Reina Villana – Capítulo 51: Entre dos Torres

Traducido por Dimah

Editado por Ayanami


Pero aún era un misterio el por qué había entrado a su habitación temprano en la mañana.

Perdida en sus pensamientos, Eugene olvidó por completo que Marianne se encontraba con ella en la habitación. Mientras Eugene estaba sumida en una reflexión, Marianne lo aprovechó como una oportunidad para estudiar sus expresiones, sintiéndose preocupada por lo que estaba pasando en la mente de la Reina.

Cuando Eugene finalmente recordó que no estaba sola, le dedicó una cálida sonrisa a Marianne.

—En verdad estoy bien, Marianne. —Aseguró. —No es necesario tomar ninguna medida relacionada con lo sucedido.

—Sí, Su Majestad.

—Aunque le agradezco me informe cuando él regrese.

—Por supuesto, Su Majestad —respondió Marianne aliviada.

♦ ♦ ♦

Eugene acercó la taza de té a sus labios y tomó un sorbo. Tan pronto como el tibio líquido entró en su boca, un delicioso aroma flotó hacia su nariz y la bebida se deslizó suavemente por su garganta. Satisfecha, dejó la taza poniéndola sobre la mesa.

Miró por la ventana y, ante ella, se desplegó un paisaje que sólo había visto en modelos en miniatura. Un poco más allá de los muros del palacio, se veía el pueblo, el cual se podía apreciar en toda su extensión.

Una leve brisa pasó junto a ella, haciendo que su cabello revoloteara suavemente.

Caminó por el puente que se encontraba entre las dos torres del palacio. Era una corta distancia a pie, sobre su cabeza se encuentra un pabellón arqueado, sosteniendo el techo, había pilares tan altos como espaciados uniformemente a lo largo del puente.

Era la primera vez que paseaba por el puente, cuando se le ocurrió la idea de tomar el té en este hermoso lugar. Cuando Eugene pidió traer una mesa y sillas, los sirvientes se sorprendieron mucho por sus órdenes.

Aunque les pareció extraño tomar el té en el puente, todos la obedecieron e hicieron lo que se les había pedido sin quejarse.

Y allí, Eugene creó su café personal. El techo sobre su cabeza, le proporcionó una sombra fresca al calor del sol. Y por su gran altura, tenía una vista aérea perfecta.

Ah, esto es vida. —Pensó.

A medida que el sol comienza a ponerse, los cielos se van despejando y tiñéndose lentamente con tonalidades rojas, naranja y púrpura. Eugene no pudo evitar imaginarse que cada que le apeteciera, podía salir al balcón y pasar el resto del día disfrutando del té en este magnífico lugar que había encontrado.

Este era uno de los simples placeres que podía disfrutar como reina.

Apoyando sus mejillas en su mano, sobre la mesa, disfrutaba de la puesta de sol y el cielo anaranjado. Se encontraba tan absorta con el paisaje que no se dio cuenta de que alguien la había estado mirando.

Era Kasser, de pie unos pasos justo detrás de ella. Embelesado, observándola sentada en su silla, mirando serenamente su reino. Tuvo un día ajetreado, tratando de evaluar la magnitud del daño producto de la guerra y haciendo las cosas bien una vez más.

Ni siquiera podía encontrar tiempo libre para sus comidas.

Cuando regresaba al palacio, todavía tenía que instruir a los soldados, interrogarlos y asignarles sus deberes. Y luego, como si de un loco se tratase, se apresuró a regresar a su palacio, era como si alguien le pisara los talones.

Preguntó por su paradero, y esas fueron las indicaciones: arriba en el puente, le dijeron, justo entre las dos torres. Estaba sorprendido, pero de todos modos fue a verla.

La vista que encontró fue tan extrañamente única, ella bebiendo té, disfrutando del paisaje. No pudo evitar soltar una ligera risa. Fue encantador verla relajarse con el té. Ni siquiera se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado solo mirándola.

Eugene salió de su ensueño por el sonido de un forcejeo contra la piedra y miró hacia atrás. Se sorprendió cuando vio al Rey.

—Su Alteza. —Ella jadeó y se puso de pie para saludarlo apropiadamente, pero él le hizo un gesto para que se sentara, ella obedeció. Kasser sacó la otra silla frente a ella y se sentó.

¿Por qué aparece de la nada todo el tiempo?

No estaba preparada, no sabía cómo enfrentarse ni comportarse ante él. Simplemente era un hombre deslumbrante. Sin duda, fue la obra maestra de un artista, el hombre hecho por la mano de Dios. Tenía muchas cosas que quería decirle cuando finalmente lo viera.

Que hizo bien protegiendo al reino.

Y especialmente…

Que es bueno verlo a salvo y sin lesiones.

Pero ahora que él estaba frente a ella, no encontró las palabras. Aclarándose la garganta, finalmente preguntó…

—¿Cuándo llegaste? —Fue todo lo que pudo pensar en ese instante. Pero ella se retrotrajo por un momento, temía que él pudiera malinterpretar su pregunta con ¿por qué había venido? —Es solo que les había dicho que me avisaran cuando regresaras.

—Acabo de regresar, —le aseguró. —Fue más rápido para mí venir a ti en lugar de contárselo a un sirviente.

Esto significaba que, tan pronto como entró en el palacio, la buscó directamente. Eugene no pudo evitar pensar que se trataba de los informes; los que se habían extraviado en su habitación.

—No tienes de qué preocuparte, —le dijo, —ya les pedí a los sirvientes que los pongan en tu oficina.

—¿Preocuparse por qué?

—Los informes de la General. —Ella respondió parpadeando.

—Ya los vi. Esta mañana. —Le dijo, murmurando en un tono avergonzado. No pudo encontrar las palabras para explicar la intrusión impulsiva en su habitación, mirándola mientras dormía.

—Ah, sí —dijo, asintiendo con la cabeza. —Escuché que pasaste.

—Todavía era muy temprano, así que no te desperté.

—Por supuesto, pero lo hice más cómodo. —Añadió, y él ladeó la cabeza.

—¿Qué hizo más cómodo?

—Los documentos. —Dijo y tomó un sorbo de su té: —Viniste a revisarlos. —Kasser abrió la boca y luego la cerró, como un pez fuera del agua.

Actualmente, estaba sin palabras, no sabía qué hacer con esto. Los documentos nunca estuvieron en su mente cuando pasó por su habitación, ni siquiera se le cruzó por la cabeza. Pero Eugene no lo sabía o no se había dado cuenta de esto.

Ella tomó su silencio como una señal para que continuara, y así lo hizo.

—El trabajo de la general fue brillante. La mayoría de las veces, le dejé la decisión a ella, pero intervine un par de veces, especialmente cuando necesitaba su aprobación. —explicó: —¿Encontraste algo malo en lo que hice? —le preguntó preocupada.

En especial, la orden de abrir las puertas seguía fresca en su mente. Él puede haber pensado que ella estaba desafiando su autoridad cuando ese era el pensamiento más lejano en su mente.

No podía ignorar por completo la preocupación, principalmente cuando se trataba de numerosas personas que habían tenido el poder. No sabía qué líneas no cruzar con ellos, y esperaba que sus decisiones durante su tiempo como reina no fueran una de ellas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido