La gota de esperanza – Capítulo 6

Escrito por Grainne

Asesorado por Maru

Editado por Sharon


David se encontraba sentado al lado de Gina en el avión que se dirigía a Madrid, España. Ella no paraba de hacerle preguntas debido a la reacción que tuvo al ver una foto de Larry.

—Deja de preguntar, después hablaremos de esto. Ahora céntrate en el trabajo —exclamó con tal molestia que provocó que Gina se quedará inmediatamente callada. Luego, lo miró soltando un largo suspiro y cruzándose de brazos.

Llegaron al aeropuerto de Madrid a las cuatro de la madrugada, percatándose de que no había mucha gente. El enorme aeropuerto con techo amplio  y de color mostaza, se encontraba con escasez de público y en completo silencio. Solo las pantallas marcaban horarios de vuelo.

—Debemos apresurarnos, sino podrían aparecer demonios que fastidien nuestro objetivo —dijo Gina con seriedad mientras agarraba su mochila con ropa, equipo de defensa y algunas medicinas. Se acomodó su chaqueta mientras se colocaba la mochila en la espalda.

—No debimos traer la mochila, nos será difícil a la hora de pelear, y la maleta era más cómoda de llevar a mano —se quejó David, amargado por el viaje mientras acariciaba su trasero adolorido. Sentía como si su parte trasera y piernas siguieran dormidas luego de un viaje de once horas.

—Puedo arreglármelas sola, papá —exclamó mientras se adelantaba y se hacía una pequeña coleta en su cabello corto. Cuando salió, se preparó a escondidas con algunas pistolas en su cintura, ya que el sol no salía aún. La oscuridad era el refugio para los demonios, donde mejor pueden matar a sus presas sin que puedan buscar ayuda alguna. El mejor momento donde los humanos se esconden con miedo e intentan huir. Pero los demonios siempre están…

—No dormimos una mierda. No sé cómo aceptamos esto —se quejó de nuevo mientras preparaba su dos pistolas.

—¿Para detener los agujeros del Limbo y al fin ser libres de nuestros depredadores? —preguntó con ironía mientras encendía el teléfono con GPS que le había dado Guillermo. Luego se quejó al no entenderlo, ya que David nunca le permitió usar teléfono celular. A él le parecía innecesario ya que podían comunicarse mentalmente. Además, no tenía buena opinión de las redes sociales y, mucho menos, en las manos de jóvenes.

—¡Ahh! Encontré el lugar, no sé porque odias los celulares. Pueden ser muy útiles  —sonrió Gina sin dejar de mirar el GPS. David la observaba como niña con juguete nuevo. Cada vez que la veia, no podia evitar imaginarla como una niña de 10 años intentado jugar con él.

—Pensé que te iba a irritar ese viaje en avión —comentó mientras caminaba a su lado.

—Me asusté un poco al principio, aunque es incómodo estar varias horas sentada —expresó ella con serenidad.

—Y, ¿a dónde había que ir? —le preguntó con un bostezo.

—¿No escuchaste a Guillermo? Hay que ir hasta la Catedral de Santa María la Real de la Almudena. Nos queda un poco lejos… o al menos, acá dice 22 kilómetros — dijo mientras miraba el teléfono concentrada.

—Bueno, robemos una moto —expresó para fastidiar a su hija.

—¡Papá! Compórtate, usemos esas bicis públicas de la ciudad —exclamó Gina mientras agarraba una de las bicis y ponía una moneda de 50 céntimos. David solo soltó una carcajada y le hizo caso.

Ambos se encaminaron directamente hacia la Catedral y observaron el recorrido. La ciudad parecía deshabitada, todas las casas y edificios bien cerrados. Pero por suerte, ningún demonio en el camino, aún.

Una vez llegaron, se dirigieron hacia las enormes puertas abiertas buscando al joven con la mirada. Gina se adentró fascinada por la arquitectura de la Catedral, ya que nunca pisó una iglesia en su vida. No sentía una carga espiritual como muchos decían pero los vidrios coloridos, los murales, el órgano del segundo piso, y todo lo que rodeaba dentro del lugar le hacía sentir una emoción que nunca antes sintió. Observó con dedicación aquella obra arquitectónica tan bonita para la vista de cualquiera.

La emoción de su rostro se desvaneció cuando David tocó su hombro para indicarle que identificó al chico. Era algo obvio, ya que era la única persona sentada en aquellas bancas largas.

Ambos se acercaron,y vieron que tenía en manos una biblia.

—¿Eres Larry Urgiz? —preguntó Gina con amabilidad. El chico la miró y se levantó presentándose en un extraño idioma mientras movía las manos pretendiendo estrechar las manos en manera de saludo. Aunque ella lo miró confundida, no esperaba que aquel joven hablara otro idioma que no fuera español.

—Oh, disculpe. La mala costumbre, también hablo catalán —comentó avergonzado mientras extendía su mano aún más para saludarla de manera formal. Gina lo aceptó pero luego lo miró con desconfianza. Apretó su mano mientras le miraba a los ojos con seriedad, y allí se dió cuenta.

—No eres Larry… —respondió ella al ver bien los ojos oscuros y sin brillo del chico. Ella recordaba que el Larry que vió en fotos tenía los ojos color miel.

El impostor sonrió y le agarró con ambas manos con fuerza. David iba a detenerlo pero Gina observó al demonio con seriedad.

—Te metiste con la chica equivocada —le advirtió, transformando su brazo izquierdo y alargando las garras. David estaba completamente atónito ante el potencial de su hija.

En tan solo un segundo, ella clavó sus garras sobre el pecho del impostor que cambió a su verdadera forma. Un cuerpo humanoide que iba creciendo en altura, manteniendo un físico alargado de piel grisácea acompañado de llamas negras que tenía en sus codos, cabeza y piernas. Sus ojos eran completamente negros. David detectó que era un demonio de alto nivel al ver su tamaño incrementarse. Entonces, preparó sus pistolas para disparar.

Gina intentó sacar sus garras, que seguían clavadas en su pecho, pero el demonio aprovechó su situación para tirarse sobre ella y atraparla.

Decidiendo rápidamente, cambió por completo a su forma híbrida dándole una patada fuerte, y logrando liberar sus garras. El cuerpo del demonio cayó sobre los laterales de la iglesia provocando unos daños menores a la estructura.

—Ya pensaré en algo rápido —exclamó Gina hacia su padre, quien empezó a acercarse a la bestia con velocidad mientras disparaba, transformado en su verdadera forma para atraerlo.

La pelirroja suspiró y analizó el lugar con detenimiento mientras sacudía sus garras manchadas en sangre negra. Posteriormente, observó el enorme órgano del segundo piso de arriba, pero dudó. No quería arruinar el arte del lugar.

—¡Cariño, por favor! ¡Apúrate! —exclamó David intentando esquivar los golpes del demonio y apuntando hacia el corazón. Era bastante rápido y difícil de asesinar. El demonio iba saltando de pared en pared huyendo de las balas de plomo.

Viendo a su padre agitado y sin ideas, se acercó rápidamente por la espalda del demonio cuando saltó hacia otra dirección. Se aferró a él para intentar perforar su pecho pero este reaccionó de inmediato mordiendo su hombro izquierdo con fuerza. Ambos cayeron en medio del pasillo.

David entró en pánico y sacó una cuchilla escondida de sus botas, clavándola finalmente en el centro de la espalda del demonio. Lo apuñaló repetidas veces hasta que finalmente lo perforó. Con dificultad, presionó sus garras contra el cuerpo, logrando perforar.

Gina se separó rápidamente del demonio que intentaba arrastrarse en el suelo en un charco de sangre negra.

—Muere —exclamó adolorida sacando la pistola de su cintura, mientras le disparaba repetidas veces en la cabeza. David la detuvo para que se calmara, siendo que el enemigo estaba muerto.

—Ya está, tranquila —le respondió agarrando el arma y mirando la herida. Gina lo miró y le abrazó con fuerza.

—Sigo teniendo miedo a esas cosas… ¿Eso me hace débil? —dijo con voz entrecortada mientras escondía su rostro en su pecho.

—Shh, no lo eres. No peleamos con un buen plan. Ya pasó ¿sí? —le respondió mientras acariciaba su cabeza.

Gina podía parecer fuerte pero aún le costaba pelear con esas bestias. Cada vez que veía una acercándose, le recordaba el primer ataque que recibió delante de los cadáveres de sus padres adoptivos. Incluyendo el peso de consciencia de matar a algo vivo.

Después, se separó de su padre para observar la Catedral. No podía soltar lágrimas al ver los daños que hicieron, además del cadáver del demonio en el suelo. Sintió como si toda su emoción e ilusión por la belleza del lugar fueran corrompidas.

Sentía el golpe de la realidad al sentir que las lágrimas no brotaban. El vacío en su pecho no era el que normalmente sentía ante una pérdida o rechazo de un ser querido. David, al verla quieta mirando la iglesia, la sentó en una de las butacas para vendar su herida. Le quitó la chaqueta rota y la tiró contra el cadáver. Luego, desinfectó con agua oxigenada que había en la mochila y vendó la herida.

Ella aún no mostraba reacción alguna, simplemente estaba callada y en silencio.

Por consiguiente, él tiró el cadáver del demonio afuera. En el momento en que se acercó a él, descubrió un teléfono en el suelo, por lo que lo agarró para mostrárselo a su hija. Finalmente se limpió las manos para poder llevar a Gina contra su espalda.

—Ahora descansa un poco —le dijo dulcemente mientras besaba su frente. Ella se aferró a él escondiendo su cara contra su hombro. Luego le mostró el teléfono que había encontrado en el suelo.

—Debe ser el teléfono de Larry, seguro ese demonio se lo robó y le dio una falsa localidad a Guillermo —explicó ella al observar y revisar el teléfono. Luego de ver la lista de tareas, continuó: —Creo que podemos encontrarlo en la universidad de Politécnica.

  • Esperar a los híbridos en la Catedral.
  • Si se demoran, irme a la universidad.
  • Ir a la biblioteca de politécnica para llevar información.   

—Ese chico debe ser un idiota. ¿Por qué mierda Guillermo no habló con él por teléfono? Tenemos que pasar por Madrid a las cinco de la madrugada cuando salen los putos demonios —expresó David con bronca.

—Tranquilo, parece que es bastante despistado. Iremos hacia la universidad ahora —contestó sin ganas.

—Vale, pero ya es la segunda vez que te pasa algo, Gina. Por favor, quédate detrás de mí de ahora en adelante —respondió con seriedad y preocupación. Gina solo suspiró y aceptó para poder descansar un momento. Le dolía un poco la mordida. A pesar de estar herida, mantuvo su aspecto humano con facilidad.

—Hay que tomar algún transporte, queda bastante lejos… —comentó Gina con cansancio al observar el GPS.

—A este horario, ¿qué maldito transporte habría? Además, en bicicleta será difícil contigo en brazos —le respondió mientras la miraba.

—En el GPS muestra que podemos tomar el autobús, pasará uno a las cinco y veinte. Lo tomamos y ya —suspiró con cansancio.

—¿Estás segura de que pasa en ese horario? —preguntó con duda.

—Ya esta saliendo el sol, además es verano —exclamó acurrucádose contra su padre. Él solo asintió con la cabeza dirigiéndose hacia la parada para tomar el primer autobús.

David detuvo uno cuando vio que se acercaba. Se subieron, pagaron el boleto, y  después se sentaron en uno de los asientos vacíos. No había mucha gente, algunos iban y bajaban por trabajo. Cuando el sol comenzó a subir por el cielo, pudieron ver cómo aumentaba la movilización de personas en la ciudad.

—Está haciendo calor…  —exclamó Gina mientras se abanicaba y se sacaba la camiseta, quedando con un sujetador deportivo. David la observó y se percató que se veía más la herida envuelta en vendas.

—¿Estás realmente decidida a hacer esto?

—Me lo preguntaste tantas veces, papá. Deja de preocuparte, ya soy adulta.

David suspiró y revolvió los cabellos de su hija.

—¡Hey! —pronunció la pelirroja riéndose.

Una hora de viaje después, llegaron a la universidad Politécnica, un edificio amplio y grande con escaleras en la entrada. Ambos se adentraron en busca de la biblioteca, que se distinguía de los pasillos en el que estaba dividida entre paredes blancas con bordes de madera y varios ventanales que dejaba ver la cantidad de mesas y muebles con libros.

Finalmente, Gina observó mediante los ventanales a un chico con la cabeza sobre la mesa. Decidió acercarse y rió al verlo dormido sobre un libro. Estaba todo babeado.

David suspiró y lo agitó suavemente para que se despertara de una vez.

—¿Eh? —el chico despertó sobresaltado y confundido con la mitad de su cara con marcas provocadas al estar apoyado sobre el libro. Luego, el chico miró a su  alrededor hasta que centró su mirada en el rostro de Gina. —¿Estoy viendo un ángel…? ¿Me morí? —dijo soñoliento.

—Ya deja de soñar, necesitamos tu ayuda para investigar sobre el Limbo. Me presento, soy Gina y él es mi padre, David —exclamó ella con seriedad mientras suspiraba. Larry se presentó nervioso ante ella al verla en sujetador deportivo. Hasta que miró con detenimiento a David y dijo con sorpresa —¿Martín?

—No se llama Martín. Él es mi padre, David —explicó Gina mientras lo miraba confundida.

—No, yo… Antes me llamaba Martín. Pero, después te contaré. Vamos a empezar con lo que Larry debe decirnos —dijo David con nervios y pidiéndole a Larry con la mirada que no dijera nada.

—Eh… sí, sí, los llevaré a mi aula. Por favor, siganme —exclamó mientras se levantaba y salían de la biblioteca.

Gina los miró con enfado, no le gustaba para nada que su padre le ocultase cosas. La curiosidad y la duda estaban en su cabeza mientras seguía al chico.

2 respuestas a “La gota de esperanza – Capítulo 6”

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