La Princesa derriba banderas – Capítulo 135: La reunión con el príncipe excéntrico (1)

Traducido por Ichigo

Editado por Ayanami


Cuando entré en la sala, el olor a medicina era penetrante.

Casi me atraganté, pero me recuperé rápidamente cuando me llamaron.

—Ha pasado mucho tiempo, Lord Nacht.

Mi mirada se dirigió a la gran cama que había en un rincón de la habitación. Mis ojos se encontraron con un anciano que tenía una pila de almohadas manteniendo su espalda erguida.

Su cabello y su barba eran de un blanco puro para su edad, mientras que sus ojos estaban hundidos, nublados y amarillos. Las manos que asomaban a través de la ropa blanca raída, eran delgadas y secas, como las ramas muertas de un árbol. Las numerosas arrugas de su rostro aludían evidentemente a su edad. No podía creerlo… No, no quería hacerlo.

—Sí… Lo ha hecho, Sir Geisster.

El jefe de la familia Geisster, el hombre que gobernaba las tierras del oeste además de Grenze, contestó. Me sorprendió el cambio de aspecto del Marqués y de Heinz von Geisster.

Sir Geisster sonrió mientras me quedaba de pie con una conmoción no disimulada. Su mirada, como la de un abuelo amable, como si tratara de calmar a un niño que llora, me resultó ciertamente nostálgica.

—Por favor, perdone mi descortesía. Le he mostrado mi antiestético aspecto.

—No se preocupe… Yo también lo siento.

Me disculpé por mi incómoda mirada de antes. Me pidió que acercara una silla al lado de la cama, y yo accedí.

Cuanto más me acercaba a él, más fuerte era el olor y, como si quisiera enterrarme en él, otro aroma atacó implacablemente mis fosas nasales. En cierto modo, era similar al olor que reconocí alrededor de mi madre antes de su muerte. Justo detrás del amable anciano, prácticamente pude ver al mismísimo Dios de la Muerte levantando su guadaña.

Había oído que tenía una afección cardíaca, pero, tal vez, la situación era más grave de lo que los rumores hacían suponer.

—No pretendo perder ante ustedes, jovencitos, pero cada día me resulta más difícil despertarme. Ojalá no fuera tan viejo. —El rostro de Sir Geisster era tranquilo, pero, un tinte de envidia por el joven, era evidente.

Cuando lo conocí hace unos años, tenía una complexión inigualable y poderosa, tan fuerte que nadie se atrevería a pensar que se marchitaría, y un brazo que podía blandir una gran espada con facilidad. Pero ahora, olvídate de sostener una espada, ni siquiera podía mantenerse en pie por sí mismo, y lo que es más, parecía haber aceptado su destino.

Sin embargo, las sombras en los ojos de Sir Geisster desaparecieron de repente.

Su mano derecha, que había estado apoyada en la cama, se levantó lentamente. Como no podía reunir suficiente fuerza en ella, las yemas de sus dedos temblaban mientras se estiraban penosamente. Miró en silencio su palma vacía.

—Pero había algunas cosas de las que nunca me había dado cuenta y que ahora comprendo por primera vez en mi vida. No sabía nada en absoluto sobre mi hijo… sobre Philipp. —Su voz, cada vez más débil, estaba llena de arrepentimiento.

No sabía cómo era la relación entre este fuerte señor y su hijo enfermo. Sin embargo… Si hubieran estado dispuestos a encontrarse a mitad de camino, tal vez, les esperaría otro futuro. Pensando hasta ahora, sacudí la cabeza para contrarrestar los estúpidos pensamientos que surgían en mi mente. Era porque no tenía sentido pensar en ello ahora, ya que el asunto había llegado a su fin.

—Señor, hablemos de su hijo…

—Ya me he enterado de cómo ha sufrido el pueblo bajo mi gobierno por la mano de mi hijo. No puedo ofrecerle ninguna excusa. Los pecados de Philipp von Geisster son los míos. Como su padre y jefe de la familia Geisster, estoy dispuesto a aceptar cualquier castigo.

—La sentencia aún está en debate… Estoy seguro de que nos enteraremos de ella tarde o temprano.

Aunque la prioridad principal era ayudar al pueblo, era necesario llegar a un veredicto lo antes posible.

Si Philipp decía que había actuado como representante del Señor al intentar detener la propagación de la enfermedad, como mínimo, evitará la pena de muerte. Lo más probable es que se le ponga bajo arresto domiciliario una vez que se le despoje de su estatus. La familia Geisster no caería en la ruina, pero otra persona ocuparía su lugar en el gobierno del frente occidental.

Reemplazar a Lord Heinz von Geisster, quien posee grandes habilidades y es adorado por sus subordinados y el pueblo por igual, definitivamente planteará un dolor de cabeza en el futuro.

—Por su voluntad. —La mirada de Sir Geisster bajó junto con su cabeza.

Se hizo silencio en la sala. Poco después, Sir Geisster levantó el rostro de forma digna, y la expresión gentil y de abuelo cambió a algo propio de un marqués.

—Hablando de eso, Su Alteza. Si puede perdonar mi descortesía, ¿puedo preguntar sobre la situación actual de la epidemia?

—Los enfermos están siendo puestos en cuarentena en una aldea aislada en el bosque del suroeste mientras hablamos. Regrese a la capital real por mi cuenta para conseguir medicinas y comida, dejando a Johan atrás para que se encargue del resto por el momento.

—¿Su Alteza Johan…? —Sir Geisster frunció el ceño y murmuró esas palabras con una voz dolorosa.

Johan era mucho más cercano a Sir Geisster que yo. Sabía que Johan era como un sobrino -no, un hijo- para él. Sin duda, que Johan se encontrara en un lugar tan peligroso solo servía para aumentar aún más la ansiedad del marqués.

—Esta es una nueva enfermedad, por lo que la medicina actual que tenemos no funcionará. Estaba en una situación desesperada cuando una princesa de nuestro país vecino, llegó mostrándome la luz.

—Cuando dijo princesa… ¿Se refería a la hermana mayor del príncipe Johan?

Tal vez, fue una historia inesperada, pero el marqués tenía un ligero brillo en sus ojos menguantes.

Asentí y continué.

—Sí. Su Alteza Real la Princesa Rosemarie no solo realizó una cura milagrosa, sino que también trajo consigo a muchos farmacéuticos excelentes. Incluso ayudó a tratar a los enfermos.

—¡¿La princesa se puso manos a la obra con los enfermos ella misma?! —La sorpresa de Sir Geisster no fue la misma que la anterior. Como había levantado la voz de repente, tosió violentamente con una mano en el pecho. Le froté la espalda para aliviarlo.

Cuando su respiración se calmó, Sir Geisster me dio las gracias y se hundió de nuevo en la cama. Una sonrisa flotó en su rostro cuando por fin se relajó.

—Su Alteza Johan es tan estoico y sabio más allá de sus años, pero cuando se trataba de su hermana, siempre tenía una sonrisa propia de un chico de su edad. He oído que su hermana es amable y hermosa, pero claramente, era más de lo que había imaginado.

Estoy de acuerdo. Era más de lo que yo podía imaginar también. 

Sabía que Johan quería mucho a su hermana, por eso no me fiaba mucho de sus palabras cada vez que surgía el tema. No diría que la embellecía, pero sí creía que exageraba un poco.

Sin embargo, en el momento en que la conocí, la princesa dio un vuelco a mis expectativas en un instante.

—¿Los farmacéuticos de los que habló también fueron proporcionados por la familia real de Nebel?

—No, en absoluto. No he oído los detalles, pero es poco probable. Ni siquiera Johan conocía la cura. Si tuviera que adivinar, diría que son de otro país completamente.

Sir Geisster se quedó pensativo durante un rato, luego me miró como si algo hubiera hecho click en su cabeza.

—Si es otro país… ¿Tal vez Flamme?

—Ah… pensándolo bien, sí que venían en dirección de Flamme.

Como pensaba —dijo el marqués, y una amplia sonrisa flotó en su rostro.

Me quedé perplejo mientras él añadía una pequeña risa.

—¿Señor?

—Disculpe mi descortesía. Parece que este anciano no ha podido ocultar su alegría. —Sir Geisster se rió mientras me dejaba confundido. —No esperaba que una princesa sacada de un cuento de hadas fuera ella misma una heroína.

—¿La princesa, una heroína?

Al principio, yo también pensé que se parecía a una princesa o a una santa sacada de un libro.

Pero me di cuenta de que no era del todo correcto. Como dijo Sir Geisster, ella era la heroína.

—He oído hablar de una familia de farmacéuticos que vive en lo más profundo de las montañas de Flamme. Son un clan oculto con vastos conocimientos y técnicas avanzadas sin parangón, que ni siquiera los propios médicos y boticarios de la familia real podrían igualar. Se pensaba que su existencia era un mito por lo poco que se les veía en público, pero oír que ahora reconocen a la princesa como su maestro…

—Es absolutamente ridículo…

—Sí, y es exactamente por eso que la llamé heroína. —Sir Geisster asintió ante mis atónitas palabras.

No pude encontrar la manera de objetar. En primer lugar, buscó a la mítica familia de farmacéuticos y consiguió su cooperación. Después, a pesar de conocer los peligros, se lanzó de cabeza a ayudar a los demás. Y por último, se esforzó por salvar a los ciudadanos de otro país; una bondad que no podía pasarse por alto. Todo parecía encajar con la descripción de un héroe.

Mientras mis pensamientos corrían, me di cuenta, con pesar, de que la hora de nuestro encuentro se había acabado.

♦️ ♦️ ♦️

Continué mi estancia en Grenze durante un tiempo más.

Desde la capital se enviaron suministros al bosque, junto con otros bienes, listos para ser entregados a demanda. Organizamos la información mientras velábamos por la salud de cada médico y farmacéutico, y rotábamos sus turnos en consecuencia. Mientras ayudaba al marqués actuando como representante del señor de Grenze, también prestaba mucha atención a la propia ciudad.

Su número aumentaba ocasionalmente y la mayoría de los enfermos aislados mejoraban cada día.

Y así, un mes después…

La última persona se curó por fin, y mi amigo Johan, junto con su hermana, la bella heroína, volvió a la bulliciosa ciudad.

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