Herscherik – Vol. 5 – Anécdota: La Tempestad Azul y la Sonriente Táctica Carmesí 

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Un hombre observaba el profundo mar azul que se extendía ante él. Sus ojos eran azules, el azul oscuro de su cabello recordaba las profundidades del mar, y de su espalda se extendían un par de alas del mismo color que su cabello, lo que lo señalaba como un hombre bestia, un hombre pájaro, para ser precisos.

El hombre estaba encaramado en lo alto del mástil principal de un barco mercante, observando las olas del océano que se dirigían al horizonte. Estaba lo suficientemente alto como para que cualquiera que no fuera un marinero experimentado se quedara paralizado por el miedo, pero como hombre pájaro capaz de surcar los cielos, se limitaba a contemplar el mar sin necesidad de agarrarse a nada.

De repente, oyó una voz. Al mirar hacia la cubierta del barco, el hombre vio a una persona que le hacía señas, y rápidamente saltó del mástil. Tras una fracción de segundo de sensación de ingravidez, el hombre se entregó a la gravedad mientras caía en picado.

Los demás pasajeros lo observaron, atónitos. Sin embargo, justo cuando pasó por el centro del mástil, desplegó sus alas, flotando en el aire durante un breve momento antes de aterrizar en el puente sin hacer ruido.

—¿Qué sucede? —preguntó a la persona cuya voz había escuchado.

Frente al hombre se encontraba una mujer de pelo carmesí que le llegaba a los hombros, y entrecerró los ojos para dedicarle una suave sonrisa. Para este hombre, ella era la única mujer del mundo que le importaba.

Se llamaba Alterisse Danvir, más bien Alterisse di Rot, aunque su amo la llamaba Kurenai.

—Bueno, no pude encontrarte en ningún sitio, Gale… —Kurenai respondió tímidamente.

—Ya veo —respondió con brusquedad y sin emoción el hombre en cuestión, Gale Fal Kilvy Blau, al que su maestro llamaba Ao.

—La brisa del mar es muy agradable, ¿verdad? —Kurenai continuó, sin reparar en el comportamiento de Ao mientras se sujetaba el pelo para evitar que el viento lo despeinara.

Ao asintió en silencio.

—Si las cosas van según lo previsto, deberíamos llegar a Lustiana en dos días —dijo Kurenai.

—Ya veo —respondió Ao, de nuevo brusco y sin emoción.

La mayoría de la gente se habría enfurecido ante la actitud de Ao y su aparente falta de interés, pero Kurenai sólo sonrió con alegría. Después de haber pasado muchos años a su lado, Kurenai se daba cuenta de que Ao estaba realmente entusiasmado por viajar a la Confederación Lustiana, incluso sin que lo dijera en voz alta. Siempre que los demás pasajeros hablaban de Lustiana, él escuchaba a escondidas sus conversaciones, y con el paso de los días se había vuelto más inquieto y había empezado a subirse al mástil, aunque nadie más que Kurenai habría entendido este cambio de comportamiento.

Sin embargo, también se había dado cuenta de que, de vez en cuando, mostraba una expresión ligeramente ansiosa.

—¿Estás preocupado, Gale?

Ao se estremeció ligeramente antes de bajar la mirada.

♦ ♦ ♦

El hombre conocido como Ao nació en un pequeño país de hombres pájaro llamado Kilvy, antes de que los hombres bestia formarán la alianza que llevó a la creación de la Confederación Lustiana. Aunque su población era pequeña, era un hermoso país rodeado de abundantes bosques.

Pero Kilvy ya no existía. El país fue asolado y destruido por Felvolk.

Como hijo primogénito del rey, Ao era un príncipe de Kilvy. Como los hombres bestia suelen tener pocos hijos, todo el país celebró con entusiasmo el nacimiento de un príncipe, y las naciones bestiales vecinas también enviaron regalos.

El príncipe creció feliz y cómodamente. Fue el primero en aprender a volar entre todos los niños de su edad, y se pasaba el día surcando los cielos, de la mañana a la noche, más rápido de lo que cualquiera podía seguir. También era un hábil luchador: cuando se trataba de lanzas y varas en particular, podría superar incluso a los soldados adultos.

Era un niño expresivo, y aunque rara vez hablaba siempre era alegre y recto. Trataba a sus mayores con respeto y a los más jóvenes con amabilidad, y todos esperaban con ansia el día en que subiera al trono.

Pero eso nunca llegó a suceder.

Antes de que el príncipe, que se convertiría Ao, hubiera alcanzado la mayoría de edad, el país vecino de Felvolk lanzó una invasión a Kilvy. Como Kilvy era un país estrecho, el ejército de Felvolk llegó a la capital en cuestión de días, mucho antes de que ésta recibiera noticias de la frontera, y no tuvo tiempo de preparar sus defensas. Aunque los soldados de Kilvy hicieron todo lo posible para oponerse al ejército invasor, Felvolk los aniquiló rápidamente utilizando armas mágicas. Con el fin de ganar tiempo para que los ciudadanos huyeran a un país vecino, el rey y un pequeño número de guardias optaron por atraer intencionadamente la atención de los enemigos.

—¡Gale, debes huir!

—¡Pero, padre, yo también puedo luchar! —suplicó el joven príncipe a su padre en lo alto de los muros del castillo, bajo la luz de las estrellas, mientras el rey se preparaba para partir a la batalla, de la que nunca regresaría. El ejército Felvolk ya estaba a la vista.

El rey miró a su valiente hijo, lanza en mano, y negó con la cabeza.

—Este país está condenado —explicó el rey—. Pero nuestro pueblo seguirá viviendo. Debes sobrevivir y protegerlos.

—¡Padre!

—¡Llévenselo!

Los soldados cercanos hicieron lo que se les había ordenado, arrastrando a Gale, pasando al lado de su madre.

—Gale, mi querido hijo, tienes que vivir —dijo su madre con una sonrisa antes de colocarse junto al rey. Era una hechicera, muy hábil con la magia del viento.

—¡Padre! ¡Madre! —gritó el príncipe, pero sus gritos no llegaron a los oídos de sus padres mientras era escoltado fuera del castillo.

Gale no recordaba con claridad lo que ocurrió después, salvo que reprimió su ira y su frustración mientras volaba por el cielo nocturno, decidido a proteger a su pueblo. Sin embargo, el sonido de una explosión sonó de repente y, en ese mismo momento, el hombre pájaro que tenía delante cayó al bosque. Incapaz de procesar la situación, no pudo hacer otra cosa que ver cómo sus compañeros caían, uno a uno, acompañados cada vez por el mismo sonido estruendoso.

—¡Príncipe Gale! —oyó gritar a un soldado que se apresuró a socorrerlo, pero en el momento siguiente Gale se encontró cayendo.

El príncipe perdió el conocimiento por un breve momento al aterrizar, pero se despertó rápidamente. Había logrado salir adelante con sólo algunos rasguños gracias a que los árboles amortiguaron su caída.

Al oír el sonido de los gemidos, Gale echó un vistazo a su alrededor y se quedó sin palabras. Varios de sus compañeros estaban tirados en el suelo, retorciéndose de dolor. El mismo soldado que había intentado protegerlo también estaba ahí, y Gale corrió rápidamente hacia él.

—¿Estás bien? —preguntó desesperadamente Gale mientras ayudaba al soldado a levantarse.

—Príncipe Gale… —el soldado gimió—. Por favor, déjame atrás y huye…

—¡No puedo…!

—Tienen mis alas… —El soldado interrumpió a Gale, mostrándole la espalda—. Ya no puedo correr.

Las alas del soldado parecían haber sido desgarradas sin piedad por bestias salvajes. Y no era el único: todos los hombres pájaro que Gale pudo ver habían sufrido heridas similares.

Que un hombre pájaro pierda las alas era una sentencia de muerte. Con cuidados médicos, podrían volver a volar algún día, pero ahora no había tiempo para eso.

En un intento de huir al menos a pie, Gale obligó al soldado a ponerse en pie y comenzó a caminar, pero entonces un ruido procedente de un arbusto cercano los interrumpió.

—¡Hey, los encontré! Hmph, ni una mujer a la vista.

—Sin embargo, hay jóvenes no heridos.

Gale volvió su mirada hacia las voces para encontrar a dos soldados. Como no tenían alas, estaba claro que pertenecían al ejército de Felvolk. Ambos sostenían algún tipo de tubo.

—¡Mira, ahí arriba también hay uno! —dijo uno de los hombres mientras dirigía el tubo hacia el cielo.

Al momento siguiente, hubo otro sonido de explosión, seguido de un grito doloroso.

—¡Oye, eso ha sonado como una mujer! —El hombre sonrió.

Fue entonces cuando Gale comprendió por fin lo que había sucedido. Los soldados enemigos habían utilizado esta herramienta cilíndrica para derribarlos del cielo. Su cuerpo ardió de rabia al darse cuenta. Sin embargo, los soldados de Felvolk no le hicieron caso, sino que continuaron hablando alegremente entre ellos como si estuvieran en una excursión de caza.

—Si esta arma mágica no fuera tan difícil de usar… Y hay un límite en el número de veces que puedes usarla.

—¿Qué esperas? Todavía es un prototipo. Es la primera vez que se usa en combate real.

—Bueno, al menos el poder limitado hace que sea fácil capturar esas aves vivas.

—¿Verdad? Eso me recuerda, ¿viste esa nueva arma que probaron en el castillo? Hizo volar todo el castillo. Todos los pájaros volaron en pedazos también.

Las risas de los dos soldados de Felvolk resonaron en el bosque.

Al oír su discusión, Gale vio la luz. Ignorando al soldado de Kilvy que intentaba detenerlo, saltó directamente hacia los dos soldados. Debido a su falta de compostura, el ataque de Gale sólo se convirtió en un torpe forcejeo con uno de los soldados; el otro soldado intervino rápidamente para someterlo. En poco tiempo habían inmovilizado a Gale en el suelo, sujetando sus alas con sus botas e impidiéndole moverse.

—Ugh. Hey, vamos a matar a este —sugirió uno de los hombres.

—No, espera. La orden es capturar a cualquiera que nos pueda servir. Además, cuanto más engreído es alguien, más divertido es romper su espíritu, ¿no crees? —se burló el otro soldado.

—¡No, para! ¡Dejalo ir! —gritó un soldado de Kilvy, pero los soldados de Felvolk se limitaron a echarle una rápida mirada.

—¿Qué quieres hacer con esa cosa?

—No es una mujer, y además está herido. Es inútil —El soldado cogió entonces un objeto que había colgado de su cadera: un tubo más pequeño que el arma que había utilizado antes. A diferencia del otro tubo, éste tenía una empuñadura, que el soldado sujetó mientras apuntaba el dispositivo hacia el soldado de Kilvy.

Se oyó un sonido silencioso de algo que se rompía, seguido de una explosión y el golpe de alguien que caía. Todavía en el suelo, Gale giró la cabeza hacia su compañero y se congeló al instante. El soldado que había intentado proteger a Gale yacía inmóvil en el suelo, con la mitad superior del cuerpo chamuscada.

Gale gritó.

—Cállate, ¿quieres? Oye, cambia las balas y ponlo a dormir.

Después de eso, Gale no recordaba nada más.

Cuando volvió a despertarse, Gale se encontró dentro de una celda. Cuando se incorporó, sintió que sus extremidades y sus alas pesaban más de lo habitual. Miró hacia abajo y vio que tenía las manos y los pies encadenados, y al mirar hacia atrás, vio que sus alas estaban cargadas de pesos metálicos. Las pesas también debían bloquear cualquier tipo de magia, ya que se encontró incapaz de lanzar un solo hechizo.

—Príncipe Gale, ¿está usted bien? —preguntó alguien. Gale giró la mirada hacia la voz y se encontró con un soldado con el que se había enfrentado regularmente desde que era un niño.

—¿Dónde estamos? —preguntó Gale.

—Parece que estamos en un fuerte de Felvolk cerca de la frontera. Todos los que fueron capturados fueron traídos aquí.

—¿Dónde… están mi padre y mi madre?

El soldado respondió a Gale sin palabras, sólo con una expresión de dolor. Gale también guardó silencio. Ya sabía la respuesta, pero aun así, tenía que preguntar.

—¿Cuántas personas fueron capturadas? ¿Sabes si alguien logró escapar? —preguntó Gale.

—No estoy seguro de cuántos escaparon. Sin embargo, mataron o capturaron a un número importante de personas… ¡Todo por culpa de ese cilindro mágico suyo…!

Al oír esto, Gale volvió a repasar en su cabeza lo que había sucedido. Los soldados de Felvolk habían utilizado un objeto mágico en forma de tubo, al que se habían referido como un arma.

—Por culpa de esa cosa, nuestro ejército fue casi completamente aniquilado… ¿Qué era…? —dijo el soldado, pero fue cortado por el sonido de pasos pesados y bajó la voz—. ¡Príncipe Gale, haga lo que haga, no debe dejar que sepan de su linaje, ni de su habilidad!

Gale asintió en respuesta al susurro del hombre. Además de su sangre real, Gale también poseía una habilidad especial. Era un rasgo hereditario, pero se manifestaba muy raramente; Gale era el primer miembro de su familia que mostraba esta habilidad en varias generaciones. No se sabía lo que Felvolk podría hacer con él si se enteraba de su poder.

Los soldados de Felvolk que se habían acercado a ellos dejaron salir a Gale de su celda y lo llevaron a una zona abierta en el centro de la fortaleza. Otros hombres pájaro, todos ellos prisioneros, se habían reunido junto a él, y sus ojos estaban fijos en la plataforma que tenían delante. El hombre que se encontraba en la plataforma debía ser el responsable del fuerte, ya que vestía ropas notablemente más caras que las de los demás soldados.

—¡Tu lamentable país es ahora territorio de Felvolk! —rugió el hombre.

La declaración del hombre provocó un revuelo entre los hombres pájaro, que le lanzaron miradas amenazantes, pero no pudieron moverse porque los soldados les apuntaban con sus lanzas.

—Daré a los presentes tres opciones: jurar lealtad a nuestro país y convertirse en ciudadanos, convertirse en esclavos… ¡o la muerte!

Se oyen rugidos y gritos de rabia de la multitud, pero el hombre en la plataforma no les hizo caso.

—Si se convierten en ciudadanos de Felvolk, se les garantizará su seguridad. Sin embargo, tendrán que pagar un impuesto regular al Estado —dijo el hombre mientras detallaba la cantidad que tendrían que pagar, una suma muy por encima de las posibilidades de cualquiera que estuviera escuchando. Se trataba de elegir entre la esclavitud y la muerte.

—Mátenme… —refunfuñó alguien, y la expresión espoleó a los demás a empezar a gritar.

—¡Somos el orgulloso y noble pueblo de Kilvy, los gobernantes del cielo!

—¡Nunca sucumbiremos ante los bárbaros!

—¡Preferimos morir antes que convertirnos en esclavos de gente como tú!

Sus rugidos llenaron la zona. Sin embargo, el hombre de la plataforma, que parecía esperar esta respuesta, hizo una señal a uno de sus hombres. En respuesta, su subordinado subió a la plataforma, con una chica de alas blancas a cuestas. Estaba temblando, con las manos y las alas atadas con cadenas.

—Muy bien. Haré lo que deseas —dijo el hombre de la plataforma mientras desenvainaba su espada.

Los hombres pájaro se callaron inmediatamente. La espada del hombre brilló a la luz cuando la hizo caer sobre la chica. Ella chilló y unas plumas blancas bailaron en el aire: el hombre había cortado sin piedad una de sus alas.

—¿Por qué esas caras largas? Hace un momento estaban cantando tan alegremente. Están eligiendo la muerte, ¿no? —dijo el hombre, levantando las comisuras de la boca en una mueca maliciosa.

Nadie pudo siquiera reaccionar. La chica cayó al suelo, con la cara pálida, y empezó a temblar. La espada sólo había rozado su ala, y aún no había tocado ninguna carne o hueso. Con el tiempo, las plumas volverían a crecer y probablemente podrían volver a volar.

—A-Ayuda… —Gale escuchó la voz temblorosa de la chica, como debieron hacerlo todos los hombres pájaro presentes. Pero, aun así, nadie se atrevió a moverse.

—Hmph, bueno… ¿No eres un pajarito ruidoso? —dijo el hombre mientras volvía a levantar su espada.

Debes sobrevivir y protegerlos. Las palabras de su padre resonaron en la cabeza de Gale.

—¡Alto! —El grito de Gale sonó en el silencioso patio. El hombre bajó lentamente su arma.

—¿Intentas decirme lo que tengo que hacer? ¿Quién crees que eres? —se burló el hombre, pero Gale se acercó.

Los demás hombres pájaro intentaron detener a Gale mientras éste seguía avanzando hacia el hombre, pero Gale se abrió paso entre la multitud.

—Soy el hijo del rey —dijo Gale, mirando al hombre, quien enarcó una ceja mientras esperaba que Gale continuará—. Me convertiré en tu esclavo, si no matas a mi gente.

—¡Por favor, para!

—¡No debes suplicar por tu vida a estos bárbaros!

—¡¿Tratas de deshonrar el nombre de Su Majestad, después de que luchó tan valientemente?!

Pero a pesar de las súplicas de su gente, Gale siguió mirando fijamente a su captor.

—¿Es ésa la forma en que un esclavo habla con un humano? —dijo el hombre, bajando de la plataforma y acortando la distancia entre él y Gale.

Gale permaneció en silencio durante unos instantes antes de arrodillarse frente al hombre.

—Quiero que perdones a mi gente —dijo Gale, inclinando la cabeza.

Al momento siguiente, Gale sintió un dolor agudo en la cara y fue arrojado al suelo. El hombre le había dado una patada en la cara con sus botas. Los gritos de angustia de los hombres pájaro resonaron en el patio.

—¿Quieres que los perdone? ¡Trabaja en tu lenguaje! —gruñó el hombre con enfado, dando a Gale otra patada en el estómago—. ¡Este país perdió, ya ves! ¡Ha perdido!

Las botas del hombre se hundieron de nuevo en el estómago de Gale, y luego otra vez.

—¡Para! —gritó un hombre pájaro, tratando de correr y proteger a Gale del asalto del hombre.

—¡No! —gritó Gale para alejar al hombre pájaro, antes de volver a sentarse y toser. Luego volvió a arrodillarse—. Por favor, perdona la vida de mi gente.

Mientras Gale se inclinaba profundamente y hacía su súplica, sintió otro golpe. El hombre había plantado su pie en el hombro de Gale.

—¿Y? ¿Qué vas a hacer a cambio? —preguntó el hombre burlonamente.

—Por favor…

Gale hizo una pausa y cerró los ojos. Pensó en su padre y su madre, en su hermoso país natal y en la gente que tanto apreciaba. Todo eso había desaparecido, excepto su gente. Ellos eran todo lo que le quedaba

Para ellos… Gale se decidió.

—Por favor, hazme un esclavo.

El hombre respondió con una mueca de satisfacción.

—Tú ahí, llévate a este. Haz que un Hechicero le grabe una Marca de Servidumbre.

Dos soldados lo obligaron a ponerse en pie y comenzaron a arrastrarlo. Mientras se llevaban a Gale, el hombre le susurró al oído.

—Qué desperdicio de una buena oportunidad para masacrarlos a todos… Bueno, sus vidas están en tus manos ahora.

Gale respondió con silencio.

Después de eso, una Marca de Servidumbre se grabó en el pecho de Gale con un dolor como de hierro al rojo vivo, y se convirtió en un esclavo de batalla.

♦ ♦ ♦

Durante varios años después, Gale siguió luchando obedientemente como esclavo de batalla, pero por muy obediente que fuera, si alguna vez abría la boca, le pegaban. Si a alguien no le gustaba su actitud, le daban una patada. Y si a alguien no le gustaba su aspecto, lo azotaban. Algunos lo maltrataban sin más motivo que el de pasar el rato.

Sin embargo, Gale nunca mostraría ningún signo de resistencia; lucharía de buen grado en el frente, incluso en la más peligrosa de las batallas, todo por el bien de lo que quedaba de su pueblo. Mientras arriesgará su propia vida, estaría protegiendo la de ellos. Con el tiempo, el joven príncipe, antes expresivo, se convirtió en un hombre inexpresivo y estoico.

En un momento dado, escuchó la noticia de que algunos países bestiales del sur habían formado una alianza y fundado una nación conocida como la Confederación Lustiana. Fue mucho más tarde cuando Gale se enteró de que la invasión de Kilvy había provocado la creación de la alianza en primer lugar.

Junto con la fundación de la Confederación, Lustiana también pidió la liberación de todos los hombres bestia esclavizados. Felvolk respondió tratando a sus esclavos con mayor dureza. Cualquier indicio de rebeldía sería castigado con la muerte mediante la Marca de la Servidumbre. Así que, sin importar el tipo de tratamiento que sufriera, Gale aguantó en silencio.

Pasó una década. Gale fue finalmente asignado a una unidad de esclavos de batalla de las fuerzas armadas nacionales estacionadas en la capital de Felvolk. Ahí se reunió con el soldado que le había dado aquella advertencia tantos años atrás.

—Príncipe Gale, me alegra tanto ver que estás a salvo… —dijo el soldado con lágrimas en los ojos, mientras Gale asentía con una expresión inexpresiva. Al ver cómo había cambiado el principito, el hombre comenzó a llorar.

—¿Y los demás…? —preguntó Gale, sólo para recibir una respuesta que lo hundiría en las profundidades de la desesperación.

Después de abandonar la corte, la mitad de los hombres pájaro que quedaban habían elegido la muerte, y la otra mitad la esclavitud, y casi todos los que se habían convertido en esclavos habían sido enviados a la muerte en batalla o vendidos, si eran mujeres. El propio soldado sólo se había reunido con los hombres pájaro supervivientes en un puñado de ocasiones.

Gale se quedó boquiabierto. Ahora se veía obligado a preguntarse por qué había soportado pacientemente su sufrimiento todo este tiempo. Por una fracción de segundo consideró la posibilidad de morir, pero la magia de la Marca de la Servidumbre le impediría incluso quitarse la vida.

—Príncipe Gale, por favor, viva —El soldado habló como si hubiera leído la mente de Gale—. Por favor, viva.

Gale asintió débilmente en respuesta a la insistencia del soldado.

Unos meses después, ese soldado murió protegiendo a Gale en la batalla.

♦ ♦ ♦

Pasaron los años, y Gale siguió en el campo de batalla como esclavo, escapando por poco de las fauces de la muerte. Con sus excelentes habilidades de combate y su robusto físico, junto con su completa obediencia, acabó convirtiéndose en capitán de la unidad de esclavos de batalla. Felvolk siguió utilizándolo a su antojo. Aunque a veces se hablara en tono de burla, su abrumador talento en el campo de batalla le valió el apodo de la Tempestad Azul, el viento que trae la muerte.

Gale había seguido viviendo, tal y como le habían pedido su padre y su madre, tal y como le había pedido aquel soldado. Vivió y vivió, simplemente esperando el día en que finalmente moriría.

Durante una batalla, la unidad de esclavos había sido enviada al frente, y la ineptitud del comandante había costado la vida a más de la mitad de la unidad. Sin embargo, Gale sobrevivió.

—¿Por qué tenemos que aguantar esto? —refunfuñó un hombre serpiente, Misthor. Como hombre serpiente, su piel blanca estaba cubierta de escamas de color púrpura claro aquí y allá, y era alto y delgado. Después de Gale, era el que más tiempo había servido en esta unidad, y al igual que Gale, Felvolk había invadido su país y le había obligado a ser esclavo.

A diferencia de Gale y los otros esclavos, que se volvían más y más sin emociones a medida que pasaba el tiempo, Misthor se reía y se quejaba. Esto le valió una gran cantidad de ira, pero de todos los hombres bestia, los hombres serpiente eran algunos de los más dotados Hechiceros. Misthor también podía usar un poco de Magia Divina, por lo que los altos mandos hacían la vista gorda, aunque seguía siendo lanzado sin piedad a la batalla como cualquier otro esclavo.

—Sólo perdimos por culpa de ese incompetente comandante. ¡¿Se dan cuenta de cuántos de nuestros hombres murieron?!

—Cállate —le advirtió Gale, y Misthor respondió con una mirada molesta.

—¡¿De verdad está de acuerdo con esto, Capitán?! Primero ese imbécil se nos va de las manos como si no hubiera un mañana, y ahora nos toca una niña de una casa en desgracia, ¡y además es una mujer! ¡Qué se joda, morir bajo el mando de alguien así!

Gale suspiró y guardó silencio, mientras pensaba que la próxima batalla podría ser la última.

Pero la chica que se unió a ellos desafió no sólo las expectativas de Gale, sino las de todos los miembros de la unidad de esclavos. Ni siquiera se inmutó cuando la amenazó un tigre, y mientras se bañaba en las miradas asesinas de los esclavos de batalla, sólo les dio dos órdenes: seguir siempre sus órdenes y no renunciar nunca a vivir.

Debes sobrevivir y protegerlos.

Gale, mi querido hijo, tienes que vivir.

Príncipe Gale, por favor, viva.

Los deseos de las personas que había perdido, resonaban en su mente.

El nuevo estratega cambió por completo la unidad de esclavos. Empezaron a ganar una batalla tras otra; los soldados que volvían vivos del campo de batalla se convirtieron en la norma, y el número de esclavos que sufrían heridas disminuyó drásticamente. Cumplía las ridículas exigencias de los líderes del ejército, tarareando alegremente todo el tiempo, y cualquier recompensa que recibía se gastaba en suministros y mejores condiciones de vida para la unidad de esclavos. De este modo, se fue ganando su confianza.

Sin embargo, había una cosa que Gale no podía quitarse de la cabeza. La táctica siempre sonreía, pero de vez en cuando su expresión parecía algo triste. De hecho, desde que se conocieron, no había podido quitarse de la cabeza a Alterisse.

♦ ♦ ♦

Han pasado tres años desde que la nueva táctica fue asignada a la unidad de esclavos.

—Oye, capitán. Estás enamorado de la comandante, ¿verdad? —dijo Misthor a Gale mientras curaba al hombre pájaro con su magia.

—¿Qué…? —dijo Gale, visiblemente desconcertado por la repentina sugerencia, para variar.

Hace un momento, Gale había protegido a Alterisse de los abusos verbales de dos hombres, aunque lo único que había hecho era soportar sus golpes. Alterisse fue la que los ahuyentó al final.

Alterisse se había mostrado inusualmente molesta cuando arrastró a Gale a ver a Misthor y le pidió al hombre serpiente que lo curara.

—¿Qué? ¿En serio no te has dado cuenta? ¿Cuándo literalmente todos los demás en la unidad lo han hecho? —preguntó Misthor con incredulidad.

Gale miró a su alrededor y descubrió que los demás soldados sonreían mientras escuchaban la conversación, y Gale les devolvió la mirada confusa.

—Vamos, capitán. Siempre la estás mirando, y le contaste sobre esa habilidad que mantuviste en secreto incluso para nosotros. ¿De verdad no eres consciente de tus propios sentimientos?

Gale le había hablado a Alterisse de su propio talento especial -la vista telescópica- en un intento de ayudarla en una misión de reconocimiento con la que había estado luchando. En cuanto se enteró, dio una orden de silencio dentro de la unidad. Si la información sobre su inusual habilidad se filtrara, lo más probable es que Gale fuera expulsado de la unidad de esclavos y obligado a someterse a experimentos humanos. Los esclavos no tenían derechos en este país.

Los miembros de la unidad de esclavos seguían hablando de la manera feroz en que ella había emitido esta orden absoluta, sonriendo todo el tiempo.

—La comandante parece bastante densa cuando se trata de romance también… —Misthor continuó—. Esta batalla va a hacer que nuestras peleas reales parezcan fáciles en comparación.

Sin embargo, ni siquiera Misthor había imaginado que tendrían que pasar otros tres años para que la pareja se reuniera finalmente.

♦ ♦ ♦

Estaban rodeados por un mar de llamas.

—¡Capitán, tome a la comandante y huya! —gritó Misthor mientras fulminaba a los enemigos que se acercaban con destellos de rayos—. ¡Nos han engañado! ¡No tenemos ninguna posibilidad! ¡Pero con tus alas, al menos puedes salvar a la comandante!

—¡¿Misthor?! —gritó Alterisse. Su rostro, manchado de lágrimas y hollín, no tenía ni rastro de su habitual sonrisa.

—¡Somos propiedad de nuestra comandante! ¡Mientras estés con ella, tu Marca de Servidumbre no se activará!

Las Marcas de Servidumbre ponían la vida de un esclavo directamente en manos de su propietario. En el caso de las unidades de esclavos del ejército de Felvolk, esa propiedad pertenecía al comandante de cada unidad. Incluso si uno de ellos huyera ahora mismo, el Estado no podría quitarle la vida utilizando su Marca de Servidumbre.

—Pero… ¡Pero…! ¡¿Qué pasa con todos ustedes?!

—Todos nosotros estábamos condenados a caer en el campo de batalla de todos modos. Personalmente, ¡preferiría morir salvándote a ti y a la comandante!

Sus compañeros gritaron de acuerdo con Misthor mientras se defendían de sus enemigos.

—¡Ninguna de esas armas mágicas debía ser utilizada en esta batalla! Incluso si trajeron algunas armas, ¡no pueden tener tantas! Capitán, deberías ser capaz de huir usando tus alas.

Las ‘pistolas’ eran los dispositivos cilíndricos que habían destruido el país de Gale: armas mágicas que habían sido replicadas a partir de antiguas reliquias. No eran dispositivos mágicos que ayudaran a lanzar hechizos, ni tampoco eran objetos mágicos que pudieran utilizarse simplemente imbuyéndolos de magia. En su lugar, se grababan fórmulas en balas encantadas con magia; para activar el hechizo, estas balas se cargaban en el dispositivo cilíndrico y se disparaban. Sin embargo, se requería habilidad para manejarlas, y la fabricación de las balas mágicas y del mecanismo de disparo era muy costosa.

Fórmulas más eficaces y una magia más potente hacían que estas ‘armas’ fueran mucho más letales, pero era difícil acertar, y a veces fallaban y también herían a los aliados. Esto había provocado recortes presupuestarios, y apenas se había investigado sobre ellas en los últimos cincuenta años. Muchos sugirieron que era más sencillo utilizar magia ordinaria en su lugar. Aun así, su alcance y su capacidad de disparar instantáneamente hacían de las armas una amenaza importante para los hombres-pájaro.

—¡Capitán, date prisa! ¡Sigue viviendo! —Misthor gritó.

Gale se decidió. Recogió a Alterisse y desplegó sus alas.

—¡Gale! Yo…

Sin esperar a que Alterisse terminara su frase, Gale emprendió el vuelo. Oyó un disparo y sintió un dolor en las alas, pero no fue suficiente para impedir su vuelo.

—Alte, agárrate fuerte —susurró Gale a la persona que amaba mientras se debatía en sus brazos, y corrió por el cielo nocturno.

♦ ♦ ♦

—Gale, ¿estás bien? —La voz preocupada devolvió a Ao al presente.

—Oh… yo… sólo estaba pensando en el pasado —respondió.

Kurenai puso una expresión de dolor, comprendiendo que Ao debía estar recordando aquel fatídico día.

—Si sólo hubiera… —dijo Kurenai con pesar, pero antes de que pudiera terminar Ao dejó escapar un suspiro y la abrazó—. ¡¿G-Gale?!

—Era inevitable —susurró Ao al oído de Kurenai.

Kurenai estaba visiblemente inquieta, preocupada por llamar la atención de los demás pasajeros.

—Todos querían que sobrevivieras —continuó Ao—. Eso es lo que deseaban.

—Pero…

—Lo diré tantas veces como sea necesario. No murieron en vano. Nos protegieron. Yo también quería protegerte —Ao acercó su boca a la oreja de Kurenai y susurró para que sólo ella pudiera escuchar—. Y quiero seguir protegiéndote… Para siempre…

—Gale, te has vuelto muy hablador desde que salimos del reino —hizo un mohín Kurenai, con las orejas rojas por la vergüenza.

—Sí. Me tomo a pecho las palabras de Nuestro Señor.

Su joven maestro, más sabio que su edad, le había dicho que la única forma de transmitir sus sentimientos es ponerlos en palabras. Ao ya no era un esclavo. Nadie tenía derecho a pegarle. Ya no necesitaba reprimir sus emociones.

De repente, Gale captó un sonido que se distinguía definitivamente de la brisa marina. Soltó a Kurenai y miró hacia un punto específico en el mar.

—¿Gale? —preguntó Kurenai.

—He oído un grito.

Los hombres pájaro tienen mejor oído que los humanos, aunque los hombres conejo, mucho más especializados, les superan.

Ao utilizó su mira telescópica para localizar el origen del grito.

—Un barco está siendo atacado por monstruos —explicó.

Kurenai entornó los ojos en la dirección en la que miraba Ao y notó una sombra negra, tan lejana que apenas tenía el tamaño de la yema de su dedo.

—Gale, ¿puedes llegar ahí?

—En ello.

—Iré a informar al capitán del barco.

—Bien. Me ocuparé de ello mientras tanto.

Ao extendió sus alas y alzó el vuelo, elevándose en el aire. A continuación, se dirigió directamente a la nave en apuros.

—¡Ayuda!

—¡Aléjate!

Los gritos de los miembros de la tripulación se elevaron desde el barco. Alrededor de veinte monstruos, cada uno del doble del tamaño de un humano, pululaban alrededor del barco. Estas criaturas tenían el cuerpo de un león, pero las extremidades y la cabeza de un pájaro, con alas en la espalda. Todos estos monstruos golpeaban a la tripulación con sus afilados picos y garras.

A pesar de su gran tamaño, las criaturas eran extremadamente ágiles. Cada vez que uno de los marineros intentaba luchar contra uno de los monstruos, éste huía hacia el cielo mientras otro monstruo le atacaba por detrás. Los intentos de los miembros de la tripulación por contrarrestar a los monstruos tampoco eran precisamente organizados.

Ao agarró la vara plegable que llevaba en la cadera y la extendió con un solo movimiento. Luego se rodeó de Magia de Viento mientras descendía rápidamente sobre una de las criaturas. Antes de que el monstruo tuviera la oportunidad de reaccionar, le cortó las alas. El monstruo lanzó un grito mientras caía del cielo, privado de su capacidad de volar, y se hundió en el mar.

Al oír el último grito de la bestia, los demás monstruos abandonaron rápidamente a la tripulación para centrar sus ataques en Ao. Se comunicaron con una serie de gritos antes de rodearlo; evidentemente, habían decidido dar prioridad a acabar con una poderosa amenaza que había aparecido de repente sobre las presas fáciles del barco.

Cualquier persona normal se habría quedado paralizada por el miedo, pero Ao se limitó a preparar su arma, tan inexpresivo como siempre. Entonces, uno de los monstruos se abalanzó sobre él por detrás, señalando el inicio de la batalla.

Ao esquivó las garras de la criatura con una voltereta e inmediatamente le cortó las alas. Derrotado, el monstruo se precipitó al mar. Otro monstruo se lanzó contra él, pero volvió a esquivar el ataque por los pelos, destruyó sus alas al pasar y lo envió en espiral al océano. Ao no tuvo que matarlos él mismo: para una criatura que vive en el cielo, perder las alas era una sentencia de muerte.

Tras reducir su número a aproximadamente la mitad, Ao finalmente envió al monstruo más grande a su tumba acuática. Las demás criaturas huyeron de inmediato, chillando mientras lo hacían; la bestia más grande que acababa de derrotar debía ser el líder de la manada.

Ao observó la huida de los monstruos antes de descender a la cubierta del barco, donde el capitán se precipitó hacia él.

—¡Muchas gracias por salvarnos! —exclamó el capitán.

—Algunos de sus hombres deben estar heridos. Un barco viene a ayudar. ¿Es un barco mercante?

—¡Si! ¡Estamos regresando a casa después de abastecernos en Lustiana!

Al oír esto, Ao observó al capitán. Era un hombre bastante bien vestido, pero evitaba la mirada de Ao. Mirando alrededor del barco, Ao se dio cuenta de que los demás miembros de la tripulación en cubierta iban vestidos más bien como rufianes, y también parecían actuar de forma un poco sospechosa. Además, el propio barco parecía bastante deteriorado para ser un buque mercante que comerciaba con la confederación. Lustiana sólo comerciaba con mercaderes respetados y bien conectados. Parecía poco probable que un grupo tan variopinto con un barco tan destartalado cumpliera con los estándares de Lustiana. Ao miró con desconfianza al capitán mientras esperaba la llegada del barco que transportaba a Kurenai.

Unos diez minutos después, el barco mercante en el que viajaba Kurenai se detuvo junto al barco que había sido atacado recientemente. Los médicos subieron al barco con suministros médicos, acompañados por la propia Kurenai, quien inmediatamente corrió al lado de Ao.

—¡Gale! ¿Estás bien? —preguntó Kurenai.

—Estoy bien —respondió Ao con un movimiento de cabeza—. Alte, esta nave dice ser un buque mercante que comercia con la Confederación.

Kurenai comprendió inmediatamente el significado de sus palabras.

—¡Parece que estamos de suerte! —respondió con una brillante sonrisa.

Kurenai se acercó al capitán del barco, quien estaba recibiendo tratamiento para sus heridas.

—Siento mucho lo del accidente. Debe haber sido una experiencia horrible —dijo Kurenai, adoptando un tono amistoso.

—No, no; gracias a la generosa ayuda del hombre de ahí, no hemos sufrido ninguna baja —respondió el capitán, sonriendo ante la aparición de tan bella mujer—. Nuestra carga también está a salvo. La diosa del mar debe habernos protegido.

La diosa del mar custodiaba la abundancia del océano y garantizaba la seguridad de los marineros. Muchos marineros veneraban estatuas de la diosa o decoraban sus barcos con un mascarón de proa de ella.

—Sí, efectivamente. Por cierto, he oído que comercian con la Confederación —señaló Kurenai—. ¿Qué tipo de carga llevas?

A Kurenai no se le escapó la mirada de asombro del capitán.

—A-artículos y similares… —respondió el capitán con dudas.

—¡Madre mía! Eso suena absolutamente encantador. Me encantaría echar un vistazo.

—Eso es…

El capitán miró nerviosamente de un lado a otro.

—Parece que tu ‘carga’ es algo que no quieres que veamos… —Kurenai señaló—. Gale.

En el momento en que Kurenai dijo su nombre, Ao utilizó su magia de investigación en todo el barco. Localizó fácilmente las zonas dentro de la bodega del barco donde se encontraba esta ‘carga’.

—Está bajo cubierta, Alte.

El capitán se estremeció ante la voz baja y llena de rabia de Ao.

Unos minutos más tarde, las mujeres y los niños de los hombres bestia que habían sido atados con cadenas estaban alineados en la cubierta. La mayoría eran hombres bestia con poca capacidad de lucha, como los hombres pájaro, los hombres conejo, los hombres gato y los hombres rata. Los hombres adultos podrían haber luchado contra los esclavistas, pero todos ellos eran mujeres y niños que habrían sido fáciles de capturar con la ayuda de la magia o las drogas.

Los hombres bestia cautivos estaban debilitados, pero al menos no parecían estar al borde de la muerte. Envueltos en mantas, los hombres bestia fueron trasladados al barco mercante con ayuda de la tripulación del mismo. La tripulación del desafortunado barco mercante -o más bien, el barco de los esclavistas disfrazado de barco mercante- estaba atada con cuerdas.

—Maldito sea todo… Si esos monstruos no hubieran atacado… —escupió el capitán.

Los hombres bestia eran apreciados tanto por su trabajo como por su aspecto exótico. Por eso había quienes los secuestraban, los grababan con Marcas de Servidumbre y los vendían como esclavos. A pesar del peligro, el rendimiento de la inversión era grande, y por ello esta forma de tráfico no mostraba signos de desaparecer.

Se oyó el sonido de algo que cortaba el aire, y Kurenai se volvió para ver a Ao sosteniendo su vara contra la nariz del capitán.

—Silencio. ¿Quieres que te tire al mar como hice con esos monstruos? —Ao amenazó.

El capitán se quedó callado. Kurenai se volvió hacia Ao, todavía con su máscara sonriente.

—Parece que la diosa del mar favoreció a los hombres bestia capturados. Qué mala suerte —dijo, antes de darse la vuelta. Al hacerlo, Ao retiró su vara.

Kurenai ya había hablado con el capitán del barco en el que viajaban y decidieron que llevarían a los hombres bestia y a los esclavistas de vuelta a Lustiana. Los esclavistas se enfrentarían a la pena capital, ya que la Confederación Lustiana prohibía tanto la esclavitud como el tráfico de hombres bestia.

Ni Kurenai ni Ao estaban especialmente preocupados por el destino de los esclavistas; sin embargo, el hecho de que hubiera una oferta significaba que también había una demanda. Sin compradores, no habría vendedores.

—Es tan trágico… —Kurenai murmuró, y Ao asintió en silencio.

A los esclavos se les robó todo: su país, su familia, las personas que amaban, su dignidad, su orgullo, sus emociones y, en última instancia, sus vidas.

—Tenemos que cambiar todo esto —declaró Kurenai. Quería cambiar este mundo injusto, como quería su maestro.

Su maestro había considerado no sólo su propio país, sino también todo lo que había más allá de sus fronteras, aunque todavía era demasiado pronto para hacer mucho. Apoyar sus objetivos era lo que Kurenai y Ao deseaban pasar su vida haciendo.

—Pero debo decir que estamos de suerte. La diosa del mar está realmente de nuestro lado —señaló Kurenai con una risa alegre, y Ao le dirigió una mirada interrogativa desde lo alto de la rampa que conectaba los dos barcos.

—¿Por qué pudimos salvar a los hombres bestia?

—Eso no es todo.

Kurenai subió al barco mercante y se giró para mirar a Ao, agitando su pelo ahora corto.

—Al salvarlos, estamos en mejor posición para negociar —explicó Kurenai. Al menos podrían reunirse con alguien notable. Eso les facilitaría su trabajo como emisarios de Greysis.

Entonces Ao se dio cuenta de algo. Cuando le había explicado la situación a Kurenai por primera vez, ella había dicho ‘estamos de suerte’. Ella ya debía haber predicho cómo se desarrollarían los acontecimientos en aquel momento, incluyendo lo que ocurriría una vez que llegaran a la confederación. Parecía poseer no sólo habilidad táctica y rapidez de ingenio, sino también dominio sobre la propia suerte.

—Alguien que incluso tiene la suerte de su lado… —Ao murmuró—. Qué táctica más aterradora.

—Eso no es del todo exacto —respondió Kurenai con una brillante sonrisa—. La suerte está realmente del lado de nuestro señor, Herscherik.

Herscherik era quien había logrado detenerla cuando planeaba morir, y había conseguido que Ao se abriera a pesar de su desconfianza hacia los humanos. Tal vez fueran meras coincidencias, pero si se suman suficientes coincidencias, se convierten en inevitables. Herscherik era quien había provocado todo esto. Al mismo tiempo, sin embargo, los que atraen la gran fortuna también están condenados a atraer la desgracia, al igual que las figuras a las que los libros de historia se refieren como héroes.

Tanto Kurenai como Ao necesitaban convertirse en personas dignas de estar al lado de un héroe.

—Tenemos que asegurarnos de seguir el ritmo de Nuestro Señor, ¿verdad, Gale?

—Estoy de acuerdo, Alte.

Kurenai le dedicó una sonrisa genuina desde el fondo de su corazón, y Ao respondió con una sonrisa propia.

♦ ♦ ♦

La Tempestad Azul se convirtió una vez más en un símbolo de la muerte en Felvolk. Sin embargo, al servir bajo el Héroe de la Luz, también se había convertido en un símbolo de amor que trascendía la raza. A pesar de sus diferencias de nacimiento, permaneció al lado de su maestro, el Héroe de la Luz, y de su esposa, la Sonriente Táctica Carmesí. Al tener una vida más larga que la de los humanos, continuó sirviendo como mediador entre diferentes razas incluso después de que su maestro, su esposa y sus camaradas hubieran fallecido. Nunca dejó de amar a la Sonriente Táctica Carmesí, ni siquiera después de su muerte. Las historias de su amor, con una pizca de verdad y todo tipo de adornos, siguieron transmitiéndose de generación en generación.

La Tempestad Azul y la Sonriente Táctica Carmesí – Fin

♦ ♦ ♦

Palabras de la Autora

Hola-Nobiru Kusunoki aquí de nuevo. Gracias por leer el volumen 5 de Herscherik – El príncipe reencarnado y el Mayor Tesoro de Felvolk. Una vez más, no hay spoilers aquí.

Gracias al generoso apoyo de mis lectores, la serie Herscherik llega a su quinto volumen. Probablemente no debería decir esto como autor, pero para ser totalmente sincera, no estaba segura de poder mantener la serie, teniendo en cuenta que el último volumen terminó con una buena nota. Sin embargo, todo el apoyo de mis lectores y de la editorial borró por completo cualquier pensamiento negativo que tuviera, y ahora el quinto volumen ha llegado por fin a la publicación. No puedo estar más contenta. Muchas gracias.

Una vez más, el hermoso arte de Arico decora las escenas que mi editora M se esforzó en seleccionar. Me hacía especial ilusión ver las ilustraciones de la primera mujer del equipo de Herscherik, así como del hombre bestia. Los personajes se me ocurrieron originalmente cuando escribía la versión web del Sabio aureolado. Recuerdo que tenía muchas ganas de escribir esta historia mientras escribía ‘El héroe de la luz’ (y luego, por supuesto, me bloqueé cuando empecé a trabajar en ello).

Escribí algunas partes de la versión web con prisas, así que revisarla resultó ser una gran tarea: había muchas contradicciones de las que no me di cuenta en su momento e historias que olvidé incluir. Me siento agradecida y a la vez avergonzada por todas las contradicciones que M me señaló. Cuando vi cuántos errores había, prácticamente acabé retorciéndome de dolor en el suelo…

Es extraño pensar que he trabajado con M y Arico durante más de dos años, y que la gente ha leído esta serie durante más de cuatro años. No puedo expresar lo suficiente mi gratitud a todos los que me han ayudado en el camino.

Por último, un enorme agradecimiento a todos los que leyeron ‘El príncipe reencarnado y el Mayor Tesoro de Felvolk’, a los lectores que me han apoyado desde la versión web, a Futabasha, a mi editora M (gracias por todo lo que haces), a Arico por otra serie de maravillosas ilustraciones, el diseñador que ha hecho que este título destaque realmente en las estanterías de las librerías, el corrector (gracias de nuevo por toda tu ayuda señalando incoherencias y erratas, siento mucho todos los errores), todos los demás implicados en la publicación del libro, y mi familia que siempre me apoya. Gracias a todos he podido ofrecer una nueva entrega de la serie ‘El Príncipe Reencarnado’. Muchas gracias.

Antes de irme, un anuncio rápido: He publicado algunas historias cortas de ‘El Príncipe Reencarnado’ en Shosetsuka ni Naro que no llegaron al libro. Por favor, echen un vistazo si están interesados.

Bueno, ya me he extendido lo suficiente. Espero volver a verlos en el próximo volumen.

– Nobiru Kusunoki


Shisai
Bueno, los primeros 5 volúmenes en inglés los pueden comprar en plataformas como amazon, es una gran forma de apoyar a los autores. El sexto aún no está oficialmente en inglés, así que quizás vayamos a ver si está en japonés fácil para poder traerlo lo antes posible. Herscherik es muy joven, no quiero que la serie termine antes de que cumpla la mayoría de edad, pero parece que la autora no ha estado sacando mucho material. Si alguien sabe al respecto, por favor dejen la información en comentarios.

Una respuesta en “Herscherik – Vol. 5 – Anécdota: La Tempestad Azul y la Sonriente Táctica Carmesí ”

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