¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 16: Un fragmento de emoción

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


Yulan no sabía cómo actuar en esta situación.

Ya que no podía ignorar al príncipe y tenía que hablarle con humildad y cortesía, forzó una sonrisa en su rostro e hizo una rápida reverencia. No obstante, ya que el príncipe lo llamó en el pasillo, probablemente podía olvidarse de más formalidades por ahora, ¿no? Klaude quería hablar con Yulan, no como un príncipe a un noble inferior, sino de hombre a hombre, dos personas con una historia complicada. Por eso Yulan había utilizado el título de Klaude; dadas las circunstancias, le parecía más un estorbo que una señal de respeto.

—Pensar que el príncipe Klaude se dignaría a hablar conmigo. Qué sorpresa —dijo Yulan con rotundidad, con la sonrisa aún dibujada en su rostro. Estaba bastante seguro de que sabía lo que se avecinaba, y no era una conversación para tener en  medio de un pasillo; al unísono, se dirigieron a un lugar aislado cercano, detrás de alguna arquitectura decorativa.

—Borra esa sonrisa —dijo Klaude. Yulan permaneció en silencio—. No te estoy hablando como príncipe, sino como persona.

—Está bien —respondió Yulan con un suspiro, olvidándose de las formalidades. Cuando la sonrisa falsa se desvaneció de su rostro, el aire entre ellos cambió. El aura calmada y tranquilizadora de Yulan se evaporó; aunque sus ojos seguían siendo amables, la luz que había en ellos se atenuó. Su rostro era tan inerte como una máscara de teatro—. Haaa, no tengo tiempo para ti, ¿podrías darte prisa e ir al grano?

Cuanto más tardara esto, más probable sería que Violette acabara en algún lugar difícil de encontrar y que él la perdiera por completo. Además, tenía que almorzar; no le importaría saltarse la comida para verla, pero eso preocuparía a Violette.

—Si se trata de lo que pasó el otro día, no creo que haya nada que hablar, especialmente entre tú y yo —continuó Yulan.

—He pensado en lo que has dicho —afirmó Klaude.

—Qué honor. Entonces, ¿qué? ¿Te hice enfadar?

—¡No! De verdad he pensado en ello… —exclamó Klaude mirando al suelo. Nada de su habitual confianza y carisma, dignos de la familia real, tan seductores para todo el mundo, se mostraba ahora; pero ¿por qué molestarse delante de Yulan? Él era el único que sabía de dónde venía esa confianza, y dónde terminaba. No le complacía especialmente conocer tan bien al príncipe, pero al menos significaba que Klaude solía ser sincero con él.

—En la fiesta, lo último que dijiste fue… que las personas ajenas a la situación no debían involucrarse —dijo Klaude. Yulan lo había dicho como un insulto sarcástico de despedida, pero al parecer Klaude se lo había tomado en serio.

En cualquier caso, a Yulan no le importaba lo que pensara él. Lo único que importaba era terminar esta conversación lo antes posible. No más comentarios inútiles.

—Sí, eso fue lo que dije. ¿Hay algún problema? —preguntó Yulan. No era el tipo de persona que pensara sus palabras con tanto cuidado; de todos modos, eran solo puñales para lanzar a su oponente y ayudar a Violette a escapar. ¿Por qué iba Klaude a pensar tanto en ellas?

—Quería entender lo que estabas diciendo, así que lo pensé seriamente… pero por más que lo intenté, no pude —afirmó Klaude. Eso no fue una sorpresa para Yulan: los dos eran polos opuestos. Klaude se guiaba por un profundo sentido de la justicia, pero Yulan se dejaba llevar por sus impulsos protectores. Esas creencias básicas eran increíblemente diferentes en cuanto a razones, acciones y resultados.

En la fiesta del té, Klaude vio la oportunidad de enfrentarse al mal y proteger a una chica indefensa de cualquier daño. Aglomerarse alrededor de una persona para lanzarle piedras era inhumano; Yulan no estaba en desacuerdo con Klaude en eso. Sin embargo, él elegiría proteger a Violette en todo momento.

—No necesitas entenderlo. Solo estaba haciendo lo que quería, no hay nada bueno o malo en ello. No tenía ningún gran propósito en mente —dijo Yulan.

—Pero es evidente que estabas haciendo algo en lo que creías. —Klaude miró fijamente los ojos de Yulan, casi idénticos a los suyos. La forma de sus ojos y el color de sus cejas eran diferentes, pero para Yulan seguía siendo como mirarse en un espejo de una manera profundamente incómoda. Tanto la franqueza como la belleza de Klaude eran infinitamente frustrantes.

—Por favor, dime… ¿Por qué crees que me he equivocado? —preguntó Klaude. Yulan no quería tener nada que ver con esto. Odiaba al príncipe y, sin embargo, este seguía acercándose. Miró a este hombre moral y recto, tan obsesionado con hacer las cosas bien, y solo sintió una cosa.

—Asqueroso —murmuró Yulan.

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