Emperatriz Abandonada – Capítulo 6: Despedida y encuentro (1)

Traducido por Lugiia

Editado por Yusuke


El tercer día después de mi doceavo cumpleaños, llegaron a mi mansión un par de visitantes inesperados. Eran nada menos que el duque Rass y su hijo mayor, Kaysian de Rass.

Como si se tratara de un asunto apremiante, tan pronto como entraron en la mansión, se dirigieron de inmediato a la oficina de mi padre. Ni siquiera el mayordomo tuvo tiempo de anunciar su llegada.

—Keirean, ¿recuerdas lo que dijo tu hija el otro día? Sobre la hambruna que podría aparecer en el Imperio —le comentó el duque Rass a mi padre.

—Por supuesto. ¿Por qué lo mencionas ahora?

—Tal y como predijo tu hija, parece ser que tendremos una hambruna masiva este año.

—Ya veo…, pero ¿cuál es el problema? ¿No estaban preparados para ello?

—Desde luego, pero surgió un problema. A pesar de la advertencia por parte de la administración, parece que hubo saqueos en algunas provincias. En consecuencia, hay indicios de disturbios en esas zonas.

Cuando terminó de hablar, el duque suspiró profundamente debido a la frustración y desabrochó el botón superior de su chaqueta.

Mi padre, quien solo se limitó a observar en silencio, preguntó:

—Significa… que debemos despachar a los caballeros para detener los disturbios, ¿no es así?

—Así es. Además, debemos designar a un supervisor, de forma que garantice, sin problemas, la distribución de los alimentos.

—¿Un supervisor?

—Como se espera una hambruna severa, es peligroso enviar solo a un funcionario civil. Aunque las zonas fronterizas no suponen ningún problema, ya que están bajo el control directo de la familia imperial o defendidas por siete marqueses, les preocupan las provincias pequeñas.

En efecto. Aunque mi familia era un caso especial, el resto de los marqueses no podían pasar al escenario político central porque estaban ocupados defendiendo las fronteras por generaciones.

Era un sistema que estableció el primer emperador para mantener las propiedades de esas familias cerca de las fronteras. Aunque nuestro Imperio carecía de poder en el escenario político central, nuestro poder militar era grande. Por supuesto, para mantener ese poder bajo control, existe otro ejército asignado a las fronteras.

De esta manera, no era necesario que la administración se preocupara por la zona fronteriza. El único problema eran las provincias de los nobles con menor jerarquía, quienes carecían de defensas propias y tenían pocos bienes, haciendo que fueran más propensos a estafar a las personas de sus propios territorios.

Como dijo el duque, no podían permitirse enviar un solo funcionario civil en una situación en la que mucha gente hambrienta podía convertirse en turbas.

—En caso de que algo salga mal, los caballeros imperiales, y una parte de la primera división, deben permanecer en la capital. Sin embargo…

—Todos los caballeros de la segunda división, y aquellos que defienden mi hogar, deben ser despachados.

—Así parece. De igual forma, pienso enviar también a todos los caballeros de mi familia.

—Ya veo. Entonces, probablemente seas el único que quede aquí, Arkint.

—Siendo honesto, lo más probable es que el emperador quiera a un tipo leal como tú en lugar de alguien como yo. Sabes que me cuesta acatar órdenes. No obstante, como hay nobles observándome, es mejor que tú seas encomendado a esta tarea. Lo siento, Keirean. Aun así, decidí enviar a mi hijo mayor para que te asista.

Según mi padre y el duque Rass, se movilizará una parte de la primera división de caballeros imperiales, toda la segunda división y todos los caballeros privados de la familia Rass y Monique. Además, con el propósito de dirigirlos, mi padre y Kaysian de Rass tenían que ser despachados también.

En el peor de los casos, tenía miedo de no poder ver a mi padre durante años. ¿Qué sería de mí si nunca regresa?

Mi ansiedad aumentó al recordar mi vida pasada, aquel momento donde mi padre nunca regresó después de haber dicho que volvería pronto para sacarme del palacio.

Sacudí ligeramente la cabeza para apartar esos pensamientos. Se decía que ocurrían acontecimientos desafortunados cuando se pensaba en cosas siniestras.

El pasado y el presente son diferentes. Mi padre volverá sano y salvo.

—Entiendo. Siento pedirte esto, Arkint, pero, por favor, cuida de mi hija mientras yo no esté aquí.

—¿Tu hija?

—Sí. Aunque es inteligente y puede arreglárselas por su cuenta, aún es demasiado joven. Espero que puedas venir cada cierto tiempo y comprobar si necesita ayuda.

—Ya veo, no hay problema.

Expresé mi agradecimiento al duque Rass asintiendo con la cabeza y mi padre añadió:

—Gracias. ¿Puedo pedirte otro favor?

—Por supuesto, adelante.

—Desde hace un tiempo, mi hija ha estado aprendiendo esgrima bajo mi tutela. Está comenzando, por lo que solo ha aprendido lo básico y necesita seguir practicando con constancia. Sin embargo, si todos los caballeros de mi familia se retiran a la frontera, no quedará nadie que la entrene. Sé que suena engorroso, pero ¿podrías entrenarla de vez en cuando?

—Hmm, no sé si tenga tiempo para entrenarla a detalle, pero ¿qué tal si se lo pido a mi segundo hijo?

—¿Te refieres al que llaman un genio en el manejo de la espada?

—Me da vergüenza decirlo, pero sí, me refiero a él. Deja que él la entrene y, de vez en cuando, me uniré a su entrenamiento. ¿Qué te parece? Mi hijo ha tenido más entrenamiento que tu hija, así que puede ayudarla de una forma u otra.

Un genio en el manejo de la espada y el segundo hijo del duque Rass. Cuando combiné ambas cosas, me vino a la mente un hombre con esas características. Era un genio que no tenía rival cuando se trataba de esgrima, uno que quizás solo aparece una vez cada cien años. A diferencia de Allendis, quien era un genio en muchos aspectos, este solo destacaba en esgrima.

Carsein de Rass.

El caballero más joven del Imperio que logró en mi vida pasada un récord de esgrima sin precedentes. Es costumbre que los hombres tengan su ceremonia de mayoría de edad a los dieciocho años y las mujeres a los dieciséis. En ese entonces, cuando alcanzó la mayoría de edad, lo nombraron oficialmente caballero.

Recordé que, por un tiempo, hubo un cambio de opinión sobre el sucesor del duque Rass. Se debatían entre si debía ser su segundo hijo, Carsein, en lugar de su hijo mayor, Kaysian.

Sin embargo, me era difícil recordar quién terminó siendo el sucesor en esa línea de tiempo.

—Está bien, hagamos eso.

—De acuerdo. Entonces, ¿cuándo planeas partir?

—Como es muy urgente, me iré en cuanto termine las preparaciones. Si me quedo toda la noche para terminar de organizar a los caballeros, será posible partir mañana por la tarde.

—Ya veo. Si ese es el caso, no seré capaz de verte partir. Cuídate, Keirean. No te preocupes por tu hija.

—Gracias. Entonces, tendré que pasar un momento por el palacio imperial.

—De acuerdo. Oh, Keirean, tomaré un poco más de tu tiempo. Debo comentarte algo.

—Entonces, me retiraré primero, duque —dije y me levanté rápidamente de mi asiento. Sabía que me estaba pidiendo, de forma indirecta, que me retirara.

Su segundo hijo, Kaysian de Rass, salió conmigo de la oficina y se giró para saludarme.

—Ha pasado mucho tiempo, señorita.

—En efecto, hace mucho que no nos vemos, señor Rass.

—Por cierto, ¿he oído que está aprendiendo esgrima?

—Así es. Sin embargo, sigo avergonzada de mis habilidades como principiante.

—Ya veo. Supongo que debe estar entrenando arduamente.

Sonreí ligeramente ante su comentario. Aunque he empezado hace poco, no le habría dicho a mi padre que me enseñara si hubiera pensado que era demasiado duro para mí.

Después de desearle lo mejor en su viaje, me di la vuelta; sin embargo, de repente, una imagen apareció en mi cabeza y me giré nuevamente hacia él.

—Disculpe, señor Rass.

—Adelante, señorita.

—¿Qué tipo de persona es su hermano menor?

Después de oír mi pregunta, cerró la boca. De casualidad, ¿fue descortés preguntar por su hermano? En el pasado, su relación no parecía ser muy buena debido a las opiniones divididas sobre quién sería el sucesor de su padre; sin embargo, pensé que, en estos momentos, sería diferente.

Cuando estaba a punto de disculparme por haber hecho una pregunta tan grosera, él abrió la boca primero.

—Bueno, para serle sincero, no es una mala persona una vez que lo conoce. Oh, general.

Ladeé la cabeza mientras lo observaba saludar a mi padre. ¿Dijo que su hermano no era una mala persona si llegaba a conocerlo? Aunque tenía mis dudas sobre su respuesta, no pude retenerlo ya que tenía que ayudar a mi padre.

—Entonces, señorita, cuídese hasta que le vuelva a ver.

—Gracias. Espero que vuelva sano y salvo después de completar su misión. Papá, ¿irás al palacio?

—Así es, creo que llegaré un poco tarde, así que vete a la cama primero. Señor Rass, vamos.

En ese mismo instante, después de decir esas palabras, mi padre se dio la vuelta. Le será difícil regresar hoy, ya que le tomará mucho tiempo determinar el número de caballeros que debe despachar a cada provincia.

Me despedí de él, me puse un traje de entrenamiento y me dirigí al campo. Para no perturbar en lo posible el entrenamiento de otros caballeros, busqué un lugar algo desolado; sin embargo, en una esquina, pude observar un brillante cabello verde.

—¿Allendis?

Quise llamarlo de nuevo, pero me detuve. Nunca lo había visto tan concentrado en su entrenamiento en los últimos dos años. Decidí observar sus labios apretados, su expresión seria y su postura disciplinada.

Mientras me debatía entre interrumpir o no, algo pasó por mi mente. ¿Quién va a vigilar su entrenamiento? Mi padre le pidió al duque que me entrenara solo a mí, pero no mencionó nada sobre Allendis.

—¿Aristia? ¿Cuándo llegaste?

—Oh, justo ahora. —Parece que estaba perdida en mis pensamientos, ya que no noté que Allendis había terminado de entrenar y estaba observándome—. ¿Qué sucede? No sueles venir por aquí a esta hora.

—Bueno, estoy aquí porque tengo algo que decirte.

—¿De verdad? Quizás…

—Escuché que el duque Rass vino a la mansión. Si es así, ya has oído las noticias, ¿verdad?

Al ver a Allendis sonriendo de forma amarga, adiviné lo que iba a decir.

—¿Tú también partirás?

—Así parece.

—Ya veo.

—¿Tu padre también irá?

—Sí, con los caballeros.

 —Entonces, te quedarás sola. ¿Vas a estar bien, Aristia? —preguntó Allendis con expresión preocupada.

—Por supuesto. Como una noble del Imperio, esto es algo que debo asumir.

—Pero…

—Estoy realmente bien. Hmm, ¿te gustaría cenar conmigo? Si nos separamos hoy, no nos veremos durante un tiempo.

—Desde luego. Gracias por invitarme.

¿Habrá notado mis intenciones para cambiar de tema? Aun si lo hizo, aceptó gustosamente mi invitación y nos dirigimos a la mansión.

—Es la primera vez que comemos solos, ¿verdad? Tu padre siempre está presente.

—Oh, ahora que lo mencionas, tienes razón.

—Supongo que está ocupado, ¿no es así?

—Sí, dijo que deben partir cuanto antes, así que tiene que organizar la formación de los caballeros.

—Ya veo. Si es así, tendré que partir sin saludarle.

—Le transmitiré tu saludo —respondí mientras asentía ligeramente.

—Gracias, Aristia. Oh, esto es delicioso. Siempre lo he pensado, pero el chef de tu familia es realmente talentoso.

—¿De verdad? Estoy segura que al chef le gustará mucho escuchar eso. Le transmitiré tus elogios.

—Te lo agradezco. Parece que no soy muy popular en tu familia. Necesito ganar algunos puntos.

Quise negarlo, pero no pude cuando recordé lo que me dijo el señor League el otro día. Solo pude sonreír torpemente.

—No pasa nada. La única persona que no quiero que me odie eres tú —dijo respondiendo a mi sonrisa con una brillante.

—Oh, eso no pasará.

—Me alegro de oírlo. Por cierto, Aristia, más importante aún, ¿por qué no me has preguntado a dónde me dirijo?

—Bueno, supuse que partirías con el duque Verita. Como va a supervisar la distribución de los alimentos en las provincias, me pareció que seguirán moviéndose sin establecerse en ningún lugar.

—Tienes razón. Por ello, es probable que no pueda enviar cartas hasta que regrese.

—Ya veo… —respondí en voz baja.

De repente, sentí un nudo en la garganta. Mi padre, Allendis, los caballeros de mi familia… Sabía que no podría vivir con ellos para siempre, pero fue más rápido de lo que pensaba.

Ya que seguía pensando en eso, mi depresión no cesaba.

¿Se habrá dado cuenta de cómo me siento? ¿O está tan deprimido como yo? En ese momento, solo había silencio entre nosotros. Yo no quería abrir mi boca y él se limitaba a comer en silencio.

—Aristia.

—¿Sí?

Cuando Allendis finalmente rompió el silencio, me liberé de mis pensamientos ociosos y noté un plato con pastel frente a mis ojos. La mayoría ha convertido un hábito el comer postres, después de terminar el plato principal, para eliminar la acidez en la boca causada por las comidas, en especial aquellas a base de carne con especias y salsa. Como la azúcar es costosa, la disfrutan mayormente nobles y plebeyos adinerados. Además, los nobles con mayor jerarquía prefieren pasteles, chocolate y sorbetes.

Cuando corté un trozo de aquel pastel tan blanco como la nieve y me lo llevé a la boca, mi tristeza comenzó a desvanecer gracias al dulzor que se extendía por mi boca.

—¿Te sientes mejor?

—Oh, lo siento, Allendis. Creo que he sido descortés contigo aunque te haya invitado a cenar.

—No te preocupes, no es para tanto entre nosotros —respondió con suavidad y se levantó después de limpiarse las comisuras de su boca con una servilleta. Tomé la mano que me ofreció y me dirigí a la puerta principal de la mansión.

—Gracias por la invitación. Me gustaría quedarme más tiempo, pero mi agenda es apretada. Lo siento.

—No te preocupes. También deben partir cuanto antes, ¿verdad? Ten cuidado en tu viaje y regresa a salvo, Allendis.

—Por supuesto. Intentaré contactarte cada vez que pueda.

—Dijiste que te sería complicado, ya que no se establecerán en una zona, así que no te exijas demasiado.

Allendis me miró en silencio y, un segundo después, me estrechó entre sus brazos.

—Me siento realmente mal al tener que dejarte atrás. ¿Debería secuestrarte y hacer que me acompañes?

—¿A-Allendis?

—No te relaciones con otros chicos mientras no esté aquí, ¿de acuerdo? En particular, ten cuidado con el príncipe heredero. ¿Entendido?

Me quedé en silencio al escuchar sus palabras.

—Regresaré. Cuídate hasta que nos volvamos a encontrar, mi señorita.

Después de decir eso, plantó un beso en mi frente y se alejó. Su cabello verde claro se desvaneció gradualmente antes de desaparecer en la oscuridad.

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