El plan de la villana Roxanne – Capítulo 11: El baile, el príncipe y ninguna Cenicienta (1)

Escrito por Polly

Asesorado por Grainne

Editado por Bonnie Lee


7 días, 4 días, 2 días y finalmente llegó el momento que más temía. Las noches se habían vuelto pesadillas mientras imaginaba como la cuchilla cortaba mi cuello. Podía sentir su frío filo, todos los ojos sobre mí, pero ninguno sentía pena… como si desearan mi muerte, disfrutando de mis lágrimas y mis súplicas.

—­Señorita, luce hermosa hoy… pero si se siente mal puedo comunicárselo a su padre. —dijo Katherine, quien me peinaba para lucir lo mejor posible, pero pude notar su preocupación en su tono de voz.

No sería útil.

Mi padre se sentía igual que ella, él paso cada noche conmigo abrazándome y consolándome para salvarme de mis pesadillas. Pero él dio su palabra de que yo asistiré, y no podía hacer quedara en ridículo.

—­Estoy bien, me siento feliz de que por fin pueda ir. Será mi primera fiesta, espero poder hacer muchas amigas. —respondí para no preocuparlos.

—­Señorita, estoy segura de que se lo pasará muy bien. Ahora, ¿qué tal si se mira al espejo? Está usted hermosa. —tomó mi mano para que me parara frente al espejo de pie de mi habitación, y en verdad no podía creer que ese fuera mi reflejo. Lucía como una pequeña hada del bosque, éste vestido, y Katherine solo recogió una pequeña parte de mis rizos para ponerle un broche de mariposa con unas hermosas piedras rojas, me hacía sentir como una princesa.

—­Me gustaría que mi padre se hubiera quedado para verme. —dije con decepción.

—­Estoy segura de que él se moría de deseos de poder verla también pero debe comprender que es un hombre ocupado. Su hermano estará impresionado cuando vea lo bella que está.

Quizás tenga razón, George será mi escudo y no me refiero a que el me protegerá de un peligro, o más bien si, a su lado tengo que mantenerme oculta, mantenerme tranquila para que pueda pasar la tarde solo con él. Aún así me gustaría tener una amiga, aunque en verdad, puede que mi exterior fuese el de una niñita pero en realidad soy una mujer adulta.

—­Sí, quiero ir con mi hermano mayor. —con cuidado, tomé la mano de Kath, aún se veía grande en mi mano, pero era un gran cambio de cuando era una pequeña bebé y ella me cuidaba.

Tan rápido pasaban los años, era impresionante, ahora soy una niña yendo a su primera fiesta social. Cuando quiera darme cuenta, voy a ser la Roxanne adulta de los libros y, siendo sincera, el pensar llegar a ese momento me tiene un tanto asustada.

—­Señor George, ¿qué opina del vestido? ¿La señorita no luce encantadora?— Kath hablo con una sonrisa en su rostro, quizás más encantada con mi apariencia que yo misma.

No pude creer que estuviera tan concentrada que no me di cuenta en qué momento salimos de mi habitación y habíamos llegado a la entrada. Frente mío estaba George, que había dejado de ser un niño inconsciente de 5 años para ser un jovencito de 9, esos rasgos que tanto describen en el libro comenzaban a notarse a esta joven edad.

Parecía haber salido de una pintura, llevando un pantalón azul, y una camisa blanca, con un chaleco azul por encima. Tenía un hermoso cinturón de cuero negro y se veía la cadena de oro adornando de lado a lado su chaleco.

—­N-No luce tan mal como esperaba, es hasta decente —Las mejillas de George se coloreaban de un suave rosado mientras hablaba, algo que nunca había cambiado en él, era que nunca podía ser sincero con sus sentimientos.

—­Mi hermano luce muy bien, es como de un cuento.

Puedo entender exactamente la ironía de lo que acababa de decir, después de todo esto era lo que no habían conocido de la novela. Casi como una precuela.

—­Pff… pues, eso yo ya lo sabía. Pero, gracias…

—­Está el carruaje esperando. —la voz de Francis me tomó tan desprevenida que casi suelto un grito, creo que debo ponerle un cascabel o algo para poder saber cuándo se acerca.

—­Vamos Roxanne —dijo como todo un caballero  que me ofreció su brazo. Me sentí algo emocionada.

No puedo creer que esté yendo a una fiesta, con un chico tierno, aunque ese chico sea mi hermano, y mi fiesta sea solamente una fiesta de té donde puedo armar las piezas para que me maten.

Traté de no pensar en eso, solo me agarré al brazo de George para caminar al carruaje que nos esperaba afuera. Un sirviente nos abrió la puerta, y con cuidado nos ayudó a subir, primero George y luego me ayudó a subir a mí con cuidado.

Francis se subió junto a nosotros sentándose en el asiento de enfrente, lucía tan serio e intimidante, aún cuando su rostro era bastante joven. No decía nada, no nos miraba, no se movía, solo estaba allí con sus brazos cruzados como si estuviera de decoración.

Sacando que esto es más que incómodo… espero que nunca lleguemos.

♦ ♦ ♦

En un parpadeo ya estábamos cruzando la ciudad. Era mi primera vez que pasaba por aquí, y era una visión realmente pintoresca.

Las casas, el mercado formado en pequeños puestitos de madera en la calle, los niños corriendo, las mujeres pasando con canastos en sus brazos y delantales sobre sus ropas, hombres cargando bolsones sobre sus hombros. Era como estar en la edad media, pero aun así era agradable, no esa imagen sombría que hubiera tenido por los libros de historia.

—Es tan bonito —mis palabras salieron como un susurro mientras observaba aquella imagen salida de los retratos de los museos.

—¿En serio te gusta ésto? Claro, padre no te ha dejado venir en ningún momento. —La voz de George era neutra, pero no fue hasta que giré mi cabeza de la ventana del carruaje, hacia mi hermano mayor, que note que él me estaba viendo a mi como si yo fuera un objeto curioso.

Por supuesto que él no estaba sorprendido por el lugar que nos rodea, pudo venir antes. Este es su mundo, pero no el mío.

—Me gusta mucho, se ve todo muy bonito, y hay tanta gente… ¿Podremos volver, hermano mayor?

Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de George, y por fin vi esos rasgos infantiles en su expresión. Con cuidado acarició mi cabello, quizás para intentar no arruinar mi peinado.

—Cuando regresemos a casa se lo consultare a padre.

El hecho que accediera sin insultarme, era mejor que lograr volver a recorrer este lugar. Una victoria personal, sin dudas.

—Ya se puede ver el castillo desde aquí —mientras mi hermano me hablaba, pasó sus manos alrededor de mi pequeña cintura y me atrajo del lado de su asiento para que pudiera ver por su ventana. Era verdad, desde aquí podía ver ese inmenso edificio que me hacía tragar saliva con algo de temor.

Es una imagen realmente intimidante.

—La fiesta te gustara, habrá postres como los que comes… y en la invitación dice que será en el jardín, podrás ver los rosales en flor. —Como si entendiera que estaba algo nerviosa, George me hablo con un tono tranquilizador y una pequeña sonrisa. Hasta el puede ser un buen hermano mayor a veces.

—Eso suena muy hermoso, hermano… ya quiero verlo —le sonreí lo más sincera que pude aunque tenía un pequeño nudo en el estómago.

En verdad sería una imagen hermosa para ver, pero también tengo el terror de lo que pueda pasar alrededor de aquellas hermosas plantas. Quizás logre esconderme en rosal, sin lastimarme, hasta que sea momento de que nos vayamos.

—Señor Francis, ¿le gustan los flores?

—No. —me contestó sin siquiera expresión alguna.

Por supuesto.

♦ ♦ ♦

Un mayordomo nos recibió en la entrada, y creo que jamás me sentí más pequeña. Solamente la puerta principal era del tamaño de un elefante africano adulto.

—Por aquí caballeros, señorita. —dijo como si fuese un robot. Se movió de manera automática para guiarnos dentro del enorme salón del castillo, aunque trató de no levantar la cabeza del suelo de mármol pulido para no sentirme intimidada. No estaba funcionando bien.

—El señorito George Wiston Maquielo, y la señorita Roxanne Firenze Maquielo.

Cuando estábamos frente a frente al majestuoso jardín decorado, con hermosas mesas llenas de delicada vajilla y pastelería de lo más fina. El mayordomo nos presentó, pero no a muchos les pareció importar, allí la mayoría eran mujeres muy bien vestidas, no había hombres excepto por los niños, los sirvientes y algunos guardias.

Finalmente, una mujer se acercó a recibirnos, y no me costó saber quién era. Toda su aura demostraba su grandeza, elegancia, poder, pero aun así tenía unos hermosos ojos rubíes llenos de amabilidad y ternura.

Era la reina…

—Es hermosa… —seguía maravillada por su aura de grandeza y elegancia.

—Oh, pues muchas gracias. Usted también es una señorita encantadora

Mi rostro ardía de vergüenza cuando me di cuenta que había dado ese comentario en voz alta. No podía creer que acababa de decirle algo así a la reina sin presentarme primero.

En verdad era una mujer hermosa, no solo por el extraño color de sus ojos, sino que también tenía un hermoso cabello en un tono blanco con destellos dorados. Su piel blanca resplandecía con el color azul de su vestido, y sus joyas la hacían lucir como una obra de arte.

—Su majestad Emmaline Gudinde, es un honor conocerla. Soy George Wiston Maquielo, hijo del Duque Frederick Augusto Maquielo y Lady Catherine de Fayes, esta es mi hermana menor Roxanne Firenze Maquielo.

Fue una suerte que mi hermano reaccionara, hablando con total respeto, mientras daba una reverencia digna de un caballero, yo me sentía como una idiota por quedarme como una estatua mirando a la reina.

No babeé, ¿verdad?

—Joven George, es un placer tenerlo en mi fiesta.

—Es un honor haber recibido la invitación, su majestad. Y en nombre de mi padre me disculpo por su ausencia.

Cuando esos ojos se volvieron a encontrar con los míos, tome el borde de mi vestido y lo levante suavemente mientras doblaba mis piernas como una bailarina para hacer una pequeña reverencia.

—Gracias por su invitación, su majestad.

—Me alegra poder conocerte joven Roxanne, he tenido el gusto de escuchar mucho sobre usted. Lamento que nuestro encuentro tardara tanto, es tan encantadora como había imaginado —la mujer me miraba con una sonrisa llena de ternura, quizás fuese una de las personas más importantes del reino, pero no quitaba el hecho de que se trataba de una madre. Su expresión me recordaba mucho a Katherine, esa manera tan maternal de verme, me quitaba un poco de los nervios que atacaban mi cuerpo.

—Me hace sentir muy halagada… Se lo agradesco, su majestad —susurré con la vista un poco baja, sintiéndome un tanto tímida.

—Por favor, pasen y disfruten de la fiesta —la reina se movió con cuidado a un costado, extendiendo cuidadosamente su brazo en un ademán elegante de dejarnos pasar.

Mi hermano, y yo, nos despedimos con un pequeño ademán. Me sentí un poco más relajada cuando dimos unos pasos más lejos, en verdad era una mujer amable, pero aun así su sola presencia, conociendo su puesto en la realeza y su poder, hacía que mi cuerpo se tensara.

—Mira Roxanne, tienen eclairs. Voy a traer algunos, espera aquí. —dijo George mientras me dejaba sentada junto a una bella fuente con la imagen de un querubín en el centro. Mi única verdadera compañía en ese momento era Francis, y eso fue un poco triste.

—Señor Francis, ¿no quiere tomar un poco de té? ¿quizás comer algo? —me giré hacia mi guardaespalda con una sonrisa, mientras que el bajó lentamente su perfecto rostro hacia mí, con la misma expresión neutra de siempre, era sumamente apuesto pero tan frío que hace que mi padre luzca como un bebé.

—No. —contestó con ese mismo tono neutro, levantando el rostro y dejándome sonriendole a la nada.

Sí, debí haber visto venir.

Comencé a mecer suavemente mis piernas de un lado a otro mientras miraba el hermoso jardín. Las rosas en serio eran algo bello, podría hacer infusiones con los pétalos, también algunos bálsamos, o quizás unas lociones perfumadas.

No iba a cortar las rosas del jardín real, pensaba en comprar algunas en la florería de camino a casa, o pedírselas a mi padre.

—Señorita Roxanne, usted se ve algo tensa, ¿no quiere estar aquí? —la voz de Francis sabía cómo tomarme con la guardia baja, haciendo que mi expresión de sorpresa fuese algo indisimulable.

Claro, la primera vez que me dices algo más que una monosílaba, es para revelar mi desagrado por estar en la presencia de la familia real. ¿Cómo demonios puedo explicarle eso? Tengo 5 años y supuestamente no conozco nada fuera de mi casa, o la caballeriza de mi padre.

—Es que tengo miedo de hacer algo malo, y que vaya a deshonrar el nombre de mi padre…—dije con cierta tristeza, pero cuando mire a Francis, sus ojos era mucho más suave, quizás hasta él podía sentir algo de empatía por una pequeña niña como yo.

—He escuchado mucho sobre usted, si la mitad de los rumores son ciertos. Estoy seguro de que no podría hacer nada malo.

—¿En verdad lo cree? —alcé mi mirada hacia él.

—Sí. —respondió en seco.

Y volvimos a las monosílabas.

Sonreí levemente, pues Francis me había intentado tranquilizar, y eso era algo lindo de su parte. Quizás podamos llevarnos mejor, aunque sea poco a poco.

El ruido de unos pequeños pasos sobre las piedras del suelo sonaban por todos lados, los tacones de todas las señoras hacían que me sintiera algo mareada. Una se puede sentir muy pequeña en un momento como ese, y aunque veía algunas niñas de mi edad, o quizás un poco más grandes, no creo que este en posición de interactuar.

—Dis-Disculpa. —una voz tan bajita como el “pio” de un pollito apenas se hizo audible a un lado de la banca.

¿Eso fue a mí?

Miré a un lado y me encontré con una niña pequeña, tenía cabello celeste, corto hasta sus hombros, adornado con un listón puesto como moño.


1. Bollo fino hecho con masa bomba, a la que se da forma alargada y se hornea hasta que queda crujiente y hueco, y se rellena con crema.

3 respuestas a “El plan de la villana Roxanne – Capítulo 11: El baile, el príncipe y ninguna Cenicienta (1)”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido