Dejaré de ser la rival del protagonista – Capítulo 21

Traducido por Yonile

Editado por Herijo


¿Acaso cree que voy a empezar una pelea? 

No encontraba placer en atormentarlo, sobre todo porque él no me había hecho nada realmente grave. ¿O es que simplemente detesta compartir el mismo espacio conmigo? Era un pensamiento razonable, aunque algo injusto. Al fin y al cabo, yo también era una persona y  ahora veía con claridad que Ian no era el verdadero blanco de mi odio.

Aunque me pareciera injusto, Ian permaneció allí, mirándome fijamente durante un rato que se me hizo bochornosamente largo.

Braden, el duque de Wade, le dio una palmada en la espalda y lo empujó suavemente hacia nosotros. Casi tuvo que arrastrarlo para que se acercara a saludar.

—Cuánto tiempo sin verle, Príncipe.

—Duque de Wade. Ian —saludó Robert, levantándose complacido y tendiéndole la mano. Yo, torpemente, me apresuré a hacer lo mismo.

—Es un placer ver reunida a la élite —dijo Robert, antes de presentarme. —Ella es mi acompañante, la señorita Annabelle Nadit.

—Buenas noches, soy Annabelle Nadit.

—Leslie me ha hablado mucho de usted —dijo Braden con una sonrisa amable—, pero creo que es la primera vez que tengo el placer de saludarla personalmente. Encantado de conocerla.

No sé qué cosas le habrá contado Leslie.

—Después de la actuación, me gustaría conversar con usted con más calma para agradecerle debidamente. Me alegro de que su pie esté bien.

—Oh, sí.

Supongo. Al oírle mencionar mi pie, supuse que se refería al incidente del artefacto que explotó.

Tal vez porque los padres de Ian confiaban plenamente en las habilidades de su hijo, no mostraban desconfianza alguna hacia su “autoproclamada rival”.

—Ian, saluda —murmuró Braden, dándole una palmada en el costado.

Ian saludó a todos con un tono seco.

¿De verdad tenía que hacer tan evidente su desagrado?

Aunque, considerando mi comportamiento anterior hacia él, su actitud era comprensible.

—Bueno, espero que disfruten de la velada —Braden sonrió cortésmente y se dispuso a ocupar su asiento junto a Ian.

Genial que se sienten cerca, ¿pero no es demasiado cerca? 

Braden prácticamente arrastró a Ian hasta el asiento contiguo al nuestro. ¿Acaso intentaba obligarlo a sentarse justo a mi lado?

Mi nerviosismo aumentó ligeramente al ver a Ian tomar la bebida de bienvenida que le ofreció una sirvienta y pedir inmediatamente otra.

¿Tanta sed tiene?

En cualquier caso, se bebió de un solo trago la droga que Reid había preparado. Ahora solo tenía que encontrar un momento a solas, lo antes posible, para darle el antídoto.

¡Ya casi veo el final de esta odiosa farsa! Adiós a todos. Adiós para siempre.

Seguramente se esparcirían toda clase de rumores sobre mí, pero tanto Robert (a quien no le importaría) como Ian (a quien había importunado sintiéndome algo culpable), podrían por fin vivir en paz después de esto.

—Ian —dijo Robert, sonriendo. —¿No encuentras a la señorita Annabelle especialmente hermosa hoy? Como suele llevar esos uniformes de entrenamiento suyos, uno no se da cuenta.

A lo que Ian respondió secamente:

—No lo sé.

Braden puso una expresión extraña, pero no intervino.

Entonces, Robert habló como si intentara consolarme:

—No te preocupes demasiado. Ian es de los que no captan estas sutilezas tan bien como uno creería. Al fin y al cabo, no estamos en una competencia de esgrima.

—No importa —respondí, encogiéndome de hombros. —Aunque me ha ofendido un poco.

Ian ni siquiera me miró; tenía los brazos cruzados. Era la personificación de la indiferencia total. Bueno, esa había sido su actitud hasta ahora. Incluso sentado, se mantenía lo más alejado posible de mí dentro de su asiento, inmóvil.

Ni siquiera quería rozarme por accidente… Increíble.

La última vez que lo agarré de la muñeca y lo golpeé, pareció quedarse de muy mal humor.

Claro que sí; cualquier persona normal, se sentiría avergonzada.

Permaneció en silencio, pidiendo agua sin cesar a la criada y bebiéndola.

Bebe más, bebe más. Bébetela toda.

Mientras yo hablaba con Robert, finalmente se levantó el telón.

Tendrá que ir al baño en algún momento, después de beber toda esa agua. Tengo que aprovechar ese momento.

Como una depredadora acechando a su presa, esperé el momento perfecto.

♦♦♦

Había quienes observaban a Annabelle y Robert.

Eran el marqués de Abedes y sus dos hijos. Todos compartían el característico cabello violeta claro de la familia. El primogénito, Richard, y el segundo hijo, Elburn, eran apreciados por sus respectivos talentos.

Aunque era poco común que una familia aristocrática al completo asistiera junta a la ópera, ellos podían conseguir invitaciones. Richard ocupaba una posición importante en la administración y Elburn en el departamento de finanzas, lo que les permitía obtenerlas.

—Padre —preguntó Elburn, frunciendo el ceño—. ¿Qué diablos hacen esos dos?

—Bueno…

—No quieres relacionarte realmente con el príncipe Robert, ¿verdad?

El marqués de Abedes y sus dos hijos eran plenamente conscientes de la existencia de Annabelle. Sabían perfectamente que había ganado el segundo lugar en la reciente competencia de esgrima. Si Annabelle llegara a obtener el primer puesto, tendría que ser reconocida como miembro de la familia del marqués.

El marqués de Abedes no tenía intención de aceptar a Annabelle, fruto de una relación pasajera. Consideraba a la niña un error desde el principio y había entregado una gran fortuna para alejar a su madre, Caitlyn, por lo que Annabelle nunca le había importado. Lo mismo ocurría con Richard y Elburn: no tenían intención de aceptar como hermana a esa hija ilegítima. Por ello, siempre habían ignorado por completo la situación de Annabelle y sus esfuerzos por ser reconocida.

De todos modos, esta sería la última competencia de esgrima en la que Annabelle podría participar. Pronto alcanzaría el límite de edad y, sin un reconocimiento formal como miembro de la familia, sus esfuerzos serían en vano.

—Pero parece cierto que el príncipe Robert la considera especial —observó Richard.

El marqués de Abedes frunció el ceño y murmuró:

—No habría venido a un evento tan oficial como este si no hubiera algo importante en juego.

Era completamente inesperado que Annabelle recibiera tanta atención.

—¿No se ofenderá el Príncipe Heredero? —preguntó Elburn nerviosamente, mordiéndose las uñas. —Al fin y al cabo, todo el mundo sabe que Robert es hijo del rey.

Luego, con un brillo malicioso en los ojos, continuó:

—¿No deberíamos darle una firme advertencia para que no se vuelva loca y manche el nombre de Abedes?

En ese momento, Richard, que había permanecido en silencio, intervino con calma:

—Hmm… ¿No sería mejor aprovechar esta oportunidad?

—¿Aprovechar?

—Si utilizamos bien a esa muchacha, podría ser nuestra oportunidad para convertirnos en aliados cercanos del Príncipe Heredero.

Era bien sabido que el marqués de Abedes apoyaba al Príncipe Heredero. Sin embargo, muchas familias aristocráticas competían por el favor del futuro emperador. Esto se debía a que la mayoría de los nobles daban por sentado que el Príncipe Heredero se convertiría en el próximo emperador.

Entre ellos, el marqués de Abedes nunca había destacado especialmente por sus contribuciones o su lealtad al Príncipe Heredero. Por lo tanto, Richard proponía utilizar a Annabelle para ganar favor ante el Príncipe Heredero en esta ocasión.

—El Príncipe Heredero detesta profundamente al Príncipe Robert —dijo Richard, pensativo. —Y Annabelle es la que se ha desvivido por entrar en nuestra familia.

—Nunca la he considerado de la familia —replicó Elburn, molesto.

Richard continuó, ignorándolo por completo:

—No podemos pedirle directamente que espíe al Príncipe Robert. Sería sospechoso, dado que hasta ahora la hemos ignorado.

—Bien pensado. —El marqués Abedes asintió lentamente, aprobando las palabras de Richard.

—Elburn, el futuro de la familia está en juego —declaró el marqués. —Empiezo a pensar que esta muchacha puede resultarnos útil por primera vez. Al fin y al cabo, es una niña hambrienta de afecto y está desesperada por ser aceptada en nuestra familia. Hará lo que queramos si le mentimos un poco y le damos falsas esperanzas de conseguirlo.

El marqués Abedes sonrió y les indicó a sus hijos:

—Vayan a saludarla cuando termine la ópera.

—¡Padre! —protestó Elburn de inmediato, pero el marqués Abedes continuó, imperturbable:

—Diganle que lamentan haberla descuidado y que desean estrechar lazos. Si se muestra reticente, regalenle alguna joya. Ganence su confianza poco a poco y traiganla a nuestro bando.

Dirigió una última mirada a Annabelle, que charlaba animadamente con Robert.

♦♦♦

La ópera estaba en pleno apogeo. La voz de la soprano llenaba la sala:

—Oh, eras un buen hombre. ¿Por qué cambiaste tanto? —cantaba, interpretando a Aria. —¡Estás loco, realmente loco! ¡No eres aquel a quien conocí!.

Ian miraba fijamente el escenario, mordiéndose el labio inferior. El argumento de la ópera no conseguía captar su atención. ¿Por qué demonios había insistido Braden en sentarse aquí…? Sus ojos estaban fijos en el escenario, pero toda su atención se concentraba a su lado.

Robert le susurró algo a Annabelle y ella rio abiertamente. Ian, tras observarlos un instante, se puso de pie en silencio. Sintió que necesitaba salir un momento, despejarse antes de volver a entrar.

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