Herscherik – Vol. 5 – Anécdota: La Tempestad Azul y la Sonriente Táctica Carmesí 

Un hombre observaba el profundo mar azul que se extendía ante él. Sus ojos eran azules, el azul oscuro de su cabello recordaba las profundidades del mar, y de su espalda se extendían un par de alas del mismo color que su cabello, lo que lo señalaba como un hombre bestia, un hombre pájaro, para ser precisos.

El hombre estaba encaramado en lo alto del mástil principal de un barco mercante, observando las olas del océano que se dirigían al horizonte. Estaba lo suficientemente alto como para que cualquiera que no fuera un marinero experimentado se quedara paralizado por el miedo, pero como hombre pájaro capaz de surcar los cielos, se limitaba a contemplar el mar sin necesidad de agarrarse a nada. Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 5 – Anécdota: La Tempestad Azul y la Sonriente Táctica Carmesí “

Herscherik – Vol. 5 – Epílogo: El príncipe reencarnado y el Mayor Tesoro de Felvolk

Había pasado una semana desde la conclusión de la fiesta de la cosecha. En una colina, a un tiro de piedra del camino que conducía al oeste de la capital, se encontraban reunidos varios personajes de diversas alturas. Dos de ellos eran príncipes del reino, y junto a ellos estaban sus hombres de servicio. Por último, había dos antiguos inmigrantes ilegales.

—Menos mal que el tiempo es tan bueno. Es el día perfecto para partir —dijo el Séptimo Príncipe de Greysis, Herscherik, con una sonrisa a Kurenai a su lado. Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 5 – Epílogo: El príncipe reencarnado y el Mayor Tesoro de Felvolk”

Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 10: El Príncipe, la Táctica y el Esclavo

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Un repentino vendaval sacudió violentamente el carruaje. Si eso hubiera sido lo único que ocurrió, los jinetes le habrían prestado poca atención y lo habrían descartado como una ráfaga pasajera, pero el carruaje se detuvo por completo y los gritos que se produjeron a continuación hicieron que Thomas Rosseholm frunciera el ceño mientras se levantaba de su asiento.

—¡¿Qué es este alboroto?! —gritó, abriendo la puerta del carruaje y saliendo al exterior, para quedarse boquiabierto ante el espectáculo que tenía delante. Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 10: El Príncipe, la Táctica y el Esclavo”

Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 9: La intención real, los verdaderos sentimientos y las alas azules

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


El sonido de un golpe resonó en la habitación. Herscherik volvió la vista hacia la entrada, y su mayordomo se dirigió inmediatamente a la puerta sin necesidad de esperar las instrucciones de su señor, abriendo y dejando pasar al visitante. Entró Tessily, con una expresión severa y acompañado por Tatsu, su caballero de servicio.

—Herscherik. Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 9: La intención real, los verdaderos sentimientos y las alas azules”

Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 8: La traición, el genio y la venganza

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


La fiesta de la cosecha de Greysis había concluido sin incidentes, y todos los visitantes extranjeros de la capital estaban ahora ocupados con el proceso de regreso a casa. Los dos invitados de Herscherik también habían aprovechado esta oportunidad para marcharse con seguridad.

—Alteza, muchas gracias por todo lo que ha hecho por nosotros —dijo Kurenai, quien acababa de hacer la maleta. Le hizo una profunda reverencia a Herscherik.

—Ni lo menciones. En todo caso, has hecho más por ayudarme —respondió Herscherik.

Gracias a Kurenai, Herscherik había avanzado mucho en la revisión de los documentos anteriores, y las próximas propuestas de proyectos de cada departamento se desarrollaban sin problemas. Al estar tan adelantado, Herscherik pudo relajarse por una vez; utilizó su tiempo libre para examinar a fondo las propuestas de proyectos, lo que le permitió hacer preparativos en caso de que algo saliera mal. Nada de esto habría sido posible sin Kurenai.

Los oficinistas del castillo ya estaban al límite debido a la pérdida de personal y a la reestructuración que había tenido lugar desde la reciente batalla. Trabajar en esas condiciones tenía que ser agotador, tanto física como mentalmente. Herscherik había querido hacer todo lo posible para reducir la carga de trabajo del personal, y se alegraba de haber podido ayudarles, aunque fuera un poco.

Kurenai le dedicó al alegre príncipe su habitual sonrisa.

—Bueno, entonces iré a despedir a Kurenai —dijo Oran, interrumpiendo el suave ambiente. Iba vestido con ropa sencilla e informal.

—Gracias, Oran. Cuento contigo —respondió Herscherik.

Kurenai y Ao partirían por separado antes de reunirse con un mercader que Herscherik había dispuesto para que los esperara fuera de la capital. Habían decidido separarse porque viajar en grupos más pequeños facilitaría el manejo de cualquier problema que pudiera surgir. Ao partiría un poco más tarde con Kuro, tomando las callejuelas menos concurridas.

—Estoy seguro de que estarás bien, pero cuídate, Oran —dijo Herscherik.

—No te preocupes, ¡lo tengo controlado! —respondió el caballero con una sonrisa.

Mientras Kurenai miraba en silencio, Ao se acercó a ella y le tomó la mano.

—Nos volveremos a ver, ¿verdad? —preguntó Ao mientras tomaba la mano de Kurenai. Su voz delataba una gran ansiedad para una persona tan normalmente estoica.

Kurenai mantuvo su habitual sonrisa mientras le respondía con un tranquilo asentimiento.

—Siento arruinar el ambiente aquí, pero ya es hora de irnos —dijo Oran, luchando por decidir hacia dónde debía mirar en ese momento.

La mujer se apartó de Ao y volvió a hacer una profunda reverencia a Herscherik.

—Lo dejaré a su cuidado, Su Alteza.

Herscherik respondió con un firme asentimiento.

En ese momento, no pensó mucho en el significado de las palabras de Kurenai. Sólo más tarde descubriría lo que ella había querido decir realmente.

Kurenai y Oran salieron de la habitación de Herscherik, pasaron por una de las puertas traseras del castillo y avanzaron por la concurrida calle principal de la ciudad. Oran se aseguró de vigilar sus alrededores, pero de repente sintió que alguien le agarraba del brazo. Dejó de caminar y miró hacia atrás para ver a Kurenai, cuya capucha le tapaba la cara mientras miraba hacia abajo.

—Kurenai, ¿pasa algo?

—Lo siento mucho, Sir Octavian, pero creo que el calor y la multitud han sacado lo mejor de mí… —Kurenai dijo débilmente. Hacía una mueca como si estuviera luchando contra las náuseas y se llevaba la mano a la boca.

Era una tarde sin nubes, tan calurosa como un día de verano, y aunque alguien tan en forma como Oran podría haberlo soportado, una mujer con un abrigo con capucha con este tiempo debía ser prácticamente asfixiante.

—Usemos un camino lateral sombreado en su lugar, ¿de acuerdo? —sugirió Oran mientras dejaban la vía principal.

Se metieron en un callejón casi desierto donde los edificios circundantes tapaban el sol, haciéndolo notablemente más fresco que la calle principal. Después de caminar unos minutos, Oran oyó un golpe detrás de él. Al volverse, encontró a Kurenai apoyada en un edificio mientras se deslizaba lentamente hacia el suelo.

—¡¿Kurenai?!

Oran corrió frenéticamente hacia ella, se arrodilló y extendió la mano para apoyarla. Sin embargo, al hacerlo, Kurenai extendió la palma de la mano justo delante de la cara de Oran. En el momento en que el caballero vio el colgante de cristal púrpura que se balanceaba en la palma de Kurenai, se dio cuenta de su propio error.

Antes de que Oran tuviera la oportunidad de alejarse de ella, el cristal empezó a brillar. Intentó protegerse los ojos con el brazo, pero ya era demasiado tarde: una repentina somnolencia le asaltó y tropezó con la pared, incapaz de mantener el equilibrio. En circunstancias normales, el dolor del golpe lo habría despertado, pero sus párpados seguían pesados mientras luchaba contra la somnolencia que se había apoderado de él.

Ella… me atrapó… Oran se lamentó en silencio, dándose cuenta de que había sido víctima de la Magia de Manipulación.

No poseía mucha Magia Interior. Aunque, a diferencia de Herscherik, tenía una pequeña cantidad que le permitía lanzar hechizos muy simples, no era suficiente para protegerse eficazmente de la Magia de Manipulación. Aun así, todo lo que tenía que hacer como caballero era eliminar a cualquier hechicero enemigo antes de que tuviera la oportunidad de atacar. Como el éxito de la Magia de Manipulación dependía en gran medida de la fortaleza mental del objetivo, su debilidad ante la magia no era precisamente fatal. Oran era capaz de rechazar la mayoría de los hechizos normales utilizando únicamente su fuerza de voluntad.

Por desgracia, esta vez lo había sorprendido Kurenai, en quien confiaba, y el hechizo era lo suficientemente fuerte como para ignorar la poca magia interior que poseía. Su somnolencia amenazaba con dormirle en cualquier momento. Oran podía sentir que empezaba a perder la conciencia.

—¡Kure…nai…! —gritó, manteniendo sus pesados párpados abiertos con pura fuerza de voluntad. 

Sorprendido de que Oran siguiera despierto, Kurenai se arrodilló a su lado y habló.

—Lo siento mucho, Sir Octavian. No te preocupes, este hechizo sólo pone al objetivo a dormir. No lo dañará físicamente, y no tiene efectos secundarios persistentes.

—¿Qué… estás…? —Oran intentó preguntar qué estaba planeando, pero no logró completar su frase. Kurenai, sin embargo, entendió lo que intentaba decir y le devolvió la pregunta con una sonrisa preocupada.

—Por favor, cuida de él, de Gale. Tengo algo que hacer.

Oran se sintió confuso al oír este nuevo nombre que nunca había escuchado, pero no tenía tiempo para reflexionar ahora. Extendió la mano para intentar agarrarla, pero ella se levantó antes de que su mano pudiera alcanzarla, y Oran acabó agarrando el aire.

—Espe-

—Me gustaría… —Kurenai interrumpió a Oran tratando de detenerla. Le habló sin su habitual sonrisa suave ni su expresión preocupada de antes. En cambio, estaba al borde de las lágrimas.

Kurenai le dio la espalda a Oran, y el caballero no pudo hacer otra cosa que verla marchar mientras su visión se volvía más borrosa cada segundo. Su cuerpo se negaba a escucharle, y sentía como si le apretaran la cabeza con gran fuerza. Sabía que, si cerraba los ojos, podría escapar de su sufrimiento.

Oran se mordió el labio, y el dolor le devolvió la conciencia por un momento mientras el sabor de la sangre le llenaba la boca, pero la somnolencia lo abrumó rápidamente una vez más.

Sin dudarlo, Oran agarró inmediatamente el cuchillo que siempre llevaba y se lo clavó en el brazo.

♦ ♦ ♦

Tras dejar atrás a Oran en el callejón, Kurenai continuó rápidamente por caminos apartados para no llamar la atención. Al cabo de un rato, llegó al lugar acordado, donde la esperaba un carruaje. Subió a bordo y se quitó la capucha.

—Siento haberle hecho esperar —dijo con una sonrisa al hombre sentado frente a ella. El hombre, Thomas Rosseholm, asintió exageradamente al responder.

—Sí, ciertamente lo hiciste. ¿Te han seguido?

Kurenai negó con la cabeza, manteniendo su sonrisa sin ningún atisbo de ofensa.

—No.

—Bien. Partamos, entonces.

Aunque se sintió molesto por la sonrisa misteriosamente firme de Kurenai, Thomas ordenó al cochero que se pusiera en marcha.

♦ ♦ ♦

Al oír el informe, Herscherik se quedó momentáneamente paralizado por el shock. Entonces corrió hacia su caballero de servicio, el cual había regresado con la ayuda de dos soldados. Su brazo estaba envuelto en un paño que se iba manchando de rojo más a cada momento. Estaba claro que la mancha roja era la propia sangre de su caballero.

—¡¿Oran?!

—Lo siento… Yo… fui descuidado… —Oran dijo débilmente a su maestro—. Necesito… hablar… a solas…

Kuro entró en acción antes de que Herscherik pudiera dar la orden. Despidió a los soldados que habían traído a Oran hasta aquí, ordenando que no dijeran a nadie lo que había pasado, antes de coger un botiquín y arrodillarse junto a Oran.

—¡Tenemos que atender tu herida de inmediato! —gritó un pálido Herscherik, mientras Kuro retiraba el paño empapado de sangre y estudiaba la herida.

—¿Lo has hecho tú mismo? —preguntó Kuro, mirando a Oran. Se basó en la limpieza de la herida, en el hecho de que no se había lastimado ninguna arteria y en su ubicación en el brazo no dominante de Oran.

—No puedo permanecer despierto… sin dolor… —dijo Oran mientras jadeaba a intervalos cortos.

—Es magia del sueño —dijo Shiro, frunciendo el ceño mientras observaba el forcejeo de Oran antes de alargar la mano para investigar el hechizo que le habían lanzado.

—¿Puedes quitarselo, Shiro? —preguntó Herscherik frenéticamente.

—Es peligroso deshacer por la fuerza un hechizo que ya está afectando la mente de alguien. Además, no soy muy bueno con la Magia de Manipulación… —Shiro se interrumpió mientras su bello rostro se torcía en un ceño.

Herscherik sabía a qué se refería Shiro. La Magia de Manipulación fue traumática para él, ya que una vez alguien en quien confiaba resultó haber estado alterando sus recuerdos durante un largo período de tiempo en un intento de controlarlo. Ahora Shiro prefería no tratar con la Magia de Manipulación en absoluto si podía evitarlo.

—Aun así, puedo reducir temporalmente los efectos del hechizo.

Tras ver que Herscherik hacía una mueca de dolor, Shiro soltó un pequeño suspiro, puso su mano en la frente de Oran y empezó a recitar un conjuro. Su pelo blanco empezó a brillar con un tenue color púrpura, y la respiración de Oran se estabilizó un poco.

—Voy a tratar la herida ahora. Sólo trata el dolor.

—No… te preocupes… Necesito el dolor… para estar despierto…

Kuro sacó un trozo de tela y lo envolvió con fuerza alrededor del brazo de Oran para detener la hemorragia.

—Oran, puedes agarrarte a mi mano tan fuerte como quieras —dijo Herscherik, agarrando la mano dominante de Oran.

Kuro ató el trozo de tela alrededor de la parte superior del brazo de Oran para detener el flujo de sangre mientras empezaba a tratar la herida. Shiro seguía recitando su conjuro, con el rostro marcado con más arrugas de lo habitual. Herscherik no podía hacer otra cosa que mirar en silencio mientras soportaba el dolor de Oran al agarrar su mano.

—Hersche… —Oran dijo con voz tensa, claramente todavía con dolor a pesar de la magia de Shiro. Herscherik agarró la mano de Oran a su vez, como para recordarle su presencia.

—Oran, puedes ser breve. Explica lo que pasó.

El tratamiento de Kuro era sólo una medida provisional. Oran necesitaba ser tratado por un médico, y luego requeriría reposo. Pero no podía relajarse todavía, no cuando había llegado tan lejos para informar de lo que había sucedido a su amo, o su sufrimiento habría sido en vano.

—Fue… Kurenai…

Oran explicó lo que había sucedido en fragmentos, mientras fruncía el ceño de forma intermitente y luchaba contra su somnolencia: cómo Kurenai había utilizado el hechizo de sueño con él, cómo se había desvanecido después, así como la forma en que no lucía como siempre cuando se separaron.

—Lo… siento… —dijo Ao de repente, habiendo sido incapaz de hacer nada más que mirar desde la distancia hasta ahora.

—¿Ao? —dijo Herscherik, aún sosteniendo la mano de Oran, mientras volvía sus ojos hacia el hombre bestia.

Ao bajó la vista, evitando la mirada de Herscherik.

—Esta magia sólo obliga al objetivo a dormir. Por lo que sé, no supone ninguna amenaza física.

Un camarada de Kurenai especializado en magia le había dado este objeto para su propia protección. Podía activarse simplemente imprimiéndole magia, y era famoso por su rápido tiempo de activación y su eficacia.

—Este ‘Gale’…del que habló… Eres tú… ¿no es así…?

Ao no lo negó.

—Lo siento de verdad —dijo Ao, antes de callar, simplemente quedándose en su sitio.

—Ao… ¿Te estás disculpando porque ella es ‘el mayor tesoro de Felvolk’? —dijo Herscherik, soltando la mano de Oran y poniéndose en pie.

Ao miró sorprendido a Herscherik.

—¿Tú… lo sabías?

—Lo siento, pero me tomé la libertad de investigarte. Había demasiadas cosas sobre ustedes que no cuadraban.

Herscherik no había podido deshacerse de la extraña sensación que había tenido sobre la pareja, y había pedido a Kuro que investigara su historia. El mayordomo había descubierto que recientemente se había producido un conflicto interno en Felvolk en el que la unidad perteneciente al genio táctico conocido como el Mayor Tesoro de Felvolk, había sido aniquilada. El táctico en cuestión había desaparecido.

La línea de tiempo coincidía con el momento en que Kurenai y Ao habían llegado a Greysis. Además, si Kurenai era la estratega en cuestión, eso explicaba sus habilidades. Herscherik había logrado vislumbrar sus talentos estratégicos cuando fue secuestrado, aunque fuera por accidente.

Los dos debían, por una u otra razón, haber huido de Felvolk y se dirigieron a Greysis. Era poco probable que Felvolk dejara escapar su ‘Mayor Tesoro’ tan fácilmente, y si sabían que ella viajaba con un hombre bestia probablemente asumirían que escaparía a la Confederación Lustiana, por lo que reforzarían esa frontera en consecuencia. Pero una táctica tan hábil habría anticipado ese movimiento, y en su lugar huiría a un lugar que Felvolk no esperaba: Greysis.

—Si hubieras salido tranquilamente de este país hacia la Confederación sin incidentes, no habría dicho nada ni presionado el asunto —explicó Herscherik.

Mientras no sacaran el tema ellos mismos, Herscherik había planeado guardar silencio sobre sus identidades. Creía que era lo mejor para ambas partes.

—Pero ahora que hemos llegado a esto, lo explicarás, ¿no? —dijo Herscherik en voz baja, pero con firmeza.

Ao cerró los ojos y permaneció en silencio durante unos instantes, antes de armarse de valor y abrir tanto los ojos como la boca.

—Mi nombre es Gale. Era el capitán de la unidad de esclavos de batalla de Felvolk. Ella, Alterisse Danvir, nos servía de táctica, y era la genio conocida como el Mayor Tesoro de Felvolk. Tal y como has adivinado, huimos de Felvolk.

♦ ♦ ♦

Ao/Gale se encontró por primera vez con ella cuando tenía catorce años, antes de que se le conociera como el Mayor Tesoro de Felvolk.

—Hola a todos. Mi nombre es Alterisse Danvir. A partir de hoy estaré al mando de esta unidad. Es un placer conoceros a todos —había dicho la chica de pelo carmesí y ojos oscuros mientras se inclinaba ante el grupo de hombres que la doblaban en edad y tamaño.

En su visita a los barracones de los esclavos de batalla -una estructura de una sola planta tan deteriorada que apenas podía considerarse un edificio real-, la chica se limitó a sonreír mientras se bañaba en las miradas asesinas de los esclavos de batalla.

—A partir de ahora, sus vidas estarán en mis manos.

Debido a la Marca de la Servidumbre, el estado de Felvolk ya controlaba la vida de cada esclavo que se presentaba ante ella. Si se les ordenaba luchar, luchaban; si se les ordenaba morir, no tenían más remedio que hacerlo. En el momento en que la Marca de la Servidumbre fue grabada en sus pechos, habían perdido su orgullo como hombres bestia.

Gale observó a la joven táctica y a sus camaradas hostiles desde la distancia.

Así que ese es nuestro nuevo comandante, eh.

Su anterior comandante había sido sustituido tras sufrir importantes bajas durante la última batalla de la unidad. El anterior comandante había culpado a los esclavos de la pérdida mientras cotilleaba alegremente sobre su sustituto.

La nueva comandante se había graduado en la academia militar, una hazaña que normalmente tardaba ocho años en completarse, lo hizo en la mitad del tiempo habitual. Sin embargo, no tenía experiencia real en la batalla y era hija de la deshonrada casa Danvir.

La casa Danvir había sido una vez una familia prestigiosa que había producido muchos tácticos de talento a lo largo de las generaciones. Pero eso fue antes de que el jefe de la casa sufriera una gran pérdida durante una importante batalla que acabó con una aplastante derrota del ejército, antes de ser finalmente asesinado él mismo. Como resultado, la casa Danvir, sin herederos, había caído en la ruina. La hija de esta casa, en otro tiempo distinguida, todavía una niña, no había sido más que un problema para el ejército. Gale comprendió que la muchacha había sido obligada a ocupar su posición actual por alguien de mayor rango.

Gale no se sintió ni emocionado ni abatido al darse cuenta, de hecho, no sintió nada en absoluto.

No es que vaya a cambiar algo. Seguirían obligados a luchar hasta el día de su muerte, como siempre.

Sin embargo, la predicción de Gale resultó estar muy equivocada. Alterisse sólo les dio dos órdenes: obedecer siempre su mandato y no renunciar nunca a vivir.

Sus estrategias les llevaban a la victoria en un campo de batalla tras otro, casi como si conociera el resultado de antemano, con tan pocas pérdidas que resultaba inútil intentar compararla con cualquier comandante anterior. Al cabo de unos meses, ningún miembro de la unidad seguía mirándola con desprecio, y sus miradas habían pasado de ser hostiles a estar desconcertadas.

—Ahora, para la próxima batalla… —Alterisse explicó su situación actual y predijo la ubicación del enemigo, su número, así como todos los movimientos que harían. Continuó explicando la estrategia que había desarrollado para contrarrestar todo esto.

A pesar de estar constantemente en inferioridad numérica, utilizaba tácticas como emboscadas y trampas para cambiar el rumbo de la batalla a su favor, lo que se traducía en una victoria tras otra.

—La unidad que se esconde aquí debe atacar al enemigo por detrás a mi señal. ¿Alguna pregunta? —dijo con una sonrisa. Los esclavos se miraron entre sí antes de volverse hacia su capitán. Al ver sus miradas, Gale abrió lentamente la boca.

—¿Por qué siempre usas esas tácticas indirectas?

—¿Dices que es una vuelta de tuerca? —Alterisse le miró extrañada, manteniendo su sonrisa.

—Cualquier otro comandante nos enviaría al frente para luchar hasta la muerte.

Se les enviaba directamente a la batalla sin explicaciones, sin pensar en nada más que en matar a los enemigos que tenían delante, sin saber siquiera a cuántos soldados enemigos se iban a enfrentar. Sin embargo, desde que apareció esta nueva táctica, recibieron información anticipada y, al luchar y coordinarse según sus estrategias, consiguieron minimizar sus pérdidas. A menudo, incluso salían de la batalla sin sufrir una sola herida grave.

—Tus antiguos comandantes eran todos unos incompetentes. Tontos, todos ellos —escupió Alterisse con despreocupación, sin dejar de sonreír—. Son esclavos de batalla.

Esta afirmación hizo resurgir la hostilidad de los esclavos. Pero incluso mientras se bañaba en miradas hostiles, su sonrisa no vaciló ni un momento.

—Repito. Ustedes son esclavos de batalla. Son nuestros activos militares más preciados. Nunca encontrarán una unidad tan confiable como ésta, no importa dónde busquen.

—¿Confiable…? —preguntó uno de los miembros, confundido, a lo que Alterisse asintió.

—Estoy convencida de que poseen la destreza de lucha de una escuadra muchas veces mayor que ésta.

Los hombres bestia eran físicamente más fuertes que los humanos, para empezar, y había muchos que también destacaban en la magia. Su mayor debilidad era que sus carencias también solían ser más extremas en comparación con los humanos. A pesar de ello, podían enfrentarse fácilmente a una compañía normal con la estrategia adecuada para compensar, explicó Alterisse con su habitual sonrisa.

De repente, su expresión cambió, mientras miraba a los miembros de la unidad con una mirada penetrante.

—Tengo que hacer algo en este país. Para lograrlo, necesito un historial probado. Ustedes serán mi medio para ese fin.

Volvió a su amable sonrisa normal con tanta rapidez que su expresión feroz de hace un momento bien podría no haber existido. Miró a su alrededor en la silenciosa habitación antes de fijar su mirada en Gale.

—Dejar que el valioso poder de combate se desperdicie en una batalla tan insignificante está fuera de lugar.

No subestima la dificultad de la batalla que tenía por delante: para ella, era realmente insignificante.

—Ahora bien, ¿alguna otra pregunta? —dijo, mirando inquisitivamente a la sala una vez más. 

Nadie habló. Alterisse asintió con la cabeza mientras recogía los documentos repartidos por el escritorio y entregaba sus órdenes. 

—En ese caso, empiecen a prepararse para la batalla ahora. He oído que la lluvia puede ser bastante horrible en esta época del año, así que asegúrense de equiparse para el clima.

No recibió una respuesta afirmativa de los esclavos; al preguntar por qué, le informaron de que en realidad no tenían el equipo necesario.

—Así que ni siquiera procesan sus peticiones… Y lo mismo ocurre con los otros suministros… —Alterisse pensó unos segundos antes de continuar—. Muy bien. Por favor, déjenmelo a mí.

Alterisse abandonó entonces el cuartel. Unos días más tarde, no sólo recibieron el equipo que necesitaban, sino también alimentos, suministros médicos y mucho más.

Cuando Gale le preguntó qué había hecho para conseguir todo esto, Alterisse se limitó a sonreír y a responder: —Mi trabajo es asegurarme de que todos estén en las mejores condiciones para luchar. No te preocupes.

♦ ♦ ♦

Durante los tres años que Alterisse estuvo al mando de la unidad, no sufrieron ni una sola derrota. Por el contrario, se distinguieron en una batalla tras otra. La unidad de esclavos -junto con su comandante, Alterisse- se hizo famosa dentro del ejército.

—¡No eres más que una chica de una casa caída!

Gale se detuvo en seco al oír el insulto. Se asomó por detrás de un edificio para ver que dos hombres con uniforme militar habían arrinconado a Alterisse contra una pared.

—Si tienes un poco de suerte en el campo de batalla, se te sube a la cabeza, ¿eh? ¡Aprende tu lugar, mujer!

Los hombres le arrebataron de las manos el libro que sostenía y lo arrojaron al suelo. Sin embargo, Alterisse no mostró ningún indicio de miedo, ni se inmutó. Simplemente recogió el libro y sonrió a los hombres.

—¿Eso es todo lo que tenías que decir?

Su sonrisa, habitualmente amable y encantadora, fue nada menos que una provocación directa para el hombre que gritaba. Inmediatamente se enfureció y levantó el puño.

—¡Pequeña moza arrogante!

Sin embargo, su puño golpeó en cambio el sólido pecho de un hombre alto, y sólo acabó hiriendo su propia mano. En el momento en que parecía que Alterisse iba a ser golpeada, Gale había saltado para salvarla sin pensarlo dos veces.

—¿Gale…?

—¡Esclavo asqueroso! —gritó el hombre, ahogando a Alterisse. Agarró la espada que colgaba de su cadera y golpeó con fuerza a Gale en el hombro sin desenvainarla.

Gale hizo una mueca ante el despiadado golpe, pero no emitió ningún sonido mientras seguía protegiendo a Alterisse de sus atacantes. Se rendirían una vez que se cansaran, ésa era la única opción que tenía Gale como esclavo. La propia Alterisse le arrebató esa opción.

—¡Para! ¡Si sigues haciéndole daño, te denunciaré al inspector general! —gritó Alterisse mientras salía de detrás de Gale. Sin su habitual sonrisa, se quedó mirando a los dos hombres sin miedo.

Puede que fuera un esclavo, pero Gale seguía siendo su subordinado. Si alguien que ni siquiera era su superior le hiriese sin motivo, el inspector general se vería obligado a reprender al agresor de alguna manera.

Los hombres chasquearon la lengua y se marcharon, lanzando improperios a la pareja mientras se retiraban. Una vez que se fueron, Alterisse puso su mano en la mejilla de Gale, quien tenía una marca visible del salvaje golpe.

—¿Por qué has intervenido, Gale? —preguntó Alterisse, al borde de las lágrimas.

—No lo sé —respondió Gale con sinceridad. En el momento en que parecía que Alterisse estaba en peligro de ser golpeada, su cuerpo se había movido por sí mismo. Apretó la delicada mano en su mejilla y le preguntó a su vez: —¿Por qué vas tan lejos para protegernos?

No se refería sólo al incidente que acababa de producirse. Una y otra vez, Alterisse había trabajado para mejorar las condiciones de la unidad de esclavos. Destinaba las recompensas que recibía por sus logros a mejorar los barracones o a compensar a las familias de los soldados caídos, quedándose sólo con lo mínimo para ella. Como resultado, las condiciones de vida de los esclavos habían mejorado notablemente en comparación con antes de que ella tomara el mando.

Alterisse apartó la mirada, tratando de evitar los ojos de Gale.

—El trabajo de un oficial es proteger a sus subordinados —explicó, pero sus palabras no convencieron del todo a Gale.

—Somos esclavos. Usted misma lo dijo, Comandante.

El cuerpo de Alterisse se sacudió al escuchar las palabras de Gale; le miró rápidamente antes de bajar la mirada al suelo.

—Lo… siento…

♦ ♦ ♦

Con cada año que pasaba, Alterisse acumulaba aún más victorias, y antes de darse cuenta, había cumplido veinte años. Tras haber sido soldado desde los catorce años y no haber perdido ni una sola batalla, había llegado a ser conocida por un nombre diferente dentro del ejército: el Mayor Tesoro de Felvolk, bendecida por la Diosa de la Guerra, quien podía revertir la marea de la batalla como si se tratara de una intervención divina, sin importar lo desesperado del panorama. Por aquel entonces, no quedaba ni un solo hombre en su unidad que soñara con menospreciarla; aunque era humana, la habían aceptado como aliada, compañera de armas y una táctica genial que siempre los llevaba a la victoria.

Sin embargo, mientras acampaba en el exterior durante una batalla concreta, alguien se dio cuenta de que Alterisse había desaparecido. Uno tras otro, los miembros de la unidad expresaron su preocupación por ella antes de que sus miradas se dirigieran inevitablemente a Gale. Impulsado por sus miradas, Gale se levantó y salió en busca de su comandante.

Encontró a Alterisse sentada sola en la cima de una pequeña colina, contemplando las estrellas. Cuando Gale la conoció, sólo tenía catorce años, pero con el paso del tiempo la joven se había transformado en una mujer adulta.

Gale se quitó el abrigo, se acercó a Alterisse en silencio y se lo puso sobre los hombros.

—Gale —dijo Alterisse mientras se daba la vuelta y le dedicaba una suave sonrisa. Sus ojos bajos enfatizaban su belleza femenina.

Todo el mundo en la unidad era consciente de que Alterisse había empezado a recibir ofertas de matrimonio. Como joven y talentosa estratega, no era de extrañar que todas las casas principales de Felvolk quisieran hacerla suya. Sin embargo, ella se negaba obstinadamente a aceptar ninguna, lo que llenaba a Gale de una extraña sensación de alivio.

—La brisa nocturna es fría —dijo Gale con brusquedad, y Alterisse respondió con una sonrisa aún más brillante y alegre. Preguntándose si era el único al que sonreía así, Gale se inquietó un poco; Alterisse, sin saber lo que pasaba por la cabeza de Gale, se cubrió con el abrigo de éste como si lo abrazara.

—Gracias… Gale, he tomado una decisión. Voy a cambiar este país —dijo Alterisse mientras miraba hacia arriba, como si jurara sobre las estrellas—. Al principio, todos ustedes eran sólo un medio para conseguir un fin. Sólo los utilicé para ascender en la escala social.

Alterisse le dedicó a Gale una triste sonrisa mientras lamentaba su propia insensibilidad.

—Pero ahora, me importa más quedarme con todos ustedes —continuó—. Los quiero a todos y a cada uno de ustedes. Son la única familia que tengo ahora, después de perder la mía, y no puedo soportar ver cómo siguen siendo oprimidos como esclavos.

Alterisse apartó la mirada del cielo y volvió a mirar a Gale.

—Obligaré a este país a reconocerlos. Lo juro —concluyó, mostrando a Gale una suave sonrisa que ocultaba una resolución inimaginablemente firme.

Después de eso, los dos se acercaron rápidamente. No pasó mucho tiempo antes de que Gale comenzara a llamarla por su nombre en lugar de simplemente ‘Comandante’, y muy pronto, Alterisse fue referida como el Mayor Tesoro de Felvolk no sólo por el ejército, sino por todo el país.

♦ ♦ ♦

—Seguimos luchando y ganando durante una década después de que Alte se incorporara al ejército —explicó Gale.

Las habilidades de Alterisse no se limitaban al campo de batalla. A medida que se iba distinguiendo, su influencia dentro del ejército era cada vez mayor. Llegó a tener fama, incluso fuera del ejército, de ser una táctica genio bendecida por la propia Diosa de la Guerra, y con esa reputación llegaron poderosos partidarios.

Siguió recibiendo ofertas de matrimonio de las diez casas, que rechazó con insistencia; al mismo tiempo, luchó contra las órdenes de arriba para poder seguir comandando la unidad de esclavos de batalla. La mayoría de la gente no habría podido desafiar las órdenes de sus superiores del ejército, pero como el Mayor Tesoro de Felvolk, tenía demasiada influencia en el ejército como para que sus superiores la ignoraran, en gran parte como resultado de sus propias maquinaciones, por supuesto. También permitía a las diez casas y a sus superiores atribuirse el mérito de algunos de sus logros, y también había almacenado mucho material de chantaje por si alguna vez lo necesitaba. No lo hizo por codicia personal, sino por el bien de sus camaradas y de su país.

Es probable que los altos mandos del ejército hayan empezado a darse cuenta de lo que intentaba hacer, algo que sacudiría los cimientos del país. Intentaron alejarla de la unidad de esclavos antes de que lograra su objetivo, pero ella desviaba cada intento.

De repente, Gale dudó un momento antes de armarse de valor y continuar su relato.

—Nuestra unidad había ido subiendo de estatus dentro del ejército y se había vuelto demasiado poderosa para ser ignorada. Se nos prometió que si nos distinguíamos en una sola batalla más, seríamos liberados de la esclavitud y acogidos como ciudadanos. Pero entonces… eso ocurrió.

♦ ♦ ♦

Kurenai -o Alterisse Danvir- vio pasar el paisaje mientras salía de la capital. El carruaje en el que viajaba, preparado por las diez casas, era uno de los más caros que el dinero podía comprar, y apenas se agitaba o hacía ruido al viajar. Era un mundo de diferencia con la carreta del frutero en la que había viajado a la capital.

Mientras miraba por la ventana, Thomas Rosseholm -quien estaba sentado frente a ella- comenzó a hablar.

—Ciertamente, nunca esperé que te acercaras a mí. ¿No te gustaban esos esclavos? —dijo con cierta sorna.

—Oh, ya he entrado en razón —respondió Alterisse con una elegante e imperturbable sonrisa—. Al final, no son más que bestias, inferiores a nosotros los humanos. No pude escapar de él y me vi obligada a venir a este país. Me alivió mucho verlos aquí. Por eso…

Alterisse abandonó su habitual sonrisa amable en favor de una expresión hechizante que aprovechaba al máximo su encanto femenino mientras continuaba.

—… quiero recompensarte. Por favor, déjame ayudarte en lo que desees —susurró íntimamente, ocultando sus verdaderas intenciones tras la máscara de su sonrisa. Aparentemente satisfecho por sus palabras, el hombre respondió con una sonrisa.

Qué simplón. Todavía forzando una sonrisa, Alterisse terminó de evaluar el carácter del hombre y tuvo que evitar reírse en voz alta de lo patético que era.

Este hombre había sido el segundo de la clase de Alterisse cuando se graduó, y también había recibido una oferta de matrimonio en el pasado. La primera impresión de Alterisse había sido la de un hombre lamentable cuyas ambiciones superaban con creces sus talentos.

Era el segundo hijo de la familia Rosseholm, una de las diez casas principales de Felvolk. Había crecido comparándose constantemente con su hermano mayor, el talentoso heredero de la familia, y su personalidad estaba dominada por su sentimiento de inferioridad respecto a su hermano y la presunción engreída de que, de alguna manera, era capaz de mucho más… y, además, una ambición desmedida que superaba a ambos. Quería superar a su hermano, convertirse en el heredero de su casa, y finalmente convertirse en el mariscal del reino y gobernar todo Felvolk. Esta era su gran -o risible, si se le preguntaba a Alterisse- ambición.

Era esa misma ambición la que le hacía más fácil de manipular, ya que le nublaba el juicio y le hacía aprovechar cualquier oportunidad para conseguir lo que quería; por otro lado, tendía a ignorar todo lo que le resultaba inconveniente. Era exactamente lo que Alterisse necesitaba. Al mismo tiempo, se asombraba de que la poderosa casa Rosseholm produjera alguien tan patético.

No puedo creer que mi padre haya sido superado por una familia como esta… ¿Cómo han podido arruinar una casa de tácticos tan prestigiosa? Se lamentó internamente Alterisse.

♦ ♦ ♦

Alterisse sólo tenía siete años cuando decidió que ella también se convertiría en táctica.

—Padre, yo también quiero ser táctico.

Lo que impulsó a la joven a declarar tal cosa fue una conversación que había escuchado entre los amigos de su padre que habían sido invitados a su fiesta de cumpleaños. Habían lamentado el estado actual de la casa Danvir, que había producido una larga línea de talentosos tácticos, pero que ahora sólo consistía en el padre de Alterisse, cuyo único hijo era una niña.

También se interesó simplemente por cómo era el trabajo de su padre para empezar.

—¿Alterisse? —había dicho su padre, lanzando una mirada de sorpresa a su querida hija mientras se sentaba frente a la chimenea con un libro en las manos. Alterisse le devolvió la mirada con determinación.

—¡Quiero convertirme en un táctico como tú, padre!

—Me alegro de oírlo. Pero tendrás que trabajar muy duro, ya sabes —respondió su padre con indiferencia, sin tomarse en serio su declaración, y sin saber cómo la incitaría.

A partir del día siguiente, Alterisse comenzó a estudiar como si estuviera poseída. Leía vorazmente no sólo libros de texto generales, sino también tratados militares. Cada vez que encontraba algo que no entendía, se lo preguntaba a su tutor particular o a su padre, sin importar la hora. Cada día que pasaba, sus preguntas eran más difíciles de responder.

—Sobre la batalla que tuvo lugar aquí, ¿no habría sido mejor preparar una emboscada usando…?

Su padre había supuesto que se cansaría de sus estudios con el tiempo, pero cuanto más veía a su hija hacer todo lo contrario, además de mostrar un talento tan tremendo a su corta edad, más empezaba a preocuparse. Su querida hija, que aún no tenía edad de ir a la escuela, estaba explicando los fallos tácticos de una de las batallas pasadas de la casa Danvir. Ya había demostrado ser demasiado para su tutor privado, por lo que finalmente había tirado la toalla.

Como jefe de la casa, lo único que pudo hacer el padre de Alterisse fue armarse de valor.

—Escucha, Alterisse. Un estratega nunca debe dejar que sus emociones se reflejen en su rostro —dijo su padre, mientras le explicaba la mentalidad adecuada para un estratega. El conocimiento podría venir después, pensó, pero primero tenía que asegurarse de que ella tuviera la fortaleza mental necesaria—. Si el estratega actúa visiblemente agitado delante de sus soldados, puede afectar a la moral. No importa lo desesperada que parezca la situación, se necesita la fortaleza mental para sonreír pase lo que pase. ¿Eres capaz de eso?

Alterisse grabó las palabras de su padre en su corazón.

Luego siguió estudiando, mientras se llenaba la cabeza de conocimientos. Entonces, a pesar de ser una niña y tener sólo diez años, aprobó el examen de ingreso en la academia militar con las mejores notas.

El día antes de que su padre partiera a una batalla, ambos mantuvieron una de sus habituales y animadas discusiones sobre estrategias. En ese momento, Alterisse ya lucía una sonrisa que parecía más madura que su edad.

—Alterisse, puede que no estés hecha para esta línea de trabajo.

—¿Padre? —respondió Alterisse, desconcertada.

—Eres demasiado compasiva e idealista para ser una táctica al servicio de este país. Me preocupa.

Incapaz de comprender la intención de las palabras de su padre, Alterisse volvió a lanzarle una mirada de desconcierto, pero éste se limitó a sonreír mientras le daba una palmadita en la cabeza.

Una vez terminada la batalla, su padre no regresó.

Alterisse fue informada de que su padre había cometido un error estratégico que había provocado una derrota devastadora, y que había sido asesinado en la batalla. Al enterarse, su madre cayó enferma; murió poco después, como si quisiera seguir a su marido. Alterisse, quien acababa de ingresar en la academia militar, era ahora el último miembro que quedaba de su casa.

La aplastante derrota hizo que la casa Danvir fuera despojada de su estatus. Mientras Alterisse se sentaba estupefacta durante el funeral de su padre y su madre, nobles cuyos nombres apenas conocía se disputaban las pocas riquezas que el Estado no había arrebatado ya a su familia antes de cortar sus vínculos por completo.

Como ahora vivía en la residencia de la academia militar, la propia Alterisse estaría bien hasta su graduación. Pero el Estado y la nobleza la habían despojado por completo de cualquier posesión que pudiera recordarle a sus padres. Recorrió su casa por última vez con estupor, buscando cualquier recuerdo de su familia, cuando tropezó con la verdad. Por pura casualidad, consiguió escuchar una conversación importante. El jefe de la casa Rosseholm, el cual había asistido al funeral, estaba hablando con uno de sus subordinados en uno de los pasillos de la finca, y no se fijó en Alterisse.

—Bueno, los muertos no cuentan cuentos, como dice el refrán —dijo el jefe de la familia Rosseholm.

—Sí, efectivamente. Qué suerte que el jefe táctico se haya ofrecido a unirse a la retaguardia.

—Gracias a eso, conseguimos echarle toda la culpa a él. Esa casa está arruinada, lo que nos evitará muchos problemas en el futuro. La hija estaba en la academia militar, ¿no? Bueno, si es lo suficientemente guapa, supongo que podría recompensarla dejándola casarse con uno de mis hijos.

Los hombres se fueron, riendo. Alterisse se tapó la boca con las manos para no hacer ruido y que no la descubrieran.

—Un estratega nunca debe dejar que sus emociones se muestren en su rostro.

Sí, padre. Nunca dejaré que mis emociones se muestren.

Incluso mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, su boca seguía manteniendo una sonrisa.

Nunca los perdonaré.

Después, Alterisse dedicaba todo su tiempo disponible a estudiar, incluso sacrificando el sueño para asegurarse el primer puesto de la clase. Consiguió saltarse los grados, ya que superó todo tipo de récords escolares. Aunque normalmente se tarda ocho años en graduarse en la academia, ella completó todo el curso en un tiempo sin precedentes de cuatro, lo que la convirtió en la graduada más joven de la academia. A continuación, Alterisse se alistó en el ejército de Felvolk como táctica.

Sin embargo, por mucho talento que tuviera, seguía siendo una mujer en la sociedad patriarcal de Felvolk. Además, era hija de la infame casa Danvir que había llevado al país a una aplastante derrota, por lo que nadie en el ejército quería tener nada que ver con ella.

A pesar de todo, había quienes no querían que su talento se desperdiciara. Por eso, los dirigentes decidieron darle el mando de la unidad de esclavos de batalla, pero eso resultó ser un error por su parte. A pesar de que las probabilidades estaban en su contra, Alterisse se distinguió una y otra vez. En todo caso, el difícil entorno acabó dándole libertad para actuar a su antojo.

Ignoraba las órdenes después de salir victoriosa de una batalla tras otra, acumulaba logros a su nombre, ayudaba a sus problemáticos superiores para que acabaran en deuda con ella y descubría sus debilidades. Aplastar a alguien con unas pocas palabras bien colocadas, manteniendo al mismo tiempo una sonrisa y un tono elegantes, era lo más fácil del mundo para ella.

En poco tiempo, los logros de Alterisse habían empezado a acumularse, y ya eran pocos los que se atrevían a menospreciar su unidad de esclavos. Cuando Alterisse se volvió finalmente imposible de ignorar, hizo una demanda que haría temblar los cimientos del país.

—¿Qué? ¿La unidad de esclavos ganó otra vez?

—Dicen que la próxima vez que se distingan, les van a conceder a todos la ciudadanía…

Esto pondría en peligro la propia institución de la esclavitud, una de las piedras angulares del país. Felvolk siempre había expandido sus fronteras mediante la guerra. Como resultado, el país se encontraba en un estado constante de conflicto interno, e intentaría dirigir la ira resultante hacia los países circundantes en su lugar a través de invasiones. Los habitantes de los países ocupados se veían obligados a pagar impuestos exorbitantes, y los hombres bestia, en particular, eran gravados de forma mucho más opresiva que los humanos. Un hombre bestia que no pagaba por una sola vez era obligado a la esclavitud. Todo el sistema no era más que un pretexto para esclavizarlos, ya que los hombres bestia eran muy apreciados por sus habilidades naturales.

Alterisse era plenamente consciente de ello cuando exigió la libertad de los esclavos bajo su mando. Pero una vez que obtuvieran la ciudadanía y se liberaran de las Marcas de la Servidumbre que los retenían, ¿contra quién mostrarían sus colmillos estos hombres bestia recién liberados después de que Felvolk les hubiera robado sus países, matado a sus familias y arrebatado su dignidad?

Los dirigentes de Felvolk -las diez casas- decidieron eliminarla.

♦ ♦ ♦

Se suponía que era una misión normal para someter un levantamiento, como las muchas que habían emprendido en el pasado. Sus superiores ordenaron a la unidad de esclavos de Alterisse que se dividiera en varios escuadrones más pequeños y tomará posiciones en un bosque al amparo de la noche. Y entonces, de repente, su visión se volvió roja, el sonido de las explosiones sonó a su alrededor, y el bosque se vio envuelto en un mar de llamas.

—¡Comandante! ¡Hemos perdido el contacto con los otros escuadrones! ¿Cuáles son sus órdenes?

—¡Múltiples enemigos avistados en la zona! ¡Estamos rodeados! ¡¿Qué hacemos, Comandante?!

Los informes de los miembros de su unidad abrumaron a Alterisse mientras observaba el desarrollo de la escena, estupefacta.

¿Cómo? ¿Quién filtró la información?

Sin un conocimiento previo, habría sido imposible que nadie, salvo un dios omnisciente, supiera exactamente en qué lugar de este oscuro bosque se escondían. Sin embargo, el enemigo había señalado su ubicación exacta y había preparado un ataque en consecuencia. La única persona que conocía el paradero de la unidad de esclavos debía ser el líder de la fuerza principal, el jefe de la casa Rosseholm.

No puede ser… Por mucho que odiara ese pensamiento, no había otra explicación. Un aliado debe haber filtrado la información sobre ellos. Esa era la única explicación.

Aunque los esclavos eran muy capaces en la batalla, su número era menor que el de los soldados regulares, y en ese momento se habían dividido en grupos aún más pequeños para preparar una emboscada. Si el enemigo sabía dónde estaban y los tenía rodeados, serían aniquilados todos a su vez.

—¿Por qué? —se preguntó Alterisse mientras escuchaba los informes que le llegaban de sus subordinados. ¿En qué se había equivocado?

Una vez terminada esta batalla, tanto ella como sus compañeros serían aceptados por su país. Se suponía que Felvolk iba a cambiar. ¿Cómo había salido todo tan mal?

—¡¿Cómo ha podido pasar esto?!

Un estratega nunca debe dejar que sus emociones se muestren en su rostro. Las palabras de su padre resonaban en su cabeza. Alterisse, puede que no estés hecha para este tipo de trabajo.

Tal vez su padre lo sabía desde el principio: Felvolk nunca le ofrecería a Alterisse lo que deseaba, por mucho que trabajara, por mucha lealtad que tuviera o por mucho que lo deseara.

—¿Es esto…? ¡¿Es esta… la respuesta que me das, Felvolk?! —Los gritos de Alterisse desaparecieron en el cielo nocturno, teñido de rojo por las llamas que saltaban.

♦ ♦ ♦

—¿Qué pasa?

Los pensamientos de Alterisse volvieron al presente al oír hablar a Thomas, y le respondió con una vaga sonrisa.

—Oh, sólo estaba perdida en mis pensamientos, pensando en un pasado que nunca olvidaré.

Aquel mar de llamas parecía haber ocurrido hace mucho tiempo. Rodeados por el fuego, sus compañeros habían estado desesperados por ayudarles a ella y a Gale a escapar. Era obvio que, al no poder encontrar sus cuerpos, el ejército bloquearía todas las rutas hacia Lustiana.

Así, la única opción para escapar de Felvolk había sido hacer lo inesperado y huir a Greysis en su lugar. Como mínimo, quería ayudar a Gale a escapar.

Mientras Alterisse miraba a lo lejos, Thomas se burló.

—No te pongas sentimental. Las cosas no han hecho más que empezar.

—Tienes razón —respondió Alterisse desde detrás de su máscara sonriente. Las palabras de Thomas le entraron por un oído y le salieron por el otro.

Alterisse se llevó una mano al pecho, donde el collar que le habían regalado estaba oculto bajo su ropa.

Sí, así es. Mi venganza contra los que me traicionaron -nos traicionaron- no ha hecho más que empezar. Se juró a sí misma que vengaría a su padre y a sus compañeros caídos. Incluso si eso significa tener que traicionarlo a él también.

Alterisse pensó en la expresión estoica del hombre que amaba, consiguiendo a duras penas que la pena no apareciera en su rostro.

Estará bien. Sé que lo cuidarán bien. Estaba convencida de que el amable y decidido príncipe haría todo lo posible por ayudar al hombre bestia.

—Lo siento, Gale… —Su susurro desapareció en el ruido del carruaje y no llegó a los oídos de Thomas.

♦ ♦ ♦

Cuando terminó de explicar cómo habían llegado los dos a Greysis, Ao respiró profundamente antes de abrir la boca con decisión.

—Alte está tratando de vengarse de Felvolk. Quiere destruirlo. Esa es la única explicación que se me ocurre.

—¿Destruir a Felvolk? —Herscherik pensó que ese debía ser un plan de venganza demasiado grande para que una sola persona lo llevará a cabo.

—Alte me dijo una vez que destruir a Felvolk sería un juego de niños.

Tal vez sólo estaba achispada, o tal vez sólo estaba de buen humor después de una de sus muchas victorias, pero ella había explicado cómo hacerlo una vez con las bebidas.

—Ese país se mantiene unido por un hilo. Si no se tiene cuidado, puede soltarse fácilmente. Todos los miembros del gobierno y de las diez casas no piensan en nadie más que en sí mismos —había dicho Alterisse mientras se reía—. Si te lo propones, destruir este país sería un juego de niños. Sólo tienes que hacer que los dirigentes y las diez casas se peleen entre sí, eso lo debilitará desde dentro. Luego, todo lo que tienes que hacer es filtrar información a los países cercanos, y ellos devorarán lo que queda.

Aunque no fuera tan fácil como ella lo hacía parecer, no parecía una broma viniendo de un genio de la táctica como Alterisse.

—Así que —continuó—, este país necesita unirse. Hay un límite a la cantidad de territorio extranjero que se puede conquistar mientras se suprime cualquier descontento. Si este país quiere sobrevivir, necesita cambiar.

Y había hecho todo lo que estaba en su mano para liderar el camino, pero ahora que el país la había traicionado, Gale llegó a la conclusión de que éste sería el único medio de Alterisse para vengarse.

Herscherik guardó silencio mientras procesaba la historia de Gale. Oran, cuya herida seguía siendo tratada por Kuro, comenzó a hablar mientras el príncipe seguía sumido en sus pensamientos.

—Hersche, justo antes de que Kurenai se marchara, dijo esto al borde de las lágrimas: ‘Ojalá hubiera podido servir a ese príncipe como tú’ —Oran había querido entregar esas palabras a su maestro, aunque significara herirse a sí mismo.

Herscherik cerró los ojos y apretó el puño. Cuando sus ojos esmeraldas volvieron a abrirse, no había ningún indicio de vacilación en ellos.

—Gracias, Oran. Puedes dejarme el resto a mí.

Al oír eso, Oran permitió finalmente que sus pesados párpados se cerraran. Shiro dejó de lanzar su magia y Kuro terminó rápidamente de curar la herida antes de llevar a Oran a su dormitorio por orden de Herscherik. Entonces, justo cuando Herscherik estaba a punto de indicarles qué hacer a continuación, apareció un visitante inesperado.

Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 7: La fiesta de la cosecha, el partido de exhibición y el banquete de otoño

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Este año, la fiesta de la cosecha en Greysis se extendería durante toda una semana por todo el país, con la visita de importantes invitados de las naciones vecinas. La capital, en particular, estaba muy animada incluso el primer día del evento. La calle principal estaba decorada con puestos a ambos lados, con comerciantes oportunistas que esperaban ganar dinero fácil a costa de las personas que asistirán al festival con los bolsillos sueltos.

Los comerciantes promocionaban especialmente los productos importados del Principado de Parche. Como los aranceles se redujeron, mientras durase la fiesta se venderían especialidades raras de Parche a un precio más bajo de lo habitual, lo que atrajo a los clientes que ya estaban animados por la celebración.

También Herscherik se quedó embelesado con un objeto artesanal que colgaba del techo de un puesto. En el interior de un anillo tenía tejido cuerdas de colores y el objeto estaba decorado con plumas, encajes detallados, campanas y cristales. También había versiones más caras con gemas y cristales. Cada uno de ellos estaba hecho cuidadosamente a mano, y Herscherik nunca había visto nada parecido en Greysis. El vendedor lo llamaba ‘atrapavientos de la fortuna’ y afirmaba que colgarlo junto a una ventana daría suerte al propietario.

A Herscherik le llamó la atención un atrapavientos con plumas de color carmesí y azul, que compró en el acto y decidió colgar en su habitación. Más tarde, Ao le explicaría, con una mirada incómoda, que los atrapavientos los hacían tradicionalmente los demi humanos pájaros. Herscherik se entusiasmó al darse cuenta de que, aunque Greysis había cortado nominalmente todo contacto con los no humanos, aún podían compartir su artesanía importando productos a través de Parche.

En otros lugares de la calle principal y la plaza, los artistas callejeros atraían las risas alegres de personas de todas las edades. Bailarines extranjeros daban vueltas al ritmo de la alegría, mientras que grupos itinerantes presentaban obras populares en un escenario de piedra en la plaza. Todos los asistentes al festival disfrutaban de la celebración a su manera.

El evento más esperado del primer día fueron los Juegos de Combate que se celebraron en el campo de entrenamiento del castillo. Todo el mundo, desde los lugareños hasta los extranjeros, pasando por los plebeyos y la realeza, se había reunido en la arena a la espera de que comenzaran. Cuando el reloj marcó el mediodía, la animada fanfarria de la banda resonó en la arena y el rey de Greysis, Soleil, anunció el comienzo del evento.

Herscherik miró alrededor de la arena mientras escuchaba el discurso de su padre, que estaba siendo amplificado con magia de viento. Los Juegos de Combate se celebraban dos veces al año, y era una ocasión para que soldados y caballeros mostrarán el resultado de toda su dura práctica. Como normalmente no se permitía al público entrar en el castillo, esta oportunidad de ver detrás de los muros del palacio tenía a los visitantes inmensamente emocionados.

Además, este año el evento iba a celebrarse el primer día de la fiesta de la cosecha, y habían invitado a figuras clave de otros países. Como se decía que el partido de exhibición contaría con la presencia del renombrado Caballero del Crepúsculo, los Juegos de este año habían atraído a un público aún mayor que el habitual.

A los miembros de la familia real, incluido Herscherik, se les habían asignado asientos con una buena vista del centro de la arena, y junto a ellos había asientos reservados para los invitados de otros países. El resto de la arena era de libre acceso, y en ese momento estaba repleta de gente.

Mientras tanto, el habitual juego clandestino que suele tener lugar durante los Juegos de Combate fue estrictamente vigilado este año por orden de las autoridades, debido a la preocupación por los visitantes extranjeros.

Hace tanto calor… Espero que nadie sufra un golpe de calor…

Herscherik mantuvo su sonrisa empresarial mientras sufría el calor. Tal y como había dicho Kurenai antes, era un día sin nubes, y con ello llegó una alta temperatura. Con la densidad de la arena, no habría sido sorprendente que alguien se enfermara por el calor.

Sin embargo, la actuación inaugural acabaría con los temores de Herscherik. Al concluir el discurso del rey, el maestro de ceremonias llamó al escenario a cuatro personas. Tres de ellas tenían rostros tan parecidos que sólo podían distinguirse por sus diferentes peinados; eran los trillizos de la familia real de Greysis. La cuarta persona que subió al escenario era un Hechicero tan hermoso que su maestro diría que su belleza trascendía el género: Weiss.

Vaya, Shiro parece realmente molesto… pensó Herscherik al observar la expresión descaradamente irritada del Hechicero.

Shiro tenía un caso grave de misantropía, aunque, según Herscherik, no era la aversión sino el miedo lo que le hacía actuar de forma tan amenazante con los demás. No obstante, ni siquiera su expresión agria podía disimular su belleza de diosa, y se oían jadeos hipnotizados del público cuando entraba en escena. Por supuesto, esto sólo sirvió para empeorar su estado de ánimo.

Cómo sabía que a Shiro no le gustaba ser el centro de atención, Herscherik había planeado originalmente rechazar la propuesta de sus hermanos, pero el propio Shiro había aceptado después de pensar un poco en el asunto, sorprendiendo enormemente a Herscherik. Pero, incluso una sonrisa forzada era demasiado para el Hechicero en una circunstancia como ésta.

Los trillizos se dirigieron cada uno a un extremo del escenario, formando un triángulo equilátero. Cada una de ellos se colocó a unos veinte pasos de distancia. En el centro del triángulo, Shiro comenzó a recitar un conjuro. Su pelo blanco empezó a ondear y a brillar en un azul pálido mientras bandas de luz que contenían fórmulas mágicas danzaban a su alrededor. El público se quedó sin palabras ante la maravilla que se desarrollaba ante sus ojos. Alguien de los presentes incluso empezó a susurrar su apodo: el Hechicero aureolado. Aunque había sido pronunciado en voz baja, el nombre llegó muy lejos en la silenciosa arena.

Mientras el público seguía observando, Shiro lanzó el hechizo que había estado preparando, creando una barrera lo suficientemente grande como para envolver toda la arena. Al mismo tiempo, un enorme orbe de agua apareció en el aire sobre el escenario. El público aplaudió la impresionante hazaña de lanzar dos hechizos a gran escala a la vez, pero ese no fue el final de la actuación inicial.

A continuación, Cecily, Arya y Reinette comenzaron a recitar un conjuro al unísono. Los brazaletes a juego -dispositivos mágicos- que llevaban en los brazos reaccionaron a su conjuro, y unas bandas verdes claras de fórmulas las envolvieron. Cuando los trillizos terminaron de recitar el conjuro, surgió un fuerte viento que sopló a su alrededor. El viento se elevó hacia el orbe de agua, haciéndolo bailar y esparciendo gotas por el aire. El público fue recibido por el fantástico espectáculo de un arco iris que se formaba sobre sus cabezas. Los espectadores soltaron gritos de asombro, pero el espectáculo no terminó ahí.

Shiro volvió a recitar un conjuro antes de mover el brazo como si cortara el aire horizontalmente, haciendo que las gotas se transformaran en mariposas de hielo que revoloteaban por el aire alrededor del público antes de disiparse, lo que redujo la temperatura de la zona unos cuantos grados, haciéndola mucho más agradable. Como se había levantado una barrera alrededor de la arena, se mantendría esta temperatura más fría durante algún tiempo.    

Después de que la visión del agua, la luz y las mariposas de hielo danzando por el aire inspirara un silencio aturdidor, estalló un aplauso tan atronador que amenazaba con romper la tierra. Los cuatro artistas hicieron una reverencia antes de abandonar el escenario, pero los aplausos continuaron.

Había tres tipos de personas que los veían salir del escenario: los que vitoreaban por auténtico asombro; los que conocían la actuación de antemano y respiraban aliviados después de que concluyera sin contratiempos; y, por último, los que no podían ocultar su asombro ante la hazaña mágica que acababan de presenciar.

Cualquiera que tuviera conocimientos de magia se quedaba asombrado y a la vez lleno de temor tras presenciar la actuación inicial. Un solo hechicero había levantado una barrera lo suficientemente grande como para envolver toda la arena antes de transformar el hechizo de otra persona de gotas de agua a mariposas de hielo, y aparentemente sin sudar. Además, la magia combinada de los trillizos había sido mucho más poderosa que un hechizo normal.

La magia combinada se estaba investigando en la mayoría de los países del continente, pero tenía muy pocas posibilidades de éxito. Incluso los trillizos, que poseían telepatía entre ellos y cuya magia tenía propiedades muy similares, inicialmente sólo habían tenido éxito uno de cada diez intentos. Después de que Shiro se uniera a su investigación, habían conseguido casi triplicar ese porcentaje.

Su actuación de hoy fue posible gracias a que se habían centrado en su especialidad, la magia del viento, y a que habían contado con el apoyo de Shiro. Además, aunque hubieran fallado, habían planeado que Shiro hiciera que al menos pareciera que habían tenido éxito.

Seguro que Will tiene algunos trucos sucios bajo la manga…

Herscherik lanzó una mirada a sus hermanos cercanos y encontró a su normalmente inexpresivo segundo hermano mayor -quien parecía estar un poco más relajado ahora que estaba rodeado de familia por todos lados- mirando hacia el escenario con fingida ignorancia.

Para los espectadores ignorantes, debió de parecer simplemente un maravilloso espectáculo escénico. Pero para los que habían venido del extranjero para evaluar el estado actual de Greysis, debió parecer una demostración de fuerza preventiva, pensó Herscherik.

Esta actuación sólo fue posible gracias a Shiro y los trillizos, pero los invitados no tenían forma de saberlo. Aunque no creyeran que Greysis estaba en posesión de muchos hechiceros a la altura de Shiro, los dispositivos mágicos que ayudaban a la magia combinada eran una historia diferente. 

La investigación mágica solía tratarse como información clasificada, y cuanto más valiosa fuera la investigación, más se esforzaría una nación por asegurarse de que no se filtrara. Como nadie sospecharía que una investigación de alto secreto sería desvelada en un espectáculo como éste, con tantos dignatarios extranjeros importantes presentes, la suposición obvia sería que tales dispositivos eran así de poco llamativos para la gente de Greysis. Las mentes de los invitados inevitablemente se desviaron hacia pensamientos sobre lo que podría suceder si estos artículos se utilizaran como armas de guerra.

Por supuesto, el público estaba sentado a una buena distancia del escenario, y habría sido imposible recrear los dispositivos simplemente observándolos desde lejos, y conociendo a Shiro, la magia de barrera que utilizó al principio también debía contener fórmulas que interferirían con otras magias, incluyendo cualquier cosa que pudiera utilizarse para reunir información sobre los objetos.

Greysis había apostado por que estos dignatarios extranjeros se imaginaran lo peor, y sus propias suposiciones se convirtieran en un factor de disuasión mayor que cualquier cosa que pudiera hacer Greysis. Además, su investigación mágica progresaba a diario, y se había acelerado aún más después de que el maniático de la magia Shiro se uniera al esfuerzo. Tal vez el día en que todos los hechiceros de Greysis estuvieran equipados con dispositivos mágicos para la magia combinada llegaría antes de lo esperado.

Herscherik aplaudió a su hermano en su cabeza por sus increíbles predicciones y planificación.

Tras el espectáculo, Shiro fue a situarse junto a Herscherik. El príncipe le agradeció con simpatía su duro trabajo, pero Shiro sólo le dirigió una mirada gruñona a cambio y murmuró que no había sido especialmente duro, aunque Herscherik sabía que sólo trataba de ocultar su vergüenza.

La función de apertura había concluido, y ahora era el momento del partido de exhibición.

—Herscherik, ahora están en el escenario.

—Tessily… —Herscherik respondió a su hermano.

Tal y como había dicho Tessily, dos caballeros ocuparon su lugar en el escenario junto a quien hacía los anuncios. Herscherik y Tessily se pusieron de pie.

Oran llevaba su uniforme de caballero blanco. El atuendo blanco combinaba bien con su pelo de color crepuscular, y desde el momento en que apareció en el escenario se oyeron estridentes vítores del público.

Junto a Oran estaba su oponente para el partido: el caballero al servicio de Tessily. Era un hombre alto, de unos treinta años, con su largo pelo negro recogido y una mirada feroz. También llevaba un uniforme de caballero, aunque en lugar de blanco, su ropa era de un azul añil tan oscuro que casi parecía negro.

Oran casi parece insignificante a su lado…

Quizás era inevitable que Herscherik pensara así. Como alguien que se aseguraba de hacer ejercicio todos los días, Oran tenía lo que Herscherik habría llamado una complexión ‘atlética’ en su vida anterior. El caballero al servicio de Tessily, en cambio, era todo músculo, por lo que Oran no podía evitar parecer débil en comparación. Además, el caballero de Tessily tenía un aire diferente al de la gente de Greysis. Herscherik recordó que su hermano había mencionado que venía de una nación insular al otro lado del mar, muy al este de Greysis.

Herscherik vio a su caballero de servicio inclinarse hacia él, le devolvió el saludo y luego se volvió hacia su hermano.

—Tessily, ¿dónde has encontrado a ese caballero tuyo? —preguntó Herscherik.

—¿Eh? ¿Te refieres a Tatsu?

—¿Tatsu?

—Sí, creo que su nombre completo era… ¿Tatsunojo? Así que le llamo Tatsu.

¿Tatsunojo? Ese nombre parece sacado de un drama histórico japonés. Tal vez la Tierra del Sol sea similar al Japón del periodo Edo, pensó Herscherik. Desde luego, parece que le quedaría bien la ropa tradicional japonesa.

Herscherik se imaginó entonces a Tatsu llevando exactamente eso y asintió satisfactoriamente. Cuando jugaba a los simuladores de citas en su vida anterior, a menudo se encontraba con personajes secundarios maduros y atractivos en lugar del interés amoroso principal.

—Yo adopté a Tatsu, ya ves —explicó Tessily, sacando a Herscherik de sus fantasías.

—¿Eh? —Herscherik estaba tan sorprendido que se quedó helado a medio camino de sentarse. 

Por la forma en que su hermano lo describió, era como si hubiera adoptado un perro callejero. Tessily se limitó a encogerse de hombros como respuesta.

—Sí, en una ciudad portuaria que visité. Le estaba observando, pensando en lo fornido que parecía y en el aire que tenía, cuando de repente se desplomó ante mis ojos. No podía dejarlo, y me dijo que estaba hambriento, así que le di algo de comer. Luego hablamos un poco y me dijo que no tenía trabajo. Necesitaba un guardaespaldas temporal, así que las cosas se juntaron a partir de ahí… Un buen hallazgo, si lo digo yo —explicó Tessily alegremente.

Herscherik se desplomó en su asiento con un suspiro. Había estado un poco preocupado por su hermano, pero luego se dio cuenta de que se había topado por primera vez con Kuro cuando el antiguo espía estaba en proceso de infiltrarse en el castillo, así que Herscherik no tenía mucho espacio para hablar.

—¡Oh, parece que está a punto de empezar! —exclamó Tessily.

Herscherik volvió a mirar a la arena. El locutor abandonó el escenario y Oran y Tatsu se enfrentaron.

—Estoy deseando combatir contigo, Tatsu —dijo Oran mientras hacía una ligera reverencia a Tatsu y sacaba su espada de la funda. La espada estaba desafilada para asegurarse de que no infligiera heridas mortales, aunque seguía siendo muy capaz de romper huesos con un golpe bien dado.

—Sí. Luchemos con valor, mi buen señor Octa.

La forma un poco extraña de hablar de Tatsu era la prueba de que no venía de este continente.

Cuando el héroe San Ferris unificó el mundo en un pasado lejano, también se unificaron las lenguas del mundo. Sin embargo, unas generaciones después de la muerte de Ferris, la Tierra del Sol se volvió aislacionista por decreto de la Princesa Divina, y como resultado, su lengua empezó a distanciarse del resto del mundo. Aunque las dos lenguas tenían mucho en común, había muchas diferencias en la pronunciación y el significado de ciertas palabras. A Oran le habían dicho que esto había causado muchas dificultades a Tatsu cuando llegó al continente. Le costaba especialmente pronunciar los nombres, y tras unos cuantos intentos de decir el de Oran, desistió por no poder pronunciar la ‘v’ de ‘Octavian’. Tatsu incluso se había disculpado profusamente, finalmente frustrado por su fracaso.

No obstante, su seriedad había dejado una buena impresión en Oran, quien también estaba muy interesado en la técnica y la habilidad de Tatsu. Habían cruzado sus espadas varias veces para preparar los Juegos y aunque nunca se habían enfrentado a fondo, estaba claro que Tatsu era un guerrero consumado. Cada vez que empuñaba su espada, se quedaba en absoluto silencio, sin bajar la guardia, sólo para soltar una ráfaga de ataques que relampagueaban como una lluvia de fuego en el momento en que cualquiera de los dos empezaba a moverse. Ambos eran plenamente conscientes de que ninguno de los dos había desplegado toda su fuerza durante sus combates de preparación.

Tatsu se inclinó y adoptó su postura. No desenvainó la espada, ya que el estilo que practicaba hacía hincapié en desenvainar la espada y atacar con un solo movimiento. Ninguno de los dos se movió, o mejor dicho, ninguno pudo moverse, incluso cuando la señal de inicio del combate sonó en la arena. El ambiente tenso se podía sentir desde el público, que guardó silencio.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Oran al sentir que la euforia brotaba de su interior. Su oponente era hábil, y enfrentarse a un luchador fuerte era la mayor alegría que podía experimentar cualquier guerrero.

Oran había escapado de las fauces de la muerte en varias ocasiones: su batalla con los templarios drogados, la carga hacia el comandante supremo durante el enfrentamiento con el Imperio. Todavía recordaba vívidamente el regocijo y la tensión que había sentido entonces. Ahora, sus expectativas superaban incluso las que había sentido en aquellas ocasiones, y todas se centraban en el guerrero que tenía delante.

Oran fue el primero en hacer su movimiento, levantando su espada y cargando directamente contra Tatsu. En el momento en que Oran se acercó, Tatsu desenvainó su espada, pero no se cruzó con la de Oran, que se detuvo en cuanto vio a Tatsu desenvainar su espada. Oran esquivó rápidamente el golpe de Tatsu, que le falló por un pelo, y volvió a acercarse a Tatsu.

Tatsu, por su parte, levantó su espada y apuntó a la cabeza de Oran antes de volver a bajar el arma. Oran rechazó el golpe con su espada y se lanzó hacia el torso de Tatsu, que ahora estaba desprotegido. Tatsu saltó tranquilamente hacia atrás para esquivar el ataque, poniendo algo de distancia entre él y su oponente.

Fue una rápida serie de ataques y contraataques que no dejó tiempo a nadie para recuperar el aliento. Cuando la ráfaga de golpes se calmó por un breve momento, el público aprovechó para vitorear a viva voz. Sin embargo, los dos combatientes hicieron oídos sordos al sonido, y Tatsu lanzó rápidamente su siguiente ataque a Oran, que éste paró. Las dos espadas chocaron con un fuerte estruendo, haciendo saltar chispas. Los dos intercambiaron golpes, pasando del ataque a la defensa mientras saltaban ágilmente por el escenario.

Pero justo cuando la lucha parecía que iba a ser eterna, llegó a un final abrupto. Oran fingió una apertura para tentar a Tatsu a atacar, y éste, plenamente consciente de la treta, lanzó su espada hacia Oran.

Los dos se congelaron. La espada de Oran estaba congelada en el aire justo por encima de la cabeza de Tatsu, mientras que la de éste se había detenido a una fracción de segundo de atravesar el torso de Oran. Según las reglas, el combate se detendría si uno de los oponentes no pudiera continuar -por ejemplo, si alguno de ellos fuera desarmado- o si el árbitro considerara que uno de los participantes no hubiera podido evitar un golpe mortal. Por supuesto, infligir intencionadamente una lesión al oponente también suponía una descalificación instantánea.

En este caso, ambos combatientes se habían detenido antes de asestar golpes que seguramente habrían sido mortales, y ninguno de ellos habría podido eludir el ataque del otro.

—¡Este combate es un empate! —proclamó el árbitro mientras los dos combatientes envainaban sus espadas y se inclinaban. El público los aclamó y los ovacionó por su actuación. Había sido un magnífico combate de exhibición.

A continuación, los dos hicieron una reverencia a sus respectivos amos antes de salir finalmente del escenario. Algún tiempo después, aparecieron junto a los asientos de la familia real.

—Bien hecho, Oran. Has estado muy bien ahí fuera —dijo Herscherik.

Oran asintió en respuesta a los elogios de Herscherik antes de dirigir su mirada hacia Tatsu, el cual estaba hablando con su maestro Tessily.

—Oran, ¿qué pasa? ¿Estás herido? —preguntó Herscherik, al ver la casi nula reacción de su caballero. Oran negó rápidamente con la cabeza.

—No, estoy bien. No te preocupes.

Oran le dedicó una sonrisa a su maestro para no preocuparlo, mientras él mismo repasaba en su cabeza la batalla que acababa de desarrollarse. Habían estado igualados, pero en términos de experiencia de lucha real, su oponente tenía la ventaja; a Oran le había resultado difícil siquiera acercarse a golpear a Tatsu en la segunda mitad del combate. Por eso, al final del combate, Oran había fingido intencionadamente que bajaba la guardia para invitar a su oponente a atacar. Al final, sin embargo, el resultado fue un empate.

Sin embargo, eso fue sólo porque se trataba de un partido de exhibición.

En una pelea real, habría perdido.

A ambos les habían proporcionado espadas para el combate, pero el tamaño y el peso de las armas no habían sido muy diferentes de sus propias Armas Divinas bendecidas por la Diosa de la Guerra. La llamada tachi que empuñaba Tatsu era más estrecha y larga que las espadas que habían utilizado durante el combate. Con las espadas reales, Tatsu habría atravesado su pecho antes de que la propia espada de Oran hubiera alcanzado la cabeza de Tatsu. Si el resultado hubiera sido un empate cuando Tatsu utilizaba un arma desconocida, sin duda habría ganado en un combate real.

—Supongo que todavía tengo mucho que trabajar…

No se había vuelto engreído, pero al haberse ganado el apodo de Caballero del Crepúsculo, puede que se haya adelantado a sí mismo sin darse cuenta. En el gran esquema de las cosas, era inexperto y todavía tenía mucho margen de mejora. Si perdiera en una batalla real, expondría a su maestro al peligro. En el peor de los casos, Herscherik podría incluso morir.

No puedo permitirme perder.

Oran apretó el puño con fuerza, ignorando la sensación de sus uñas clavándose en la palma. El dolor le serviría de advertencia a sí mismo.

♦ ♦ ♦

El primer día de la fiesta de la cosecha concluyó sin contratiempos, y el resto del evento transcurrió de forma similar. Durante la celebración, los miembros de la realeza se las habían arreglado para entretener a sus invitados extranjeros y, al mismo tiempo, mostrar la fuerza del reino procediendo de forma constante según lo previsto. El Sexto Príncipe Tessily, en particular, había pasado gran parte de su tiempo en sus pródigos viajes -quizás se podría llamar caritativamente estudiar en el extranjero- en varios países; como resultado, ya conocía a muchos de los invitados. Los invitaba a tomar el té a mediodía y luego se unía a las fiestas de los nobles por la noche. Herscherik se asombraba de cómo Tessily seguía entreteniendo a todos con una sonrisa, sin dejar traslucir un ápice de su cansancio.

Sin embargo, a diferencia de sus hermanos, Herscherik estaba centrado en disfrutar al máximo de la fiesta de la cosecha. Durante el día llevaba a Kurenai y a Ao, además de a Kuro por protección, por orden de sus hermanos, a la ciudad del castillo para visitar los diferentes puestos y disfrutar de las diversas actuaciones. La gran cantidad de gente hacía posible que Ao acudiera sin llamar la atención. Incluso Ao, tan estoico como solía ser, abrió ligeramente los ojos con asombro ante lo que debía ser su primera vez viendo un festival de este tipo. Por el camino se detuvieron en la frutería habitual, donde Herscherik disfrutó alegremente de las manzanas confitadas que había sugerido antes de ofrecerse a ayudar en la tienda.

Como físicamente era sólo un niño, no tenía que participar en las fiestas nocturnas, aunque tampoco se le permitía ayudar en la frutería por las tardes. En su lugar, pasaba las tardes tranquilamente en su propio aposento. Aunque algunos de los invitados del exterior habían pedido reunirse con Herscherik, sus hermanos mayores los habían rechazado siempre. Al preguntar por qué, a Herscherik le habían ordenado simplemente que descansara, ya que ‘siempre trabajaba demasiado’. Se sentía un poco culpable por tomárselo con calma mientras su padre y sus hermanos estaban ocupados estableciendo relaciones diplomáticas, pero aceptó su oferta y trató de disfrutar de la fiesta de la cosecha lo mejor que pudo.

Luego llegó el último día del festival, en el que se celebraría un enorme banquete para nobles, funcionarios de alto rango e importantes visitantes extranjeros. Incluso Herscherik, quien en otras ocasiones rechazaba las invitaciones con la excusa de ser demasiado joven, no pudo escapar a ésto.

Los banquetes reales se celebraban siempre en el salón principal del castillo, que rebosaba de gente vestida con trajes deslumbrantes. Al tratarse de un bufé informal de pie, las mesas estaban cubiertas de todo tipo de comida, con camareros que llevaban las bebidas a los invitados y una orquesta que tocaba música relajante.

Entonces la orquesta dejó de tocar y la voz de un hombre resonó en la sala.

—¡El 23º Rey de Greysis, Su Majestad Soleil Greysis, hará ahora su aparición!

Inmediatamente después, las puertas de la escalera de caracol del vestíbulo se abrieron de golpe. Alguien en el vestíbulo suspiró maravillado ante la figura que apareció. Bajo la corona real que se había transmitido de generación en generación, había una larga melena de pelo platino y un rostro que aún mantenía su belleza y encanto juvenil, a pesar de haber pasado los cuarenta años, con unos amables ojos color esmeralda. Vestido todo de blanco y con un manto rojo real sobre los hombros, Soleil saludó a los invitados con una sonrisa.

—Y lo siguiente…

Tras Soleil llegó el príncipe heredero Mark junto con su madre, la Primera Reina Perla. Mark, al que a menudo se referían en voz baja como el ‘Príncipe Rosa’, acompañó a su madre. Ambos lucían ojos y cabellos brillantes que recordaban a los mejores rubíes.

El resto de la familia real apareció entonces uno tras otro, descendiendo por la escalera de caracol. Primero llegaron William, quien lucía una sonrisa tan radiante que parecía una persona completamente diferente, y Eutel, quien también había ocultado con maestría su verdadera naturaleza, junto con su madre, la Segunda Reina. Luego llegaron los trillizos y la Tercera Reina, seguidos de Tessily acompañado de su madre, la hija del duque, la Cuarta Reina. La madre de Tessily era la nieta de la hermana del rey anterior. La Quinta Reina y su hija, Meno, no estaban presentes, ya que se encontraban fuera de la capital mientras Meno se sometía a su tratamiento.

Finalmente, llegó el momento de la persona que todos los invitados extranjeros habían estado esperando.

—¡El Séptimo Príncipe, Su Alteza el Príncipe Herscherik, hará ahora su aparición!

Poco después, aparecieron cuatro figuras. La primera en llamar la atención de la multitud fue una hermosa Hechicera de largos cabellos blancos, de pie a la derecha de la figura del centro. Llevaba una túnica blanca y azul que indicaba que era muy hábil en la magia. Con una sola sonrisa podría haber conquistado el corazón de todos los que lo vieran: jóvenes y ancianos, hombres y mujeres por igual. Sin embargo, en ese momento fruncía el ceño y parecía bastante disgustado. Pero aunque su expresión se consideraría maleducada viniendo de la mayoría de la gente, era fácil pasarla por alto en alguien como él. Su belleza era tan grande que nadie se atrevía a comentarla.

A la izquierda había un hombre con el pelo de color crepuscular recogido en la nuca, vestido con un uniforme de caballero blanco. Con los ojos azules ligeramente achinados, tenía un aire amable y sociable. Pero, a pesar de su apariencia, el otro día había exhibido toda su fuerza durante los Juegos de Combate. Una espada colgaba de su cadera, mostrando que era la única persona presente, aparte de los guardias, a la que se le permitía ir armada. Alguien que tuviera buen ojo para las armas podría haber notado que la espada que llevaba era una de las diez únicas que existían en todo el mundo.

Detrás de ellos se encontraba un mayordomo de pelo negro cuidadosamente peinado, que llevaba un traje de mayordomo del mismo color sable. Desapareciendo en el fondo como una sombra, sus ojos carmesí oscuros observaban atentamente su entorno.

Los espectadores pudieron comprobar que los tres hombres no eran, cada uno a su manera, personas corrientes. Junto a ellos caminaba la persona que había ganado la reciente batalla contra el Imperio de Atrad con sólo veinte mil soldados frente al ejército imperial de cien mil, y que además había expulsado de las sombras al ministro que había controlado el reino durante mucho tiempo: la persona a la que se referían como el Príncipe -o incluso el Héroe- de la Luz. Con una cabellera dorada que parecía haber sido hilada con la pura luz del sol y los ojos esmeralda de su padre, vestía un fino traje azul especialmente confeccionado para las fiestas, y su manto ondeaba al entrar en la sala.

—¿Es el que dicen que derrotó al imperio?

—¿Ese es el Héroe de la Luz? Realmente es sólo un niño… ¡y muy joven!

—Dicen que la familia real es impresionantemente bella, pero…

En el momento en que Herscherik entró en la sala, todos los visitantes extranjeros comenzaron a susurrar lo que pensaban uno tras otro, inundando la sala con un murmullo creciente. Incluso estos susurros silenciosos llegaron lejos en la sala, que por lo demás era silenciosa, y los comentarios más insultantes destacaron especialmente.

Herscherik no pudo evitar reírse internamente. Era la primera vez que los invitados extranjeros lo veían bien, y estaba claro que, después de todo este tiempo, se habían construido una imagen de él mucho más impresionante que la realidad.

Había derrotado al Imperio y salvado el reino a la tierna edad de siete años. Parecía un cuento de hadas, pero todo era cierto, y este hecho había llevado a la gente a cotillear sobre su tremendo intelecto y sobre cómo era el hijo favorito del rey entre todos los bellos miembros de la familia real. Cualquiera que hubiera visto la belleza de su padre y sus hermanos en las fiestas nocturnas debía tener sus expectativas especialmente altas cuando se trataba de Herscherik. Sin embargo, en este momento, los invitados probablemente se sintieron decepcionados por lo ordinario que parecía en comparación.

Bueno, supongo que esa reacción tiene sentido…

A Herscherik no le preocupaba especialmente que los invitados se hicieran ilusiones y que posteriormente se las destrozaran. Llevaba años siendo plenamente consciente de que no estaba a la altura de los demás miembros de la familia en cuanto a aspecto, y tampoco apartaba la vista del hecho de que no tenía ningún talento propio. De todos modos, nunca le había importado mucho lo que los demás pensaran de él. Lo único de lo que Herscherik estaba orgulloso era de sus hombres a su servicio, quienes tenían mucho más talento del que él merecía.

Al mismo tiempo, el traje que llevaba hoy había sido cuidadosamente arreglado por Kuro y sus hermanos, e incluso las reinas habían ayudado a confeccionarlo. Era aún más deslumbrante que de costumbre, pero se las arregló para evitar ser llamativo. A primera vista, el traje parecía bastante discreto debido a su color apagado, pero su manto, su abrigo, su blusa, sus pantalones e incluso sus zapatos estaban hechos con las mejores telas por los más hábiles artesanos del país. Los bordados en oro y plata brillaban a la luz, indicando la atención del sastre por los detalles. Cualquiera que tuviera ojo para la moda sabría que el traje era lo suficientemente caro como para hacer girar la cabeza.

Dicen que la ropa hace al hombre, y como Herscherik había puesto una buena cantidad de esfuerzo en su apariencia hoy, se había ilusionado, aunque sólo fuera un poco. No pudo evitar sentirse un poco decepcionado por todo ese esfuerzo desperdiciado.

Miró de reojo para echar un vistazo a sus hombres, sólo para congelarse inmediatamente. Shiro parecía especialmente irritado incluso para él; el normalmente amable Oran tenía el ceño fruncido; y la sonrisa forzada de Kuro parecía inusualmente aterradora. Herscherik se encontró más preocupado por ellos que de costumbre. Debían de haber oído los insultos apenas disimulados de los invitados hacia su amo.

Por eso dije que quería hacer mi entrada solo… Herscherik suspiró al ver que todo había salido como esperaba.

Había dos razones por las que estos tres, que no eran miembros de la familia real, habían aparecido junto a Herscherik. La primera era que no había nadie más disponible. El rey podía aparecer solo sin ningún problema, y los hermanos de Herscherik acompañaban a sus madres, pero la propia madre de Herscherik había perecido en el parto. Y aunque no podían dejar que un niño de siete años entrará solo en la sala, que Herscherik, en lugar del príncipe heredero, acompañara al rey podría dar lugar a molestas especulaciones. Así que se eligieron sus magníficos hombres de servicio para hacer su entrada un poco más dramática.

La segunda razón fue la de actuar como disuasión.

—Si traes a tus hombres de servicio, que han logrado todos hazañas impresionantes tanto durante la batalla con el imperio como en los Juegos de Combate, no tendrás que preocuparte de que nadie se te acerque —había explicado Mark cuando Herscherik se había negado obstinadamente a llevar a sus hombres.

Todo el mundo sabía cómo se presentaría Herscherik a sus visitantes extranjeros. Al ser un niño pequeño sin padrinos, parecería un blanco fácil de explotar, y al ser el hijo favorito del rey que gozaba de gran popularidad entre las masas, era, como dirían en el viejo mundo de Herscherik, ‘presa fácil’.

Por supuesto, esto no era más que el pensamiento oportunista de personas que desconocen la verdadera naturaleza de Herscherik. Si alguien se hubiera acercado a él con tan nefastas intenciones, el príncipe habría estado más que dispuesto a explotarlos por todo lo que valían a cambio. Sin embargo, eso habría supuesto un peligro para Herscherik, que su familia quería evitar, por lo que sus hermanos lo alejaron intencionadamente de cualquier esfuerzo diplomático durante la fiesta de la cosecha. También se aseguraron de que su caballero y su hechicero mostraran su habilidad públicamente para disuadir a otros países de hacer un movimiento.

Por favor, chicos, no hagan saltar un fusible… suplicó Herscherik con la mirada mientras guiaba a sus hombres por la caja espiral y se unía a la fila de la realeza, con su padre en el centro.

—Gracias a todos por acompañarnos esta noche. Me complace ver a tantos visitantes de tan lejos.

Soleil comenzó su discurso. No fue intimidante en lo más mínimo, sino que se limitó a expresar su gratitud y simpatía por los invitados, y también transmitió sus deseos para el futuro de su reino.

—Esta noche es la última fiesta nocturna de la fiesta de la cosecha. Espero que todos disfruten de su tiempo aquí —concluyó Soleil.

Cuando terminó su discurso, la orquesta volvió a tocar. Soleil ocupó su lugar en el trono colocado en el salón, donde intercambió saludos con los nobles y los visitantes extranjeros. Mark y William atendieron a su padre, y los demás miembros de la realeza se ocuparon de entretener a los invitados, con la excepción de Herscherik.

Sólo soy un niño. Terminaré lo que tengo que hacer y me iré. Como alguien no muy aficionado a los eventos formales, esperaba hacer su estancia lo más corta posible antes de excusarse. No tenía planes de establecer amistades en un lugar como este, y dejar todo en manos de sus hermanos parecía más aconsejable de todos modos. Por no hablar de que todo esto le resultaba un poco pesado.

Pero por mucho que deseara marcharse, no faltaban personas que esperaban caerle bien para su propio beneficio. Podía sentir las miradas ardientes de la gente que le rodeaba mientras buscaban la oportunidad adecuada para entablar una conversación.

—Hersche, ¿por qué no comes algo? —sugirió Oran. Se acercó despreocupadamente a Herscherik, como si quisiera protegerlo de las miradas circundantes, y puso la mano en la empuñadura de su espada. Herscherik tomó nota de ello, pero prefirió no mencionarlo, limitándose a asentir.

—Buena idea. Me apetece algo contundente.

—Iré a buscar un poco.

—Gracias, Kuro. Ah, y ¿podrías traer un poco de pastel también?

Kuro asintió en silencio mientras iba a buscar la comida. Mientras tanto, Herscherik, Oran y Shiro se dirigieron a una mesa en un rincón de la sala. Algunos intentaron aprovechar la oportunidad para acercarse a Herscherik, pero la mirada de Oran y la de Shiro, que estaba por debajo del nivel de congelación, les obligaron a retirarse antes de intentar hablar con él.

Después de regresar con los platos de comida perfectamente dispuestos, Kuro atendió enérgicamente a su señor, que estaba disfrutando del festín de la noche. Mientras los hombres de Herscherik repelían a cualquiera que intentara hacerse con esta gallina de los huevos de oro, él podía disfrutar de la comida en paz y tranquilidad.

Sin embargo, hubo un hombre que pasó por delante de esa barricada como si nada, y se puso a hablar con Herscherik mientras se atiborraba alegremente de los platos de carne, ensalada, pan y pasteles que le había traído Kuro.

—Espero que esté bien, Su Alteza.

Era el jefe de la familia Aldis, el padre de Oran, Roland. El propio Oran, que parecía haber renunciado a intentar comprender lo que pensaba su padre, se limitó a suspirar.

Roland Aldis tenía un pelo rojo intenso y una complexión impresionante que, aunque hacía tiempo que se había retirado como general, era evidente incluso a través de su vestimenta formal. Se puso la mano derecha en el pecho y saludó a Herscherik con una breve y respetuosa reverencia. A su lado estaba su esposa Ana, la cual saludó a Herscherik con una reverencia; junto a ella, la hermana menor de Oran, Liliana, siguió el ejemplo de su madre.

Ana poseía un cabello rubio que recordaba al trigo maduro y que había atado para la noche, y llevaba un vestido que, aunque no era ostentoso, estaba confeccionado con una tela fina. Su elegante sonrisa completaba la imagen de una noble modelo.

La hermana de Oran, Liliana, tenía el pelo liso del mismo color que el de su padre, lo suficientemente largo como para llegar a la mitad de la espalda. Su vestido era sencillo para una niña de su edad, pero también debía de ser de un material fino. Junto con sus discretos accesorios, daba la impresión de una madurez superior a su edad.

Mientras tanto, como los dos hermanos de Orán eran caballeros, ambos estaban ocupados con el trabajo y no podían asistir al banquete.

Herscherik se levantó de su silla y saludó a Roland con una reverencia.

—Marqués Aldis, gracias por venir hasta aquí. Madame Aldis y Liliana también. Oran -quiero decir, Octavian- siempre es una gran ayuda.

—Me alegro de que encuentres algún uso para el idiota de mi hijo. No es que sea útil para otra cosa que no sea pelear. Siéntete libre de hacerlo trabajar hasta el cansancio.

—Padre…

Roland ignoró la mirada de su hijo. Herscherik no pudo evitar reírse de sus bromas, lo que hizo que Oran dirigiera su mirada a su maestro. Herscherik cambió rápidamente de tema para escapar de la mirada crítica de Oran.

—Marqués Aldis, ¿cómo va el orfanato?

—Todo va viento en popa. Deberíamos estar listos el año que viene, tal y como estaba previsto.

Herscherik dio un suspiro de alivio como respuesta.

La casa Aldis dirigía el orfanato Armin en la ciudad del castillo. Originalmente había pertenecido al difunto barón Armin, pero a petición de Herscherik, la casa Aldis se había hecho cargo después de que el barón se viera involucrado en una de las conspiraciones de la Iglesia y fuera trágicamente asesinado como consecuencia de ello. La mayoría de los niños que vivían ahí no tenían parientes, o no podían vivir con su familia por otras razones.

Todos los huérfanos debían abandonar el orfanato al llegar a cierta edad, pero si se les soltaba en la sociedad sin parientes ni educación, lo único que les esperaba era una vida de penurias, llena de gente dispuesta a explotar sus miserables circunstancias. Los que no podían soportar esa vida se dedicaban inevitablemente a la delincuencia.

Así, Herscherik había pedido a Roland que proporcionará a los niños del orfanato una educación que incluyera la lectura, la escritura, las matemáticas y los conocimientos generales. Si los niños lo deseaban, también podían aprender sobre etiqueta, lucha con espada y otros temas más avanzados.

Los huérfanos ya eran muy conscientes de su situación y, por ello, pensaron mucho en lo que necesitaban para sobrevivir y se esforzaron por conseguirlo juntos. Se interesaban mucho por sus estudios y absorbían rápidamente los nuevos conocimientos, y Roland y Ana no dudaron en proporcionar a los niños todo lo que querían, llegando incluso a contratar profesores particulares e invertir en libros y material.

Esto había continuado durante varias temporadas hasta que Roland se acercó a Herscherik para discutir algo. El marqués le había explicado que los niños querían tener la oportunidad de ampliar sus estudios. La idea de Herscherik era dar a los huérfanos la oportunidad de presentarse al examen de ingreso en la academia real. La academia ya contaba con un sistema de becas y eximía de la matrícula a los estudiantes prometedores con la condición de que trabajaran para el gobierno después de graduarse. Incluso los que no se convirtieran en funcionarios no tendrían problemas para encontrar un trabajo y devolver la matrícula como graduados de la academia.

Sin embargo, para que los plebeyos pudieran ingresar en la academia, no sólo debían tener las aptitudes académicas necesarias para aprobar el examen de ingreso, sino que también debían contar con la recomendación de alguien de rango noble. Además, aunque la academia tenía un reglamento que exigía la igualdad de trato para todos, independientemente de su origen, en la práctica la discriminación basada en el estatus social era habitual. Incluso si alguien se ganaba el patrocinio de un noble, aprobaba el examen y se matriculaba en la academia, lo tendría difícil por ser plebeyo, sobre todo si también era huérfano.

Herscherik no tenía intención de rechazar de plano el sistema de clases, pero pensaba que la obsesión por el estatus social podría dar lugar a que se pasara por alto un talento precioso, lo que sería un resultado neto negativo para el Estado.

El próximo año, Herscherik -cuya madre era plebeya- se inscribiría en la academia, y pensó que ésta podría ser la oportunidad que necesitaban. Haciendo uso de su propio estatus especial, intentaría cambiar la mentalidad de la gente, empezando por su propia generación. Para ello, necesitaba que un voluntario del orfanato se inscribiera con él. Como parte de eso, la familia Aldis se convirtió en los tutores legales de los huérfanos del lugar y comenzó a enseñar a los que deseaban aplicar lo que necesitaban saber para el examen de ingreso.

Roland explicaba que parecía que llegarían a tiempo para el próximo curso.

—¿Algún voluntario?

Roland respondió con una serie de nombres, entre los que, para sorpresa de Herscherik, había uno que reconoció.

—Vivi… ¿Se ofreció como voluntaria?

¡Te protegeré, príncipe Herscherik, cuando te vuelva a ver! Eso había dicho Vivi cuando abandonó su condición de joven dama noble. Intentaba mantener su promesa.

Pero, aunque haya cortado los lazos con su familia, sigue siendo la hija del nefasto Volf Barbosse. No era difícil ver que podría ser tratada aún peor que los otros huérfanos como resultado. Por supuesto, era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta del espinoso camino que tenía por delante, pero aun así, se aferraba a sus palabras y seguía adelante sin descanso.

Al ver que Herscherik se callaba, Roland entrecerró los ojos, pero optó por no decir nada más. En su lugar, se excusó y se marchó con su familia a cuestas.

Herscherik contempló el vestíbulo mientras terminaba su comida y daba un sorbo al té que Kuro había preparado. Mientras lo hacía, otro hombre se acercó a Herscherik, ignorando las miradas de los hombres del príncipe al igual que Roland. Al ver al hombre, Herscherik miró rápidamente detrás de él a Kuro, quien asintió mientras el príncipe se levantaba de su asiento.

—Es un placer conocerle. Gracias por venir hasta aquí —saludó Herscherik al hombre, el cual se inclinó respetuosamente en respuesta.

—Es un honor tener la oportunidad no sólo de contemplar al Héroe de la Luz, sino incluso de hablar con él. —El hombre curtido por el sol, que parecía la definición misma de un hombre de mar, respondió con una sonrisa.

♦ ♦ ♦

El sol se había puesto y las estrellas brillaban en el cielo. Un hombre había salido del salón a un jardín exterior para descansar de su borrachera. Se tambaleó por el jardín solo, sin ningún asistente que le ayudará. Se llamaba Thomas Rosseholm, el segundo hijo de la familia Rosseholm, una de las diez casas más influyentes de Felvolk. Pertenecía a una familia prestigiosa, y tras graduarse en la academia militar de Felvolk como segundo de su clase, se había alistado en el ejército. Como oficial prometedor, se le había encomendado la misión de visitar Greysis como representante de Felvolk para investigar los asuntos internos del reino.

Estoy borracho… He bebido demasiado…

Se sujetó la cabeza, que palpitaba con un dolor sordo, y se masajeó la sien mientras continuaba por el jardín. Ya sabía de sobra que era un peso ligero, pero no había podido rechazar las ofertas de delicioso vino de frutas del Sexto Príncipe que le había invitado aquí. La combinación del hábil estímulo del príncipe y el alto contenido de alcohol del maravilloso vino lo habían embriagado en poco tiempo. Finalmente salió al jardín para refrescarse.

Bajó por el camino del jardín, pavimentado con losas blancas iluminadas por la tenue luz de las farolas, y se sentó en un banco cercano con un suspiro, aunque no por el dolor de cabeza que le atormentaba.

Por algo lo llaman el país más poderoso del continente. Pensé que las cosas serían más inestables, pero si lo son, ciertamente no se nota. Supongo que un poco de podredumbre no es suficiente para sacudir los cimientos de un reino de este tamaño.

Lo que una vez fue llamado el Reino en Aflicción por los países vecinos, parecía haber pasado página. El ministro que había controlado el país en secreto había muerto, y el país volvía a estar en manos de la familia real, que no era ni mucho menos inepta.

La magia de la que hicieron gala durante la representación inaugural de los Juegos de Combate, la habilidad de los caballeros y soldados que participaron en los Juegos, el poder financiero para mantener un festival tan grande durante una semana y el estrecho vínculo entre los miembros de la familia real y sus leales súbditos. Aunque sólo fuera algo temporal para guardar las apariencias, el hecho de que fueran capaces de llevar a cabo todo esto, para empezar, decía mucho sobre el poder de esta gran nación.

Si hacemos un movimiento sin tener cuidado, probablemente se volverá contra nosotros.

El objetivo de Thomas había sido investigar los asuntos internos del reino y, si era posible, sembrar la semilla del malestar para sabotear el reino desde dentro. Pero ahora era el último día del festival y aún no había podido ejecutar su plan.

A este ritmo, voy a…

Thomas rechinó los dientes audiblemente. Tenía que evitar volver a casa, a Felvolk, sin nada que mostrar. Esta visita había sido una oportunidad para un ascenso.

De repente, el susurro de las hojas interrumpió su hilo de pensamiento. Como era una noche sin viento, miró en esa dirección y observó una figura a la sombra de un árbol cercano.

—¿Quién está ahí?

Instintivamente agarró el cuchillo que había escondido en su ropa. Aunque las armas estaban prohibidas en la fiesta, a los invitados no se les inspeccionaban sus pertenencias, así que, aunque algo tan obvio como una espada estaba descartado, aún era posible pasar de contrabando algo lo suficientemente pequeño como para esconderlo en un bolsillo.

La figura se acercó lentamente a él, y cuando la forma oscura estuvo lo suficientemente cerca como para ser iluminada por una farola, Thomas abrió los ojos con sorpresa.

—¡Eres…!

La figura puso un dedo sobre los labios que se curvaron en una agradable sonrisa, indicando a Thomas que se callara.

♦ ♦ ♦

Tatsu se había escabullido del banquete y caminaba por un pasillo oscuro y vacío. Su maestro, Tessily, lo había despedido por ese día. Al principio había insistido en que no podía dejar a su amo e ir a descansar solo, pero con el tiempo la sala se había llenado de olor a licor, y como él mismo se abstenía del alcohol, Tatsu se había sentido más y más enfermo por momentos. Al ver esto, Tessily casi le había ordenado que se fuera.

Volvió a su habitación y se cambió el uniforme de caballero por su kimono habitual antes de salir de nuevo. Planeó trabajar su sensación de malestar con un poco de práctica con la espada.

A Tatsu no le preocupaba especialmente haber dejado a su maestro solo en la sala. Esta era la propia tierra de Tessily, y además estaban dentro del castillo. A nadie que tuviera sentido común se le ocurriría intentar hacerle daño aquí. Además, Tessily era un experto en el trato con la gente. Frente a los individuos más antagónicos, los llevaba fácilmente por la nariz con su brillante sonrisa y sus habilidades de conversación, engañándolos para que divulgaran alegremente secretos de estado. Para cuando se dieran cuenta de lo que había pasado, el festival ya habría terminado.

Pero, en verdad, el mundo es inmenso. Tatsu suspiró al comparar Greysis con su propio país. Era inaudito que tanta gente se reuniera en un lugar y hablara directamente con el monarca de su país. Incluso los jefes de los doce linajes nobles sólo recibían en muy raras ocasiones palabras directamente de la Princesa Divina. El mundo es vasto, y muchos poderosos guerreros lo llaman hogar. Este muchacho se encuentra entre ellos.

Pensó en el hombre de pelo crepuscular con el que había luchado durante el combate de exhibición. Era joven y supuestamente inexperto, pero era lo suficientemente hábil como para obligar a Tatsu, que había salido victorioso de muchos campos de batalla, a emplear toda su fuerza.

—Por favor, vuelve a combatir conmigo, o mejor dicho, enséñame tus métodos —había pedido el pelirrojo, bajando la cabeza sin dudarlo. Tatsu había quedado impresionado no sólo por su habilidad, sino también por su afán de superación, sin importar lo que se interpusiera en su camino. Después de eso, se habían reunido de vez en cuando para practicar juntos, y el hombre había mejorado a un ritmo asombroso.

Qué ganas tengo de que esto llegue a su fin.

Los combates contra un oponente poderoso eran lo más destacado de su vida de guerrero, pero también era importante para él transmitir sus propias técnicas. Tatsu estaba muy interesado en ver lo fuerte que se volvería este nuevo alumno suyo a medida que se dedicara a entrenar y adquiriera más y más experiencia práctica.

Sin quererlo, Tatsu se encontró sonriendo. Entonces miró detrás de él y se dio cuenta de que había un hombre de pelo negro de pie. El hombre llevaba una bandeja, probablemente destinada a su propio amo, en la que había una jarra de agua y vasos para beber.

¿No es ese el hombre del hermano menor de mi amo…?

A pesar de la adorable apariencia del joven príncipe Herscherik, Tatsu había percibido algo insondable en él, y los hombres a su servicio -incluido el hombre con el que había luchado- destacaban entre la multitud. El hombre que tenía en ese momento delante de él le había llamado especialmente la atención, ya que el pelo negro puro era algo raro de ver en este continente.

—Tú eres…

El hombre -Kuro- giró su mirada hacia Tatsu al oírle hablar. Tatsu reconoció su rostro de alguna parte, y al ver sus oscuros ojos de rubí, se convenció de su identidad.

—Eres un hijo de la luna y de las sombras, ¿no es así?

Kuro se congeló. Tan inexpresivo como una muñeca, de repente tenía varios cuchillos en sus manos mientras se precipitaba silenciosamente hacia Tatsu. Sin prestar atención al estruendo de los cristales que se rompían y de una bandeja que caía al suelo detrás de él, Kuro lanzó un cuchillo directo a la cara de Tatsu. Tatsu lo esquivó por poco, agarró el brazo de Kuro e intentó calmarlo.

—Yo también he sido exiliado de sus tierras. No te haré ningún daño, ni revelaré tu secreto. Lo juro por mi espada y mi alma.

Tras un momento de contemplar las palabras de Tatsu en silencio, Kuro se relajó y bajó su cuchillo. Tatsu, a su vez, soltó a Kuro.

—Sin embargo, debes ser cauteloso. Tu maestro es muy incipiente, ¿no es así?

Los hombros de Kuro se sacudieron en respuesta, pero Tatsu simplemente continuó.

—Tus ojos son realmente preciosos. No dejarán que el portador de tal tesoro se les escape tan fácilmente. Y no les importa qué medios deben emplear para alcanzar sus fines.

Si tuvieran que hacerlo, acabarían con la vida de un niño -incluso de un príncipe- sin dudarlo.

—Además…

Tatsu acercó su boca al oído de Kuro y le susurró, ante lo cual los ojos de Kuro se abrieron de par en par.

—Ahora, me despido.

Con Kuro paralizado por el shock detrás de él, Tatsu se desvaneció en la noche.


Shisai
Wow, nos van dando más información del pasado de Kuro

Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 6: Los preparativos de la fiesta, el secuestro y el curioso príncipe

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Era otro día ajetreado en la frutería. Herscherik observó desde la distancia durante algún tiempo hasta que la multitud se redujo un poco y aprovechó la oportunidad para arrastrar a Kurenai a hablar con el dueño y su esposa. Aunque tan huraño como siempre, el dueño pareció aliviado al oír que tenían un plan para sacar a Ao y a Kurenai del país. Incluso le pareció a Herscherik que las comisuras de la boca del dueño se levantaron ligeramente. Luisa también estaba encantada.

La conversación giró entonces en torno a la proximidad de la fiesta de la cosecha. Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 6: Los preparativos de la fiesta, el secuestro y el curioso príncipe”

Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 5: Ryoko, Kurenai y Ao

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Los habitantes de la ciudad del castillo estaban ocupados preparando la fiesta de la cosecha que se celebraría dentro de unos días. 

Herscherik caminaba por la bulliciosa calle principal vestido con su habitual poncho verde y azul con bordados dorados. Mientras caminaba y saludaba de vez en cuando a la gente que le rodeaba, miraba al cielo. Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 5: Ryoko, Kurenai y Ao”

Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 4: El rey loco, el decreto y el acuerdo secreto

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Herscherik se sentó en su estudio, dejando escapar un suspiro mientras cerraba un libro mucho más grueso de lo que cualquier niño normal de siete años podría leer. Lamentablemente, el volumen no contenía la información que buscaba, así que había perdido el tiempo leyéndolo.

Habían pasado tres días desde que invitó a Kurenai y a Ao al castillo. Desde entonces, Herscherik se había encerrado en su estudio para realizar algunas investigaciones.

Tampoco está aquí… Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 4: El rey loco, el decreto y el acuerdo secreto”

Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 3: El príncipe más joven, el príncipe pródigo y los recuerdos

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Tras regresar a casa desde la ciudad del castillo, Herscherik se dirigió directamente a un salón privado de los aposentos reales. Su hermano, el Sexto Príncipe de Greysis, había llegado por fin tras su estancia en el extranjero. Había querido reunirse con los demás lo antes posible, pero acabó teniendo que atender un asunto particular durante más tiempo del previsto.

Supongo que en este mundo también hay trámites burocráticos… Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 3: El príncipe más joven, el príncipe pródigo y los recuerdos”

Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 2: La mariposa, el hombre bestia y la confianza

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Herscherik se dirigió al barrio rojo. Detrás de él caminaba el dueño de la frutería, junto con la mujer pelirroja y el hombre de pelo azul. El hombre parecía desconfiar de algo, ya que de vez en cuando miraba detrás de él o de un lado a otro. Al ver esto, Herscherik supuso que aquel hombre podría ser algún tipo de guerrero, en lugar de un viajero corriente. Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 2: La mariposa, el hombre bestia y la confianza”

Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 1: El príncipe, el cielo caído y el encuentro fortuito

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


La temporada de lluvias abundantes, de engorde de los animales para el invierno y de agradecimiento por las bondades de la naturaleza, había llegado a Greysis. La ciudad del castillo estaba ocupada con los preparativos para la fiesta de la cosecha, para la que faltaban dos semanas. Todo el mundo trabajaba con una sonrisa en la cara, y no sólo porque esperasen la fiesta. Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 5 – Capítulo 1: El príncipe, el cielo caído y el encuentro fortuito”

Herscherik – Vol. 5 – Prólogo: Las llamas, la desesperación y la pesadilla

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Las llamas que brotaban de los árboles bailaban como pétalos rojos mientras coloreaban el cielo nocturno de un carmesí intenso. Normalmente, este bosque, normalmente tranquilo, habría sido el hogar de muchos animales que dormían plácidamente durante la noche; ahora, sin embargo, los árboles se habían convertido en columnas de fuego, tiñendo todo de rojo hasta donde alcanzaba la vista.

Testigo de este espectáculo era una mujer que se arrodillaba en el suelo rodeada de sus compañeros, vencida por la desesperación.

—¿Por qué? Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 5 – Prólogo: Las llamas, la desesperación y la pesadilla”

Herscherik – Vol. 4 – Anécdota: La vida del Marqués de las Tinieblas

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Volf siempre había sido el mejor de su clase en la academia. Era el heredero de la distinguida casa de los marqueses Barbosse, y estaba dotado de cabello y ojos color avellana y rasgos faciales bien definidos. Además, destacaba en la conversación, sabía desenvolverse en la alta sociedad y ya le habían prometido un puesto en el castillo tras su graduación. Era, en muchos sentidos, el noble perfecto.

Un día, no mucho después de su graduación, mientras caminaba por un pasillo de la academia, oyó una voz que entraba por una ventana abierta.

—¡Iván, Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 4 – Anécdota: La vida del Marqués de las Tinieblas”

Herscherik – Vol. 4 – Epílogo: El príncipe reencarnado y el Héroe de la Luz

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


El sol brillaba en el cielo de verano. Habían pasado dos meses desde la batalla en el fuerte de la frontera, y más de un mes desde el fallecimiento de Barbosse.

—Bien, ya me voy —dijo Herscherik mientras se echaba al hombro la bolsa que contenía la cantimplora que Kuro había preparado, se ponía el sombrero para evitar la insolación y se dirigía a la puerta trasera. Más allá de la puerta se encontraban las vastas y exuberantes tierras a las que sólo podían acceder el rey y aquellos que tuvieran su permiso explícito. Seguí leyendo “Herscherik – Vol. 4 – Epílogo: El príncipe reencarnado y el Héroe de la Luz”

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