¡Vamos a romper este compromiso! – Extra 1: Carta de Lilyna

Por centésima quincuagésima sexta vez, el Rey y yo estuvimos casi al borde de nuestro ingenio, discutiendo el agravante problema entre nuestros dos hijos: el Príncipe Leon y Lilyna.
En medio de nuestra charla, llegó una carta.
Era de mi hija y su repentina aparición se convirtió en el primer plano de nuestra discusión.
—Es de Lady Lilyna. ¿Qué podría haber escrito?
Al divisar la carta de mi hija, el Rey tembló como una hoja en un intento desesperado por mantenerse firme contra el estrepitoso viento. No pude entender el porqué estaba tan nervioso. ¿Quizás por la antelación? Yo no era la excepción al suspenso tampoco. El contenido de la carta me interesó profundamente así que la abrí con prisa.  
『Querido Padre
Primero y ante todo, debo ofrecer mis más profundas disculpas por interrumpir tu trabajo la última vez que te vi. Sin embargo, vino a mi mente que olvidé pedirte algo. Por favor no le menciones nada al Príncipe Leon sobre mi regreso a nuestro territorio. Aunque nuestro compromiso esté terminado, creo que no tener conocimiento de mi partida será lo mejor. Te imploro que extiendas mi petición a su Majestad.  
En cuanto al asunto de la nueva prometida del Príncipe Leon, ¿podrías dejarlo hasta que tenga la oportunidad de discutirlo con su majestad? Por lo que puedo recordar, él aún no ha tenido la oportunidad de expresar sus razones. Justo como yo lo he hecho, asumo que al Príncipe le gustaría informales al Rey y a ti en persona. Pidiendo todas estas cosas a través de una carta es absolutamente grosero y descortés de mi parte. Por favor perdóname y toma mis palabras en consideración.
Lilyna』
Una vez terminé de leer la carta, levanté la mirada y me encontré con los ojos del Rey. Como si estuviéramos sincronizados, ambos dimos un profundo suspiro. Nos sentamos en silencio hasta que el Rey volvió a ser el mismo e retomó nuestra discusión una vez más.
—Primer Ministro…Desde el principio, pensé que la situación era alarmante, pero esto se lleva el premio.
—Sí, esas palabras son apropiadas, Su Majestad. La situación no ha hecho más que empeorar.
Asentí con la cabeza, pero entonces recordé.
—Tal vez no debería decir esto, ¡pero voy a dejar la cautela a un lado! ¡Su Majestad, todo esto es por culpa de su hijo! ¡Él ya está en una edad en la que puede manejar esto solo!
Un ferviente grito resonó desde lo más profundo de mi corazón. No, de mi alma misma.

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