La querida hermana del gran duque malvado – Capítulo 3: Eres mejor de lo que pensé, villano (3)

Traducido por Lugiia

Editado por Gia


—¿Qué estás haciendo aquí, Dietrich?

La voz de Dereck LaGrange es tan baja que hace que me cuestione si pertenece a un ser humano.

Trato de respirar hondo al ver que su aura de color rojo oscuro se extiende por la habitación, mas no me es posible. También quisiera abrir la ventana, pero no puedo ni siquiera salir de la cuna.

¿Existen otros desgraciados en el mundo con ese tipo de aura?

No puedo ni describir lo terrible que es.

Las auras de crueldad, placer sádico, ira y celos se mezclan para transformarse en una masa rojiza, que ya ni siquiera tiene forma de niebla, sino más bien se parece a un montón de barro espeso.

No estamos en una situación en la que pueda emanar ese tipo de aura. Entonces, ¿qué demonios está pensando para tener ese color de forma constante?

—Solo estaba cumpliendo las condiciones —responde Dietrich.

—¿Hmm? ¿De verdad? ¿Quién es esa?

¿Esa? ¿Acaso piensa que soy un objeto? ¿No sabe quién soy?

Aprieto los dedos de mis pies ante la frustración que siento por las palabras de Dereck.

¡Qué tipo tan detestable!

—Ella es la hija de Camille LaGrange… —responde Dietrich con calma, como si no tuviera nada que ver conmigo ni con Camille.

—¿Camille? ¿Quién es esa? —Dereck se queda en silencio, como si intentara recordar quién era aquella mujer de entre sus más de treinta concubinas—. ¡Oh! ¿Te refieres a la prisionera de guerra que compré en el mercado de esclavos? —menciona soltando una carcajada.

No puedo evitar quedarme atónita por su comportamiento.

—Sí, así es…

—Pero, ¿por qué no está presente?

—Murió dando a luz a esta bebé.

Mientras Dietrich anuncia con calma la muerte de su madre biológica, Dereck levanta las cejas como si no fuera conocedor de ese hecho.

—Oh. Entonces, resultó ser un desperdicio de dinero.

Loco bastardo…

Me alegro de no poder hablar ahora. De no ser así, esa maldición habría escapado de mis labios.

Eso no es lo que debería decir un padre delante de un niño que ha perdido a su madre.

No obstante, Dereck LaGrange es un ser humano sin una pizca de sentido común.

—Bueno, ya que dio a luz a un candidato a sucesor, supongo que el precio ha sido pagado —comenta mientras mira fríamente a Dietrich, quien se estremece ante sus palabras—. Sin embargo, entre mis hijos, aquellos que a tan temprana edad se convierten en candidatos a sucesor, tal y como es tu caso, son los primeros en morir. —Aquellas palabras las dice como si deseara que Dietrich falleciera pronto—. Si vas a volverte un inútil, no desperdicies la comida de mi casa y apresúrate a morir.

Las últimas palabras que salen de su boca son tan desagradables, que es imposible que no se dé cuenta que esa lógica no debería de existir.

—Sí, lo tendré en cuenta.

Cuando Dereck escucha la respuesta de Dietrich, se va sin siquiera mirar hacia mi cuna.

Mientras visualizo su espalda, aprieto mi mano con fuerza, formando un puño y sacando el dedo del medio.

¡Púdrete!

Por supuesto, la forma de mi mano en la cuna no será visible para Dereck, quien ya ha salido de la habitación. Sin embargo, lo hago para expresar mi sentir.

¿Cómo es posible que existan padres así?

Aunque era necesario un ejemplo de villanía para Dietrich en el escenario de la novela, Dereck es más que terrible en todos los sentidos.

Ahora sé que debo superar muchos obstáculos para sobrevivir. Primero, pretender ser «Anissa LaGrange» sin que descubran que soy «Anissa Euclid». Segundo, quedar bien frente a Dietrich mientras evito la mirada de Dereck.

Aquel hombre le cortaría el cuello a cualquiera de su familia y diría tranquilamente que aquellos sin talento para la ofensa son innecesarios para los LaGrange.

—¿Tu mano está rota…? —Interrumpe mis pensamientos Dietrich, mirando mi dedo y acercándose a mi cuna.

Sorprendida y asustada por su repentina pregunta, aprieto mis puños de la forma más natural posible.

Dietrich coloca una mano sobre mi frente y murmura un hechizo en voz baja, intentando explorar mis poderes.

Por supuesto, la habilidad de la todopoderosa Heredia no es tan débil como para dejarse atrapar por esa magia de búsqueda.

Espera, ¡¿cómo es posible que un niño de seis años ya pueda usar ese tipo de magia?!

—Parece que vas a morir pronto —comenta, mirándome con indiferencia. Poco después, añade de forma breve—: No pareces tener ningún poder…

¡No, no voy a morir!

—¡Baa! —exclamo y vuelvo a agarrar su mano mientras me río para mis adentros.

Definitivamente encontraré la manera de escabullirme en tu sombra y sobrevivir.

♦ ♦ ♦

¿Qué sentido tiene intentar quedar bien ante los ojos de Dietrich si no tengo la oportunidad de verlo en absoluto?

Después de salvarme de aquella crisis, él decidió no mostrarme ni siquiera una pizca de su cabello negro en todo este tiempo.

—Baa, baa. ¿Baa, baa?

Aunque le pregunto a Lancel dónde está Dietrich, es inútil porque él no puede entender lo que digo.

—Qué ruidosa —se queja y coloca una botella en mi boca.

No puedo evitar emitir sonidos de asco ante su acción.

Aunque nunca haya sido consciente de este tipo de situación, ¿por lo general no usan una fórmula para bebés que debe calentarse al momento de darla?

La botella que me entregó Lancel está fría y se siente como masticar hielo. ¿Se deberá a que la tierra del norte, donde se encuentra LaGrange, es muy fría? ¿O es que Lancel intentó congelar mi botella a propósito?

—Estoy cansado de esta vida —murmura mientras me mira succionar la botella con fuerza. Aunque está muy fría, tengo demasiada hambre.

Bueno, tal vez sí lo hizo a propósito.

Si llega el día en que capture el corazón de Dietrich y ejerza poder sobre los LaGrange, haré que lo despidan.

Observo a Lancel, esperando a que me devuelva la mirada. Cuando decide hacerlo, le muestro mi mejor sonrisa sin dientes, tratando de hacerle entender que es alguien patético.

—¡Baa, baa! —exclamo, queriendo decir «chico malo».

Aunque no pueda ver mi propia expresión, sí puedo observar la de Lancel, quien se limita a chasquear su lengua y decir que luzco más estúpida cuando me río.

Hmm, no estaría mal ponerlo de mi lado. Es bastante antipático conmigo, pero aun así es el único que viene a menudo a mi habitación a traerme mis botellas congeladas.

—Me estoy muriendo de aburrimiento…

Aunque nunca faltan sus quejas.

Lancel es una persona que habla mucho consigo mismo, y es gracias a sus lamentos que puedo enterarme de la situación interna de LaGrange.

Actualmente, hay un total de diez candidatos a sucesor. Error, Lancel lo corrigió a ocho, debido a que dos hermanos, quienes eran candidatos y siempre actuaban juntos, perdieron el juego y desaparecieron.

Sus palabras me recordaron a los dos niños que Dietrich eliminó en esta habitación.

Hmm, no debieron haber sido tan fáciles de eliminar si eran candidatos.

De los ocho que restan, Dietrich, quien tiene seis años, es el más joven.

Todos los niños que son seleccionados como candidatos tienen una tasa de supervivencia más baja que la de aquellos que no lo son, debido a que el juego en el que tienen que participar es mucho más peligroso.

Por supuesto, Dietrich ganará.

La única manera de convertirse en el gran duque LaGrange es sobreviviendo al juego.

En la novela, Dietrich logró heredar el título a los diecisiete años, siendo el más joven en la historia de los LaGrange en posicionarse como el gran duque.

En otras palabras, es un psicópata que mató a sus hermanos y a su padre a una edad muy temprana.

¿Por qué tienen ese tipo de método para elegir a un sucesor?

Es increíble que esa sea la única forma de llegar a obtener ese puesto.

LaGrange consolida la posición de la familia más fuerte del imperio con el lema de deshacerse de los débiles.

Después de dar a luz y criar a decenas de hijos, los más fuertes y crueles pasan a la etapa de candidatos a sucesor.

Aquellos niños con una pizca de humanidad o con alguna debilidad son removidos de dicha etapa.

No puedo encontrar un hermano con quien pueda identificarme.

Me gustaría hacer amigos para jugar juntos a las muñecas, pero es imposible en esta maldita casa.

Por supuesto, si renuncio a la sucesión, podría mantener mi vida con la condición de servir a mi familia para siempre. Es una forma de ganar burlas de la gente que te rodea, incluyendo hermanos y empleados.

Sin embargo, si lo primordial es vivir, ¿qué importa la opinión de los demás?

Tan pronto como pueda hablar, dejaré la sucesión.

Aunque podría considerarse que mi decisión me llevará a vivir como esclava de LaGrange hasta el día de mi muerte, hay algo que ellos no conocen.

¡Esta familia desaparecerá pronto!

Cuando Dietrich, el villano más fuerte del mundo, se convierta en el gran duque LaGrange, esta familia dejará de existir gracias al verdadero hermano de Anissa, Herman Euclid.

Sin embargo, aunque la «Anissa Euclid» de la novela cree que Dietrich es su verdadero hermano hasta que Herman la reconoce, ella nunca abandonó a los LaGrange, a pesar de que fue tratada como una esclava. Todo porque su «familia» necesitaba de ella.

Se supone que la familia no es la gran cosa…

Aunque me río internamente de las decisiones de aquella «Anissa», no puedo evitar pensar en qué habría sido de mí si la familia que tuve en mi vida pasada me hubiera amado.

Hmm, no puedo imaginar eso ahora. Después de todo, esta vida es diferente.

No recuerdo exactamente en qué momento Dietrich descubre que Herman es el hermano de Anissa, pero estoy segura de que sucede luego de que se desata la guerra.

Aun así, no importa a donde vaya luego de que esta familia desaparezca, por ahora, mi prioridad principal es sobrevivir en LaGrange.

¡Y para ello, debo volverme cercana a Dietrich!

—¡Baa, baa!

—¿Por qué luces tan aburrida?

Debido a que piensa que ese es mi estado de ánimo, Lancel me saca de la cuna y me deja en el suelo. No sé cómo es que considera mis expresiones como aburrimiento, pero gracias a ello, ¡ahora puedo gatear e intentar caminar!

La única razón por la que antes no me dejaba salir de la cuna era para no incrementar su carga de trabajo al tenerme gateando por la habitación. Pura conveniencia.

—¡Ve a jugar, hoy estoy muy ocupado! —exclama.

Sé que no vas a cuidarme, ¡idiota!

Aunque quiero decirle aquello, me limito a sonreír y a saludarlo, como si no estuviera pensando en nada de eso.

—¡Adiós! —dice de nuevo, dirigiéndose a la puerta.

Bueno, gracias a que piensa que es molesto cuidarme, me es posible escabullirme.

No pierdo ni un momento luego de su salida y coloco un juguete entre las puertas para evitar que se cierren.

En cuanto escucho desvanecerse el sonido de sus pasos, meto la cabeza por la abertura y empujo mi cuerpo hacia el pasillo.

Ohhh, ya que usé mucha fuerza, una flatulencia se me sale como consecuencia.

Sin embargo, no hay nadie en el pasillo, así que no pasa nada.

Aunque no soy una princesa importante en esta casa, sigo siendo una; por lo tanto, para evitar pasar vergüenza, no puedo hacer eso en cualquier lado.

Por primera vez en esta vida, logro salir de la habitación y llegar al pasillo, girando mi cabeza de un lado a otro mientras busco con mi olfato el aroma del aura de Dietrich.

Todavía no puedo caminar, así que me siento como un perro mientras gateo.

No lo había pensado, pero ¿Dietrich estará cerca?

LaGrange es una gran familia con más de una docena de hijos y concubinas. Sabiendo eso, los ocupantes deben superar las cien personas.

Por supuesto, todo es posible debido a la gran residencia del duque.

Aun así, conozco el lugar habitual de Dietrich.

Quiero salir corriendo en su búsqueda, pero lo único que puedo hacer es gatear con todas mis fuerzas.

No obstante, nunca imaginé que lo encontraría enterrando a alguien.

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