La Villana Revierte el Reloj de Arena – Capítulo 111: El resultado de la elección (1)

Traducido por Maru

Editado por Sharon


Los sirvientes de la casa comenzaron a murmurar ante lo que vieron. Aria se despidió primero, dejando atrás el arrepentimiento.

—Me iré.

—Sí…

Asher, quien asintió con una cara llena de pesar, salió del carruaje con Aria. Fue cuando los sirvientes, que los estaban mirando, empezaron a malinterpretar porque había un ambiente incómodo frente a la mansión que no se rompió ni siquiera después de despedirse.

—Dios… mío.

Como si no pudiera simplemente dejarla ir, la agarró por la cintura y la besó suavemente como si fuera un beso robado. Fue ridículamente ligero comparado con lo que había pasado en el carruaje, pero fue suficiente para hacer sonrojar a la gente que lo vio, e incluso a Aria, que no lo esperaba.

—¡Señorita, señorita!

Annie y Jessie corrieron tras Aria, que había desaparecido en la mansión tan pronto como sus labios se separaron. Asher, que se quedó solo frente a la mansión, miró esto durante mucho tiempo y luego desapareció en el carruaje como si nada hubiera pasado.

—¡Señorita! ¡Por favor, abra la puerta! ¡Debe lavarse y cambiarse de ropa!

Los gritos de las chicas desde afuera de la puerta estaban llenos de alegría, y querían romper la puerta de inmediato para preguntar qué había sucedido hoy.

Pero Aria, cuyo rostro acababa de calmarse estalló en llamas de nuevo. No salió de la cama hasta el amanecer, y los sirvientes de la mansión, entre ellos Annie y Jessie, dejaron volar su imaginación ante lo que vieron.

♦ ♦ ♦

Las casas de los nobles habían estado alborotadas desde el amanecer, ya que tenían que atacar el Castillo Imperial al amanecer.

Los soldados, que habían estado buscando entretenimiento como locos, estaban listos para la batalla con sus armas y armaduras. Al ver su apariencia digna y valiente, los nobles tenían una sonrisa de alivio en sus expresiones, que habían estado llenas de preocupaciones. Pensaron que después de que los soldados dispersos se reunieran para ocupar el Castillo Imperial, solo aparecerían y disfrutarían de la victoria.

—Bueno, vizconde, es demasiado pronto, pero iremos primero. Lo sentimos mientras tanto.

—¡Ja, ja, eso está bien! Vamos, esperaré tranquilamente en la casa y saldré cuando hayas terminado.

—Sí, entonces.

El soldado de rango más alto sacó a decenas de hombres de la mansión. El vizconde había preguntado si era necesario que cada uno tuviera un caballo cuando se los habían pedido, pero se alegró de ver que salían de la casa con una fuerza fuerte.

Por supuesto, los soldados se dirigían fuera de la capital en lugar de en dirección al Castillo Imperial, pero era un hecho que no sabrían en mucho tiempo dentro la mansión, por lo que los soldados podían escapar de la capital sin ser vistos por nadie.

Al mismo tiempo, Aria, que no se había levantado de la cama hasta el amanecer, salió lentamente al escuchar la charla fuera. Lo había olvidado después de los eventos de la noche anterior, pero hoy era un día muy importante porque llegaría el final que tanto había estado esperando. No era el momento para quedarse en su habitación.

Aria abrió la ventana y miró hacia afuera para comprobar. Los soldados, que habían estado perturbando la mansión del conde, estaban listos para viajar a caballo. Uno de ellos se estaba ajustando el traje y por casualidad vio a Aria.

El soldado, que casi se había caído del caballo por la sorpresa, se enderezó de inmediato y se inclinó ante Aria. Fue un saludo para alguien que conocía la situación. Levantó la mano y deseó que el soldado regresara sano y salvo.

El hombre se sorprendió tanto que casi se cayó de nuevo. Siguiendo su mirada, los demás soldados comenzaron a saludarla. Como eran varios, tuvo que sostener su mano durante mucho tiempo. El último que la reconoció fue… nadie más que Caín.

Como cualquier noble, Caín, que había estado hablando con el más veterano de los soldados, miró a Aria. Estaba un poco lejos y ella no podía verlo tan bien, pero se veía bastante desagradable. Después de la conversación, Caín despidió a los soldados y, de nuevo, vio a Aria mirando a los soldados que desaparecían. Dio media vuelta, entró rápidamente en la mansión y subió las escaleras.

Mientras subía con sus ruidosos pasos, los sirvientes que acababan de despertar lo miraban o lo seguían. El lugar al que llegó Caín, por supuesto, fue la habitación de Aria.

—Aria —la llamó con voz furiosa. Era una reacción inesperada para Aria, que solo había estado viendo a los soldados partir por la ventana.

—¿Qué te trae por aquí tan temprano? —preguntó, pensando que era un hombre muy extraño.

—Escuché… que llegaste tarde anoche.

Caín había regresado a casa más tarde que Aria, por lo que no podía decirle nada sobre eso. Así que lo señaló, ya que no le importaba en absoluto.

—No está bien que me regañes cuando siempre vuelves a casa al amanecer.

—Soy el jefe de la casa, así que llego tarde a casa por trabajo, pero tú…

Estuvo a punto de gritar con furia, pero rápidamente cerró la boca como si fuera difícil conectar las palabras.

Ella pensó que él había perdido la cabeza por estar absorto en los asuntos del conde, pero todavía sentía muchos celos. Su vida terminaría al amanecer. Ante su apariencia tonta, las comisuras de su boca se elevaron.

—¿De qué estás hablando? Esta no es la primera vez que Asher y yo cenamos y llegamos tarde, así que no sé por qué estás tan enfadado… ¿Escuchaste algo más?

De lo contrario, era imposible para él estar tan enfadado. Debía haber escuchado la noticia de que Asher la besó. Lo había hecho abiertamente frente a la mansión, y él debió saberlo porque los criados se habrían emocionado y habrían hablado de ello hasta el amanecer.

—¿Cómo te atreves a decir eso?

Efectivamente, ella no especificó a qué se refería, pero Caín estaba furioso y volvió a levantar la voz. No estaba enojado como su hermano, sino que parecía estar atrapado en los celos.

Los criados, que esperaban a la distancia, comenzaron a reunirse. La puerta estaba abierta y pudieron ver la confrontación de Aria y Caín. Los sirvientes estaban preocupados de que pudiera lastimarla y rezaron para que estuviera bien.

Ella saldría bien. Sería Caín, que se atrevía a rebelarse y desafiar a la autoridad imperial, quien saldría perjudicado.

Deberías pagar el precio de cortarle la cabeza a tu hermanastra en el pasado y el hecho de que sientes lujuria por tu hermana, a quien habías matado. ¿Cómo puedo castigarte? Oh, sí.

Pensó en lo que más temía a pesar de que no había pensado en eso durante mucho tiempo. La causa de esa ira; hacerle saber que Aria, que lo había estado provocando y dando espacio de vez en cuando, había dejado su mano perfectamente; ser rechazado por una mujer de la que se había enamorado por primera vez tanto en el pasado como en el presente; saber que la mujer que había querido luego de vender a su padre, pero no poder conseguirla porque estaba atrapada en el amor de otro hombre.

—No me digas que estás enojado conmigo por no ser un adulto todavía —le dijo con expresión ingenua.

—¿Qué? Que quieres decir…?

Las palabras significativas hicieron que Caín se pusiera rígido, y los sirvientes, que estaban mirando desde fuera, también abrieron los ojos y escucharon con atención. Al parecer, estaban pensando en lo que había pasado anoche.

—Esta no es la primera vez que veo a Asher a solas… No lo sabes, pero lo vi en secreto en mi habitación y viajé a Croa con él. Usamos la misma habitación… Aun así, me voy a casar con Asher de todos modos.

Justo antes de que terminaran sus provocativas palabras, Caín, cuyos ojos estaban inyectados en sangre, de repente corrió hacia ella. Si Aria, que se había preparado de antemano, no lo hubiera evitado apresuradamente, podría haber rodado por el suelo con él o podría haberse ahogado.

—¡Señorita!

Fingiendo estar asustada, se escondió detrás de uno de los sirvientes y luego hizo una expresión lamentable. Annie y Jessie corrieron y abrazaron los hombros de su esbelta ama.

Si pensaban en ella como de costumbre, podrían saber que sería muy extraño que su amo mostrara una apariencia tan débil, pero en el pánico, protegieron a su maestra ante el enojo de Caín.

—¿Por qué… por qué estás enojado? ¡No lo entiendo!! Mielle pasó una noche con Oscar y regresó. Además, fui con el permiso de mi madre…

No, Aria lo sabía muy bien, pero lo dijo deliberadamente para los sirvientes que aún no lo sabían. Quizás fueron entendiendo poco a poco que su maestro, Caín, estaba anormalmente obsesionado con su hermanastra.

Caín, que se levantó de su suelo, gritó con locura, y los sirvientes se apresuraron a rodearla formando un muro de hombres.

—¿No lo sabes? ¡Cómo te atreves! ¡Cómo te atreves!

¿Déjarme? ¿Engañarme? ¿No elegirme? ¿No amarme?

Esas fueron las únicas palabras que tendrían sentido, por lo que los sirvientes entendieron y palidecieron.

—¡Señor, señor Caín, debe calmarse!

—¡Cállate!

El sirviente que estaba al frente trató de calmar a Caín, pero recibió una bofetada y cayó.

¿En serio está tan loco por abofetearle?

Aria, que pretendía estar asustada por la situación que empeoraba, lloró y la ira comenzó a extenderse en las expresiones de los sirvientes que la rodeaban. Era comprensible que sus sentimientos fueran hacia la pequeña dama.

—¡Señor Caín, por favor cálmese!

—La señorita Aria aún es joven, ¡así que perdónela con su generosidad!

—Yo, le diré lo que hizo mal y, por favor, remitiré su enojo.

—¡Perdone a la pobre señorita Aria!

Aunque un sirviente cayó, varios más rodearon a Aria y le rogaron que remitiera su ira, en lugar de entrar en pánico.

Pero eso solo produjo más ira de Caín, y volvió a levantar la mano para abofetear a más personas. Cuando ella pensó que era momento de dejar de jugar, porque ya lo había visto enloquecer lo suficiente, una voz sonó desde el pasillo inesperadamente.

—¿Qué es esto?

Era la condesa, quien despertó por el alboroto y apareció de repente, bostezando. Luego, sorprendida por el horror de lo sucedido en el pasillo frente a la habitación de su hija, levantó la voz.

—¡Aria…!

Dio un paso adelante, observando la devastación, y Aria, que estaba llorando. Cuando había sido prostituta, Aria no había llorado cuando no había regresado a casa durante unos días y la había dejado sola en una casa donde no había nada para comer, pero ¿por qué tenía la cara manchada de lágrimas?

Por la conmoción, no se dio cuenta que Aria estaba actuando, y quedó sin palabras.

—Madre… ¿lo sabías? —preguntó Caín, rompiendo el silencio.

—¿El qué? —le preguntó ella de vuelta con la mirada seria ante el rostro y voz desesperados de Caín.

—Aria… Aria… ¡pasó una noche con el príncipe heredero!

La condesa frunció el ceño ante la pregunta que ya se había convertido en un hecho para él, y parecía como si él estuviera armando este escándalo con algo tan trivial. Y por esto se dio cuenta que Aria podría estar actuando, y le dio una sonrisa hueca.

—¿Por qué me preguntas eso? No, incluso si lo hiciera, ¿qué pasa?

—Aria… ¡Aria es menor de edad!

—¿Que pasa contigo? Ella se va a casar con el príncipe heredero. Como su madre le dije que estaba bien, ¿por qué haces tanto alboroto? Ni siquiera es tu hermana sanguínea. Deberías preocuparte por Mielle en ese momento.

No había nada más que ganar de la familia del conde, y además, si la traición era un hecho, se divorciaría del conde, por lo que no importaba si hablaba con frialdad. Ya no le tenía miedo a la gente y no le importaba. Ahora tenía suficiente dinero para vivir sin tal cosa.

El rostro de Caín se endureció en respuesta a tal fría respuesta. Y derramó su corazón a la condesa, que habló las mismas palabras que Aria.

—Ja, supongo que el origen vulgar es el problema. La hija es como la madre.

La condesa, que ya no necesitaba tolerarlo, lo abofeteó. A diferencia de la violencia de Caín, todos esperaban esta reacción y lo miraron con enojo.

—¡No sabes nada! ¡No creas que estarás en condiciones de decir eso para siempre, porque serás peor que ese origen vulgar! —gritó la condesa como rara vez lo hacía con palabras llenas de significado para el ignorante Caín. No, sería inútil aunque se diera cuenta ahora.

Sin embargo, Caín se rió sorprendido, miró a la condesa como si fuera a matarla y ordenó a los sirvientes que ya no quería asociarse con ella.

—Encerrad a Aria en su habitación, para que no pueda caminar con más vulgaridades. Si se resiste, podéis atarle las manos y los pies y espero que la condesa se vaya de la casa. Ahora soy el dueño.

Sin embargo, ninguno de los sirvientes siguió sus instrucciones. Era el resultado de los beneficios que Aria les había dado hasta ahora; fue una elección natural.

No importaba lo estúpidos que fueran, nadie seguiría a la familia del conde, que se rumoreaba que le dio toda la su riqueza a los soldados y que sería arruinada por el trabajo del inexperto Caín. Más bien, tendrían un mejor futuro si se ponían del lado de Aria, la estrella del imperio y princesa heredera.

—¡¿Qué estáis haciendo?! ¡Atadla rápidamente! —volvió a gritar, pero los sirvientes se atrevieron a expresar su hostilidad hacia Caín, rodeando a la condesa y Aria sin escucharlo—. ¿Cómo os atrevéis…?

Cuando volvió a levantar la mano, los caballeros que habían estado esperando fuera de la mansión subieron las escaleras a paso rápido al escuchar el disturbio. El sello bordado en sus pechos demostraba que eran los Caballeros Reales.

Fruncieron el ceño al llegar a la escena, escudriñando a la asustada Aria, la enojada condesa y los sirvientes. Mientras tanto, un caballero con numerosas insignias en el pecho sacó un documento de sus brazos y le preguntó a Caín:

—¿Es Caín Roscent, verdad?

—Sí.

La ira y la ferocidad habían desaparecido del rostro de Caín en poco tiempo cuando respondió. Estaba ansioso por su presencia en la mansión, cuando los soldados se habían marchado hace poco hacia la Capital Imperial. Las predicciones de Caín eran acertadas, y el caballero le informó del comienzo del castigo.

—Queda arrestado por traición al imperio.

Tan pronto como terminó de hablar, los caballeros se movieron rápidamente y sostuvieron el cuerpo de Caín sin darle ningún momento para refutarlo. Ataron sus brazos con la cuerda que habían preparado, y también sus pies, dejándole cuerda suficiente para poder caminar, justo como había planeado atar a Aria.

—¡Aaah! —gritó, quizás por el dolor de sus manos atadas. Sin embargo, un caballero, al que no le preocupaba, le empujó la espalda con mano áspera y dijo:

—Tenemos evidencia de traición. Ha escondido soldados en la casa y ha pagado todos los gastos, así que puede que tenga un abogado, pero no ayudará. Si no quiere mostrar una apariencia vulgar a sus sirvientes y su familia, síganos en silencio.

No, no puede ser. Ayer, cuando presenté los detalles de la comida, ropa y el refugio de los soldados, ¿no se los dieron al noble de Croa, sino al Caballero Real…?

Cuando su suposición llegó a este punto, la conclusión era demasiado horrible por lo que palideció.

—¿Qué demonios es esto…?

—¿Traición…?

—¿El señor Caín se ha unido a los traidores?

—¡Qué absurdo!

Los sirvientes comenzaron a susurrar, incapaces de creer tal cosa incluso después de ver el arresto.

—Debería haberlo detenido cuando su alteza dijo que estaba investigando…

Se secó los ojos húmedos y abrió la boca como si supiera algo, y toda la atención se centró en ella porque sabía la respuesta a esta ridícula situación.

Maru
Oh, es el momento del juicio vengador ojojojo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido