Un lirio que florece en otro mundo – Día 12: Intuición y nubes de lluvia

Traducido por Kiara

Editado por Tanuki


Los sirvientes que trajeron las escasas comidas de Fuuka al cobertizo actuaban de forma extraña. La conclusión a la que llegó Fuuka fue simple, excesivamente simple.

La razón era su tos. Mientras le traían comida, ropa y toallas calientes para limpiarse, los sirvientes sufrían ataques de tos. No podría haber una señal más clara de que no estaban bien.

—Entonces, ¿estás bien? ¿Has visto a un médico?

—El Conde llamó a un médico. Dijo que no sabía la causa, así que debe ser solo un resfriado común.

—¡No creo que ese sea el diagnóstico correcto!

—No debería quedarme hablando con usted por mucho tiempo, señorita Fuuka. Oh, eso me recuerda —,dijo, entregando un pequeño vaso— no podría traerle un jarrón, así que por favor tome esto en su lugar.

—Eso es suficiente. Muchas gracias.

Fuuka tomó el vaso y lo acarició amorosamente. La sirvienta se excusó y se marchó a toda prisa.

Debido a su larga estancia en el oscuro cobertizo, tenía que entrecerrar los ojos cada vez que se abría la puerta, pero notó el mismo sarpullido rojo en el cuello de la sirvienta que el de la joven criada del día anterior.

Ese sarpullido no me sienta bien.

Fuuka llenó el vaso con agua de una jarra. —Un sarpullido que formaba una línea alrededor del cuello. Ahora, ¿dónde he visto eso antes? Ella tomó el lirio…Sé que lo he visto en alguna parte—. Con cuidado, lo colocó en el vaso. Cuando terminó, la luz de la ventana iluminó el lirio blanco en toda su pureza.

—Ese sarpullido definitivamente significa problemas —pensó Fuuka —esto no es sólo una corazonada. Estoy casi segura. Fue una intuición basada en sus incontables horas de estudio de la magia blanca y la curación.

Antes de pasar tiempo con Miyako, podría haber borrado esta intuición e ignorarla, fingiendo que no había visto nada. Pero Miyako le había dicho que la amaba porque siempre trabajaba duro. Estaba tan contenta de poder salvar personas con sus habilidades de curación.

Felicidad, diversión… Miyako me enseñó que salvar a alguien con la ayuda de mis habilidades, en lugar de contenerme como solía hacerlo, podía inspirar emociones tan cálidas.

—¿Hay alguien ahí? —gritó Fuuka.

Después de pasar toda su vida en silencio y hacer lo que le dijeron, Fuuka levantó la voz.

—¡¿Alguien podría por favor traerme los libros de mi habitación?!

♦ ♦ ♦

—¿Qué tienen de malo unos cuantos libros? —pensó Dan, el jefe de la familia Hamilton. Asintió sin pensarlo mucho, prestando más atención al clima de afuera. No preveía que los libros en posesión de Fuuka sobre la magia blanca y los estudios relacionados con las medicinas y tratamientos a base de hierbas ascenderían a unos trescientos volúmenes.

—¿Este es el último libro?

—Sí, sí, sí, mi señora.

—Tú también tienes tos… Deberías irte a casa por el día.

—¡Pero, el Conde!

—¡Haz lo que te digo!

Fuuka cortó el murmullo de la sirvienta con una orden contundente y cerró la puerta del cobertizo. Se sentó frente a la montaña hecha de trescientos libros.

Leyó, y pasó una página, y leyó y leyó, y luego pasó otra página. Examinó el índice, leyó, buscó y volvió a leer.

Infecciones. Enfermedades respiratorias a partir de la tos. Un sarpullido rojo en una línea en el cuello.

—Es probable que sea una enfermedad infecciosa. No fue detectada por los médicos, así que debe ser un caso excepcionalmente raro.

Ella buscó y buscó y buscó, hasta que por fin…

—¡Aquí está!

Encontró una pequeña entrada escondida entre las páginas de un grueso libro que hablaba de una plaga que se extendió hace varios cientos de años. Una epidemia de fiebre de decapitación. Los síntomas iniciales fueron un sarpullido rojo que rodeaba el cuello del enfermo, tos y dificultad para respirar. Durante un período de incubación que duraba unas pocas semanas, la enfermedad empeoraba dramáticamente. Los índices de mortalidad eran altos. En un paciente en la última etapa de la enfermedad, la tasa de infección y contagio que experimentaban crecían rápidamente.

—¡Tengo que hacer algo!

Fuuka recordó acerca de la hierba de la luna, la panacea que descubrieron en la región del Atika. Ese era su rayo de esperanza, pero no tenía ninguno aquí.

Tengo que encontrar una manera de salir de aquí primero. Tengo que contarles sobre esto.

Fuuka se puso de pie.

Más allá de la ventana, nubes oscuras se reunían en el cielo.

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