Matrimonio depredador – Capítulo 38: Atrapado en el acto

Traducido por Yonile

Editado por Meli


La atmósfera era como una fina capa de hielo que podía romperse en cualquier momento. Entre Leah, Ishakan y Cerdina, se desató una guerra silenciosa. El sutil deseo de cada uno de avanzar o proteger al otro estaba oculto por sus fachadas.

Solo el rey, ajeno a todo, esbozó una amplia sonrisa y anunció el inicio del almuerzo.

Sonó una pequeña campana y un aperitivo llegó a la mesa. El día era cálido y viniendo del jardín el aroma de las flores era fragante.

Los platos preparados por los cocineros del palacio eran dignos de ser admirados y contrastaban con la tensión en el aire. El precario equilibrio bailando al borde de un acantilado, podría volcarse con facilidad.

El rey y Cerdina lideraron la conversación e Ishakan solo respondió a lo que dijeron.

—Parece que Estia y Kurkan se han involucrado en una inútil guerra de desgaste. Si hubiéramos hablado antes, la paz sería lo que tenemos en el presente.

—Es una lástima, que nuestras dos naciones hayan sacrificado tanto, —djo Cerdina con ironía, Blain torció la boca y se rió.

El almuerzo continuó con charlas ambiguas y, tras el aperitivo llegó el plato principal: arenque asado con crema agria, pero a Leah le resultó difícil y doloroso tragar, a pesar de la suave textura de la crema.

En silencio, esperaba que Blain no molestara a Ishakan, quien estaba soportando por ella, sin causar una escena.

Algo le tocó el pie. Miró al otro lado y los ojos de Ishakan se curvaron en una leve sonrisa. Sus ojos brillantes estaban llenos de picardía. Ella lo empujó hacia atrás, su pie chocó contra sus zapatos.

La mesa era pequeña, con aproximadamente ocho personas, los asientos se distribuyeron de forma que las personas más importantes se sentaran cerca y así enfatizar la intimidad en su relación.

Para Ishakan, no fue difícil alcanzar el lado opuesto de la mesa solo al estirar las piernas.

El rostro de Leah se calentó por la vergüenza cuando el movimiento debajo de la mesa se hizo cada vez más explícito.

Con un ligero toque, sus zapatos se desprendieron, resbalando de los suaves calcetines de seda que llevaba, intentó colocarlos de nuevo, pero solo pisó la hierba.

La punta de un zapato sólido tocó el pie de Leah. Podía sentir el frío cuero curtido bajo la seda, un segundo toque le golpeó el pie en la parte superior, no la lastimó, pero le dejó suciedad.

Acercó sus pies y miró hacia abajo. Había una mancha negra en sus calcetines de seda blanca. Ahuecó sus dedos de los pies, el calor ardió en sus mejillas y miró a  Ishakan con recelo, él en cambio parecía encantado de poder burlarse de ella.

Le suplicó con los ojos que parara, sin embargo, pronto, una sensación de cosquilleo surgió de su tobillo. Un toque suave y ligero recorrió su hueso, mientras la punta del zapato se deslizaba de arriba y hacia abajo por su pantorrilla.

Su abdomen bajo hormigueó y los muslos le temblaron.

—¿Estás enferma? —Blain le susurro a Leah, quien estaba distraída—. ¿Estás enferma? No me hagas preguntar dos veces.

Parecía preocupado por el rostro rojo de Leah, tal vez asoció el hecho con la escena de ella vomitando sangre y desmayándose.

Al otro lado de ellos, el rey y la reina no expresaron interés en la situación, ya que estaban demasiado ocupados intercambiando miradas y palabras de afecto entre ellos.

Leah miró hacia arriba ya través de ella, sintiendo las miradas de Ishakan y Blain, se las arregló para lamerse los labios.

—No…

Sus manos seguían temblando, así que apretó la vajilla con fuerza. Quería meter la mano debajo de la mesa y apartarle las piernas, pero era de etiqueta mantener ambas manos sobre la mesa durante toda la comida.

—Te ves enferma. —dijo Blain y extendió la mano para tocar su mejilla.

Fue en este momento que los zapatos que habían estado dibujando círculos en sus tobillos, se hundieron en su falda y barrieron sus pantorrillas. El cambio inmediato de posición y la fría puntera contra sus suaves pantorrillas la hicieron respirar un poco y ponerse rígida.

Blain entrecerró los ojos. Apartó las manos, recogió algunos cubiertos que estaban frente a él y los dejó caer al suelo. Los sirvientes corrieron y trataron de levantarlo, pero él les hizo un gesto, agitando la mano y se inclinó personalmente.

Recogió la vajilla fue lenta y pa cuando enderezó la espalda, su rostro estaba horriblemente distorsionado.

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