Traducido por Ichigo
Editado por Herijo
Lo más probable es que todos los continentes tuvieran una ciudad así.
Una ciudad a la que se dirigían las chicas solitarias que no tenían adónde ir y los chicos que solo tenían grandes sueños después de huir de sus hogares, llevando solo un poco de equipaje y dinero para el viaje. Un lugar donde apostarían toda su vida para emprender un gran desafío al subir al tren nocturno. Tanto la gente que conocía esa tierra como los que no, aconsejaban a otros que fueran a ella si tenían un sueño que querían realizar. Les decían que fueran a Alfine, la ciudad de los cazadores de sueños.
Situada al oeste del continente, dicha ciudad se presentaba resplandeciente. Aunque estaba en el poniente, era el territorio y la capital de la República de Fine, un país neutral que no había participado en la Guerra Continental. Alfine fue originalmente una ciudad de artesanos, así como el lugar donde solían vivir los ingenieros empleados por la familia real de Fine durante la época prerrepublicana. Hogar de todo tipo de artesanos imaginables, que fabricaban desde artesanías hasta armas, la ciudad destacaba incluso dentro de todo el continente, y desde la antigüedad existía incluso un dicho que decía: “Pregunta en Alfine si esto se puede o no se puede hacer.”
Tales fueron sus orígenes. Con el tiempo, la ciudad de los artesanos se había convertido en una ciudad de mercaderes. Aunque quisieran, los artesanos cualificados nunca podrían liberarse de su relación con los mercaderes que vendían sus productos a precios elevados. Que una persona tuviera talento no garantizaba que fuera capaz de capitalizarlo. Al fin y al cabo, los que podían hacerlo todo por sí mismos eran pocos. Además, hacer un buen uso de las personas era un talento en sí mismo, y los mercaderes destacaban en ese campo.
Gracias a la unión de artesanos y comerciantes, Alfine había logrado convertirse en una metrópolis comercial, con un surtido de mercancías que ningún otro lugar podía comparar. Abierto al público todos los días, el mercado del centro de la ciudad era tan vibrante como lo había sido desde la antigüedad.
Justo después del final de la Guerra Continental, que había dejado una enorme cicatriz, Alfine había conseguido desarrollar un campo aún más avanzado. Si había algún campo que atrajera más atención que nunca, como resultado de la gente herida por la guerra que buscaba una nueva era una vez terminada ésta, sería el campo de la “expresión artística”. Como el teatro, las novelas, la pintura, la música. Lo que significaba que muchas formas de “expresión” hacían resonar sus nombres por todo el mundo gracias a la ayuda prestada por los comerciantes. Más que ser un mero entretenimiento, tenía el poder de conmover a las personas.
La ciudad de los sueños, Alfine, ya podía llamarse una flor en pleno esplendor. Sin embargo, donde había luz, también había sombras. Precisamente por ser una ciudad de sueños, se podía distinguir claramente la disparidad entre los que los habían cumplido y los que no con solo mirarlos.
La ciudad de Alfine era circular y estaba rodeada de altas murallas. Estaba dividida en tres grandes secciones: Primer Distrito, Segundo Distrito y Tercer Distrito.
El Primer Distrito era, sencillamente, el distrito de los ricos. Casas independientes con jardines abarrotaban la zona. Solo las personas influyentes podían vivir en él. Sin embargo, las residencias quedaban desocupadas con frecuencia, por lo que el lugar hacía comprender la lógica de que incluso los prósperos decaerían. Los que obtenían una gloria constante en realidad no eran tantos.
El Segundo Distrito era el centro de la ciudad, donde las tiendas formaban filas. Un conjunto de tiendas de especialidades artesanales alineadas, un mercado que abría a las cinco de la mañana, un teatro, una librería, tiendas de ropa y restaurantes. Si uno viniera a la ciudad por turismo, querría sin duda pasar por este distrito. Como daba a la estación de tren, podía considerarse la puerta de entrada a Alfine.
Y luego estaba el Tercer Distrito. Si los primeros dos distritos eran lugares a los que llegaba la luz del sol, el Tercer Distrito era un lugar oscuro. Era el más alejado de la entrada de la ciudad, la estación de tren. No es que todas las secciones estuvieran claramente separadas, pero uno podía saber en qué distrito se encontraba mirando los edificios. Cuanto más se acercaba uno al Tercer Distrito, más se desvanecían uno a uno los bellos exteriores de las construcciones y aumentaba el número de casas viejas de años de construcción indeterminados. Había pocas residencias separadas; casas de apartamentos adosadas unas a otras como si fueran una amenaza, y uno podía ver una escena plebeya, que tenía una sensación de vida cotidiana.
Los nuevos edificios, las renovaciones y las construcciones se extendían por toda Alfine y su complicada estructura la hacía parecer una ciudad laberíntica, por lo que era el tipo de ciudad en la que uno se perdería pronto, aunque solo se limitara a transitar por las avenidas principales. El Tercer Distrito era el único de esta compleja ciudad con una configuración tan caótica. No tenía jardines encantadores, ni cafés elegantes, ni siquiera hoteles donde los porteros dieran la bienvenida a los huéspedes. Un lugar perfumado por todas partes con el olor de la cena de hoy. Donde se podía oír todo: los bostezos de los gatos, los aullidos de los perros y las risas de los niños. Así era el Tercer Distrito.
Una joven salió de cierto complejo de apartamentos del mencionado distrito. La refinada muchacha vestía una noble capa azul. Su forma de caminar tenía la columna vertebral tensa y erguida. El complejo de apartamentos era un edificio viejo con enredaderas muertas cubriendo sus paredes. Tal vez los residentes fueran maleducados, pues en el momento en que la muchacha salió al exterior, tropezó con algo que alguien había dejado sobre el camino y estuvo a punto de caer. Esquivando los jarrones desconocidos y las plantas decorativas dejadas allí por los residentes originales, así como un caballito de madera de algún niño, bajó por la escalera de hierro negro, sus talones haciendo sonidos al andar.
Afuera había llegado el principio del invierno, pero como este año era cálido, aún no nevaba. Tal vez por haber sido expulsados de casa o por no querer volver a ella, había gente fumando aquí y allá o sentada en un banco dispuesto por alguien y dando de comer a los pájaros.
La chica les saludaba.
—Señorita, ¿va a trabajar ahora? Yo estoy a punto de irme a dormir. Buena suerte con su trabajo.
La hermosa joven, que trabajaba de noche, contestó mientras agitaba la mano con una sonrisa.
—Señorita, ¿qué tal si esta vez pasa la noche conmigo? No tengo ninguna mujer que duerma a mi lado esta noche.
Siempre le daba un codazo en el costado a un gigoló al que nunca le faltaban mujeres y echaba a correr. Mientras corría, su pelo rubio oscuro se mecía suavemente por el aire.
Tendría dieciséis años. Salía sola del complejo de apartamentos y se dirigía a trabajar a la gran ciudad. Con el auge de las mujeres independientes, esto no era raro, pero como sus rasgos faciales aún conservaban cierta infantilidad, la gente, preocupada, solía dirigirse a ella. La llamada señorita era ese tipo de chica.
Sus grandes ojos caídos y su pequeña nariz eran adorables. Esas eran sus características más destacadas, si es que podían considerarse tales. Desde el punto de vista de un adulto, era una chica que podía encontrarse en cualquier parte. Una que no parecía tener nada especial y a la que la gente aconsejaba: “Deberías pensar en tu futuro antes de nada” o “¿Qué tal si te casas?”, por mucho que se esforzara en algo. Ella era ese tipo de chica común.
“Señorita” era un apelativo normal para referirse a las chicas en Alfine, incluso por parte de alguien a quien no conocían. En esta ciudad que mostraba y vendía sueños, el recambio de gente era incesante. Sin embargo, incluso las personas que residían en ella de forma permanente se abstenían de llamar a los nuevos residentes por sus nombres, dándoles en cambio alias, como si concedieran papeles a personajes de ficción. Las mujeres jóvenes eran “señoritas”, los hombres jóvenes eran “chicos” y todos eran “soñadores”. Ella también se había presentado a los residentes. Sin embargo, no lo habían recordado. Al ser llamada “señorita” tantas veces, había decidido aceptar esta costumbre y contentarse con convertirse en una de las “señoritas” de Alfine.
Al pasear por la ciudad, se podían ver montones de nombres de cantantes, escritores y actores famosos en grandes carteles por todas partes. En este lugar, había que ser consumado para que la gente te llamara por tu nombre.
La muchacha de pelo rubio oscuro, que aún no era más que una “señorita”, dejaba atrás el Tercer Distrito y se dirigía al Segundo. Aunque aún era de día, resultaba desconcertante para una chica pasear sola por el Tercer Distrito. El hombre coqueto de antes era un asunto trivial: había varias personas mucho más lúgubres en los alrededores. De ahí que la joven siguiera a paso rápido.
Aunque había gente servicial y gente que la saludaba al pasar, también había quienes se obsesionaban con derribar a los demás y tratarlos con malicia. Eran particularmente notables en esta ciudad, donde la gente competía entre sí por una oportunidad de cumplir sus sueños. En Alfine, las disputas eran tan habituales como el trinar de los pájaros por la mañana.
Por lo tanto, aunque un hombre chocara a propósito con la joven mientras ésta se apresuraba, no era una situación muy sorprendente en Alfine.
—¡Ay…!
Derribada por la barriga de un hombre gordo, la dama cayó de sentón en el acto.
Fue cuando estaba a punto de entrar en el último pasaje del Tercer al Segundo Distrito. El hecho de que el hombre viniera de frente había sido visible para ella, por lo que la joven se había girado hacia un lado para ceder el paso. Había charcos en el camino, porque había llovido el día anterior, así que si la gente no se cedía el paso, se estropearían los zapatos y los calcetines. Como la joven llevaba zapatos nuevos, era una situación que había querido evitar. Si el hombre hubiera pasado primero, podrían haberse adelantado cómodamente. Sin embargo, chocó deliberadamente con la joven que se había movido de lado en la estrecha carretera. Mientras pisaba el charco. Ahí había una clara malicia.
—¡No vengas corriendo hacia mí de esa manera! ¡Te has chocado conmigo a propósito, ¿no?!
Encima, el hombre hacía tales afirmaciones. La joven se quedó un momento aturdida al ver el barro que le había salpicado la cara, la ropa y los zapatos nuevos.
—¡Has sido tú! Te había evitado como es debido.
—No, tú eres la que se ha chocado conmigo hace un momento. ¡¿Qué vas a hacer al respecto?! ¡Me he torcido el brazo por tu culpa! ¡Tendrás que pagar por mi día de trabajo de hoy!
Una rabia hirviente surgió del estómago de la joven. Por supuesto, ella no había golpeado el brazo del hombre. Su barriga la había hecho volar en primer lugar, así que su brazo no tuvo nada que ver. La que se había caído y se había hecho daño en la muñeca era la joven.
Tenía que rechazarlo con una postura firme. La conversación tenía que ser cortante. Tenía que demostrar que no cedería ante un hombre que creía que se saldría con la suya con solo hablar con voz fuerte.
—Yo…
Eso fue lo que pensó.
—¡¿Qué vas a hacer?! ¡No te calles! ¡Vas a pagar! ¡Vamos, enséñame la cartera! ¡Si no pagas, supongo que llamaré a mis amigos y te venderé en algún sitio!
El hombre gritó enfadado, pisando fuerte el suelo. Cada vez que lo hacía, el agua fangosa salpicaba la cara y la ropa de la joven, pero la ira de la otra parte, cercana a la locura, era tan abrumadora que ya no podía preocuparse por eso.
—No tenía intención de… —La voz que realmente salió de la boca de la joven sonaba diferente a la determinación que sentía.
Aquellos que no estaban acostumbrados a la violencia eran incapaces de actuar como habían imaginado cuando se producía una situación así.
—¡Yo…! —A medida que su cuerpo entraba en contacto con las emociones y la amenaza que la otra persona le lanzaba, así como el miedo por la agresividad irracional que la golpeaba, se volvía incapaz de moverse.
—No… tengo dinero… Además, yo… había esquivado…
Por muy inteligente que fuera una persona, los engranajes de su cabeza se paraban, haciéndola incapaz de hablar con claridad. Había un dicho que decía “habla solo si lo que vas a decir es mejor que el silencio.”; pero este era un caso en el que seguirlo solo empeoraba las cosas. La lógica no tenía cabida. Quien gritara más fuerte, ganaría.
—¡Calla, cierra la boca! ¡Vamos, dame el dinero! Si no lo haces, te partiré la cara.
La situación había escalado de una falsa acusación a un chantaje. La joven miró a su alrededor buscando ayuda. Había curiosos que la observaban desde las ventanas de los edificios a ambos lados de la calle, pero en cuanto sus ojos se cruzaban con los de ella, cerraban las ventanas. Había gente detrás, pero se dieron la vuelta, no querían meterse en problemas. Tampoco había rastro de la policía militar que patrullaba día y noche para proteger el orden público del Tercer Distrito.
—¡No te quedes callada! Si no pagas…
Lo único que le quedaba por hacer a una joven que vivía sola en esta gran ciudad era rezar.
Alguien que me ayude…
Cualquiera serviría.
Dios…
Ella no tenía idea de dónde podía estar Él, y aun así.
Ayúdame… Estoy tan asustada que no puedo mover las piernas. Así que por favor.
—Solo haz lo que te digo, o si no…
¡Ayuda…!
—¡Te voy a enseñar lo que te va a pasar…!
El hombre levantó el brazo que decía tener herido. Lo balanceó hacia abajo para golpear los ojos y la nariz de la joven, pero nunca llegó el impacto. El cuerpo del hombre retrocedió bruscamente como si fuera succionado por algo, y cuando se dio cuenta, le habían agarrado los pies por detrás, le habían golpeado las rodillas y había caído al suelo.
Durante el breve instante en el que el hombre caía, el campo de visión frontal de la dama se abrió y pudo ver a una persona. Era una mujer demasiado despampanante y hermosa para aparecer ante alguien en tales circunstancias. Su cabello dorado se mecía suelto y sus ojos azules parecían brillar como si emergieran de su rostro blanco. Con un chirrido de sus botas, la que había dominado al hombre dio un paso adelante.
Jadeando, el hombre huyó hacia la plaza de la fuente, donde la gente comía y bebía alegremente las cosas que había comprado en el mercado. Como todo parecía estar bien ahora, la joven se detuvo frente a su salvadora.
—Ja, ja…
La respiración de la otra no se alteró lo más mínimo.
—Disculpe, yo…
Pensándolo bien, la joven recordó de repente que era la primera vez que decía su nombre a otra persona en mucho tiempo. Por alguna razón, decir su nombre en esta ciudad le resultaba muy incómodo. Al fin y al cabo, aún no sabía si podría llegar a ser alguien. Sin embargo, no quería ser el tipo de persona que no se presentara y mostrara gratitud en este tipo de situaciones.
—Me llamo Leticia… Leticia Aster… Gracias por salvarme… Si quiere… por favor, déjeme recompensarle por ello. ¿Cómo se llama…?
En ese momento, tal vez porque era hora de que comenzara el espectáculo de la fuente, la gente rompió en vítores. La mayoría de las personas de aquella plaza, abarrotada, tenía la mirada cautivada por los gráciles movimientos de agua. Sin embargo, la señorita —no, Leticia— estaba absorta en la persona que tenía delante.
—Soy Violet… Violet Evergarden.
Esta hermosa mujer, de aspecto y voz lustrosos, era una persona que poseía un encanto caprichoso. Llevaba un traje impresionante que parecía salido de una obra de ópera. Su figura era tan elegante como la de una muñeca. Incluso en esta ciudad, que reunía a hombres y mujeres hermosos de todo el mundo, Violet Evergarden tenía una presencia distintiva.
Mientras cierto coronel del ejército esperaba una respuesta a su carta, que nunca llegaría, ella permanecía en esta ciudad debido a que había recibido una petición de trabajo a largo plazo de un cliente que vivía allí. Dicho cliente era un conocido compositor. Se trataba de un trabajo de notación de partituras, algo que ella, tan apasionada por el estudio, había aprendido. El contenido de la petición era que ella tenía que convivir con el compositor y, cada vez que él se pusiera a cantar, anotar las melodías y hacer transcripciones perfectas de ellas en partituras.
En un principio, esta función la llevaban a cabo los discípulos y familiares del compositor, pero quizá debido a su peculiar personalidad, todos habían renunciado. Encargado de la banda sonora de cierta obra como trabajo, el compositor se vio obligado a contratar a alguien, por lo que este trabajo fue contratado por indicación de un novelista. Era una misión de paciencia, por eso era algo de lo que Violet Evergarden no tenía que preocuparse. Si la gente tuviera que hacer un examen por su perseverancia, ella tenía la disposición para conseguir la máxima puntuación.
Para llevar a cabo esta tarea, Violet no había vuelto al Servicio Postal CH en Leidenschaftlich durante mucho tiempo. Naturalmente, no había recibido las cartas de Gilbert; ambos vivían con dolor, pasándose de largo el uno al otro. Habiendo llegado el último día de su trabajo, tras despedirse del compositor y ser despedida por él, emprendió el camino de regreso a casa. Tras unos cuantos transbordos de Alfine a Leidenschaftlich, podría regresar a su hogar.
Sin embargo, allí acababa de ocurrir un incidente.
♦♦♦
—Por eso estaba aquí… pero acabo de perder todo el dinero que tenía, así que me ha salvado —dijo Violet, consumiendo con buenos modales el pan y el té con el que Leticia la había agradecido en un café por haberla ayudado.
Leticia dijo después de parpadear varias veces:
—Así que es una muñeca de recuerdos automáticos que trabajaba aquí, y está regresando de su trabajo…
—Sí.
—Y mientras paseaba por el Segundo Distrito, se perdió en el Tercero, luego se encontró conmigo siendo atacada y me ayudó.
—Sí.
—Y no tiene dinero.
—Sí, ni un céntimo.
—Eh, ¿se le cayó la cartera? Ah, ¿o fue un carterista? Hay muchos por aquí…
—Lo segundo. Pronto me di cuenta de que mi cartera había desaparecido, así que localicé, identifiqué y atrapé al culpable, pero…
—Pero…
Su inexpresividad se desmoronó solo un poco; Violet bajó las cejas:
—El responsable era… un niño aún en sus tiernos años… El lugar donde lo capturé era su residencia, pero ahí no había nadie más que otros como él… Descubrí que, al parecer, todos eran huérfanos que vivían solos…
Con cara de sospecha, Leticia preguntó:
—¿No será que usted simpatizó con ellos y les dejó el dinero?
—No, no se lo di todo. Algunos de los niños que estaban dentro de la casa estaban claramente enfermos, así que tuve que llevarlos a un hospital para que los trataran… y la mitad de mi dinero desapareció.
—Vaya… Es tan buena persona.
—Pensaban ir a un orfanato, y en cuanto les di la cantidad mínima para los gastos de transporte, el peso de mi cartera casi desapareció.
Engullendo el pan que había comprado para ella, Leticia miró fijamente a la hermosa mujer. Parecía alguien que llamaba a la gente por su nombre, no “señorita”, incluso en este tipo de ciudades. Sin embargo, pensó Leticia, era abrumadoramente inadecuada para esta ciudad.
—Señorita Violet… no estoy segura, hum… y no lo digo por ser mala, pero ya sabe… puede que la hayan engañado.
Los movimientos de Violet se detuvieron.
—Sé que hay huérfanos que viven muy cerca en esta ciudad. Pero esos niños son, por así decirlo, criados por la ciudad… Nadie los recoge, pero al parecer, se ganan la vida a diario con la ayuda de los adultos que les rodean, y parece que los turistas son los únicos a los que persiguen para robar carteras.
»A mí también me robaron la primera vez que vine a esta ciudad.
No era como si estuviera reprobando las acciones de Violet, pero Leticia quería darle un consejo basado en su propia experiencia.
—Si va a recuperarlo ahora, todavía debería quedar algo de dinero en su cartera…
Sin embargo, Violet negó con la cabeza.
—Eso podría haber sido cierto antes. Quizás se las arreglaban entre ellos. Sin embargo… estaban postrados por enfermedades. ¿Los adultos de su entorno les proporcionarían medicinas? Los medicamentos son caros.
—Bueno, en efecto… puede que no haya nadie tan bondadoso como para darles medicinas… tendrían que depender de alguien increíblemente rico… Me pregunto si habría alguien así en el Primer Distrito… —Al decirlo, Leticia se arrepintió.
Este era un lugar donde la victoria y la derrota eran claramente visibles, y la gente que vivía aquí era muy consciente de ello.
—Siempre que pido ayuda… tampoco puedo saber si sucederá o no. No es la misma suma que invitar a alguien a desayunar…
Este era un lugar donde la victoria y la derrota eran visibles, y sus habitantes eran conscientes de ello. Si uno buscaba un buen trato y una buena vida, tenía que luchar por ello. Eso se imponía en aquella ciudad. Una ciudad para triunfadores. Una ciudad que no era amable con nadie, especialmente cruel con los huérfanos que, habiendo nacido allí, no conocían otra cosa ni sabían cómo debían vivir.
—Aunque sea como usted dice, señorita Leticia, está bien.
Luchar por algo que no tenía remedio era doloroso. No había salvación en ello.
—Y aunque fuera una falsa enfermedad… creo que lo mejor es que sepan dónde pueden acudir siempre que tengan problemas de verdad… —susurró Violet, bajando sus pestañas doradas y dando un roce al broche que llevaba en el pecho—. Incluso los animales salvajes buscan rebaños. Creo que pedir ayuda… y no rechazar esa petición cuando te la piden… es algo necesario precisamente para aquellos que no conocen asilo… Eso es lo que pienso. Esto también puede… abrir caminos.
—¿Es así?
—Sí, pero es solo mi opinión. Así como usted dice, señorita Leticia, yo…
—No, eso es… —Incapaz de reunir las palabras por alguna razón, Leticia apartó la mirada de ella, mirando el té mientras se balanceaba en su taza de cerámica.
—Perdone… por eso, olvide lo que he dicho antes…
El color del té era claro. Casi como las palabras de Violet. Ella también había estado buscando protección hace un momento. Podría decirse que se había visto acorralada. Quería pedir ayuda, pero todos la habían ignorado como si la hubieran abandonado. Lo más probable es que ella hubiera hecho lo mismo si se enfrentara a la misma situación. Sin embargo, la que tenía delante había acudido en su ayuda sin siquiera oírla decir “ayúdame”. Y, aunque fuera hipotéticamente, le había dicho a dicha persona que podía haber sido engañada, lo cual…
No estuvo bien.
Esa fue una mala afirmación.
Al ser tan inexpresiva, Leticia no podía especular muy bien sus emociones, pero si hubiera hecho lo mismo que Violet y le hubieran dicho lo mismo que a ella, se habría sentido herida. Al recibir la protección desinteresada de Violet, Leticia pudo sentir aún más el peso de sus propias palabras.
—Violet, ¿está buscando ayuda ahora mismo?
Por lo tanto, Leticia se armó de valor para preguntar.
—Me pregunto. Tengo algo de cambio, pero no me alcanza para volver a Leidenschaftlich… a donde quiero volver, así que estoy buscando un trabajo más que una ayuda directa. Hasta ahora solo he tenido dos ocupaciones, así que lo mejor sería que hubiera algún trabajo similar a ellas…
El rostro de Leticia se transformó en una sonrisa brillante.
—¡Entonces, le voy a presentar uno! —Se inclinó hacia delante sobre la mesa, acercando su rostro al de Violet.
—Presentar… ¿es escribir? Si hubiera eso… o un trabajo tipo guardia de seguridad…
—El primero está bien ya que le oí mencionarlo antes, pero ¿el segundo no es raro? No es ese tipo de trabajo. ¡Pero es un trabajo por días, así que puede conseguir el dinero pronto! Vayámonos cuando terminemos de comer esto. Nunca hay suficiente gente, así que debería estar bien. La contratarán enseguida. El trabajo son tareas varias, supongo. Como ser camarera, pasear perros…
—¿Pasear perros?
—La gente rica deja incluso pasear a sus perros a otra persona. Extraño, ¿no? Pero es divertido. ¡Quédese en mi casa hasta que ahorre suficiente dinero! ¡Yo también cocinaré para usted! Aunque use el ferrocarril, se tarda tres días en ir de aquí a Leidenschaftlich, ¿no? Si trabaja durante una semana, debería poder ganar suficiente para los gastos de su viaje de vuelta a casa.
—Me está dando cobijo, por lo que veo.
—¿Eso es… un no? Me salvó, así que tómelo como una retribución…
—¿Está bien que reciba ese asilo?
Porque Leticia ya tenía la respuesta en la punta de la lengua, contestó:
—Saber que hay un lugar al que puede acudir cuando tiene problemas no es algo malo… ¿verdad?
Violet parpadeó sorprendida y al decir “Acepto su ayuda” tras un momento de silencio, las dos jóvenes decidieron acurrucarse juntas por un tiempo en la gran ciudad.
♦♦♦
El eje temporal se desplazó un poco desde el mismo momento en que Violet y Leticia se habían conocido. El escenario de la historia se trasladó a un país del sur: Leidenschaftlich. En la capital, Leiden, un hombre llegaba a la Compañía Postal CH empapado de sudor, a pesar de que era invierno. Habiendo llegado por el ferrocarril transcontinental tras largas horas, tenía una expresión amarga, por razones distintas a la fatiga de su viaje. Era Gilbert Bougainvillea, un coronel del ejército que lucía un rostro melancólico.
Gilbert abrió las puertas con la violencia suficiente para que la campana de aviso a los visitantes sonara estridente. Fue un gesto tosco impropio de él. Mostraba de forma prominente su actual estado mental.
—Si lo que busca es la recepción del correo, es por aquí…
Cuando una empleada le habló a pesar de su asombro, quizás dándose cuenta por fin de que no había compostura en sus actos, se aclaró la garganta y le pidió que llamara al presidente. Afortunadamente, en lugar de la empleada que le puso cara de sospecha, la que se hizo cargo fue la secretaria del presidente, Lux Sibyl, con la que había interactuado, por lo que se apresuró de inmediato a hacer de intermediaria para él.
Gilbert se reunió con su mejor amigo sin esperar mucho.
—¡Gilbert! ¡Estabas vivo!
Mientras pensaba que había oído esta frase antes en alguna parte, Gilbert levantó una mano en señal de saludo. Lux servía té y aperitivos en la sala de recepción a la que le habían permitido entrar. Gilbert, que tenía dignidad sin importar lo que hiciera, tenía algo en él que obligaba a la gente a hacer todo lo posible.
—Presidente, no teníamos buenos dulces… Iré a comprar algunos ahora mismo… —Lux corrió hacia Hodgins. La diferencia de altura les hacía parecer padre e hija.
—Eh, está bien. Es Gilbert.
—¡¿No querría servir buenos aperitivos precisamente porque es el señor Gilbert?! Presidente, ¡¿olvidó que le debe por ese incidente de hace un rato?!
Hodgins se sintió un poco presionado por la feroz idolatría de su subordinada hacia su mejor amigo.
—L-Lo siento… pero creo que él tampoco está de humor para tomar el té tranquilamente.
—Pero…
—Está bien, está bien… Ahora, Gilbert.
Hodgins se rio mientras miraba a su mejor amigo más joven, al que veía por primera vez en mucho tiempo. En realidad le hacía gracia. Era raro que Gilbert estuviera en ese estado.
—Siempre llevas el flequillo peinado hacia atrás y, sin embargo, se te está cayendo.
Al decírselo de forma burlona, Gilbert se arregló el pelo con cara incómoda. Solo hacía esas expresiones faciales delante de su amigo.
—No pude conseguir un carruaje, así que vine corriendo hasta aquí, Hodgins….
—Se trata de la pequeña Violet, ¿no?
—Aún no he dicho nada, pero… sí.
—No podía ser otra cosa, ¿verdad? Siempre que dejas todo de lado y pasas a la acción… Lo entiendo todo, chico Gilbert. Pequeña Lux, ¿cuál es el itinerario de la pequeña Violet?
Al ser preguntada, Lux sacó agitadamente su cuaderno. El cuaderno que siempre tenía en la mano estaba lleno de notas. Quizá su vista había empeorado, ya que Lux lo leía con la cara cerca a pesar de llevar gafas.
—Viaje de negocios de escritora fantasma a Alfine… Humm… Estaba previsto que ya hubiera regresado a la oficina central, pero aún no lo ha hecho. Es posible que su periodo de contratación se haya ampliado allí.
—¿Cuáles son sus planes después de volver de Alfine?
—Dijo que quería dejarla descansar de momento, así que se va a tomar unas vacaciones. Hace unos meses que trabaja sin parar.
—Entonces no causará problemas a otros clientes, así que puede que haya aceptado una prórroga. Cuando se trata de la pequeña Violet, dejo esas cosas a su propia discreción… ¿Cuándo exactamente se suponía que debía volver?
—Hace cinco días.
—No sería raro que se pusiera en contacto con nosotros, entonces. Pequeña Lux, ve a revisar las cartas urgentes del correo interno; es eso o un telegrama… El correo interno se ha estado acumulando últimamente, así que podría haber algún aviso de ella.
—¡Iré a mirar ahora mismo! —Lux dijo a Gilbert en lugar de a Hodgins como si hiciera una declaración, luego puso su pequeño cuerpo en movimiento y salió de la habitación.
Sintiendo que la situación se había agravado por su culpa, Gilbert se quedó mirando en la dirección en la que Lux se había ido, con cara de disculpa.
—¿Está bien que no vaya con ella? Vine aquí de la nada y, sin embargo, lo único que hago es darle problemas… Seguro tiene otras obligaciones.
Hodgins hizo un gesto a Gilbert para que se sentara en una de las sillas de la sala de recepción, y luego se sentó él mismo. Después de confirmar que Gilbert estaba sentado, habló:
—Está bien, está bien. Cuando la pequeña Lux se lesionó, tú le conseguiste un hospital y alojamiento, ¿verdad? Ella estaba muy agradecida por eso, así que quiere ser de ayuda. Mi secretaria es una buena chica. Déjala hacer lo que quiera.
—Sobre eso… Violet es la que está bajo tu cuidado normalmente… así que quería compensarte por ello. Ahora voy a tener que pagar un precio mayor…
—De eso se tratan los lazos y los favores, ¿no es así…? Por cierto, has vuelto antes de lo previsto, pero ¿es por poco tiempo?
—Así es.
—¿Por la pequeña Violet?
—Bueno, por los dos…por nosotros.
—Aunque no vuelves cuando es por mí… —dijo Hodgins como enfurruñado, a lo que Gilbert replicó consternado.
—Intenta contar las cosas que he hecho por ti. ¿Crees que cualquier otro podría hacerlo?
Una cosa que le vino a la mente fue que Gilbert había borrado los documentos que Hodgins se vio obligado a firmar por otra empresa. Habían estado juntos desde que eran estudiantes, así que no pudo decir nada cuando se lo recordaron. Hodgins fingió ignorancia silbando con sus labios bellamente teñidos.
—Las cosas que tú también has hecho por mí no las puede hacer cualquiera. Soy consciente de ello. Si no expresarlo con palabras te hace sentir inseguro, ¿debería decirte que te quiero?
Casi dejó caer al suelo la taza de té que tenía en la mano. Temblores recorrieron el cuerpo de Hodgins. Como para librarse de ellos, gritó:
—¡Gilbert! ¡Pequeño…! Díselo solo a la pequeña Violet.
El que le había provocado los temblores tenía un rostro imperturbable.
—Yo tampoco quiero decirlo. Entonces no te enfurruñes más.
—¿Qué te pasa…? A veces me dices cosas increíbles a pesar de que sueles ser tan frío, ¿eh? Eso es malo para el corazón cuando estás acostumbrado a un trato lejano, ¿sabes? Me hizo recordar nuestros días en el ejército… cuando tuvimos que marchar sumergidos en un río helado… Se me estrujó el corazón de esa manera.
—Sí que eres egoísta… ¿Quieres que me preocupe por ti o no…?
—Quiero que te preocupes por mí de la manera apropiada: hazlo bien.
—Hodgins… si vas a llamarme “chico”, ¿no puedes actuar un poco más adulto? Y lo más importante… ha vuelto —dijo Gilbert, confirmando que había alguien detrás de Lux cuando entró trotando.
Un joven rubio y hermoso que se parecía a Violet, solo que con otros colores. Era Benedict Blue, que había pasado de repartidor a presidente de una empresa filial. El aire que le rodeaba y su aspecto habían cambiado un poco respecto a antes. Los tacones que le gustaba llevar eran los mismos de siempre, combinados con una esbelta chaqueta y pantalones a juego, el pelo más corto y un pendiente añadido en una de sus orejas. Su belleza andrógina ya existía antes, pero ahora rezumaba un atractivo sexual propio de un adulto acorde a su cargo.
—Benedict, ¿qué sucede?
Benedict miró brevemente a Gilbert, pero volvió a mirar a Hodgins sin decirle nada.
—Estaba cerca, así que pasé a saludar. Tenía algo de lo que quería hablar antes de la próxima reunión ordinaria. Por cierto, no acumules el correo interno. ¿Por qué nadie más se encarga de eso a menos que lo haga yo mismo?
—Vaya~, qué vergüenza… la coordinación para cubrir las tareas que tú hacías aún no se ha puesto en marcha. Al final nacerán dos o tres como tú.
—Eso es un poco asqueroso, así que basta. Solo soy yo mismo… Además, esto es, ¿verdad…?
El nombre del remitente escrito en la carta que les tendió bruscamente era “Violet Evergarden”. Al parecer, la había rescatado del correo de la empresa, que se había estancado debido a los cambios de personal dentro de la corporación. Lo más probable es que, incapaz de ignorar a la pequeña Lux mientras casi se caía dentro del buzón, la hubiera ayudado.
La mano que sostenía la carta estaba justo entre Hodgins y Gilbert, pero Benedict la retiró ampliamente hacia un lado en el momento en que Gilbert alargó la mano hacia ella.
Como para burlarse de la callada irritación de Gilbert, Benedict dijo:
—Señor soldado, eso es correspondencia interna. ¿Entiende lo que significa? Confidencial.
—Parece que me odias bastante.
—No se trata de odiar o gustar. No importa si estás saliendo con V o lo que sea; no puedo perdonar a nadie que la haga sentir mal. Eres mucho mayor que ella y, sin embargo, no tienes reparos, ¿verdad?
Lux golpeó en silencio el costado de Benedict, pero éste continuó hablando:
—Probablemente nunca podré digerir las cosas que le has hecho y le vas a hacer. Porque a mí me parece que estás jugando con V.
El ataque de Lux se había convertido ahora en una serie de golpes de puño usando ambos brazos, pero lamentablemente, como era ligera y delicada, no funcionó con Benedict.
—Violet y yo no existimos para complacer a nadie. Ese es solo nuestro problema.
—No, ya no es solo tu chica soldado. Era tu subordinada, ¿no? Si es así, es como mi hermana pequeña, es básicamente una hija para el Viejo y es la mejor amiga de Lux. Además, es una impresionante muñeca de recuerdos automáticos para los clientes que conoció. Ya no te pertenece solo a ti.
Extrañamente, Hodgins miraba a Benedict con una mirada ligeramente alentadora. Al principio, dio muestras de que iba a intentar detenerlo, pero ahora ya no. Después de todo, Hodgins sabía que si Benedict estuviera siendo hostil de verdad, no diría solo eso.
—Pero V está enamorada de ti.
Este fue el último lanzamiento de Benedict.
—Si tú… nos la arrebatas…
Así como su última concesión.
—O la haces infeliz….
Y, muy probablemente, el perdón.
—¿Son esas tus condiciones para mostrarme la carta?
—Así es. Porque es confidencial. Pueden ser amantes o lo que sea, pero no tenemos ninguna obligación de que sepas dónde está nuestra empleada y qué está haciendo ahora mismo. Pero ha estado triste últimamente…
»Eso también es probablemente culpa tuya.
—Yo…
—Escucha; tienes que lidiar con las cosas que has hecho por tu cuenta. Haz que V sea capaz de sonreír la próxima vez que la vea.
Por fin, Gilbert dirigió la mirada que había desviado hacia Benedict. Poniendo antencion, se parecía un poco a Violet. Cabello dorado y ojos hermosos. Esos ojos transmitían la verdad de que este hombre se preocupaba por la mujer que Gilbert amaba como si fuera su verdadera hermana.
—Rara vez sonríe. Es muy difícil… Asegúrate de hacerlo a cambio de recibir esto.
Tenía una actitud grosera, pero no había mentira en su afecto.
—Entendido, señor Azul. Pero Violet ha estado sonriendo a mi alrededor más seguido últimamente.
—¡Tú! No tenías que decir eso, ¿verdad? ¡¿No puedes hacer un poco más de concesiones conmigo?!
Hodgins resopló sin pensar. La charla entre Benedict y Gilbert era casi como las que solían tener en su juventud. Hodgins y Gilbert también habían chocado al principio.
Hodgins se interpuso entre los dos hombres que discutían por una mujer.
—¿Qué tal si dejamos la discusión así y nos limitamos a abrir la carta para echar un vistazo al contenido? Yo también tengo curiosidad… Pequeña Lux, préstame un abrecartas.
Lux ya lo tenía en la mano antes de que Hodgins se lo pidiera. Era un abrecartas especial de la Compañía Postal CH. Abrió la carta con cuidado. Dentro había un mensaje de Violet para ellos. Tenía solo unas pocas líneas de palabras sencillas escritas con caligrafía limpia.
—Ejem… Voy a leerlo. “Debido a la pérdida de todo el dinero en mi poder, no tengo ninguna perspectiva de regresar por ahora. Me encontré con una benefactora, que me presentó un trabajo a través del cual puedo asegurar los gastos de transporte. La fecha prevista para mi regreso ya ha pasado, pero las reservas actuales para mí están muy adelantadas, así que le agradecería que tratara esto como unas vacaciones… Por ahora, indicaré la dirección del primer lugar donde me alojaré. Violet Evergarden”…
Por un momento, un pesado silencio se extendió entre los cuatro reunidos. Aunque sus sentimientos eran algo diferentes, todos tenían algo en común: Violet Evergarden nunca les pedía ayuda en tales circunstancias. Esta era su resignación.
Lux abrió la boca después de que todos hubieran soltado un suspiro:
—Así es Violet, ¿eh?
Era un comentario reflexivo a su manera. Si Gilbert no estuviera presente, hubiera dicho: “¡Violet, tonta! ¡¿Por qué no nos pides ayuda?!”
—¿Se le cayó la cartera…? ¿Pasó algo…? Debería elegir una opción. Sería estupendo que hubiera escrito “vengan a recogerme” o algo así, pero decirnos que tratemos los días que no va a volver como las vacaciones que tenía programadas es…
Benedict estaba exasperado. Era como su querida hermana pequeña, pero no le gustaba esa parte de ella. Si ella estuviera aquí, le habría dado un golpe de kárate en la cabeza.
—¿Por qué tomó esa decisión…? Si hubiera pedido a alguien que viniera a recogerla en esa carta, podría entenderlo. Es directa con las cosas más raras, y sin embargo es muy reservada en momentos así.
Gilbert, que había convivido y educado a Violet durante cuatro años, escuchó la conversación entre ellos con oídos doloridos.
Debe ser culpa mía.
No pudo evitar pensar que la naturaleza de su relación y el hecho de que ella solía ser un arma fueron factores importantes para que terminara teniendo este tipo de personalidad.
—Ah~, oye… —Como si se diera cuenta de lo que Gilbert estaba pensando, Hodgins habló para cambiar de tema—. Bueno, ese también es un lado adorable de la pequeña Violet. Más importante, tenemos que decidir si debemos esperar su regreso. Aunque volverá sin que tengamos que preocuparnos…
—Así es. Si es Violet, creo que volverá a casa sin importar los medios, pero…
—No esperaré a que vuelva. Iré a buscarla yo mismo.
Hodgins alzó una voz de duda ante la conmovedora declaración de Gilbert:
—Gilbert, ¿estarás bien con tu trabajo? La pequeña Violet está en Alfine. Ya sea por ferrocarril o en coche… o incluso si alguien del servicio de correos como yo acelerara por las rutas más cortas que conozco, tardaría día y medio en llegar.
—Esta charla llevaba a eso desde el principio. Vine aquí después de dejar mi trabajo a los subordinados que formé y de tomarme un descanso de una semana para quedarme.
—¿No se cruzarán aunque vayas allí…?
—Tal vez. Aun así… voy a ir.
Dos emociones, una con respecto a su “mejor amigo Gilbert” y otra con respecto a “ser el guardián de Violet Evergarden”, luchaban entre sí en el interior de Hodgins, haciendo que se preocupara por cada detalle.
¡¿Por qué todas las personas que me agradan son tipos temerarios a los que no se puede dejar solos…?!
Hodgins había llegado a la conclusión de que el hecho de que Gilbert se tomara la molestia de hacer una pausa en el trabajo para venir significaba que la relación entre ambos estaba a punto de derrumbarse, hasta el punto de que había que arreglarla en persona.
Deberías esforzarte más por vivir feliz… Mi corazón no durará.
Siendo tan altruista, se encontró pensando en los problemas de los demás como si fueran suyos.
—Nos vemos, Hodgins.
—No, espera.
—Me voy.
—Espera, voy a ver si hay algo que pueda hacer.
—Te debo una.
—Te estoy diciendo que esperes… ¡Espera, cabeza hueca! Me las arreglaré con mis contactos y haré que alguien busque a la pequeña Violet en Alfine.
Gilbert asintió, pero no se quitó la capa que se había vuelto a poner.
—Ya veo. Entonces seguiré mi camino mientras tanto.
Al parecer, no pensaba ceder en su decisión de ir a buscarla, aunque fuera por terquedad.
—¡Caramba~! ¿No deberíamos esperar al resultado de eso antes de salir? ¡¿Qué vas a hacer si la pequeña Violet vuelve mañana?!
Gilbert se quedó en silencio por un momento. Las preocupaciones de Hodgins eran comprensibles para él. No era un niño. Era un hombre adulto con una posición que mantener. En lugar de buscarla y actuar al azar, debía buscar algo más seguro. Ese era, sin duda, el curso de acción ideal para un adulto.
—Si es así, sería un alivio que estuviera a salvo. Incluso si nos cruzamos, me parece bien mientras su seguridad esté garantizada.
Sin embargo, las emociones no funcionan de forma lógica.
—Hodgins… En efecto, ella seguro está bien. Yo también lo creo.
El llamado “enamoramiento”…
—Pero que yo vaya a buscar a la persona que amo es un asunto diferente. Esté bien o no, voy allí para protegerla. Nunca tomaría atajos cuando se trata de ella.
Era un efecto del “amor”.
Ante las palabras de Gilbert, Lux apretó las manos contra su pecho mientras Benedict se ponía rojo hasta las orejas, con la cara crispada.
—Coronel, yo… aunque la gente se oponga a su relación, los apoyaré pase lo que pase.
—Tú… seguro… que puedes decir… algo así… delante de los demás, ¿eh?
Su interlocutor ponía cara de indiferencia ante las diferentes reacciones de cada uno de ellos.
—Puedes decir lo que quieras. La quiero más de lo que crees. Y seguro que lo he dejado claro antes, pero… si se trata de ser un perro guardián, yo soy el mejor
El siguiente insulto que Benedict quiso decir se atascó en su garganta ante las palabras de Gilbert.
—¿Hablas en serio?
—No sé a qué te refieres, pero cuando se trata de Violet, siempre hablo en serio.
—¿Ah, sí?
Benedict le había preguntado si hablaba en serio tanto por Violet como por su propio bien. Lo más probable es que a partir de ahora también hubiera ojos interrogantes mirándole de la misma manera que Benedict.
—Hodgins, no importa cuántas veces me detengas, me voy.
Y Gilbert Bougainvillea seguiría amando a Violet Evergarden, aunque tuviera que apartarlos. Benedict entendió ahora que este era el tipo de hombre que era.
—¡Aah, caramba…! ¡Gilbert, eres un tipo tan impaciente! ¡Lo entiendo, lo entiendo! Llamaré a las líneas telefónicas que comunican con Alfine e intentaré contactarla, así que cuando llegues… humm…. ¡Pequeña Lux, dame algo para escribir!
En el cuaderno de Lux, Hodgins escribió frenéticamente el nombre de una licorería de Alfine con la que su casa comerciaba. Gilbert lo dobló con cuidado y lo guardó en el bolsillo de su capa. Cuando intentó marcharse de nuevo con un “hasta luego”, le tiraron del brazo.
Mordiéndose el labio y poniendo cara de estar reteniendo algo, Benedict dijo en voz baja:
—Espera…
—¿Pasa algo?
—Sabes, puedes… ir a Alfine desde la estación de tren de Leidenschaftlich, pero es más rápido cruzar el puente con un coche e ir desde la estación del pueblo de al lado.
—Ya veo. Gracias por esta información tan útil, señor Blue.
—No he terminado de hablar. De todos modos… me he convertido en director general, así que vine aquí en mi nuevo coche… No es por presumir, pero es bastante rápido. Eres un tipo rico, así que probablemente encargarás un carruaje o un coche a alguien. Si quieres ir allí lo más rápido posible, sube a mi querido coche. Si nos damos prisa ahora, habrá un tren para que subas. ¿Qué vas a hacer…?
Su actitud era brusca y ni siquiera como adulación podía considerarse amistosa su forma de hablar.
—Si no quieres ir en mi coche, haz lo que quieras.
A pesar de todo, incluso alguien como Gilbert, que no era cercano a él en absoluto, podía entender que este era su mejor intento de amabilidad. Viendo su expresión tímida, con cara de estar soportando algo, cualquiera sería capaz.
—Tiene mi gratitud, señor Blue.
—Deja de llamarme así.
—Señor Benedict.
—Para, para, solo “Benedict” está bien. Tampoco usaré títulos contigo.
—Te lo agradezco de verdad, Benedict.
Cuando Benedict chasqueó la lengua y dijo:
—Tienes una deuda conmigo, Bougainvillea.
Gilbert se rió delante de él por primera vez.
♦♦♦
La historia de dos jóvenes acurrucadas la una junto a la otra se desarrollaba con Alfine como escenario.
Tal era la rutina diaria que Leticia Aster solía hacer sola. Después de levantarse por la mañana, mojaba en sopa el pan duro que había comprado el día anterior y se lo comía. Y, luego, primero iba a hacer un trabajo asalariado. Eran trabajos de corta duración que no le llevaban más de tres horas. Una vez que terminaba su tiempo de trabajo de la mañana al mediodía y podía comer, se dirigía al siguiente lugar. Iba del Segundo al Primer Distrito a pasear a los grandes perros blancos que adoraba una popular actriz. Eran tres en total, así que la cuesta que tenía que subir mientras tiraban de ella era, literalmente, el camino al infierno. Después de devolver a los perros a su casa, tenía un breve descanso hasta su trabajo nocturno. Se quedaba mirando los preciosos vestidos alineados en el escaparate de una tienda de ropa que ella admiraba. Costaban una suma que ella nunca podría permitirse, así que, de hecho, solo podía mirarlos.
Su ajetreado día solía ser una batalla en solitario.
—¿Te gusta ese vestido?
—Sí, me gusta.
Sin embargo, ahora tenía a su lado a una compañera de piso por tiempo limitado, a la que no podía llamar amiga ni conocida. Era una chica muy excéntrica, que a primera vista parecía dócil y frágil, como si no hubiera levantado nada pesado en su vida, pero en realidad no era así. Al contrario, se movía mucho y trabajaba bien.
Mientras Leticia fregaba tres platos, ella ya había lavado veinte; mientras Leticia daba vueltas en círculos y perdía el aliento por un solo perro, Violet llevaba bajo el brazo a los perros que se habían cansado de pasear (cosa que Leticia le aconsejó que dejara de hacer, pues eso no podía considerarse llevarlos de paseo). Mientras realizaba impecable y sin expresión el doble de trabajo que una persona normal, su figura era casi la de una muñeca mecánica.
Era la primera vez que Leticia conocía a una muñeca de recuerdos automáticos, así que no tenía ni idea, pero era imposible que todas funcionaran como Violet. Tenía el carácter de una trabajadora. A pesar de que acababa de empezar, Leticia era la que aprendía observándola la mayor parte del tiempo, lo que hacía que esta última se impresionara a menudo.
En los ojos azules de Violet se reflejaba un vestido blanco puro de pétalos de lirio esparcidos, el que Leticia había dicho que le gustaba.
—Parece que te sentaría mejor que a mí —dijo Leticia muy seria.
Sin embargo, Violet negó con la cabeza.
—Este tipo de cosas no me quedan bien. Tengo prótesis, después de todo.
Como ya llevaba unos días viviendo con ella, Leticia ya sabía lo que había detrás del crujido de las manos de Violet. Además de lo frías y duras que eran al tacto.
—También tienen unos vestidos maravillosos de manga larga y guantes largos. ¿Y ése?
Sin embargo, no era raro ver amputados, incluso en Alfine. Aunque la Gran Guerra había terminado, la época de la gente que la había vivido no había terminado. Incluso ahora, todos seguían luchando contra las secuelas de una guerra que debería haber llegado a su fin.
—Los que llevan capa también son bonitos, ¿eh?
Como Leticia aún era una niña, no sabía qué hacer cuando se encontraba con alguien que tenía una historia que ella desconocía.
—Leticia, ahora que lo pienso, el precio de la etiqueta… ha bajado.
—¡No puede ser! Es verdad… ya veo. Seguro que tienen pensado cambiar este escaparate. Eh, pero aunque sea más barato, sigue siendo caro… Si yo tuviera un vestido así… también podría…
—¿Añado mi dinero a eso? Tal vez sea suficiente si lo hago.
—Pero entonces, Violet, no podrás volver a casa. Estás poniendo el carro delante de los bueyes… Aun así, gracias.
Violet puso una cara ligeramente arrepentida.
—Sería estupendo que hubiera trabajos mejores…
—De verdad… Es suficiente para vivir, pero no para comprar las cosas que queremos, ¿no?
Lo más probable es que esto fuera algo que la gente de todo el mundo pensaba al menos una vez. Desde que se inventó el dinero, la gente se dejaba llevar por él.
—Cómo mis padres y todos los demás eran tan ricos es… nada más que un misterio para mí ahora.
—¿Tu familia es rica?
—Sí… pero yo me he ido de casa, así que no tiene nada que ver conmigo.
Con cara de desgana, Leticia apartó los ojos de los vestidos y comenzó a alejarse. Violet la seguía con cierto retraso. Quedaba tiempo libre hasta su trabajo nocturno, así que las dos estuvieron deambulando, pues no tenían nada que hacer en el Segundo Distrito. Violet, que no era la más indicada para la acción sin rumbo, solo podía seguirla de un lado a otro.
Mientras caminaban en silencio durante un rato, la campana de la torre del reloj situada en el centro del Segundo Distrito sonó con estrépito. El dúo se detuvo involuntariamente. La torre del reloj empezó entonces a tocar una canción que servía para informar de la hora. Era un sonido dulce y suave, similar a la melodía de una caja de música.
—Hoy es el “Lucero del Alba”.
Disipado su aspecto melancólico de antes, Leticia se volteó hacia Violet con una sonrisa. Ésta se giró hacia ella ladeando el cuello.
—¿Qué sería “Lucero del Alba”…?
—¿No la conoces? ¿Nunca la cantaste de pequeña?
—No recuerdo que me enseñaran esa canción. No habría servido de nada enseñarme muchas canciones de niña, así que apoyo la decisión de no hacerlo.
—¿Es así…? Aunque es una canción infantil bastante conocida… Esta torre del reloj toca una canción diferente cada vez que da la hora. El “Lucero del Alba” dice así…
Tras tomar aliento, Leticia comenzó a cantar con una hermosa voz que reverberaba fuerte y clara, algo que uno no esperaría de su apariencia.
—Dominando los cielos orientales, el Lucero del Alba brilla en el cielo antes del amanecer. Si estás llorando, mírala esta belleza hará cesar tus lágrimas. Tú, que una vez estuviste en brazos de tu madre, y que ahora lloras por no poder levantarte, siempre estás mirando lo mismo. Dominando los cielos orientales, el Lucero del Alba brilla en el cielo antes del amanecer. Siempre te está mirando. El Lucero del Alba observa tu vida a medida que avanza. Mirando los cielos de oriente, aunque cierres los ojos. El Lucero del Alba brilla sobre el mundo entero. Dominando los cielos orientales. Incluso si mueres, justo antes de cerrar los ojos. Contemplando los cielos orientales. El Lucero del Alba brilla.
Al terminar la música, con rasgos faciales que aún conservaban algo infantil en ellos, Leticia sonrió y dijo:
—Ese es el tipo de canción que es.
Estupefacta, Violet movió las manos como si la estuvieran manipulando y aplaudió automáticamente. Leticia había cantado para Violet, pero la gente de su entorno también daba pequeñas palmadas.
—M-Muchas gracias.
Incluso en medio de la ciudad, muchos artistas ganaban dinero con su arte en el Segundo Distrito, así que la gente podría haber pensado que este era su caso. Cuando un transeúnte comentó: “Tienes buena voz”, ella respondió con gratitud, ruborizada.
—Eres buena cantando —dijo Violet como asombrada, lo que provocó aún más alegría y timidez en el fondo del pecho de Leticia.
Si es ahora…
Leticia miró a Violet a los ojos.
Si es ahora, quizá pueda decirlo.
Aquellos ojos azules eran transparentes como el cristal, reflejando a la persona que tenía enfrente.
—Espero convertirme en cantante.
Tras expresarlo, Leticia pensó: “Lo he dicho de verdad”, y se arrepintió al instante. Cada vez que le decía a alguien que aspiraba a ser cantante, la reacción que recibía a cambio ya era obvia: o bien era un apático “esfuérzate”, o bien le decían “en vez de eso, vive una vida decente.” Esto no se limitaba solo a los que querían ser cantantes. Hablar de los propios sueños era, de hecho, algo muy sencillo, pero a veces se trataba como si fuera un problema. Esas experiencias eran la razón por la que a Leticia le costaba tanto hablar. Además, Leticia era una simple “señorita” en esta ciudad. La “señorita” Leticia no tenía nada y, sin embargo, hablaba de sus sueños. Esto ya estaba registrado en su mente como una acción vergonzosa.
—Cantante —murmuró Violet lo que habían dicho como para confirmarlo.
—Sí… cantante —murmuró Leticia de la misma manera.
Una vez que lo dijo, el hecho de que eso fuera cierto incluso para ella misma la atravesó. Le atravesó el pecho con bastante fuerza. Cada vez que se lo decía a alguien, las palabras cobraban fuerza.
Ah, yo…
Siempre había sido así.
Yo… Yo…
Sin embargo, hablar de ello con alguien de su misma generación fue lo que remató la situación.
De verdad deseo ser cantante.
Era una cazadora de sueños.
—¿Te vas a reír?
Seguía siendo una cazadora de sueños, que no quería que nadie ridiculizara su confesión. Violet Evergarden tardó un rato en decidir cómo responder a la pregunta.
Los pasos ligeros de los niños corriendo por la ciudad invernal. Los ruidos de las suelas de los zapatos de alguien que camina firme con unos tacones tan altos que parece que sus piernas se vayan a desmoronar en cualquier momento. Los sonidos de las palomas volando de un árbol a otro junto a la carretera. Pasó tanto tiempo en medio de la quietud creada entre las dos que todas estas cosas se oían con bastante claridad.
¿Tan difícil era la pregunta? Poco a poco, Leticia fue incapaz de soportarlo y bajó la cabeza como para mirar al suelo. Cuando Leticia cerró los ojos, por fin se oyó una voz desprovista de su habitual timbre digno, en la que se podía sentir vacilación.
—No me burlaré de ti. —Violet dio una respuesta extremadamente sincera. Hablaba con tanta normalidad que aquello se convirtió en una conversación cotidiana.
Para Leticia, este tema era esencial en su vida.
Bueno, Violet no tiene nada que ver, así que supongo que no se puede evitar…
Sin embargo, tal vez atorada en algo, Violet continuó con una pregunta.
—Mis disculpas por tardar tanto en responder. Estaba pensando… Leticia, ¿por qué me dijiste eso esperando que me riera de ti…?
»Sentí que era una pregunta muy importante. Por eso, me tomé un tiempo, reflexioné sobre ella y respondí con mis sinceros sentimientos, pero ¿te herí con eso?
—No.
—Me alegro. En cualquier caso, no entendí por qué supusiste que me reiría.
—Erm… sobre eso…
Esta chica es una descubridora.
En ese momento, por la razón que fuera, eso fue lo que pensó Leticia. Estar con Violet la hacía sentirse así a veces. Era como asomarse a la imagen de sí misma reflejada en la superficie del agua, como verse reflejada en un espejo mientras sujetaba otro espejo, y también como destapar su propia tumba. Así la hacía sentir Violet.
—Eso es… Bueno, ya ves…
Pero no era una forma desagradable de quedar al descubierto. Al fin y al cabo, aunque desenterrara una tumba que no quería que quedara expuesta y se enfrentara a una realidad desagradable, su compañera de piso no huiría de ella, sino que se quedaría allí por ella. Y entonces, en silencio, le haría preguntas. Pensaba en la otra persona y la escuchaba con atención. A medida que lo hacía, Leticia sentía deseos de hablar a pesar de su vergüenza y timidez.
Acabó preguntando con labios temblorosos:
—Quiero decir… ¿no es incómodo?
Sí, como era de esperar, cuanto más explicaba el asunto en detalle, más embarazoso resultaba por alguna razón.
—Ya es un negocio que ha crecido tanto después de la guerra.
Después de todo, ella aún no había logrado nada.
—Y aun así, incluso cuando decimos que es una forma de arte, la mayoría de los adultos nos dice que es solo por diversión.
Luego intentaba protegerse enumerando todo tipo de razones.
—Que este tipo de cosas… son solo jóvenes haciendo el tonto y sin mirar la realidad… y cosas… así.
Sería estupendo que tuviera más confianza al hablar de ello.
—Dicen que debemos encontrar trabajos que sean útiles a la gente y se burlan de nosotros…
A ella le gustaba cantar. Disfrutaba mucho, muchísimo, y solo quería que los demás la escucharan. Eso era lo que quería hacer con su vida, y deseaba tener más confianza al decirlo.
—No soy nadie, así que cuando hablo de ello, todo el mundo me dice estas cosas, como si intentaran hacerme despertar de una fiebre… Cuando esto se repite, te vuelves incapaz de decir… con confianza… que eres una aspirante a cantante.
—¿Te han dicho eso?
—Unas cien veces ya…
—¿Se lo preguntaste a cien personas?
—No, no tantas… H-Hum… por eso, Violet… quería preguntarte… si tú también… si incluso tú… ibas a burlarte del hecho de que… alguien como yo aspire a ser cantante. Eso es todo… Perdona, he hecho una pregunta un poco complicada, ¿no?
Hubo una breve pausa. Violet había descubierto puntos en común entre la respuesta de Leticia y su propio cuestionamiento.
—Leticia. —Violet hizo una demostración golpeando una de sus manos protésicas enguantadas contra la otra—. Soy una exsoldado. Me las implantaron en el cuerpo después de herirme.
—Ya veo…
—Cuando era soldado, esto era necesario.
—Ya veo.
—Después de la guerra, tras mi ocupación como soldado, cambié de trabajo a muñeca de recuerdos automáticos. Todavía no lo entendía en aquel momento, pero el presidente de mi empresa tiene una excelente previsión, y después de la guerra, las llamadas empresas postales… Las llamadas muñecas de recuerdos automáticos eran una necesidad. Debido a que muchas personas son incapaces de escribir por varias razones, pero fueron capaces de permitirse el tiempo libre para desear entregar sus sentimientos. Por supuesto, también eran necesarias en tiempos de guerra… pero no bastaban… —Violet volvía a mirar a Leticia con ojos más decididos que antes.
—Si este negocio creció después de la guerra, quiere decir que ahora es necesario. También lo es mi trabajo de escritora fantasma. Ahora es necesario.
Sus ojos brillantes reflejaban a Leticia, que seguía siendo una don nadie, mientras la aceptaba.
—Así que… no eres una vergüenza. Aunque algún día… ya no seas necesaria, como yo cuando era soldado… —Las palabras de Violet sonaban casi como si se las dijera a sí misma.
—¿Es así? —Tras decir esto, asintió y susurró una vez más: —Incluso entonces, no serás una vergüenza.
—Violet, ¿tú también tienes momentos en los que te consideras vergonzosa…? Lo siento; no tienes que contestar si no quieres.
Violet movió la mano para tocarse el broche del pecho. Sin embargo, se detuvo a mitad de camino, con la mano en el aire, casi cerrándose en un puño. Entonces dio una respuesta que Leticia nunca habría podido predecir.
—Cuando pienso en… la persona de la que estoy enamorada, me siento avergonzada.
Leticia se quedó sorprendida. A lo largo de las cuatro estaciones, también en este año le habían pasado muchas cosas, mientras vivía su vida aspirando a ser cantante, pero este invierno fue cuando se enteró de lo más sorprendente de todo el año. Como que la joven con aspecto de muñeca que tenía delante estaba enamorada.
—¿Tienes un amante? —Parecía ridículo, pero tanto sus manos como su voz temblaban.
—Sí.
La impresión que tenía al mirar a Violet cambió drásticamente desde hacía un segundo.
—Eh, no puede ser. ¿Es así…? Eeh… ¿Es así? E-Eres un adulto…
Hasta hace un momento, tenía la impresión de que Violet no tenía nada de humana y se movía tan hábilmente como una muñeca, pero ahora su humanidad se había multiplicado por cien.
—Violet, eres tan adulta…
—Acabo de darme cuenta.
—¿De qué?
—De que no tengo confianza… Cuando se trata de mi amado, pierdo la confianza. Leticia, yo pensaba que a ti no tenían por qué importarte las cosas de las que hablabas. Pero si a mí me dijeran lo mismo, no creo que pudiera disipar esa sensación… Si nos falta confianza, los sueños también se convierten en una vergüenza.
Violet murmuró entonces poco a poco:
—Así que la vergüenza está ligada a la falta de confianza. Siempre que estoy con el objeto de mis afectos, siento que yo —que mi existencia— es demasiado inadecuada para él… Eso es vergonzoso… No tengo confianza.
Su voz sonaba solitaria.
—Violet, todo está bien. —Ella no sabía lo que estaba bien. Sin embargo, Leticia habló. Extendió una mano hacia las duras prótesis de Violet y las agarró como para calentarlas—. No pasa nada, así que…
Mientras lo decía, ella misma pensaba en lo irresponsable y sin sentido que era esta frase. Aun así, esta chica le respondió con tanta inocencia. Simpatizaba con Leticia. Por eso, Leticia quiso decir algo que desechara los “miedos” abstractos que las atormentaban a las dos. Aunque Leticia no tenía dios, quería rezar por el bien de Violet.
—¿Es…? No afecta a mis actividades de la vida diaria —Violet dio una respuesta inesperada, ladeando la cabeza.
Como para tranquilizarla, Leticia repitió:
—No pasa nada.
Así que a Violet le pasa lo mismo.
Aunque sintiéndose mal por ella, de alguna manera u otra, Leticia había recibido coraje de ese hecho.
Todo el mundo tiene algo de qué avergonzarse…
Esta soledad, vergüenza y agonía no eran sólo algo suyo, sino también de la persona que tenía delante, se dio cuenta una vez más. Todo el mundo tenía algo frágil en el fondo de su corazón, aunque no lo mostrara.
—Así es: querer ser cantante y tener un sueño no es una vergüenza.
Si se lo pincharan, sentirían dolor y derramarían lágrimas. Si lo calentaban, se alegrarían, pero aun así, derramarían lágrimas. Todos tenían algo así.
—Sí, Leticia, tu sueño no es vergonzoso.
Por lo tanto, perseguir un sueño no era vergonzoso.
—Sí.
—Gracias… pero… hay otra cosa que me parece vergonzosa… Es que no se me puede considerar talentosa tal y como soy. Hay mucha gente que lo hace mejor que yo.
—¿Es así?
Violet era inocente. Por eso Leticia le hablaba con la misma inocencia.
—Sí, no tengo talento —dijo mientras le dolía el pecho—. Hay mucha gente que sabe cantar como yo y esta ciudad está llena de ellos, así que el mero hecho de saber cantar un poco bien… no se puede llamar tener talento.
Los ojos de Leticia reflejaban las innumerables personas que, como ella, vivían en esta ciudad y perseguían sus sueños en el Segundo Distrito.
♦♦♦
Ese mismo día entraron a trabajar como ayudantes en un pequeño teatro-restaurante. La configuración del establecimiento sería extraña en otros lugares, pero en Alfine había varios. La gente disfrutaba de los espectáculos mientras saboreaba la comida y charlaba. Las actuaciones principales eran canciones y bailes, y Violet y Leticia se encargaban de colocar el atrezzo y ayudar a los protagonistas a cambiarse de ropa.
Tal vez no pudiera evitarse que Leticia afirmara que no tenía talento. En Alfine el listón estaba muy alto para todo. Todas las personas que participaban en el espectáculo dominaban las artes y, desde el punto de vista de quienes carecían de ellas, desplegaban sin esfuerzo una actuación artística digna de elogio. Cualquiera que hubiera escuchado la voz de Leticia sabría que tenía algo especial, pero si le preguntaban si era sobresaliente o no, no sabría decirlo. Esta ciudad tenía tantas gemas como pudiera haber.
Al principio, Violet fue reprendida por la falta de energía en sus saludos, el dueño del restaurante decepcionado porque “ha llegado una inútil”, pero con el tiempo y el esfuerzo, tales impresiones se fueron borrando. No era simpática, pero le bastaba una sola vez para memorizar lo que le decían y, una vez memorizado, lo hacía todo antes de que nadie dijera una palabra. También sabía llevar la contabilidad y era educada. Aunque no era simpática, poco a poco la gente empezó a encontrar adorable esa cualidad en ella. Entre los cantantes y bailarines del espectáculo, no se referían a ella como “señorita” o “soñadora”, sino como “Muñequita”.
Escuchaba las interminables charlas de los desagradables invitados, y cuando algún borracho se colaba entre bastidores, ella les retorcía el brazo y los sacaba antes de que llegara el guardia.
—“Muñequita”, Señorita, nos vemos. Los bocadillos que les dimos no durarán mucho, así que asegúrense de comerlos hoy.
—Sí, buenas noches.
—Buenas noches.
Lo que a Leticia le gustaba de este trabajo nocturno era que la gente que había realizado sus sueños como artistas de un gran teatro a veces trataba a alguien como ella, una jovencita que todavía era una soñadora, a veces de forma estricta pero la mayoría de las veces con amabilidad. Como los cazadores de sueños vivían una pobre rutina diaria hasta que ganaban los cimientos de sus vidas a través de las artes escénicas, a menudo les daban comida. Como Violet también estaba allí, la cantidad se había duplicado.
—¿Qué clase de bocadillos te dieron?
—¿Qué son, en efecto…? Caramelos y… dulces horneados.
—Tengo una combinación de galletas. Increíble; podríamos hacer una fiesta del té con eso, ¿eh?
—¿No se nos había acabado el té?
—Uh, uh… He traído un poco a escondidas del teatro, así que tenemos. ¡Hagamos una fiesta del té nocturna, Violet!
—No deberías hacer eso…
—Algún día pagaré la deuda cuando alcance el éxito.
Al regresar a casa de Leticia, las dos celebraron una pequeña fiesta del té. El complejo de apartamentos, cuyas habitaciones no podían considerarse buenas ni siquiera como halago, estaba helado, a pesar de que no soplaba viento frío. Las dos hirvieron agua y se cubrieron con mantas, merendando el té y los dulces mientras dejaban las cortinas un poco abiertas para contemplar la vista nocturna que se extendía desde el Tercer hasta el Primer Distrito. El terreno se hacía un poco más alto al pasar del Tercer al Primer Distrito, por lo que sin duda podían verlo desde arriba.
—Siento que la habitación esté así. Hace frío, ¿verdad?
—Suelo acampar cuando voy a regiones inexploradas a trabajar como escritora fantasma, así que estoy bien.
—Violet, ¿la gente debe ser tan robusta como tú para poder trabajar como muñeca de recuerdos automáticos?
Debido a que las dos acababan de hablar de sueños, sus conversaciones eran más animadas que antes, pero como Violet se quedaba callada si la dejaban sola, Leticia era quien más hablaba. En el trabajo, el papel de Leticia consistía sobre todo en escuchar las órdenes e instrucciones de la gente, así como oír las quejas, por lo que la presencia de alguien que escuchara lo que tenía que decir la volvía locuaz.
—Ya veo… Entonces, Violet, eres huérfana, pero ahora tienes una familia que te acogió…
—Sí. No es exagerado decir que allí me enseñaron toda la etiqueta de una dama.
—Si te enseñaron algo así, deben ser muy ricos. Violet, ¿no estaría bien que no trabajaras?
—Los dos me hablan a menudo de esto, pero mucha gente me enseñó el significado de hacer este trabajo. No tengo la opción de dejar de trabajar. Además, ya no soy una niña, así que puedo alimentarme sola. Para mí, vaya donde vaya, hay gente que me acogerá cuando vuelva a casa… Solo con eso basta.
Estas palabras apuñalaron a su amiga. Acercó los extremos de la manta en la que estaba envuelta, intentando calentar suavemente su corazón, que latía con fuerza.
—Yo…
Este dolor era algo que no desaparecería.
—Sabes, nunca tuve ningún inconveniente, pero me fui de casa.
A menos que hablara de ello.
Leticia Aster era hija de una buena familia. Era una niña que no nació en la gran ciudad, sino en una región remota que encajaba con su paisaje idílico, en el seno de un hogar de granjeros adinerados. Nunca fue menospreciada por el mero hecho de pertenecer a una familia de granjeros. Criada por su padre, que había sentado las bases como una figura destacada de la zona, Leticia era una señorita hasta la médula, a la que la gente de su entorno llamaba desde pequeña “señorita esto”, “señorita lo otro”. Ella misma aceptaba esta situación con total naturalidad.
A Leticia le habían enseñado la etiqueta que Violet había aprendido en la casa Evergarden a una edad mucho más temprana. Si hubiera que definir a Leticia, sería “alguien nacido en un entorno bendecido”. Sus padres habían decidido que viviera sin inconvenientes incluso en el futuro. Cuando Leticia tenía ocho años, sus padres ya estaban discutiendo a qué edad se casaría con su prometido y dónde se celebraría la ceremonia, dejando a las personas en cuestión fuera de la conversación.
Su pareja iba a ser el hijo mayor de un comerciante que su padre siempre había querido incorporar a la administración de su negocio. Sus padres, que eran amigos, lo habían decidido todo de común acuerdo para los dos, ya que habían nacido el mismo año. Sin embargo, Leticia también había aceptado estas circunstancias con naturalidad. Estaba deseando casarse con esa persona, tener hijos con él y envejecer rodeada de ellos. El otro siempre era amable con ella delante de sus padres, y todos a su alrededor esperaban que desempeñara su papel de “señorita”, así que corresponder a ello era lo que debía hacer. Era todo lo que podía hacer por la gente que la rodeaba. Eso era lo que solía pensar.
—Pero, verás, me sorprendí. Un día, esa persona… me dijo algo. Que yo no le gustaba lo más mínimo.
Había sucedido de repente un día determinado. Aún faltaba mucho para su boda, pero siempre que se reunían sus parientes, los dos eran tratados como un conjunto sin ningún tipo de cuestionamiento. Aquel día, como siempre, Leticia y su prometido acudieron juntos a la reunión. Cuando lo hacían, recibían muchos “comentarios de agradecimiento” de los adultos. Tales como: “Después de casarse, lo mejor es tener un niño y una niña” o “Cuando entres a formar parte de la administración, te dejaré hacer este tipo de trabajos.” Leticia sonreía mientras lo escuchaba, pero su prometido gritó de repente:
—¡Cállense…!
Lo más probable era que nunca hubiera gritado en su vida. Había exagerado: se acercaba a un grito, como si herir a otras personas también le hubiera dolido a él. Y así, dejando atrás a la asombrada gente, huyó del lugar.
—Fui tras él. Le perseguí y le pregunté por qué había hecho eso.
Leticia concebía a su prometido como alguien que siempre sonreía gentilmente. Era la persona que se metía en un estanque para recuperar su sombrero cuando salía volando, sin importarle mojarse hasta las rodillas. La persona que, en caso de que hubiera algún festival cerca, daría prioridad a Leticia por encima de jugar con sus amigos y la acompañaría a ella. Nadie envidiaría su matrimonio con él, o eso creía ella.
—Le pregunté. Y entonces, él… me gritó.
Nunca había imaginado que habría un día en el que él le gritaría enfadado.
—“Porque eres… Porque eres una idiota”, dijo.
La persona a la que había perseguido no era el prometido que Leticia conocía. Era solo un chico alterado llorando. Incluso visto de reojo, estaba sumido en el caos y fuera de sí, así que lo que le dijo en aquel momento fue una especie de exabrupto fruto de sus emociones, pero incluso ahora, Leticia lo recordaba palabra por palabra.
—“Nunca me gustaste como chica y no quiero casarme contigo. ¿Cómo te has vuelto tan sumisa? ¿Cómo puedes quedarte callada cuando te dicen cosas así una y otra vez? ¿Por qué no piensas? Algo anda mal en tu cabeza. Tú y todos los demás son idiotas. Una bola de idiotas que han dejado de pensar”, dijo.
Bajo la sombra de un molino de viento en el campo, contrario al bucólico paisaje, le gritó a Leticia con furia.
—Lo dijo muchas veces. Que yo definitivamente no lo quería. Que tenía que haber otra cosa que yo quisiera hacer. “Solo vivimos una vez, pero eso ni tú ni nadie lo entiende. ¿Por qué tenemos que hacer lo que nos digan nuestros padres? Tú y todos ellos están locos”, me decía una y otra vez…
Por aquel entonces, le parecía que el hecho de que él llorara le afectaba más que el hecho de que ella estuviera herida. Era así de amable y sonriente en todo momento.
—No podía hacer otra cosa que agarrar el dobladillo de mi vestido nuevo y temblar.
Tristemente Leticia nunca había pensado de verdad que no quería casarse con él.
—En ese momento, me di cuenta de que mi vida, mi paz, estaba hecha a medida de la moderación de otra persona.
Aceptando su destino, Leticia amaba su vida a su manera, sin pensar en nada. Habiendo nacido como una joven rica en una zona remota, era debido a que Leticia había sido bendecida que “pensar” nunca había sido necesario para ella, por lo que nunca lo había practicado. Nunca le había desagradado su vida. Tampoco se había cuestionado nunca por ello. Pero él siempre había estado pensando. En aquella suave tierra que se sentía como el fin del mundo, siempre había estado pensando en ello, con las profundidades de su corazón nubladas en humo. Y así, como resultado de ello, se disgustó de todo lo que le rodeaba, incluso de ella misma, que tenía el papel de mediadora, y lo destruyó todo. Junto con el corazón de una “joven” llamada Leticia Aster.
—Después de que me dijeran eso, me fui a casa llorando. Lloré mucho. “Ah, todo en lo que solía creer eran mentiras”, pensé. Ser amable conmigo y celebrar mi cumpleaños sin falta eran obligaciones para él y no le gustaba. Eso me puso muy triste… Verás, esa fue mi primera ruptura amorosa… Pero, sabes, después de llorar tanto, me di cuenta de algo. Había reunido el valor para hacer eso porque quería elegir su vida por sí mismo.
Así, la historia volvió a la actual “señorita” Leticia Aster. Cubierta con una manta como si llevara un velo de novia, Violet miraba hacia ella. Sus ojos parecían algo preocupados. Incluso ahora, Leticia no podía decir que había pasado página, pero se había recuperado lo suficiente como para poder hablar de ello. Por eso, mostró una sonrisa, como diciéndole a Violet que no se preocupara.
—Así que esta fue la primera vez que pensé en mi vida. Lo repetía una y otra vez. “Solo vivimos una vez. Tú y todos los demás no lo entienden. ¿Por qué tenemos que hacer lo que nos dicen si solo tenemos una oportunidad en la vida?”… Me dolió, pero resonó mucho en mí. Y entonces, recordé que, antes de que mis padres me dijeran que tenía un prometido y cosas así, yo era una niña a la que le gustaba cantar… Lo había olvidado, o mejor dicho… ocurrió la Guerra Continental, y aunque mi ciudad natal estaba bastante lejos del fuego bélico, me dijeron que era imprudente andar cantando, así que no lo había hecho en todo ese tiempo. Pero entonces empecé a cantar bajo el cielo estrellado cuando no había nadie. Y así, el acto de cantar creció en mí… No es algo para sustituir a esa persona, pero así de repente, me volví adicta al canto, casi como si me hubiera enamorado. Y antes de darme cuenta, había salido de casa y había llegado aquí. Una vez que lo hice, me reí. Hay innumerables chicas como yo. Chicas soñadoras… No, no solo chicas; también hay muchos chicos en este mundo. Pensaba que había tenido una vida tan turbulenta, pero solo era una chica común…
Era una forma un poco solitaria de decirlo, pero reflejado en los ojos de Violet, algo en Leticia brillaba con fuerza. Estaba hablando de sus sueños en un rincón de una gran ciudad, dentro de una habitación que ni siquiera tenía iluminación suficiente. Aunque le faltaba energía, la figura de esta cazadora de sueños viviente brillaba incluso en la oscuridad más absoluta.
—Pero, sabes, está bien… Solo tengo una oportunidad en la vida y soy la protagonista de ella, así que para mí… Soy especial… Por eso está bien… Lo siento, es que como siempre he vivido sola… parece que en realidad tenía muchas cosas que quería contarle a alguien. El té… se ha enfriado, ¿eh?
Al decir esto Leticia, Violet contestó que se había quedado absorta escuchándola sin querer. Era la primera vez que a Leticia le decían algo así, por lo que se sintió bastante tímida.
—Me halagas. Solo soy una cazadora de sueños que podrías encontrar en cualquier sitio.
—¿Así que a la gente que persigue sus sueños se les llama “cazadores de sueños”?
—Así es. Esta ciudad está llena de gente así. Es raro que alguien no lo sea.
—Yo no lo soy…
—Violet, ¿no tienes sueños? Como algo que quieras hacer en el futuro… Ya que tienes un amante, vivir con él algún día… y cosas así… también es un sueño. En cuanto a mí… mi sueño de casarme con alguien que creía que era mi amante fue destruido… y hecho pedazos al final, así que… Violet, quiero que seas feliz…
—Lo pensaré. Por favor, espera un momento.
—Hu, hu…
—Leticia.
—¿Has terminado de pensar?
—No, este hombre… ¿no le gustaría saber qué persigues tus sueños? ¿Quizás podrías… hablar con él una vez más o contarle tu situación actual a través de una carta…?
Por lo que parecía, mientras analizaba su propio sueño, Violet también estaba pensando en Leticia. A pesar de sonreír, a Leticia le dolía el pecho con intensidad.
—Eso… no va a pasar, supongo. Él se fue de nuestra tierra antes que yo, y antes de irse, le dije que yo también iba a intentar hacer lo que quisiera. Cuando lo hice, me dijo: “Alguien como tú nunca podrá ser nada” y se fue. Siempre había hecho lo que me decían mis padres y nunca decidía nada por mí misma, así que no podía tomar grandes decisiones sola… Debería seguir viviendo segura mientras me protegían otras personas, es lo que decía.
Puede que fuera su forma de mostrarse amable. Sin embargo, aquello acabó grabado en la mente de Leticia. Sin relación con su extraordinaria voz, su principio de acción para no mostrarla a la gente fue notado por otra persona antes de que ella misma pudiera darse cuenta.
—Esto me enfadó, así que me fui de casa como para rebelarme contra ello… Así que, bueno, que lo dijera puede que me haya venido bien…
—Yo creo que no.
Esta vez, Leticia estalló en carcajadas ante la serena réplica de Violet:
—Pero, si no fuera por esas palabras, no me habría ido de casa, así que…
—Las palabras tienen poder.
—¿Hm…?
—Creo que las palabras que restringen a la gente así… pueden incluso convertirse en algo parecido a una maldición.
—Nunca pensé que una frase como esa saldría de ti…
—Después de todo, he sido una muñeca de recuerdos automáticos durante varios años. He visto casos en los que las palabras ataban a la gente, otros en los que les daban brillo, tanto otorgándoles poder como robándoselo.
Quizá fuera cierto, pensó Leticia. Tuvo la sensación de que, a partir de ahora, recordaría sus palabras a la hora de tomar una decisión importante. “Alguien como tú nunca podrá ser nada”. Asustada, Leticia sacudió la cabeza como para dejar de pensar en ello.
—Violet, ¿has terminado de pensar?
—Si hablara cuando mis pensamientos aún no están en orden… Esa persona no tendría ninguna ganancia de estar conmigo… Deseo su felicidad, pero si hay algo que consideraría como mi propia felicidad, es estar a su lado… Sin embargo, si pensara en su felicidad, lo mejor para mí sería estar lejos de él…
—Espera, esto es demasiado duro.
—Lo es. ¿Los cazadores de sueños nunca renuncian a perseguir sus sueños? O, si tienen ganas de rendirse, ¿qué deben hacer?
—Los cazadores de sueños viven en sus sueños y corren junto a ellos. No podemos soportar no perseguir un sueño. Por mucho que nos pisoteen o nos ridiculicen, seguimos persiguiendo nuestros sueños.
—Incluso entonces, persiguen sus sueños.
—Sí. Nos avergonzamos e intentamos dejarlo a medio camino… pero al final, antes de darnos cuenta, estamos persiguiéndolos de nuevo. Hoy… me has escuchado, Violet, así que tengo mucha energía para perseguir mis sueños.
—Solo estaba escuchando.
—Me prestaste atención. No te burlaste de mí. Estas cosas… no son comunes. Solo eso ya es un talento muy maravilloso.
—¿Un talento maravilloso?
—Violet, si tienes dudas… ¿no sería mejor que escucharas bien lo que tu amado tiene que decir…? Tengo la sensación personal de que escuchar es importante.
—Leticia, cuando te miro, me encuentro pensando… que sería genial si yo también tuviera un sueño… Los cazadores de sueños tienen algo así como una fuerza de atracción hacia ellos.
—¿Es así…? Je, je, je. Aunque no tengas nada que quieras ser, podría estar bien si es un lugar al que quieres ir o algo que quieres comer.
Mientras Leticia lo decía, Violet abrió la boca como si se le acabara de ocurrir una idea:
—Los colores otoñales de Roswell son preciosos y el paisaje urbano de Drossel rebosa de flores.
—¿Hm?
—Las noches en Lustitia, la capital de la observación astronómica, parecían casi como si hubiera piedras preciosas esparcidas por el cielo, y los regalos de la naturaleza del río Jacaranda de la región de D’Arthur son algo digno de contemplar.
—¿H-Hm?
—Quiero enseñarle estas cosas a la persona de la que estoy enamorada algún día. Seguro que mirará con ojos risueños. Es el tipo de persona que monta a caballo en sus días libres y disfruta de la naturaleza.
Sí, fue entonces cuando Leticia comprendió por fin los comentarios de Violet.
—Si se me permite tener un sueño, me gustaría compartir con esa persona las bellas vistas… que he visto.
Este era su sueño. Qué sueño tan modesto era. Sin embargo, tanto sus ojos como su forma de hablar eran seriedad pura.
—Eso es maravilloso.
Leticia se puso muy contenta por alguna razón, ni siquiera pensó en burlarse de ella por ello.
—Maravilloso.
Sonriendo con toda su cara, Leticia afirmó el sueño de Violet. Y entonces, antes de irse a dormir, las dos decidieron cantar un rato más. En voz baja, como si se estuvieran contando secretos. Leticia cantaba canciones de amor para Violet. Como dos alondras acurrucadas una cerca de la otra, llegaron a un entendimiento mutuo, y así amaneció.
♦♦♦
La noche en la que hablaron de sus sueños se convirtió en un pequeño punto de inflexión para Leticia. Gracias a que otra persona escuchó su historia, se sintió aún más decidida a perseguir sus sueños, decidiendo cantar en la calle en lugar de hacer audiciones en teatros. Era difícil cuando no había público, pero con Violet acompañándola, pudo armarse de valor.
La flexibilidad horaria era lo único que la cazadora de sueños Leticia tenía a su favor, y así, como se aseguraba de cantar en un lugar fijo muchas veces al día, su voz resonaba con tanta fuerza que uno no creería que salía de su pequeño cuerpo. Había gente que se acercaba a hablar con ella y la invitaba a audiciones y así acudiendo de buena gana, se encontraba con situaciones poco razonables, como reuniones explicativas de mercancías sospechosas y peticiones para que fuera modelo de cuadros, para las que su canto era innecesario. En el caso de la modelo, un hombre extraño le ofreció una gran suma en el lugar de la reunión, así como otras cosas que Leticia ni siquiera podía imaginar.
—¡Violet!
En tales ocasiones, se aseguraba de llamar a Violet, que estaría esperando fuera.
—¡Violet, me alegro tanto de que estés conmigo! ¡Estoy tan contenta de que estés conmigo!
Mientras Leticia decía esto llorando, Violet no podía hacer otra cosa que acariciar su hombro.
—No tengo ojo para la gente… ni suerte.
Esto era Alfine. La ciudad de los cazadores de sueños. Muchos jóvenes se reunían en ella para perseguir sus sueños, pero eso no era todo. Había otros tantos adultos que se aprovechaban de esos jóvenes. Aun así, como cazadora de sueños, Leticia cantó en la calle al día siguiente de ser engañada.
Por su cuenta, a Violet se le pasó por la cabeza cierta idea, así que fue a visitar al compositor del Primer Distrito. El compositor se quedó sorprendido. Por supuesto que le sorprendería que le visitara la persona que había contratado y que creía que ya había abandonado la ciudad. Sin embargo, tras escuchar la historia de la situación actual de Violet, se ofreció a colaborar. El compositor también tenía la intención de pedirle a Violet un trabajo adicional mientras estaban en ello. Esta visita traería más conexiones.
♦♦♦
Mientras la vida cotidiana de Violet en Alfine transcurría agitadamente, Gilbert y Benedict se encontraban en el coche de este último, discutiendo sobre cuál de los dos era más cercano a Hodgins. Despedido por Benedict tras estrecharle la mano con fuerza durante la despedida, Gilbert subió al tren. Lo único que le quedaba por hacer era preocuparse por Violet. Esta agonía silenciosa roía su cuerpo y su mente, pero como aún estaba sano y joven a pesar de tener más de treinta años, solo conseguía debilitarle el estómago. Con todas y cada una de las personas en movimiento de esta manera, uno no podía evitar admitir que los seres humanos eran criaturas tan ocupadas.
Todo el mundo pensaba en alguien. Una persona se preocupaba por otra, y una noticia convocaba a la otra, haciendo que el destino se moviera en direcciones inimaginables. En cualquier caso, se trataba de pruebas y buenas noticias concedidas a personas que se ponían en acción. Mientras superaban las pruebas, no sabían si habría buenas noticias. Sin embargo, una vez que llegaban las buenas noticias, llegaba un momento en que todo salía a la luz, como si la niebla que entorpecía su visión se despejara. Si existía alguna deidad del destino, era sin duda aficionada a las travesuras.
—¿Violet…?
Si una renombrada muñeca de recuerdos automáticos se reuniera en cierta ciudad, en la que se encontraba por circunstancias imprevistas, con un famoso novelista al que había conocido en días lejanos, durante una época en la que las hojas de arce otoñales flotaban en la superficie del agua, entonces dicho novelista escribiría en uno de sus libros que se trataba de una travesura del dios del destino.
—Maestro…
Para Violet, era uno de tantos maestros, pero para él no era así. Pelirrojo rebelde, gafas de pasta negra y cristales gruesos y, aunque su atuendo desprendía un aire más pulido, su sensibilidad al frío no había cambiado.
—Violet, así que seguías en esta ciudad… Me he enterado. Crowley te está haciendo trabajar hasta la extenuación, ¿verdad? Ah, espera un momento, no me reconoces, ¿verdad…? Te contraté hace mucho tiempo, después de todo… Soy…
—El señor Oscar, que vive en Roswell.
Al responderle con tanta seguridad, los rasgos de Oscar, que ahora volvía a ser popular como dramaturgo, se desmoronaron.
—Sí.
En algún lugar en su interior, Oscar tenía la expectativa de que, si se trataba de Violet, ella se acordaría de él. Ella lo hizo realidad magníficamente.
—Así es. Soy yo, Oscar. Violet, me alegro mucho de que parezcas estar bien.
Su reencuentro fue feliz para él. Violet entrecerró los ojos ante la sonrisa de Oscar.
—Has sonreído —susurró Oscar sorprendido.
—Es la función llamada “sonreír”.
—No es una broma cuando eres tú quien lo dice. Me alegro de que parezcas estar bien… Me alegro mucho de verte.
—Sí, yo también… Esperaba que llegara el día en que volviéramos a vernos. Señor Oscar… —Tras una rara muestra de ligera inquietud, Violet volvió a abrir la boca—. Su paraguas.
—¿Hm?
—Siempre paseo con el paraguas que me regaló.
—Aah… eso me hace feliz. Gracias.
—De momento no soy una muñeca de recuerdos automáticos, así que no lo llevo conmigo… pero siempre… lo traigo. Es un producto muy bueno, así que puedo usarlo vaya donde vaya.
—Sí… es un producto bastante bueno, apropiado para ti.
—Había planeado mostrarme con él la próxima vez que nos viéramos, pero…
—Eh, espera. Se me escapó un comentario… ¿Dejaste de ser una muñeca de recuerdos automáticos? Pero, ¿por qué?
Violet miró a Leticia, que cantaba entre la multitud. Hoy también estaba cantando. Quizás al darse cuenta de que Violet no la había estado mirando, cantó mientras le lanzaba una mirada del tipo “¿Quién es este hombre?”.
—Si tuviera que explicárselo… tardaría… un poco.
—No pasa nada; tengo tanta curiosidad que no podría vivir de otra manera. Cuéntame.
—¿No es una exageración…? No lo he dejado, pero necesito dinero, así que estoy haciendo otros trabajos. Es un secreto… pero hay algo que deseo comprar, así que acepté un trabajo adicional del compositor Crowley. Señor Oscar, ¿ha venido a ver al señor Crowley?
—Estoy encargando mi próximo trabajo a Crowley, así que vine a tener una reunión con él. Cuando estaba contigo, nunca habría imaginado que un recluso como yo vendría a Alfine desde Roswell… Hum, ya sabes… si quieres, ¿podemos hablar un poco más? Quiero disculparme por haberte presentado a este obstinado Crowley, así que ¿qué tal una comida rápida…? Además, si me cuentas cuál es tu situación ahora mismo, puede que haya algo en lo que pueda ayudarte… Ah, no lo digo en sentido raro. No es eso en absoluto.
De reojo, las palabras de Oscar debieron sonar como si estuviera cortejando a una mujer. Sin embargo, en el fondo, solo deseaba saborear su reencuentro con alguien a quien veía por primera vez en mucho tiempo y que le había ayudado a cumplir una promesa a su difunta hija. Incluso después de tanto tiempo, su sentimiento de que su hija habría sido como ella si estuviera viva no había cambiado. Tampoco había cambiado el hecho de que deseaba que ella viviera.
—Sí, después de todo, hoy no tengo que trabajar.
Como Violet lo aceptó de inmediato, Oscar tuvo que calmar su pecho frotándoselo. Aunque su personalidad no era alegre, le dedicó una brillante sonrisa con naturalidad.
—Aah, pero espera un momento. ¿Podemos irnos después de que me digas el nombre de esa chica? Mi próximo trabajo también es un guion para una obra de teatro y los actores ya están decididos, pero vamos a crear un tema musical y venderlo. Tiene buena voz, así que si no pertenece ya a otro sitio, me gustaría hacerle una propuesta.
—¿Por “esa chica” se refiere a la que está en medio de esta multitud que nos rodea ahora mismo?
—Sí. Me pregunto si ya pertenece a algún grupo… No, seguro que sí…
—No pertenece.
—¿Cómo sabes eso, Violet?
—Señor Oscar, ella es una cazadora de sueños, persiguiendo sus sueños.
—Violet, ¿por qué vienes a mí con tanta presión…?
—Tengo información que es valiosa para ambos. Por favor, espere a que termine de cantar.
—Entendido. Esperaré, Violet… esto, estoy feliz y todo, pero me duele mucho que me sujetes el brazo así…
Por lo que se veía, Violet se había vuelto inusualmente emotiva debido a las extrañas conexiones que las personas podían provocar entre sí, por lo que no soltó la mano de Oscar hasta que terminó de presentarlos a él y a Leticia. Una vez terminada la canción, Violet se apresuró a juntarlos.
Leticia se quedó en shock cuando Violet se dirigió hacia ella mientras iba de la mano con alguien.
Eh… ¿ese es su novio?
Ella lo había entendido mal, pero cuando terminaron de saludarse, el malentendido se solucionó. Y entonces, una vez más, recibió de Violet su mayor sorpresa del año. No había nadie en Alfine que no conociera al dramaturgo Oscar.
—Leticia, él ve buenas cualidades en tu canto.
—Creo que tienes una buena voz, Leticia. ¿Está bien si te llamo Leticia?
Era una figura tan importante que solo hablar con él hacía que a una le entraran ganas de bailar. Ella había oído rumores de que era una persona bastante temperamental, pero el que estaba al lado de Violet parecía un hombre adulto de buen corazón.
—N-No… No lo merezco…
—Si quieres, ¿por qué no te unes a una audición que no está abierta al público? Soy del equipo y estoy buscando participantes individuales, pero no he encontrado muchos. Estoy pensando en recomendarte.
El rostro de Leticia convulsionó ante la repentina novedad. Estaba feliz. Tan feliz que no podía contenerse, y sin embargo, le dolía el corazón como si le estuvieran dando azotes. Los ruidos que entraban por sus oídos sonaban vagos. Tenía la garganta seca y le dolían los ojos de tanto abrirlos.
—¿Qué sabes cantar? ¿Puedes usar también una voz más aguda? ¿O te especializas en tonos más bajos?
Violet parecía extrañamente feliz. Leticia tenía que darle las gracias por haber propiciado este encuentro. Sin embargo, no le salió la voz.
—A Leticia se le da bien cualquier cosa.
No digas eso. No es cierto. Quiero decir, todavía no…
Después de todo, Leticia….
—Bueno, ¿qué te parece, Leticia?
Seguía siendo una señorita…
Ah…
Fue entonces cuando Leticia se dio cuenta. Lo comprendió. Se había conformado una vez más. Había llegado a esta ciudad persiguiendo sus sueños. Sabía cómo era la realidad, pero había hecho todo lo posible por no ceder a ella. Sin embargo, la sensación de querer volver algún día a su ciudad natal existía en algún lugar de su interior. Después de todo, si sus sueños se hacían realidad y se convertía en alguien con un nombre que no fuera “señorita”…
Ya no podría echarle la culpa a nadie…
De repente, el rostro de su prometido cruzó su mente. Hasta ahora, le había guardado cierto rencor por haberla herido. Pero, ¿cuánto la había mimado él para que esas palabras aparecieran en su mente?
Esta es mi vida…
En el momento en que los engranajes empezaron a girar, sintió miedo y ganas de tirarlo todo por la borda. Porque huir era más fácil. Renunciar era sencillo y enfrentarse era problemático. Dependiendo de cada persona, tomar decisiones podía ser una gran carga. Y era en un momento así cuando el trauma de la persona atacaba sin piedad.
“Alguien como tú nunca podrá ser nada”.
—Lo siento, pero la carga es demasiado pesada para mí.
Antes de darse cuenta, Leticia había soltado las palabras que contradecían por completo sus sentimientos. Después de eso, su memoria se truncó. Si no se equivocaba, tenía la impresión de que había recorrido a pie el camino de vuelta a casa. Violet la había llamado innumerables veces por detrás, pero ella no volteó.
Al recordar lo que había hecho, a Leticia se le encendió la cara de vergüenza y luego palideció.
Tengo que pedir perdón…
A Violet y a Oscar. A los dos. Habían intentado hacerle un favor y, sin embargo, ella fue grosera con ellos.
Se levantó frenética, pero sus piernas no tenían fuerza, por lo que se cayó en su habitación. Pudo confirmar que estaba en su habitación, pero Violet no estaba allí. Se puso un abrigo y, al salir al pasillo exterior del complejo de apartamentos, se encontró con otra residente. Era por la tarde y estaba a punto de salir a ganar dinero en el mundo de la noche.
—Ah, señorita.
Como siempre, se refirieron a ella como “señorita”. Aunque hubiera podido llegar a ser alguien, lo había desechado por su cuenta. Había hablado tanto con Violet sobre cómo eran los cazadores de sueños, pero cuando le llegó la oportunidad, huyó. Al final, eso era lo lejos que podía llegar. Ella no podía ser nada de todos modos.
—Por fin te has despertado… Menos mal. Ya es hora de que vayas a trabajar. Ya sabes, esa chica rubia que ha estado viviendo contigo.
—¿Violet…?
—Sí, ella. Dijo que si te despertabas, te quedaras en casa y no fueras a buscarla. Ella iba a trabajar en tu lugar, dijo. Además, espera un poco… ¡Oscar!
Este era el enésimo suceso que la tenía atónita hoy. El que la residente había llamado desde abajo no era otro que la misma persona a la que Leticia había dejado plantada.
—¡Leticia se ha despertado! ¡Ven aquí!
Oscar levantó una mano, subiendo las escaleras. Leticia estaba más asustada que sorprendida.
—Eh, ¡¿c-cómo?!
—¿Te refieres a Oscar? No sé. Lo conocí hace poco. Le incomodaba entrar en la habitación de una chica sin permiso, así que me dijo que le llamara cuando te despertaras. Lo acepté y le dije que estaría bien si mientras tanto fumaba. Es todo un caballero, ¿verdad? ¿Es normal esperar fuera aunque no estuviera fumando? Violet dijo que te desmayaste después de volver a casa, así que… ¿pasó algo grave? Está bien si no quieres decírmelo, pero ve a darle las gracias.
Diciendo esto, la mujer anunció que se dirigía al trabajo, sus tacones chasqueando mientras se despedía. Leticia se quedó mirando a Oscar, que se encogió de hombros pareciendo tener frío. Tenía que decir algo. O eso pensó, pero fue incapaz de pronunciar las palabras.
—Leticia.
—¡Sí! —Su voz salió desordenada.
No aguanto más… Soy una idiota patética. Quiero morir aquí mismo.
Manteniendo la distancia con Leticia, que parecía que iba a llorar, Oscar habló:
—Yo soy sensible al frío, ¿y tú?
—¿E-Eh…?
—Además, mi comida favorita es la sopa. Porque es fácil de hacer.
Oscar había empezado a hablar de sí mismo de la nada. En general, esta información no era gran cosa. Después de escucharlo todo, ella pudo entender que era un artista que vivía una vida un tanto desmoronada.
—También… También, es cierto. Me esfuerzo por utilizar el resto de mi vida… para crear obras que hagan feliz a mi difunta familia. Supongo que eso es todo… Ahora háblame de ti.
—¿Sobre mí?
—Sí. Solo para que conste, no me rendiré solo por lo que pasó. Los artistas como tú suelen ser demasiado delicados, difíciles de manejar, engreídos, ignorantes de todo lo que no sean las cosas que les gustan, y tratan de desafiarse a sí mismos aunque sean cobardes. Eso me incluye a mí también. Así que no eres la primera persona que huye de mí después de que le haga una invitación.
—¿Es… así?
Qué extraño. ¿Era porque le había hablado de su propia naturaleza? Aunque solo un poco, el miedo que había sentido al conocerle por primera vez se estaba desvaneciendo. Parecía estúpido por su parte, pero por fin podía verle como un ser humano de carne y hueso.
—Primero, quiero que sepas que no doy miedo. Y luego, si es necesario, también puedo explicárselo todo a tus padres, y si estás insegura, incluso puedo seguir diciéndote que no pasa nada hasta que dejes de estarlo. Verás, los bichos raros como nosotros que persiguen sus sueños pueden ser vergonzosos, pero ¿no quieres mostrarle a la gente cosas que solo los que son como nosotros pueden hacer, y entretenerlos hasta altas horas de la noche?
—¿Violet… te dijo algo?
—No, no lo hizo. Pero tú eres el arquetipo. Eres una cazadora de sueños ordinaria, estereotipada, y también el tipo de chica que sale corriendo cuando se asusta. Pero tu forma de cantar es increíble.
En ese momento, esas palabras hicieron pensar a Leticia Aster.
No quiero esto… Quiero perseguir mis sueños. No quiero huir.
Que no quería seguir siendo una “señorita”.
Tengo miedo… Mi lastre por no decidir nunca mi vida por mí misma me está pasando factura ahora. Pero… Pero… esta persona alabó mi forma de cantar.
Ella misma pensó que era un tipo tan simple. Un irresponsable y alarmante, también. Sin embargo, él le había dado coraje. Este novelista seguía siendo un cazador de sueños. Aunque era un adulto consumado, se creía una persona vergonzosa.
—¿De verdad estás de acuerdo en elegirme? —Las palabras salieron bien al fin. —Yo, hum, nunca he… tenido un historial decente hasta ahora.
—Ese es el tipo de persona que busco esta vez, así que está bien. También pienso pulir no a gente famosa, sino a joyas como tú, que aún están mezcladas entre la multitud.
—¿Cómo debo vestirme para ir? ¿Hay algo que deba tener? ¿Algo que deba hacer ahora mismo?
—Nada. Ve a ponerte un conjunto que te guste. Solo por si acaso, tenemos que comprobar si quedará bien en el escenario, así que lo mejor sería un vestido, pero si no tienes, entonces tu ropa habitual servirá.
—¿Por qué me has elegido a mí? ¿Porque soy conocida de Violet?
—Lo tienes en el orden equivocado. Encontré a Violet mientras te vigilaba a ti. Luego descubrí que se conocían, así que… bueno, puede que acabe favoreciéndote, pero no soy el único que decide. Quiero que afrontes esto sin expectativas ni entusiasmo excesivo.
—De acuerdo.
—Pero tengo algunas expectativas puestas en ti.
—Sí… Muchas gracias. Siento haber huido…
—Te lo dije, ¿no? Estoy acostumbrado. Pero esa sensibilidad tuya es… algo necesario para gente como tú, que sube al escenario…
♦♦♦
Esa noche, cuando Violet volvió a casa, Leticia la recibió con un abrazo y una disculpa.
—Violet, Violet, tengo algunas cosas que quiero… contarte.
—Yo también.
—Sabes, acabo de tener un punto de inflexión en mi vida.
—Hablemos de ello en el orden de los acontecimientos.
Reencontrarse con Oscar se había convertido en un punto de inflexión para Violet también. Al conocer sus circunstancias, Oscar le había ofrecido ayuda económica. Como Violet se había negado, él pidió que se la dieran como anticipo de un trabajo de escritora fantasma. Sería para escribir nombres y direcciones en las respuestas a las cartas de los admiradores. Al parecer, las había traído consigo, con la intención de trabajar en ello siempre que tuviera tiempo libre durante su estancia en la ciudad. Como terminó el trabajo en menos de treinta minutos, se mirara por donde se mirara, su pago estaba muy por encima de la cantidad adecuada.
—No puedo aceptarlo.
—La obra que hice contigo como tema fue un éxito y desde entonces no me he quedado sin trabajo. Déjame hacer al menos esto por ti.
—No puedo aceptarlo.
—Algún día, cuando vuelva a contratarte para que escribas para mí… Cuando llegue ese momento, puedes cocinarme algo. Solo me enteré después, pero parece que eso no forma parte del trabajo de una muñeca de recuerdos automáticos.
—Era porque usted era una persona tan problemática, Maestro…
—Regañame por eso una vez más… Violet Evergarden.
Violet fue capaz de ganar inesperadamente más que suficiente para cubrir sus gastos de viaje de vuelta a casa. Los encuentros entre personas podían provocar giros bastante significativos y, en un abrir y cerrar de ojos, crear algo que podía considerarse el tiempo de un siglo. Esta vez, lo que había ocurrido en la vida de cada individuo era un pequeño cambio, pero si no se esforzaran por vivir sus vidas, nada de eso habría ocurrido.
Y si algo estaba empezando, también significaba que otra cosa estaba llegando a su fin. Varios asuntos se habían resuelto tanto para Violet como para Leticia. Ya no tenían una razón para estar juntas.
Al ser informada de que Violet se marcharía a la mañana siguiente, Leticia no tuvo ningún tipo de reacción desproporcionada. Como de alguna manera ya se había dado cuenta, parecía que iba a ser consciente de que tenían que separarse, y si no lo hacía, sentía que iba a empezar a llorar desconsoladamente, cosa que le daba miedo hacer.
—Violet, lo siento mucho.
—Ya lo has dicho varias veces.
—Pero quiero decirlo muchas veces más. Siento haber huido cuando hoy has hecho tanto por mí. Estaba… aterrorizada… Aunque aspiraba a ello, fui tan estúpida como para acobardarme y echarme atrás, eh…
—Yo también estoy huyendo de la persona que quiero… a pesar de que hace tanto por mí… soy estúpida.
—¡Violet, no eres estúpida! ¡Yo soy la estúpida! Lo siento…
Ese día, Leticia tenía que tomar muchas decisiones. La última decisión había llegado ahora. O se separaba de Violet o intentaba decir lo que tenía en mente. En realidad, desde la primera noche que pasaron juntas después de conocerse, había algo que ella siempre había estado deseando. Era solo una fantasía, pero abrazar un sueño no era ningún crimen. Por eso, en su última merienda nocturna, Leticia se decidió y lo dijo.
—Oye, sabes… Violet, si te parece bien… ¿Qué tal si vivimos juntas para siempre? —preguntó, a pesar de saber que nunca se haría realidad—. Si aún así no te vas a casar con él… tal vez podrías trabajar como muñeca de recuerdos automáticos aquí o algo así… Así es… si somos nosotras dos, ¿no crees que podríamos divertirnos haciendo eso? Creo que podríamos seguir llevándonos bien incluso cuando nos convirtamos en ancianas. ¿Qué te parece, Violet?
Era imposible que algo así se hiciera realidad. Aun así, ella quería intentar decirlo. También tenía el deseo de probar que le gustaba Violet hasta ese punto.
—No. —Violet negó con la cabeza.
Por supuesto. Tenía una ciudad natal, alguien de quien estaba enamorada y un trabajo que hacer. ¿Por qué Leticia le había contado semejante deseo, a pesar de saber que no tenía remedio? A pesar de todo, como si se aferrara a ella patéticamente, Leticia continuó:
—Yo… yo… de verdad… —Por alguna razón, no podía expresarlo con palabras. Aunque había muchas cosas que quería agradecerle a Violet.
Violet.
—Me conformaría con vivir en esta pequeña habitación contigo para siempre jamás.
Gracias.
—Me gustas…
Gracias por salvarme desde el principio, incluso cuando no hice nada más que pedirte ayuda.
—Hasta el punto de pensar que estaría bien que pasara…
Y por no reírte de mí cuando te conté mis sueños…
—Violet, me gustas.
Gracias por apoyar mi sueño y vincular mi destino a él. Gracias también por estar conmigo ahora.
—Me he enamorado de ti.
En la oscuridad de la noche, Leticia le había contado sus sueños a Violet. Violet le había dado un empujón en la espalda, afirmando que no era una vergüenza.
—Ya lo sé. Aunque digas eso, en cuanto te separes de mí, seguro que te secas las lágrimas y empiezas tu batalla.
¿No era suficiente? Leticia quería pensar que sí. Estaba acostumbrada a ser una buena chica. No quería expresar ningún egoísmo.
—Esa es la clase de persona que eres. Eres incapaz de dejar de perseguir tus sueños. Por mucho que te pisoteen o te ridiculicen, sigues persiguiéndolos. En eso consisten los cazadores de sueños, ¿no?
—Pero, Violet.
No debo decirlo.
—Violet, tengo miedo.
No debía decirlo, pero no pudo evitar hacerlo. Estaba tan, tan aterrorizada por el futuro, que había empezado a moverse, que no podía contenerse.
Sigo queriendo ser una “señorita”… Pero a la vez no. Quiero ver el futuro que viene. Pero tengo miedo de forjarlo yo sola.
Todas estas cosas eran ciertas, y era por eso por lo que estaba asustada hasta el punto de temblar.
—Por favor, muestramelo. Por favor, asegúrate de mostrarme el sueño que me contaste en esta habitación.
Sin poder evitarlo, Leticia se aferró al regazo de Violet como si se abalanzara sobre él. Qué miserable y vergonzoso era el acto de aferrarse a alguien. Sin embargo, era precisamente porque esa persona la hacía sentir así que Leticia quería aferrarse a ella, aunque la apartara.
—Violet… no sé… si podré hacerlo —le dijo a Violet mientras se le escapaban los sollozos.
—No, tú eres alguien capaz de luchar, Leticia.
—¿Por qué piensas eso…? No soy nada especial.
—Estás en camino de convertirte en alguien especial. Está bien tener miedo. Pero no dejes de luchar.
—Sí… haré lo mejor que pueda; lucharé…
—Sí, por favor… no pierdas.
—No lo haré… Violet… Sabes, está bien aunque sea desde lejos. Mírame…
Estoy usando a esta persona como reemplazo de alguien.
Un reemplazo ya sea para su madre, su padre, o aquel que en realidad se suponía que debía estar apoyando su vida.
Aun así, Violet prestó su regazo a Leticia. Después de hoy, superaría esta amabilidad. Por lo tanto, Leticia lloró, lloró y lloró, jurando que no huiría.
♦♦♦
Al día siguiente, al despertarse, Leticia encontró una carta encima de una gran caja. Se habían despedido prácticamente el día anterior, pero pensar que se iría sin decir nada… o eso había pensado Leticia en soledad, pero una vez que leyó la carta, este sentimiento se alivió.
La carta decía:
Para Leticia.
Esto es un regalo. Me estoy convirtiendo en un ser humano últimamente. Por eso, pensé que sería difícil separarme de ti y que acabaría llorando. Por favor, perdóname por despedirme a través de una carta.
Violet Evergarden.
Leticia no entendía muy bien lo que decía, pero si Violet, precisamente Violet, había huido por no querer llorar, eso demostraba lo querida que Leticia era para ella. El hecho de que Leticia consiguiera sentirse tan tranquila era un misterio que no podía soportar. Ya no podía ver a Violet. Sin embargo, por alguna razón, tenía la sensación de que volverían a encontrarse y no podía evitarlo. Creía que Violet era el tipo de persona que cumplía sus promesas. Le había pedido a Leticia que se lo “demostrara”.
—“Alguien como tú nunca podría ser nada”.
Si Leticia lograba “mostrarse” como cantante ante Violet, si lograba convertirse en alguien, tenía la sensación de que Violet iría a verla sin falta. Después de guardar delicadamente la carta en el sobre, posó sus ojos en la enorme caja. El sonido de una cinta deshaciéndose suavemente resonó en la habitación, donde brillaba la luz del sol matutino en un día de invierno. Dentro de la caja de recuerdo abierta había un vestido blanco. Era el vestido que habían visto en aquel escaparate. El que ella había renunciado a comprar por ser demasiado caro.
¿Había algo más alentador que esto? Aquella chica le había dicho que luchara. Y como regalo de despedida, había elegido un atuendo de batalla que permitiría a Leticia actuar adecuadamente como una flor en este mundo. ¿No había gastado en esto la mayor parte del dinero que había trabajado tanto para ganar? Era fácil imaginar a una Violet hambrienta teniendo solo el dinero suficiente para el viaje de vuelta a casa.
—Tengo que asegurarme de demostrárselo, supongo…
Pasara lo que pasara, los cazadores de sueños perseguían sus sueños. Aunque estuvieran solos, aunque esos sueños no pudieran hacerse realidad, tenían que luchar y luchar, seguir adelante sin rendirse. Poniéndose el vestido mientras lloraba, Leticia hizo un juramento. Que ésta sería la última vez que lloraría hasta que su sueño se hiciera realidad.
♦♦♦
El disperso escenario acabó convergiendo en un solo lugar.
Tras viajar meciéndose en el coche de Benedict, cambiar de tren y llegar a Alfine, Gilbert visitó la casa del comerciante con quien Hodgins tenía relación, tal como este le había indicado. La comunicación telefónica aparentemente había funcionado bien, pues la información ya había llegado a la tienda del comerciante. Así, Gilbert pudo averiguar que alguien parecida a Violet trabajaba en la ciudad con un individuo que vivía en la dirección de reenvío asociada a cierto paquete postal.
Al principio, pensó que lo más razonable era ir directamente a esa dirección, pero, por desgracia, no encontró a nadie allí. Por esas horas, la dueña de la residencia, Leticia Aster, estaba presentándose a una audición.
Sin más opción, Gilbert se dirigió a los lugares donde Violet había trabajado, como si siguiera sus huellas. Recorrió varios sitios: un restaurante donde la gente se afanaba en poner las mesas, la casa de un millonario con perros enormes, una taberna con un pequeño teatro que ofrecía sueños nocturnos… pero en todos le dijeron que la chica había comentado que se iría pronto de la ciudad.
Un paso demasiado tarde, ¿eh…?
Se había desesperado. Había viajado desde una tierra del norte hasta Leidenschaftlich y, desde allí, había emprendido otro largo viaje. El intento de Hodgins por detenerlo, llamándolo insensato, ahora le pesaba en el cuerpo.
No pasa nada. Todo estaba bien mientras ella estuviera a salvo. No podía hacer otra cosa que pensar esto y sonreír con autodesprecio.
Desde el punto de vista de otro, sus acciones probablemente serían motivo de risa, un desperdicio. Y en realidad lo eran. Gilbert pensaría lo mismo de un extraño. Sin embargo, no podía evitarlo.
Desde el momento en que conoció a Violet. Desde el momento en que ella dijo “Mayor” por primera vez. Desde el momento en que le dijo que la amaba. Desde el momento en que le suplicó perdón, pidiéndole estar a su lado. Gilbert había ido cambiando lentamente, dejando atrás su juventud, aquella en la que vivía solo por mantener el honor de su apellido como Gilbert Bougainvillea.
Una sola chica podía cambiar tanto a un hombre. Y lo mismo se aplicaba a Gilbert. Un solo joven había sido capaz de transformar a una bestia salvaje en una chica. Sin embargo, como no podían reconocer la grandeza de tales actos el uno en el otro, la otra parte siempre parecía ser la única deslumbrante. Se valoraban demasiado y llegaban a pensar que quizá sería mejor no estar cerca. Pero, como era de esperar, deseaban estar juntos.
No era nada especial: eran emociones comunes por las que los amantes de todo el mundo han pasado desde tiempos inmemoriales. Uno se acostumbraba tras experimentarlo varias veces. Pero para ellos era la primera vez, y precisamente por eso dolía.
Mientras observaba el bullicio de la multitud, Gilbert se preguntó si debería volver a casa. Si Violet no estaba en la ciudad, él ya no tenía nada que hacer allí. Si regresaba ahora, quizá podría ver a Violet en Leidenschaftlich, aunque solo fuera un instante. Si, por casualidad, pudiera verla, se disculparía por haberla hecho sentir insegura. Y si ella lo aceptaba, entonces, esta vez, tendrían que hablar sobre qué harían los dos a partir de ahora. Hasta que ambos estuvieran convencidos de que todo iría bien, incluso si estuvieran separados.
Mientras pensaba en esto, Gilbert de repente percibió un sonido que se acercaba. Era un sonido que había oído innumerables veces. Desde que se habían reencontrado, siempre que se veían, sonreía al oírlo.
Los pasos de unas botas. Unos pasos característicamente regulares, que dejaban entrever su personalidad estoica. Eso, y una palabra que, seguramente, no dejaría de oír, sin importar dónde estuviera o adónde fuera.
—Mayor.
La primera palabra que ella le dirigió. Una palabra mágica que solo hacía crecer su afecto cuando era ella quien la pronunciaba, aunque fuera un mero título y ya no le correspondiera ahora que era coronel.
Gilbert contuvo el aliento al darse la vuelta.
Cintas de color rojo oscuro ondeando. Una chaqueta azul prusia sobre un vestido blanco como la nieve con lazo. Botas altas de color marrón cacao y una maleta con ruedas. Y brillando en su pecho, el broche esmeralda que los unía.
Ya no era una niña soldado, ya no era solo “Violet”. Ni su herramienta, ni una bestia salvaje. Era una mujer joven, que ahora vivía como una muñeca de recuerdos automáticos.
Violet Evergarden extendió una mano hacia Gilbert.
—Violet.
—Mayor.
Quizá sorprendida de que él se hubiera girado de repente, Violet retiró la mano que había extendido hacia su pecho y la dejó caer. Gilbert no dejó escapar esa mano que no intentaría alcanzarlo de nuevo. La agarró por la muñeca y tiró de ella hacia sí.
—Ma… yo… r…
Le puso la otra mano en la mejilla, mirándola de cerca. Sus ojos azules, su cabello dorado y sus rasgos bien definidos eran como los de una muñeca. Era su Violet, de pies a cabeza.
—Violet, ¿eres tú…?
Aunque la pregunta era incomprensible, Violet respondió con seriedad:
—Sí, soy yo, mayor.
Quizá incapaz de sostenerle la mirada a tan corta distancia, sus mejillas comenzaron a sonrojarse. Gilbert exhaló profundamente, abrazando a Violet, estrechándola entre sus brazos. Fue un abrazo algo brusco para un caballero como él, pero transmitió claramente a Violet cuánto había anhelado ese reencuentro.
—Hum, me preguntaba si sería coincidencia, pero… ¿podría ser que me estuviera buscando? Hasta hace un momento, me estaba despidiendo de las personas que me han cuidado en esta ciudad…
—Te he estado buscando. Probablemente no haya un solo día en que no te busque, pero… aparte de eso, sí, te estaba buscando ahora mismo.
—Mayor, ¿no estaba usted en una base militar en el norte…?
—Pedí un permiso. Porque no hubo respuesta tuya.
Violet intentó de algún modo mover la cabeza desde su posición para mirar el rostro de Gilbert, pero no pudo, ya que el gran cuerpo de él la abrazaba sin dejarle el menor resquicio. Él ya la había abrazado una vez, cuando se reencontraron por primera ocasión. Entonces se alegraron de verse, lloraron y se aferraron el uno al otro, pero eso fue todo. Era la primera vez que la abrazaban así.
—Ma… yor… —Sin saber qué hacer mientras su amante la abrazaba sin mostrar signos de soltarla, su voz se agudizó. Casi como si no fuera más que una joven doncella—. ¿E-esperaba una respuesta mía…?
Sus mejillas ardían. Estaban teñidas de rojo.
—Fue mientras estabas en un largo viaje de negocios aquí. Es normal que no recibieras mi carta… Me puse al corriente de la situación, pero, fuera como fuese, quería aclarar el malentendido que tenías… así que terminé viniendo hasta aquí.
Violet preguntó con temor:
—¿Le hizo daño mi carta, mayor?
—Esa es mi pregunta.
—Usted no me hizo daño.
Esas palabras atravesaron el pecho de Gilbert. ¿Por qué esta chica nunca dudaba de él? Si al menos lo reprendiera en momentos así, él se habría sentido mejor. Pero como ella no era el tipo de persona que lo hacía, le resultaba terriblemente doloroso.
—No… —Gilbert por fin soltó lentamente a Violet y la miró a la cara—. Yo sí te hice daño, Violet.
Fue el turno de Violet de quedarse sin aliento. Después de todo, la gema esmeralda que brillaba en el rostro que ella miraba estaba húmeda, con la tristeza grabada profundamente en sus facciones. Mirar aquellos iris hizo que las reacciones de Violet se detuvieran. No podía evitarlo. Era automático.
—Violet, nunca pensé que fueras una vergüenza. —Aquella piedra preciosa había sido “hermosa” desde que se conocieron. Nunca dejaba de fascinarla—. No puedo vivir sin ti.
No importaba cuánto lo criticaran o juzgaran, él era incapaz de rendirse.
—No quiero nada más que a ti. —La persiguió y la persiguió—. Por favor. No intentes dejarme.
Perseguida, perseguida, perseguida, perseguida y perseguida.
La mirada de la persona que más amaba, a cuyo lado por fin se le permitía estar. Su afecto era imparable. No podía detenerlo. Aparentemente, el “defecto” de Violet ya no tenía arreglo. Seguramente, no lo tendría por el resto de su vida.
—Mayor… Mayor… Mayor, yo…
Por fin pudo comprenderlo: Violet Evergarden se sentía completa gracias a Gilbert Bougainvillea. El amor había cambiado tanto a la bestia salvaje. El enamoramiento había convertido a una muñeca en un ser humano.
Por lo tanto, la bestia salvaje se enfrentó a su señor, cuyo ojo de esmeralda brillaba con la alegría, la tristeza y la belleza de toda una vida —su único ser, más irremplazable que cualquier otra cosa para ella—, y rugió:
—Mayor, le quiero. No me separaré de usted mientras viva.
“¿Qué es ‘amor’?”
Por alguna razón, su antiguo yo pareció superponerse al actual en los ojos de Gilbert. Desde aquel tiempo en que ella le dijo que no había entendido su confesión. Sin embargo, esta chica ahora había crecido y le declaraba su amor, casi como si quisiera protegerlo.
Las lágrimas brotaron como lluvia de su ojo esmeralda.
Esta vez, Violet sí extendió una mano hacia Gilbert. La extendió y acarició su mejilla a través del guante. Su mano artificial crujió. ¿Cuánto mejor sería si la palma de su mano fuera más suave? Aunque su mano acunaba la mejilla de su amado lloroso, era terriblemente fría y dura, una mano maldita.
—Con estas manos, Mayor, le protegeré.
Sin embargo, esos brazos eran fuertes. Le daban la confianza suficiente para afirmar que iba a protegerlo.
Intentando hacer algo con las lágrimas que se desbordaban por sí solas, Gilbert apretó las comisuras de sus ojos mientras hablaba:
—Violet.
—Sí.
—No tienes que protegerme.
—No, lo haré.
—Te equivocas. Soy yo quien te va a proteger.
—No es así. Yo le protegeré. Arriesgaré mi vida para protegerle.
Cada vez que el testarudo dúo se enfrentaba, ninguno daba un paso atrás, pero Violet solía ser la vencedora. Quizá fuera la debilidad de haberse enamorado primero. O, tal vez, debido a que ella era tan dócil, él se sobresaltaba cada vez que ella se imponía con demasiada fuerza.
—Violet…
—Mayor… Hace un momento lo entendí. No importa lo que yo sea, no importa cuántas críticas tenga que soportar, mientras usted me quiera, eso es suficiente.
Y así, Violet Evergarden lo dijo. La frase que le había dicho en el pasado.
—Le protegeré —susurró de la misma manera, pero con un nivel diferente de calidez—. Por favor, no lo dude nunca. Soy suya —declaró con la calidez del amor—. Mayor, le quiero.
Ella lo protegería. Eso era todo lo que tenía en mente.
Gilbert dijo, un poco aturdido:
—Tengo la sensación de que es la primera vez que… me dices esto claramente.
En realidad, estaba en shock. Ella le había dicho cosas similares antes, pero una confesión de amor nunca había salido de su boca tan directamente.
Por fin.
Gilbert sintió que algo —una emoción indescriptible— se apoderaba de él desde el interior de su pecho.
Ahora por fin parece que somos una pareja normal.
Pensándolo bien, los dos siempre habían estado en caminos separados, uno detrás del otro o buscando la espalda del otro. Gracias a que ambos se dijeron “te quiero”, por fin estaban en el mismo lugar.
Violet se disculpó profundamente.
—Lo siento mucho. Ya he aprendido a decirlo. Puedo decirlo tantas veces como sea necesario.
Su actitud prácticamente decía: “Por favor, ordénemelo”. Probablemente aún tardaría algún tiempo en cambiar esa parte de ella.
Fijando en Violet una mirada dulce que solo le mostraba a ella, Gilbert susurró:
—Puede que mi corazón no sea capaz de soportarlo, así que necesito algo de práctica.
—¿Su corazón, mayor…?
—Era una broma. Mi corazón está bien.
—Qué alivio.
—Violet… ¿entiendes… que te amo?
—Sí, mayor, usted me ama.
—¿Y que te amo más que a nada?
—Yo también, mayor… le amo… más que a nada.
—Lo siento. ¿Te obligué a decir eso?
—No. Pero como usted dijo, mayor… seguramente… mi corazón no es capaz de soportarlo… Hum, cuando me mira así… las palabras se me quedan a medio camino…
—A mí también me pasa.
—¿A usted también le pasa, mayor?
—Sí.
Todo en ella le resultaba insoportablemente entrañable a Gilbert. Mirarla le hacía sonreír. Las lágrimas se derramaron al hacerlo, pero Violet extendió una mano y se las secó. Mientras lo hacía, derramó sus propias lágrimas.
—Somos imperfectos, mayor.
—Las lágrimas no son un defecto. Está bien llorar, Violet.
—De acuerdo.
Los dos unieron sus manos con naturalidad. Y, igualando el paso del otro, comenzaron a caminar.
Una chica cuyos brazos eran prótesis. Un hombre que tenía un brazo protésico y había perdido un ojo. Formaban un dúo peculiar. Sin embargo, una vez que se mezclaron con la multitud, nada de eso importó. Podían ir a cualquier parte. No importaba cuánto los juzgaran los demás. Aunque nunca recibieran aprobación.
Violet le dijo a la persona que más amaba con voz ligeramente ansiosa:
—Mayor, aunque… no nos hemos visto, han aumentado las cosas que tengo que contarle.
—Aah… por supuesto, cuéntamelo todo. Espero ansioso oír de tus aventuras.
—Sí. Esta vez, aprendí sobre los sueños de un cazador de sueños.
—¿Un “cazador de sueños”?
—Sí. Alguien que persigue sus sueños. Yo también, mayor… tengo muchos lugares a los que me gustaría ir con usted.
—Vamos, uno por uno.
—¿Podemos?
—Dijiste que arriesgarías tu vida para protegerme hace un rato, ¿verdad? Yo soy el mayor… así que antes de que tenga que usar bastón, hagámoslo realidad. Está bien, Violet. Tenemos tiempo…
—Mayor, ¿tiene algún sueño?
—Nadie me lo ha preguntado, pero sí, tengo.
—¿Puedo preguntar cuál es ese sueño?
—Probablemente no puedo decírselo a nadie más que a ti.
Cuando Violet preguntó: “¿Cuál podría ser?”, Gilbert respondió: “Es bastante común, pero quiero tener mi propia familia”.
—Mayor, ¿estaría bien… si fuera con alguien como yo?
La pregunta hizo que la visión del ojo esmeralda de Gilbert se nublara una vez más.
¿Por qué eres así…?
Su amante, una muñeca de recuerdos automáticos, siempre decía las palabras justas para hacerle latir el corazón. La fuerza con la que Gilbert agarraba la mano de Violet aumentó.
“Solo puedes ser tú, Violet”.
Sería fácil responder con eso. Hacía tiempo que había dejado de ocultar su amor por ella. Podría decirlo con tanta facilidad como respirar, pero esta vez, el peso de tal frase era diferente al de antes. Era un juramento de unir la vida de ella a la suya. Si iba a decirlo, quería hacerlo después de dar los pasos apropiados, pensó Gilbert.
—Violet.
Había algo que siempre se había contenido de hacer. Para una pareja normal, dicha acción era una muestra ordinaria de amor. Era la primera vez para ellos dos, así que si iba a hacerlo, tenía que ser ahora.
Curiosamente, Gilbert no estaba demasiado nervioso. Estaba lleno de felicidad, hasta el punto de que ya nada le asustaba. También era consciente de que ella no le rechazaría. Ya podía asegurarlo. Ella era solo suya.
Por lo tanto, Gilbert se detuvo. Luego, cambió de dirección bruscamente hacia Violet, que lo miraba perpleja. En medio de la multitud, la besó con una intensidad abrumadora.
—Ma… yor…
Cuando sus rostros se separaron, apareció la figura de su amante, adorablemente desconcertada.
—Ma-yor… hum, yo… hum…
—Lo siento —dijo Gilbert sin pudor.
—No… hum… Está bien, hum… yo… uh… —Violet se tambaleaba en shock—. Usted es… el objeto… de mis afectos, mayor… Por lo tanto, está bien… sí…
Sus mejillas estaban rojas. Sus ojos eran un mar de lágrimas brillantes. El único en el mundo que podía cambiar tanto a Violet Evergarden era Gilbert Bougainvillea.
Estoy seguro de que nací para este momento.
Gilbert ya no tenía miedo de nada. La soledad que arrastraba desde su infancia había desaparecido. Por lo tanto, él también fue finalmente capaz de pasar de ser una herramienta a ser humano, sonriendo como un niño. Violet Evergarden fue quien lo convirtió en persona.
—Violet, eres la única para mí. ¿Puedes jurarme… que no me dejarás por el resto de nuestras vidas?
Si estuvieran juntos, definitivamente podrían vivir en cualquier parte.
♦♦♦
Bueno, el relato de lo que sucedió después llega hasta aquí.
Gilbert y Violet. Ninguno de los problemas que los rodean se ha resuelto todavía. Tampoco hay un futuro claramente decidido sobre lo que les ocurrirá. Sin embargo, quienes hayan seguido la historia de estos dos hasta el final quizá hayan podido imaginar un desenlace para ella.
Intentemos imaginarlo un poco.
No es tan difícil. Las voces, los olores, los colores y los movimientos transmiten palabras. Por supuesto, intenta desplegar las alas de tu imaginación. Imagínalos en un lugar tranquilo en alguna parte. Solo ellos dos, en un bosque de flores y árboles coloridos.
No, hagamos una corrección.
Eso seguramente nunca estaría permitido. Su benefactor mutuo de pelo carmesí nunca lo permitiría. Las personas invitadas serían, sin lugar a dudas, solo aquellas que les hubieran dado su bendición a él y a ella después de haber superado sus dificultades. Entre dichas personas, habría un joven de cabellos dorados parecidos a los de ella. Así como una mujer hermosa de cabello oscuro. Y una muchacha de ojos heterocromáticos.
Ahora, despliega tus alas una vez más. Reimagínalo.
Un futuro en el que el bosque se llena de risas. Los faroles iluminan el atardecer. Dentro de la suave luz, envueltos en el fragante aroma de las violetas, un novio, ataviado con el uniforme ceremonial del ejército de Leidenschaftlich, y una novia, con un vestido hecho especialmente por el presidente de su compañía postal, se juran amor en silencio.
Este desenlace seguramente existe en alguna parte.
Cambió de bestia salvaje a niña. Y de niña a ser humano que conoció el amor.
La historia de esta chica termina aquí.
¿Hay alguna tristeza en eso? Una vez que comienza, toda historia llega a su fin. Pero puedes hacer que esta sea eterna manteniéndola en tu recuerdo.
Ella seguro que vendrá siempre que la llames. Después de todo, ella misma puede ir a cualquier parte en cualquier momento. Irá presurosa a donde quieran sus clientes.
Si alguna vez te sientes solo, por favor, me gustaría que pronunciaras su nombre. El nombre de esta chica, cuya historia has seguido hasta este punto.
—Violet Evergarden.