Bajo el roble – Capítulo 12: El toque tierno de un extraño hombre

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


—¿Dolió?

Max quería decir que había sido algo extraño en comparación con la anterior experiencia, pero ella negó con la cabeza. Él exhaló un suspiro de alivio y presionó sus labios cerca de su sien y está acción tan íntima de alguna manera llenó su corazón. Era un sentimiento que no esperaba. Antes, anticipaba sentirse humillada y pisoteada… algo doloroso, vacío, frío y amargo la estaría esperando.

—¿Soy pesado? Espera un minuto.

Riftan se incorporó y lentamente sacó su virilidad. Max de repente sintió que algo goteaba desde el interior. Él la retuvo mientras ella intentaba apretar su pierna en reflejo.

—¡R-Riftan…!

—Quedate quieta. Estás cansada, ¿no? Lo limpiaré por ti.

Riftan tiró del lavabo que había sido dejado a un lado y apretó la toalla con el agua. Con el paño frío, limpió suavemente el área en específico.

—¿No te duele?

—Oh, oh, no duele.

¿No te duele? La pregunta se repitió en su mente, Max brillaba roja como una salchicha recién hervida. Sin embargo, el hombre insensible a sus pensamientos solo rozó el lugar con cuidado y luego limpió la parte inferior del cuerpo. Ella no se atrevió a mirarlo, levantando rápidamente las sábanas para cubrirse con ella. Riftan sonrió al verlo.

—Te acostumbrarás pronto.

Luego se dejó caer a su lado. Las piernas de Max temblaron de sorpresa. Riftan yacía casualmente en el medio de la cama espaciosa, incluso acercándola con un brazo y colocándola encima de él. La sensación de su piel sudorosa hizo que Max se sintiera incómoda por el toque pegajoso.

—Ri… Riftan…

—No luches a menos que quieras hacerlo una vez más.

El comentario no era una mera amenaza, ya que el bulto de carne que toco su abdomen inferior se había hinchado nuevamente. Ella se congeló. Con una cara indiferente, Riftan puso un brazo debajo de su cabeza y levantó las sábanas sobre sus cuerpos unidos. Luego sus ojos se cerraron lentamente, mientras descansaba su palma a lo largo de sus caderas. Solo entonces Max se dio cuenta de que estaba planeando dormir con ella.

—R-Riftan…

—¿Por qué sigues llamándome?

Riftan parecía demasiado natural durmiendo con ella desnuda. Sus ojos se dirigieron a un lado; finalmente, se tragó lo que quería decir y murmuró:

—Buenas, buenas noches…

El silencio llegó como respuesta, como si Riftan ya se hubiera quedado dormido. Ella escuchó el latido de su pulso desde su cuello grueso, y el ritmo pronto la hizo cerrar los ojos junto a él.

♦ ♦ ♦

Algo le estaba tocando el pecho. Max, vacilante, abrió los ojos con frustración y pronto se desconcertó. Un antebrazo bronceado y fuerte bloqueó su visión hasta la mitad. Levantó la vista y vio la figura dormida de Riftan, su rostro medio enterrado en su melena. Max se puso roja al instante por los recuerdos que surgieron.

Estaban enredados debajo de la manta sin nada entre ellos. Las largas piernas del hombre estaban entrelazadas entre sus piernas, y sus brazos la abrazaban con fuerza dentro de su abrazo como si su cuerpo fuera una almohada.

Max nunca había sentido este tipo de contacto por nadie. Ni siquiera su propia madre la había abrazado. Sus ojos se movieron inquietos por un momento, pensando que sería mejor para ella vestirse antes de que Riftan abriera los ojos. Si se despertará así…

Max observó su rostro, incapaz de sentirse confiada al mirarlo directamente. Cuando recordó su cuerpo acurrucado en sus brazos anoche, se sintió tan avergonzada que quiso saltar por la ventana. Una dama nunca podría reaccionar de esa manera.

Incluso la niñera, que durante mucho tiempo había predicado sobre su deber como esposa, dijo que debería responder “apropiadamente” a las demandas de su esposo. Ella apretó sus ardientes mejillas. Anoche, la mujer que luchaba y gemía estaba lejos de ser borrada de sus recuerdos. ¿Qué pasa si él piensa que ella no es una joven pura?

Una repentina oleada de impaciencia le vino a la mente. Max se deslizó cuidadosamente de su brazo y miró debajo de la cama. Ella nunca podría enfrentarlo a este ritmo. Vestirse como una dama sería demasiado, pero al menos pensó que sería apropiado escapar de su desnudez actual.

Encontró una maraña de ropa al azar en la esquina de la habitación y la buscó con urgencia. Sus ojos ardían hacia ellos desesperadamente, era una distancia que podía alcanzar sin tener que moverse. Y fue suficiente porque no tenía el coraje de pasear desnuda por la habitación. Por lo tanto, ella extendió una mano, pero de repente fue volteada, cayendo hacia atrás.

—¿Qué estás haciendo?

Max lo miró con una mirada perpleja. Riftan, a quien ella creía completamente dormido, ahora la estaba mirando con sus ojos de ónix. Ella intentó apresuradamente alejarse de él, pero resultó ser una hazaña imposible. Él la hizo girar ágilmente con un brazo alrededor de su cintura, encerrándola debajo de él.

—R-Riftan… Oh, es de mañana…

—Sí, es de mañana. Pensé que iba a morir esperando que abrieras los ojos.

Presionó sus labios en sus párpados mientras decía esto, el toque extraño hizo que Max se encogiera. Ante su reacción, él sonrió y presionó sus labios más fervientemente en su rostro, sus orejas y cuello, vertieron sus hormigueantes besos como el toque de una mariposa. Max reflexivamente apartó la cara avergonzada.

—Ja, ja, no… Oh, detente ahora y vístete…

—No. ¿Sabes cuánto tiempo he estado aguantando toda la noche?

El hombre resopló y se llevó la mano con la que ella cubría su rostro a los labios. Su lengua húmeda lamió su dedo de una manera sutil pero logró encender un rayo en sus sentidos. Seguramente él podía escuchar su pulso contra su oído. Él colocó su dedo más profundo en su boca y lo chupó suavemente.

Max nunca había pensado que su mano podría ser un área tan sensible.

—Si supieras como me siento cada vez que te sonrojas así, no me mostrarías esa mirada, ¿verdad? —murmuró Riftan, mordiendo las yemas de los dedos.

No podía soportarlo más, sacó la mano y la escondió en la manta. Él frunció las cejas y tiró de la sabana. Ella chilló y se acurrucó en un círculo.

—¿Por qué lo estás escondiendo?

—¡Oh, es de mañana! Es tan brillante…

—Entonces muéstrame. Quiero ver tu cuerpo a la luz.

El hombre tiró de sus piernas agachadas y ella lloró de sorpresa. Parecía demasiado irreal que solo fuera ayer cuando estaba temblando en el suelo del castillo de su padre, y ahora estaba  acostada desnuda en la cama con un hombre a plena luz del día.

Sin estar al tanto de sus pensamientos, Riftan le acarició suavemente los hombros, el pecho, la cintura y los costados, y luego su mano se acomodó naturalmente entre sus muslos. El acto de anoche llevó sus dedos a su lugar húmedo por familiaridad.

—Maxi, ayer… no estuvo mal, ¿verdad?

—R-Riftan…

—Se… se sintió bien, ¿no?

Incluso si ella muriera, no podría responder sus palabras. Sus dedos hábiles en su trabajo comenzaron a moverse en su lugar secreto.

—Durante todo este tiempo yo… te amé hasta la muerte. Hace tres años, quería quedarme contigo, no por razones de venganza. No sabes lo difícil que fue salir de esa cama. Por supuesto, tú querías que desapareciera, pero…

Ante su comentario tan inesperado, olvidó su vergüenza y abrió mucho los ojos. Él colocó su boca debajo de su clavícula, y ella lo sintió sonreír contra su piel.

—Es lo mismo que era ahora. No puedo… no puedo parar si estoy contigo. Incluso si no te gusta… incluso si lloras…

Metió su dedo profundamente y mordió su piel ligeramente. Max reflexivamente se apretó contra él con las piernas. Esto provocó un gemido emocionado que escapó de sus labios.

—Deberas culpar a tu mala suerte de ser la esposa de un hombre como yo.

¿Qué demonios podría significar eso? En comparación con lo que sabía, su lado se sentía muy desafortunado en muchos sentidos. Su padre llegó a insinuar que ella era alguien fácilmente reemplazable incluso en matrimonio.

¿Pero por qué siente eso? La débil pregunta pronto se desvaneció cuando el calor en su estómago llamó su atención.

Ella se apretó contra sus dedos moviéndose agresivamente en su interior. Su febril mirada recorrió todo su cuerpo y ella no pudo apartar los ojos de su fuerte mirada, enganchada. Sacó su dedo de ella y empujó profundamente su miembro de inmediato.

—¡Ah…!

—Ciertamente… me estoy muriendo.

Riftan dejó escapar un gemido bajo y estrangulado y mordió suavemente la parte inferior del lóbulo de la oreja. Ella apretó sus hombros pedregosos con fuerza, sintiendo como si hubiera sido atrapada por un sabueso. Tomó sus dos muslos, los abrió lo suficiente como para que casi dolieran y comenzó a moverse lentamente.

Max enterró la cara en la almohada y reprimió sus gemidos. Como una corriente lenta y tranquila, los movimientos gradualmente se hicieron más fuertes. Riftan, que se había estado moviendo hacia arriba y abajo durante mucho tiempo, cayó pesadamente sobre ella cuando alcanzó su punto máximo. Ella respiró hondo, en contraste con la larga y ronca exhalación sobre la parte superior de su cabeza.

—Quiero quedarme así por unos días.

—E-Es pesado… —murmuró ella con una cara de pánico.

A este ritmo, ella no creía que sería capaz de levantarse durante días con él abatiéndola. Él amargamente le mordió la oreja en respuesta.

—Oh, eso duele…

—Es porque dices que no te gusta, cuando de hecho se siente bien.

Él masticó su lóbulo sonrojado y lo lamió con la lengua. Max retrocedió y se apartó de su cuello.

—¡R-Riftan…!

—Se siente realmente bien. Podría haberme quedado así si no fuera por ese jodido lagarto. Si lo hubiera hecho, ya tendríamos uno o dos hijos, ¿no?

—¡Uh, no, no sigas…!

Riftan continuó jugando con sus oídos y frotó su cálido cuerpo sobre el suyo como si no pudiera escuchar una palabra de Max. Mientras tanto, ella estaba agotada por su “deber en la cama” aparentemente interminable. Pero parecía que él ni siquiera estaba un poco cansado, feliz entre sus piernas otra vez.

Max casi estalló en llanto. En el momento en que casi pierde la conciencia, de repente él dejó de moverse. Fue porque alguien golpeó la puerta.

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