Dejaré de ser la subordinada de una villana – Capítulo 49.5: Los sentimientos de una señorita

Traducido por Lugiia

Editado por Yonile


La señorita Cosette Edelweiss era muy famosa incluso antes de entrar en la Academia.

Era una diseñadora de Signora, y con su estilo bien formado y perfecto, se hacía notar en las fiestas de té a las que asistía de vez en cuando.

Es difícil imaginarlo, sabiendo cómo es ahora, pero de niña era bastante gorda e introvertida.

Mi impresión de ella era la de una niña pobre que siempre era arrastrada por el joven Remias.

Muchas de las señoritas, incluyéndome, que conocían de su pasado, estaban impresionadas por sus esfuerzos y la respetaban.

Y no cesaba el número de personas que intentaban acercarse a ella y preguntaban por su dieta a detalle.

Sin embargo, siempre estaba rodeada por: su alteza real, el príncipe heredero; el hijo del duque, el joven Remias; y el hijo del comandante de la orden de caballeros, el joven George. Debido a ello, ninguno de los chicos que estaban enamorados de ella podía acercarse, así como tampoco aquellas chicas que querían llegar a conocerla y convertirse en su amiga.

¿Quién sería capaz de apartar al hijo de un duque, o al hijo del comandante de la orden de caballeros, solo para hablar con ella, y mucho menos a su alteza real?

Cuando ella entró en la Academia, había algunas personas con mal carácter en su misma clase que fueron lo suficientemente valientes como para hablarle, pero se acobardaron miserablemente bajo la presión silenciosa de los miembros élite a su alrededor.

Por alguna razón, incluso cuando ella hablaba conmigo, ellos siempre se interponían.

He podido entablar conversación con ella en dos ocasiones.

Ese era mi orgullo secreto.

Una de ellas fue durante un encuentro uno a uno entre la señorita Ekaterina y la señorita Angie; una total coincidencia que yo estuviera sentada cerca de la señorita Cosette en una sala ligeramente iluminada.

Al verla de cerca pude ver que era aún más hermosa.

Su cuello era delgado, visible a través de su bien cuidado y lustroso cabello, y su perfil era exquisito, con una esbelta mandíbula.

Los hombres que siempre la rodeaban se sentaron en varios asientos para actuar como jueces de encuentro, por lo que ella estaba sentada sola, con sus labios temblando con inquietud.

En medio de mi desesperación, me encontraba pensando en algo que decirle, pero cuando estaba a punto de abrir la boca, ella me dijo:

—Me pregunto quién ganará este encuentro. La que pierda tendrá que ir al monasterio… ¿A quién debería apoyar?

Chillé como un pajarito cuando escuché su voz casi por primera vez.

Emocionada por poder hablar con ella, le respondí con amabilidad para tranquilizarla.

—Los detalles de este juego están ocultos, ¿verdad? Pero estoy segura de que la señorita Ekaterina ganará. Además, lo de ir al monasterio es solo una superstición, nunca ocurrirá.

La última vez que tuvo lugar un encuentro fue cuando el anterior rey estaba en la Academia, un momento en el cual ninguno de nosotros había nacido.

Incluso en esa época, nunca oímos que una señorita fuera al monasterio.

Si una noble era derrotada por la gente común en cuanto a modales y cultura, sería menospreciada por la aristocracia. Sin embargo, para aquella chica, Angie, quien ahora se la pasaba diciendo que pertenecía a la familia de un barón y que era de un linaje superior, era posible que fuera derrotada por la gente común.

Podría decirse que la reputación de la señorita Angie había caído por los suelos. Aunque era una recién llegada en la Academia, era una persona sin escrúpulos que siempre fingía ser de sangre noble por cualquier motivo.

Me sorprendió que la señorita Cosette no supiera rumores que incluso yo conocía, pero con los guardias que la rodeaban, era fácil imaginar que los malos rumores no llegaban a sus oídos.

Además, la señorita Ekaterina había formado un club de fans del príncipe heredero y se había denominado a sí misma como la presidenta de ese club.

Si tenía alguna intención de casarse con otro hombre, era un misterio.

No obstante, justo cuando estaba a punto de decir algo más para tranquilizar a la señorita Cosette, quien todavía estaba ansiosa, una fuerte voz sonó en el salón.

—¡Damas y caballeros reunidos el día de hoy! ¡Soy Sandy, y seré su anfitriona para este encuentro uno a uno! ¡Ahora, permítanme presentarles a nuestra comentarista de hoy: la señorita Cosette Edelweiss! ¡Venga a la mesa de comentarios por aquí!

—¿Qué?

La señorita Cosette se congeló cuando su nombre fue llamado de repente.

Al parecer, su papel como comentarista surgió de la nada.

Fue llevada a la mesa de comentarios con sus ojos blancos y su cara de un color similar. La observé alejarse en silencio.

En ese momento, ya que conversé con la señorita Cosette, aunque solo fueran unas pocas palabras, me convertí en la envidia de los demás estudiantes. No paraban de presionarme para que les diera consejos y de preguntarme de qué habíamos hablado.

La segunda vez que pude hablar con ella fue durante un encuentro de equitación en la mansión de la señorita Cosette.

Ya que nunca había golpeado brotes de bambú, mis amigos y yo estábamos rondando alrededor de Marietta, una de mis oponentes.

Fue entonces cuando la señorita Cosette se acercó y me enseñó a golpear brotes de bambú con la señorita Marietta en el centro.

¡Justo en ese momento…!

—Oh, tiene algo de barro en la cara. Je, je, je.

¡Oh, Dios mío! ¡Ella misma me limpió la cara!

Tomé el pañuelo mientras temblaba de la emoción y ella se fue en busca de nuevos brotes de bambú para disparar…

El pañuelo que usó para limpiarme suavemente el barro de las mejillas siempre lo llevo conmigo. Quería devolverlo después de lavarlo, pero no pude hablar con ella después de eso.

Tengo un objetivo…

En el baile de mañana, debo hablar con la señorita Cosette y devolverle el pañuelo. ¡Además, entablar amistad con ella!

Por alguna razón, los guardias de la señorita Cosette: el príncipe heredero y el joven Remias, han estado fuera de sí últimamente, así que esta era la oportunidad perfecta.

Me armé de valor por enésima vez para devolver el pañuelo antes de doblarlo y guardarlo con mucho cuidado entre el bolsillo oculto de mi vestido.

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