La Princesa derriba banderas – Capítulo 94: Las frustraciones del hijo del marqués

Traducido por Ichigo

Editado por Sakuya

—No es bueno, no la encuentro en ninguna parte —dijo exhaustivamente el marinero que irrumpió en la habitación.

Como si fueran arrastrados por la sombría atmósfera, la gente en la habitación estaba visiblemente preocupada.

Se realizó una búsqueda por toda la casa. Incluso buscamos en el jardín y en la ciudad, pero la señorita Marie no estaba en ningún sitio.

Me mordí los labios con fuerza para calmar mis frustraciones. Afuera, el sol ya se había puesto, y cada vez estaba más oscuro.

¿Tenía miedo por la noche? ¿Era terrible? ¿Hacía frío? ¿Le dolía?

Sólo de pensarlo me sentí incómodo.

—Marie… ¿dónde diablos estás? —susurró lady Bianca, la hermana de Michael. Su voz se llenó de desesperación.

Michael estaba a su lado, con su brazo sosteniéndola mientras todo el color se desvanecía de su cara.

—Hermana, por favor, contrólate.

—Pero, Michael, Marie no es de las que abandonan a sus amigos y se van corriendo a algún sitio. Estoy segura de que algo más debe haber pasado.

—Es cierto… la princesa no haría algo así como una broma. Podría haber quedado atrapada en algo inesperado… Debemos asumir que fue secuestrada por alguien. Hey, el joven maestro de ahí. ¿Deberíamos haber pedido ayuda después de todo?

El marinero, creo que su nombre era Paul, hizo su propuesta y yo, Georg zu Eigel, me quedé en silencio.

Es como todos dicen. Es difícil imaginar que Marie eligiera huir por su propia voluntad. Si se vio envuelta en algún tipo de incidente, es muy probable que haya sido secuestrada.

Pero aquí está el problema: ¿Quién demonios la secuestró?

—¿Alguien ha encontrado ya al hombre que estaba con la señorita Marie?

—No tengo nada…

Paul sacudió su cabeza con una cara amarga. La señorita Bianca y la tripulación también tenían expresiones preocupantes.

El hombre que debía acompañar a la señorita Marie, Sir Wolf, aparentemente se había ganado la confianza de todos.

—Si vamos a buscar a Su Alteza, encontrarle es fundamental. Si vamos a explicar las circunstancias de su desaparición, entonces esta persona a la que llamas Wolf es un testigo importante. Creo que debería emitirse una orden de fuga, considerando que es la persona que probablemente la secuestró.

—¿Wolf es el culpable? ¡Eso es absurdo! —protestó Bianca.

—Aunque lo digas, él era la única persona que estaba cerca de la señorita Marie cuando desapareció. Además, él también desapareció. Las circunstancias son prueba suficiente.

—Eso es… —Lady Bianca no pudo dar una respuesta y las palabras se le atascaron en la garganta.

—No había signos de ninguna pelea que se produjera. El jarrón pudo haberse caído, pero el resto de la habitación seguía ordenada. Marie probablemente perdió el conocimiento, pero es difícil de creer que no se resistiera en absoluto.

—Pero… ese tipo la adoraba, y no importa lo que puedas decir o pensar desde tu alto caballo, yo por mi parte, no creo que eso fuera una actuación.

—Sí. La cuidó como si fuera su hija. No puedo creer que la haya lastimado.

Los marineros empezaron a hablar de ese tipo Wolf.

Para mí, escuchar todo este ruido era irritante.

—Bueno, entonces, en ese caso, ¿puede decirme quién secuestró a la señorita Marie?

Incluso tratar de decir eso me dio ganas de vomitar.

—Oh, ¿estás diciendo que la misteriosa partida de Wolf no tiene nada que ver?

En respuesta a mis palabras, todos se quedaron sin nada que decir. Un pesado y doloroso silencio cayó sobre la habitación.

No conocía a Wolf. Ni siquiera sabía los días que pasaron juntos a bordo, así que no podía entender su conflicto. Pero, exactamente por eso, podía ver cosas que ellos no podían.

Había un gran número de personas en el salón y en la ciudad. Sería increíblemente difícil colarse en la mansión para secuestrar a la Srta. Marie y a un hombre corpulento como Wolf y no ser visto por nadie.

Como tal, eso significaba que solo había dos posibilidades; o Wolf se la había llevado solo, o había colaborado con otra persona, el secuestrador. Rechazar esas dos opciones por sentimentalismo era algo que no permitiría que ocurriera.

Si ese tipo hubiera secuestrado a la señorita Marie, entonces habría traicionado la confianza que ella tenía en él. No podría perdonar a alguien así.

—Georg…

Junto con una voz llena de vigor sentí un toque en mi hombro.

Michael, que ahora estaba de pie ante nosotros, inesperadamente bajó su frente mientras me miraba. Estaba ocupado buscando las palabras adecuadas, pero me di cuenta de que estaba lleno de preocupación.

Parecía que yo no era el único que estaba agitado. Los marineros también lo estaban.

Respire profundamente para distraerme. El aire frío llenó mis pulmones, y sentí que mi mente se calmó un poco.

—Todos estamos preocupados por la princesa. No deberíamos discutir.

Suspiré.

—Sí, lo siento —con una amarga sonrisa, Paul se rascó la cabeza torpemente—. Mi error. Aunque pensaste en esto seriamente, dejé que mis emociones se apoderaran de mí y descarté tus ideas.

—No, en absoluto. También tengo la culpa de haberme enfadado. Lo siento.

No fue perfecto, pero el aire frío finalmente se dispersó.

—Por ahora, resumamos nuestra situación. ¿Alguien tiene un mapa? Si conocemos la topografía circundante, podríamos ser capaces de reducir el camino que los secuestradores podrían haber tomado.

—Sí, creo que tengo uno… iré a buscarlo.

Después de preguntar, uno de los marineros se movió.

Aparentemente estaba en una habitación diferente, así que se dirigió a la entrada, pero una vez que abrió la puerta, dio un paso atrás con una sorpresa en su voz.

—¿Qué pasa?

Al mismo tiempo que Paul preguntaba, alguien entró en la habitación.

Todos, incluyéndome, abrimos los ojos al mirar a la persona que entró.

Todo su cuerpo estaba inclinado hacia un lado, apoyado en la pared del pasillo. Se podían ver varios vendajes bajo su manto, y la sangre se filtraba por múltiples lugares. Obviamente no estaba en forma para caminar, pero sus ojos decían lo contrario. Brillaban con un brillo agudo, como los de una bestia enfurecida.

—¿Dónde está Marie? —preguntó en voz baja, con una voz tensa, esa persona, Klaus von Belmar.

—¡Klaus! ¡Se supone que no debes caminar con un cuerpo como ese!

—¡No te esfuerces! ¡Tus heridas no están completamente curadas!

Lady Bianca y Michael se apresuraron a ayudar, pero el señor Belmar los rechazó.

—¡Suficiente! No me importa eso. Más importante aún, ¿dónde está, Su Alteza?

Lady Bianca y Michael se callaron.

Sabía que los hermanos eran como libros abiertos y que les sería difícil mentir con una sonrisa, pero desearía que al menos hubieran hecho algo para ocultar lo grave que era la situación actual. Suspiré internamente mientras veía que la cara del caballero se volvía sombría. Luego dirigió una mirada aguda hacia mí.

—¿Dijiste algo sobre los secuestradores de Su Alteza?

Cuando el gruñido llegó a mí, me di cuenta de mi error. Parecía que Sir Belmar había escuchado de alguna manera nuestra conversación. ¿Qué estaba haciendo, criticando a Lady Bianca y a Michael, cuando era obvio que había cometido el mayor error de todos?

—¿Quién lo hizo? ¿A dónde se fueron?

—Si ha escuchado nuestras discusiones previas, entonces ya debe darse cuenta de que no sabemos quién es el culpable, y mucho menos a dónde se dirigen. De hecho, ni siquiera estamos seguros de que haya sido secuestrada en primer lugar.

—¡Pero ella no está aquí! ¡¿No es eso suficiente?! —rugió.

Su rostro se distorsionó de ira, y lo dejó salir golpeando la pared. La herida de su mano izquierda se abrió y sangró a través de las vendas que la rodeaban.

—¡Por favor, cálmese! ¡No estás en condiciones de moverte!

Michael, con la cara pálida, agarró rápidamente el brazo de Sir Belmar. Sin embargo, lo sacudió y lo empujó a la pared.

—Oye, ¿a dónde crees que vas?

Sorprendentemente, Lady Bianca frunció el ceño a Sir Belmar, quien empezó a arrastrar los pies a la distancia.

—Iré a buscar a Su Alteza.

—¿En ese estado? ¡Solo un tonto diría eso! ¡No lograrás pasar las afueras del pueblo!

—Así es, señor. Está gravemente herido, ¿sabe?

—¡Si sigue moviéndose así de forma inquieta, se abrirán más heridas! ¡Solo quédese en su sitio!

No solo la señora Bianca lo reprendía, sino también los marineros. Sin embargo, Sir Belmar no pensaba escuchar.

—Yo soy su escolta. Si yo no voy a buscarla, ¿quién lo hará?

—¡Nosotros iremos!

—No permitiré que nadie más se involucre con la princesa Rosemarie.

—¿Por qué demonios eres tan terco?

Los marineros trataron de mantenerlo en su lugar, pero Sir Belmar los sacudió bruscamente. De dónde sacó el poder de su cuerpo andrajoso, no tenía ni idea. No sabía si sorprenderme o impresionarme por su hazaña.

—Si algo le sucede, ¿cómo podremos enfrentarla y disculparnos? ¡Por favor, compórtate y vuelve a dormir!

—¡Mientras estaba tomando mi dulce descanso, la princesa Rosemarie desapareció! ¡¿Crees que volvería a la cama como si nada hubiera pasado?!

—Y si murieras, ¿no serían todos nuestros esfuerzos en vano?

—¡Ya he dedicado mi vida a servir a la princesa Rosemarie! Ella está en peligro ahora mismo. ¡Si no puedo darle mi vida ahora, entonces cuándo podré ayudarla!

Sir Belman tensó la última frase. Lo que le golpeó después fue la ira y la frustración, seguidas de un profundo arrepentimiento por esas palabras.

—Klaus… ¿Cómo pudiste..?

Lady Bianca se quedó sin palabras, su cara se tiñó de rojo por la ira.

Sus hombros delgados y sus puños apretados se preparaban en una posición oscilante mientras se acercaba a Sir Belmar con pequeños y poderosos pasos. Sin embargo, Michael estaba delante de ella.

Todo el mundo miraba a Michael, que ahora estaba delante de Sir Belmar. Mientras los mirábamos, sin saber lo que podría pasar, algo espectacular ocurrió.

Un golpe resonó por todo el lugar.

—¡Ugh!

Michael golpeó con su puño la cara de Sir Belmar. No, intentémoslo de nuevo. Michael golpeó el honor de Sir Belmar sin contenerse.

Siendo un mago, no tendría mucho poder detrás de su golpe. No obstante, el poder real esta vez no estaba en el golpe en sí, sino en el propósito que tenía. El significado, si se quiere.

Todos abrieron sus bocas. Ni siquiera la hermana mayor de Michael fue la excepción.

La mano enrojecida que golpeó a Sir Belman temblaba ligeramente. Detrás de su flequillo, los ojos de Michael ardían de rabia.

—Deja de ser un idiota. —La voz de Michael era baja, como si tratara de controlar la furia interior—. ¡Todavía estás vivo, y no es por un milagro! ¡Son los incansables esfuerzos de todos! ¡Es gracias al duro trabajo de los tripulantes! ¡Es gracias a la princesa, cuando era la única voz que llegaba a ti, que ahora estás aquí! ¡¿Cómo te atreves a decir algo tan egoísta como tirar tu vida por la borda?!

Sir Belmar respiró profundamente. La rabia ardiente parecía haber desaparecido de sus ojos verde esmeralda.

—¿Sabes cuántas veces te llamó la princesa? ¿Cuánto tiempo lloró por ti? Ella te aprecia tanto… Y, sin embargo…

—Michael…

La señora Bianca abrazó los hombros temblorosos de Michael. Su cara se desmoronó, y sus ojos pronto se llenaron de lágrimas.

Michael intentó contener su llanto mientras murmuraba en voz baja:

—Siento haberte pegado.

—No lo estés…

Sir Belmar, que seguía aturdido, sintió su mejilla hinchada con la mano y cayó lentamente al suelo.

En cuanto a mí, no pude decir nada ni a Sir Belmar ni a Michael. No sabía qué decir.

La ira de Michael estaba justificada ya que estaba intentando proteger algo por lo que todos, y sobre todo la señorita Marie, habían trabajado tan duro.

Pero también entendía los sentimientos de Sir Belmar, aunque fuera un poco.

Aunque estaba tan cerca, no podía proteger a la persona que más quería. Ese arrepentimiento y esa rabia son imposibles de poner en palabras. Especialmente cuando alguien no está de acuerdo contigo. Entonces solo pensamientos desagradables parecen llenar tu cabeza, todos ellos te vuelven loco.

Todo lo que podía hacer era apretar los puños con frustración.

Mientras un silencio incómodo llenaba la habitación, un sonido ensordecedor sonó de repente.

Miramos alrededor de la habitación para encontrar la fuente del ruido cuando resonó una vez más.

—¿Un pájaro?

Lady Bianca inclinó la cabeza con curiosidad. Siguiendo su mirada, miré más allá de las ventanas. Un pájaro negro que parecía mezclarse en la oscuridad inclinó su pequeña cabeza en respuesta. Lo reconocí de inmediato.

—No me digas…

Corrí rápidamente hacia las ventanas.

El pájaro picoteó el vidrio. Ahí, tal y como esperaba que fuera, había una pequeña carta, bien sujeta a su tobillo.

Una respuesta en “La Princesa derriba banderas – Capítulo 94: Las frustraciones del hijo del marqués”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido