Dama Caballero – Capítulo 46: ¿Estás nerviosa?

Traducido por Kiara

Editado por Nemoné


Elena finalmente renunció a continuar escuchando su conversación y se fue. No sintió necesario permanecer ahí.

Hasta ahora, Carlisle había ayudado a Elena de muchas maneras. Le asignó a Kuhn para que le enviara vestidos y joyas, y detuvo los rumores que Helen había extendido. Ella siempre pensó que él era una buena opción como pareja matrimonial pero esta vez, algo era diferente. Sentía que estaba siendo atendida como mujer. Nunca se había sentido así, y le era extraño.

— ¿Oh? Hermana, ¿ya has vuelto?

Mirabelle miró a Elena con curiosidad mientras se acercaba a ella.

Elena asintió, el entumecimiento en su mente desapareció.

—Pensé que me atraparían si me quedaba demasiado tiempo. De todos modos no dijeron nada interesante.

— ¿De verdad?

—Sí. Volvamos ahora.

Elena tomó la delantera, y Mirabelle la siguió. Tenía una expresión extraña en su rostro.

—Pero hermana… ¿Por qué tu cara está tan roja?

Elena rápidamente levantó la mano para tocar su mejilla.

— ¿Mi cara?

—Sí. ¿Pasó algo?

Mirabelle estaba ansiosa por su hermana, pero Elena sacudió la cabeza.

—Realmente no es nada. Es… debe haber sido por el sol.

— ¿Eh?

Era un día fresco y ventoso, pero Elena solo sonrió torpemente y aceleró sus pasos.

Mirabelle la siguió con una mirada inquisitiva.

—Algo es extraño… ¡Ah, espérame!

Mirabelle corrió para alcanzar a su hermana.

♦ ♦ ♦

Elena estaba sentada en su habitación. No durmió bien la noche anterior a la visita de Carlisle y estaba exhausta.

Estaba reuniendo sus pensamientos y descansando, cuando de repente un golpe en la puerta la interrumpió. Había tantas cosas de las que preocuparse por la visita de Carlisle. Ella pensó que algo podría haber sucedido, así que rápidamente enderezó su postura y respondió.

—Adelante.

La puerta se abrió. Pensó que sería una de las criadas, pero para su sorpresa, fue Carlisle quien entró. Elena saltó de su asiento. Ella no esperaba que él ya hubiera terminado de jugar ajedrez con Alphord, pero aun así, debería haber ido al salón después.

— ¿Cómo fue…?

—Me guiaron a tu habitación.

Abrió la boca y se puso rígida. Quizá fue alguna criada traviesa quien lo envió. Aunque se suponía que eran amantes, no era su verdadera relación y Elena estaba un poco incómoda con su repentina visita. Recordó la conversación que escuchó entre Carlisle y su padre y no pudo evitar sentirse más incómoda de lo habitual.

—Por favor entra.

Sin embargo, era grosero mantener a Carlisle esperando en la entrada, así que Elena lo dejó entrar con cautela.

Carlisle observó a su alrededor antes de entrar.

— ¿Esta es tu habitación?

—Sí.

—Es muy sencilla —expresó.

Fue un breve cumplido, pero no se equivocó. Debe parecer frugal para una aristócrata en los ojos de Carlisle.

—Pero es de mi estilo.

— ¿Eh?

Elena lo miró sorprendida.

—Quizás porque es tu habitación, pero me gusta por alguna razón.

Carlisle miró a su alrededor. Su cara se sintió caliente de nuevo. Para evitar estar a solas con él, ella rápidamente ofreció una excusa.

—Por favor toma asiento. Te traeré un poco de té.

—No gracias. Ya he tenido algunos con tu padre.

Carlisle se sentó frente ella, y la miró.

— ¿Qué estás haciendo? Deberías sentarte también —Instó.

—Oh, sí —respondió un poco perdida.

Elena se vio obligada a tomar asiento. El plan original era tomar el control de la situación con un poco de té, pero incluso eso había fallado.

Por un momento solo el silencio permaneció entre los dos. Carlisle tenía una habilidad especial para poner nerviosos a sus oponentes, pero esta posición era particularmente incómoda.

— ¿Por qué estás tan inquieta?

— ¿Lo estoy?

— ¿Estás nerviosa porque estoy aquí para conocer a tu familia?

Tenía toda la razón, pero esa no era la única razón. También fue por la forma en que Carlisle había sido tan emocionalmente abierto con su padre. Todo se hizo según los términos del contrato, por supuesto, pero las palabras permanecieron alojadas en el corazón de Elena, confundiéndola.

Después de un momento de vacilación, ella respondió, —No, no es eso…

Ante su comentario, Carlisle se rió por lo bajo. Luego, inclinó la parte superior de su cuerpo lejos de la silla hacia ella. Actualmente, los dos estaban sentados uno frente al otro con una pequeña mesa entre ellos, pero cuando Carlisle se inclinó, la presencia de la mesa se volvió inexistente. Los dos estaban tan cerca que podían tocarse.

Cuando Carlisle redujo el espacio entre ellos, Elena se inclinó reflexivamente hacia atrás, y este habló en voz baja.

—Demasiado linda.

Los ojos de Elena se abrieron. Tales palabras estaban reservadas para una chica encantadora y dulce como Mirabelle. Hasta ahora, Elena había crecido escuchando a otras personas decir que era inteligente o confiable.

— ¿De qué estás hablando?

—Te ves linda cuando estás nerviosa. ¿Crees que dañaría a tu familia? No es que estén en contra del matrimonio.

Había algo extraño en el significado de sus palabras, como si los lastimaría si se atrevieran a ir en contra de sus deseos. La cara de Carlisle se estaba acercando.

— ¿Por qué sigues acercándote tanto?

Elena estaba a punto de levantarse cuando Carlisle redujo la distancia aún más.

Carlisle esbozó una pequeña sonrisa ante su expresión nerviosa.

— ¿Qué estás pensando? Solo estoy tratando de eliminar el polvo de tu cabello.

—Ah…

— ¿A dónde fuiste cuando estaba lejos? No tenías esto en tu cabello antes.

De repente recordó que ella y Mirabelle atravesaron un estrecho callejón camino al estudio de Alphord. Probablemente había mucho polvo porque la gente no iba allí a menudo. En ese momento estaba tan absorta que no comprobó su estado físico.

—Lo haré yo misma.

—Quédate quieta.

Los largos dedos de Carlisle tocaron su cabello dorado. Su palma era gruesa y áspera debido al campo de batalla, pero sus dedos eran muy largos y delicados. Los tendones en el dorso de su mano parecían extrañamente atractivos. Elena dirigió inocentemente su mirada al suelo.

Carlisle sacudió el polvo, pero se detuvo y miró sus pestañas temblorosas. Cuando Carlisle no se movió en absoluto, Elena levantó los ojos con curiosidad. Sus ojos se encontraron en el aire. Los iris azules de Carlisle estaban justo en frente de Elena, ardiendo con un calor misterioso.

En ese momento, la gran mano de Carlisle que estaba tocando su cabello se deslizó hacia el respaldo de su silla. Dobló el brazo y sus rostros, ya tan cerca, se acercaron aún más.

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— ¿Qué pasa? Pensé que me estabas quitando el polvo del pelo.

Los ojos rojos de Elena se abrieron.

Hubo un fuerte ruido cuando la puerta se abrió y el sonido de las voces femeninas entró en la habitación.

—Hermana, ¿Su Alteza y tú quieren tomar un refrigerio?

Se detuvo en el momento en que vio a Carlisle y Elena. La habitación estaba en silencio, como si hubiera sido mojada en agua fría. Para Mirabelle y las criadas que estaban afuera, parecía que la pareja estaba a punto de besarse.

— ¡Lo siento!

Mirabelle gritó y se fue corriendo con las criadas. Elena se levantó de su asiento y empujó a Carlisle.

—No, está bien. Adelante.

A pesar de la invitación de Elena, nadie intervino. Parecían pensar que se interpondrían en el camino.

A espaldas de Mirabelle, las criadas discutían en silencio entre ellas.

— ¡Ugh! ¡Te dije que no deberíamos venir!

—No imaginé que habría una situación como esta…

Sin embargo, Elena se sintió demasiado avergonzada como para enviarlas lejos y quedarse sola con Carlisle. Ella no quería que los demás lo malinterpretaran.

— ¿Por qué dijo de repente que quitaría la suciedad de mi cabello…?

Elena miró sin palabras a Carlisle, quien comenzó esto. En contraste con la vergüenza total de ella, él permaneció tranquilo como un lago en calma. No, en realidad, parecía estar realmente insatisfecho de ser interrumpido tan repentinamente.

Carlisle se recostó en su posición original y habló en voz baja.

—Solo entra.

Había una sensación de presión en sus palabras, y Mirabelle y los sirvientes entraron a la habitación como si no tuvieran otra opción. Elena sintió la incómoda atmósfera y habló:

—Por favor no nos malinterpreten. Solo intentaba quitarme el polvo del pelo.

—Sí.

Mirabelle asintió torpemente. La mirada de Elena de repente se encontró con la bandeja de refrescos que Mirabelle sostenía en su mano. Carlisle dijo que no le gustaba el té, pero los bocadillos de aspecto delicado le parecían bastante tentadores.

—Mirabelle, ¿por qué no te unes a nosotros? Muéstrame lo que trajiste.

Después de una breve pausa, Mirabelle se acercó a la mesa donde los dos estaban sentados y luego dejó los refrescos.

—Siento haberte interrumpido. Traje algunos refrigerios si quieres.

—No estabas interrumpiendo —expresó Elena rápidamente.

Mirabelle, sin embargo, solo miraba a Carlisle. Carlisle miró la cara de Mirabelle y recordó su reunión en el baile.

—Eres la hermana menor de la señorita Blaise.

—Sí, Su Alteza.

—Te vi en el baile. Tu hermana te halagó bastante.

Un sonrojo subió por las mejillas de Mirabelle.

—Me siento honrada, Su Alteza.

Una gran carga pareció desaparecer de la mente de Elena cuando vio a Carlisle hablar cálidamente con Mirabelle. Si bien esperaba lo mismo de otras familias, tenía el deseo de que Carlisle no tratara a Mirabelle con frialdad.

—Siéntate con nosotros. Quiero conocer más a la hermana menor que Lady Blaise ama tanto.

—Ah… Sí, Su Alteza.

La cara de Mirabelle se iluminó al pensar en los tres sentados en la habitación de Elena y conversando amistosamente. Carlisle era franco pero atento, y aunque Mirabelle estaba nerviosa al principio, se sentía cada vez más cómoda hablando. Como resultado, Elena también pudo tratar a Carlisle naturalmente.

Los tres pasaron bastante tiempo juntos antes de que Carlisle se levantara de su asiento.

—Tengo que irme ahora.

—Sí, Su Alteza. Te acompañaré afuera —contestó Elena poniéndose de pie.

Carlisle habló con Mirabelle, que los seguía de cerca..

— ¿Dijiste antes que querías ver el palacio?

—Ah, sí, Su Slteza

—Las invitaré a las dos la próxima vez. Me gustaría mostrarles los alrededores.

—Wow, ¿en serio?

La cara de Mirabelle se sonrojó de alegría. Los sentimientos de Mirabelle se podían leer fácilmente en su rostro, y Carlisle le sonrió.

Elena, que estaba mirando desde un lado, habló primero.

—Gracias, Alteza.

—Tonterías. Tu hermana también es mi cuñada.

— ¡Wah! ¡Increible!

Mirabelle sonrió ante la respuesta directa de Carlisle. No pudo evitar estar extasiada de que el Príncipe Heredero del Imperio Ruford fuera ahora su cuñado. También estaba feliz de ver que Carlisle trataba bien a Elena y que parecían llevarse bien.

Elena miró a la inocente Mirabelle con una expresión gentil, mientras Carlisle miraba a Elena. De repente, los ojos de Elena y Carlisle se encontraron. Ella le dio una mirada de gratitud, mientras que él parecía expresar que no era nada.

—Su Alteza, sígame por favor.

Elena guió a Carlisle. Contrariamente a sus preocupaciones, la visita de Carlisle a la mansión Blaise fue un éxito.

♦ ♦ ♦

Batori estaba esperando pacientemente. Sufrió una lesión importante cuando fue perseguido por los hombres de Carlisle, pero se había recuperado bastante en un corto período de tiempo.

Frente a Batori estaba el respaldo de una silla de cuero, en la que estaba sentado un hombre. El misterioso hombre habló con voz ronca.

—Creo que tu búsqueda fue correcta. Dado que el Príncipe Heredero y Elena Blaise son amantes, es casi seguro que el anillo que tiene es el Orbe del Dragón.

Batori nunca hizo preguntas sobre sus órdenes hasta ahora. Estaba bien con sólo recibir la remuneración acordada. Pero por primera vez, quedó cautivado por una insoportable curiosidad.

—Mi señor, ¿puedo decir algo?

No hubo respuesta, pero era evidente que el misterioso hombre estaba esperando que él hablara.

—Si quieres mantenerme a cargo de esta misión, hazme saber una cosa. ¿Qué demonios es el Orbe del Dragón?

La silla, que estaba de espaldas a Batori, ahora se volvió hacia él. La identidad del hombre se reveló, mostrando que su rostro de expresión intimidante tenía una barba negra y ojos oscuros tan profundos como un abismo. Era Paveluc, el archiduque de Lunen.

—Debes de haberte vuelto curioso.

—Me disculpo.

—De todos modos te encargué a Lady Blaise, así que necesitarás saber más.

Batori tragó saliva al oír la voz grave de Paveluc. Era un hombre que podría llamarse un rey traidor.

Batori consideraba que el actual emperador de Ruford era un zorro en un bosque libre de tigres. Un día, Paveluc subiría al trono y derrotaría al emperador Sullivan. Si Batori pudiera apostar en Paveluc, habría apostado una fortuna entera. Así de feroz era Paveluc como oponente.

—La leyenda dice que el dragón puede usar todo tipo de maná con el Orbe. El Orbe solo se le aparece a un niño que hereda la sangre de la Familia Real y que a su vez hereda la sangre del dragón.

Batori escuchó atentamente, pero no podía entenderlo por completo.

—Pero como no son dragones completos, ni perfectos, son mucho más pequeños en tamaño y tienen habilidades limitadas.

¿Sangre de Dragón? ¿Era real el mito del Imperio Ruford? Batori miró a Paveluc con incredulidad, pero Paveluc continuó sin detenerse.

—Se pensó que el Orbe, que no había aparecido por generaciones, era una leyenda, pero esta joya mística que no había aparecido hasta ahora se reveló ante Carlisle. No me importa si es un mito, lo que me molesta es la habilidad que se supone posee.

— ¿Una habilidad problemática?

—No puedes usarlo en ti o en alguien de tu línea de sangre, pero puedes pedir un deseo para otra persona —Mientras hablaba, Paveluc se acarició la barba con una mano—. Dado que el Príncipe Heredero se lo dio a Lady Blaise, hay muchas posibilidades de que él le haya pedido un deseo. Así que esté atento a cualquier cosa sospechosa.

Batori no pudo entender la explicación de Paveluc incluso después de escucharla. Pero cuando Batori miró a los ojos profundos del hombre, supo que no era una broma. Y si Paveluc lo creía así, ciertamente no era algo que se debía descartar a la ligera.

—Si él pidió un deseo por su bien, ¿entonces puede que ya se haya hecho realidad?

—Sí. Por eso no puedo adivinar qué haría el Príncipe con el Orbe.

—Lo vigilaré de cerca.

—No hay necesidad de interferir en lo que hacen. Solo vigile lo que sucede e infórmeme —indicó Paveluc.

—Entiendo.

Batori no entendió completamente la existencia del Orbe, pero debía ser importante si Paveluc estaba tan preocupado. Además estaba encantado de saber sobre los secretos que mantenía oculta la Familia Imperial.

—Te daré el mando de los Asesinos de Sangre.

—M-Mi señor…

La voz de Batori se sacudió. Fue una reacción natural para cualquiera que supiera quiénes eran los Asesinos de Sangre; un grupo de élite de asesinos criados por Paveluc en Lunen.

—Necesitamos saber cada cosa que ha sucedido entre el Príncipe Heredero y esa señorita Blaise.

— ¡Sí, mi señor!

Ante la respuesta de Batori, Paveluc volvió a girar la silla.

—Vete.

Batori inclinó la cabeza y abandonó el lugar, dejando solo en el cuarto oscuro a Paveluc, quien recordó a Elena en el baile y murmuró para sí mismo:

—Qué problemático.

4 respuestas a “Dama Caballero – Capítulo 46: ¿Estás nerviosa?”

  1. Muchas gracias por el capítulo, maldición, estoy igual que Caril, decepcionado por la interrupción, y ahora sabemos más del secreto del Orbe del Dragón.
    Solo se siguen sumando enemigos en contra de Elena y Carlisle.
    Saludos

  2. Casi…. Me hubiera encantado leer la reacción de ella si llega a besarla. Está cada vez más interesante! Gracias por los capítulos.

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