Espada y Vestido – Capítulo 5 (3): El banquete de la princesa Aranea

Traducido por Rencov 

Editado por Tanuki


De forma inconsciente respondí mientras me escondía detrás del Capitán Jullius. Ugh… De verdad me sorprendí y mi viejo hábito me llevó allí. Detrás de mi acompañante, asomé la cabeza para echar un vistazo. Vi a la princesa Aranea, de ojos grandes y redondos, extender la mano que sostenía el collar. Ugh… ermm… no quiero avanzar. La princesa Aranea, desconcertada al ver mi comportamiento, endureció su rostro.

—Señorita Silla Epheria.

Con renuencia respondí:

—Sí.

—¿Me tienes miedo?

—N-no…

—Entonces, por favor, adelante.

Pensé que había logrado escapar, pero al final todavía me regañaron, ¿eh? Estaba a punto de dar un paso adelante porque sentía que no tenía otra opción, pero de repente el capitán Jullius extendió su mano para detenerme. Miró a la princesa Aranea y dijo:  

—¿No está resuelto el problema?

—No tengo ninguna intención de intimidarla.

La princesa Aranea respondió mientras miraba directamente a los ojos del Capitán Jullius. La princesa, que creció bien dentro del palacio, podía mirar directamente a los ojos del capitán sin asustarse en lo más mínimo, ella misma era una persona aterradora.

—Si es así, entonces déjela tranquila. Su Alteza debe haberse dado cuenta también de que le tiene miedo, princesa.

—¿Qué hice? Bah… olvídalo.

La princesa Aranea solo suspiró y le pasó el collar al capitán Jullius.

—Como anfitriona de este banquete, me disculpo por haberte hecho sentir incómoda. Diviértete por lo que resta de la fiesta.

Ella me miró una vez y se alejó. De alguna manera sentí pena… pero no fue intencional. Cada vez que oía que la princesa me llamaba, adquirí la costumbre de escapar. Cuando ella dejó el lugar, la muchedumbre comenzó a dispersarse. El capitán Jullius se volvió para mirarme y preguntó en voz baja:

—¿Estás bien?

—Oh… sí. Gracias.

Antes me impidió que diera un paso adelante al ver que no me sentía cómoda con la princesa. Sin lugar a dudas era una persona amable. Después de que me entregó el collar, la condesa Canaly se nos acercó.

—El ambiente del banquete no es tan bueno, pero la relación entre ustedes dos ciertamente ha ganado el interés público.

¿En serio?

—¿Entonces hemos logrado nuestro propósito?

—Se podría decir. Además, aunque no fue intencional, hemos asestado un golpe a la familia del conde Epheria.

La condesa Canaly sonrió satisfecha.

—Disfruten del resto de la fiesta, pero traten de no causar problemas.

—Sí.

¿Por qué buscaría problemas cuando tengo algo más que hacer y eso es llenarme el estómago? Si bien era verdad que Sofía me había prohibido comer durante el banquete, necesitaba engordar este cuerpo comiendo muchos postres dulces. Agarré la muñeca del capitán Jullius y me dirigí al comedor.

La comida que se servía en el festín debía cumplir con tres requisitos. La comida debía ser del tamaño de un bocado para que no dejara ninguna migaja que pudiera manchar la ropa o la boca; no debía tener olores desagradables; y, por último, su apariencia debía ser agradable a la vista como esas hermosas decoraciones. Esos tres requisitos eran los más importantes y por desgracia el sabor era lo de menos. Por esta razón, si el anfitrión del banquete no podía contratar a un hábil repostero para hacer los postres, entonces la comida que se servía cumpliría los tres requisitos, mientras que el sabor quedaría, así como así. Sería solo un montón de azúcares de colores o un puñado de harina. Los banquetes con tan mala comida entrarían en mi lista negra y nunca volvería a asistir a dicho banquete. Después de todo, mi propósito principal para asistir al convite era para comer los postres.

Y, por supuesto, ¡la comida en el banquete organizado por alguien de la familia Imperial debía ser sabrosa! ¡Muy deliciosa! Por eso, cada vez que recibía una tarjeta de invitación de la princesa Aranea, se me rompía el corazón. Mi ayudante me había dicho que no había nada de qué preocuparse, que debería ir al banquete. Pero, para alguien que había sido regañada tres veces porque no podía seguir de manera clara sus conversaciones y no entendía las palabras que decía, me hizo no querer volver a la fiesta de la princesa Aranea nunca más. No tenía ni el más mínimo interés en la política.

A diferencia de otros escuadrones de caballeros, el requisito para convertirse en el líder del Escuadrón de Caballeros Sagrados era solo uno, y ese era tener la mejor habilidad necesaria del resto. Y para tenerla, alguien solo necesitaba tener grandes cantidades de poder sagrado ya que las bendiciones de la diosa se le consideraban las más importante. Claro, lo mismo ocurría con los sacerdotes en la iglesia.

Había hecho lo mejor que pude, así que ¿por qué la princesa Aranea tenía que regañarme con esos ojos temibles para obligarme a hacer esto y aquello además de ordenarme que aprendiera algo si no podía hacerlo. Si dijera que lo detestaba, me dirigiría una mirada fría. Luego, ¿qué era lo que me diría después? Ah, sí. Ella me diría que sería mi pérdida por no tomar ventaja en un entorno donde ser mujer todavía se consideraba un obstáculo… en todo caso, siempre se enojaba.

Durante nuestra primera reunión, se enojó. Durante nuestra segunda reunión, me presionó para que organizara un horario porque personalmente me enseñaría. Luego, en nuestra tercera reunión, se volvió a enojar porque la había estado evitando y me había dicho que lo estaba haciendo por mi propio bien y por todas las mujeres del imperio. Después de eso, la había estado evitando a toda costa y así pues nunca nos reunimos de forma debida desde entonces.

En cualquier caso, lo importante en este momento era que había pasado mucho tiempo desde que fui a un banquete.

Cuando el Príncipe Heredero había sido maldecido, los banquetes dejaron de celebrarse. Aunque no se impuso una prohibición, había notado que nadie se atrevió a realizar uno. Con un plato vacío en una mano y un tenedor en la otra, levanté la vista para mirar al capitán Jullius. A diferencia de mí, que estaba lista para acaparar algunos postres sin tener en cuenta el consejo de Sofía, él parecía preocupado por algo.

—Capitán Jullius, ¿Ortzen te dijo que no comieras?

El capitán Jullius se sorprendió y desvió la mirada de un tiramisú cubierto con crema de chocolate en lugar de cacao en polvo para mirarme.

—¿Cómo lo supiste?

—Porque también escuché lo mismo.

Lo escuché de Sofía y para el colmo mi adjunto también decía lo mismo en el pasado. No entendía por qué insistían en hacer que otras personas murieran de hambre. Le di mi plato y tenedor al capitán Jullius y le pedí que los sostuviera firmemente.

—Está bien. Podemos comer, ¿sabes? —le dije.

—Pero, me han advertido reiteradamente que preste atención a mi conducta porque este es el banquete de la Princesa y no cualquier lugar. Además…

El capitán Jullius titubeó un poco antes de continuar su oración:

—También me dijeron que no te dejara comer.

Por un momento me quedé sin palabras.

¡Maldita seas, Ortzen! ¿Qué hay de malo en que coma algo de comida? ¡Se supone que se debe comer! ¿O es que son decoraciones o algo? ¡¿Eh?!… bueno, la verdad sabía que la comida era solo para decoración, pero… me mordí los labios mientras miraba a mi alrededor. Eran pocas las personas que nos estaban observando, pero la condesa Canaly nos volteaba a ver de vez en cuando mientras conversaba con algunas damas nobles. Si comiéramos, sin lugar a dudas las noticias llegarían a los oídos de Ortzen a través de la boca de esta condesa. Luego él le daría otra ronda de regaños al pobre capitán Jullius. Ya sentía pena por él debido a sus restricciones en el banquete, así que no podía hacerle oír las quejas de su asistente…

Solo podía disfrutar del atractivo festín de postres que invitaba a ser saboreada con mis ojos, a lo que suspiré.

—¿De verdad no puedo comer, aunque sea un poco?

Incluso Sofía dijo que siempre y cuando fuera un poco estaba bien. Para responder a mi pregunta, el capitán Jullius asintió con la cabeza afirmativamente:

—Dijo que no importaba si era yo, pero que tu no podrías resistirte al deseo una vez que lo probaras…

Me quedé en blanco… ¿qué? ¿El teniente Ortzen conocía mi identidad? ¿O tal vez podía leer las mentes de las personas? ¿Podría ser que Clauen no era del clan demonio, sino Ortzen? Había muchas posibilidades solo en función de lo que dijo. Nah… no me importaba la verdadera identidad de Ortzen. ¡Por qué! ¡¿Por qué no podía comer esos apetitosos manjares delante de mis ojos?!… Tenía ganas de llorar.

Quizás lo que mi corazón anhelaba se reflejaba en mi rostro porque el capitán Jullius estaba confundido y dijo en voz baja:

—Debería estar bien comer un poco, ¿no?

—No. Incluso si tengo hambre, no comeré porque Ortzen lo dijo —respondí.

¡Cómo se atrevía a verme como una mujer con poco autocontrol! ¡Él me irritaba! Si bien era verdad que actuaba como quisiera, había vivido una vida similar a la de los clérigos durante un largo tiempo. Antes de ser promovida a ser un caballero sagrado oficial, ¡tenía que soportar todo! E incluso después de convertirme en un caballero sagrado oficial, nunca violé ninguna regla. Bueno, rompía algunas reglas dos o tres veces al año, pero todavía se consideraba algo normal ya que los humanos a veces cometían errores, ¿verdad?

El capitán Jullius parecía estar contemplando por un momento antes de abrir la boca nuevamente.

—Está bien mientras nadie nos vea, ¿verdad?

—¿Qué?  

¿Nadie nos vea?

¿Tenía la intención de deshacerse de todos los invitados en el salón de banquetes…? No, eso suena demasiado exagerado.

—¿Qué vas a hacer? —pregunté.

En lugar de responder, el capitán Jullius observó a la Condesa Canaly y a nuestros alrededores, luego acto seguido recogió unas finas brochetas de madera utilizadas para decorar los alimentos. Entonces, tras usar un tazón de cristal grande de frutas congeladas para bloquear la vista de los demás, las rompió rápidamente en pedazos pequeños.  

¿Qué quiere hacer?

Una docena de pequeñas piezas de madera estaban listas y la vista del capitán Jullius se dirigió al techo del salón de fiestas. En el centro del techo alto, unas cuantas cadenas colgaban a la altura de un piso y al final, un gran candelabro brillaba como el sol. 

Ah, ¿tú quieres…?

Antes de que pudiera terminar de adivinar, el capitán Jullius apretó las piezas de madera entre las yemas de sus dedos. Miró a su alrededor una vez más para asegurarse de que nadie lo viera, luego sus manos se movieron en un instante. Las piezas de madera que parecían agujas, volaron hacia el candelabro una tras otra a una velocidad invisible. Las luces de las velas que se reflejaban entre los cristales de la lámpara de araña se desvanecieron en un abrir y cerrar de ojos.

—¡Ah!

—¿Qué pasó?

El salón se oscureció instantáneamente como si el sol se estuviera poniendo y los invitados miraron el candelabro en el techo mientras murmuraban confundidos. Algunas luces del lugar seguían encendidas, pero no eran lo suficiente brillantes como para iluminar toda la sala como un candelabro. En este momento, la condesa Canaly también miró el candelabro con las otras damas sin prestarnos atención.

—¿Es el viento?

—¿Quién abrió la ventana en el segundo piso?

En medio de la conmoción, la princesa Aranea ordenó a su gente que volviera a encender el candelabro. Tan pronto como se apagaron las luces, el capitán Jullius usó su tenedor y llenó su plato a toda velocidad. Y, por supuesto, también apilé apresuradamente una montaña de postres de chocolate en mi plato. Ja… sabía lo que querías decir. Antes de que la lámpara de araña volviera a encenderse, le envié una mirada al capitán Jullius para que me siguiera.

Vamos por aquí.

Teníamos que movernos rápido antes de que nos atraparan. Nos movimos a un lugar oscuro y pronto salimos al balcón. Esta vez, no olvidé quitar la decoración de la cortina. Desde el balcón, solo había oscuridad extendiéndose en el jardín de abajo. Las luces de las linternas decorativas brillaban como un grupo de estrellas caídas en el suelo. Me senté en la baranda del balcón mientras sostenía un plato y un tenedor.

—La condesa Canaly no podrá encontrarnos aquí —comenté.

Ella no podía estar abriendo cada cortina cuando no sabía quién estaba detrás de ellas. Podría toparse con alguna reunión secreta si buscaba descaradamente en todos los balcones. Abrir la cortina a pesar de que ya había una señal que indicaba que el lugar había sido ocupado, era visto como un comportamiento grosero, a menos que hubiera algún problema crucial. Por eso, finalmente podemos estar tranquilos aquí.

Mientras tanto, las luces del interior del salón de fiestas se filtraron hacia al balcón a través de las cortinas, por lo que supimos que el candelabro se había vuelto a encender. Después de comer una bolita de chocolate, tomé otra con el tenedor y se la di al capitán Jullius. Él le dio la bienvenida con la boca y se la comió como siempre. En realidad, se nos advirtió que no usáramos los mismos cubiertos para alimentar a otros, pero nadie nos veía en este momento, así que no importaba.

—¿Cuándo vas a reunirte con el Sumo Sacerdote? —pregunté.

Todavía no había preguntado la fecha exacta. Aun si necesitaba esperar, debería ser solo un mes como máximo. El capitán Jullius respondió mientras me daba un trozo de tiramisú de su plato:

—En una semana.

—No queda mucho tiempo.

—Si no podemos comprometernos hasta entonces, tendrás que esperar otro mes más.

—Hmm, ya veo —dije.

Rayos, el tiempo era demasiado ajustado. Tal vez debería visitar al conde con una espada en la mano y amenazarlo con dejarme comprometerme. Bueno, ¿o tal vez debería simplemente chantajear a la condesa en lugar del conde cuya cara aún no conozco? Aunque no sería fácil chantajearla, pero… amenazar al conde parecía la mejor opción después de todo. Puedo torturar a un hombre, pero me sentía reacia a tocar a una mujer.

—Hoy le hemos hecho saber al público acerca de nuestra relación, por lo que lo siguiente que tenemos que hacer es comprometernos. Según la Ley Imperial, los hijos menores de veintidós años no pueden comprometerse o casarse sin el permiso de su padre. ¿Verdad?

El capitán Jullius asintió para responder mi pregunta.

—Eso fue lo que oí.

Si no hay padre, debe obtener el permiso de la madre. Era una forma antigua de las familias nobles evitar que los hijos nobles que aún no habían alcanzado la mayoría de edad, se escabulleran para comprometerse o casarse con personas de clase baja. Aunque recientemente ese tipo de casos se redujo bastante, pero en el pasado, los nobles le dieron una gran importancia a preservar su supuesta sangre azul pura.

Al final, necesitaba encontrarme con el Conde, pero… sería casi imposible de obtener su permiso fácilmente.

—Siempre que pudiéramos obtener el permiso, podríamos tener una ceremonia informal de compromiso… ¿Ortzen no dijo nada al respecto?

—Él… —el capitán Jullius dudó por un momento antes de decir— …tiene algunas dudas sobre el propósito por el cual deseas reunirte con el Sumo Sacerdote.

—¿Qué?

Mostré una expresión perpleja en mi rostro y bajé la voz que se elevó por un momento.

—Solo quiero ver al Sumo Sacerdote como candidata al clero. Ni siquiera me pide una explicación formal y solo pone sus dudas sobre mí como le place.

—Él dijo que eres sospecha ya que te podrás encontrar con el Sumo Sacerdote después de que te conviertas en clérigo, sin embargo, insististe en comprometerte para poder reunirte rápidamente con el Sumo Sacerdote.

Uhh… eso era cierto. No importaba qué excusa diera, aún era sospechosa a menos que revelara la historia real. Lamentablemente, mi cabeza no podía pensar en ninguna razón convincente. Ortzen era muy molesto, pero podía entender su razonamiento. Sin mencionar que también soy parte de la familia del conde Epheria, que estaba relacionada con el rey demonio, por lo que era normal que no confiara en mí por completo, a pesar de que tengo el poder sagrado.

Suspiré y miré al capitán Jullius.

—Pero, ¿puedes decirme todo esto? De esta forma, será inútil que Ortzen oculte sus dudas en mi contra.

¿O tal vez te dijo que me informaras hoy? Después de escuchar mis palabras, el capitán Jullius permaneció en silencio mientras mordía el tenedor en la boca por un momento antes de finalmente decir algo:

—Quería decirte.

Eso es lo que murmuró. En ese mismo instante, sentí que mi corazón se aceleró con esas palabras. ¡El capitán Jullius! ¡Resulta que él me cree!

—Y tampoco escuché que me prohibiera decirte esto —añadió.

—Erm, pero deberías haber sabido que generalmente no le dices a la persona relacionada, ¿verdad?

—¿Es así?

Si me volviera a encontrar con mi ayudante en el futuro, debería decirle que yo no era el capitán más despistado de los capitanes de escuadrones existentes. ¡El capitán Jullius era mucho peor que yo! ¡Ya estoy satisfecha! Arrojé el plato vacío y el tenedor al jardín de abajo. Luego, me subí a la barandilla y abracé la cabeza del capitán.

—Aun así, capitán Jullius me dijiste porque esa persona soy yo, ¿verdad?

—Sí.  

El capitán Jullius, cuya cabeza aún estaba en mi abrazo, respondió en voz baja.

—De cualquier manera, solo unas pocas personas me hablan —le dije.

—Tampoco tengo mucha gente que me hable…

Solo tengo a mis camaradas en el escuadrón del Caballero Sagrado, el Sumo Sacerdote y algunos sacerdotes como amigos con quienes hablar. Aunque a menudo me reunía con muchas jóvenes nobles que me adoraban, pero me costaba entender sus conversaciones y tampoco me interesaban. Me era suficiente con solo mantener una sonrisa mientras mi mente deambulaba cuando estaban conversando. Y ya estaban contentas incluso con solo tenerme allí para acompañarlas. Ocasionalmente, las damas también me pedirían mi opinión y en ese momento solo respondía con un “sí” o “bueno, no estoy seguro”, y luego decían “ah, Sir Roel es un caballero sagrado, así que es como se esperaba de él”. Y gracias a eso, conseguí el hábito de pretender escuchar la conversación mientras pensaba en otra cosa. Y mi adjunto odiaba ese hábito mío.

Acaricié su fino cabello negro por un tiempo y puse mi barbilla sobre su cabeza y luego abrí mi boca.

—No quiero esperar un mes más. —Suspiré y dije—: Es problemático.

Sería difícil comprometerme sin la ayuda de Ortzen. No, podría ser mejor para él no proporcionar ninguna asistencia en lugar de convertirse en un obstáculo.

—Necesito hablar con él después del banquete.

Debería tratar de resolver este asunto conversando con él. Pero, si no funcionaba ¿qué debía hacer? Bueno, lo pensaría nuevamente cuando llegara el momento.

——-Fin del Libro 1-——

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