Harem Imperial – Capítulo 41: El corazón frío se congela

Traducido por Sharon

Editado por Tanuki


Fu Ling se encogió en una esquina del cuarto y observó en silencio cómo Qing Feng se descargaba en el cuarto.

Una vez regresaron, se encerró en el dormitorio durante toda la tarde. El sol había comenzado a ponerse cuando se puso a destruir todo como si estuviera loca. La porcelana del cuarto y las decoraciones fueron destrozados por completo. Quizás esto era mejor a que ella estuviera deprimida y silenciosa, manteniendo todo en su corazón.

Todo lo que podía ser golpeado fue destruido. Sin embargo, Qing Feng no podía aliviar el odio en su corazón. Tomando el velo de la cortina, lo rasgó. El satín en su cama también fue arrojado al suelo. Se inclinó para tomar su almohada y la arrojó a la pantalla dorada, causando que cayera. Ambos objetos se destrozaron con la caída.

Fu Ling se inclinó para juntarlo. La tela de brocado era muy ligera y las cosas en su interior ya estaban aplastadas hasta volverse polvo, no era extraño que no la hubiera encontrado hasta ahora. Prendida con la esencia del sándalo, si uno no la olía con cuidado, nunca podría haberla detectado.

¿Qué chica fue tan cuidadosa como para colocarla en su almohada? Inclinando la bolsa más cerca para olerla, Fu Ling frunció el ceño.

¿Hay otro olor además del sándalo…? Abrió la bolsa y encontró que también había un revestimiento de polvo en la bolsa. Algo tan delicado no se encontraba en doncellas de palacio normales.

Comenzó a tener algunas dudas, así que examinó el interior. Después de verlo de cerca, encontró algo de polvo blanco en las galletas de sándalo… Bajó su cabeza para olerlo.

Esto es…

Su rostro cambió de color de repente, y Qing Feng, que la estaba observando en silencio, supuso que no era nada bueno.

—¿Qué es esa cosa? —preguntó. Fu Ling se sorprendió y levantó la mirada. Enfrentándose a la mirada fría de su maestra, se encogió sobre sí misma.

—Pasto Zhuxin —susurró en respuesta.

Qing Feng tomó la bolsa y le dio una mirada de cerca. Sólo tenía algo de polvo y una esencia de sándalo. Podía olerlo ocasionalmente cuando estaba durmiendo. Al principio pensó que las sirvientas del palacio lo preparaban para calmar sus nervios, pero ahora parecía que había alguna travesura involucrada. Fu Ling no hizo nada por un largo tiempo, lo que hizo que Qing Feng la mirara.

Estaba pensando que Qing Feng ya había sufrido varias sorpresas para un solo día.

—La esencia es similar a la madera, pero… Si se huele por mucho tiempo, una mujer…

—Dilo. —Aunque fuera un veneno que destruyera su intestino, no estaría sorprendida.

—No puede embarazarse.

¿No puede dar a luz? Las cuatro palabras se procesaron con lentitud en su mente.

En efecto, fueron demasiadas sorpresas para un solo día, y al cerebro de Qing Feng le era imposible procesarlo. Yan Hong Tian ya no la buscaba, y también bebió la medicina para el aborto, ¿qué más querían de ella? ¿No la dejarían tener un hijo por el resto de su vida? ¡Tan crueles!

Su cabeza comenzó a latir con dolor, y sintió que alguien había apuñalado su corazón. Qing Feng perdió el balance y cayó al suelo.

—¿Por qué me están haciendo esto? —le susurró a Fu Ling.

¿Por qué? Por una posición en el Palacio, por el futuro del Trono Imperial, por el favor del emperador, había demasiadas razones pero ninguna era segura. Qing Feng se sentó en el suelo con el rostro del color de las cenizas. Con el par de ojos hundidos y llenos de desesperación mirándola, Fu Ling no pudo responder.

Repentinamente, Qing Feng comenzó a reirse con fuerza. No estaba segura si estaba demasiado enojada lo que volvió su risa una que podía atravesar el corazón de las personas.

Odiaba a Yan Hong Tian, pero por sus hermanas podría seguir viviendo en Qiong Yue, así que decidió no buscar venganza. No se molestó en pelear o robar nada, y sólo quiso vivir su vida por sí misma. Aunque fuera al Palacio Frío, no importaría. ¡Pero ahora parecía que sólo fue una estúpida!

La bolsa de brocado seguía en sus manos y soltando una ligera fragancia. Esta cosa en verdad estaba escondida tan cerca de ella. Pensó que estaba segura en su cama en la cual se acostaba todas las noches, pero en realidad estaba sobre dagas venenosas. Seguía demasiado arrogante, pensando que si no hacía nada podría sobrevivir. Ni siquiera podía protegerse a sí misma, sin hablar a su hermana…

Entonces levantó su cabeza de repente, y observó a su sirvienta.

—Fu Ling, ¿me traicionarás o no?

Ella sabía que quizás Qing Feng le estaba dando una última oportunidad para elegir. Permanecer con ella o irse.

¿A dónde podría irse? ¿Al lugar de donde vino? ¿Continuaría dejando que las demás la hagan huir de un palacio a otro? ¿Esperaría por la fecha tan lejana que parecía inalcanzable para dejar el palacio, o moriría por vejez dentro? ¿O moriría por un “accidente”, sin saber a quién ofendió? Ya había sobrevivido diez años de esta manera, y no quería continuar así.

Recibiendo una mirada llena de esperanza y atractivo, Fu Ling sonrió. Ser necesitada y confiada era una forma de recompensa. Tomando una respiración profunda, respondió con firmeza:

—No lo haré. Señora, levántese del suelo que está frío.

Apoyando el brazo de Qing Feng, Fu Ling la ayudó. Tomando la mano de su sirvienta, ella se puso de pie lentamente y le dio la bolsa de brocado destruida.

—Llévate lejos esta cosa. Cámbiala a una esencia de sándalo similar y vuélvela a coser para ponerla bajo la almohada. No dejes que nadie lo descubra, especialmente las personas en el Salón Qing Feng —le susurró. Fu Ling tomó el objeto con fuerza y asintió.

Dándole una mirada al cuarto destruido, la expresión tranquila de Qing Feng regresó a su rostro.

—Hazlo antes de mañana en la mañana, antes de dejar que alguien entre a limpiar esto. Puedes irte ahora.

—Sí. —Fu Ling puso la pequeña bolsa en lo más profundo de su bolsillo en su cintura, y abrió las puertas para retirarse.

Cuando la puerta se cerró, el cuarto una vez quedó rodeado de oscuridad. Qing Feng se sentó lentamente frente a la ventana y levantó sus manos. El papel de la ventana separaba la luz de la luna y la calidez de las lámparas. Después de un tiempo, retiró sus manos.

La calidez no le pertenecía a ella. Lo que quedaba era la frialdad y oscuridad del cuarto, como su corazón.

Fueron ustedes quienes me forzaron…

♦ ♦ ♦

Cuando Fu Ling se retiró, Lan se apresuró a ir a su lado y llevarla a un lado del gran árbol en el medio del patio donde el inexpresivo Xia Yin esperaba.

—Hermana Fu Ling, ¿qué sucede… con la señorita? —preguntó una vez que se aseguró que no había nadie a su alrededor. Cuando su maestra caminó antes, su rostro estaba muy pálido y su frente tenía un rastro de sangre y moretones suficientes para asustar a todos. Una vez en su habitación, destruyó tantos objetos como fueron posibles, dejando escapar gritos y risas que se escucharon en todo el lugar. ¡Estaba tan asustada que tenía la piel de gallina!

—Fu Ling, estamos preocupados por la señorita, y asustados de que nuestras bocas son torpes y puedan llegar a ofenderla de alguna manera —agregó suavemente Xia Yin. Fu Ling sacudió su cabeza ligeramente.

—No deberían preocuparse demasiado. La señorita está… cansada. No la molesten esta noche y limpien las cosas mañana. —Terminando sus palabras, no esperó por su respuesta y se giró para regresar a su cuarto.

—¡Qué mezquina! —bufó Lan—. ¡Piensa que alguien quiere pelear con ella por favores! —Al finalizar, también caminó de regreso a la casa.

Xu Yin miró una vez más las puertas cerradas. No había luz ni el sonido del llanto. Estaba extrañamente tranquilo.

♦ ♦ ♦

Mansión Ming.

En la brillante noche, la brisa del verano soplaba mientras, detrás del sinuoso corredor, risas se escuchaban de la recepción. En el gran patio había varias flores que ondeaban y el aire estaba lleno de una esencia floral. Era desafortunado que la figura bajo la luna no pudiera esperar para irse de inmediato.

Sus pies no se detuvieron después de los ruegos que su madre le hizo esa tarde, así que no tuvo más opción que detenerse.

Ming Ze rodeó su pecho con sus brazos y permaneció de pie en una esquina del corredor. Estuvo de pie un largo tiempo, y aunque él no se fue, se rehusó a caminar hacia la ruidosa recepción. Si estaba ahí o no, a nadie le importaba. ¿Después de todos estos años su madre todavía no se daba cuenta?

En la residencia Ming, no había posición para madre e hijo. ¿Por qué peleaba? ¿Por qué robaba? ¿Y sobre qué base? Le trataba como una marioneta, como una herramienta, y no se preocupaba por sus sentimientos. Ella sólo pensaba en sí misma.

Lo más ridículo es que le sobreestimaba. Él no era nadie para esta familia.

Su seguridad, para mí, es más importante que nada…

La oración que Qing Feng pronunció durante esa noche lluviosa sonó nuevamente en su cabeza. Los ojos brillantes y la sonrisa floreciente que le dio bajo los relámpagos hicieron que Ming Ze sonriera ligeramente. Ella era más afortunada que él. Por lo menos tenía seres amados dignos de ser protegidos.

Cuando estaba cumpliendo su deber hoy, siguió al emperador y al Primer Ministro Lou al Jardín Imperial, y vio el incidente desde un costado. Ni hablar del Palacio, en todas las mansiones, ¿quién no vio uno de esos “accidentes” antes? Cuando Qing Feng finalmente se fue, Ming Ze sintió lastima por ella.

—Ming Ze.

Una voz masculina sonó detrás suyo con una pizca de emoción, y las finas cejas de Ming Ze se fruncieron. Levantó el pie y continuó su retirada. La única persona que le llamaba en esta familia era él. Y no quería hablar tonterías juntos.

Cuando estaba por irse, una figura alta bloqueó su ruta y se paró enfrente suyo.

—Es tan difícil estar de vuelta en casa, ¿por qué no tomamos los dos hermanos una bebida? —le sonrió Ming Jian. Ming Ze sabía que no podría ignorarle ya que Ming Jian vino de frente.

—Tengo deberes mañana —respondió sin emoción. Al terminar, se giró para irse.

—Ming Ze, somos hermanos… —suspiró el otro hombre, tomando su hombro.

¿Hermanos? Ming Ze sacó sus manos de un golpe.

—No tengo esa buena fortuna —respondió con frialdad. ¡No podía permitirse clamar eso! Caminó a su lado con indiferencia, claramente sin querer continuar hablando. Ming Jian suspiró pesadamente.

Ming Zu, la tercera señora de la familia Ming, salió en busca de Ming Jian y se encontró con Ming Ze incapaz de comprender las buenas intenciones.

—Hermano mayor, ¿por qué te molestas con él? Sólo es un niño de una concubina —dijo con fuerza. La espalda de Ming Ze se puso rígida mientras caminaba lejos con rapidez.

—¡Ming Zhu! —le reprendió su hermano. Ella curvó sus labios y le dio una mirada de desaprobación, pero sabía que si continuaba, él se enojaría.

—Muy bien, no continuaré —dijo mientras tomaba uno de los brazos de Ming Jian para que no pudiera perseguirlo—. Madre estuvo preguntándome por qué no regresaste todavía, y la abuela lucía ansiosa por la espera. Apresúrate y no te molestes por él. Si llegas tarde, padre se enojará.

Ming Ze ya se había ido, sin dejar rastros, y su hermana pequeña estaba tirando de él. No tenía otra opción más que seguirla a la recepción. Era el cumpleaños de su abuela paterna, así que necesitaba pensar en una razón para explicar por qué Ming Ze no estaba presente y ayudarle.

♦ ♦ ♦

Chenshi. [1]

Las puertas principales de cada palacio y salón se abrieron lentamente con el comienzo de un nuevo día. Lan estaba instruyendo a las sirvientas del palacio que debían limpiar el patio y podar las flores, además de mirar el cuarto de Fu Ling.

Usualmente, para este momento Fu Ling ya se habría levantado y estaría preparada para atender a su señorita y lavarla, pero todavía no había movimiento en su parte. ¿Debería ir a llamarla? Mientras debatía, las puertas de la casa principal se abrieron y Qing Feng salió lentamente.

Estaba vestida con una tela azul hielo y una decoración de jade colgando de su cintura. El jade blanco en su cabello se movía siguiendo sus pasos elegantes. Sólo cuando hizo la mitad del camino por el patio, las sirvientas del palacio se recuperaron y se arrodillaron para saludarla.

—Que nuestra señorita tenga innumerable seguridad.

Qing Feng no vio a los sirvientes arrodillados, sino que se estiró para juntar una peonía, la cual estaba marchita a pesar del cuidado meticuloso e intensivo realizado.

—Retírense todos —dijo Qing Feng suavemente.

—Sí.

—Lan. —Ella había dado dos pasos cuando Qing Feng la llamó con suavidad.

—Su sirviente está aquí —dijo, incapaz de dar un paso adelante.

Qing Feng la miró por un largo tiempo sin hablar. Lan estaba sorprendida y la miró en silencio, hasta que la voz de su señora sonó al mismo tiempo que la peonía en sus manos flotaba y aterrizaba hasta el suelo.

—Instruye a todos para que quiten las peonías del patio —dijo.

—¡Mi señora! —exclamó, sorprendida, pero se recuperó rápidamente y continuó—: Mi señora, las flores no pueden quitarse.

Sin mencionar que eran las favoritas de la Concubina Imperial Shu. Pero el emperador se esforzó especialmente en ellas, así que nadie se atrevió a quitarlas.

—¿Por qué no?

—Esto es… Es la intención del emperador. —Qing Feng dobló su cuerpo ligeramente y la fragancia ligera que la acompañaba presionó a Lan, y la dejó incapaz de continuar hablando.

—¿Fueron elegidas especialmente por la Concubina Imperial Shu? —Qing Feng extendió su mano y sostuvo la barbilla de Lan para levantar su cabeza. Viendo el pánico en la sirvienta, los labios de Qing Feng se doblaron con suavidad—. Mira bien el nombre que el emperador le dio a este lugar. Ya no es el palacio Shu Yun, y ya no existe una Concubina Imperial Shu. Lan, tienes que recordar que eres una persona de mi palacio. Lo que la Señora te ordena, lo haces. Eso es lo que un buen sirviente hace. ¿Entendido?

Sintiendo los dedos fríos tocando su rostro, aunque el agarre no tenía mucha fuerza y Qing Feng tuvo que inclinarse para hacerlo, Lan por primera vez vio el rostro de su señora con claridad. Esa piel blanca era un jade, y su frente estaba cubierta con maquillaje. Un rubor ligero y sus labios rojos la hacían lucir muy bien. Estando tan cerca de ella, las cicatrices de su rostro no eran tan obvias, y toda su atención se fijaba en sus ojos brillantes. Normalmente su Señora tenía una mirada fría, pero hoy había una sonrisa ligera allí.

Y sin embargo, Lan estaba más asustada de lo habitual.

—E-Esta sirvienta… ¡Esta sirvienta lo entiende! —tartamudeó, escuchando el temblor en su propia voz.

Retirando su mano lentamente, Qing Feng decidió no hacérselo más difícil.

—Levántate entonces.

—Esta sirvienta irá a encontrar personas para… quitar las flores. —¡Tenía que apurarse a contarle a su hermana Xiao!

Lan no se atrevió a demorarse y se apresuró desde el suelo. Sólo se había arrodillado por poco tiempo, pero sentía sus piernas temblar.

Con sus manos en su pecho, corrió y casi golpeó a Xia Yin, que estaba trayendo el desayuno. Ella tuvo que caminar a un lado para evitarla, y cuando iba a regañarla, Lan ya estaba demasiado lejos.

¿Esa chica conoció a algún demonio tan temprano?


[1] Chenshi: Entre las 7 y 9 a.m.

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