Vida en prisión de la villana – Capítulo 46: Día de la partida y una nueva normalidad

Traducido por Den

Editado por Sharon


Un cielo despejado y una mañana propicia para una partida… Sin embargo, si te están obligando a abandonar la capital después de una reducción de rango, el estado de ánimo también estará mezclado con un poco de miseria.

Hoy es el día de la partida del ex-príncipe Elliot hacia el territorio Reefren.

—Caramba… Hay algo realmente conmovedor en mirar un paisaje que probablemente nunca volverás a ver.

Elliot observaba los árboles del jardín junto a su carruaje. George, que había venido a despedirle, se secó las lágrimas de los ojos.

—Así es como es… Hace cuatro meses, no habría esperado que las cosas salieran así…

—Ja, ja, ja, deja de llorar. ¿No es este un final pacifico después de perder una batalla judicial?

En el caso de Elliot, ya había sido derrotado por completo antes de que pudiera tener lugar una lucha de poder.

—No obstante, George, ¿está bien que vengas a despedirme así? ¿No estás en una situación bastante precaria?

Lo cierto es que se estaba despidiendo de alguien que estaba casi como exiliado; un movimiento bastante peligroso desde el punto de vista de un superviviente. Independientemente de la época, honrar a un perdedor no sería bien visto por los ganadores.

—Sí, gracias por su preocupación. Pero al menos por el momento, Alexandra me ha dado su permiso…

—Ya veo… Me pregunto si realmente le importa.

—También te ha enviado algunos obsequios. Um… un libro de ilustraciones para leer en el camino, unas monedas para que puedas comprar algo de comida u otras provisiones durante el viaje, un muñeco de caballero para matar el tiempo en el carruaje…

—Esa bastarda… ¿se cree que sigo siendo un niño? —Elliot se negó a aceptar los regalos que Alexandra le había enviado, por lo que George sacó otra bolsa.

—Esto también… Sinceramente, tuve que pensar si traerlo…

—¿Qué es?

—También me encomendaron esto… Al parecer es un regalo de mi hermana.

—¿De Rachel…?

Echaron un vistazo a la bolsa de aspecto sospechoso con la cautela que se merecía.

—Está bien apostar que no hay absolutamente nada decente ahí dentro.

—Sí… estuve preocupado todo el tiempo que la llevaba…

Se miraron mutuamente y abrieron con cuidado la bolsa. Después de asegurarse de que nada les saltaría encima, comenzaron a sacar todo lo que había dentro.

—¿Medicina…?

—Es medicina.

La bolsa estaba llena de medicamentos para diferentes dolencias y lesiones, vendas, hierbas medicinales para la coagulación de la sangre, antibacterianos, algodón absorbente, vendas triangulares, analgésicos…

—¡¿No hay demasiada medicina?!

—Conociéndola, definitivamente debe haber una razón para esto…

Al fondo del todo, había una tarjeta con un mensaje:

¡Aguanta!

—Sin saber su intención, es un mensaje muy premonitorio.

—¿Hay algo en el condado? ¿Algún otro problema…?

Mientras los dos hombres pensaban, se dieron cuenta de que ya había pasado bastante tiempo desde que George había venido de visita.

No importaba el significado del mensaje de Rachel, no podían preocuparse por eso por siempre.

—Bueno, ahora, George, una vez que las cosas se hayan calmado, no dudes en venir a jugar.

—Sí, Su Alteza también debe tener cuidado…

George se frotó un poco la nariz mientras Elliot subía al carruaje. Un caballero que lo escoltaba también abordó, gritando que era hora de irse mientras cerraban la puerta del carruaje tras ellos. El cochero cerró con llave la puerta para sus pasajeros antes de montar en su asiento y agarrar las riendas de los caballos.

El joven se despidió cuando el vehículo comenzó a moverse, y continuó haciéndolo hasta que atravesó la puerta principal y ya no estuvo a la vista.

—Me pregunto cuándo nos volveremos a ver…

Se volvió en dirección a su oficina, pero después de dar unos pocos pasos… sus piernas se detuvieron.

—Espera un momento… antes… ¿cerraron con llave las puertas de la cabina desde afuera?

El carruaje que había abandonado el castillo real atajó por la ciudad y se dirigió a la carretera. A medida que los prados del campo se extendían desde la ventana de la cabina, por fin se podía empezar a sentir que había dejado la capital.

—Entonces… He llegado hasta aquí.

Ante sus profundas y emotivas palabras, se escuchó una pequeña tos dentro.

—Hemos llegado hasta aquí.

Y el caballero escolta dio su propia impresión de despreocupación por debajo del sombrero que le cubría la cara.

Al oírlo, Elliot miró bien al “hombre”…

—¡¿Martina?!

Hacía sólo unos días que esta caballero había torturado a Elliot durante toda la noche afuera de la mazmorra.

—¡¿Qué?! No deberías ser parte del departamento de escoltas… ¿Por qué estás aquí…?

Martina se rió frívolamente y luego esbozó una sonrisa con sus ojos carentes de cualquier brillo.

—¿Hm? Vamos en la misma dirección ya que el fuerte al que tengo que regresar está por ese camino. El territorio Reefren está muy cerca, así que me pidieron que actuara como escolta.

Sonreía… mientras sujetaba en la palma de su mano una pata rota de un escritorio que le resultaba demasiado familiar.

—Ahora bien, durante ese tiempo, le pregunté a Su Alteza acerca de su relación con Sykes… pero debido a que sólo pasamos una noche juntos, me vi obligada a dejar el trabajo a medias. Quiero tomarme mi tiempo… y justo cuando pensaba aquello, me ofrecieron este trabajo de acompañante.

Elliot se abalanzó hacia el pomo de la puerta, empujando y tirando desesperadamente para intentar salir… Sin embargo, ésta no daba señales de abrirse.

—¡Oye, cochero, hay una emergencia aquí! ¡Abre la puerta! —Comenzó a gritar fuertemente mientras golpeaba la puerta, mas no hubo ninguna reacción.

—Deberíamos tardar unos tres días en llegar al territorio de Su Alteza… Le pedí a nuestro conductor que siguiera sin detenerse durante todo el trayecto, para que no se interpusiera en nuestro camino. Ahora bien, como no podía pedírselo a una persona normal, Rachel me echó una mano.

—Maldición. Debería haberme dado cuenta cuando vi esa medicina antes.

Elliot estuvo a punto de romper la puerta del carruaje después de embestirla varias veces con el hombro cuando Martina lo sujetó suavemente.

—Su Alteza… durante nuestro tiempo juntos, sólo tuve una noche, así que me vi obligada a usar mi tiempo de manera eficiente y escuché su historia sobre un libro.

La joven empezó a apilar libros, uno tras otro, en el asiento contiguo al suyo.

—Ahora, para confirmar todo con Su Alteza, compré hasta el último número.

Y entonces, las comisuras de su boca se curvaron, dirigiéndole una amplia sonrisa al ex-príncipe y un primer plano de sus dientes blancos y brillantes.

—Ufufu… tráteme bien estos próximos tres días.

♦ ♦ ♦

Por orden del duque, Sofía visitó a regañadientes la celda de Rachel para realizar su deber: sacarla de la mazmorra.

—Señorita, como era de esperar, es hora de salir. Es lo que dice el maestro.

—Sí, lo entiendo. Sin embargo, me di cuenta de algo serio.

—¿De qué está hablando?

—Yo… Esta sería una buena vida para mí —declaró Rachel con una mirada seria en su rostro.

La asistente miró al vacío durante un buen rato.

—Gracias por decírmelo.

—¡Eso no es bueno! ¡Rachel, no digas estupideces!

—Maestro… si iba a venir de todos modos, entonces, en primer lugar no me involucre —protestó descontenta Sofía cuando el duque salió de su escondite. Él hizo una mueca a la sirvienta mostrando una actitud un poco infantil mientras señalaba a su hija.

—¡Es porque eres la que conoce mejor a Rachel! ¡Ahora piensa en la mejor forma de sacarla!

—Incluso si dice eso… Entonces, usaré mi as en la manga.

Como ayudante contratada, realmente quería decir que no la metieran entre los dos.

Al final, la asistente suspiró y dio una palmada, indicando a dos sirvientas que entraran mientras cargaban un gran equipaje.

Rachel observó atentamente cómo las doncellas dejaban la maleta en el suelo, la abrían de par en par y le quitaban la mordaza.

—¡Pwah!

—¡Oh, saco de arena! ¿Has venido?

Lo que emergió fue la persona favorita con la que Rachel se sentía bien al golpear.

La noble dama gritó alegremente, pero esa persona también gritó, claramente de mal humor.

—¡Te dije que no me llamaras saco de arena! ¡¿No puedes verlo?! No he venido aquí, ¡me han traído cautiva! ¿Qué significa esto? ¡¿No pueden transportar a alguien sin atarlo?!

—No, este es un trato especial.

Rachel entendió las palabras de Sofía e hizo una sonrisa de ninguna manera malvada.

—Eso es cierto, es un trato especial.

—¡Es lo peor! ¡Sólo un completo idiota haría esto, es decir, vosotras! —Margaret seguía gritando mientras rebotaba en la estera de bambú atada a su alrededor. Al mismo tiempo, Sofía y las otras dos criadas la colgaban del techo—. ¡Oye, detente! ¡¿Qué estáis haciendo?!

Ignorando las furiosas protestas de la chica, la asistente hizo una reverencia a Rachel, quien hasta ahora se aferraba entusiasmada a los barrotes de hierro de su celda mientras las observaba trabajar.

—Señorita, por favor, eche un vistazo. El saco de arena está listo; también ha estado esperando verla.

—¡Bie~~n!

—¡¿Quién está listo?! ¡No cuelgues a alguien a la fuerza y luego digas esas cosas tan horribles!

—¿Qué le parece señorita? Todavía no ha probado con una palma abierta o incluso solo un puño, ¿verdad?

—Uuuh, decir cosas contra las que soy débil…

—¡Escucha a la gente cuando está hablando!

Margaret era invisible, a pesar de que era el tema central del que hablaban.

Al ver que Rachel seguía dudando, Sofía volvió a dar una palmada.

—Además, hoy hay un par de personas que desean pasar revista a la señorita.

—Aquí, ¿personas?

A la señal de la asistente, entró una tercera sirvienta guiando a los nuevos invitados…

—La duquesa Somerset y la condesa Marlborough.

—¡Gyaaaaaaaaaa! —gritó Rachel y se sumergió de nuevo bajo las sábanas de su cama.

—¡VIEJAS BRUJAAAAAAAAAAS!

Margaret comenzó a rebotar más enérgicamente desde su lugar en el techo mientras gritaba a las recién llegadas.

—Bueno, qué mal hablada. ¡Y no hay razón para ser tan ruidosa!

Ver sus caras es motivo suficiente para gritar.

Sofía guió a las dos mujeres mayores a un lugar junto a Margaret.

—Señorita, hoy hemos invitado a estas dos personas experimentadas para hablar… sobre el encanto del saco de arena.

—Oh, cielos.

—¡Planeaste estooooooooooo!

Mirando a Sofía, la condesa Marlborough le subió la falda a Margaret delante de una emocionada y expectante Rachel.

—Me imagino lo que está a punto de hacer, así que probablemente no debería estar aquí para esto, ¿verdad? —preguntó el duque a la sirvienta.

—Creo que estará bien. Sólo le informaré a la señora la próxima vez que la vea que “el maestro tenía más curiosidad por un culo más joven que por la señorita”.

El duque se fue.

—Rachel, ¿de verdad está bien? Este saco de arena es la hija del barón.

—¡¿No es una maestra?! ¡Recuerde correctamente los nombres de los demás!

—¡El encanto aquí se encuentra en la elasticidad!

—¡Oye, no me ignores! ¡Mi nombre es Margaret Poisson! ¡Ahora dilo!

—Cuando palmeas la carne del trasero, puedes sentir la firme piel, y más abajo puedes sentir la horrible elasticidad seguida de ese sólido centro final… Una vez obtienes esa sensación después del primer golpe, ¡sin duda te volverás adicta!

—¡Fuaaaaah!

—Rachel, ¡¿por qué te emociona su explicación?!

Sofía le bajó las bragas a Margaret.

—Por aquí, ya es hora de que la duquesa Somerset se haga cargo. Duquesa, cuando quiera.

—Sí, bueno, entonces, con su permiso…

—Oye, vieja bruja, sabes que esto ya no tiene forma ni sombra de una orientación educativa, ¡¿verdad?!

La duquesa Somerset se acomodó, se quitó los guantes y levantó la mano derecha…

—¡OWWWWWWWWWW!

Mirando la mano derecha que acababa de azotar el culo de la joven, la mujer puso una expresión febril y de ensueño similar a la de una joven enamorada.

—Ah… verdaderamente maravilloso. He azotado innumerables traseros a lo largo de mis sesenta años como educadora… pero el del saco de arena es inédito! ¡Cualquier tipo de ataque está bien, tiene un tacto tan maravilloso que te hace querer golpearlo todo el día!

—¡¿Oye, qué se supone que es un culo inédito?! ¡¡Mi trasero no es un juguete!!

—¿Por qué yo…? ¡Y pensar que el otro día estaba golpeando esto con sandalias! El sabor de este trasero sólo se puede apreciar de verdad usando las manos desnudas. Terminaré rompiéndome la mano si lo azoto sin cesar, pero con esto, ¡no me arrepentiría en mi vida!

—¡¿No te arrepentirías en tu vida?! ¡¿Tu vida es tan ordinaria?! ¡¿Por qué te gusta tanto golpear traseros?!

Con un fondo de Margaret siendo obligada a recibir los azotes de la duquesa mientras la condesa intentaba decir que era su turno, Sofía comenzó a hablar con Rachel.

—¿Está bien esto, señorita? Si saliera ahora, también podría golpearlo…

—Uguuu…

Las ganas de golpear a su saco de arena y su deseo de no abandonar la prisión se disputaban entre sí… y al ver el tormento silencioso de la noble dama, la asistente presionó aún más.

—Si la señorita no la necesita… entonces supongo que podríamos dársela a la duquesa.

—¡Ah! ¡Tendría…! ¡Mi! ¡Tendría…! Pero… auuu…

Su tormento la estaba obligando a agacharse y cubrirse la cabeza.

Por alguna casualidad, podría ser el momento de que Rachel renunciara a su vida de prisionera…

—Si la señorita sale de su celda, ganará, ¿sabe? —le susurró Sofía a Margaret, que parecía una oruga.

—¡Eso no importa! ¡De una forma u otra, toda esta gente está mal de la cabeza!

—No se puede evitar.

♦ ♦ ♦

Sentado en la terraza sin decir nada y con una taza de té, Raymond estaba observando el cielo cuando un chambelán entró corriendo.

—¡Su Alteza!

—¡Oh! ¿Has recibido una respuesta de Rachel?

Hace tres días, le había enviado una carta a Rachel solicitando permiso para visitarla en la mazmorra, pero todavía no había recibido respuesta.

Como había decidido convertirse en su compañero, le había escrito sus pensamientos y le había pedido reunirse con ella a solas… Seguramente ella estaba un poco sorprendida de que su pareja haya cambiado de repente, pero él quería proponerle matrimonio. De hecho, ya tenía un anillo preparado. Mientras pudieran estar juntos, creía que ambos podrían llegar a entenderse.

Raymond había estado esperando ansiosamente recibir su respuesta… y el chambelán, que había acudido corriendo a su lado, no decía nada.

—¿Q-Qué sucede?

Ante su fija mirada, el sirviente le dio su informe mientras se mostraba un poco inquieto por la vergüenza.

—Su Alteza… eso… la carta que le envió a Rachel…

—¿Mhm?

—La doncella a la que le pidió que la enviara… parece que la extravió en la cocina, y la acabamos de encontrar ahora… ¡¿Su Alteza?!

Al oír la noticia, Raymond se cayó de la silla, aterrizando de bruces en el suelo.

El chambelán se apresuró a ayudarlo.

—¡Su Alteza, por favor, resista!

—F-Fufufu… He estado esperando una respuesta todos los días… Estaba empezando a pensar que no llegaría…

—¡Esto es absolutamente imperdonable! Este error colosal… la doncella que olvidó su orden imperial…

—Ufu… ¡recompénsala bien!

—Haré que asuma la responsabilidad de inmediato… ¿Eh? Justo ahora… ¿qué…?

—Kukuku, lejos de no recibir una respuesta a mi mensaje de una vez en la vida, y pensar que se traspapeló… ¡Esta es la primera vez que he experimentado este nivel de juego de negligencia!

El chambelán comenzó a preocuparse seriamente por el futuro del país.

Den
Raymond será una buena pareja para Rachel XD Pero comparto el sentimiento del chambelán…

♦ ♦ ♦

—¡Detente, Martina! ¡Realmente no sé nada! ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que esos libros son basura?!

—Ja, ja, ja, no lo sé Su Alteza. ¿Sabe?, donde hay humo, hay fuego.

♦ ♦ ♦

—Vamos, señorita. Si esto continúa, el saco de arena se agotará.

—Aan, eso… espera, ¡es injusto! ¡Descuidada!

—¡Gyaaaaaaaaaa!

—¡Insoportable! Esta sensación es… Mmm, ¡esto es muy insoportable!

—Es relajante y un tanto tenaz… Ah, ¡este es el mejor trasero del mundo!

 ♦ ♦ ♦

—Eso… ¿Está realmente bien recompensar a alguien por no servirle…?

—Idiota, es bueno porque nos trató como una fría hermana mayor. Eres un fracaso como hombre.

♦ ♦ ♦

Tras abandonar la prisión, el duque salió al patio trasero y miró al cielo.

—Originalmente era sólo la destrucción de un estúpido compromiso… ¿por qué ha causado todo este alboroto…?

Cuando el duque bajó la vista después de sentir un ligero golpecito en sus rodillas, se encontró con el mono que Rachel tiene como mascota sosteniendo una copa y una botella de whiskey.

“A veces no puedes evitar sentirte un poco inquieto. Compartamos una copa.”

—Que te consuele un mono… Espera, mono, eso… ¿no es de mi colección que Rachel trajo consigo…?

“¿Hay algo malo en eso?”

El duque apartó la mirada del animal que en ese momento ladeaba la cabeza preguntándose cuál era el problema, y volvió a observar el cielo.

Un hermoso y claro cielo despejado veía la tierra y a todos los seres humanos que se arrastraban por ella.

Era el tipo de clima que te hace reír ante todos los insignificantes problemas que tienen los seres humanos, pero, por alguna razón, el duque suspiraba.

—Ah…hoy también el cielo es azul…

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