El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 47

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—Si hubiera sabido la clase de hombre horrible que era, no habría permitido el compromiso de Arlendo. ¿Tienes pruebas de todo esto? ¿Este… terrible acto que le hizo?

Fieste devolvió los documentos a la duquesa. Ella asintió con la cabeza a la pregunta.

—Beth y los Caballeros de Rinche fueron testigos.

—Los Caballeros de Rinche… Seguro serán testigos dignos de confianza porque trabajan para el Imperio, no para ti. Pero Bethrion no puede testificar. Es tu hijo, y podría impugnar la validez de los testimonios.

—Por supuesto. Otros caballeros además de él testificarán. Ruenti también está buscando pruebas por su cuenta.

Hmm. Fieste se rescostó en el sofá y miró al techo.

—¿Qué hay de los abusos? ¿Hay suficiente para rebatir un argumento de disciplina? Lo del carruaje también… es tan horrible que se necesitan más pruebas aparte de los relatos de los testigos.

Volvió a frotarse la cara, frustrado y agotado por la idea.

—Como sabe, la ley es clara en cuanto al deber de los padres. Si argumenta eso, no hay mucho que puedas hacer.

—La ley no significa que los padres puedan maltratar y torturar a sus hijos.

Aún estaba fresco en la memoria de la Duquesa. No había rastro de que Leslie hubiera vivido en casa del Marqués, aparte de un viejo libro andrajoso en el fondo de la biblioteca.

—El marqués ya había cruzado la línea. La trataba como a un objeto.

Si él de verdad la consideraba suya, no podía tratarla así. Ella no era más que un instrumento para su codicia. Fieste miró fijo el rostro serio de la mujer y luego se encogió de hombros. Ambos suspiraron.

—Es posible que tenga que visitar estas leyes en un futuro próximo.

—Seguro que los legisladores no sabían que la ley podía explotarse así.

—Hasta que un moho manchó todo el cesto de frutas.

Ugh, cambiar la ley será problemático. Los nobles van a luchar duro en esto. 

—¿Podemos tomarlo con calma, Salvatore? Ya no somos veinteañeros.

—Un Emperador no debe “tomárselo con calma”. Puedes hacerlo en la tumba.

Eres demasiado dura, vieja amiga. Fingió una mirada de dolor y se quejó en voz alta. Luego, sus ojos se abrieron y se sentó erguido, mirándola con curiosidad. Parecía animado e interesado.

—Sabe, tengo curiosidad. ¿Por qué elegiste adoptar a esta niña en particular, Salvatore? ¿Podrías decírmelo?

Rebotó excitado en el sofá, lo cual era demasiado ligero teniendo en cuenta que superaba con creces la cincuentena.

—Si quisieras una hija, estoy seguro de que todas las damas del Imperio vendrían corriendo. Claro que seguro muchas preferirían la posición de las nueras.

Sería un caos. Fieste imaginó la escena y sacudió la cabeza, sintiendo un escalofrío que le recorría la espina dorsal. Será más feroz que estar en medio de una guerra. 

Sabía hasta qué punto los nobles intentaban infiltrarse en el Ducado y entablar amistad con todos y cada uno de sus miembros, incluidos los empleados. Pero ninguno de ellos tuvo éxito, y las puertas se cerraron con más fuerza. Así que si ella anunciara que está buscando adoptar…

Se imaginó a todo un ejército de niñas siendo empujadas a las puertas del Ducado para convertirse en la única Dama Duquesa de todo el Imperio. Se estremeció frunciendo el ceño. Frente a él, la mujer empezó a dar golpecitos en la mesita que tenía delante, sumida en sus pensamientos para describir a la niña.

—La señorita Leslie es…

—¿Se llama Leslie?

¿Dónde he oído ese nombre? ¿Por qué me suena tanto? Fieste ladeó la cabeza de forma inquisitiva. La duquesa se tomó otro momento antes de continuar.

—La señorita Leslie es encantadora.

—¿Qué?

—Sí, es sin duda adorable. Se ríe mucho, come bien y es muy madura e inteligente para su edad. Siendo franca, me sorprendió la última vez que la vi.

Como si el silencio momentáneo le diera tiempo a organizar sus pensamientos para presumirla, empezó a enumerar todas las cosas bonitas de ella con voz emocionada. Fieste se quedó boquiabierto, sintiéndose ajeno a su afecto.

—Debe de gustarte mucho. Nunca te había visto elogiar así a alguien que no fuera Sairaine.

—¿De verdad?

—Sí, se me hace raro volver a verte así en mucho tiempo.

Hmm. Sus ojos centellaron intrigantes.

—Salvatore, si es tan encantadora y adorable, ¿por qué no la casamos a la familia imperial? ¡Le daré el estatus más preciado y poderoso!

—No hace falta.

Le interrumpió con decisión.

—Espera, ¿ni siquiera vas a considerarlo? Estoy hablando de la posición de Princesa Heredera y futura Emperatriz del Imperio.

Ella resopló, sintiendo que la pregunta no merecía en absoluto su tiempo para responder.

—Si yo tuviera una hija, la habría casado con Beth o Enti sin pensármelo dos veces.

—Es decisión de ellas casarse o no. No me entrometeré en sus asuntos personales.

Pero también esta vez la duquesa lo interrumpió con frialdad. Fieste se agarró el pecho fingiendo estar dolido por sus comentarios.

—Eres demasiado vieja, Salvatore… ¿Cómo pudiste rechazar el matrimonio con la familia imperial?

—Es gracias a mi frialdad que seguimos siendo amigos.

La Duquesa se levantó y se dispuso a marcharse. Fieste también se levantó rápido, tratando de entretenerla.

—¿Te vas tan pronto? ¿Por qué no te quedas a comer? Te he preparado un festín.

—No veo la necesidad. Tengo muchas cosas de las que ocuparme, y tú también.

Ante su respuesta, él se agarró la cabeza. Sintió que una migraña le martilleaba la sienes al pensar en el trabajo. Solo si se quedaba un poco más, podía tener la excusa perfecta para holgazanear. Sonrió con amargura. Ahora que la Duquesa se marchaba pronto, tendría que estar encerrado tras una montaña de trabajo en su estudio, además de ser antagonizado por los lloriqueos y quejas de los nobles.

El Emperador puso cara de pena.

—Infórmeme cuando se fijen las fechas del juicio.

Pero a ella no le sobraba simpatía porque también tenía mucho trabajo por delante. Apresuró sus pasos y abandonó el palacio.

Pocos días después, una carta con el sello de la corte imperial fue entregada al Ducado de Salvatore y al Marqués de Sperado.

—¡Ya está aquí! —gritó con fuerza el hombre, embargado por la emoción y la alegría.

Estaba tan feliz de ver la carta que olvidó que el mensajero de palacio seguía delante de él. Tosió para aclararse la voz y fingió pena.

—Hm… Gracias a Su Supremacía, el Emperador Fieste Giles Rucardius, por esta generosa oportunidad de recuperar a mi pobre hija.

—Ruego que la recuperen sana y salva.

El mensajero asintió comprensivo con una mirada de simpatía en sus ojos.

Muchos estaban de parte del marqués. Ya tenía una imagen pública de padre cariñoso porque siempre presumía con orgullo de su primera hija, Eli. También había estado contando a todo el que estuviera dispuesto a escuchar su triste historia de que le habían robado a Leslie. Por el contrario, del Ducado no salió ninguna palabra. Sin duda, la gente asumió la culpabilidad de la Duquesa y se mostró comprensiva con el Marqués.

Necesito comprobar si los barrotes del calabozo del sótano están completos. 

Esos eran sus verdaderos pensamientos mientras era consolado por el mensajero. Estaba frustrado y molesto porque la mocosa le había causado tanta humillación y trabajo. Así que lo único que tenía en mente era recuperarla y luego castigarla con severidad.

Por lo tanto, ordenó en secreto una renovación de la bodega abandonada donde estaban instaladas rejas con poco espacio entre ellas. Ya había llevado allí las cadenas. Planeaba inmovilizar a Leslie y encerrarla sin comida durante semanas en cuanto regresara. Al darse cuenta de que no podía usar magia y de que estaba sola en la oscuridad, estaría domesticada.

Sería dócil, como sus hermanos pequeños muchos años atrás. Él ya había hecho lo mismo experimentando con los mejores métodos sobre estos hermanos para aprender a doblegar a una persona por completo. Al final, fueron muy obedientes.

Si ella continuaba resistiéndose, él solo la arrojaría de nuevo al fuego y la quemaría viva. Al menos ella sería útil en la muerte transfiriendo los poderes a Eli. Entonces, pagaré a un sacerdote por un vulnerable como un generoso padre afligido. 

Soy tan buen hombre para darle a esa moza una segunda oportunidad. 

¡Mira cómo perdono! El marqués se alabó a sí mismo y sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas, conmovido por su propio ego.

—Yo también rezo para que me la devuelvan.

Asintió con entusiasmo y lágrimas en los ojos. Al ver las lágrimas, el mensajero lo interpretó como la señal de que era un verdadero padre y se marchó con más palabras de aliento. La marquesa suspiró desde la distancia mientras observaba la escena desde una ventana.

—Juicio de nobles…

Se mordió las uñas. Las puntas de sus guantes pronto se tiñeron de rojo. Llevaba mordiéndoselas desde que empezaron las habladurías, y ahora tenía que llevar guantes todo el tiempo para disimular las vergonzosas heridas.

—Cómo ha podido pasarme esto a mí y a mi casa. ¡¿Qué voy a hacer con todos estos escándalos?! ¿Qué estará pensando mi marido?

Sus ojos lilas se llenaron de ansiedad. Juicio de nobles, ¡qué indignante! Su voz chillona resonó en la habitación, gritando con resentimiento.

—¡Me prometió que tendría una vida tranquila y buena si daba a luz a un segundo hijo! ¡Yo no la quería! La odiaba, ¡pero me obligó a hacerlo! ¡¿Entonces por qué me está pasando esto a mí?! ¡No quiero ser parte de esto! ¡¿Por qué no cuida de mí?!

Las piernas de la marquesa cedieron y cayó sobre el suelo enmoquetado, pálida y agotada por su arrebato. Las criadas se apresuraron a entrar en la habitación para ayudarla a subir a la cama. Eli ni siquiera miró a su madre y fijó la vista en su padre. Ahora estaba dando instrucciones a una criada.

Qué fastidio. 

Las uñas de Eli estaban aplastadas bajo sus dientes al mordérselas ella también como su madre. Sus uñas estaban rotas por muchos sitios y ya no estaban bien cuidadas, pero no tenía la mente para prestar atención a cosas tan triviales.

¿Por qué se esfuerza tanto en devolver esa cosa inútil al marquesado? 

Parece que ya ni siquiera va a usarla como sacrificio. Volvió a morderse las uñas nerviosa. Se sentía ansiosa. Parecía que sus pesadillas estaban cobrando vida. Ya sabía que su padre ya no le tenía el mismo afecto que antes. Su atención se desviaba hacia Leslie, lo que significaba que algo iba muy mal.

Las cosas debían ser como antes. Su hermana debía ser una basura, ignorada por su padre como siempre. Eli, como prometida del príncipe Arlendo y heredera de la magia de la Casa de Sperado, debería ser el centro del mundo de su padre. Pero las cosas estaban cambiando lenta pero inexorablemente. Si regresaba, Eli perdería su posición ante el Marqués y, con el tiempo, todo lo que merecía.

Pero no podemos perder el juicio. 

También traerá complicaciones negativas. Se esparcirán más chismes y las damas de la sociedad chuchichearán a sus espaldas. Ya se sentía enojada y con ganas de tirar té caliente en sus feas caras.

Perder el juicio significaba la muerte social y el entierro de su honor. No podía soportar la mirada de lástima y simpatía y que la gente se burlara de ella.

Luego, estaba el compromiso con el príncipe Arlendo. Aunque estaban comprometidos, sabía que no sentía nada por ella. Si lo hacía, eran más negativo que positivo. Se estaban utilizando el uno al otro, y eso era todo. Todo era político. No rompería el compromiso a menos que pasara algo grave.

Y perder el juicio era algo tan serio que seguro la abandonará y buscará un nuevo socio político.

Y esa desgraciada se convertirá en una Salvatore. 

Se convertirá en la única Dama Duquesa del Imperio, le darán todo y vivirá una buena vida. ¡Ah, lo odio! ¡¿Cómo se atreve a elevarse por encima de mí?! ¡Ella está hecha para mí! ¡Soy mejor que ella!

También cayó al suelo con las extremidades colgando. Algunas de las criadas gritaron sorprendidas y corrieron a ayudarla a levantarse.

—Ojalá estuviera muerta…

Si fuera más feliz y amada que yo, no estaría cumpliendo su propósito, ¿verdad? Entonces, no vale nada, ¿verdad? No es necesaria, y por lo tanto debería morir. 

—Desearía que desapareciera.

Por suerte o por desgracia, su voz era demasiado suave, y nadie la oyó maldecir en voz baja.

♦ ♦ ♦

El fuego estaba sobre ella como un tsunami que inundaba su pequeño mundo de pinchos rojos y naranjas.

Es solo un sueño. 

Sí, era un sueño. Tenía que ser un sueño. Estuvo con Ruenti todo el día, practicando cómo controlar la magia. Luego, Bethrion había hecho un nuevo plato increíble que devoró y terminó con un pequeño bulto en la barriga. Después, la llevó a su dormitorio y Madel la arropó. Le leyó cuentos y le cepilló el pelo hasta que se quedó dormida.

—Esto es un sueño.

—¡Kyaaa!

—Sálvame…

—Por favor, te lo ruego…

—¡¿Padre, madre?!

—H-Hermano…

—Prometo que no lo volveré a hacer. Lo prometo.

Cientos, no miles de voces sonaron en la oscuridad. Pequeñas y grandes, jóvenes y viejas, bajas y altas. Tantas voces suplicaban y lloraban. Y eran voces de niños, todas procedentes del fuego.

Leslie temblaba de miedo y de impotencia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido