Sentido Común de una Casa Guerrera – Capítulo 97: El desafío del primer ministro (4)

Traducido por Lugiia

Editado por Sakuya


Al día siguiente, me propongo visitar la casa ducal Grindal.

Debido a las limitaciones de tiempo, fui incapaz de ir a las propiedades de cada duque, así que, en su lugar, me dirigí a sus villas en la capital.

La capital del Principado de Rinmel era como la del reino de Tasmeria, se encontraba en el centro del país.

Sin embargo, aunque se le llamaba capital, para el Principado de Rinmel, en el que cada territorio tenía un fuerte sentido de la independencia, la capital estaba más implicada en ser un lugar que actuaba como zona de amortiguación entre cada una de las cinco casas de archiduques.

Cada familia poseía una villa del mismo tamaño en la capital, y cada año, durante un período de tiempo determinado, se reunían aquí para decidir cómo se debía gestionar el país.

El carruaje se balanceaba mientras yo miraba la ciudad y, un momento después, llegamos a la casa ducal Grindal.

—Bienvenido al Principado de Rinmel, señor Romeru.

La persona que me dio la bienvenida con una sonrisa alegre era el propio jefe de la casa ducal Grindal.

—Encantado de conocerle, señor Maurice. Estoy agradecido por su invitación en este día.

También hice un esfuerzo en sonreír diligentemente al aceptar su bienvenida.

—No diga más, señor… No hay mayor honor que poder recibir al famoso primer ministro del reino de Tasmeria.

—Oh… ¿Famoso, dice? Espero que los rumores que oyó de mi reputación no contengan infamias.

—Ja, ja, ha… Qué humilde. ¿Está diciendo que el célebre primer ministro del reino de Tasmeria tiene una extraña reputación?

—¿Célebre primer ministro…? Esas son, de hecho, unas palabras generosas.

Maurice me ofreció un asiento y acepté su generosidad.

De esa forma, Alf quedó de pie a mis espaldas.

—Tal vez se debe a que hemos estado intercambiando cartas frecuentemente… pero no siento que este sea nuestro primer encuentro.

Con las palabras de Maurice, la atmósfera se suaviza en un instante.

—Estoy de acuerdo, señor. También siento que no es la primera vez que lo veo.

De repente, me llama la atención una hermosa tela colgada en la ventana como una cortina. Era una tela azul claro, adornada con un modesto patrón floral.

El delicado diseño parecía extenderse por toda la tela, y le daba una sensación lujosa y hermosa.

—Hablando de la fama… ¿Es esa la mundialmente conocida tela de Grindal?

—Sí, lo es. Las telas de Grindal son únicas, cada una tiene un detalle tejido poco a poco por un artesano. Como tal, mientras que algunas pueden parecer idénticas, tienen sutiles diferencias.

—Hmm, ¿es así…? La tela del Grindal es, por supuesto, popular en el reino de Tasmeria, pero es bastante difícil de conseguir… Es realmente hermosa.

—Es un honor oír tales palabras —respondió Maurice con una sonrisa de satisfacción—. Por cierto, señor Romeru, ¿qué piensa de este país…?

Al escuchar esa pregunta, aparto mi mirada de la tela de Grindal y la dirijo hacia Maurice.

—No lo he visto todo, pero…, es igual que mi país, ¿no es así? —Sin tomarme ningún tiempo para pensar, di una pronta respuesta y al oírla, Maurice inclina la cabeza—. La gente trabaja, obtiene comida, come, y siguen con sus vidas. Esa figura es la misma que tienen los ciudadanos en el reino de Tasmeria… A mí parecer, en ese aspecto, el Principado de Rinmel no es diferente a nosotros.

—Ya veo…

Tal vez porque mi respuesta lo convenció, Maurice sonrió tranquilamente.

—Es precisamente por eso que debemos evitar cualquier conflicto innecesario… ¿No cree eso también?

—No tengo pensamientos tan nobles, señor… Solo no quiero que mi amada gente sea lastimada… Sin importar el resultado, si un conflicto llega a ocurrir, mi gente definitivamente será lastimada. Soy incapaz de entender a aquellos que buscan “eso” por su propia cuenta.

Maurice se levantó y caminó hacia la ventana que daba al norte, donde estaba su propiedad como el duque Grindal.

—De verdad los ama, ¿no es así? Su territorio y su gente…

—Por supuesto… ¿No se siente de la misma manera?

—Sí, los amo… Por eso pienso que es desafortunado que los que usted mencionó que buscarían “eso” por su propia cuenta, existan tanto en su país, como en el mío.

Al escuchar mis palabras, el hombro de Maurice visiblemente se desplomó.

—Usted es bastante honesto, ¿no es así…?

—Aunque puede ser egoísta de mi parte, creo que tanto usted como yo tenemos los mismos sentimientos con respecto a este asunto.

Maurice se rió un poco y respondió:

—En efecto… Si realmente ama a su propio país, y desea evitar un conflicto, entonces somos personas con el mismo deseo… Con respecto a este asunto, es desafortunado que tenga más fe en usted que en aquellos dentro de mi propio país.

—Yo siento lo mismo. Es precisamente por eso que pensé que quería tener una charla frente a frente con usted, señor.

—Si ese es el caso…, entonces, yo también debería hablar francamente.

—Eso sería de gran ayuda.

Al oír mi respuesta, sonrió ligeramente.

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