, y por eso ahora estaba siendo humillado. Era miserable y deplorable. Sin embargo, él no la contradijo. Como se señaló anteriormente, nunca estuvo en condiciones de confrontarla.

—Así que pensé en una buena idea —continuó Rosemond.

—¿Qué es? —dijo el duque Ephreney, sintiendo una sensación de temor.

—Duque, solo tienes hijos, ¿no?

Él asintió con cautela ante su pregunta. Tenía un hijo de su legítima esposa y un hijo de su concubina.

Rosemond le dirigió una mirada compasiva.

—Oh, debes estar triste. No tienes una hija.

—Lady Rosemond, ¿qué está tratando de decir?

—Duque, ¿quieres ser el suegro del emperador?

El duque Ephreney ahora se dio cuenta de por qué ella lo convocó. Ella quería…

—Por favor, hazme tu hija adoptiva.

Rosemond quería que la adoptara. La mente del duque Ephreney se quedó en blanco por la sorpresa. Cuando no respondió, la mirada de Rosemond se volvió ácida.

—¿Bueno, por qué no? —exigió—. No quieres una perra barata de un pobre barón como hija, ¿verdad?

—Ah… no, no es eso —tartamudeó el duque Ephreney, pero Rosemond ya tenía una expresión de aspecto grotesco. El duque Ephreney intentó apresuradamente inventar una excusa—. Necesito preguntarle a mi esposa.

—No creo que ella entienda la situación. —Rosemond soltó una carcajada, antes de arrancarlo a la realidad—. ¿Debería ir al emperador ahora y decirle todo lo que has hecho en el pasado?

El duque permaneció en silencio.

—Oh, si tan solo pudieras mirar la expresión en tu rostro. Me pregunto qué tan difícil es para ti ver a una perra hija de un pobre barón parada al lado del emperador.

Las palabras de Rosemond fueron un golpe devastador para él, y mantuvo la boca cerrada. Ella sonrió inconscientemente y habló.

—¿Cuándo sería un buen momento para hacer oficial la adopción? Cuanto antes mejor, creo. ¿No quieres tener una hija hermosa lo antes posible?

—Sí. Pero lady Rosemond… —El duque Ephreney suplicó en voz baja—. ¿Hablaste de esto con el barón Darrow?

El rostro de Rosemond se puso rígido ante la mención de su padre, pero pronto respondió con calma.

—¿Qué hay para discutir? No se atrevería a bloquear el camino de su hija. Si lo hiciera, esa basura no podría rehabilitarse.

El duque Ephreney se estremeció ante la dureza de sus comentarios, pero él respondió con un asentimiento casual.

—Como sabe, lady Rosemond, la adopción en el Imperio Mavinous debe involucrar el consentimiento de los padres biológicos. Su madre ya falleció, por lo que necesita el consentimiento del barón Darrow para ser mi hija.

—No es que no lo sepa, duque. Entonces, ¿qué necesito?

—Como dije, el consentimiento del barón Darrow, Mi lady. Quizás será más rápido si vas directamente a su propiedad.

Rosemond frunció el ceño. Ella presentó una alternativa diferente.

—¿No puedes hacerlo por carta?

—Podría ser menos problemático si vas tú misma, lady Rosemond. No es fácil seguir adelante con la adopción cuando un padre todavía está vivo. Va en contra de los valores del imperio.

Por un momento, Rosemond pensó que sería más fácil matar al barón Darrow, pero el duque Ephreney pareció leer sus pensamientos.

—No deberías pensar en cosas inútiles, mi señora —dijo—. Si eso sucede, solo provocará chismes innecesarios.

—Qué crees que estoy pensando? —preguntó inocentemente, pero él no respondió. Rosemond sonrió y agitó la mano como si fuera una broma—. Oh, duque. No haría eso.

El duque Ephreney no le creyó. Desde su tiempo con ella, él sabía que era una mujer oportunista. Suspiró por dentro antes de hablar.

—Aun así, será más fácil obtener el permiso del emperador para la finca.

—Entonces lo haré ahora mismo —dijo Rosemond sin dudarlo.

Después de eso, el duque Ephreney no tuvo nada más que decir. Salió del palacio de Bain y le dijo que lo llamara nuevamente después de que ella fuera a la propiedad de Darrow.

Rosemond le pidió a Glara que le diera otra taza de té de romero. Pasó varios largos momentos pensando mucho y luego se levantó de su asiento. Tenía la intención de ir a Lucio de inmediato y obtener su permiso.

El duque Ephreney no pudo evitar sentirse abatido. Es uno de los cancilleres de la estimada tríada, considerada una de las tres familias más poderosas que apoyaban al imperio. Sin embargo, fue tratado como un perro de trabajo por una simple baronesa. Ni siquiera podía imaginar cómo la gente se reiría de él si se enteraran, o lo avergonzada que estaría su familia. No lamentaba lo que había hecho, salvo por el hecho de que Rosemond había encontrado su punto débil.

Era horrible pensar que él sería un esclavo de ella para siempre. Suspiró profundamente y recordó la noche en que todo comenzó.

♦ ♦ ♦

Hace dos años.

En ese momento, el poder del duque Ephreney no era diferente. Uno de los señores más poderosos del país y uno de los tres pilares del imperio. Para que una joven noble de clase baja, solicitarle una reunión era una broma. Rechazó rotundamente la invitación de Rosemond.

Poco tiempo después, sin embargo, otro mensaje lo obligó a enderezar la espalda y apresuradamente a descubrir dónde vivía Rosemond.

—Probablemente soy la única que sabe lo que sucedió hace ocho años.

Hace ocho años. Era como si un rayo lo hubiera golpeado solo por esa frase. ¿Qué hizo Rosemond para obtener esa información?

Tan pronto como el duque Ephreney encontró la ubicación de la joven, la enfrentó.

—¿Cómo se atreve una hija de un simple barón a amenazar a un duque? —gruñó él.

Rosemond no se inmutó.

—Duque, parece que todavía no entiendes la situación.

—¿Qué? ¡¿Cómo te atreves a…?!

—No te habría llamado sin razón alguna. —Ella le dio una leve sonrisa y le ofreció un asiento—.. Siéntate, mi señor. Tendrás mucho que decir cuando veas esto.

Ella colocó algo frente a él. Después de confirmar lo que era, la cara del duque Ephreney palideció. Su espíritu de arrogancia e ira había huido, y él tembló de miedo frente a Rosemond.

—Esto… cómo es esto…

7 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 45: ¿Quieres ser un suegro?”

  1. Muchas gracias por los capítulos, cada vez se pone interesante, siempre quedamos en suspenso. Linda historia.
    Estaré esperando por más, nuevamente gracias

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