Katarina – Volumen 9 – Capítulo 4: Escape (1)

Traducido por Shisai

Editado por Sharon


—Oh, Arneau, ¿eres tú? Lo siento —dijo, sonriendo, mientras me arrodillaba a su lado y le limpiaba el barro de la cara con un trapo.

Mi amigo de la infancia estaba atado en el suelo de una habitación pequeña y oscura. Vino a buscarme y se involucró en esto. El hombre al que había noqueado le había pagado con creces. Tuve la intuición de decirles a mis colegas que un hombre tan guapo valdría mucho dinero si lo vendiéramos, así que afortunadamente, no llegaron a desfigurar su valioso rostro.

—Por eso te dije que te alejaras de mí. —Después de finalmente lograr unir su vida, Sora estaba en esta situación porque no pudo evitar seguirme.

—Yo soy el culpable. No es tu culpa. Y por cierto, ¿qué estás haciendo? —preguntó confundido cuando corté las cuerdas alrededor de sus muñecas y tobillos.

—Todos están ocupados preparándose para cambiar de base. No deberías tener problemas para escapar en este momento.

Me miró preocupado. 

—No me malinterpretes, me encantaría, pero no puedo —declaró, tal como esperaba.

—Probablemente también puedas encontrar a esa chica y ayudarla a escapar. Todos estarán demasiado ocupados para darse cuenta. —Obviamente quería salvar a su compañera de equipo, esa chica entrometida, Katarina.

Ninguno de ellos estaba en la lista de personas que se suponía que secuestraríamos de todos modos. Los otros chicos simplemente pensaron que también los venderían porque no podíamos dejarlos ir a casa después de haber presenciado la captura de uno de los niños. Y dado que todo el mundo estaba tan preocupado por cambiar a una nueva base, en realidad no sería un problema. Pensé que mencionar todo esto sería suficiente para que Sora escapara sin ningún arrepentimiento. Pero…

—Oh, por supuesto que también tengo que salvarla. Pero todavía no te he pagado mi deuda —me dijo. Eso fue inesperado.

—¿Eh? ¿No puedes decir en qué situación te encuentras? 

—Lo sé, pero si me escapo ahora, probablemente no podré volver a verte nunca más. No puedo hacer eso.

—Ni siquiera recuerdo ninguna deuda que tengas conmigo. ¡Ponte en marcha ya! 

—No. Es muy importante para mi. Y de todos modos, te gustan los niños. Este trabajo no te queda bien. Huye con nosotros —me invitó, tomándome por sorpresa.

Estaba tan sorprendido que permanecí en silencio por un rato. No porque estuviera diciendo tonterías… sino porque tenía razón. En realidad, me acababa de dar cuenta de que tenía razón.

Odio a los niños. Es una molestia que se la pasen llorando mientras estoy trabajando, y esa es la única razón por la que estoy siendo amable con ellos, es lo que pensaba.

Pero me hacían acordar a los niños y niñas más jóvenes que cuidaba cuando vivíamos en los barrios marginales. Me duele verlos llorar. Incluso mientras estoy en un trabajo terrible como este, todavía me siento protector con los niños y los animales pequeños. Y las palabras de Sora finalmente me hicieron darme cuenta. 

¿Odio a los niños? No… Quizás siempre me gustaron.

Podía sentir esas emociones ocultas resurgir… pero no podía admitirlo, y le dejé mi punto claro.

—Lo dices como si fuera fácil, pero estoy metido hasta las rodillas en esto. Ya no puedo huir. Si lo intento, simplemente me perseguirán. Y yo no soy como tú… he estado en este mundo durante demasiado tiempo. Su suciedad se me ha pegado.

Todo comenzó en los barrios marginales. Rebuscaba en la basura o le robaba a la gente solo para poder comer. Finalmente, como la mayoría de los huérfanos allí, terminé haciendo trabajos sucios para ganarme la vida. No podía simplemente alejarme de este mundo aún cuando estoy cansado de él. Comencé robando, luego estafé a los ricos y, antes de darme cuenta, me involucré en la trata de niños. Estaba más allá del punto sin retorno. Sora vivía en un mundo diferente al mío, demasiado lejos para que yo pudiera alcanzarlo. Sabía que iba a seguir viviendo así hasta que, un día, moriría solo.

—Así que mantente alejado de mí de ahora en adelante —le dije.

Él no respondió. Pensé que finalmente lo había convencido de que se fuera.

—Incluso si la gente te persigue, puedo pedirle a mi jefe que se encargue de eso. —Se rascó la nuca con torpeza y susurró—: Esto es tan extraño para mí, pero… —y luego recuperó su voz segura—. Lo que voy a decirte es de segunda mano. Fue esa chica entrometida que conoces quien me lo dijo. Pero, ahora mismo, los dos estamos aquí, ¿no es así? Nuestros mundos no son diferentes. Vivimos en el mismo mundo.

Después de pronunciar esa frase cursi, estiró su mano hacia mí. Así es. Sora… Siempre fue este tipo de chico.

En el pasado, la mayoría de los niños que nos rodeaban siempre se quejaban de lo mal que lo tenían e insultaban a quienes lo pasaban mejor en cada oportunidad. Pero no Sora. No dejaba que otros lo influenciaran y no tenía envidia de nadie. Siempre me gustó eso en él.

Solía ​​pensar que, si estábamos juntos, tal vez podríamos encontrar una vida mejor para nosotros… pero desapareció. Fue capturado y vendido. Eso pasaba mucho donde vivíamos, pero aun así me dolió que le sucediese a él. E incluso después de dejar los barrios bajos y viajar de un lugar a otro, nunca me olvidé de él.

Cuando lo encontré en esta ciudad, viviendo una buena y adecuada vida, me sentí muy feliz. Yo no podría escapar de este mundo. Pero si Sora lo había logrado, eso era suficiente. Creía esto y traté de distanciarme por eso.

Y sin embargo… quería extender mi mano y agarrar la mano que él me había tendido. Mi propia mano estaba sucia y al final no pude reunir el valor para tocar la suya. Probablemente sintió mi vacilación y se acercó a mí, tomando mi mano con fuerza.

—Vamos —dijo, y me encontré asintiendo.

—Perdónenme. Oí su conversación —dijo una voz cerca de la puerta.

Miré allí y ví a uno de los nuevos reclutas. No era memorable de ninguna manera y apenas tuve interacciones con él. Si nos había escuchado, teníamos que hacer algo con él. Empecé a pensar en cómo encargarme de él. Parecía estar solo, así que podíamos darle una paliza, noquearlo y dejarlo aquí.

Probablemente entendiendo mis intenciones, levantó las manos. 

—No planeo denunciarte a los superiores ni nada por el estilo. De hecho, te ayudaré a escapar.

No es que yo fuera alguien para hablar, pero sabía que era mejor no confiar en las palabras de la boca de alguien que hacía este trabajo. Por lo tanto, no me sentí más seguro incluso después de que me dijo eso.

—Para ser honesto, quiero quemar toda esta operación. Pero necesito tu ayuda —explicó con una sonrisa que mostró sus puntiagudos dientes.

Se echó hacia atrás el cabello que cubría parcialmente su rostro y vi que sus ojos eran dorados. Conocía esa cara. Este hombre…

—El lobo de ojos dorados.

Ese nombre era famoso en la mayoría de los campos de batalla de este y los países vecinos. Era conocido como una bestia feroz, un mercenario con ojos dorados. Yo mismo lo había visto, solo una vez, en una ciudad cerca de la cual se estaba librando una guerra. No podía olvidar lo intenso, lo poderoso que se veía entonces. ¿Cómo podría no haberme dado cuenta de quién era después de trabajar junto a él?

—Oh, ¿me conoces? —preguntó, divertido.

El aire olvidable que solía tener a su alrededor se había disipado. No sabía que el lobo de ojos dorados podía ocultar tan bien su aura. Realmente era tan impresionante como decían, si no más.

—¿Pero qué estás haciendo aquí? —le pregunté. ¿Por qué un mercenario famoso estaría en este país pacífico, pluriempleado como un matón común nada menos?

—Tengo mis razones para querer aplastar esta guarida de serpientes —afirmó encogiéndose de hombros.

Si alguien tan fuerte como él tenía algún tipo de rencor con la organización, significaba que todo este asunto era incluso peor de lo que había reconocido al principio. También significó que esta vez, realmente estaba arriesgando mi vida. Sin embargo, esta comprensión me pareció distante, como si el Arneau que arriesgaba su vida fuera una persona diferente.

—Desafortunadamente —continuó el hombre—, no he podido averiguar quién está en la parte superior de la escalera. ¿No sabes nada de eso, Arneau?

Sabía que si solo estaba interesado en mi propia seguridad, sería mejor que me callara. Pero también pensé que, con la ayuda de este hombre, podría salvar a Sora, Katarina y todos los niños secuestrados.

—Solo conozco al jefe local. Creo que hay alguien aún más alto, un noble poderoso o algo así, pero no somos lo suficientemente importantes como para saberlo.

—Ya veo. Entonces háblame de ese jefe local, por favor. Obtendré la información que necesito de él. Déjamelo todo a mí —prometió, sonriendo de nuevo. Mirar a este hombre y su actitud confiable me hizo sentir seguro.

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