Mi crush quiere una poción de amor – Vol. 1 – Capítulo 4: La bruja y la poción de amor prometida (2)

Traducido por Bee

Editado por Dea


Rose solo volvió a sus sentidos un tiempo después de que Harij se fuera de la ermita. Ella había empujado hacia atrás el furioso tumulto de emoción en el interior y se había pegado a una fachada tranquila para despedirlo.

Fue solo ahora que se dio cuenta de lo febril y empapado en sudor que sentía todo su cuerpo. Se puso de rodillas y se apretó el pecho con una mano. Su corazón palpitante se aceleró a una velocidad aterradora.

—Me duele el corazón…

No pudo mantenerse sentada y se dejó caer de espaldas. El polvo se levantó en una nube y se disipó en los débiles rayos de sol que se filtraban a través de la ventana. Se sentía como si alguien le estuviera destrozando el corazón por dentro. El dolor oprimía su pecho y tenía esa horrible sensación de pesar que necesitaba rascarse con desesperación.

La llama del amor, que se había convertido en un fuego implacable que todo lo consumía, continuó quemándola desde adentro, sin apagarse nunca. En ese momento vio claramente lo tonta que había sido al ofrecerse de forma descuidada a convertirse en sujeto de prueba.

Obviamente, su amor no era tan indistinguible e ilógico como lo había sido bajo la influencia de la poción, pero ahora lo añoraba aún más que nunca.

No hacía mucho, habían estado lo suficientemente cerca como para decir que se abrazaron. El calor que casi convirtió a Rose en un charco a sus pies todavía quemaba en su núcleo. Y luego también estaba ese momento.

Rose se tocó los labios, los labios que seguramente él habría tomado si la poción solo hubiera esperado un poco más para desaparecer.

Enterró su rostro entre sus manos.

Rodó por el suelo desordenado de la ermita, aplastando el desorden debajo de ella y haciendo volar su bata de un lado a otro.

Habían sido como una pareja en una historia romántica, coqueteando dulcemente. Recordarse a sí misma actuando de forma tan coqueta fue todo un golpe mental para Rose.

Por accidente, inhaló un poco de polvo y rompió en un ataque de tos. Estaba actuando de forma estúpida, pero finalmente sintió que estaba siendo ella misma de nuevo, y eso la alivió un poco.

—Ahh…

Se tumbó en el suelo con los brazos abiertos de par en par.

Rose.

Recordar el tono ronco de su voz cuando pronunció su nombre envió un escalofrío a través de ella. Arrugó la cara y se mordió el interior del labio.

—Ugggh…

Eso era lo último que quería que él la llamara y también el nombre con el que deseaba que él se dirigiera a ella más que cualquier otra cosa en el mundo. Harij, la persona a la que quería oír decir su nombre más que nadie, lo había dicho.

Reproducir la forma en que le había rogado que dijera su nombre llenaba a Rose del deseo de morir con cada palabra. Había una poción secreta de las brujas para causar pérdida parcial de la memoria, pero Rose nunca usaría un producto tan costoso en sí misma. En cambio, se golpeó la cabeza contra las tablas del suelo, eligiendo deshacerse de aquel recuerdo con una fuerza contundente.

No hacía falta decir que no desapareció incluso después de que ella golpeara repetidamente su cabeza contra el suelo. Mirando el lado positivo, el dolor le ayudó a distraerse. Ella cerró sus ojos en silencio.

—Él no usará la poción de amor…

Rose nunca había considerado esa posibilidad.

Ella nunca esperó que él viniera a un lugar tan sombrío por alguien más.

Su pecho se contrajo de nuevo. ¿De qué le servía regocijarse? Sus lazos con él se habían roto.

No se volverían a encontrar.

¿Debería haber cobrado más? Entonces, ¿me habría arraigado aún más en su memoria como “esa bruja codiciosa que conocía”? ¿O mirará hacia atrás una vez cada luna azul a la “bruja problemática que me hizo llevarle comida todos los días”?

¿En qué está pensando ahora mismo? ¿Cómo me recordará en el futuro? ¿Pensará en mí aunque sea una vez? ¿Lo hará? ¿Lo hará? ¿Lo hará? ¿Lo hará?

Sus pensamientos estaban llenos de nada más que él.

—Es hora de limpiar.

Esa línea de pensamiento no tenía fin. ¿Y de qué serviría incluso si seguía haciendo preguntas para las que no tenía la respuesta? Se puso de pie y se dio una palmada en las mejillas, animándose a seguir adelante.

Rose bajó el cencerro antes de que pudiera cambiar de opinión. Durante muchos años, el sonido había sido un amigo familiar, pero ahora solo hacía que su corazón saltara.

Ella también guardó el mantel. Seguramente, no saldría de su camino para recuperarlo. Lo dobló en una bola apretada y lo metió en el armario abultado.

Los platos y tazas que había sacado para él también tenían que irse. Ella guardó todo excepto su propio juego. Mientras nadie le trajera dulces en el futuro, ella no le serviría té a nadie.

Se haría ilusiones si no guardaba todo. En el fondo de su mente siempre estaría el pensamiento esperanzador de que cierta persona podría venir con comida deliciosa de nuevo, aunque no tuviera ninguna razón para hacerlo.

Todo lo que había compartido con él se lo recordaría. Le recordaría el momento en que el dulce aroma de la manzana llenaba una choza llena de nada más que hierbas y pociones.

Rose miró la canasta que Harij le había dejado a cambio de la capa que le había prestado. Echando un vistazo al interior, encontró galletas con manzanas secas horneadas. Se llevó una a la boca, la galleta se desmoronó.

—No puedo saborearlo.

El manjar que había esperado ansiosamente tenía menos sabor que la suave lechuga que comió sola.

♦ ♦ ♦

—¿Bienvenido?

Rose saludó en un estupor [1], asombrada por el invitado que entró a su casa sin llamar. Por supuesto, sabía que tenía una visita porque la campana le informaba cada vez que alguien entraba al bosque y se acercaba al muelle.

También había confirmado quién era a través de la ventana.

Fue ella quien se negó a creerlo hasta que él terminó de remar en el bote, atracó y entró en la ermita. Después de todo, la realidad era difícil de aceptar cuando se trataba de alguien de quien estaba segura de que nunca volvería a poner un pie dentro de su choza.

—Voy a pasar.

Harij entró casualmente como si nada hubiera cambiado. Ella no pudo detectar nada diferente en su expresión.

—Uh, ¿de acuerdo? —ella respondió tontamente.

Rose le había dado la poción de amor completa y se le pagó por ella. Dicho de otra manera, Rose y Harij ya no eran brujas ni clientes. En ese caso, ¿qué asunto del negocio podría haberlo traído a su humilde morada otra vez?

Con dudas, Rose palideció ante las posibilidades.

—¿Quizás tuviste algún tipo de problema con la poción?

—Es todo lo contrario. La eficacia de la poción es innegable. Además, ya no está en mi poder. Cuándo o dónde se utilizará ya no es de mi incumbencia. —Harij negó con la cabeza, aplastando sus nuevas preocupaciones—. Dicho esto, advertí a la persona tres veces sobre cómo usarlo correctamente… y sobre cómo se comportará quien lo beba.

Rose se encogió profundamente dentro de su bata holgada para escapar de su mirada penetrante.

No es posible que esté planeando hacerme revivir lo que sucedió, ¿verdad?

La mirada íntima que habían compartido, la forma en que se habían dicho el nombre del otro, los suspiros entrecortados… Rose lo recordaba todo como si hubiera sucedido solo unos momentos antes. No solo había planeado olvidar que eso alguna vez sucedió, sino que tenía la intención de no volver a ver a Harij nunca más.

¿Qué sentido tenía darle cuerda a una caja de música que no producía sonido? Rose no era del tipo que se hacía falsas esperanzas. En otras palabras, ella no se esperaba que volviera a aparecer.

Seguro, esperaba que él mirara hacia atrás en su vida y pensara en ella solo una vez; eso habría sido suficiente para mantenerla en marcha, pero absolutamente no si ese recuerdo fuera ella haciendo el ridículo.

—Por favor, hágame el gran favor de olvidarse por completo de lo que sucedió con la muestra de prueba. Los efectos de la poción han desaparecido hace mucho tiempo. —insistió Rose de manera definitiva.

Las secuelas aún persistían en su sistema, pero lo que dijo no contaba como una mentira. El afecto persistente por él todavía dominaba sobre ella, pero ella educó sus rasgos en tal indiferencia, que parecía como si incluso la más mínima emoción hacia él hubiera sido limpiada.

Todo se sintió como un gran mal sueño. No quería que ese tema volviera a surgir en una conversación.

—Eso me recuerda. Antes de probarlo, dijiste que la poción no tendría el mismo efecto en una bruja, ¿verdad?

Eso no era lo que había dicho, pero Rose no iba a corregirlo. Él podría preocuparse por la poción de amor que ella ya le vendió si le hiciera creer que los efectos desaparecen de inmediato en la gente normal.

Al darse cuenta de que la situación no iba en una dirección favorable para ella, Rose ignoró su pregunta y le dio la espalda.

—¿Para qué estás aquí?

La primera vez que Harij visitó la ermita, estaba de mal humor. Algunas de sus sospechas parecían haberse desvanecido últimamente, pero ella sabía que él no tenía ningún deseo personal de frecuentar aquella zona sombría del bosque. Como lo demostraba el hecho de que todavía ocultaba su identidad bajo la capa de viajero. No tenía ninguna duda de que él había venido a ocuparse de alguna otra forma de negocio. Su pregunta surgió de esa convicción, por lo que cuando no recibió una respuesta inmediata, comenzó a sospechar y miró a Harij.

Ni siquiera la estaba mirando.

Bueno, eso fue anticlimático. Se sintió como si pudiera respirar tranquilamente de nuevo. Curiosa de lo que había captado su atención, siguió su mirada hacia la mesa junto a la ventana.

Sintiendo su atención, Harij volvió solo sus ojos hacia ella. El frío azul de ellos la atravesó.

—Rose.

El calor la recorrió con el sonido de su nombre en sus labios. Su corazón dio un vuelco doloroso tras él.

Ni siquiera soñó que él volvería a pronunciar su nombre.

¿Cómo podía una cosa tan simple hacer que su corazón se moviera literalmente? La sorpresa, la alegría y el arrepentimiento se agitaron juntos y amenazaron con explotar.

—¡Te lo pedí por la poción…!

Así que, por favor, no vuelvas a decir mi nombre, casi suplicó Rose, pero instintivamente cerró la boca. La calma empapó su corazón ardiente.

La mirada gélida que atravesó a Rose brilló con reproche.

—¿Guardaste el mantel?

Rose retrocedió un paso. Por alguna razón, se sentía como una herbívora acorralada por un carnívoro.

—No tenía idea de que era importante para ti. Lo devolveré de inmediato.

—No lo quiero de vuelta.

Agarrada en la mano del hombre con el ceño fruncido estaba la misma gran canasta que siempre traía. Rose se tomó un segundo para calmarse y notó un aroma rico y sabroso que emanaba de su interior.

Salió y volvió a comprar comida. Para Rose.

—Pensé que no… volverías a visitarme, así que lo consideré un accesorio innecesario…

—Ocúpate de comer, no por mí, sino por ti.

Harij suspiró ruidosamente y empujó la canasta. Rose dio un gran paso hacia atrás y se inclinó más bajo que la mesa.

—Ya he recibido el pago de su pedido. No puedo aceptar más de ti…

Por favor, ahórrame este dolor. El sentimiento que no podía expresar con palabras salió en un suspiro ronco. Ella oró fervientemente hasta el punto de romperse dentro de su túnica para que el significado tácito lo alcanzara.

Aceptarlo una vez le daría esperanzas para una próxima vez.

Desencadenaría un horrible hábito de esperar día tras día, mirando por la ventana con la esperanza de que él viniera hoy, y si no hoy, mañana, y si no mañana, al día siguiente.

El solo hecho de imaginarse así la hizo retroceder. ¡Qué futuro espantoso sería ese!

Terminar su pedido había sido una bendición disfrazada. Marcó un final claro para aquel amor no correspondido dulce y agradable.

Hacerlo le permitió poner fin rápidamente al enamoramiento que comenzó de forma arbitraria. Un amor que solo involucraba a su corazón.

¿Pero aceptar aquella canasta? Eso tomaría lo que era un enamoramiento simplista al que podía mirar con cariño sin involucrar a la otra persona y convertirlo en algo más. Algo peor.

Los sentimientos no correspondidos sin un final a la vista eran aterradores.

—En ese caso… —comenzó Harij después de mirar en silencio a Rose, que estaba al borde de temblar sin control. Su tono comenzó con calma, pero tenía un toque de tensión, como caminar por una cuerda floja hecha de solo un hilo delgado—. Quiero pedir otra poción.

—¿Perdón? —Rose inclinó la cabeza, la pregunta no formulada de “¿Qué poción?” colgando en el aire.

Con más arrugas formándose en su rostro que en las mantas arrugadas de Rose, Harij respondió:

—Otra poción de amor.

La sorpresa venció a todas las demás emociones que luchaban por llamar su atención. Con los ojos, la boca y la nariz lo más abiertos posible, Rose miró a Harij.

Giró la cabeza, como si tratara de escapar de su mirada penetrante.

—¿Para tu propio uso esta vez?

—¿Las brujas tienen el hábito de entrometerse en la privacidad de sus clientes? Rose.

Rose forzó sus labios hacia abajo para ocultar lo conmocionada que estaba por que él dijera su nombre. Las brujas no fisgoneaban en los asuntos privados de sus clientes. Eso era un hecho. Preguntarle fue un completo error de su parte. Pero ciertamente él tenía un lado cruel, solicitando otra poción de amor después de ver el efecto vergonzoso que tenía en Rose.

Se podía decir que, como bruja, Rose no tenía reparos en usar las pociones secretas de las brujas. Solo había una razón por la que no vertió una poción de amor sobre la cabeza de Harij.

Nada más que desesperación permanecía cuando uno no podía obtener lo que quería incluso después de usar la poción secreta de una bruja.

—Muy bien. Acepto tu… solicitud. Tendrás que esperar mucho tiempo otra vez. —le informó de mala gana.

—Justo como lo quiero. —Harij esbozó una sonrisa brillante, por razones ajenas a ella.

♦ ♦ ♦

Rose.

Ese era el nombre de la Bruja que a Harij no se le permitía pronunciar.

Nunca le había importado particularmente de una forma u otra llamar a las mujeres por sus nombres de pila. Por otra parte, era bastante inusual que él se interesara por una mujer específica además de la princesa Billaura.

Le molestaba que le dijeran que no dijera su nombre, pero el suyo era un apelativo [2] de bruja. Había razonado consigo mismo que podría haber alguna regla secreta que lo prohibiera. Esa teoría se hizo añicos cuando la bruja se enamoró de él después de beber la poción de amor e instantáneamente le dio permiso. Ella le había rogado que la llamara por el nombre que le prohibió decir antes de la poción de amor.

De ninguna manera había querido decirlo ni una sola vez. Pero no podía rechazar fríamente a Rose, que se había acurrucado junto a él como un gatito tembloroso.

Antes de que se diera cuenta, estaba de acuerdo con sus caprichos. Sintió tanto afecto por ella en ese momento que quiso hacer cualquier cosa que ella le pidiera.

La forma en que se escondió bajo su capucha por la insoportable vergüenza de su amor por él fue tan dulce y preciosa. La forma en que sus dedos y labios buscaban complacerlo era seductoramente hábil, pero su sonrisa era tan inocente como una flor floreciendo en la sombra.

La forma en que luchó contra los efectos de la poción de amor le recordó la expresión normalmente ilegible de la bruja mientras llenaba sus mejillas con golosinas de manzana.

¿Quedó atrapado en el momento? Al poco tiempo, Harij solo pudo pensar en la mujer que tenía delante. Aunque siempre había confiado en su fuerte autocontrol, estuvo a punto de intentar hacerle algo a una mujer joven y soltera que no debería.

Rose incluso había probado la poción para cumplir con su pedido. A pesar de saber que no debe jugar con el amor que desarrolló con la poción, Harij descubrió que había algo en ella que no podía resistir.

Todo terminó bien porque se acabó el tiempo, pero estuvo a punto de hacer algo irredimible. Pasaron la hora sin que él lastimara a la bruja, quien actuó de acuerdo con la poción, no por ningún sentimiento verdadero por Harij. Rose fue el epítome [3] de la frialdad después de que cayera el último grano de arena.

Cada signo de amor y adoración que le había mostrado había sido borrado de su rostro. Había desaparecido tan completamente sin dejar rastro que casi tuvo que reírse de la ironía. Donde debería haber sentido alivio, experimentó una soledad indescriptible al ver la calma helada en sus ojos.

Dejando a Harij en el polvo, Rose rápidamente terminó de envolver la poción y exigió el pago. Le entregó la cantidad exacta que siempre llevaba a la ermita de la bruja y se despidieron.

Harij estaba desconcertado cuando regresó a su mansión.

Su corazón no dejaba de martillar en su pecho.

De manera irónica, fue como si él hubiese sido quien tomó la poción de amor. En cada momento de vigilia y sueño, no podía olvidar el sonido de la voz de Rose, la temperatura de su cuerpo o sus ojos brillantes.

Pensando que las cosas se aclararían si la volvía a encontrar, Harij se aventuró a ir a la ermita de la bruja sin pensarlo dos veces, trayendo consigo una canasta de dulces como se había convertido en su costumbre. Sin embargo, ¿con qué fue recibido?

Por favor, hágame el gran favor de olvidarse por completo de lo que sucedió con la muestra de prueba. Los efectos de la poción han desaparecido hace mucho tiempo.

Rose insistió en que se había olvidado por completo de sus expresiones de amor. Mientras tanto, Harij no podía olvidarlo por mucho que lo intentara.

¿Para qué estás aquí?

Lo que le esperaba a Harij era un rechazo total.

No quedaba ni rastro de él en su morada. Harij había sido tomado completamente por sorpresa. Creía que habían desarrollado cierto nivel de amistad, incluso si no llegaba a ser eso. Se sintió traicionado.

Después de todo, esperaba que ella le diera la bienvenida como siempre.

Harij creía plenamente, sin lugar a dudas, que el tiempo que pasaba sentado en la mesa soleada bebiendo té lo suficientemente picante como para hacerlo toser nunca terminaría.

La pequeña bruja pensó que podría deshacerse de él simplemente quitando un mantel.

Harij tenía el deseo incontenible de vengarse de esa bruja sin corazón.

Rose.

Así que la llamó por su nombre, plenamente consciente de que ella no estaba bajo la influencia de la poción. El horror y el arrepentimiento pasaron por el rostro de ella.

Te queda bien.

Una docena de lanzas invisibles se clavaron en la esquina de su corazón que se burlaba de ella. Eso lo demostró: ella lo estaba rechazando.

Por favor, solo una vez, llámame Rose.

Resultó que esos sentimientos eran puramente inducidos por una poción, no reflejaban su verdadero corazón en absoluto. Entonces Rose tuvo que ir y hundir su bota en él cuando ya había tocado fondo emocionalmente.

Pensé que no… volverías a visitarme, así que lo consideré un accesorio innecesario…

El dulce olor de las galletas que Harij le había comprado le hizo cosquillas en la nariz.

No era solo el té que solo podía beber aquí, bañado por la luz que se filtraba a través de la pequeña ventana, lo que se perdería. Al darse cuenta de que perdería todo su tiempo con ella si no hacía nada, Harij dijo lo primero que le vino a la mente.

Quiero pedir otra poción… Otra poción de amor.

De hecho, lo primero que pensó fue en pedir esa poción terriblemente sospechosa capaz de manipular la mente.

Una vez que las palabras estuvieron ahí, decidió que en realidad quería poner en práctica esa ingeniosa idea. Había experimentado de primera mano lo tedioso que era el proceso. El tiempo que tardó en hacerlo quedó grabado en su mente.

Pero si pasaba tanto tiempo con ella de nuevo, probablemente Rose ya no lo rechazaría. Además, si bien el enorme gasto dañaría su billetera, si aliviaba la situación financiera de Rose aunque fuera un poco, valía la pena usar el dinero que había pasado toda su vida ahorrando.

Aún sin entender por qué su rechazo le molestaba tanto, Harij se rió, porque estaba inmensamente satisfecho con su propio razonamiento.


[1]  Asombro, pasmo.

[2] Nombre que se da a una persona en vez del suyo propio y que, generalmente, hace referencia a algún defecto, cualidad o característica particular que lo distingue.

[3] Ejemplo ideal o paradigmático de una cosa.

2 respuestas a “Mi crush quiere una poción de amor – Vol. 1 – Capítulo 4: La bruja y la poción de amor prometida (2)”

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