Bajo el roble – Capítulo 70

Traducido por BeeMiracle

Editado por Ayanami


Max abrió la boca en estado de shock. Sin perder un segundo, Riftan besó sus labios y deslizó su lengua en la de ella. Max sujetó los gruesos y duros brazos que la rodeaban. Su suave lengua barrió dentro de su boca, tocando todos los lugares a los que podía llegar. Los suaves cabellos de la nuca se le erizaron uno a uno.

Su beso fue salvaje e impredecible.

Le dolían el pecho cuando el beso se profundizó, el movimiento sensual dentro de su boca barrió suavemente sus dientes, su lengua y el interior de sus mejillas. Ella jadeó y se aferró a su cuerpo, temblando.

—Haaah…

Ella gimió como si tuviera fiebre y su cuerpo se calentó por el placer, mientras se le erizaba la piel. Le rodeó el cuello con los brazos y, en ese momento, cuando miró por encima del hombro, vio que las sirvientas abrían los ojos como platos. Max las miró fijamente mientras su corazón se detenía.

Las tres sirvientas se quedaron sólidas como piedras, olvidando su tarea de poner la mesa. Sus brazos aún estaban extendidos como si estuvieran colocando platos y encendiendo los candelabros. Max soltó un grito ahogado y golpeó la espalda de Riftan con su débil puño, ocultando su rostro cerca de su cuello.

Miró hacia atrás y se alejó de la puerta, sosteniendo a Max en un brazo. Dijo tranquilamente, sin expresión.

—Retírense cuando hayan terminado.

Max sintió que moriría de vergüenza. Las sirvientas se movieron lentamente por un segundo, como si despertaran de un trance al ver dónde se encontraban los rostros de su dama y su señor, abrieron la puerta y salieron, despidiéndose con una expresión cortés. —Um, con su permiso, que disfruten.

Incluso llevaron a los gatitos dormidos en su cesta por si los molestaban. Riftan no podría preocuparse menos por la cara roja de las sirvientas. Era difícil determinar si la cara de Max estaba más roja que la de ellas. Cerró la puerta y comenzó a besar a Max nuevamente, pero ella gritó y lo empujó con incredulidad.

—Nuh… Hace un momento, ¿no v-viste cómo nos veían las sirvientas?

—¿Y qué? Son sirvientas. No tienes que preocuparte por eso.

Riftan le quitó el brazo, molesto porque mantenía su cuerpo lejos de ella, y continuó derramando un pequeño beso sobre la nuca de ella. A pesar de que Max estaba abrumada por la vergüenza, todavía disfrutaba de su toque. Sin embargo, se tapó la boca con la mano y echó la cabeza hacia atrás.

—Rif-Riftan, te vas a quedar en el castillo por poco tiempo… ¡pero yo-yo estoy con ellas todos los días!

—Pasas la mayor parte del tiempo con Ruth.

Los hombros de Max se tensaron al nivel de su voz. Cerró el espacio entre sus rostros hasta que ella no pudo ver su aterradora y suave sonrisa. Sus ojos negros brillaban como los de una bestia salvaje emocionada. Max tragó saliva secamente.

—Bueno, eso es… N-No. P-Paso más tiempo con las sirvientas.

—¿De verdad?

—Sí, sí.

—De todos modos, ¿no crees que es injusto que yo, tu esposo, pase menos tiempo contigo?

—Bueno, no es mi culpa. Y tampoco la tuya.

Riftan abandonaba el castillo a menudo. Como señor y caballero, Max sabía que Riftan tenía muchas responsabilidades. Sin embargo, no pudo evitar que su lengua lo acusara. Dándose cuenta de que estaba molesta, Riftan suspiró y la dejó sobre la mesa.

—Lo sé. Solo quise decir que, ya que no tenemos mucho tiempo juntos, no te preocupes por otras personas cuando estoy contigo.

Acercó una silla a su lado y se sentó, tomando sus manos y rozando sus labios sobre ellas. Cuando vio su sinceridad, ya no podía culparlo, más si él la miraba intensamente.

Max asintió con la cabeza hacia arriba y hacia abajo dulcemente, su rostro aún sonrojado. Una sonrisa se deslizó en sus labios cuando presionó sus dedos, y cuando se rió, ella rió suavemente junto con él.

Durante el invierno, Riftan permaneció en el castillo por períodos de tiempo más largos. Iba al campo de entrenamiento temprano en la mañana y conducía a los caballeros regularmente alrededor de los muros del castillo para someter a los monstruos. Sin importar su horario, hacía tiempo para cenar con su esposa cuando la luz del sol comenzaba a desvanecerse.

Fue un tiempo más pacífico a diferencia del otoño pasado. Durante el día, Max leía los libros que Ruth le dejaba o entrenaba para sentir el maná mientras sostenía una piedra preciosa. Por las noches, sus sirvientas la ayudaban a vestirse hermosamente y ponían la mesa para sus comidas dulces y relajantes con Riftan.

Estos fueron los momentos en que Max llegó a conocer a su marido de forma natural. Lo primero que notó fue que Riftan tenía un gusto sencillo por la ropa. Cuando no estaba armado, prefería la ropa simple y sin estampados, y se abstenía de usar broches o cinturones enjoyados. Detestaba los lujos en él y en otros hombres. Su labio se curvaba al ver los pantalones de seda ceñidos que usan los maniquíes, o las supuestas últimas modas, como túnicas adornadas que se arrastran por el suelo, ropa con hombros acolchados, zapatos con punta o sombreros adornados con plumas.

Cuando un equipo de costureras llegó al castillo, la costurera le dijo descaradamente a Max que Riftan usaría cualquier cosa que su esposa le diera. Con una mirada horrorizada, Max escondió el sombrero de plumas que la costurera le había regalado a su esposo. Riftan valoraba la ropa y las herramientas prácticas y odiaba tener artículos sin valor.

Prefería un atuendo robusto y activo que solo apoyara su entrenamiento y no le exigía demasiado a sus sirvientes. Aunque disfrutaba del alcohol y la comida grasosa, nunca se quejaba cuando algo que deseaba era limitado o no estaba disponible, y nunca pedía comidas que fueran difíciles de preparar, como hacían los nobles comunes. Fue criado como un caballero, y todo lo que buscaba para sí mismo y su castillo era la eficiencia.

Sin embargo, su gusto frugal no se aplicaba a su esposa. Buscaba hermosas ropas y telas para vestirla. Con frecuencia, la presionaba para que usara joyas que él compraba por capricho y le ordenaba a las criadas constantemente que trataran bien a su señora.

Max llegó a creer que Riftan se sentía obligado, casi hasta el punto de la obsesión, a darle el lujoso estilo de vida que se merecía la hija de un duque. Tenía una mentalidad sorprendentemente compleja. Si bien veía con desprecio la vanidad y el capricho de los nobles, veía el estilo de vida aristocrático como un derecho de nacimiento de su esposa. Mostrar su estatus era muy importante para él.

En él coexisten la envidia y el desprecio por la sociedad aristocrática. Aunque no podía entenderlo todo, Max se vistió de manera extravagante para cumplir con sus expectativas y trató de imitar los gestos sofisticados y elegantes de su hermana menor a su torpe manera. Afortunadamente, Riftan no vio sus luchas cuando no era ella misma, pero Max siempre se preocupaba del momento en que se enterara de que ella estaba fingiendo.

♦ ♦ ♦

Cuando estaba en su escritorio estudiando la teoría básica de la geometría, Max de repente abrió mucho los ojos ante la idea de ser descubierta, ya que cuando llega la primavera, los nobles visitaban Anatol. Cuando los Calypse los acogían, Riftan podría comparar a las damas nobles verdaderamente elegantes y a su esposa.

Max golpeó el escritorio con la punta de los dedos y se preguntó si debería estudiar la etiqueta para las jóvenes señoritas. No tenía experiencia en asistir a grandes banquetes. Se encogió de vergüenza incluso de pensar en ser la anfitriona de un baile.

—No pareces concentrada.

Ruth, que estaba sentado al otro lado de la habitación, dijo con severidad, tronándose los nudillos y poniendo los ojos en blanco con sarcasmo. Su mirada aún estaba en la tetera de latón con la que estaba haciendo té sobre el horno. Max lo miró con reproche por hablarle con rudeza, pero al mago no le importó.

—Si ha terminado ese libro, su estudio sobre la teoría básica ha terminado. Por favor, asegúrese de entenderlo completamente. Para aprender fórmulas mágicas, es necesario comprender los conceptos básicos.

—E-Estoy trabajando duro hoy. Estoy, estoy un poco cansada.

Cuando la tetera silbó, Ruth preparó un té dulce de miel, jengibre y otras hierbas y colocó una taza sobre su escritorio.

—Mi señora, por favor tome un refrigerio.

—G-Gracias.

Ruth le sonrió suavemente a Max, fingiendo sinceridad mientras él se inclinaba. Max puso los ojos en blanco ante su actitud sarcástica.

Dado que Riftan parecía detestar que Max y Ruth estuvieran a solas, ella solo iba a la biblioteca con sus sirvientas. Sin embargo, las sirvientas notaron que incomodaban al mago. Para tomar represalias, Ruth a menudo se dirigía a Max cortésmente, enfatizando que él debería tratarla bien como la dama de la casa frente a los ojos de los espías. Max sabía que no le gustaba que las sirvientas lo molestaran, pero ella ignoró su inquietud.

—Tu entrenamiento para detectar maná, ¿va bien?

—¿S-Sí? No, aún no.

Max negó con la cabeza mientras sostenía su taza de té con ambas manos. Ruth tomó un sorbo de su té humeante antes de entrecerrar los ojos, pensando seriamente.

—Fuiste dotada con una alta tasa de absorción de maná. Pensé que enseñarte sería mucho más fácil… pero, por lo que veo, los resultados llevarán más tiempo.

—¿T-Tengo una alta tasa de absorción?

—La última vez, viste que mis poderes entraban en tus palmas. Eso significa que tienes una gran afinidad por absorber magia. Por lo general, a los aprendices les lleva años de esfuerzo desde una edad temprana absorber la magia tan rápido.

En un pasaje que leyó, Max recordó haber leído que el maná se recibía en el cuerpo a través de lo que los magos llamaban Ma Ryok. Aunque el tubo era invisible y parecía inexistente, solo había ciertas entradas por donde el maná podía ingresar al cuerpo.

—Eh, ¿u-usualmente cómo d-desarrollas a este Ma Ryok?

—El mago inyecta magia en el cuerpo de su estudiante periódicamente. De niño, estuve expuesto a la magia constantemente. Por lo tanto, mi Ma Ryok se ha ampliado bien para absorber maná.

Max asintió con una comprensión tranquila hasta que su tez se endureció. ¿Estaba acostumbrada al maná porque los curanderos la habían curado repetidamente después de las palizas de su padre? Ella también había estado expuesta a la magia constantemente. Max se miró las palmas de las manos. No podía creer que algo bueno pudiera haber salido de la cruel disciplina de su padre.

—No tienes que estar nerviosa. Con la práctica, poco a poco, mejorarás en la absorción de maná.

Después de ver su rostro ocupado con oscuros pensamientos, Ruth había tratado de consolarla. Max trató de sonreír y de concentrarse en el presente. ¿Importaba cómo se volvió dotada para usar la magia? Se decidió a estudiar de nuevo la teoría básica para practicar bien.

Max giró la cabeza cuando la puerta se abrió ruidosamente, haciendo temblar las estanterías.

Riftan había aparecido de nuevo como de costumbre. Había estado yendo a la biblioteca con frecuencia para ver a Max, lo que hizo que Ruth suspirara de frustración esta vez.

—¿No me digas que ya has terminado de entrenar? —Ruth le dijo a Riftan.

—Entrenar en clima frío agota la fuerza. Los guardias necesitan un respiro para recuperarse adecuadamente.

Riftan respondió secamente a la pregunta, acercándose a Max por detrás e inclinando su cabeza más cerca de la de ella. Las mejillas de Max se sonrojaron cuando la textura de sus labios fríos tocó su frente. Él frotó suavemente su cabello y susurró:

—¿Has estado atrapada aquí desde esta mañana?

—Yo, en la m-mañana, pasé por los establos.

Riftan parecía insatisfecho. Frunció el ceño y gruñó.

—¿No pasas más tiempo aquí que en la cama conmigo?

—N-No es lo m-mismo.

Desde el regreso de Riftan al castillo, pasa mucho más tiempo en el dormitorio. El rostro de Max se puso rojo, recordando cuánto tiempo pasaba en sus brazos casi todas las noches. Riftan gimió cerca de sus ojos y abrazó sus hombros con fuerza con ambos brazos.

—¿No crees que soy lo suficientemente bueno?

—¿Pueden por favor tener intimidad cuando esten solos? ¿Dónde no pueda verlos? —dijo Ruth, aburrido.

—Solo mira hacia otro lado —dijo Riftan.

—¿Por qué no vuelven a su habitación? Para hacerme sentir más cómodo. Esta atmósfera es demasiado para mí. —Ruth le dijo a Max.

Max no podía levantar la cabeza. Ella juntó su ardiente cara caliente. Riftan chasqueó la lengua y tiró del brazo de Max.

—Bueno. Vamos a nuestra habitación. Aférrate a mí.

—R-Riftan.

Max agarró con fuerza el borde del escritorio. Estaba demasiado avergonzada en este momento para ir a su dormitorio.

—Las tareas que tenías que hacer hoy. ¿Has terminado?

—Le dejé mis deberes de patrulla a otro caballero. ¿Por qué no te levantas ahora?

Riftan estaba impaciente y volvió a tirar de su brazo, pero Max sujetó el escritorio con más fuerza. Si bien disfrutaba de su tiempo con Riftan, era demasiado vergonzoso quedarse en la cama a plena luz del día. ¿Y si los sirvientes chismeaban mal de ellos? Cerró los ojos y movió sus globos oculares de un lado a otro avergonzada, agitando un brazo hacia los libros apilados cerca de ella.

—Ah, ah. No he terminado de leer.

—Lee más tarde.

—H-Hoy, planeé leer esto.

Riftan arrugó las cejas con insatisfacción.

—¿Con qué diablos estás tan obsesionada?

Tomó un libro de la pila sobre su escritorio y lo miró. Las páginas estaban llenas de todo tipo de figuras intrincadas y palabras antiguas. Volvió a mirar a Max y frunció el ceño.

—¿Qué es esto? ¿Estás tratando de aprender magia?

—¿No lo sabías? —Ruth dijo. —Ha estado aprendiendo magia de mí durante semanas.

Riftan, que todavía estaba hojeando las páginas, se detuvo y levantó la cabeza, con los ojos brillantes.

—¿Qué? —Ante la reacción de Riftan, Ruth miró a Max, confundido. —¿Aún no te lo has dicho? Tu esposa puede tener talento para la magia, así que le estoy enseñando poco a poco.

—¡¿QUIÉN QUIERE ESO DE ELLA?!

Riftan gritó ferozmente, tirando el libro salvajemente. Max tembló. No sabía si habría tenido permiso, así que no preguntó, pero pensó que él estaría feliz si supiera que estaba aprendiendo magia por él.

—Tener magos a la mano es un recurso increíble —replicó Ruth. —Además, recientemente, ha habido una disminución de magos, lo que significa que hay menos personas para contratar aprendices.

Riftan todavía estaba molesto.

Él arremetió, culpando a Ruth.

—Todo esto comenzó cuando fuí a eliminar a esos malditos Goblins.

Ruth no supo cómo reaccionar y respondió, un poco avergonzado.

—No pretendo enseñarle magia ofensiva. Pero, ¿no sería una gran ventaja para Anatol si su esposa pudiera hacer una simple defensa o magia curativa?

—¡No necesito su ayuda!

Riftan estalló. Max agarró la tela en sus rodillas con fuerza. Cuando Riftan vio que su rostro se ponía blanco y lleno de miedo, soltó una maldición y le apretó el hombro, tratando de calmarse.

—No te traje aquí para usarte. Yo… Yo solo quiero que estés cómoda. La magia es un trabajo duro y consume mucha fuerza.

—No, no estoy tratando de hacer algo peligroso. Yo solo quiero ser útil.

—¡Estoy diciendo que no lo necesito!

Max lo miró en estado de shock. Riftan vaciló y pasó su mano por su cara, su tono sonaba impaciente.

—No te veas triste. No estoy enojado contigo. Tú…

No pudo encontrar las palabras para explicarlo y se mordió los labios. Un extraño silencio cayó sobre la biblioteca. Riftan continuó cambiando su mirada entre el rostro desanimado de Max y la desaprobación de Ruth. Se barrió el cabello con una mano bruscamente. Una mirada fría pasó por su rostro.

—Haz lo que quieras.

Dio media vuelta y salió de la biblioteca. Max miró su espalda desesperadamente.

Riftan no regresó hasta que oscureció. Max deambuló por la habitación con ansiedad, mirando constantemente por la ventana en busca de él. Según Rodrigo, Riftan no llevaba su armadura y había tomado su caballo para salir del castillo.

Max sintió que la sangre se le estaba secando en las venas. Los tres gatos, que habían estado durmiendo cómodamente cerca de la chimenea, salieron de debajo de la cama, maullaron y gimieron, como expresando sus sentimientos por ella. Tomó un gato en su regazo, lo acarició, luego se acostó en la cama y cerró los ojos en silencio.

No podía entender qué había enfadado tanto a Riftan. ¿Estaba molesto porque ella no le había dicho que estaba aprendiendo magia? Debería haberle pedido permiso antes de empezar.

Se mordió las uñas con nerviosismo, perdida en sus pensamientos cuando escuchó un traqueteo. Rápidamente, cerró los ojos y fingió dormir. Podía decir por los pasos quién venía.

Max no tuvo el coraje de ver a Riftan a la cara. Riftan se acercó a ella en silencio y, con cuidado, empujó a los gatos fuera de la cama de vuelta a su cesta.

Ella escuchó, queriendo saber su estado de ánimo. Riftan colocó la cesta cerca de la chimenea encendida, se quitó la capa y la colgó a un lado. Se sentó en la cama para quitarse las botas. Max esperó a que él se acostara a su lado.

No se movió y se quedó sentado durante mucho tiempo. Sintiéndose rechazada, Max hundió su cara profundamente en la almohada. Al parecer, no quería acostarse junto a ella. Ella lo había decepcionado. Ella sólo había querido apoyarlo. ¿Era demasiado incompetente para que confiara en ella? Ella se mordió los labios. Había dicho con tanta firmeza que no necesitaba su ayuda. Sus palabras la habían golpeado dolorosamente. Curvó la espalda para ocultar el dolor en su rostro.

En ese momento, un dedo áspero tocó suavemente su mejilla. Max contuvo la respiración. Riftan acarició suavemente sus mejillas y apartó algunos mechones de su cabello. Incluso sin abrir los ojos, podía sentir su intensa mirada sobre ella, como si su rostro estuviera justo al lado de la chimenea.

Continuó apartando su cabello y se llevó las yemas de los dedos a sus labios. Max se estremeció automáticamente por su toque. ¿Ella lo estaba rechazando? Riftan se estremeció y, lentamente, retrajo su mano a su costado y comenzó a alejarse. Max rápidamente tomó su mano.

—¡R-Riftan!

Pero después de aferrarse a él, no sabía qué decir. Max lo miró con cautela. ¿Sabía que ella solo fingía estar dormida? No parecía sorprendido de que ella estuviera despierta. Debajo de su cabello, sus ojos, oscuros como la tinta, la miraban sin expresión. Ella se encogió ante su mirada. Tal vez, estaba enojado con ella. Estaba aterrorizada.

—Lo siento, lo siento. He hecho mal… —dijo imprudentemente, aunque no sabía exactamente por qué se estaba disculpando. Riftan respiró hondo y la abrazó.

—No te disculpes. No hiciste nada malo. Yo solo…

Dedos fríos penetraron su cabello y tocaron su cuero cabelludo, envolviéndose alrededor de su pequeña cabeza. Max exhaló cuando Riftan enterró su nariz en su pecho. Sus hombros temblaron. Riftan le frotó la espalda y dijo con ira hacía sí mismo.

—No actúes tan asustada todo el tiempo, sí puedes aprender magia…

—N-No. N-No tengo miedo. De verdad.

—No mientas. Estás temblando. Maldita sea. Apenas te hice reír. Ahora estamos empezando de nuevo.

—N-No. No tengo miedo.

Max tembló y se mordió el labio. Se sintió aliviada de que volviera a ser cariñoso, pero podía oír la tristeza en su voz. Ella agarró el dobladillo de su manga mientras Riftan sostenía su frente a regañadientes.

—N-No n-n-necesito aprender.

Sintió el brazo de Riftan retorciéndose debajo de su manga. Sacudió la cabeza enérgicamente.

—No lo entiendes —él dijo.

—¿Yo a-ayudándote es u-una molestia?

—No es así.

—Y-Yo q-quiero hacer algo por ti. Y-Yo deseo hacer esto.

—¡No tienes que hacer nada!

Riftan dijo violentamente. Él suspiró en agonía y tragó antes de besar sus labios con avidez. Max se presionó contra su rostro, su dura barbilla temblaba bajo su mano. Una pequeña línea de saliva goteaba sobre su grueso cuello. Riftan empujó su lengua dentro de su boca y la saboreó lenta y tenazmente.

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